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Llámame por mi nombre por Athair

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Notas del fanfic:

Dedicado con mucho cariño a mí chico, MrVanDeKamp2.

La pareja de esta historia me gusta muchísimo, pero a la hora de escribir un lemon con ellos, soy incapaz de elegir cuál será el uke porque para mí, ninguno de los dos lo és, por eso, la historia no tiene lemon (cosa que viniendo de mí es imperdonableL)

Como siempre, recordar que los personajes no son míos y que no gano nada con esto.

-Te quiero pequeño-

El suspiro emitido por el castaño de ojos azules fue sonoro, el cambio brusco de postura en la cama que ambos ocupaban también fue notorio.

Aioria estaba cansado, muy cansado de aquello.

Amaba al hombre que era su pareja, a ese otro caballero de oro con el que compartía su vida desde que la diosa les había resucitado tras la guerra contra Hades.

Pero ni siquiera ese amor era capaz de evitar el dolor, la rabia y la impotencia que sentía cada vez que el otro le decía “pequeño”.

Aioria había creído desde el principio que la diferencia de edad entre él y su pareja no era un problema, porque el otro hombre le había dejado claro que no lo era, que le amaba por quien era, por como era, y que la edad, no importaba.

El de Leo era consciente de que lo más probable, fuese que ese “pequeño” fuese un mote cariñoso, y al principio, no le había molestado, incluso le había parecido algo tierno.

Pero pronto, ese “pequeño” se convirtió en un sustituto de su nombre, el Aioria desapareció por completo del vocabulario de su pareja, y para el caballero de oro del quinto templo, la situación, comenzó a volverse insoportable.

Cuando llegó la mañana, el de Leo se levantó de la cama con rapidez y en silencio, no tenía ganas de estar con su compañero en ese momento, necesitaba alejarse un poco y pensar, diluir un poco la furia para no acabar haciendo algo de lo que se arrepintiese.

Porque quería a su compañero, quería estar a su lado, compartir su vida, perderlo no era una opción pero lo cierto, es que no sabía como afrontar aquello, como lograr que el otro hombre dejase de llamarle de aquella manera.

Salió del templo de su pareja a medio vestir, con pasos rápidos e intentando evitar que cualquiera de sus compañeros lo viese en aquel estado. Sabía que iba a ser difícil no ser notado, pues incluso él percibía que su cosmos estaba alterado, la suerte le sonrió durante el descenso por los tres primeros templos, pués en su estado alterado, había pasado de largo el suyo propio.

Pero la suerte dejó de sonreírle conforme se acercaba al tercer templo, pués sentado en las escaleras de salida se encontraba Kanon mirando sin mirar hacia el cielo.

-Paso-fue lo que dijo Aioria para anunciar su presencia.

El ex general marino salió de su estado pensativo y bajó la mirada, estudiando al custodio de Leo. No es que ellos se llevasen precisamente bien, los caracteres rebeldes de ambos habían chocado desde el principio, y ninguno de los dos ponía de su parte para que la convivencia fuese mejor.

-¿Qué te ocurre, gatito?-preguntó el menor de los gemelos con una sonrisa socarrona dibujada en los labios-Tú cosmos está tan alterado que parece que vayas a enfrentarte otra vez al mismísimo Hades.

Aioria iba a contestar de manera cínica, iba a desplegar todo su repertorio de insultos contra el menor de los gemelos, pero sin embargo, se quedó callado, pensativo. Sabía que Kanon no era la persona en la que más confiaba, pero necesitaba soltar todo aquello que llevaba dentro, y puede que el ex marino no fuese la mejor opción para hacerlo, pero las palabras salieron de su boca antes de que su cerebro las pudiese procesar.

-Si tu pareja utilizase contigo un mote que te molesta, ¿cómo se lo dirías para……para que la situación no acabase con una ruptura de la relación?

Obviamente, el griego de cabellos azules y ojos verde esmeralda no esperaba aquello, su gesto de confusión era notorio, incluso Aioria se avergonzó de haber abierto la boca, pero no se arrepintió, necesitaba una respuesta, aunque no le gustase, y puede que Kanon fuese rebelde y testarudo, pero también era sincero, incapaz de mentir aunque en ocasiones dijese las cosas de manera dolorosa.

-¿Romperías una relación solo porque no te gusta como te llama tú pareja?-preguntó de improviso el menor de los gemelos.

-Creía que no-respondió el castaño-Pero……hace tiempo que comencé a pensar que en realidad, lo que me llama no es un mote, es un recordatorio de lo que soy, de lo que represento.

-Sinceramente, no te entiendo, gatito-confesó Kanon-¿Qué es lo que te llama para qué te moleste tanto?

-Pequeño-confesó el leonino, sentándose con parsimonia al lado del menor de los gemelos.

Durante unos minutos, el de Géminis permaneció en silencio, pensando qué decirle al leonino porque le comprendía. La diferencia de edad entre el castaño y su pareja era muchísima, y lo cierto es que todos en el Santuario se habían sorprendido cuando se descubrió quien era el compañero sentimental del otro griego.

Sin embargo, se notaba a la legua que Dokho de Libra amaba a Aioria por encima de todo, el pelirrojo de China le miraba con los ojos cargados de amor, y Kanon sabía, que el “antiguo maestro” no era un hombre al que los estereotipos le importasen.

Pero también era cierto que a pesar de su cuerpo rejuvenecido, en ocasiones, las maneras de ser de Dokho también indicaban que en realidad, contaba con más de doscientos años de edad a cuestas. Lo cierto, es que si se miraba de una manera irónica, Aioria era un crio al lado de Dokho.

-¿Sabes?-preguntó Kanon rompiendo el silencio-Al principio de mi relación con Milo, nuestro bicho tenía la manía de llamarme “gemelo”. A mí no me molestaba, porque obviamente, soy el hermano gemelo de alguien, pero, como supongo que te pasará a ti, hay ciertos momentos a los que a uno le gusta escuchar su nombre.

Aioria miró a Kanon sin creerse que el otro se estuviese abriendo para él, contándole algo íntimo de su vida. Lo cierto es que el de Leo sabía que la relación del menor de los gemelos y Milo de Escorpio había pasado por un momento delicado cuando recién la iniciaban, y aunque ahora ambos estaban bien y formando una de las parejas más estables del Santuario, el del quinto templo tenía curiosidad por saber qué había ocurrido en aquellos momentos de tensión entre ambos.

-Un día, ni mejor ni peor que otro, se me ocurrió preguntarle a Milo porque nunca me llamaba por mi nombre-prosiguió Kanon-Y te puedo asegurar, que la respuesta, me dejó pasmado.

-¿Qué te dijo?-preguntó curioso el leonino.

-Pues resulta, que le enviaron de misión con mi hermano-dijo el ex marino-Y el descerebrado del bicho se pasó toda la misión llamándole Kanon, obviamente, en algún momento, Saga se hartó y le dijo que si era incapaz de diferenciarnos, le llamase simplemente “gemelo”, que aunque no era su nombre, no le molestaba tanto porque no tenía que andar corrigiéndole cada cinco segundos. Desde entonces,  Milo empezó a llamarnos a los dos así, “gemelo”.

-¿Fue por eso que estuvisteis a punto de romper la relación?-inquirió el leonino con curiosidad.

-Lo cierto es que sí-reconoció Kanon-Yo llegué a pensar que quizás, al que amaba Milo era a mi hermano, que quizás, no decía mi nombre porque no era el que quería pronunciar.

-¿Qué hiciste tú?-volvió a interrogar Aioria.

-Un día, después de una fuerte discusión, comencé a llamarle “griego”-confesó el mayor-“Griego” esto, “griego” lo otro, Milo tardó unos tres días en coger una rabieta y decirme “¡deja de llamarme así demonios!, que con tantos griegos en el Santuario no sé si me estás llamando a mi o a otro”. Parece una tontería, pero, fue cuando él se dio cuenta de por qué me molestaba a mí que me llamase “gemelo”, dejó de hacerlo desde ese mismo día.

-Pero eso a mí no me sirve-dijo Aioria-De China solo hay un caballero, así que llamarlo “chino” no creo que de el mismo resultado que tú tuviste con Milo, y “pelirrojo” tampoco es una opción, pués también es el único.

Kanon volvió a quedarse callado un minuto o dos, pensando en que el de Leo tenía razón, si quería que Dokho reaccionase igual que lo hizo Milo en su día, tenían que buscar algo que hiciese reaccionar al de Libra.

-Tengo una idea-dijo el ex marino para luego, comenzar a susurrar en el oído del leonino.

Dokho había recorrido unas quince mil veces el mismo trozo de pasillo de su templo. Estaba preocupadísimo.

Sabía que Aioria se había molestado anoche, y la molestia debía ser mucha si aquella mañana se había ido de su templo sin decirle nada.

Pero lo cierto es que no sabía que había hecho mal para molestar al leonino, él le amaba, quería estar a su lado. Sabía que el carácter del más joven era un poco explosivo, pero había aprendido a sobrellevarlo, a aceptarlo.

De hecho, le gustaba todo de Aioria: su rebeldía, su carácter alegre, su vocabulario algo impropio, su fuerza y temple en la batalla, su valor, su amor hacia su hermano Aioros, su afecto hacia los caballeros de bronce. Sabía que el del quinto templo también le aceptaba pese a sus defectos, que se había acostumbrado a que le tratase con modales un tanto antiguos, que le diese largas charlas que el más joven no entendía pero escuchaba. Con resignación también aceptaba que el pelirrojo fuese algo sobreprotector con él.

Y Dokho no quería perderle por nada del mundo, había estado demasiados años en soledad, y el de Leo había sido su rayo de sol particular, alguien que con todo lo que era había entrado en su vida de manera imparable, haciéndose dueño de su corazón.

Por una vez en su vida, el pelirrojo sentía todo el peso de su edad real.

¿Y si Aioria ya no le amaba?, ¿y si se había cansado de él?

-Anoche, y ésta mañana, se me olvidó decirte que te quería “de otra generación”-

La voz de Aioria, a la entrada del templo, le pilló tan desprevenido a Dokho que pegó un pequeño bote.

La tranquilidad de saberlo allí, en su templo, le inundó. La felicidad le embargó cuando procesó que el castaño de ojos azules le había dicho que le quería.

Sin embargo, cuando iba a contestar, se dio cuenta de las últimas palabras de la frase del leonino.

¿De otra generación?

¿Aioria le estaba recordando que él era de una generación anterior de caballeros de oro?

¿Le estaba recordando la diferencia de edades entre ellos?

Porque, si ese era el problema, él pensaba dejarle en claro a Aioria que a él la diferencia de edades no le importaba, el de Leo podría tener ochenta años y él le seguiría amando.

-¿Aioria?-se atrevió a preguntar el pelirrojo-¿Es por la diferencia de edad, por eso te has ido esta mañana?

-Claro que no “de otra generación”-contestó el castaño-Nunca me ha importado eso.

Dokho no sabía que pensar, el de Leo le había vuelto a llamar “de otra generación” y aquello no le gustaba, le encantaba que el castaño dijese su nombre de esa manera tan especial, tan cargada de cariño como siempre la decía.

Sin embargo, aquel “de otra generación” no estaba cargado de cariño, era dicho como un recordatorio de lo que en realidad era, como una constancia de algo que quizás, molestaba al castaño.

Shion también era de otra generación, de la misma que la suya para más coincidencia, Dokho no quería que le llamase así cuando había otra persona en el Santuario que podía contestar a ese llamado, menos, si esa persona era su amigo y actual Patriarca.

-¿Quieres que hagamos algo especial, “de otra generación”?-preguntó Aioria con una sonrisa algo cínica tatuada en los labios.

-¡Deja de llamarme así, no me gusta!-soltó en un grito el de Libra-Shion también es de otra generación y yo……no quiero que nos confundas.

-¿Sabes?, es curioso-dijo el de Leo comenzando a acercarse al pelirrojo-Milo y yo somos los más pequeños de los dorados, de hecho, si no contamos a los caballeros de bronce, el bicho y yo somos los más pequeños en todos los sentidos de la palabra.

-¿¡Y qué demonios tiene eso que ver con lo que yo te he dicho!?-preguntó algo furioso en de China.

-Sencillo, mi queridísimo “de otra generación”-dijo con sarcasmo Aioria, a dos milímetros de distancia del más mayor-¿Cómo sé yo, que ese “pequeño” tuyo no se lo dedicas a nuestro escorpión celestial?, ¿debo ponerme celoso del bicho?, ¿debo avisarle a Kanon de que le ha salido competencia?

-¡No seas absurdo!-gritó Dokho-¡Es a ti a quien amo!

-Entonces, vuelve a llamarme por mi nombre de una maldita vez Dokho o te juro por mi armadura, que seguiré llamándote “de otra generación” hasta que sientas lo mismo que siento yo cada vez que eres incapaz de decir Aioria y utilizas ese jodido “pequeño”. Porque cada vez que lo haces, duele, dices que no te importa la diferencia de edad, pero no haces más que recordármelo con esa palabra, si al menos lo dijeses con cariño lo entendería, lo tomaría como el mote cariñoso que debería ser-dijo el de Leo totalmente serio-Pero hace tiempo que dejaste de decirlo con cariño, ¿acaso yo te llamo “viejo maestro”?, ¿acaso te estoy recordando cada dos por tres tú verdadera edad?

-No-dijo en un susurro el de Libra.

-Pués deja de hacerlo, Dokho-dijo el castaño-Porque si te vas a pasar así toda la vida, esto se acabará. Mi nombre es Aioria, no es tan difícil de recordar.

El de Leo iba a volver a marcharse porque en ese momento no quería estar cerca del de Libra, puede que el método aconsejado por Kanon hubiese dado resultado, pero discutir con el mayor le había hecho a él más mal que bien, quería Dokho, y estar a malas, no era algo agradable para el más joven.

Sin embargo, la mano del pelirrojo cogiendo su brazo le impidió avanzar hacia la salida.

Una parte de él quería voltear y mirar al de China, sin embargo, sus ojos se quedaron mirando con obstinación el pasillo principal del séptimo templo.

-Perdóname-susurro el de Libra mientras comenzaba a juguetear con los dedos de la mano del castaño-Yo……supongo que en el fondo siempre me he dado cuenta de que no te gustaba que te llamase “pequeño”, en mi defensa, diré que a veces, sí que me da un poco de miedo nuestra diferencia de edad.

-¿Por qué?-preguntó Aioria un poco brusco y sin mirarle.

-Porque veo a los otros, y sé, que hay cosas que yo no hago contigo-contestó Dokho-Es cierto, soy de otra generación, una, en las que las cosas se hacían de otra manera, más tranquila. Ahora, una cita implica ir a bailar, al cine, a comer comida basura, y yo siento que no encajo en todas esas cosas. Pero tú si lo haces, y me da miedo que te aburras, que las cosas que a mí me gustan, para ti, sean inadecuadas. Un día, descubrí que al parecer, hoy por hoy, estar con alguien implica llamarle de una manera especial, y no me refiero a “cariño”, “corazón”, “amor mío” y todas esas cosas. ¡Joder, he oído al mismísimo Death Mask llamar “cuchi” a Aphrodita!, supongo que pensé, que si yo te llamaba algo especial, tú, no te sentirías tan fuera de lugar. Pero……si te soy sincero, ese “pequeño”, fue lo más moderno que se me ocurrió.

Aioria suspiró, un suspiro en el que dejaba salir toda la tensión acumulada, toda la negatividad del asunto. Sin quitar la mano que Dokho sujetaba, se dio la vuelta para mirar al pelirrojo.

-Te quiero, Dokho-dijo el de Leo-Y cuando me di cuenta de eso y supe que tú me correspondías, fui consciente de lo que eso implicaba y lo acepte. Es cierto que en ocasiones, no entiendo que prefieras gastar tres horas preparando un maldito té a utilizar diez poniendo una cafetera, que sé de sobra que entenderías veinte veces mejor una poesía que una canción moderna, y que para ti, la sola idea de tener una televisión en el templo es una herejía. Pero a mí, eso no me importa, porque todas esas pequeñas cosas, son las que te hacen ser el hombre al que quiero. Nunca te he pedido ni te pediré que cambies para mi, al igual que espero que tú no intentes hacerme cambiar.

El de Leo, utilizó los dedos de la mano que tenía libre para levantar la barbilla del más mayor, quería que Dokho le mirase a los ojos y viese en ellos la verdad de sus palabras, porque eran ciertas.

El mayor, desesperado por un poco de contacto, se abalanzó hacia los labios del leonino, tomándolos en un beso sorpresivo que sorprendió al castaño por unos segundos.

Sin embargo, Aioria no tardó demasiado en corresponder al beso, le encantaba la manera de besar del pelirrojo, con tanto amor, con tanta pasión, con toques de dulzura pero también de lujuria e impaciencia, como si quisiera devorarlo en un solo beso, como si nunca tuviese suficiente de sus labios.

Cuando el oxigeno se acabó, los dos se miraron sabiendo que no querían parar ahí.

-Quiero hacerte el amor, Aioria-confesó el pelirrojo sin dejar de mirarle.

Escuchar su nombre de los labios del libriano, fue la confirmación de que todo iba a salir bien a partir de ahora, pero, queriendo una pequeña revancha, Aioria decidió bromear un poco.

Se separó del agarre del chino, comenzando a caminar marcha atrás hacia la habitación, luego, una sonrisa traviesa tatuó sus labios, y antes de ponerse a correr como un niño pequeño y sacarle la lengua traviesamente le dijo al otro……

-Eso será si consigues alcanzarme, viejo de la balanza-

Dokho tardó unos segundos en reaccionar, pasmado por completo con el comportamiento del castaño, luego, una pequeña sonrisa se convirtió en una gran carcajada, y el de Libra, comenzó a correr en la misma dirección del leonino, diciendo a voz en grito……

-¡Te vas a enterar de lo que puede hacer este viejo, gatito!-


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