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Nunca es demasiado tarde. por AkiraBlue

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Notas del fanfic:

¡Hola!. Este fanfic le debe todo el agradecimiento a una de mis canciones favoritas: Three Days Grace – No more (Sub esp: https://www.youtube.com/watch?v=oAZABGI5K88 ). La inspiración y las escenas de este relato llegaron a mí tras escucharla por una hora. Supe que no sería tan mala idea el plasmarlo en un fanfic y espero no haberme equivocado.

No daré adelantos porque deseo que puedan vivir en la piel del personaje y entiendan sus miedos, para eso es necesario que se dejen llevar por las palabras y escuchen esta música de fondo: Lustmord-Black Star (http://lustmord.bandcamp.com/track/black-star ). Espero que el relato sea de su agrado, todo depende de ustedes.

Notas del capitulo:

El fanfic es narrado en primera persona, por lo que la empatía con Lay es casi necesaria(?).

“¿Qué es lo que defendemos cuando todos vivimos con el miedo?”

El extracto de aquella canción vino a mi memoria luego de despertar. Las luces que atravesaban por la ventana enrejada a dos metros de altura me daban la bienvenida una vez más a mi pequeño infierno.

Los músculos tensos no me permitían moverme y el frío del piso, al que nunca pude acostumbrarme, me congelaba la piel desnuda de mi espalda.

Supe que aún no era la hora de que él llegara por el canto de los pájaros, las aves que tanto odiaba porque orquestaban una felicidad que me fue arrebatada hacia tantos años… la libertad.

Esta es mi historia, una que espero te ayude a evitar un futuro como el mío.

Mi nombre es Zhang Yixing,o lo era… actualmente mi carcelero me llama por el apelativo de “Lay” por lo que repito mentalmente mi nombre una y otra vez para no olvidarlo, mi identidad es lo único que me queda. Aún por las noches rezo por el alma del anterior dueño del nombre “Lay”, seguramente disfruta de la vida eterna lejos del monstruo que lo torturó antes de que yo llegara. Lo vi una vez, el carcelero arrastraba su cadáver por la parte trasera de la casa y luego regresó al pasillo en el que me encontraba arrodillado… me quitó las cadenas que me habían aprisionado por dos días y me trajo a mi actual celda, la celda de Lay. Es curiosa la compañía que pude sentir en esos dos días con Lay, sus gritos me transmitían miedo pero me decían “Hey, no estás sufriendo solo. Debemos resistir”. Quise ayudarlo un par de veces pero el carcelero me daba azotes tan fuertes que laceraban la carne si me movía de mi pasillo, “Tus cadenas te permiten avanzar un metro de ese lugar ¿Te atreverías?”… el carcelero disfrutaba dar migajas de esperanza pero yo aprendí a que no debo fiarme de ellas. Por supuesto no lo volví a hacer, Lay era mi compañero pero yo ansiaba vivir. Creo que esos pensamientos egoístas fueron mi condena, porque tras la muerte de Lay pasé a ser el juguete favorito del carcelero.

Mi vista enfoca la pared tras de mí, una pared llena de marcas verticales que representaban los días desde que estuve encerrado… luego de contar tres años dejé de hacerlo, no tenía caso ansiar una libertad de ese modo, el método que adopté tras eso fue lo mejor, lo sé.

Las aves se ausentan cada cuatro días y luego vuelven a la casa, creo que les gusta la soledad que este infierno ofrece… una casa en medio de un bosque… un bosque ubicado en quién sabe dónde. Pero a pesar de todo agradezco la compañía de esas aves porque su canto me advierte de la llegada del carcelero, que curiosamente llega cuando los pájaros dejan de cantar… tal como lo hicieron ahora.

Escucho ruidos de pasos acercándose, seguramente es él. Adopto mi posición rápidamente bajo la maltrecha mesa que adorna la celda (Mi mesa, ella no representa peligro. El carcelero la dejó para que intentara escapar por esa ventana pero sé que no serviría de nada. Solo la uso de vez en cuando para ver el paisaje).

La puerta se abrió y dio paso al carcelero, quien en la actualidad aparentaba unos veinte años; estoy seguro de que es otro de sus trucos, porque cuando lo conocí lucía de treinta años.

-          Lay, mi pequeño niño. ¿Te has portado bien?. Te traje un nuevo juguete… espero que esta vez lo cuides mejor, detestaría tener que quitártelo. –El carcelero me traía animales cada cierto tiempo para saber qué haría con ellos, la idea era que me los comiera porque la escasa comida que me dejaba en cada visita no duraba para cuatro días. Aún recuerdo al tímido gatito que me trajo la primera vez, creí que al fin el monstruo mostraba compasión por mí así que me prometí a mi mismo que cuidaría con mi vida a “Mishi”, lo que no pude hacer por Lay. El gato fue sustentado de mis alimentos por unas cuantas semanas hasta que el carcelero dejó de suministrarme las raciones. Mishi maullaba de hambre y yo no sabía qué hacer, no era el único en la celda que se estaba muriendo. Me refugié bajo mi mesa en un vano intento de aislarme y no escuchar sus maullidos pero el gato me siguió hasta allí y me dejaba rasguños. “Yo no tengo nada” le decía pero Mishi no entendía. Fue tanta mi desesperación que un día luego de oírlo maullar toda la noche lo pateé con todas mis fuerzas y fue el final de Mishi. Lo había matado. Bastaron dos segundos para comprender que ella pudo ser libre, era tan delgada en esos días que pudo haber pasado por entre los barrotes de la ventana. Fue mi error. Entonces supe que ese siempre fue nuestro destino, ninguno de los dos tenía la suerte de volver a ser libre así de fácil. El carcelero continuó trayéndome más animales pero yo no me acercaba a ninguno, prefería no hacer una conexión emocional con nadie y simplemente dejar que el carcelero se los lleve cuando éste entendía que no jugaría con ellos.

Salí gateando desde mi mesa y me arrodille frente a él. No me estaba permitido hablar frente al carcelero ni tampoco deseaba hacerlo. Creo que es lo único en lo que estábamos de acuerdo.

-          Lay, te has portado mal muchas veces. No aceptas mis regalos así que en esta oportunidad te traje uno que no podrás rechazar. –El carcelero salió por unos minutos de la celda, dejando la puerta abierta como era costumbre cuando me visitaba. Se preguntarán ¿Por qué no intentas escapar?. La primera y última vez que intenté correr hacia esa puerta recibí una descarga eléctrica que me entumesió por horas; el carcelero accionaba el control de la pulsera de metal que rodeaba mi muñeca cuando me dejaba solo y ésta automáticamente emitía descargas eléctricas si daba un paso fuera de esta prisión. Como dije antes… al carcelero le gusta dar migajas de esperanza. – Aquí lo tienes, tu nueva mascota. Su nombre es Soo, está algo asustado por la preparación previa así que no lo maltrates mucho. Recuerda que no está permitido compartir la comida, solo uno de ustedes puede alimentarse. –Diciendo estas palabras el carcelero se retiró, dejando en la celda a una persona que frotaba las heridas que las esposas le habían dejado.

-          ¡Ayúdame! ¡Ese hombre está loco!. Me tuvo encerrado por varias horas… se suponía que era parte del staff y me llevaría a casa pero me llevó a otro lugar y luego me trajo aquí. Tengo miedo. –Las palabras de aquel chico eran sal sobre mis heridas. Yo fui un artista hacia tanto tiempo, un bailarín con un brillante futuro que iba a viajar a París para hacer una importante presentación. Mis amigos estaban tan orgullosos de mí en ese entonces. “Un chino dando cara por su nación”. Mi familia me despidió en el aeropuerto y yo prometí volver para contarles mi experiencia, fue la última vez que los vi. Al llegar a París los del staff no bajaron, creí en todo el viaje que ellos me acompañaban porque hubo personas que me atendían cuando necesitaba algo y decían estar presentes para cuidarme. Al salir del aeropuerto se estacionó frente a mí una van negra y esa fue la primera vez que vi a mi carcelero; un hombre de unos treinta años, algo más bajo que yo, vestía formal y me indicaba que el staff de Corea tuvo un retraso y llegaban en el siguiente vuelo. “Mi nombre es Charles. Seré tu guía hasta entonces” me dijo aquel hombre el cual usaba un nombre falso, algo que no supe hasta que llegué a la casa. Luego de su presentación subí a esa van y llegué a un lujoso hotel, registré mi llegada y al subir a mi habitación supe que algo no andaba bien. La puerta mostraba un aspecto tenebroso y consumido por el tiempo que quise volver a bajar para quejarme del servicio pero antes de llegar al ascensor alguien me sujetó por detrás para después cubrir mi boca y nariz con un pañuelo. Ese fue un recuerdo genuino. Un recuerdo del que no estoy seguro de su autenticidad era de ver a través de una ventana polarizada a la policía entrevistando a una mujer, tras ella una multitud de fans que portaban carteles con mi nombre mientras gritaban. La mujer negaba a lo que sea que estuviera respondiendo. Esa mujer era trabajadora del hotel y era quien debió registrar mi llegada en lugar de la amable anciana que conocí. Aunque no estoy seguro de la fidelidad de ese recuerdo sé que el carcelero planeó todo con cuidado, mi rapto fue perfecto porque hasta la fecha nadie ha venido a mi rescate. Salí de mis cavilaciones y volví a fijarme en el muchacho frente a mí.

-          No compartiré mi comida. –Mi garganta agonizaba de dolor por usar esa voz que hacia tanto tiempo no fue utilizada pero mi instinto de supervivencia era alto, por más que este niño haya sufrido el mismo destino que yo, no le daría la bienvenida que esperaba.

-          ¿Cómo puedes ser tan cruel?. ¡No debemos hacer lo que ese lunático nos dice, debemos idear un plan para escapar!. –Soo se acercó a mí pero yo avancé hacia mi mesa y me senté sobre ella para expresar mi respuesta. Era mi deber enseñarle al niño las reglas de la casa y lo que no debía hacer si ansiaba seguir vivo… al menos por unos días.

-          Creo que el carcelero no te escuchó bien. ¿Podrías gritar más fuerte? –Era increíble la estupidez de ese niño, yo llevaba años en este lugar. ¿Acaso creía que no había ideado un plan para escapar?. Que sea obediente no significa que no desee la muerte del maldito de allá afuera.

-          ¡No me ayudas!. Quiero volver a casa. –Lo que me faltaba, el muchacho empezó a llorar. Guié mi vista hacia las provisiones que el carcelero dejó cerca a la puerta y caminé hacia ellas. Debo mantenerme fuerte si deseo salir algún día de aquí.

-          Ve a descansar. Bajo le mesa. No ocupes todo el espacio. –El simple gesto de compartir mi mesa ya era una bienvenida, esperaba que Soo fuera inteligente y entendiera mis futuros movimientos.

Guardé las raciones de comida en una pequeña caja de cartón que años antes albergó a un conejillo de indias. Por suerte esa caja no se encontraba tan sucia luego de la huída exitosa que ese animal tuvo cuando el carcelero vino a llevárselo. Fue el único animal listo. Usé esa caja como escondite de los alimentos desde entonces y nuevamente la empleaba.

Al terminar, me dirigí a mi lugar bajo la mesa y me acomodé al lado del muchacho, quien al sentir mi cercanía quiso volver a salir del escondite. Tuve que sujetarlo fuertemente para que se quedara.

-          No te ofendas, pero luces y hueles realmente mal. –Aquellas simples palabras provocaron que sonriera por primera vez en mucho tiempo. Era obvio que mi hedor se había acumulado tras mi encierro, pero el carcelero ofrecía una exclusividad única por la obediencia… una ducha y ropa nueva una vez al mes, pero ni el mes pasado ni el actual había recibido ese privilegio, al parecer por culpa de la última ducha. La mordedura que dejé en su mano cuando intentaba lavar mis cabellos debió dolerle, no esperaba que el carcelero fuera tan rencoroso.

Apoyé la espalda a la pared y levanté la venda que hice con las telas de mi última camisa, mostrándole las cicatrices de mi hombro. El muchacho se asustó y quiso volver a alejarse pero volví a sujetarlo y le transmití con la mirada que debía ver mis cicatrices o estaba dispuesto a matarlo allí mismo, no aceptaría ningún error.

“No hables / imítame”. Ese mensaje lo grabé en mi piel semanas atrás, mis uñas de todos modos era más afiladas que las de una persona normal así que no representó un problema. Supe que en algún momento el carcelero traería a un humano, era obvio que tantos rechazos hacia las mascotas empezaban a hacer mella en su paciencia. Planeé todo con detalle incluso el cómo comunicarme con mi futuro compañero sin usar la voz, porque el carcelero podría estar escuchándonos… y esa era la razón del por qué no era muy hablador desde mi llegada. Sigo creyendo que el descubrimiento de eso fue un regalo de Lay, él pensó en mí y dejó una huella de sangre en una de las paredes. Cuando llegué no le tomé importancia hasta una semana después. Mi curiosidad me llevó ese día a acercarme a esa huella y posar mi mano sobre esta, cuando lo hice sentí que la dureza del material era distinta comparada al resto de las paredes. Rápidamente mostré una mirada perdida y empecé a caminar en círculos por la celda mientras entendía que tras esa pared tal vez alguien me escuchaba o me observaba, lo último lo comprobé cuando empecé a maldecir en voz alta y golpearme la cabeza contra el muro de otra pared para saber si me veía o me escuchaba. El carcelero llegó y me castigó, luego me dijo que me había portado mal y que caminar en círculos eran síntomas de una mascota mimada… entonces supe que me escuchaba y me veía al mismo tiempo. Varias semanas después planté mi mesa junto a esa pared, así cuando me cobijaba bajo ella el carcelero no podría ver mis expresiones. La tortura de ese juego solo duraba un día, luego escuchaba el sonido del auto marchándose de la casa y tres días después todo empezaba de nuevo. Nunca llegaba en auto pero se iba en uno, era otro misterio que quería resolver cuando saliera de la celda.

Soo asintió levemente y apoyó su cabeza en mi hombro, dándole a entender al carcelero por si nos estaba viendo que yo le había sugerido que hiciera tal acción. El niño no era nada tonto.

Busqué su mano y la entrelacé con la mía, queriendo darle algo de seguridad en ese infierno. Yo estaba lo bastante capacitado para enfrentar al monstruo cuando llegue el momento, lo único que pedía de Soo era que lo distrajera lo suficiente para obtener lo que necesitaba y ser libres. Ese momento será pronto, porque luego de esos años había logrado predecir los movimientos del carcelero y sabía que dentro de poco me tocaba la ducha, el momento en que esa molesta pulsera me era retirada. El monstruo creía que sus prisioneros eran tan estúpidos que jamás planearían escapar pero iba a demostrarle lo mucho que pude aprender de un psicópata.

Notas finales:

¿Qué les pareció? ¿Califica como leíble?. Si hallaron errores de ortografía me disculpo, las ansias de subir este fanfic al servidor fueron tantas que puede que no haya detectado posibles fallas.

Espero presentar pronto el siguiente capítulo. ¡Hasta entonces!.


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