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Los murciélagos no vuelan de día. por Kheslya

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Notas del fanfic:

Historia original y completamente mía. De género vampírico e histórico.

Se tocarán a lo largo de la novela temas como el incesto, la tortura y algunos otros tipos de relaciones poco convencionales.

No es una historia sadomasoquista, pero sí es posible que haya un alto contenido de violencia en las relaciones sexuales de algunos personajes.

Notas del capitulo:

Aquí el prólogo. Espero que os guste.

Los murciélagos no vuelan de día. Prólogo.
 
 
Ni una sola luz iluminaba la claustrofóbica estancia, que se sumía así en la más absoluta oscuridad. El momento más oscuro de la noche, aquel que precedía al amanecer.
El amanecer. ¿Cuánto tiempo hacía ya desde la última vez que se deleitó con él? ¿Cuándo fue la última vez que se había tomado la pequeña molestia de madrugar para contemplarlo? Nunca, nunca pensó antes que un día algo tan mundano le resultaría tan imposible. Inalcanzable. Cuánto desearía poder advertirse a sí mismo lo que pasaría; aconsejarse disfrutar más de las pequeñas cosas. Aprovechar el tiempo junto a su familia; su padre, su madre, Lily...
Pero no pudo ser. Ya ni era capaz de proyectar sus rostros en su mente.
A veces recordaba a su padre de una forma, y a veces de otra muy distinta. Con su madre y Lily sucedía de igual modo. Tan solo un detalle en toda la representación fallida que era su cerebro cansado se mantenía pétreo siempre: Lily. No sus orbes, que a veces eran verdes y otras marrones; tampoco su cabello, que igual lo recordaba rizado que lo hacía lacio. No. Lo que Nathaniel recordaba, con total detalle, y sobre todo, con especial cariño, eran las noches en las que ella le suplicaba para que le leyese antes de ir a dormir. A Lily no le gustaba leer, pero adoraba escuchar a Nathan leerle párrafos y párrafos de libros que eran demasiado complicados para su comprensión, y para la de Nathaniel también.
 
«Si hay una vida después de esta», pensó Nathaniel, recostando su espalda con cuidado contra la fría pared, «ojalá que Lily no recuerde quién soy». Porque era mejor que nadie recordase a Nathaniel Rothgar. Nadie.
 
Risas estridentes, crueles y hasta maníacas en su mente llegaban a oírse, colándose bajo la puerta, que se abrió, mostrando el rostro de alguien muy conocido para él.
El muchacho, ya no tan muchacho, caminó por la pequeña estancia, como pensándose qué decir. Finalmente, pareció rendirse, y se dejó caer sentado en el sucio suelo, justo frente a Nathan, pero a una distancia de un par de metros, como si no se atreviese a acercarse más, o creyese no merecer hacerlo. Suspiró.
Las primeras luces del inminente y próximo amanecer despuntaban ya en el horizonte y que se colaban sin permiso por la diminuta ventana, permitieron que Nathan observase a su acompañante. Sus ropas oscuras estaban aún más desgarbadas que de costumbre, tenía los hombros hundidos, y no lo miraba; su cabeza estaba inclinada hacia el suelo y su mirada clavada en algún punto de este, y, cuando finalmente levantó el rostro y osó conectar sus ojos con los de Nathan, no parecían los mismos. Si no hubiese sido imposible, Nate los hubiese descrito como desteñidos. Descoloridos. Ya no parecían de aquel marrón que a él tanto le había gustado porque le recordaba a la madera de los árboles que un día rodearon su casa; ahora parecían diluidos en ron, desteñidos con lejía. Los círculos oscuros y hundidos que rodeaban sus orbes tampoco pasaron desapercibidos, y Nathan no pudo hacer otra cosa más que sentir pena por él, porque supo que la culpa lo consumía.
 
Nathaniel bajó la mirada y dejó de observar al hombre. Ninguno de los dos había hecho movimiento alguno desde que Daren había llegado. Daren porque no sabía como iniciar una conversación, y Nathaniel por el simple motivo de no tener nada que decir.
Más voces, muy cercanas a ellos, se oyeron y retumbaron en toda la estancia, las risas crueles ahora se combinaban con insultos despectivos hacia el inmortal y los suyos. Los ojos de Daren se enfocaron temerosos en la puerta. Nathan hubiese reído ante la ironía de que fuese Daren y no él el asustado si hubiese estado de humor para hacerlo.
Ambos supieron, por los pasos, por las risas, por el inminente amanecer, que quedaba poco tiempo, y volvieron a mirarse.
 
— Si solo no fueses vampiro... —rompió el silencio Daren. Su voz sonaban tan abatida como él mismo.
Nathaniel enfureció.
 
— Si no fuese vampiro, ¿qué, Daren? —preguntó con rabia contenida. Él no había pedido serlo, pero lo era, y lo llevaba siendo siglos.
 
— Ya lo sabes... —murmuró Daren, su voz cada vez era más baja.
 
— Sí, lo sé. Solo eres un cobarde, incapaz de enfrentarse a los suyos por defender lo que quiere. ¿Me amas? Quizá, yo no voy a afirmarlo ni a negarlo, pero me estás echando a los leones, Daren, y lo sabes. Sabes lo que me harán. —No pudo contener cierta rabia en sus palabras. No echaba la culpa al chico, al menos no toda, pero no pudo callarse más.
 
— No me pidas que te deje ir, te lo suplico. Sabes que no puedo hacerlo.
 
— No estoy pidiendo nada. Hace mucho que yo ya no espero nada de nadie. —y era cierto, ¿qué iba a esperar de los demás, si solo le demostraban continuamente que sus prioridades eran ellos mismos?, y ya después, si les sobraba algo de tiempo, los demás.
 
— Nat...
 
La ya de por sí maltrecha puerta golpeó con violencia contra la pared. En otro momento, no hacía tanto, Nathaniel podría haber reventado aquella puerta que lo separaba de su libertad tan solo con su energía. Hubiese sido tan sencillo. Pero en su estado de innanición y maltratro continuo, era inofensivo. Cuatro hombres irrumpieron. Vestían parecidos a como lo hacía Daren, pero no tan desastrosos como el cazador, y miraban a Nathan con burla.
Esa gente, pensó Nathaniel, resignado, disfrutaba su trabajo.
 
Dos de aquellos imponentes hombres lo sujetaron con fuerza, y uno de ellos lo hizo caer de bruces contra el suelo para después precipitarse hasta él y, como si Nathan se hubiese resistido, inmovilizarlo contra la dura piedra, doblando uno de sus brazos hacia su espalda en una llave demasiado dolorosa.
Siguió sin oponer resistencia. ¿Qué ganaría con ella? No iban a dejarlo marchar. Sus ojos localizaron los de Daren, y la posición de sus hombros —elevados y echados hacia delante—, así como su tensada mandíbula, lo advirtieron de que el chico iba a perder los estribos en cualquier momento e intentaría hacer alguna estupidez para defenderlo. Negó con la cabeza en su dirección; una muerte bastaba para un día, dos serían demasiadas.
 
Fue Dennis, unos de los más jóvenes cazadores pero también más influyentes, quién pareció enfurecerse más por el basto trato dado al prisionero.
 
— ¡No seais bestias! —gruñó, apartando al resto de cazadores y pasando así a ser él único que sujetase a Nathan.— No se ha resistido en ningún momento. No es una amenaza.
 
«Y si no soy una amenaza», pensó Nate, «¿qué hago aquí?»
 
— Siento como te han tratado esos bestias —se lamentó Dennis, y Nathan casi pudo creerse su amabilidad.
 
— ¿Acaso no los estrenáis para ser eso?¿Bestias?
 
Nathan creyó haber terminado con la paciencia y aquel talante diplomático del que Dennis hacía gala, y esperó por un golpe directo a algún lugar de su maltrecha anatomía. Golpe que no llegó.
Lejos de parecer molesto, Dennis se encogía de hombros con una sonrisa medio ladeada que pretendía expresar disculpa.
 
— Touché. ¿Sabes? Me gustaría poder mantener una charla contigo sobre tu raza y la mía a lo largo de los siglos. Algo me dice que ganarte una discusión debe ser una auténtica proeza —Nathan casi sonrió. El comportamiento de Dennis era demasiado similar al de él, y no parecía tan estúpido como la mayoría de cazadores con los que había coincidido a lo largo de su extensa vida—. Lástima que no haya tiempo.
 
Tiempo... Claro. Había gozado de tanto tiempo que, en cierto momento, había llegado a sentirse hastiado de él. Y ahora se le escapaba como agua entre sus dedos.
Cuando salió de sus pensamientos, Dennis le dio una pequeña sonrisa. Una sonrisa que denotaba pena. Supo, al menos, que ese cazador en concreto no era de aquellos que querían torturarlo, mermar su cordura y equilibrio mental y finalmente matarlo. De haber podido, quizá ese chico lo hubiese sacado de allí. Nathan conrrespondió con una sonrisa más verdadera, dejándose conducir dócilmente hasta el piso más elevado. En un último momento, antes de que el resto de cazadores volviese a estar tan cerca de ambos como para poder escucharlos, Dennis susurró algo en su oído que lo había preocupado desde meses atrás.
 
— Él estará bien. No inclumplió ninguna norma, así que conservará su vida siempre que no se meta en líos.
 
No se resistió cuando, a empujones una vez más, lo hicieron arrodillarse. Las rodillas le dolieron tanto, que haber caído sobre un millón de filosos cristales hubiese sido menor padecimiento. Tampoco hizo nada para evitar que sus manos fuesen fuertemente atadas a un poste de hierro tras su espalda.
Pensó en el Sol. Brillante, enorme, luminoso y fuente de vida. Letal para los suyos. Pensó en el tiempo que hacía desde la última vez que pudo mirar directamente al Sol. 
 
— ¿Hay algo que desees decir, Nathaniel? —fue de nuevo Dennis quien hizo la pregunta.
 
Pensó en Saimus, y en que iba a morir como él y, para su propia sorpresa, no le pareció tan horrible.
 
— Gracias.
 
— ¿Por qué? —preguntó extrañado.
 
— Por dejarme verlo otra vez.
 
Si a Dennis le extrañó su respuesta, no lo demostró. 
En Sol estaba saliendo, los primeros rayos ya eran visibles. Gemidos se escaparon de entre sus labios cuando la temperatura de su cuerpo empezó a aumentar con vertiginosa velocidad y una risa maníaca, similar a la de un demente fue proferida por su garganta. Abrió los ojos completamente. Sin miedo. Algo tan hermoso merecía su total atención. Sus ojos ardieron con las dos últimas imágenes de sus dos cosas más anheladas grabadas en las retinas.
La espalda de Saimus, grande, ancha. Esa espalda a la que tanto se había aferrado durante siglos. Y tras ella, los hermosos rayos del Sol, que lo saludaban y animaban a acompañarlos. Y si tenía que ser sincero, si para volver a estar con Saimus tenía que acabar así, que su cuerpo ardiese hasta convertirse en un puñado de cenizas. Ya nada más importaba.
 
Notas finales:

Y así empieza(?) No creo tardar demasiado en subir el primer capítulo.

Dejad comentarios y esas cositas.

¡Nos leemos!

Khes.


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