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Ghost Hunter por Mayuu

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"Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida."


Mario Benedetti


Y por cuarta vez en esa noche, Kim Jongin se arrepiente de no haber dormido lo suficiente la noche anterior. Todo por culpa de estar jugando a ese juego de matar zombies. Resulta paradójico, ya que en la vida real los muertos resulta que son mucho más difíciles de matar que un simple disparo en la cabeza y probablemente si le disparas a un fantasma en la cabeza este te acabe por romper la tuya como si fuera un huevo y este un cocinero experto y amante de las tortillas. Aunque tenía que reconocer que el juego estaba bastante bien echo y hasta resurta gratificante matar esas criaturas asquerosas, porque cada vez que matabas a uno te daban monedas para comprarte armas. Cosa que tampoco pasa a la vida real. Ya que en el hipotético caso de que hubiera una Apocalipsis zombie, uno: si matas a un zombies no creo que este explote y caigan monedas del cielo y dos: el dinero, cuando el mundo llegue a su fin será otra de las muchas creaciones humanas que se irán a la mierda.


Alarga la mano para encender la radio del coche y pisa el acelerador. La melodía de una canción desconocida llena el silencio y quizás evite que al conductor se le cierren del todo los ojos.


Ni con la repentina radio sonando su hermano, Kim Jongdae, obre los ojos y se digna a despertarse. Duerme sentado en el asiento del copiloto con la cabeza apoyada en la ventana y el cuerpo levemente inclinado. Jongin odia ser el único que sabe conducir de los dos y también odia que Jongdae tenga esa habilidad de quedarse dormido en cualquier sitio y que nada en este mundo consiga despertarlo si él no quiere.


Fija la vista en la oscura y solitaria carretera, solo iluminada por las luces del Ford rojo que cogieron prestado esa mañana. No hay señal de movimiento fuera y eso quiere decir que aún no han llegado a la curva correcta.


Llevaba conduciendo desde las 12 de la noche y ahora ya casi son las 2 de la madrugada. Los habitantes del pequeño pueblo más cercano cerca del lugar que buscan les dijeron que solo estaba a una hora de recorrido y que lo sabrían cuando llegase porqué esa parte de la carretera era la que más curvas tenía. Desgraciadamente y temiendo que los habitantes le hubieran engañado, Jongin, a medida que iba avanzando se ha dado cuenta de que durante las dos horas que ha estado conduciendo no se ha topado con casi ninguna curva.


No es hasta pasados unos cuantos minutos cuando empieza a cortarse la señal de radio. La canción que suena en ese momento se convierte en un tartamudeo y rápidamente la radio pierde la señal y se apaga. Jongin no intenta encenderla, porqué ya sabe que no funcionaria de nada. Ve la primera curva a lo lejos y algo dentro de él salta de alegria.


La curva hace que la carretera parezca que se termine en un acantilado, es tan pronunciada que cuando Jongin pone la luz de distancia solo ve la valla que marca el fin de la carretera. Gira bruscamente el volante y todo su cuerpo es empujado hacia la derecha. Oye como la cabeza de Jongdae se golpea fuertemente con el cristal y el echo de no sentir ningún quejido de dolor por su parte significa que aún no se ha despertado.


De repente parece que la temperatura dentro del coche esté bajando bruscamente, como si alguien hubiera encendido el aire acondicionado dentro. Pero allí esta el problema, que ese coche no tiene aire condicionado. Jongin siente el frío recorrer su cuerpo cuando ve la segunda curva. Sus manos y sus labios empiezan a temblar por el frío, al respirar, el aire que deja ir se tiñe de blanco haciéndolo visible como si estuvieran en pleno invierno.


—Jongdae.—dice sin apartar la vista de la carretera—Jongdae despierta.


Su hermano abre los ojos con fastidio y lo primero que nota es el frío y luego el giro brusco de todo el automático al pasar por la segunda curva, echo que hace que vuelva a golpearse la cabeza con el cristal.


—¿¡Que forma es esa de despertarme Jongin!?—suelta, masajeándose la parte adolorida de la cabeza.


—Cállate y estate atento. Hemos llegado.


El cuerpo de Jongdae se tensa de inmediato.


—¿Qué curva era esa? —pregunta.


—La segunda.


Solo quedaba una.


Kim Jongdae vio el fin de la carretera justo delante y se cogió fuertemente al reposa-brazos como si ese pequeño trozo de plástico fuera a salvarle la vida.


Allí viene la tercera curva.


—¿Pueden llevarme a casa?—se oye la voz tierna y dulce de una chica en el asiento de detrás.


Los hermanos Kim no tienen tiempo de sorprenderse ya que Jongin gira el volante 180º provocando que todo se incline hacia un lado. Oyen el ruido de los neumáticos rasgar el suelo y Jongin pisa el freno con todas sus fuerzas mientras Jongdae ahoga el grito que esta a punto de salir de su boca. El coche da varias vueltas y casi llega al borde del acantilado cuando se para. El motor se apaga, rindiéndose, cansado de tanta acción en una sola noche.


—Eso estuvo divertido. ¿Pero pueden llevarme a casa? Esta cerca de aquí. —la voz de la chica vuelve a oírse en el tenso silencio de esa fría madrugada. Suena clara y gélida esta vez y Jongdae empieza a odiar su trabajo.


Cuando los dos muchachos consiguen recuperar el aliento se giran hacia el asiento de detrás. Dónde momentos antes no había absolutamente nada.


Y allí esta, la cosa que estuvieron buscando semanas enteras, sentado en el asiento del medio. La piel de la chica dice claramente que esta muerta, pero esa herida que tiene a la parte izquierda de su cabeza por la que caen trozos de cerebro de fantasma le dice a Jongin que es quién andaban buscando.


"Cuando llegues a la tercera curva, allí te espera ella. Hermosamente muerta. Te preguntará si puedes llevarla a casa y contestes lo que contestes ella te acabará llevando al infierno después de matarte justo como la mataron a ella. Golpeándote la cabeza con el volante hasta que te salga cerebro por las orejas. "


—Me temo que no cariño—contesta Jongdae sonriendo, Jongin nunca deja de sorprenderse ante la extraña habilidad que tiene su hermano de sonreír en los peores momentos.—Te vamos a llevar a un lugar mejor.


—Quiero volver a casa.—exige, Jongin ve como sus ojos, antes azules se vuelven de un negro denso y opaco. Los cardenales, los moretones, las heridas abiertas y las venas no tardan en aparecer en su blanquecina piel y su blanco vestido se tiñe de sangre que gotea sobre el asiento. Ya no es tan hermosa, si es que alguna vez lo fue—Llévenme a casa.


—Lo siento mucho preciosa, me temo que no podemos hacer eso.


Si Jongin pudiera, le daría un par de palizas a Jongdae para que se calle.


—Llévenme a casa, llévenme a casa, LLÉVENME A CASA—grita abriendo completamente la boca haciendo que su rostro de alargue y se desfigure. Sus dientes podridos y llenos de restos, Jongin cometió el error de fijarse en su lengua, negra y viscosa, apostaría a lo que fuera que eso que se esta moviendo encima de su lengua no es lo que comió antes de morir.


Y de repente desaparece sin dejar rastro, no pasa más de un segundo después de que vuelva a aparecer inmediatamente, pero esta vez encima de Jongdae, con ambas manos en su cuello, intentando ahogarlo, clavando sus largas y podridas uñas en su cuello. Este se queda paralizado en el asiento por la sorpresa.


—Llévenme a casa, llévenme a casa—esta vez no grita. Susurra muy cerca de la oreja derecha de Jongdae haciendo que a este le recorra un escalofrío por todo el cuerpo.


Jongin reacciona incluso antes que su propio hermano lo haga. Se quita el cinturón y mete la mano en su bolsillo buscando la daga, su daga. El metal cuando entra en contacto con su mano es frío pero cuando lo saca ve como emite una luz plateada y casi nota como arde en su mano, como si estuviera hambrienta de sangre de fantasma. Se agarra bien con las manos y le da una fuerte patada a la fantasma, esta se golpea contra la puerta y sale rodando fuera del coche soltando un grito de dolor.


Jongin abre la puerta y sale también con la daga en la mano. Cuando llega donde se supone que debería estar la muerta viviente solo encuentra una valla que le separa de quién sabe cuantos metros de caída. El coche se encuentra casi al borde de la carretera, una rueda de atrás ya ni siquiera roza el cemento. Una parte del coche había chocado contra la valla y la había roto dejando esa parte suspendida en el aire sobre la caída y él ni siquiera se había dado cuenta. Un solo movimiento y los dos habrían terminado haciendo compañía a esa simpática mujer durante el resto de la eternidad. La tercera curva, tres fantasmas vengativos esperando. Qué bien suena eso.


Jongdae es el último en salir del coche.


—De qué poco nos ha ido esta vez—suelta cuando ve la valla.


—¿Dónde esta?—pregunta Jongin.


—No tengo ni idea.


Los dos se quedan mirando la caída, Jongin no consigue verle fin ya que la oscuridad parece engullirse y tragarse todo lo que cae en esa parte del acantilado. El silencio es casi absoluto, parece como si estuvieran atrapados en un bucle apartados del mundo. No se oye ni el ruido de los grillo ni de cualquier otro animal, encima se encontraban en pleno verano y en ese momento parecían estar a menos cero grados.


De repente, oyen unos débiles gruñidos que parecían provenir de alguna parte lejana. Sonaba como si alguien estuviera comiendo grillos y no le gustaran nada. Jongin se inclina más hacia delante y se da cuenta que el ruido provenía de allí abajo y fuera lo que fuera no tenía pinta de estar muy contento. Algo parecía estar arrastrándose hacía ellos, subiendo la cuesta con rapidez y violencia y soltando gruñidos como los de un animal salvaje.


—Se acerca, Jongin prepara la daga.


—Ya la tenía preparada.—contesta, sujetando la empuñadura de piel con fuerza.


Un figura rara se empieza a distinguir entre la oscuridad. El rostro desfigurado de una mujer, la piel de sus mejillas se cae a tiras, los ojos son dos huecos vacíos y el pelo negro azabache flota en el aire, descontrolado. Abre y cierra la boca mostrando sus ennegrecidos dientes mientras se arrastra gateando hacía la valla. Es una imagen realmente escalofriante.


Jongin muestra la daga poniéndola delante de esa terrorífica criatura. La luz de la luna se proyecta en el metal y la luz que produce esta unión los ciega de repente. Cuando se apaga algo salta encima de Jongin haciendo que este caiga al suelo. La mujer fantasma esta encima de él, chillando, gruñendo. A poco estuvo de morderle la nariz si no fuera porque Jongin reaccionó lo suficiente rápido para interponer la estera entre los dientes de la mujer y su cara.


Agarra su cuello con una mano para evitar que se acercara más a su rostro, mientras que con la otra pone la punta de la daga en frente de la mujer y recita las mismas palabras que siempre.


—Espiritu furore caecati, in locum suum redit, et recessimus non veniemus ultra ad mundum.


La luz que emite otra vez la daga hace que el espíritu aúlla de dolor. Jongin, con todas sus fuerzas, atraviesa el cuerpo de la mujer con el cuchillo. Cuando saca la daga del cuerpo del espíritu ve como la herida se separa, abriéndose cada vez más a una velocidad increíble hasta partir completamente el cuerpo de la mujer en dos. Las dos mitades de su cuerpo caen al suelo y convulsionan, su piel y su carne se despega de sus huesos y desaparecen primero, dejando la imagen de un esqueleto humano en el suelo durante unos segundos. Antes de desaparecer completamente suelta su último grito, un grito que no lo produce sus cuerdas vocales si no algo más profundo y macabro. Finalmente, todo lo que queda de ella es polvo que se va volando con el viento y una mancha oscura en el cemento.


—Eso estuvo magnifico hermano—oye decir a Jongdae. Este le ofrece la mano para ayudarlo a levantarse y Jongin la toma. Siente todo su cuerpo crujir al ponerse de pie.


—¿Porque últimamente las cosas se complican tanto?—pregunta, mirando la mancha oscura en el suelo.


—No lo sé, pero he visto mi vida pasar delante de mis ojos cuando esa cosa me agarró, y adivina, he visto más espíritus que chicas guapas.


Jongin sopla frustrado.


El frío desaparece casi al instante y el lugar parece perder todo lo que le hacía escalofriante. Aún estaba oscuro y el silencio de la noche era inevitable pero Jongin pudo sentir como el ambiente dejaba de estar tan maldito como cuando llegaron.


El tono de llamada del móvil de Jongin los pilla por sorpresa. Jongin lo saca de su bolsillo trasero y ve el nombre de alguien que no trae nunca buenas noticias en la pantalla. Genial.


—¿Diga? —dice, mientras sacude su ropa para quitarse la suciedad. Se pasa la mano por su pelo rojizo y nota el tacto pegajoso.


—¡Jongin amigo! ¿Cómo estas?


La voz de Chanyeol suena demasiado alegre para ser las 3 de la madrugada y eso no era buena señal. En verdad, para Jongin las llamadas de su alegre compañero nunca eran buena señal.


—¿Qué quieres?


—Solo quería saludarte amigo y preguntar cómo estabas.


—¿A las 3 de la mañana? Venga escúpelo Park—exige, Jongdae al oír el apellido de Chanyeol suelta un largo suspiro.


—Suenas muy despierto Jongin, veo que no soy el único despierto aquí.


—Acabamos de matar a la mujer de la curva. Y que sepas que estuvo a punto de matarnos 4 veces esta noche.


—Os dije que era peligroso.


Jongdae le arrebata el teléfono en un movimiento rápido.


—Siempre lo dices, la palabra peligroso empieza a perder sentido cuando la repites tantas veces—grita Jongdae con la parte inferior del teléfono de Jongin casi pegado en sus labios.


—¡Oh Jongdae amigo!—grita Chanyeol desde el otro lado del móvil. —¡Me alegra escucharte!


—Que se calle Jongin, no estoy de humor para sentir sus gritos—le dice mientras le devuelve el aparato.


—¿Qué quieres Chanyeol? —le pregunta cuando activa el altavoz para que Jongdae también pueda escuchar


—Tengo otro caso para vosotros y este os juro que no os va a decepcionar.


Los dos hermanos supieron incluso antes de que pronunciara esas palabras el motivo de la llamada de Chanyeol, aunque algo dentro de ellos pedía a gritos un descanso por parte del gigante.


—52 víctimas de lo que va de año. 43 de ellas son desapariciones y el resto, cadáveres despedazados, casi sin ninguna parte del cuerpo entera.


—Estamos cansados Chanyeol—habló Jongin por los dos.


Chanyeol lo ignora por completo.


—Do Kyungsoo, fue encontrado muerto un 12 de enero de 1980, prácticamente terminó con su cabeza colgando de su cuerpo como si fuera un yoyo en su propia habitación. Aun se desconoce quien lo mató pero os digo que murió el día de su aniversario. ¿Eso empeora un poco las cosas no creen? —suelta una risa extravagante con su ultimo comentario y Jongin es incapaz de encontrarle la gracia.


—Desde su muerte, cualquier que compraba la mansión dónde vivían los Do han desaparecido o muerto en extrañas circunstancias y se ve que últimamente esas muertes an ido en aumento y las autoridades no están haciendo anda al respecto.


Nunca hacen nada al respecto, piensa Jongin. Aunque tampoco puede culparles por ello ya que la mayoría seguro que ni siquiera creen en lo sobrenatural, en eso que se esconde en la parte más oscura de sus habitaciones, en dónde irán después de morir, en la parte real de todas esas películas de terror que miran los sábados por la noche. No les importa, ya que sus vidas son tranquilas y pacificas, dónde lo único que les preocupa es llevar comida a casa.


Por eso, Jongin quizo dedicarse a esto, porque solo pocos pueden hacerlo y porque por más que la mayoría de la humanidad no valore lo que hace él o Jongdae sabe que los necesita. Las leyes pueden protegerlos de las injusticias, las armas pueden protegerlos de los malos, pero nadie puede protegerlos de los que no pertenecen en este mundo.


—¿Dónde?—pregunta.


—Esta un poco lejos, pero os encantará el pueblo.


—No lo creo—dicen los dos hermanos Kim a la vez.


*****


 

Notas finales:

¡Espero que os guste! 


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