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Humanity in motion por Thirteen Wilder

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Notas del fanfic:

Hola, hola!

Estuve muy indecisa sobre subir o no esta pequeña historia, pero al final decidí hacerlo.

Tenía mucho tiempo de no escribir algo largo y pretendo que esto lo sea, siempre y cuando les guste lo que escribo.

 

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen sino a Masami Kurumada, simplemente los tomo prestados para la creacion de esta historia.

El titulo está inspirado en la melodía de Nathan Lanier "Humanity in motion"

Tiene un poco de inspiracion en la historia griega de Pigmalión y Galatea.

Convertir algo tan simple o algo que es totalmente ignorado por los demás en una gran pasión es algo que Milo había hecho con su vida.
Desde muy pequeño las esculturas eran algo que le llamaba la atención más que nada en el mundo,  y más cuando sus padres lo llevaron a un viaje cuando él apenas tenía 8 años. En aquellos lugares había unos enormes jardines adornados con diferentes tipos de estatuas, algunas grandes otras pequeñas, unas con detalles que rayaban el realismo y otras que a pesar de su sencillez no dejaban de ser hermosas. Ese día tuvo esa gran revelación, desde ese momento supo que era lo que quería hacer en el futuro.

Habían pasado ya varios años desde ese entonces y aquel griego se había convertido en uno de los restauradores de esculturas más solicitados y respetados del país, su trabajo y la delicadeza con la que trataba cada pieza de arte hacían de su trabajo el más fino y cuidadoso, era su sello personal. Les hablaba a las esculturas como si estas tuvieran vida, les daba los buenos días y las buenas noches cada vez que empezaba a trabajarlas, estudiaba su época, su autor, cada rincón que el pudiera ver de esta.

-Vas a quedarte ciego de solo estar dentro de tu cueva- uno de sus amigos entró y encendió el foco de la habitación- Tiene que darte el aire más seguido- dejó su ostentoso abrigo en la silla que tenía al lado de la puerta y camino hacia el- ¿Milo?-picoteó su cabeza- ¿Sigues vivo?-

-Dita…estoy ocupado- estaba tan concentrado en rellenar una grieta que era minúscula pero para él era necesario repararla.

-¿De nuevo con tus esculturas?- chasqueo la lengua y merodeó por el lugar- Estás mucho tiempo aquí adentro, estoy comenzando a preocuparme por ti- pasó uno de sus dedos sobre la superficie lisa de una mesa, estaba llena de polvo- Para ser un profesional tu lugar de trabajo está demasiado sucio-

-¿Viniste a algo que no sea criticarme?- se apartó de la escultura y solo giro el tronco- Y sobre el polvo, entraste al taller, no podía estar tan limpio-se puso de pie y dejo sus instrumentos a un lado.

-Un trapo húmedo haría mucha diferencia en este lugar- le sonrió- Vine a sacarte de tu cueva, Aioria tuvo su discusión  número 32 del mes-

-No entiendo cómo es que siguen juntos-

-Es el amor- dijo con un tono seductor

-Y como a ti te encantan esas cosas-

-¿Desde cuando eres tan amargado?- alzo la ceja- Y no vengas con el cuento que estas demasiado ocupado con tu trabajo-lo arrastro hacia afuera de la habitación- Estas de muy mal humor desde que tu relación con Kanon terminó-

- No es verdad- su semblante cambió totalmente

-¡Claro que sí! Dejaste de ser amable con los demás-

-Me canse de que me tacharan de idiota, no pude soportar más ese tipo de trato -

-Deberías salir para que no pienses en eso, tengo un viaje para promocionar mi última colección, si terminas de arreglar esa piedra podrías ir conmigo-

-Ten más respeto, es el arte de alguien más- se quedó pensativo un momento- Bien…acepto ir.

-¿No me mientes?

-Para nada- talló sus ojos

-¡Te besaría en este mismo instante!- el sueco extendió sus brazos con la intención de abrazarlo, más bien, logró su cometido por el simple hecho de que el otro ni siquiera luchó por apartarlo.

Afrodita era su mejor amigo desde la infancia, era una de las personas que más lo conocía, Aioria se había unido a ellos un poco tiempo después, solían salir seguido y eran todo un terror para la sociedad cuando dos o los tres terminaban completamente perdidos por el alcohol a menos que Marin, la novia de Aioria, lo impidiera.

La relación que Milo había tenido con Kanon lo dejaba muy cansado, no negaba el hecho de haberlo amado mucho, fueron muchos años los que estuvieron juntos, pero cuando algo deja de funcionar o ya no se tiene la misma emoción que antes por ver al ser amado, todo está perdido. No tenía el tiempo y la paciencia para estas cosas, Kanon había sido demasiado controlador para su gusto, le parecía algo tierno que tratara de pasar más tiempo a su lado al principio pero todo tiene sus límites y al ver como este había destruido una escultura en la cual estuvo trabajando con todo el cuidado posible, se dio cuenta de que esa relación ya no podía ser.

Llegaron al restaurant, donde Aioria estaba sentado en la mesa de la orilla, tenía los brazos cruzados y miraba hacia abajo, moviendo sus piernas con rapidez, esperando ansioso a que el otro par llegara para hablar con ellos.

 Les conto sobre la  última discusión que habían tenido, pero era ya algo rutinario, no todas las parejas podían ser perfectas, unas discuten todo el tiempo pero siempre terminan por aclararlo todo y recordar qué era lo que los había enamorado uno del otro. Lo escucharon todo el tiempo, le dieron la razón los primeros 24 minutos, y después le dijeron que se había comportado como un idiota y debía disculparse.

-¡Pero ella tuvo la culpa!-

-Tú entraste en pánico porque no te respondía, si me propusieran matrimonio de esa manera  a mí, lloraría- él era el experto en el amor, Afrodita tenía un novio al cual no le hubiera permitido ese tipo de propuesta de mal gusto.

-Proponerle matrimonio después de haberlo hecho…no suena muy romántico que digamos-

-Definitivamente no- se miraron y cruzaron los brazos.

-Estoy acabado…llegare a casa y mis cosas estarán en el piso de la calle- tomo de su enorme tarro de cerveza- Y ustedes no ayudan en nada-

-No te hagas a víctima, nos traicionaste… ¿Dónde quedo aquel Aioria que nos contaba absolutamente todo?-

-¿Qué ya no tienes sentido de solidaridad?- se unió al melodrama del sueco.

-Son unos ridículos…-dio un largo trago a su tarro y los otros dos lo acompañaron en eso.

Después de unas horas y que la mesera les pidiera de la manera más atenta posible que se retiraran por el horario tan tarde en el que se pretendían quedar, y por la manera en la que cada uno estaba comportándose, se retiraron a sus respectivas casas. No se habló sobre el tema del viaje, Milo prefirió mortificar a Aioria durante ese tiempo, era más divertido para él y al final el pobre león podría entrar en razón, solo así podría entender qué era lo que debía de hacer para arreglar las cosas con ella.

-No entiendo cómo es que un solitario amargado como tú me pueda dar esos consejos- se tambaleaban un poco.

-Aunque el cucarachín tenga el corazón lleno de tierra, aun puede sentir algo- Afrodita se les colgó a ambos también.

-Milo, tú necesitas de alguien que te pegue…

-Alguien que te haga otro tipo de desayuno y te haga enojar por sus gustos en la música

-Una persona que por fin logre tirar el mugrero que tienes en tu habitación

-¿Quieren que tenga un verdugo?-

Terminaron por llegar a una estación de taxis y cada quien se fue a sus respectivos hogares. En casa de Milo, nadie lo esperaba, bueno, estaba su pequeña y vieja tortuga Kardia, su hermano mayor al cual tenía como 10 años de no ver se la había regalado, le pareció una buena broma llamarla como él y decirle que ese animal le iba a dar una mejor compañía que su propio hermano. Su casa a pesar de lo mucho que ganaba, era pequeña, solo constaba de su recibidor, una sala de estar, un comedor y una pequeña cocina, los baños y una habitación. Donde realmente ocurría la magia era en su taller, el cual abarcaba más de la mitad del jardín y el terreno excedente que tenía este. Para él, era la mejor habitación en toda la casa.

Se dio un baño mientras pensaba en lo que había pasado anterioridad con su amigo. ¿De qué le serviría iniciar una nueva relación si estas solo causaban problemas? Las probabilidades de que su nueva pareja fuera una completa pesadilla lo amenazaban por ser enormes. Le gustaba la soledad en la que se envolvía, ese silencio que te acaricia los oídos cuando ya has escuchado bastante, era lo más grato que podía tener, mas no negaba que de vez en cuando le gustaría llamarle a alguien más que no fuera Afrodita o a Aioria.

No trataba de sonar como un mal amigo, ambos tenían razón, él tenía una pequeña necesidad de conocer a alguien más, alguien con quien compartir sus sueños, una persona que quizá iba a acompañarle de la mano durante toda la vida.

-Me estoy volviendo un viejo muy cursi- sonrió mientras le caía el rocío de agua en el rostro.

Pasaron los días y el viaje había llegado, no le agradaba para nada alejarse de su trabajo, tenía dos restauraciones pendientes que aunque no eran grandes, requerían de un trabajo minucioso. El recorrido fue largo, pero los paisajes hacían  parecer que todo el tiempo que estaba sufriendo dentro de ese tren era corto, los campos eran enormes y él lo disfrutaba, era una vista placentera que te hacia olvidar todo lo malo.

Se registraron en el hotel y mientras Afrodita estaba vuelto un loco con las modelos y dirigiendo absolutamente cada movimiento que se hacía ahí, Milo tuvo la oportunidad para escaparse un rato y ver lo que esa ciudad tenía que ofrecer. Caminó durante varios minutos  llegando a una zona muy colonial, le gustaba ese ambiente y soñaba con vivir en una casa así, que tuviera una historia que contarle al mundo. Subió y bajo por los callejones, veía por los ventanales de las  tiendas y después de tanto caminar decidió tomar un descanso en una pequeña cafetería. Mientras veía la hora un sonido le llamó la atención, unas casas más adelante estaba una tienda de artesanías que le pedían a gritos que fuera a verlas,  y el cómo todo un acumulador de esas cosas fue de inmediato como una mosca a la luz.

La tienda era amplia, se extendía al patio que estaba al lado, la atendía un viejo de unos 70 años aproximadamente, de una fuerte mirada y manos trabajadoras, él era quien había hecho día a día cada uno de los trabajos manuales que estaban en ese lugar. Se acercó al visitante curioso y le dio un recorrido por el lugar.

-Creo que he visto su cara antes- entrecerró la mirada para tratar de hacer memoria- ¿Es usted el hombre que restaura estatuas?-

-Hay muchos como yo- lo dijo con toda la modestia que pudo

- Me encantaría hacerle un regalo- puso sus manos atrás de su cuerpo y lo guio al fondo del jardín

El moreno llevaba ya una canasta de varias cosas que pretendía comprarle, miró con curiosidad cada uno de los objetos del jardín, tenía esculturas, de  varios tipos y de todo material. Hasta llegar a una figura que tenía un tamaño más grande.

-Esta es mi última obra como escultor- le retiro la manta con la que estaba cubriéndola.

La estatua media alrededor de 1 metro con 85, era de mármol. Se asemejaba a la figura de una persona con la mano izquierda alzada hacia enfrente y la mano derecha posada sobre el pecho, el rostro levantado como si estuviera cantando hacia el cielo y el cuerpo levemente arqueado, era una figura esbelta y quizás la idea inicial era hacer a una mujer en ella. Sin embargo la estatua no estaba terminada, carecía de detalles y solo era posible reconocer a la “mujer” debajo de todo ese mármol por la figura que tenía.

-Por mi edad no pude terminar de hacerla- se acercó a esta- Yo creo que usted puede terminarla

-Yo solo las restauro, no puedo hacer algo así con su trabajo…- No mentiría, estaba fascinado con la idea.

-Esto iba a ser un regalo para mi hijo menor, él iba a cumplir 25 años hace unos meses –puso su mano en el hombro de la figura- Él desapareció un día, sin dejar rastro, lo hemos buscado lo mejor que podemos, pero es inútil, la policía le ha dado por muerto- su rostro se había envejecido un poco más.

-Lamento tanto escuchar eso- lo mira- Si ha fallecido le puedo asegurar que está feliz por el hermoso regalo que iba a darle-

- Creo que este regalo estará en mejores manos si se lo entrego a usted- lo miro con una ilusión- Termine el regalo de mi hijo

-Es mucha responsabilidad- pero el rostro del anciano no le permitió negarse-Esta bien, le dejaré la dirección de mi taller para que lo entreguen ahí.

-Me alegra que haya tomado esta decisión- el anciano asintió y entraron a la tienda de nuevo.

Anotó su dirección en un papel y miraba de reojo la estatua, iba a ser uno de sus trabajos más ambiciosos y peor pagados, pero eso era lo de menos, cuando una persona hace lo que más ama, el dinero era lo que menos importaba al final del día. Le pidió al anciano una fotografía de su hijo, pero el hombre se negó a dársela alegando que quería que él le diera un rostro a aquella estatua.

-Necesita estar completa- miró a la ventana- Confío en usted.

Jamás se puso a pensar en porqué un anciano le daría una estatua de tan costoso material a un completo extraño, probablemente la edad estaba haciendo estragos con el pobre hombre y no media las consecuencias de sus actos, o quizás Milo no media las suyas.

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Se agradecen y aceptan todo tipo de reviews, me ayudarian mucho a mejorar para el siguiente capitulo. 

Gracias por leer


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