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Disforia por ShindouKaro

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! 

 

Hace muchísimo no cruzaba por estos lares, ya extrañaba leer y escribir FanFiction pero me desanimé durante un momento pero vuelvo con esta, espero sea de su agrado. :3 

Debo mencionar que en el primer capítulo las itálicas son recuerdos, y las normales son el presente, ya que están mezcladas al principio.

-Me voy de la isla en búsqueda de mis padres. 

      El pelinegro se sorprendió en extremo. Ambos ojos bellos y rasgados cambiaron de forma rápidamente, tornándose cuan platos, al escuchar esas palabras.

      Veía detenidamente su desnudo cuerpo en el espejo. Cada vistazo lograba sacarle una lágrima. 

No era feliz.

Jamás lo había sido.

Tener que vivir como otra persona enteramente. 

Entre sollozos recogió su frágil cabellera en una coleta para esconderla bajo una red. 

Lágrima trás lágrima nublaba su visión.

-¿Te irás así? ¿Qué hay de Tae? ¿La tienda Heibon? - suspiró desviando la mirada.- ¿Qué hay de mí?

-Tu me abandonaste una vez y... yo voy a ver a mis padres.- Respondió en tono severo conteniendo las lágrimas.


     Maquilló su delicado y pálido rostro. Líquido, polvo, un poco de delineador negro trazando sus bellos ojos felinos cubiertos con lentillas grises. Ligero tono rojizo en los labios y rosado sobre sus mejillas. Sus ojos pararon de llorar pero su mirada aún estaba repleta de melancolía.

-¡No te abandoné, Aoba! 

-¡Es tarde!- Interrumpió Aoba y continuó.- Ya lo he decidido, Koujaku. No tengo nada que me ate a esta isla.- Dio una media vuelta y suspiró.- Nada.

      Caminó lentamente dejando a Koujaku boquiabierto deseando su estadía.

-¡Aoba!- Siguió.- ¡¡Aoba!!- Gritó aún más pero fue en vano. Una lágrima llena de frustración y tristeza recorría la mejilla del moreno.

      Cubrió su cabellera azul con una peluca larga gris acero. Bello y oscuro color que sobrepasaba los hombros del pequeño, llegando a su pecho. Ajustó un poco el peinado. Tomó un sostén con pechos postizos y acomodó su miembro con un protector, dejando todo en su lugar para después lucir unos pantaloncillos extra cortos negros y tirantera blanca. Su cuerpo era una figura bastante bella y esvelta, muchos envidiaban y deseaban poseerla, no sólo en el sentido de su cuerpo, también el tener a su lado al chico. Completó su ropa con un par de botas negras y un chalequillo largo.

-¿Ren?- Solicitó casi en un suspiro.

-¿Sí, Aoba?- Respondió el cachorro de pelaje oscuro.

-Haruka... como mamá.- Corrigió sin despegar su mirada de su recién alterada apariencia. Estiró su mano izquierda para tocar su reflejo. Quiso llorar de nuevo pero sólo lograría arruinar su maquillaje que con tanto empeño, y después de mucha práctica, había logrado. 

-Ah, es verdad, Haruka.- Respondió en el tono serio que lo caracteriza pero esta vez con un toque de preocupación.

-¿Cómo me veo?- Preguntó con voz quebrada a su mejor amigo. Ren exhaló y respondió sin hesitar. 

-Irreconocible. 

-Excelente.- Aún no podía apartar su mirada. No podía creer a cuanto había llegado.

      Aoba. Seragaki Aoba, chico normal de 23 años. Al menos eso creía hasta aquel incidente con Toue. Lastimó al chico junto con sus amistades. Todos afectados por la situación, recuerdos, y obviamente el Scrap.

      Terminaron distanciados: Noiz de vuelta a Alemania, solía tener contacto con Aoba pero éste se perdió después de un tiempo; Clear duerme en su vieja casa y visita a Aoba algunas ocasiones; Mink regresó a su pueblo a vivir esa merecida segunda vida; Mizuki y sus muchachos se encontraban en recuperación en el hospital. Y Koujaku, bueno,  Koujaku tenía la situación más complicada de todas. 

      Aoba estaba perdidamente enamorado de su amigo de la infancia. Su superheroe, aquel que siempre lo protegía de los malos que quisieran herirlo. Su confidente y pilar. Si había algún problema, o se encontraba triste, él siempre le recomfortaba. No había día en el que no se vieran, y/o merendaran juntos. Cena en casa de Aoba hecha por la abuela Tae, o cocinada por el mismo Koujaku en su domicilio. La vida era perfecta, hasta ese desliz que tuvo el mayor. 

      El moreno y el peliazul tuvieron un íntimo encuentro una vez, misma que ocasionó muchos problemas y distanciamiento. ¿La razón? Koujaku juraba y refutaba ser heterosexual, no le gustaban los hombres. Adoraba estar rodeado de bellas mujeres y consentirlas. Su placer más grande era el atesorarlas como las joyas que son. Por otro lado, a Aoba sí, pero en secreto. Es por eso que jamás se le veía con una chica pero nunca lo admitió abiertamente. Esto molestaba en extremo a Aoba, verlo en brazos de distintas mujeres. Era todo un playboy, y cómo no, si lo tenía todo. La mirada, la sonrisa, el comportamiento digno de un casanova. Su persona número uno siempre ha sido su pequeño peliazul pero nunca ha admitido tener sentimientos amorosos hacia él, sólo como hermanos. Él siendo el mayor, llevándole cuatro años. 

      Aoba creyó prudente guardar todo ese sentimiento por Koujaku, o contárselo a alguien, pero, ¿a quién? ¿Quién no lo juzgaría? Aquel ser que, aparte de Koujaku, ha estado para él desde hace varios años. Cinco, aproximadamente. Ren. Era el único. La otra parte de Aoba quien le protegía igual que Koujaku pero en el cuerpo robótico en forma de perro, Allmate. Pero no funcionó, seguía reprimido, decidió dejarlo ir. Superarlo, sabía perfectamente que jamás se fijaría en él. ¿Y cómo no? Él no tenía firmes pechos o una vagina. Contaba con un pecho plano y un pene, nada atractivo para su amigo.  Aunque su rostro fuese femenino, no gustaba al otro. 

      Pasaron seis meses de ese encontronazo "superado", motivo de bromas para el otro, cuando pasó otro suceso similar. Era un bello atardecer en Midorijima, el sol se ponía horas antes por ser invierno. Las calles húmedas y heladas cubrían el ambiente de la isla, clima extraño para ser una, pero no importa. Todos lo disfrutaban a montón. Aoba recibió un mensaje de Koujaku invitándolo por unos tragos, "para eliminar ese frío en el cuerpo", se leía el texto. El menor se negó unas cuantas veces pero la insistencia de su amigo logró tocar sus fibritas sensibles, terminando por acceder. ¿Qué podía salir mal? Acordaron hora y lugar para reunirse y comenzar esa velada que podía sentirse sería algo larga.

       ¡Día de promoción!
       Sake o cerveza 2x1
       Cada cinco cervezas, llevas dos más por la casa
       Si llevas diez, cinco son gratis

      Ambos sonrieron nerviosos y accedieron al lugar, sabían que no saldrían vivos de ahí. No literal pero el estado etílico en el que terminarían sería bastante deplorable, ya que a la mesa llegaron veinte botellas de cerveza y las diez de regalo, cinco por cada diez. En total sumaban treinta botellas, ¿cómo las terminarían? Claro, en una sana competencia de bebidas. A ambas mentes masculinas parecía habérseles muerto unas cuantas millones de neuronas para beber esa cantidad a esa velocidad. ¿El resultado? Mareo intenso con dolor de estómago y ganas de vomitar. Pasadas unas horas, dos chicas se sentaron con ellas, ambas a los costados del mayor y éste galante, como siempre. Cosa que hizo a Aoba querer vomitar, no sólo el alcohol era el causante de esa sensación. Al no querer torturarse más con la imagen, decidió pagar la mitad de la cuenta y retirarse. No valía la pena estar así. 

      Caminó unos metros cuando regurgitó todo lo bebido, y su comida de hace algunas horas. Sintió una mano familiar tomarle el cabello por dentras y con la otra sosteniendo su frágil cuerpecito mientras echaba todo afuera. 

-No debes competir conmigo si no soportarás esa cantidad.- Dijo serio pero burlón el sensual Koujaku, a lo que Aoba respondió con un fuerte pisotón.- Esto no luce bien. Anda, vamos a mi casa a limpiarte y a que duermas. 

      La casa de Koujaku quedaba más de paso que la de Aoba y Tae. Al llegar ahí, colocó al chico sobre el sofá, buscó una compresa fría para colocarla en su cabeza para por fin preguntar:

-¿Por qué demonios huiste así? Te llamé miles de veces.

-Parecías estar muy ocupado.- Ambos con voz entrecortada por la ebriedad máxima en la que se encontraban.

-¿Esas dos mujeres? Ya las conoces, frecuentan el local. Me siguen mucho.

      Un silencio denso, mismo que podía ser cortado con tijeras, cubrió la atmósfera, hasta que el valiente habló primero.

-Oye, Aoba, tú...-resopló.- ¿te arrepientes de aquel día?- Esa pregunta fue un gancho al estómago del pequeño, pero no podía dejar ver a su mejor amigo que le afectaba en lo más mínimo. Así que respiró profundamente y negó con la cabeza.

-¿Por qué habría de hacerlo? Fue algo nuevo para mí, tú sabes.- Otro silencio.- ¿Por qué? ¿Tú sí?- Temeroso por la respuesta igual quiso preguntar.

-A decir verdad, no. Creí hacerlo pero no... Fue extraño. Hace un par de días lo pensaba. Me asqueaba de pensar que besaba a un hombre pero... no eres cualquier hombre, ¿sabes?

      El pequeño cerró los ojos, prefirió evadir esa conversación tan extraña y quiso pasarse por dormido. Escuchó los suspiros de Koujaku y unas palabras que murmuró para sí mismo haciéndolas parecer un "quiero besarte, Aoba". "Debo estar soñando", pensaba, pero se había equivocado. Las palabras que creyó haber oído no eran del todo erradas, al contrario, se dio cuenta que eran reales cuando sintió los labios del mayor atacando los suyos de manera dulce. Se sonrojó y abrió un poco los ojos para comprobar que fuera real. Ambos sonrojados y con la temperatura alta se besaron de nuevo. ¡Error garrafal! 

      Entre gemidos y jadeos, se despojaron de sus ropas. Ambos desnudos seguían besándose y tocando el cuerpo del otro. El menor se bajó sobre el mayor para darle aún más placer que tocarlo y besarlo. Saboreó en su boca el gran miembro de Koujaku. ¡Era delicioso! Todo un manjar, lo disfrutaba cada segundo y más espiar el rostro sonrojado con los ojos y la boca ambos entreabiertos. Eso lo hacía endurecerse. Los largos, huesudos y bellos dedos de Koujaku se entrelazaban con el cabello sedoso del peliazul marcando movimientos de "más, por favor, traga más". El vaiven fue tanto que terminó dentro de la boca del pequeño. Ahí no termina todo. Tomó su mano, la ensalivó y comenzó a frotar el miembro de Aoba, más duro no podía estar o reventaría. Koujaku no se atrevía a bajarse, le parecía grotesco pero lo masturbó de una manera deliciosa. Cada movimiento lograba dejarle la piel de gallina, no duró mucho. Se vino algo rápido al sentir esas enormes manos acariciando su parte más sensible. 

       Minutos después, el pequeño se acurrucó y durmió profundamente. Sería la perfecta escena romántica de no ser porque el mayor se puso de pie para tomar un poco de agua y después irse a la cama, dejando al pobre solo y con frío. Como una prostituta al terminar su trabajo sucio. Abandonado como un pañuelo viejo y usado sobre el sofá. Aoba, al notar eso, se soltó en llanto, cuidando el tono. Encendió a Ren y lo sostuvo muy cerca de su pecho; mojaba su pelaje con las lágrimas, e hizo que se sacudiera de manera adorable.

-Vamos a casa, Ren. 

-Entendido.

      Tomó su ropa, se limpió con un trapo, se vistió para después irse de ahí. Furioso y triste a la vez tomó una decisión: jamás dejaría que Koujaku lo tocara de nuevo. Y cumplió, ni siquiera lo veía. No contestaba llamadas o mensajes, tampoco accedía a bajar cuando estaba de visita, no tomaba sus pedidos, sólo Haga. Nada que tenga que ver con Koujaku decidió afrontar, hasta ese día. Una loca idea navegaba la mente de Aoba, no quiso llevarla a cabo pero era demasiado para él. Ya no soportaba más estar escondido, llorar en la oscuridad y a solas, sin nadie. Tomó su coil para mandar un texto: "Debo decirte algo de suma importancia. Ve a la cafetería de la calle principal a las 5:00". Del otro lado, el joven trabajaba el cabello de una mujer que frecuentaba el local. Sonó la alerta y se alegró al ver quien era el remitente, contestó un alegre "sí" y no pudo esperar más. Hoy era un día especial. El cumpleaños de Aoba. Planeaba sorprenderlo en la tienda pero eso fue mejor. Como caido del cielo.

      Las cinco en punto. Aoba frente a la entrada con su mochila colgada, Ren adentro. Frotaba sus manos para conseguir algo de calor en esa helada tarde. No había señales del moreno. Creyó que sería el primero en estar ahí, tenía semanas evitándolo. Pasaron unos minutos más pero nada. Nadie se acercaba hacia él. ¿Vendrá? Se preguntaba. Marcaban las 5:30, ni sus luces. Triste y furioso decidió retirarse cuando escuchó a lo lejos la voz inconfundible de Koujaku gritando su nombre. Parecía correr hacia él, lucía desaliñado. Al llegar frente al joven con mirada molesta, se agachó para recuperar su aire. Al reincorporarse, Aoba notó unas marcas tanto en el cuello como en el pecho. Su depresión creció aún más logrando que su decisión fuese más fácil de decir.

-Al parecer tenías mejores cosas que hacer.- Regañó.- Igual si te están esperando está bien, esto tomará unos minutos. 

-No comprendo...

-No eres muy brillante, entonces. 

-...-La mirada de tristeza atacaba a la molesta.- Lo sien...

-Me voy y... no pienso regresar.

-¿Irte? ¿A dónde?- Preguntó confundido.

-Me voy de la isla.-Dijo tajante y no permitió que Koujaku dijera algo, o refutara.- Me voy de la isla en búsqueda de mis padres. 

      El pelinegro se sorprendió en extremo. Ambos ojos bellos y rasgados cambiaron de forma rápidamente, tornándose cuan platos, al escuchar esas palabras. No podía creer nada de eso, era una mentira. ¡Una vil mentira! ¡Una broma cruel y despiadada! ¡Horrorosa! No podía estar hablando en serio. Su vida estaba aquí, ¿por qué esa decisión tan repentina? ¿Cuándo? ¿A dónde? ¿Por cuánto tiempo? ¿Por qué? Tantas preguntas invadían la cabeza, y la mirada, del moreno. No podía creerlo. No podía.

-Consideré prudente avisarte pues... eres mi mejor amigo. Parto mañana en la mañana.

      La atmósfera se llenó de un espectral y denso silencio una vez más. Parecía estar hablando en serio, también parecía que se negaría a responder cualquier pregunta que le hiciese, así que prefirió guardar silencio y agachar la mirada. Se encontraba cabizbajo. No sabía donde meter la cabeza. Quería abrazarlo y rogarle para que se quedara, pedirle perdón si alguna vez lo hizo sentir terrible, cumplir todos su caprichos y deseos, pero sólo quería una cosa: que no se fuera. Los ojos de Koujaku lo traicionaron haciendo que derramase una lágrima, Aoba dio la media vuelta y dijo como última cosa:

-No tengo nada que me ate a esta isla. Nada.- Remarcó eso mismo, dolió como un pinchazo al corazón. Caminó sin mirar atrás, dejando en el pasado al pelinegro con cada paso que daba. Un pajarillo asomó la cabeza del bolsillo de Koujaku, viendo en el estado en el que se encontraba decidió prudente preguntar:

-¿Koujaku?

-Aoba se va.- Dijo sin parpadear, sin dejar de mirar hacia donde caminaba, no podía moverse. Se encontraba petrificado en un sólo lugar. Impotente.- No pude decirle lo que siento. No pude pedirle perdón. No pude pedirle una oportunidad, ni confesarle lo que me hace sentir, pensar e imaginar...

-¿Por qué no lo escribes en un texto y lo envías?- Respondió el pajarillo, a lo que sonrió y decidió hacerle caso. Escribió a toda velocidad un texto poco largo, pero legible. Suspiró y picó "enviar". Era cuestión de tiempo. Aoba lo leería y quizá le confesaría que siente lo mismo, o algo similar. Quizá compartan experiencias o algo así.

      Del otro lado, el coil de Aoba sonaba. Alzó su brazó y revisó que el remitente era su amado Koujaku. Acercó su índice derecho para presionar la pantalla flotante pero se detuvo. Mordió su labio inferior y exhaló. Con lágrimas en los ojos removió su coil de la muñeca, lo tiró al suelo, y de un pisotón lo hizo añicos. Ren asomó la cabeza para ver si todo se encontraba bien. 

-¿No quieres saber qué decía?

-No, quiero olvidarlo.- Respondió tajante. 

Notas finales:

¿Qué les pareció?

Es algo cortito pero espero sea de su agrado. ^^

No será muy largo, quizá lo haga de unos cinco o seis capítulos, pero espero sean buenos. :33333 ~ 

¡Ya extrañaba escribir! ^^


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