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Sataw23 por BubbleTea_Baby

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Notas del capitulo:

Bueno, es mi primer fanfic de ciencia ficción, iré subiendo capítulos poco a poco y eso asdlkjklfs:c. Espero que les guste, lean en paz.

¿Humanos? ¿Qué son los humanos? Claro, son animales, mamíferos, pero… ¿Por qué están allí, en la tierra? ¿Son los únicos en el universo como todos dicen?

 

No. La respuesta es no.

 

Los humanos, u originalmente llamados Sataw23, fueron creados hace más de doscientos mil años en un laboratorio del planeta Sat, similar a la Tierra, singularmente cercano a ésta, se posicionaba entre Marte y la misma. Sus habitantes se llamaban a sí mismos hwelks. ¿Pero cómo desde allí no habían podido verlos con esos aparatos llamados “telescopios” o sus observatorios astronómicos? Fácil. El planeta Sat había sido rodeado por sus mismos habitantes de un manto que tomaba la imagen de estrellas y el cosmos. Claramente nadie habría querido acercarse a un lugar lleno de “estrellas” como ese. Ser descubiertos por los Sataw23, no les importaba realmente. El problema estaba en sus enemigos, que habitaban el planeta Ghuv, en la galaxia más cercana.

 

—¿Qué es lo que sucedió? ¿Por qué tanto alboroto? —Había exclamado el científico Yoo, adentrándose a una amplia sala de su laboratorio.

 

Yoo había sido el más famoso y rico científico en la historia del planeta Sat, presidente del Laboratorio Creador de Vida, único en su mundo. Sus grandes inventos y avances en la tecnología y en la creación de la vida, tal como el nombre lo decía, lo habían hecho aparecer junto a su bella esposa e hijos en los televisores-hologramas de todos, siendo entrevistados, o mostrando sus grandiosos inventos.

 

—Señor, tenemos un problema. —Dijo con voz firme uno de los ayudantes del científico, que se encontraba de pie al lado de una camilla, donde reposaba el cuerpo del que resultaba el primer Sataw23, inmóvil.

—¿Qué es lo que sucedió específicamente? —Decía el científico, ya acostumbrado a esa clase de cosas, mientras se acercaba a su más reciente experimento, pasando un aparato sobre él, que le enseñaba su interior con total detalle, mucho más avanzado que los rayos X que hace miles de años se habían aplicado y menos dañino a largo plazo. El aparato hizo un ruido molesto al encontrar el problema; un órgano mecánico de reemplazo que le habían insertado al experimento, pensando que serviría en él, al igual que en ellos. Ahí estaba el error; el cuerpo del Sataw23 no asimilaba ese órgano mecánico que era tan famoso en el planeta Sat y alargaba la vida de todo hwelk, haciéndolo prácticamente inmune a la muerte causada por enfermedades, pues era un órgano sustituto del real cuando éste dejaba de cumplir plenamente su función vital.

—Señor, el Sataw23 no asimila nuestros órganos mecánicos. Éste experimento no es igual a nosotros como queríamos que fuera, no sé cómo podría solucionarse. Creo que es otro más de nuestros experimentos con fallas significativas que para cualquiera resultarían detalles.

—Aborte Sataw23 al vertedero tecnológico, y bórreles la memoria, es una orden. —Ordenó el científico Yoo, saliendo sin más del laboratorio. Vertedero tecnológico resultaba ser el nombre original dado por los hwelks a la Tierra; planeta donde enviaban cada uno de sus experimentos que salían mal. La Tierra, más que un planeta, era un lugar de desechos para los del planeta Sat. Y así fue como el vertedero tecnológico se fue poblando de distintos tipos de animales, bacterias, y tóxicos. Sataw23 sería el experimento más similar a los hwelks desechado en el vertedero.

Así fue como los cinco Sataw23 fabricados con anterioridad habían sido expulsados a la Tierra. No era de esperarse que éstos experimentos descubrieran tarde o temprano una forma de reproducirse, y así, sobrepoblaron el vertedero tecnológico de los de su planeta vecino. Pero eso no impedía que de vez en cuando se expulsaran más experimentos con fallos a lugares no habitados o en naves que se camuflaban y no se dejaban ver por los Sataw23 que prácticamente estaban por todas partes, vigilando todo y haciendo cada vez más difícil que la Tierra fuera usada como lugar de desecho.

 

 

 

 

—¡Feliz cumpleaños número doscientos cuarenta mil trescientos dos! —Exclamó Yoo YoungJae, el hijo menor del científico Yoo, al ver cómo su padre se adentraba a su hogar por fin, habiendo estado antes todo el día en su laboratorio y en su oficina, en resumen; en su trabajo. Yoo YoungJae, de sólo dieciséis años de edad, veía a su padre apenas sonriendo. El científico Yoo, en su planeta, era un hombre adulto, aunque no anciano; la renovación de células por medio de distintos métodos hacía que ninguna arruga se dejara lucir sobre su suave y lisa piel blanquecina. Por desgracia, su hijo, YoungJae, había nacido ciego de ambos ojos, pero gracias a los órganos de reemplazo habían podido cambiar sus ojos por unos nuevos y que cumplían a la perfección su función, haciendo que viera incluso mejor que la gente con sus ojos naturales. Poseía una visión en extremo perfecta, podía ver el menor detalle por más lejos que estuviera. Sus ojos, a pesar de ser prácticamente robóticos, lucían totalmente normales, a excepción de su iris, que se mostraba de un color gris bastante llamativo para cualquiera que no hubiera visto antes los famosos ojos mecánicos.

Yoo YoungJae, como la mayoría de la gente de Sat, poseía una apariencia prácticamente perfecta. Era más que conocido gracias a su padre, famoso en cada rincón del planeta. Además, su rostro fino, nariz respingada y pequeña, más sus ojos que atrapaban a cualquiera, y esos labios pequeños pero gruesos, resultaba ser uno de los rostros más conocidos y uno de los hombres más bellos del planeta. Y no sólo por su físico, sino que también por su notable simpatía y sonrisa imborrable; su gran capacidad intelectual, lo expresivo que era al hablar, a diferencia de la mayoría de los hwelks, y además, por trabajar desde tan joven en el laboratorio de su padre, en la sala de cámaras individuales; un trabajo exclusivo que sólo un par de personas de Sat podía tener el privilegio de realizar; vigilar el gran vertedero tecnológico, la Tierra, por turnos. Pero no era precisamente la Tierra la que tenía que vigilar, sino su gente que había sido enviada al lugar para juntar información sobre la cultura, creencias, en general, todo lo que tuviera que ver con los Sataw23. Y así, iban observando cómo avanzaban tecnológica e intelectualmente, en fin; en todos los sentidos.

 

—Gracias, hijo. También, casi la misma cantidad de años desde que boté a los Sataw23 al vertedero, ¿poco más de doscientos mil, no? —El padre de YoungJae respondió, con una sonrisa cansada de su parte. Su hijo asintió, mientras daba vueltas alrededor de su casa echando algunas cosas en su pequeño bolso de trabajo. En unos minutos más debía partir al laboratorio, para comenzar con su turno de vigilia. ¿Por qué Yoo YoungJae no abrazaba a su padre para su cumpleaños? Pues, cumplir años era casi una rutina. No era algo como para celebrar, pues sabían que serían muchos más, en la mayoría de los casos. Además, ¿amor? Esa palabra no era conocida en Sat. Los matrimonios eran unidos por poder, fama, conocimiento, o efectividad en los trabajos, resultando ser como un equipo. A los matrimonios se les llamaba “unión a favor”. La mayor muestra de aprecio entre los esposos, era sencillamente tomarse la mano. Sólo ese pequeño gesto resultaba ser el más grande. Los hijos se tenían con procedimientos médicos, donde se le pedía al especialista un par de características físicas y psicológicas que querían que poseyera el hijo, y éste los fabricaba con la unión de algunas células madres y más. Los habitantes de Sat no tenían ni la menor idea de lo que era el placer sexual, ni tampoco les interesaba el contacto físico. ¿Que por qué el científico Yoo no creaba la vida de esa manera? Era simple, él buscaba otros métodos, más relacionados con la vida artificial, robótica se podría decir, e introducirles la capacidad de pensar por sí mismos, haciendo seres totalmente iguales a los hwelks. En el planeta Sat no se enseñaba historia de su mundo; ellos sólo fijaban su vista en el presente, y en el futuro. Para ellos, avanzar sólo podía hacerse sin mirar hacia el pasado.

 

Y éste no era precisamente el pensamiento de Yoo YoungJae. Él era diferente, quería saber de sus antepasados, cómo habían sido. El vigilar aquel vertedero le había puesto a pensar de esa manera. Y ese día, su curiosidad sobrepasaría cualquier límite antes puesto.

 

—Hola, veinte horas de trabajo que vienen. —Murmuró YoungJae, sintiéndose libre de expresión dentro de su oficina individual totalmente cerrada, donde nadie podía escucharlo. Él tenía miedo de mostrar su verdadero él, fuera, en la sociedad, que para él era totalmente opuesta a su propio pensamiento y creencias. Se sentó en la cómoda silla que levitaba en el aire, y él podía con un control, hacer que se moviera a través del poco amplio lugar para alcanzar algunas cosas sin tener que levantarse. Sacó de su bolso de trabajo un poco de comida, la cual comenzó a comer de inmediato, mientras prendía los hologramas y activaba el sonido en tres dimensiones. Así se sentía como si viendo las imágenes, estuviera realmente en el vertedero. “Son literalmente la basura de nosotros, no les des importancia”, había dicho una vez su padre, hablando de los variados seres que habitaban aquel extraño lugar. YoungJae veía una extrema belleza en esos paisajes teñidos de verde, cielo azul y vivo, rodeada la calle de gente sonriente a veces, y otras cansadas, pero la mayoría de las veces reflejando en sus ojos esas ganas de vivir que hasta el joven Jae percibía y le hacía sentirse… como en casa. Afuera, en Sat, todo eran edificios, naves, coches por tierra, aire, y mar, anuncios enormes, gente por todos lados sin expresión facial, como si todo fuera una rutina, como si ya nada les emocionara o interesara. YoungJae no experimentaba esto; aún era muy joven como para aburrirse de la vida. El cielo era gris, inexpresivo, ausente de esas tintineantes y hermosas luces que Jae se veía libre de observar cuando quisiera a través de la cámara de vigilancia, cuando no hallaba nada más interesante que ver. O cuando simplemente quería, porque aprovechaba el privilegio de poder ver esas luces… Naturales, y que mucha gente veía también en el vertedero, por lo que YoungJae sabía. Estuvo varias horas mirando, girando en la silla con aburrimiento y tarareando algunas melodías para sí mismo. Cuando se dio cuenta que el agente de Sat que había estado vigilando se había dormido, se emocionó; ya tenía libertad de mirar lo que quisiera. Pasó sus manos sobre el holograma, moviendo así el enfoque de la cámara, amplificando la visión hasta quedar sobre un pequeño cerro, donde se veían justo dos Sataw23 sentados en el prado, mirando de igual forma esas luces maravillosas. YoungJae no se sentía solo, sabiendo que había dos vidas diferentes con él, aunque no directamente, él podía verlos. Una chica, y un chico. No pudo predecir exactamente qué edad tenían, porque en Sat hasta los ancianos lucían igual que él, jóvenes. Además, sólo veía sus espaldas. Subió el volumen del sonido, disfrutando así de la tranquilidad que había en el vertedero, sonidos que Jae no conocía, pero que le regalaban una extraña sensación de tranquilidad, lo hacían sentir vivo, relajado, sentía que a su alrededor también había vida. Reconocía el sonido de una leve brisa, mas no tenía idea de lo que eran los demás. No se escuchaba el ruido molesto de autos, naves, ni el escandaloso ruido de pisadas de los hwelks o sus efímeras conversaciones desagradables que hacían doler su cabeza. Miraba atentamente aquellas luces tan lejanas, incluso más para él, inalcanzables, ¿podría verlas realmente algún día, fuera de ese pequeño espacio que conformaba su lugar de trabajo? Era una de sus metas en la vida, sinceramente. Desvió su mirada por un momento a los Sataw23. De repente, el chico rodeó la cintura de la chica, y en cosa de segundos sus labios estaban unidos. YoungJae abrió sus ojos como platos, por alguna razón su corazón se aceleró al observar ese acto… ¿Qué era eso? ¿Por qué lo hacían? ¿Juntar sus labios? No lograba encontrarle el sentido a ello. Sus ojos se salían de las órbitas, pero no podía dejar de ver eso que le parecía… ¿Extraño? ¿Llamativo? No lo sabía. Apagó sin más el holograma, su respiración irregular y el corazón descolocado. ¿Qué había sido eso? ¿Qué acababa de ver? ¿Por qué se sentía tan extraño? Él jamás habría pensado que algo así se podía hacer con los labios, que él sólo los usaba para comer. Como sabemos, los hwelks no conocían el placer físico, el contacto, pues no había necesidad de ello. Ni siquiera se socializaba con gente fuera de la familia, y cuando pasaba, eran casos muy especiales, como trabajo o negociaciones. Pensó por un momento, en medio de la tenue luz del lugar, aunque el sonido permanecía a un volumen alto para que no se viera interrumpido por el revoloteo de su mundo super poblado.

 

—¡¿Qué carajos acabo de ver?! —Gritó YoungJae, desesperado, luego de unos minutos, enredando sus propios dedos en su cabello y jalándolo casi con furia; no entendía, no entendía qué significaba ese acto, la curiosidad lo estaba matando. Para él, el contacto físico era casi un delito, un tema tabú, algo que jamás había imaginado, y verlo era algo tétrico para él, ¿por qué los Sataw23 hacían esa cosa asquerosa sin nada de pudor? Eso de mezclar su saliva con la de otra persona no le parecía ni siquiera atractivo, al contrario.

Esa pregunta había sido la gota que colmó el vaso.

Su curiosidad había explotado… Y en ese momento, una enorme investigación se avecinaba para el joven. Y YoungJae ya no sería el mismo, y tendría que poner cuidado en todo lo que hiciera, cada movimiento, pues nadie podía descubrirlo, nadie en absoluto.

 

Él sería un hwelk hurgando en el pasado.

Notas finales:

So... DENME SUS OPINIONES, PLZ. :( 

I need help.


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