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El amor puede ser olvidado por Jin Hee

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Notas del fanfic:

 

 

 

En la mansión Phantomhive algo había pasado, desde hacía dos semanas el mayordomo se había desaparecido, ¿por qué? nadie lo sabe, lo sirvientes creen que fue otra pelea con el menor, pero lo cierto es que ni él sabe porque el demonio no está. Las labores del hogar son un desastre, la comida quemada o más bien calcinada, las vajillas quebradas, el cuarto de lavado lleno de espuma y el jardín parecía más el Sahara.

Pero lo importante aquí, no era cómo estaban en Londres; lo importante era saber que había pasado con el demonio. El cual había desaparecido de la mansión, pero algo más preocupante era que con la desaparición del mayordomo, el sello del contrato también se había ido.

Los demonios no dejaban un alma de la nada, y mucho menos Sebastian, ya que aparte de ser un alma, era la persona que amaba, entonces ¿por qué se había desaparecido? En el infierno los demonios tienen un orden jerárquico, y para mal del demonio, él no era la punta de la pirámide.

Todo había pasado el domingo, ya hace dos semanas; el demonio se estaba encargando de los deberes del jardín aproximadamente a las 3am, para luego de terminar con el jardín, empezar con las preparaciones del desayuno, ya que ese día el Conde tenía que ir a un viaje que le había encomendado la Reina Victoria, así que sin excusa se tenía que despertar temprano, aunque fuera domingo.

Todo iba bastante bien en el invernadero  ya se había encargado de que todas las rosas blancas florecieran, que las campanulas rodearan todo el kiosco, dándole un toque de amplitud al invernadero con ese color azul. No había durado demasiado haciendo eso, aunque como lo había hecho lento para que pasaran las horas, había durado 32 minutos. Estaba a punto de dejar el invernadero cuando sintió una presencia  conocida en una esquina del lugar.

El demonio no se había equivocado era Baalzephon, uno de los demonios más fieles de Satanás. Algo estaba mal, la última vez que al demonio lo había visitado un ser del infierno había sido hace cientos de años.

Sebastian: ¿Qué haces acá? Deberías cuidar que los esclavos del infierno cumplan sus trabajos, Baalzephon.

Baalzephon: Amudiel, hace tiempo que no te veía, ¿es esa la manera de saludar a uno de los tuyos?

Sebastian: Claro que no, pero estoy seguro que no vienes a ver las flores, ¿o es que a los demonios con forma de dragón le llaman la atención las rosas?

Baalzephon: No has dejado de ser astuto; sí, he venido a pedirte que vayas al inferno un momento, te llama el Señor.

Sebastian: ¿Para qué quiere hablar conmigo? Soy un demonio de rango bajo si me comparo con ustedes.

Baalzephon: Amudiel, no debería decirte esto; pero has roto un par de reglas.

Sebastian: ¿Reglas? Hace años que no trabajo con él, para romper sus reglas.

Baalzephon: Sabes que por más que un demonio se aleje del infierno sigue sirviendo al Señor.

Sebastian: ¿y cuáles reglas he incumplido?

Baalzephon: No te puedo decir aquí, sígueme.

Baalzephon tomó la mano del demonio y lo haló hacía el inframundo, ahí en las puertas del infierno estaba Cerbero, el  perro fiel del Señor del infierno. Cuidando que nadie entre o salga sin autorización del mayor. El perro estaba igual que siempre. Totalmente despreciable para el mayordomo, y es que los caninos al demonio no le gustaban, y este era tres perros en uno, la única ventaja que tenía el demonio era que el cuidador de la puerta estaba sujetado con unas cadenas enormes a la puerta y la única forma de soltarlo era si alguien incumplía las reglas que el perro cuidaba.

Era asqueroso, tenía tres cabezas enormes y un sólo cuerpo, babeaba por todo lado, con si deseara con ansiedad las almas que entraban y salían de ahí. Apenas el demonio se acercó a la puerta le ladraron las tres cabezas en unisono. Era evidente que el estúpido perro no reconocía al demonio con su forma humana, así que no lo iba a dejar pasar.

Sebastian: Después dicen el porqué prefiero los gatos... Soy yo perro estúpido.

El demonio se convirtió, dejando al descubierto su forma real ante los ojos de Cerbero. Unas grandes alas salían de la espalda del mayordomo, y sus uñas se convirtieron en filosas garras, además dos cuernos como si fuesen de carnero se posaron en su cabeza. Su cara, su rostro también había cambiado. Una barba un poco triangular dejaba oculto el mentón del demonio, además las orejas tenía una forma puntiaguda. Ahora era un demonio con una mirada que provocaba el temor eterno en un mortal.

 Nada había cambiado todo seguía siendo igual que hace mil años cuando llegó por primera vez. Todo iba normal, hasta que vio una gran reunión de demonios. Ahí se dio cuenta que nada iba bien pero cuando se trató de devolver Baalzephon estaba detrás de él, y era imposible vencerlo.

Caminó con la frente en alto hasta la congregación, pero por dentro moría del miedo. No podía escapar, porque aproximadamente dos mil demonios de nivel superior al de él estaban ahí.

 Radna: Amudiel, mi Amudiel ¿qué has hecho demonio estúpido?

Sebastian: Radna, mi Radna. Dime tú que he hecho. -Con un tono de ironía.

Kimaris: Respeta a los superiores. -Dijo el demonio mientras le golpeaba la cabeza.

Satanás: Dejen los escándalos, y permítanme verlo. Amudiel... Amudiel, ven acá hijo mío.

Sebastian: Sí, Señor.

Satanás: Sabes que en este mundo los humanos no pueden ser vistos como nuestros iguales, ni mucho menos como nuestros mayores.

Sebastian: Sí, lo sé. Majestad. -Dijo el demonio mientras veía al suelo, en forma de respeto.

Satanás: Ahora dime, ¿quién es él?

Sebastian: ¡¡¡CIEL!!! DÉJALO MALDITO. -Dijo el demonio gritando al ver al Conde salir encadenado.

Satanás: Así que es cierto, ¿Amas a este humano? -Dijo el demonio mientras tomaba el cuello del menor, el cual parecía hipnotizado.

Sebastian: ¡¡DÉJALO LIBRE!! -Dijo el demonio mientras se abalanzaba hacia el rey de los infiernos, pero más de 10 demonios se interpusieron.

Satanás: No digas más, eso es un sí para mí. Ahora dime Amudiel,  ¿harías cualquier cosa por salvarlo?

Sebastian: ¿Qué quiere que haga?

Satanás: Deja el mundo humano y vuelve acá.

Sebastian: ¿Por qué?

Satanás: No estás en condiciones de preguntar nada. -Mientras sujetaba con más fuerza al menor por el cuello.

Sebastian: -Estaba asustado, lo iba a matar; no podía ser nada más que decir que sí.- Lo haré.

Satanás: Bien dicho, Amudiel. -Soltado el cuello del menor y dejándolo caer al suelo.- Ahora borra el contrato.

Sebastian: Sí, señor. -El demonio puso su mano derecha encima de la izquierda, y luego desapareció el sello.-

Satanás: Muy bien, ahora Sira, cariño deja de actuar. -Dijo el demonio, y en el suelo el Conde se transformó en un demonio, apuesto.-

Sebastian: ¡Maldito! Fue una mentira. -Aún con demonios impidiéndole el paso.-

Satanás: Deberías saber que no se puede confiar en los demonios. -Dijo el demonio mientras reía ampliamente.- Djinn, borra sus recuerdos, todos antes de salir del infierno.

Sebastian: ¡¿NO ESTÁS CONTENTO CON QUE YA ESTÉ AQUÍ, BASTARDO?!

Djinn, tomó el rostro del demonio y borró todos sus recuerdos en la tierra, y con ellos los de Ciel. Ahora no sabía nada del mundo exterior, absolutamente nada, ni lo que era el amor.

Sebastian cayó inconsciente, y los otros demonios se encargaron de llevarlo a un lugar que solía frecuentar. Para que no se diera cuenta que algo había pasado.

Éaco : Amudiel, Amudiel. Despierta, demonio vagabundo. El señor de ha encargado un trabajo.

Sebastian: Éaco, lo siento no me encuentro bien. ¿Qué quiere nuestro seños?

Éaco: Quiere que te encargues de un humano, un europeo. Quede debe morir lo más antes posible.

Sebastian: ¿Cuál es su nombre?

Éaco: Ciel Phantomhive, Conde de Inglaterra.


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