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Celos por Ariisa

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, pero las ganas de que los protagonistas se queden juntos sí (?)

Notas del capitulo:

Sí, yo sé que debería estar escribiendo el epílogo de "El Chico del Cuy", peeero... terminé de ver la tercera temporada de Kuroko no Basket y se me hizo necesario escribir esto ;-;

No planeaba específicamente hacer algo tan largo, en realidad planeaba un one-shot bien corto, pero ahí sale Kagami con sus idioteces y todo se alargó -.-

En fin, espero sea de su agrado :)

Por cierto, aunque está escrito en tercera persona, no es una narración objetiva, pues, de todos modos, fue escrita desde la perspectiva de los personajes.

Celos

 

 

Kagami siente como su mal humor crece un poco día con día. Al inicio no está seguro qué está gatillando esos molestos sentimientos en su interior, sólo sabe que están allí; y es extraño, pues aún debiera estar en las nubes tras haber alcanzado The True Zone y haber ganado la Winter Cup. Pero es evidente que, a pesar de ello, su ánimo no hace más que empeorar.

Esto no está afectando sus prácticas con el equipo ni su relación con sus compañeros, pero se siente frustrado al ser incapaz de entender qué está sucediendo.

 

La práctica termina y es la última de la semana. Está listo para volver a casa, pero es costumbre que espere un poco a Kuroko y éste le “convenza” (mencione) de ir a ese local de comida rápida que frecuentan. Esta vez, en cambio, Kuroko está listo desde antes y se despide rápidamente de todos.

 

—   Kagami-kun, si quieres podemos ir el martes a Maji Burguer —le dice, deteniéndose a su lado un segundo y ofreciéndole una suave e imperceptiblemente cálida sonrisa. Parece de bueno humor, pero ese sentimiento sólo es opuesto a lo que percibe el gran saltador.

—   Como sea —responde, desinteresado, mirando hacia otro lado, a lo que el chico de ojos celestes no agrega más, yéndose rápidamente.

 

Camino a su casa, Kagami intenta no pensar en ello, pero lo hace de todos modos. Es obvio que Kuroko va a reunirse con los tipos de la Generación de los Milagros. Y no es como si el pelirrojo los odie ya, a la mayoría ahora los acepta. Kise tiene una personalidad inquieta y molesta, pero es un bueno sujeto, siempre lo fue, y fue uno de los primeros en entender sus errores. Midorima es difícil de comprender, pero con algo de tiempo, demostró ser una buena persona. Aomine es un bruto imbécil y el que, posiblemente, más la cagó en el pasado, pero ha hecho cosas por redimirse y él no se las va a negar; incluso lo ayudó regalándole unos tenis. Luego está Murasakibara. No se puede decir mucho de él, pero si Tatsuya, su hermano, lo considera su amigo y si quedó en claro que ama el baloncesto, entonces no puede ser una persona despreciable en el fondo de su ser. Finalmente está Akashi, quien parecía tener doble personalidad o algo. Afortunadamente controló su lado psicótico -o lo que fuera-, se disculpó y se ha comportado de manera ejemplar, así que no tiene nada que decir respecto de él.

Pero una cosa es aceptarlos por separado y otra tener que aceptarlos a todos juntos. ¿Acaso la Generación de los Milagros pretender reunirse una vez más, formar otro equipo, …qué mierda? Últimamente se juntan esporádicamente y es fácil saberlo pues Kuroko, quiera o no, siempre demuestra estar animado al respecto. Y… le molesta, le molesta mucho. Pero, ¿por qué?

Suspira frustrado.

 

 

 

Llega a su casa, se hace una cena exquisita, se sienta en el sillón y se estira a descansar. Enciende el televisor y sintoniza el canal de deportes. Luego mira el techo.

 

Bien, ¿qué sentido tiene autoengañarse? Sabe qué lo tiene así, pero también sabe que es algo demasiado estúpido para molestarse, por lo que prefiere negárselo a sí mismo.

Tras todo este tiempo, después de todo lo que ha pasado… Kuroko sigue prefiriéndolos a ellos.

Kagami se siente como el plan B, la luz “temporal” que el chico de cabellos celestes podía utilizar para demostrar lo equivocados que estaban sus amigos y así poder recuperarlos. Y, claro, ahora que todos ellos vuelven a armar lazos, el pelirrojo es descartable y ya no tiene ninguna preferencia. Es más, ese otro amigo, Ogiwara, también ha reaparecido tras más de un año ausente, y su presencia en la vida de su compañero de equipo parece más fuerte que nunca.

Y lo odia. Odia todo esto. Odia que las personas que tanto daño le hicieron a Kuroko sean tan fácilmente perdonadas por él y vuelvan a tener tanta importancia en su vida. Odia quedar relegado al último puesto. Y está bien, supone, porque Kuroko se volvió un amigo importante para él dadas las circunstancias también. Es probable que ninguno hubiese tenido relación alguna con el otro de no ser porque estaban en el mismo equipo enfrentando los mismos contrincantes. Pero ya no sabe qué es justo, qué es correcto y qué no. Así que, razonamientos o lógica aparte, sólo sabe que detesta toda esta situación.

 

 

 

 

 

El pelirrojo lleva algún tiempo comportándose extraño y Kuroko es consciente de ello. En un comienzo pensó que sólo se trataba de un mal día, de ésos que todos podemos tener. Pero, a pesar de que en apariencia no sucedía nada, el chico de presencia débil sabía que algo estaba pasando, aunque no estaba seguro qué. Y ahora, especialmente desde el viernes pasado, Kagami se ha mostrado arisco con él. No es tan difícil atar cabos y entender que, probablemente, el As de Seirin se sintió molesto porque él perturbó aquella costumbre casual de ir a Maji Burguer en favor de juntarse con sus ex-compañeros de equipo. Kuroko tampoco se siente especialmente bien al respecto, pero los horarios de Akashi y Kise son un desastre, y encontrar un momento en que todos puedan juntarse es realmente complicado. Pensando que esos encuentros son algo esporádico, que ocurre con suerte una vez al mes, es que decidió postergar esa tradición no hablada con su compañero de Seirin. Creyó que lo compensaría el día martes, pero Kagami no está siendo nada colaborador al respecto.

 

—   Tengo cosas que hacer —es lo que le responde nada más mencionarlo. Y es, posiblemente, la primera vez que no le responde con un monosílabo desde el lunes.

 

Kuroko no insiste. Supone que está en el derecho de devolverle la jugada. Y está bien, aunque se siente decepcionado. Espera que sus vidas vuelvan a su ritmo normal pronto.

 

 

 

Pero ya ha pasado más de una semana y el jugador fantasma sólo siente su desesperación crecer. Está al tanto que Kagami puede ser tozudo e insensato en algunas ocasiones, pero esto va más allá de su comprensión. El pelirrojo no está siendo infantil, pero su método es una manera cruel de hacer que Kuroko se sienta mal. Le habla en los partidos de práctica, le habla a veces en la clase y le habla, eventualmente, cuando están reunidos con el equipo. Pero sólo le conversa porque es necesario, sólo lo hace para decirle “Estás un poco fuera de ritmo”, “el profesor dijo, mientras dormías, que trajéramos el libro de nuevo la próxima clase” o “Riko nos está llamando”. Y le habla de un modo distinto, ajeno, como si fuese cualquier otro compañero de clase o equipo.

Kuroko no puede enojarse al respecto porque no hay nada que pueda reclamarle realmente. “Me hablas distinto que antes, Kagami-kun”, suena como una queja vacía. Mas eso no quiere decir que esté conforme.

 

Sabe que es una tontería, pero Kuroko no puede evitar realizar una comparación con lo que sucedió en el pasado. Ahora que por fin ha recuperado, en parte, la relación que mantenía con sus amigos y compañeros de Teiko, ¿es su nueva luz quien decide alejarse?

No lo demuestra, pero la idea no abandona su mente, aunque se repite constantemente que Kagami no es así, nunca lo fue y nunca lo sería. Pero… ¿y si el pelirrojo decidió que Kuroko limitaba su estilo de juego? ¿Y si, aunque apreciara el trabajo en equipo, el pupilo de Alex determinó que no podía acostumbrarse al estilo de Seirin pues sus futuros estaban claramente divididos?

Cuando el chico de ojos celestes se hace una de estas preguntas, irremediablemente termina sumido en un torrente de ansiedad y miedo.

 

Pero aunque Kuroko tiene más temores y heridas que cualquier otra persona, y más inseguridades de las que cualquiera creería, está claro que su determinación no es falsa. Y está decidido a evitar los mismos errores del pasado.

 

 

 

 

Kagami no es indiferente a los intentos de Kuroko por retornar todo a la normalidad. Es consciente de las miradas preocupadas que le dirige de manera sutil y de su decepción con las negativas que le ha estado dando cada vez que propone algo que antes fuera normal para ellos, como almorzar en la azotea o juntarse a ver un juego de la NBA. También es consciente que su propia actitud es hiriente, pues sin caer en el infantilismo, no deja de ser cortante y frío con su sombra. Ojalá pudiera evitar ser así, piensa, pues aunque se levanta decidido a terminar con el ambiente tenso entre ellos, apenas ve a Kuroko no hace más que sentirse molesto y… traicionado. Y no puede evitar comportarse distante.

 

El muchacho de presencia fantasmal se le acerca tras finalizar la práctica.

 

—   Kagami-kun, ¿podemos hablar? —pregunta, cauteloso, mirándole con atención. El pelirrojo, por su parte, percibe la preocupación e interés del menor por su actitud, lo que le complace, pero entonces piensa que realmente no quiere hablar del tema.

—   Debo ver a Tatsuya —es todo lo que se le ocurre decir como excusa. —Otro día, quizás— agrega, para que sus palabras no suenen tan cortantes.

—   Mañana entonces… —insiste el otro.

—   No lo creo, tengo algo que hacer; lo siento.

 

Kuroko lo mira de ese modo en el que sus gestos no dicen nada, pero sus ojos evidentemente le preguntan por qué está haciendo eso con él. Y es entonces que Kagami recién entiende que no quiere hacerle frente a esta situación en la que él mismo los ha metido. Es que, sencillamente, no tiene una justificación válida para toda su actitud.

 

—   Entonces el viernes—dice el muchacho frente a él, aún determinado a llevar a cabo aquella “conversación pendiente”.

 

El As de Seirin se siente incapaz de rechazarle una tercera vez, aunque podría, sólo porque sabe que Kuroko se está esforzando.

 

—   …está bien. El viernes será— responde, en tanto se levanta dispuesto a marcharse.

 

Kuroko le sonríe. De un modo algo triste y desalentado.

 

De camino a casa Kagami se pregunta qué ha hecho estas últimas semanas. ¿Acaso Kuroko lo ha traicionado realmente… al equipo? Claro que no, asiste a los entrenamientos como siempre, se esfuerza como siempre y juega con la misma convicción que siempre. En esencia todo sigue igual, sólo ha cambiado lo que hace en su tiempo libre, y aquello no debiera de tener incidencia alguna en su relación con Kagami. Porque ellos sólo son… compañeros de equipo.

Kagami se detiene en su caminar.

Es lo que son, ¿no? Parte del mismo equipo, gente que ama el básquetbol. ¿Son siquiera amigos fuera de la cancha…? Hubiese creído que sí, pero ya no sabe qué pensar.

Suspira y se pasa la mano por la cara.

¿Qué estoy haciendo?”.

 

 

 

 

Kuroko espera ansioso el viernes, con una mezcla de temor y expectación. Ni siquiera sabe cómo abordar el tema, si es que hay un “tema” que hablar. Pero no puede dejar que el tiempo simplemente pase y esta tensión que siente entre su luz y él se vuelva una constante.

Además, se ha dado cuenta de algo terrible. Sin percatarse, Kuroko ha asumido que Kagami siempre estará allí. Ya sea para darle la mano cada vez que cae, tanto en un sentido literal como figurado, para compartir un rato de relax en ese restaurante de comida rápida, para las prácticas, para los partidos, para sus pases… Ha asumido que el pelirrojo siempre estará allí para él. Pero puede no ser verdad. Kagami es una luz, es libre de ir donde quiera y brillar por su cuenta. Así que sus caminos más que probablemente se separen. Porque el As de Seirin en realidad no… no lo necesita.

Mas, aún así, no quiere. El chico de ojos claros realmente detesta la sensación que le embarga al pensar en ello. Porque de algún modo… él sí necesita de su luz. Ya no es como antes, que ni siquiera podía encestar un tiro, pero aún así, es Kagami quien siempre le presta fuerzas cuando no le quedan.

 

Suspira y mira al frente. La espalda de su compañero le dificulta observar el pizarrón, pero está acostumbrado. No es un problema.

 

 

 

 

 

Es viernes, ha finalizado la práctica y, finalmente, ha llegado el momento de hacerle frente al problema que él mismo creó. Kagami se pregunta por qué tiene que ser tan malo expresándose. Ya ha pasado antes que sus nulas habilidades sociales han hecho que Kuroko se preocupe y un ambiente terrible se genere entre ellos, pero esta vez es aún peor, pues no está buscando que “ambos crezcan por su cuenta para mejorar”; simplemente ha estado huyendo del chico de presencia débil para no reclamarme algo que no tiene derecho de reclamar.

 

—   Kagami-kun… —oye la voz de Kuroko. A estas alturas, podría reconocerla aunque ambos estuvieran entre un mar de gente.

—   Lo sé. Lo recuerdo —responde. Se observan unos segundos—. ¿Dónde quieres ir?

—   Cualquier lugar está bien, mientras no molestemos a nadie —es sólo otra forma de decir que no sea un lugar público. ¿Qué pretende, golpearlo sin testigos? El pelirrojo apenas sonríe ante la idea.

—   La cancha del parque… es lo que se me ocurre.

—   Está bien.

 

Caminan en silencio. Y es evidente que hace tres semanas todo era distinto, a pesar de ser tan igual. Tampoco conversaban mucho, pero era innecesario, estaban cómodos con el silencio. Se sentía bien estar juntos.

 

¿Cómo fue que esto se convirtió en una bola de nieve? Kagami no pretendía en realidad crear una brecha entre ellos, pero le fue sinceramente imposible actuar como siempre cuando su “sombra” estaba cambiando. La última reunión con la Generación de los Milagros no fue más que la gota que rebalsó el vaso. Porque el mundo de Kuroko ahora está lleno de personas, lleno de viejas y nuevas relaciones. Y ni siquiera sabe si, en ese mundo, aún existe un espacio para él.

 

¿…pero en qué está pensando?

 

—   Kagami-kun, por favor quédate quieto —la voz del muchacho de cabellos celestes detiene tanto su cuerpo como sus pensamientos, afortunadamente. Hace tal y como le dice, sin comprender qué pretende el otro. Sólo se queda parado a mitad de una cancha vacía.

 

Entonces, sin entender cómo lo logra, Kuroko lo golpea en la cabeza con la mano en posición vertical.

 

—   ¿¡¡QUÉ DEMONIOS…!!? —grita, en tanto, instintivamente, ya tiene a su compañero tomado por el cuello de su chaqueta.

—   Sólo sigo tu consejo, Kagami-kun —responde el otro, imperturbable. Supone era de esperarse una reacción así por su parte.

—   ¿¡Haaaa!? ¿¡Pero de qué mierda hablas!?

—   Cuando hablé sobre todo lo que pasó en Teiko, me dijiste que fue mi culpa. Que llega un momento en el que hay que hacer algo, que la lógica viene después.

—   ¡Pequeño imbécil…! —pero no le puede discutir nada, ¿no? Vaya consejos que se vuelven en tu contra. Aunque bien sabe que se lo merece.

 

Pone su mano en la cabeza de Kuroko, cuyo cabello siempre le ha parecido agradable al tacto, y refriega su mano en un gesto que se divide entre lo cariñoso y lo violento, aunque más inclinado a lo segundo en estos momentos.

 

—   Bien, ya sé que todo ha estado extraño —comienza a hablar—. No tienes que decirlo. Pero no era necesario golpearme si lo íbamos a hablar de todos modos —reclama, poniendo cara aún irritada.

—   Lo siento. Es que no sabía qué hacer —la respuesta le pilla por sorpresa. Tampoco es como si Kuroko fuese tan sincero como parece y que le diga eso significa que realmente lo debe de haber preocupado—. Sólo tenía miedo de dejar que te alejaras y no hacer nada…

 

El chico de piel pálida ni siquiera lo está mirando a la cara y eso es muestra que Kagami realmente la cagó en las últimas semanas. Ese sentimiento que odia tanto hace aparición por fin: la culpa.

Suspira audiblemente.

 

—   Sí, está bien, sólo por eso no te golpearé hasta que pidas piedad —apenas puede sostenerle la mirada al más bajo, quien ha vuelto a observarle—. No sé qué pasó —O no lo quiere admitir, pero ya qué—, pero ya entendí. El lunes… volverá todo a la normalidad, creo. No lo pienses más.

—   ¿Estás seguro? Kagami-kun, ni siquiera me has dicho…

—   ¡Ya dije que todo volverá a la normalidad! —lo interrumpe, fingiendo molestia e impaciencia. Pero lo hace únicamente con la intención de que Kuroko se saque de encima ese rostro pesaroso ya. No quiere verlo así.

—   Bien, pero, aún así…— ¿Y ahora qué dirá? ¿O qué hará? Kagami ya debería haber aprendido que no se puede tomar a su compañero a la ligera, pues siempre le sorprende, como ese golpe que acaba de recibir—. Lo siento si fue mi culpa.

 

Es lo último que se hubiese esperado. Y hace que se sienta peor que nunca. Allá va Kuroko, una vez más, sintiéndose sinceramente culpable por la estupidez de las personas a su alrededor. Ser él el causante del problema esta vez no le provoca ningún tipo de orgullo. Todo lo contrario, se siente como una mierda. El dolor del golpe recibido apenas mitiga la culpa.

 

—   ¿Cuántas veces me harás repetirlo? —pregunta, con el tono enojado que ocupa cada vez que se siente avergonzado—. Deja de disculparte. Ya dije que lo olvidemos. Vamos, muévete, todo esto me abrió el apetito —dice, en tanto comienza a caminar de vuelta— Quiero hamburguesas.

 

El chico de ojos claros le sonríe al fin. Juntos caminan a Maji Burguer y pasan un rato agradable juntos, aunque en silencio. Parece que el golpe realmente era la táctica más efectiva.

 

 

 

 

Bueno, no del todo. Una vez en casa, Kagami se desploma en la cama.

¿Qué excusa se inventará ahora…? ¿Sentirse como “la luz `temporal que el chico de cabellos celestes podía utilizar para demostrar lo equivocados que estaban sus amigos y así poder recuperarlos” es lo que ha hecho que se comporte como un idiota? Bien, sentirse así es real, pero creerlo es otra cosa. Kuroko no “utiliza” a nadie, sólo da lo mejor de sí, y él lo sabe. Y es que, de hecho, ese asunto está zanjado desde antes. Kuroko mismo admitió y le pidió disculpas por no haber sido sincero en un inicio. Y dejó en claro que su objetivo no era hacer de Kagami el mejor jugador de Japón, sino hacer juntos de Seirin el mejor equipo. No se están utilizando mutuamente, se están ayudando, apoyando. Están uniendo fuerzas. Así que sentirse utilizado, aunque realmente lo sienta así, es una excusa, pues sabe no es verdad. Sí, se siente traicionado. Pero ese sentimiento proviene de algo ajeno al básquetbol. Porque Kuroko jamás le ha fallado en la cancha. En realidad, nunca le ha fallado de modo alguno. Es su miedo de ser desplazado por la Generación de los Milagros lo que le tiene mal.

 

Que Kuroko los prefiera a ellos.

 

—   ¿¡Soy imbécil!? ¿¡¡Lo soy!!? —piensa, desesperado, mirando el techo—. ¡Debo serlo! ¿Pero en qué mierda estoy pensando…? ¿Qué importa que Kuroko prefiera pasar el tiempo con ellos, o hablar con ellos, o… jugar con ellos?

 

Es tarde para detener el pensamiento y el pelirrojo no sabe cómo volver el tiempo atrás, desgraciadamente.

 

Suspira y apoya su antebrazo sobre sus ojos.

 

Maldición, ¿de dónde viene ese sentimiento de pertenencia? Seguramente se debe a que el sexto jugador fantasma de Teiko se autodenominó “su sombra”. Entonces es culpa de Kuroko que él sienta que su sombra no tiene por qué desear pasar tiempo o jugar baloncesto con alguien que no sea él. Porque es suyo.

 

Sabe que es completamente incorrecto, pero es algo tarde para retraer ese pensamiento. Ya estaba dentro de él, aunque no lo admitiera, ni siquiera para sí mismo. Kuroko es su sombra, porque él lo quiso así, y ahora no puede evitar sentir que, en parte, Kuroko le pertenece. Porque se ganó su confianza y con ello el derecho de ser la “luz”.

 

Quién iba a pensar que esa estúpida metáfora le iba a arruinar así. Porque aunque sabe que está mal, ha llegado a un callejón sin salida. Ya no importa que su cerebro luche por hacerle entender las mil y un razones por las que está equivocado al pensar así. Ahora comprende el origen de toda esa ira acumulada, pero no puede hacer nada al respecto, sino hundirse cada vez más en ese remolino de frustración.

 

Kuroko es suyo, porque lo siente así, porque el chico de presencia débil le permitió sentirse así. Y nadie puede reclamarle que ahora lo quiera sólo para él.

Notas finales:

El próximo capítulo será subido dentro de poco, pues sólo me queda hacer una revisión de ortografía. Oh, eso me recuerda que esto no está beteado, lo siento por cualquier error :B

¡Nos leemos!


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