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Fogatas de Azotea por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Están las rusas con estos headcanon curiosos que pueden ser la media bomba para el fandom latino. Una de esas ideas es que Aoi estuvo casado dos veces, desconozco si lo sacaron de Tanuki o algún blog parecido, no me importa como sí lo provechoso que me puede ser para un fic. Este shot, de hecho, nació de la idea de un shot ruso que leí sobre Uruha y su curiosidad por el tuiter después de que Reita se hiciera uno. Cuando Kai se creó su instagram, pensé que era hora de escribir algo con eso. Bueno, al principio la idea era para algo pequeño, pero cuando me di cuenta, el shot había abarcado muchos headcanon y estaba por arriba de las 7mil palabras, y luego solo terminó en esto.

A decir verdad, el resultado ha sido inesperado, pero más feliz no podía estar. Es la primera vez que he contado con una beta -gracias Haru-, así que estoy bastante emocionada... Espero que también les guste <3


Notas del capitulo:

Y si te entiendo, ¿qué? 

Fogatas de Azotea
Yume Ryusaki


Uruha consultó la hora y suspiró, tamborileando los dedos sobre el volante. Levantó la mirada al edificio, un centro deportivo de élite, o al menos eso era lo que había escuchado. Viendo que su pasajero no asomaba, se acomodó los audífonos y se reclinó en el asiento a esperar pacientemente. Al cabo de dos canciones, el «toc toc» en la ventanilla le sobresaltó. Su primer pensamiento fue que algún trabajador del gimnasio se presentaba para llamarle la atención por estacionarse justo frente al edificio. Por fortuna, no había ningún empleado que le tratara como a un tipo sospechoso, se trataba solo de ese sujeto.

—Hola —saludó el pasajero con una sonrisa. Uruha respondió con una gesticulación extraña y quitó el seguro a la puerta para que subiera. Kai abrió y tiró la bolsa de deporte en el asiento de atrás y se apresuró a bajar la ventanilla para sentir el aire fresco en el rostro y el humo de su cigarro no se encerrara. Uruha solo pudo sentir el exceso de iluminación directo en la cara.

—¿Sigue Akira en ese lugar?

Kai, con el cigarro en la boca, buscó en la guantera unos lentes de sol, al no encontrar, giró sobre su cuerpo para buscar en su maleta y solo se estuvo quieto hasta que pudo colocarse el plástico oscuro sobre los ojos. Uruha frunció los labios para ahogar el reclamo por el comportamiento atroz de su compañero de banda.

—No, se retiró bastante antes —respondió por fin, dando una profunda calada al cilindro y soltando el humo lentamente.

Kai fumaba en todas partes, y no importaba quien tratara de explicarle que solo podía fumar en el auto de otra persona con el debido permiso del dueño, era absolutamente inútil, él no escuchaba nunca. Al cabo de un tiempo, Uruha resolvió que era más barato para sus nervios ignorar la conducta descarada de su pasajero y pretender que, desde que él había dejado de fumar, su auto no estaba impregnado con el humo. Menos quería pensar en que el cabello de Kai estaba goteando  en el asiento.

—Ha estado extraño estos días —dijo, aunque más parecía un comentario para sí mismo. Regresando al mundo terrenal, giró la cabeza para instar a Kai a que se colocara el cinturón de seguridad—. Cuidado con las cenizas.

—Luego lo llevas al autolavado —desviándose de la avenida principal, optó por un camino más largo pero sin la mitad de tráfico vehicular. Uruha pensó en lo caprichoso que Kai se comportaba; solía ser una persona muy cuidadosa y responsable la mayor parte del tiempo, pero a él le mostraba la parte de su personalidad que era similar a la de un niño rebelde que no entiende razones.

—¿Qué hay con el tuyo? —preguntó, mirando el perfil sereno de su compañero. No supo si era en parte por la luz naranja del ocaso que daba de lleno en la cara del líder o si era así siempre, pero Kai era un millón de veces más atractivo sin maquillaje que cualquier otro miembro de la banda.

—Sigue en reparación —respondió brevemente—, pronto me lo entregarán, ¿por qué? —preguntó con una sonrisa, ladeando la cabeza para enfocar el rostro de Uruha—. ¿Estás cansado de llevarme?

Uruha se alzó de hombros. A su parecer, una pregunta estúpida no necesitaba de una respuesta. En ese momento, él podía estar en su casa haciendo algo de provecho, practicando o componiendo, quizá solo cambiando las sábanas de su cama en lugar de hacer de chofer de Kai. Sin embargo, también era obvio que si a él realmente le molestara hacerlo, simplemente no lo haría.

Viajaron en silencio durante un rato, cada uno concentrado en su propio mundo.

Con Kai siendo silencioso como pocas veces, Uruha se preguntó qué podría pasar por su cabeza en esos momentos. No podía imaginarlo y entonces, como un delincuente que ha sido sorprendido en flagrancia, se atrapó a sí mismo con la dirección de sus pensamientos volcados en Kai. Sus ojos buscaban periódicamente el perfil del batero, admirando las características del varonil, y al mismo tiempo, dulce rostro. Se obligó a centrar su atención al frente antes de que se accidentara o, peor aún, que Kai advirtiera que le estaba admirado a placer. Aunque Kai no tenía un gran ego, cuando quería también podía a llegar a ser tan pesado como Aoi.

—¿Qué pasa si me animo a pasarme un alto? —dijo, viendo que el semáforo no cambiaba de color y no se veían autos ni peatones de ninguna dirección.

—Podrías… —respondió Kai. Estaba implícito en su voz el «pero no debes.»

Cuando joven, Uruha había dado problemas a sus padres por ser indisciplinado. Muchas veces se saltó las reglas: quebró los vidrios de  los vecinos, robó dulces y fue grosero con sus profesores; no quería volver a hacer algo que les diera dolor de cabeza, incluso si era un hombre adulto y lo que hacía era enteramente su responsabilidad, pero se había propuesto ser un hombre prudente y lo iba a cumplir. Su propósito de buena conducta incluía, por fastidioso que fuera, respetar las señales de tráfico. Dando vueltas a eso, tuvo un mosqueo interno. Él solo era un amable ciudadano que ayudaba a otro —Kai—, por lo que si él cometía una infracción, la culpa era solo del batero. Sus labios se estiraron ante aquel pensamiento…

Aunque debía aceptar que el día que Kai no necesitara más de sus servicios, iba a ser solitario. En dos meses, se había hecho un hábito llevarle e ir a recogerle.

Como había explicado al resto de la banda, Kai asistía al gimnasio dos veces por semana con el fin de no caer por el agotamiento después de un concierto. Uruha, en cambio, solo salía a correr en las mañanas, y en las tardes hacía estiramientos de yoga, aunque esto recientemente se había vuelto irregular debido a que cada vez era menos frecuente despertar en su departamento, y llevar sus cosas al lugar donde amanecía lo consideraba un atrevimiento, tal vez porque el propietario no había hecho alusión a que no estaba en contra de tal eventualidad. Así que solo cuando un tour se acercaba, adicionaba puntualmente el yoga a su rutina. Aún veía innecesario asistir a un gimnasio, tal vez si más adelante se animaba, iba a usar el que Kai había instalado en su casa. Aún no entendía la mentalidad del batero, si tenía un gimnasio personal, lo lógico era usarlo y no ir a uno donde debía pagar carísimas mensualidades. Suponía que a Kai le resultaba triste  entrenar por su cuenta y por eso prefería pagar.

El semáforo cambió de color, Uruha casi dio gracias al cielo en voz alta.

Kai sacudió su cabello mojado por la ducha después del ejercicio. Tanteando el cenicero, apagó el cigarrillo y, con una sonrisa, levantó una ceja, siendo Uruha ahora el que estaba siendo presa de descarado escrutinio.

—¿Qué? —preguntó, sintiéndose incómodo ante la atenta mirada de su compañero de banda—. ¿Qué pasa?

—Eso es lo que digo yo, ¿qué pasa?

Uruha sorbió por la nariz, esforzándose en ocultar su sorpresa. ¿Había sido muy evidente?

—¿Qué quieres decir? —indagó, mirándole de reojo, procurando estar atento al volante y no llevarse por delante a los peatones, que afortunadamente, no había muchos.

—Bueno —empezó, quitándose los lentes oscuros—, tú luces así cuando quieres decir algo; venga, habla ya.

Uruha tenía muchas cosas en la cabeza y poca paciencia para enumerar cada una. No podía decirle que había pensado en llevar algunas pertenencias a su casa para hacer yoga ahí, tampoco que Ruki estaba planeando una travesura con su batería y muchísimo menos que había olvidado separar la ropa blanca de la negra y que su camisa favorita se había manchado. Esperaba que cuando Kai lo descubriera, él ya estuviera en otro país muy lejano y con una identidad nueva, o quizás, menos dramático, cuando encontrara un apropiado regalo para compensarle su error.

Viendo a Kai tamborilear impaciente los dedos, finalmente dijo una de las cosas menos profundas pero a la vez inquietantes en las que había estado pensando:

—Reita se hizo una cuenta en tuiter —acompañó aquello con un suspiro. 

Aceptando el hecho de que Kai llevaba estudiándole como a un libro, igual que a todos en la banda, por más de una década, y que en los últimos años había estado puliendo esas habilidades con él, se preguntó si acaso iba a poder ocultar algo al ojo observador del líder.

—¿Y qué hay con eso? —Sin interés, Kai miró a la calle.

—Es interesante… —explicó, mirando furtivamente al batero.

—¿Qué es interesante?

—Bueno —pensó un segundo—, él de inmediato se hizo más popular, ¿no?

—¿Tú lo necesitas?

—No, sí… no sé —admitió apretando el volante y suspiró como admitiendo una derrota al entrar al estacionamiento de la casa del líder—. Solo… ¿qué tal si también me hago una cuenta en tuiter?

—Hazlo —respondió tranquilamente, bajando su maleta, tanteando la cajetilla de cigarros. Colocó un cilindro en los labios y buscó el encendedor al añadir—: ¿cuál es el problema?

—¿Tú… no quieres? —Uruha preguntó al bajar del auto y caminar detrás de Kai al interior de la residencia.

—No soy el miembro más popular de la banda, Kouyou. Es poco probable que alguien esté interesado en mis pensamientos y mi vida.

—No digas eso. También eres muy…

—¿Uruha —interrumpió con un tono suave, mirándole inquisitivamente—, he solicitado que tengas lástima por mí?

—No, pero…

Había olvidado por un momento lo orgulloso que podía llegar a ser Kai.

—No tienes que tratar de animarme, no me acomplejo por la escasa o nula popularidad —dijo, alzándose de hombros—. Y no le veo el caso a esta conversación; quieres empezar una cuenta en tuiter, solo hazlo. Por supuesto, si tu fama excede la de Ruki, no voy a defenderte —añadió al ver el melancólico silencio de Uruha.

Su atinado comentario le sacó una tímida sonrisa al guitarrista. No era posible que alguno de ellos cuatro pudiera figurar más que el vocalista, pero si llegara a pasar, probablemente Ruki tendría un momento de shock.

>>¿Te quedas? —preguntó después de una pausa. Kai se estiró y sonrió galantemente esperando animar al otro.

—No, lo siento —sacudió la cabeza con pesar. Le habría gustado quedarse con el líder, pero los compromisos estaban primero—. Quedé de ver a Reita mañana por la mañana en mi casa, también me gustaría jugar videojuegos en la noche y reponer horas de sueño.

—Está bien —Kai no insistió y fue a refugiarse a la comodidad del sofá. Él también estaba muy cansado. Cerró los ojos por el gusto de sentir los suaves labios del guitarrista sobre los suyos —. Que descanses.

—Sueña conmigo —Uruha sonrió al decir aquello, tintineó las llaves del auto y salió de la casa.

—Contigo, siempre… —aseguró Kai. Se puso de pie y caminó a su recámara.

 

 

—¿Qué debería escribir?

—¿En tu blog? —Kai liberó una nube de humo al techo y volteó a mirar a Uruha.

—No, en tuiter —aclaró. Kai sonrió en silencio. Se había olvidado de su conversación con el guitarrista días atrás, para que sacara el tema nuevamente, significaba que la reciente ola de popularidad de Reita tenía a Uruha seriamente enganchado—. No hay nada interesante que suceda en mi vida. E incluso si sucede, ¿por qué debería hacerlo público? —Uruha sonrió irónico—. Como si alguien estuviera interesado para empezar.

Kai escuchó las reflexiones del guitarrista con una leve sonrisa, sus ojos vagaron sin rumbo en su sala de estar, reordenando mentalmente los objetos de la mesa y estanterías. Finalmente, ubicó su mirada en la figura del hombre sentado a su lado, feliz de que por fin encontraran tiempo para estar juntos.

Le gustaba escuchar la voz de Uruha, quizá no era tan armoniosa como la de Ruki, pero era agradable estudiar los tonos y hasta las entonaciones más suaves. Solo así podría saber qué había detrás de esa cara tan neutra. Admirando la grácil figura, se preguntó cómo el guitarrista con un nuevo corte de pelo y afeitándose los tres pelos de la barbilla podía cambiar tanto como para parecer un adolescente. Bueno, quizás era precisamente por sus suaves facciones que Uruha se había obsesionado en conseguir vello facial. ¿Qué diría Uruha si él le confesara que de no afeitarse todos los días, en menos de una semana tendría una barba y bigote de vagabundo? Seguro iba a odiarle.

—Si empezara un tuiter, todo lo que dirían es «los labios de Uruha esto» o «los muslos de Uruha aquello» —resopló indignado. Kai sonrió ante la idea de las decenas de miles de fieles fans que tendría Uruha si de hacerse una cuenta, lo primero que subiera fuera una foto de sus muslos, Reita sería ahogado por la envidia al ver como los seguidores de Uruha triplicaban a los suyos en poco tiempo—. Me gustaría escribir: «hoy manejé siete kilómetros y estoy muy cansado». O bien: «En el nuevo video clip no sabía a qué cámara mirar y han terminado regañándome por atrasar la grabación». Son cosas que pasan siempre, pero no suena para nada emocionante, ¿no? —Uruha resopló de nuevo, esta vez ofendido, ¿por qué era al único que reñían? Reita también solía equivocarse, y después de alguna anécdota graciosa, nadie se atrevía a decirle nada, incluso Kai. Volvió la cabeza a su amante, mirándole acusador, notó entonces que Kai no había tenido reacción a sus palabras—. ¿Por qué estás en silencio?

Kai reaccionó y sonrió al guitarrista al darse cuenta que se había perdido la última parte de su monólogo. Se encogió de hombros, como disculpándose, viendo a Uruha enfurruñado como un niño, cruzado de brazos, esperaba una respuesta, intentó conjeturar:

—Estoy de acuerdo —dijo con cautela, pensando en los «pros» y «contras» de dar una respuesta de la que desconocía la pregunta.

—¿Con qué? Me gustaría saber —Kai suspiró, sabiendo que la respuesta correcta no era adivinar.

—Que tus piernas pueden superar rápidamente el número de suscriptores de Reita…

—¿Es en serio? —Uruha frunció los labios, nada a gusto con la respuesta.

—Dios, Kouyou, estos muslos de los que te quejas están justo delante de mi nariz. Si quieres hablar conmigo, cúbrete, porque no me puedo concentrar —expuso, dando una palmada a una de las esbeltas piernas del guitarrista que, debía recalcar, no eran para nada cubiertas por la camisa larga, lo único que Uruha vestía en ese momento.

Uruha, al escuchar sus palabras, sonrió involuntariamente. Kai suspiró aliviado al ver como esos hermosos rasgos se suavizaron y darse cuenta de que esta vez había logrado escapar por poco de una merecida reprimenda.

Durante unos segundos solo se miraron uno al otro. Luego, Uruha se movió hacía Kai, lento y seguro, con la gracia de un felino en caza. Se detuvo para llevar una mano a su rostro, delineó el labio inferior y fue bajando hasta desabrochar el botón superior de la camisa como si se tratara de una travesura, permitiéndose así, exponer parte del delgado cuello y la clavícula.

Continuó su avance, deslizándose en el sofá, se sentó a horcadas sobre el líder, sosteniéndose de los hombros. Inclinó la cabeza, sonriendo al sentir manos calientes acariciando y apretando sus muslos suavemente.

—¿Debo suponer que me has extrañado? —preguntó en voz baja, acercó sus labios a los de Kai,  al ver las pestañas bajar para disfrutar del beso, frenó el acercamiento a un centímetro.

Kai le miró mal al notar la jugarreta, remojó sus labios, ansioso. Uruha sonrió en respuesta. Le gustaba bromear con el líder, crear esa sensación de proximidad para volverlo loco con anticipación; le gustaba ser testigo de lo maravillosa que era la mente y comprobar que el poder de la imaginación era más eficaz que ver pornografía; le gustaba sentir el calor que impregnaba la vena y que hacía que el músculose contrajera involuntariamente en esa parte de la ingle.

Y, sin embargo, disfrutaba besar a Kai tanto como para estar dispuesto a hacerlo las 24 horas del día, agarrándose a su cuerpo como si fuera su fuente de salvación. Le gustaba también esa sensación a hogar que respiraba cuando los brazos tibios del batero le envolvían.

—Sí… Tanto que me estaba volviendo loco —Kai era uno de esos hombres estúpidamente honestos por lo que no podía dudar de sus palabras. Se sobresaltó al sentir las manos ajenas escalando debajo de su camisa.

Kai tiró de él para acercarlo más, presionando su ingle en la parte inferior de su vientre. Sintió al batero endurecerse y, mirando atento cada una de sus reacciones, fue presionado con firmeza otra vez.

«Increíble» pensó Kai extasiado. Después de tantos años de relación, aún se elegían mutuamente. No ha pasado un día en que sus planes no incluyan al otro y aunque no lo dicen, para Uruha es lo mismo, está seguro. En el ámbito sexual no ha habido segundo que haya sido aburrido, es como si siempre estuvieran redescubriéndose. Aquella cintura delgada y esas caderas fuertes, tan resistentes como una montaña, son incluso más perfectas que la primera vez que pudo tocarlas.

Uruha resopló perdiendo el control, echando la cabeza hacia atrás, sus ojos perdidos en algún punto mítico del techo. Su cuerpo no era el de una mujer joven, hay músculos en todos lados, y sin embargo, Kai piensa que si estuviera en un desierto, no codiciaría tanto un poco de agua como en ese momento —en todo momento— anhela a ese sofisticado hombre de extraña personalidad. En alguna ocasión llegó a tener el pensamiento de que si pasaban más tiempo juntos, cuando fuera capaz de satisfacer esa hambre irracional por Uruha, su interés iba a disminuir. Sin embargo, había resultado ser todo lo contrario. Se tomaba más tiempo para observarle… Se detenía —como en ese instante—, hipnotizado, mirando sus movimientos y expresiones. Desde el inicio nunca fue solo admiración por las hermosas facciones, era más que eso. Kai aprendió cada día a escuchar el cuerpo del guitarrista, a entender sus intricados sentimientos, a descifrar sus miradas y respetar sus silencios.

Oh. «Estoy jodido»pensó. A Uruha le gustaba acercarse y luego huir y él creaba fantasías donde le empotraba sin misericordia, el erotismo de las preliminares le enajenaba, pero Uruha había hecho mucho más que enloquecerle durante el sexo.

—Tu corazón late muy fuerte, ¿en qué estás pensando?

—En ti… —confesó— mi cabeza está llena de ti.

Uruha guardó silencio por un segundo, mirándole como si estuviera considerando creerle o no. Sin previo aviso, se levantó de un salto y tomando a Kai de la mano, tironeó de él hasta la recámara.

—No puedo creer que dijeras algo como eso mientras estamos así —susurró en su oreja luego de obligarle a que tomara asiento en la cama y subirse sobre él con prisa.

Por alguna razón, Uruha se notaba más enardecido que siempre. Gracias a su maravillosa flexibilidad, envolvió totalmente sus piernas en la cintura de Kai, respirando agitado, relamió sus labios y echó la cabeza hacia atrás cuando Kai coló sus dedos en su zona más intima.

—¿No quieres que lo diga?

—Haz lo que quieras —y con él levantando las caderas, buscando mayor contacto con las falanges del batero, sus palabras cobraron mayor seriedad. Mordió sus labios, se sujetó de los hombros ajenos, se deslizó por iniciativa sobre aquellos dedos largos.

—Creo que el que está haciendo lo que quiere es otro —jadeó Kai, aunque no estaba para nada en contra de que Uruha llevara el control.

Hiciera o dejara de hacer, Uruha era perfecto. Ese hombre perfecto que quería día y noche.

Con su mano libre, Kai tocó castamente la comisura de los labios ajenos antes de probarlos  en un beso profundo y febril. Por un instante, Uruha se alejó de Kai para mirarle a los ojos, tratando de ver en ellos el reflejo de sus propios sentimientos.

Kai sonrió fugazmente. Los ojos miel de su amante parecían más oscuros de lo que eran, producto del creciente deseo. Estirándose, atrapó otra vez aquellos expresivos labios. Su lengua penetró en la boca caliente, ahogando los jadeos de ambos. Sus dos manos agarraban con fuerza las desnudas y elásticas nalgas del guitarrista.

Uruha suspiró cuando los labios del batero viajaron a su cuello. Ladeó la cabeza para dar más espacio al contacto y cerró los ojos, disfrutando del toque. En la neblina de placer que le obnubilaba, su instinto le ordenó llevar sus manos a desabotonar completamente su camisa, con la sensación de que no había piso debajo de él. Echó los hombros atrás, dejando que la tela se deslizara por sus brazos para luego ir por la ropa de Kai, con una sonrisa, mirándole a la cara.

Recordaba que años atrás no le gustaba su propio cuerpo, demasiado delgado para su gusto, con las clavículas salientes y los codos afilados, hombros encorvados y caderas anchas, ser la girl del grupo había sido totalmente una pesadilla. Aunque Ruki había intentado animarle diciéndole que al menos no era como una chica pequeña y fea, probablemente aludiéndose a sí mismo, Uruha no había podido abandonar sus complejos y los había escondido tras una máscara de indiferencia y a veces hasta de frialdad.

Fue necesario que alguien más le quisiera para quererse a sí mismo y ese fue Kai, quien acarició cada centímetro de su cuerpo, cubrió de besos cada célula de su piel, delineó su boca como si fuera lo más hermoso y cuando su pene promedio —para un japonés— fue capturado por primera vez por los labios expertos del baterista, aprendió lo que era el amor para sí y para otra persona. Por qué —aun cuando no lo habían dicho nunca—, Kai iba a tocarle con tanta ternura si no gustaba de él aunque sea un poco. Ahora no le incomodaba su desnudez y lo daba a conocer moviéndose sensualmente sobre Kai mientras buscaba quitarle un poco de ropa también, siendo consciente de que era devorado por esos ojos oscuros y hambrientos  que hizo que, de pronto, se le secara la boca.

—¿Soñando despierto? —Kai atrapó en sus labios una tetilla, pequeñita y rosada, acariciándola con su lengua. Sintiendo como hasta el más pequeño poro de su cuerpo respondía a la caricia, Uruha se sujetó del cabello de Kai y tiró de él, desesperado y atribulado por todo lo que sentía.

—No, solo viviendo —respondió, con las manos ahora en la pretina del pantalón del líder, deshaciéndose del cinturón y alzando su cuerpo para deslizar por abajo los ajustados jeans.

—Deberías levantarte, es más seguro —Kai dijo, aunque no parecía con ganas de que Uruha se alejara, le sostuvo para que el guitarrista no perdiera contacto con su cuerpo y pudiera encargarse con menos dificultad de sus jeans—. Creo que no funcionará…

Rió el batero, aunque por su expresión, parecía más bien una risita de frustración. Los pantalones en las rodillas no era para nada un sinónimo de comodidad al tener sexo, al menos para su gusto.

—¿Puedes moverte? —preguntó Uruha, admirando como siempre la morfología de su amante.

Kai tenía un cuerpo perfecto, simétrico, no había ni un poco de carne de más ni un exceso de musculatura; era un cuerpo ágil y resistente. Su vello púbico era oscuro, escaso; su sexo —de forma extraña, bello como todo Kai— era normal: no era grande pero lo equilibraba con un grosor considerable. Las venas se remarcaban en él de la misma manera que solían marcarse en los brazos del batero. Las ganas de agacharse y tomarlo en sus labios y degustarlo como al más exquisito platillo le hicieron cosquillas, sin embargo, parecía que Kai no quería esperar mucho, incluso cuando disfrutaba más que nadie de una felación.

Humedeciendo sus labios, restregó su pene erecto con el de Kai y la retorcida urgencia de tenerle dentro, frotando sus zonas más sensibles, sacándole palabras sin sentido, suspiros de placer y autentica satisfacción, se hizo presente. Kai movió la cabeza, no supo si estaba respondiendo a algo o solo estaba ofuscado por las mismas sensaciones que a él le embargaban hasta la raíz del pelo.

Kai deslizó sus manos por las caderas del guitarrista, feliz de escuchar el suspiro amortiguado, masajeó con sus dedos el esfínter ajeno, lentamente, estirando la sensible zona, parecía que había dejado de importarle más la posición de sus pantalones y sus bóxers.

—Lo siento —sonrió disculpándose—, realmente quiero…

Uruha se quedó embobado con la sonrisa casi pura del batero. Resultaba casi imposible de creer que siendo Kai una persona de terrible personalidad, pudiera tener una sonrisa tan angelical y que la usara justo en momentos así.

Con el deseo siendo insoportable, siendo plenamente consciente de su esfínter succionando las falanges de Kai, le besó.

—Yutaka, te estás tardando —dijo, susurrando en sus labios. Ahogó un jadeo al momento de que Kai sacaba sus dedos.

Kai tanteó, buscando lubricante y condones. Al rasgar el sobre y colocarse el preservativo con mucha prisa, Uruha pensó en la alta posibilidad de que lo hubiera roto. Poco le importó que fuera así.

—No quiero lastimarte —Siempre era lo mismo y aunque Uruha agradecía el cuidado con el que Kai le trataba, a veces estaba lo suficientemente caliente como para desear empalarse en seco.

Uruha apretó los labios y se aferró a los hombros de Kai. Lento, resoplando por el esfuerzo, fue deslizándose por el caliente pene hasta que sus nalgas chocaron con los testículos del batero.

—Tan bueno —chilló, echando la cabeza atrás, la manzana de Adán que sobresalía en su garganta, a Kai se le antojó seductora. Tomó aire y se animó a levantar las caderas para dejarlas resbalar nuevamente mientras Kai jugaba con sus pezones con la lengua. Le gustaba especialmente que nunca le causara dolor. A veces jugaban rudo, pero Kai conocía el límite entre el dolor y el placer y nunca llegó a hacerle daño.

Con la estimulación a su próstata y su pene siendo frotado en el abdomen de Kai, Uruha sollozó de placer, enterrando sus uñas en los hombros ajenos. Kai también empezó a moverse de manera constante y firme, soltando tanto gemidos roncos como agudos  que retumbaban en los oídos del guitarrista. Saber que él era quien provocaba esos sonidos hacía que en su estómago creciera un algo tibio que le inducía una extraña felicidad y ganas de sonreír, aunque de sus labios solo salían jadeos que no le eran posibles callar. Cada célula de su cuerpo, más sensibles que nunca, solo podían atinar a ordenarle sujetarse con más fuerza, anhelando una pronta liberación antes de que la neblina de placer le volviera loco. ¿Había sido el sexo así de bueno siempre?

—Estas semanas extrañé tanto esto —gimió—. Dios, te extrañe tanto a ti —su mano, caliente y sudorosa cubrió su pene, masajeándolo arriba y abajo, jugando con el glande al rojo vivo—. Tócame también…

Kai obedeció a aquella voz cargada de urgencia y necesidad. Uruha abrió la boca, apenas ahogando un grito que bien pudo escucharse en la mitad de Tokio. Cada vez que Kai embestida a su cuerpo, cada caricia que daba a su pene se sentía como si fuera fuego abrasando su piel, llamas consumiéndolo todo. Kai le tocaba por dentro y por fuera, iba a explotar.

—Dios, Kouyou —Kai estaba en la misma situación. Sus venas estaban palpitando, rogando por un pronto alivio. Uruha buscó su boca con desesperación, señal de que el orgasmo estaba cerca. Era curioso y excitante a la vez que Uruha no pudiera eyacular si no le besaba antes.

El esfínter contrayéndose alrededor de su pene y la humedad en su estómago por el semen expulsado por Uruha, hicieron que sus movimientos pre orgasmo se hicieran más rudos y cautelosos, dando profundas respiraciones, cerró los ojos al acurrucar la cara contra los hombros del guitarrista, que aún se sacudían por el éxtasis, llegó también al punto de no retorno.

Cuando los espasmos cesaron para los dos, dando un último beso a su amante, Uruha se levantó con cuidado para sacar el preservativo sin que se derramara. Demasiado era tener a Kai manchado con su semen como para que de sus muslos también escurriera esperma.

—La lavaré después —dijo, intentando limpiar el abdomen de Kai con su camisa, sin responder, Kai se echó atrás y luego le instó a que se  recostara a su lado. Mirando el insulso techo, Uruha se perdió en sus pensamientos por largo rato.

>>Respecto al tuiter —empezó con tono curioso— ¿crees que se pueda escribir: «hoy he tenido sexo maravilloso con el líder»?

Kai rió y, moviendo la cabeza de izquierda a derecha, preguntó divertido:

—¿Incluso durante el sexo estás pensando en el tuiter?

—No, mi cabeza está en blanco y si no, el único pensamiento que tengo es algo como «Yutaka es realmente bueno en esto; quiero más» —confesó sin pudor—. Pero de pronto me vino el pensamiento…

Kai se levantó, recogió la ropa y la apiló cerca de la cama. Buscó las toallitas húmedas en la mesa de noche y prosiguió a limpiarse. Regresó a la cama para asear también a Uruha, sin embargo, apenas se acercó, el guitarrista le tiró en la cama.

—Deberíamos tomar un baño juntos —propuso, besando el cuello de Uruha—, es bueno ahorrar agua.

—Hombre, personas preocupadas como tú necesita el planeta.

—¿No estás orgulloso de mí?

—Por supuesto —respondió con toda la seriedad que pudo reunir—. Pero la ducha que sea después, ahora estoy cansado.

Kai asintió, ronroneando al ser besado por Uruha. Kai consideraba que por muy mágico que fuese el sexo, sería algo incompleto si no eran capaces de mentir en los brazos desnudos del otro. No importaba si hablaban solo de un videojuego o discutían sobre algún programa de televisión, convivir era importante... eso debía ser parte de un tipo de ritual, al menos entre los dos.

El tema de esta vez Kai ya lo sabía. Por lo tanto, recostándose sobre su costado, encaró a Uruha. Estiró su mano para juntarla con la ajena, sonrió al ver la unión. El saber que le entendía como quizá ni el mismo Reita podría hacerlo jamás, le hacía notar que había un algo parecido a la felicidad en tan sencilla cosa.

—Te escucho.

Uruha tomó tiempo para pensar.

—Se trata de… verás, Taka, por ejemplo —pausó, sus ojos estaban clavados en las manos de ambos; eran su fetiche no secreto. Más de una vez se descubrió excitado mirando la musculatura de los antebrazos de Kai, las venas que sobresalían cuando golpeaba la batería era atrayente y eso no solo era para sus ojos sino para los fans también.

—¿Qué pasa con Takanori? —preguntó, viendo que Uruha no se animaba a hablar.

—Bueno, Ruki usa el tuiter para el trabajo —explicó, acariciando la mano del batero—; anuncia ahí los productos de Black Moral y lo hizo también con Vital Material, habla con los fans… Es interesante todo lo que puede hacer… Por cierto, ¿no crees que sería buena idea anunciar en tuiter tu cadena de restaurantes?

—No creo que sea necesario —respondió después de analizar lo dicho por el guitarrista—. Me gusta cuando las personas van allí a comer, nunca he pretendido que mi restaurante, que ni siquiera manejo yo, gane reconocimiento por ser yo el baterista the GazettE. Solo quiero que disfruten la comida.

—Supongo que tienes razón, ¿pero no crees que aumentaría el número de clientes?

—Sí, y también aumentaría el número de críticos.

—Aterrador. Me gusta mucho el lugar —Uruha sonrió, reviviendo el ambiente acogedor entre ellos. Recordó que antes de que Kai les contara que había adquirido su primer restaurante, él lo había descubierto y le había obligado a que le llevara a conocer, y cada vez que le antojaba tomar un café fuera de casa, iba a ese lugar llamando la atención de los comensales para la indignación de Kai.

—Es bueno… pero no voy a cambiar nada.

Buscó debajo de la cabecera de la cama su cajetilla de cigarros, pero viendo el disgusto en la cara de Uruha, desistió fumar por ese día. Se conformó con poner su mano en las caderas redondeadas y enrollar sus piernas con las de Uruha.

—Es extraño —dijo pensativo, tratando de deshacer el enredo de piernas sin dar una patada a  Kai—, creí que era Taka; pero si lo pienso, eres tú el más listo en nuestra banda. De alguna manera, tú logras pensar con éxito en lo que pasará a futuro. Ruki encontró la manera de desarrollar su propia marca pero tuvo problemas con eso; sin embargo, tú ganas más con una cadena de restaurantes, a la que no le haces publicidad, que en la música. También he estado pensando que Akira hace lo suyo diseñando accesorios, pero nosotros, los guitarristas, no hacemos nada. Bueno, Yuu está con Taujan y se ha vuelto a casar, pero yo…

—¿Qué te gustaría hacer? —Uruha frunció el ceño, pensativo. Él no había pensado nunca en algo así hasta que bajó de su nube y notó que todo el mundo hacía grandes cosas menos él.

—A decir verdad —Suspiró con impotencia—, no había considerado esa idea hasta ahora. No puedo hacer nada… ¿podría ser algo relacionado con la música?

Kai sonrió.

—Bueno, no suena mal, ¿pero algo más especifico?

—¿Qué tal una escuela de música? Pero es absurdo, en Tokio hay miles… —Se enderezó frustrado y viendo que Kai yacía sin movimiento, como ausente, frunció la boca y practicó una técnica de lucha libre, tirándose sobre él, le sacó el aire de los pulmones. Molesto, Kai giró dejándole abajo. Con el ceño fruncido y apresado como le tenía, Kai lucía aterrador. Uruha sonrió, aventándole un beso. Feliz por ver al batero luchando entre reírse o permanecer serio, preguntó—: ¿puedo abrir una escuela de música?

Recordando que estaban desnudos, Kai magulló las nalgas del guitarrista, y luego, como si no hubiese hecho nada, tomó una postura lánguida en la cama. Uruha le empujó con sus piernas con la intención de echarlo del colchón, desistió cuando Kai empezó a hablar:

—Si lo que quieres es un negocio, no creo que la escuela sea una buena idea. Eso es más como un hobby, Kouyou —Después de una pausa, luciendo una expresión parecida la que usaba en su papel de serio líder, prosiguió—: Ahora, que si a diferencia de Yuu, tú te casas con éxito, podrías abrir la escuela. Yendo a la compañía como todos los días, podrías desaparecer horas reviviendo tu luna de miel y en lo que reste de tu tiempo libre, enseñarías a los niños.  No suena nada mal, ¿cierto?

Uruha abrió mucho los ojos, ¿Kai hablaba en serio?

—Ni exitoso ni en divorcio, no quiero casarme —respondió con frialdad. Había una punzada de decepción en su pecho por las palabras de Kai. Uruha trató rápidamente de sacarlas de su memoria—. Por cierto, estoy de acuerdo: sería un pasatiempo… Tal vez deba buscar algo más rentable como un onsen o un love hotel, por ejemplo. He escuchado que ese tipo de negocios son muy buenos.

—Es verdad —Kai tanteó nuevamente el paquete de cigarros. Pero no queriendo incomodar a Uruha, se aguantó las ganas de fumar por segunda vez. Bostezó, cubriéndose la boca; después del sexo siempre le daba sueño—. ¿No es bueno? Ya tienes dos opciones. Apuesto que Takanori sería el primer cliente de tu onsen, las aguas termales, después de una gira o grabación, son el paraíso.

—Voy a pensarlo —tuvo que obligarse a sonreír, las palabras de Kai sobre casarse no querían abandonar su cabeza. Besando esa parte de la mejilla de Kai donde se formaba el hoyuelo, Uruha se levantó, buscando su ropa—. No tienes que resistir por mí, fuma un cilindro y luego ve a dormir.

—Quédate hoy —pidió, bostezando nuevamente. Uruha asintió, aunque estuvo bastante rato de pie, pensando. Cuando decidió regresar a la cama con los bóxers de Kai puestos, este ya se había quedado dormido.

Pensando en regresar a su departamento las cosas que por impulso había llevado a casa de Kai, también fue cayendo en brazos de Morfeo.

 

 

Había pasado el tiempo suficiente como para que la euforia por el tuiter de Reita, pasara. Uruha, al menos, había olvidado que dicha red social existía. Su cabeza estaba ocupada con otro tipo de lúgubres pensamientos.

Volviendo a casa después del ensayo, arrojó su bolso al sofá con tal mal tino que terminó en el suelo. Hizo una mueca de disgusto y se dirigió a la cocina. Tratando de no seguir dándole vueltas a lo mismo, puso la tetera en la estufa.

«Si te casas con éxito.» Esa frase se negaba a salir de su cabeza. Kai había dicho que a diferencia de Aoi, si él lograba un matrimonio exitoso, estaría bien. Pero Aoi acababa de anunciar su segundo divorcio. Evidentemente, el matrimonio no era algo que «estaba bien». Si Aoi que buscaba amor no había podido mantener el vínculo, para él que no tenía interés en buscar, las posibilidades de lograrlo eran menos cero. Aunque quizá lo más importante de todo era que él no tenía la necesidad de buscar porque hacía mucho que lo había encontrado. Al menos, él había pensado que era así; evidentemente Kai no compartía su punto de vista.

Sirviendo el té en una taza, se dirigió a su estudio para memorizar la tanda de canciones que irían en el nuevo álbum. Dejando a un lado la infusión, colocó la guitarra en su regazo y trató de concentrarse, rasgando profundas melodías.

Sus esfuerzos fueron en vano: las palabras de Kai estaban atrapadas en su cabeza. Dejó su guitarra y sorbió el relajante té de hierbas, reflexionando sobre el cómo Kai veía su relación en el futuro.

No había manera, siquiera la remota posibilidad, de que él consiguiera una esposa y tuviera hijos. Alguna vez, cuando joven, la idea pasó fugaz por su cabeza pero, conforme los años, se dio cuenta que eso no era posible por su incapacidad para convivir y por su recelo con su espacio personal. Porque de casarse le pasaría lo mismo que a Aoi y terminaría con un divorcio a cuestas. Sin embargo, con Kai las cosas funcionaban bien y había confiado en que así sería por mucho tiempo. Pero todo indicaba que en la realidad Kai no había abandonado nunca la idea de formar una familia. Cuando hablaba de sus sobrinos, sus ojos brillaban como pocas veces, era indudable que la idea de tener hijos le atraía. Tal vez si Kai había mencionado el asunto del matrimonio era porque ya había considerado hacerlo.  Quizás, reflexionó, Kai incluso ya había conocido a alguien.

Resultaba que esa relación había sido muy conveniente para Kai, agradable y no vinculante. Quizás por eso Kai nunca llevó un solo objeto personal a su casa y nunca le invitó a llevar algo a la de él; ni una muda de ropa, ni siquiera un cepillo de dientes de repuesto.

Dio otro sorbo a su té y sonrió involuntariamente, recordando el tiempo que pasó con el líder. Y quizás, como solían decir, no debía lamentarse porque su relación estuviera llegando a su fin, sino alegrarse porque pasó y había sido feliz mientras duró.

 

 

Reita paró en el marco de la puerta y volteó para preguntar por vigésima octava vez:

—¿Seguro que no quieres venir?

—Seguro. Además Yuu solo te invitó a ti.

—Bueno, sí —convino—, pero ya sabes lo que dicen: donde beben dos, pueden beber tres o cuatro. Podemos hablarle a Kai para que se nos una.

Uruha hizo una mueca.

—La resolución de su divorcio acaba de salir, no creo que Yuu quiera a un montón de personas a su lado. Ve tú…

Cambiando el peso de un pie a otro, Reita se animó a preguntar en tono culposo:

—Entonces, ¿está bien si solo yo voy? —al asentimiento de Uruha, Reita sonrió—. Gracias.

Despidiéndose efusivamente, salió dando grandes pasos. La última vez que Uruha había visto así de alegre a su amigo, había sido justo antes de que Aoi les anunciara su segundo matrimonio.

—Un simpático torbellino rubio casi me atropella —justo cuando cerraba la puerta, la voz de Kai se escuchó del otro lado—. Hola.

—Hey, ¿qué haces aquí? —Recuperándose de la impresión, le dejó pasar. Kai fue directamente a la cocina.

—Hace un tiempo que no vas a casa y te he notado cansado, así que… Bueno, soy la montaña y tú eres Mahoma.

Uruha se quedó en el marco de la puerta mirando a Kai guardando la despensa y checando la caducidad de los productos existentes.

—Gracias, pero no tienes que hacer esto.

Kai detuvo su tarea y le dirigió una mirada impenetrable. Dejó con brusquedad en la barra una lata de noodles.

—Eres mi guitarrista —repuso con voz metódica—. Tienes que estar sano o afectarás nuestro trabajo.

Al parecer Kai se había ofendido por rechazar sus amables cuidados, pero Uruha no podía pensar en disculparse cuando su ánimo tampoco estaba bien. De una manera extraña, la benevolencia de Kai llegaba a ser dolorosa. Si seguía siendo dependiente, ¿qué iba a hacer una vez que Kai le dejara? Seguro que no más que un hombre inútil; un hombre que no era capaz ni de cuidar de sí mismo.

Kai salió de la cocina, Uruha dudó entre seguirle o buscar una botella de alcohol. Optó por una cerveza, sin embargo, apenas dio el primer sorbo, las nauseas le invadieron. Lo que necesitaba no era embriagarse, lo que necesitaba era…

Tomó la lata de noodles, no recordaba cuándo la había comprado, pero había caducado meses atrás. Seguramente si Kai no inspeccionara cada tanto en su despensa, más de una vez él habría terminado en urgencias por intoxicación.

Tiró la cerveza en el fregadero y salió a buscar a Kai. Lo encontró leyendo una revista de música en la sala y, aunque se paró justo a su lado, Kai no dio indicio de enterarse de su presencia.

—¿Haces lo mismo en la casa de los otros miembros? Al menos en la de Aoi. Él también es tu guitarrista y de su salud también depende nuestro trabajo.

Kai bajó la revista y le miró como si hubiese dicho alguna tontería muy grande. No respondió, volvió su atención al boletín. Uruha se sentó a su lado, tal vez si hubiese estado menos concentrado en sus quimeras, se habría dado cuenta que Kai no hacía otra cosa que solo mirarlo a él.

—Tengo hambre —dijo después de varios minutos en silencio. Kai se levantó y se dirigió a la cocina. Luego de un rato, el olor de la comida recién preparada inundó su nariz.

—¿Vienes? —Kai llamó con agridulce ternura.

—Está bueno —dijo al dar el primer bocado. Kai asintió y levantó una taza y una cerveza dándole a escoger su bebida. Su garganta se cerró cuando Kai le dio la espalda para echar en la tetera las hierbas. Estaba siendo mimado por Kai como siempre, pero incluso con eso no podía dejar de estar resentido con él.

Objetivamente, podía entender. Simplemente no tenía derecho a culpar a Kai por su indiferencia o su egoísmo cuando él lo era aún más que nadie. Y menos podía reprocharle que buscara solo sexo, porque no era así. Kai era atento. Le tenía infinita paciencia y le cuidaba. No era un hombre romántico pero tampoco era necesario; Uruha era bastante grande como para anhelar entusiastas declaraciones de amor o apasionadas citas a la luz de la luna. Estaba perfectamente a gusto cuando Kai encontraba un poco de tiempo entre agotadores conciertos y ensayos, incluso cuando era en otros países. Era feliz caminando en Tokio o en una ciudad desconocida, con comida desconocida y comprando suvenir que con seguridad iba a olvidar en el último cajón de su closet.

¿Kai no tenía miedo de perder tan pacifica y feliz relación? Él estaba tan aterrado que sentía que sus rodillas temblaban. ¿Por qué había tanta diferencia entre ellos?

Levantó la mirada a Kai cuando éste le ofreció la humeante taza de té.

—Gracias.

¿Podía ser que la diferencia entre ellos era la inteligencia?

—Cuidado, está caliente —la advertencia, aunque a tiempo, no le sirvió de nada. Distraído como estaba, solo captó las palabras del batero una vez que su lengua ardiera.

Sí, no era muy inteligente, reconoció. A menudo era blanco de risas, incluso entre los fans que llegaban a llamarle «idiota» por distraerse o caer del escenario. No podía culparlos cuando recordaba que frente a las cámaras no había sido  capaz de escribir su nombre en kanjis.

Sí, tampoco era un gran aficionado a la lectura; sí, prefiera la televisión a los periódicos; sí, prefería la consola de videojuegos que salir a divertirse con su mejor amigo; pero era un excelente guitarrista y más sexy que cualquier mujer, maldita sea.

—Kouyou —parpadeó dos veces intentando despejar su cabeza de pensamientos innecesarios, hasta entonces notó que Kai le miraba muy de cerca—. ¿Quieres hablar conmigo?

—No; estoy cansado. Hablaremos luego —respondió. ¿Qué podía decir sin sonar como un tonto?

—Como gustes —Kai acarició su cabello, mirándole como si quisiera preguntarle todo tipo de cosas. Dio un golpecito en la nariz con el dedo índice y se alejó para empezar a limpiar la cocina. Contra su voluntad, los labios de Uruha se estiraron dibujando una sonrisa.

—Iré a recostarme —anunció. Se levantó  con mucho esfuerzo de la silla, hasta entonces notó que no tenía energía ni para llegar a su recámara, si por él fuera, caería dormido en ese lugar.

Respingó al sentir manos húmedas en su cintura y labios suaves besando su cuello y detrás de su oreja. Inhaló con profundidad el familiar olor de la nicotina y menta que Kai desprendía, sorprendido por lo sigiloso y rápido que Kai había sido para seguirle y abrazarle por la espalda. De pronto, los dulces besos en su cuello se detuvieron y Kai se distanció, al instante, la sensación de abandono anidó en su corazón.

—Debería irme… —Kai pronunció con tono de pregunta pero le miraba de manera que él pudiera optar entre despacharlo o aceptarlo en su casa. Sus manos se sintieron inoportunamente sudorosas. Recordó que mientras Kai había estado revisando la caducidad de los productos de su alacena, había deseado estar solo, sin embargo…

—No te vayas —Se atrevió a decir en voz alta. Kai levantó una ceja, mirándole reflexivo, quizá considerando la propuesta. Como Uruha se había tardado en hablar, Kai había ido por su abrigo y había empezado a abotonarlo—. Por favor…

—Pensé que no querías —no había indicios de reproche, Kai solo estaba constatando lo que había percibido. Uruha no conocía a nadie que dijera las cosas tal cual las pensaba, solo Kai tenía el hábito de llamar a las cosas por su nombre: al pan, pan y al vino, vino. No maquillaba las cosas para que sonaran bonito, no culpaba y tampoco pedía explicaciones, era un rasgo de su personalidad que amaba tanto como detestaba—. De cualquier manera estoy cansado —Kai interrumpió sus pensamientos, mirando a la puerta de la salida, añadió—: quiero dormir un poco.

—Duerme conmigo —en ese momento era lo único que le importaba—, prometo no molestar.

—¿Estás seguro?

—Sí —nunca en su vida había estado tan seguro de algo; no importaba que una hora atrás hubiese deseado que Kai se marchara.

Desvió por un momento la mirada y cuando volteó, Kai se dirigía a la salida con paso seguro. En lugar de lamentarse o llorar, sonrió y fue hasta el sofá, segundos después, el sonido de la puerta cerrándose llegó a sus oídos. Se talló los ojos, recordando la generosa cantidad de comida que Kai había llevado y otro tanto que había preparado, se animó mentalmente a levantarse e ir a guardar la comida para que no se echara a perder, sin embargo, no movió ni un músculo. No quería tener más exámenes de conciencia y menos quería recurrir a la autocompasión. No más pensamientos acerca de lo que era o nunca sería, solo quería entender por qué Kai había rechazado su petición y no se había siquiera despedido.

—Si te quedas dormido ahí, pescarás un resfriado —Kai se acercó, tendiéndole la mano—. Vamos a la cama.

Aún sorprendido por tenerlo ahí, Uruha enlazó sus dedos con los ajenos y se puso de pie, siguiendo a Kai a la habitación. Probablemente se estaba volviendo loco; no le importaba si era así. Sonriendo ampliamente, balanceó como un niño sus manos unidas.

>>Kouyou, ¿todo bien? —extrañado por el comportamiento del guitarrista, Kai le miró atento.

—Ahora sí —respondió con genuina honestidad al entrar a la recámara—. Escuché un portazo, pensé que te habías ido.

—Dejaste la puerta abierta, cerré —explicó, mirando los expresivos ojos marrones—. Tuvimos mucho trabajo durante el día y nos hemos visto poco últimamente, era imposible que pudiera negarme a estar contigo —dijo suavemente después de una pausa, casi como si pensara que si hablaba un decibel más arriba, fuera a hacerle daño—. ¿Qué pasa?

Uruha se encogió de hombros, incapaz de expresar lo que sentía. Kai pegó su frente a él, como si con eso pudiera entender lo que pasaba por su cabeza; Uruha se movió y pegó su nariz en la mejilla donde se formaba el hoyuelo. Posó sus labios ahí, dejando que la paz recuperada lo inundara todo. Aunque no entendía por qué esos brazos fuertes que tanto presumía a Reita, no estaban abrazándolo  de nuevo.

Como si Kai pudiera leer sus pensamientos, pasó una mano en la parte posterior del cuello y le atrajo suavemente; los labios del batero se pegaron a su frente con ternura sofocante que le oprimió el pecho y, sin embargo, no podía dejar de sonreír.

—No me trates como a un niño —rezongó. Los brazos del batero eran tan cómodos que sus ojos se cerraban contra su voluntad; Kai lo notó y con sumo cuidado, lo recostó en la cama, tomó una frazada y le cubrió hasta la cintura. Lo hacía con tal dedicación que, excepto por el exceso de manoseo, Kai parecía más una madre arropando a su hijo que un amante.

—Eh, ¿es que no lo eres? —Kai se alejó riendo cuando Uruha le aventó un golpe. Pensó que en lugar de que Uruha abriera una escuela de música, probablemente sería mejor que abriera un gimnasio de boxeo—. Tomaré una ducha; duerme, mi adorable Pacquiao.

—Te prometo, Yutaka —bostezó— que en cuanto despierte, Pacquiao va a noquearte.

Aún riendo por la simpática promesa, Kai se metió bajo el chorro de agua tibia de la regadera. Cuando descubrió que después de una ducha dormía mejor, se volvió casi un ritual para él. Sobre todo si tenía el placer de dormir con Uruha, nada era mejor que dormir limpio y perfumado teniendo al lado al enigmático guitarrista. Al salir del baño, con los músculos totalmente relajados, Uruha ya estaba durmiendo. Después de programar el despertador y de secar adecuadamente su cabello, se hizo espacio en la cama y, tan pronto el colchón se hundió bajo su peso, Uruha se dio la vuelta resbalando una mano por su cintura. Kai sonrió, él prefería dormir abrazando por la espalda al guitarrista, porque, aunque no había peligro alguno, si existía una sensación agradable de estarlo protegiendo. Se acomodó mejor y dejó escapar un suspiro de tranquilidad; en las últimas semanas Uruha había estado portándose extraño y más ausente de lo normal, pero ahora, durmiendo frente a frente, podía sentir que nada podía ir mal.

Su expectativa para despertar por la mañana era apagar la alarma para que Uruha continuara descansando, disfrutar del  sereno rostro durmiente y, con suerte, aprovechar la energía de la mañana y tener una ronda de buen sexo matutino, sin duda un maravilloso despertar; sin embargo, fue un golpe en medio de las costillas y el frío lo que lo obligó a abrir los ojos. Eran pocas las veces que Uruha se movía al dormir como para quitarle las sábanas y acomodarle un golpe o dos, infortunadamente, esa había sido una de esas noches.

Tallándose los ojos, volvió su mirada al despertador, aún quedaban veinte minutos para que sonara. No tenía muchas ganas de levantarse, por lo que en un arranque de niño mimado, quitó las sábanas a Uruha y se cubrió hasta la cabeza.

 

Boca caliente y húmeda explorando el contorno de su piel, besos cortos y largas succiones presionándolo con los labios. Kai despertó en el momento en que Uruha lo tragó de tal forma profunda que el glande tocó la perilla de su garganta.

—Buenos días —no sabía en qué momento se había dormido de nuevo, pero tal cómo Uruha lo decía, ese sería más que buen día. No siempre se tenía el lujo de despertar y encontrarse al guitarrista de the GazettE haciéndole una felación de infarto.

Abrió enorme los ojos al notar que Uruha además de que su lengua recorría cada milímetro de su pene, delineando las venas hinchadas y jugando con la piel sedosa del glande, con el mismo afán se masturbaba.

—Puedo ayudarte con eso —la voz le tembló por la excitación—. Oye, oye, espera…

La visión de Uruha masturbándose mientras le tragaba por completo fue más que suficiente para correrse en una oleada de placer, tan abrumadora, tan intensa que su cuerpo convulsionó contra el colchón.

—Me encantaría que me echaras una mano —Uruha respondió, frunciendo el ceño también al borde del orgasmo— pero en una hora tenemos reunión… ¡Oh, dios!

—Superadas las expectativas —bromeó Kai, respirando agitado, buscó algo con qué limpiar su semen de la cara de Uruha.

—Gracias por la comida —recuperándose también de la explosión, Uruha rió, dejándose asear—. Ahora fuera de mi cama o no querré salir de acá y el manager nos va a moler a palos.

 

—No me quiero ir —Uruha rodó los ojos y, entregándole el abrigo que Kai había dejado tirado en la habitación, lo empujó a la salida—. ¿Y si me reporto enfermo?

—¿Quién es el niño ahora? —Kai sonrió al ver el entrecejo fruncido del guitarrista. Aunque, literal, le estaba echando de su casa, Uruha estaba luchando fieramente por no reír también. Se sostuvo con ambas manos en el marco de la puerta haciendo el esfuerzo de Uruha por echarle, más difícil—. ¡Yutaka!

Precioso. Absolutamente perfecto, todo él. Desde la raíz de su cabello hasta la planta del pie. Kai se obligó a sí mismo a mantener la calma y evitar arrancarle ahí mismo el alma a besos a Uruha.

«Mío.» Ese pensamiento era recurrente cuando pensaba en él. Kai ensanchó su sonrisa tratando de esconder el oscuro deseo de su corazón. Era aterrador, lo sabía, lo siente, pero es así como es.

Todos esos años que ha pasado con Uruha trató de no mostrar esa parte de su personalidad, aunque cada día resultó más difícil. Nunca lo presionó, no exigió ni ofreció devoción. Kai siempre mantuvo la distancia necesaria para que Uruha se sintiese libre e independiente; pero ahora carecía de fuerzas para continuar así.

Tampoco es que lo quisiera bajo su pulgar, solo no quería que hubiera un frío «tu casa y mi casa», quería algo compartido, sentir la seguridad de que cuando despertara Uruha no iba a desaparecer, que estaría ahí.

Pero su sueño era solo eso, una preciosa ilusión. Uruha era amante de su libertad y su espacio y no parecía tener la intención de compartirlo más que por ratos; por lo tanto, tenía que seguir en silencio y mantener a raya todo lo que sentía por ese hombre.

—Tus fans llorarían si se enteran que eres un caprichoso que no quiere ir al trabajo, ¿sabes?

—No hace daño lo que no se sabe —Kai respondió con una encantadora sonrisa; Uruha tuvo ganas de darle el derechazo prometido la noche pasada. Viendo Kai que era bastante tarde y su agenda estaba llena como para volverlo loco, le besó a modo de despedida—. Nos vemos en la noche.

Uruha le hizo una mueca y le despidió fríamente con la mano, aunque al cerrar la puerta y regresar a su habitación para arreglarse,  le fue imposible borrar la sonrisa que le había quedado.

¿No era eso acaso lo que llamaban felicidad?

 

 

—Dime, Yutaka, ¿soy idiota?

Kai tiró lejos su teléfono luego de responder los mensajes de la directora de la PSC y miró al despeinado guitarrista frente a él en la mesa.  Uruha picaba distraído en cubos muy pequeños un melón chino; se llevó un poco de fruta a la boca e hizo una mueca de desagrado.

—¿De qué hablas? —pensó un momento pero no podía dar una respuesta adecuada si no sabía lo que pasaba por la cabeza del guitarrista.

Uruha alejó la tabla de picar con el melón y se apoderó de su taza de té; sorbió y asintió dando el visto bueno. Luego, dejó cuidadosamente la porcelana en la mesa y levantó las cejas, disconforme con la respuesta de Kai.

—Responde.

—No, no eres idiota. ¿Por qué preguntas algo así?

—¿Estás seguro?

Kai resopló y soltó una fuerte carcajada pero calló al instante al ver que lo que a él le resultaba divertido, ofendía a Uruha.

—Estoy absolutamente seguro, Kouyou —respondió en voz baja, incapaz de entender por qué a Uruha le preocupaba algo como eso.

—Tal vez no lo recuerdes, pero incluso he fallado en escribir mi propio nombre.

Kai agradeció que Uruha bajara la mirada y tratara de hacer alguna figura de origami haciendo torpes dobleces en una servilleta, porque de estar atento, iba a enojarse en verdad si le veía sonriendo. Aunque no creía tener culpa alguna, no todos los días podía ver tan lindas expresiones avergonzadas en el rostro de Uruha.

—Recuerdo que no pude leer un libro de kanjis que un niño de primaria si podía —dijo, alzándose de hombros—. No todo el mundo tiene las mismas habilidades… Lo que quiero saber es, ¿cuál es el punto de esta conversación?

—¡Estás tomando clases de inglés! —Uruha le señaló con el dedo índice y le tomó tiempo darse cuenta que sonaba como una acusación.

Pero le resultaba increíble que Kai encontrara tiempo para hacer cosas importantes: iba al gimnasio, administraba una cadena de restaurantes, dirigía la banda y ahora estaba aprendiendo un nuevo idioma. Y si comparaba, comprar y vaciar su despensa de sake, los videojuegos, leer mangas y ver películas no era para nada impresionante. No valía la pena poner sobre la mesa las facultades mentales de cada uno, eso era más que obvio.

—Kouyou —había dejado que Uruha arreglara sus dudas e inseguridades a su manera, porque además, a Uruha no le gustaba que nadie se entrometiera en su vida, ni siquiera Reita. Pero, diferente a lo que había pensado al principio, después de un tiempo no había mejora alguna. Se levantó y fue a su lado, separó la silla de la mesa con Uruha aún sentado y se puso de cuclillas frente a él; buscó la mirada marrón, las manos sobre las rodillas del guitarrista y preguntó, preocupado—: ¿qué te está pasando?

Se encogió de hombros. Uruha no podía responder a esa pregunta porque él mismo no acababa de entender lo que ocurría con él. No podía decir que estaba molesto con el tema de su relación con el líder. No sabía cómo explicar que el hecho de que Reita se hiciera una cuenta en tuiter le hacía sentir que se estaba quedando atrás. Y que, aun si las cosas actualmente pintaban de maravilla, a veces pensaba en la invitación de Kai a formar un matrimonio exitoso y que claramente no lo haría, pero no podía asegurar lo mismo de Kai. Y tocando ese punto, evidentemente, no todo estaba bien como parecía.

Incluso en ese momento, ese pensamiento estropeó su —casi— buen humor. Con fingida calma, empujó a Kai y se levantó de la mesa empezando a recoger los platos. Consideró el tirar  el melón a la basura, decidiéndose por guardarlo en la nevera para una ensalada de fruta más tarde. Trató de no mirar al líder y rogó porque esta fuera una de esas veces en que Kai se alejara y no tratara de indagar; sin embargo, Kai le sujetó una mano y le hizo enfrentarlo, a riesgo de que la loza se le cayera, Uruha se soltó del agarre de un tirón. Desvió la mirada del batero al ver sus amigables y preocupados rasgos pidiendo entender qué pasaba con él.

Evidentemente, no iba a obtener respuestas de Uruha; Kai decidió resolver el problema a su manera. Le quitó la loza de las manos, dejándola en la mesa nuevamente, y giró a Uruha. Sujetando su rostro para que no le rehuyera; cariñoso, le besó las mejillas y los labios, esperando alguna reacción para seguir actuando y la tuvo: la rigidez de Uruha desapareció, y pegó su frente al hombro ajeno. Cuando Kai intentó abrazarlo, Uruha se lo impidió, tan solo quería permanecer así, con la sensación de que había un hombro en el cual apoyarse.

—Cuando quieras hablar, voy a escucharte —Uruha asintió, sus lúgubres pensamientos sucumbieron a las palabras comprensivas de Kai—. Si quieres hacer grandes cosas fuera de la banda o prefieres dormir… no importa lo que decidas, siempre voy a apoyarte.

El teléfono vibró en la mesa rompiendo el buen ambiente, Uruha se enderezó e instó a Kai a que apagara la alarma.

—Llegarás tarde —dijo y dio un beso corto, luego giró para recoger nuevamente los platos y retirarse a la cocina.

 

 

Noche fría, sin luna y estrellas, melancolía en el aire. Recorrió con la vista el lugar pobremente decorado; aunque la casa de Kai era enorme, el jardín era más bien pequeño, por lo que quizá no era tan mala idea la de Ruki de tener una azotea verde.

—Hice café, ¿bajas?

—Ahora voy —Kai se acercó al guitarrista al verle aquella expresión taciturna otra vez. Quizá era solo cansancio por el rodaje del nuevo pv, quizá solo estaba así por su cercano cumpleaños: la crisis de mediana edad. Sonrió—. ¿Qué?

—Te imaginé con el doble de edad, con tu cabello blanco y arrugas —cerró los ojos, guardando aquella imagen—; me pregunto si cuando eso pase, decidirás apoyarte en un bastón o… —su sonrisa se ensanchó—, estaré igual de viejo que tú, y aun así me gustaría que te apoyaras en mí.

Uruha elevó la mirada al cielo, allí donde las nubes se acumulaban, grandes y espesas, según la meteoróloga de la que Aoi era fan, esa noche habría tormenta… En su corazón había paz.

—Tendremos tiempo libre antes del lanzamiento del álbum, me gustaría hacer un montón de cosas: alpinismo, ¿te gusta? Siempre he querido intentarlo, luego acampar; ir a la playa de noche, hacer una fogata, contar historias… Me pregunto si todas esas cosas que quiero, las podré hacer contigo a mi lado.

Uruha sorbió por la nariz, excesivamente nervioso. Su problema en la vida era que siempre pensaba de más y un pequeño dilema lo hacía gigante. Quizá estaba malentendiendo a Kai, quizás sus palabras no tenían ese significado, quizá Kai no estaba proponiéndole vivir y envejecer juntos. Kai se limpió las manos en su pantalón, sudaba ansioso como pocas veces. En ese punto, Uruha entendió perfectamente lo que estaba pasando.

—Tu camisa favorita la manché al lavarla —confesó—, es posible que si me dejas esa tarea, te quedes sin ropa.

—Bueno, me gusta dormir desnudo…

—Idiota —respondió, dándole un golpecito en el hombro, aunque el afecto colándose en sus palabras fue más que evidente—. Entonces, ¿una fogata?

—Siento cierta atracción por el fuego, incluso tengo ganas de hacer una justo aquí.

—¿Una fogata en la azotea? La lluvia la apagará.

Kai miró el cielo y negó con la cabeza.

—Nunca va a extinguirse, Kouyou —la forma en que lo dijo no dejaba espacio a dudas, Kai podía decir que su fogata no se apagaría ni con un tsunami e iba a creerle. Uruha cerró los ojos y respiró su respuesta sobre los labios ajenos.

—Nunca —ratificó.

 

 

Apagó la computadora luego de terminar su trabajo; estiró los brazos y masajeó su cuello, era buena hora para salir a distraerse.

—Vamos, vístete —Kai se asomó a su estudio y le llamó entusiasmado. Sus ojos brillaban de manera espeluznante… El baterista regresó a la sala haciendo varias llamadas, cuando el escalofrío producto de la desconfianza pasó; Uruha fue detrás de él.

—¿No vas a ir a tus clases de inglés?

—No están dando resultado —sonrió avergonzado. Cuando creía que estaba entendiendo, se daba cuenta que solo estaba lleno de más y más dudas y su cabeza empezaba a doler—. ¿Por qué no lo intentas? Quizás te vaya mejor que a mí.

Aunque lo había estado considerando, tomar clases justo con la profesora de Kai, le ponía excesivamente nervioso y prefería la idea de quedarse en casa a leer el nuevo tomo de One Piece que Reita le había prestado.

>>No digo que te decidas justo ahora —continuó Kai—, solo que vayas y pruebes, ¿qué dices?

—No, bueno, sí... Es una gran idea, pero…

—Descuida, ya le avisé que llevaría a alguien.

Y agradecía las buenas intenciones del baterista pero, ¿¡por qué la profesora de Kai tenía que ser la señora Tanabe!? Uruha colapsó mentalmente al darse cuenta que desde que Kai había comprado su propia casa, mudándose de la de su madre, iba a encontrarse por primera vez con ella por un asunto que no estaba relacionado con la banda.

Esa reunión podía llegar a ser determinante en su relación con Kai. Tragando grueso, se apresuró a vestirse.

 

 

Irritado, arrojó el teléfono en la guantera y apretó el volante hasta que sus dedos se volvieron blancos. Kai le había escrito, justo cuando estaba a un par de cuadras del gimnasio, que había quedado con Ruki por lo que no era necesario que fuera a buscarlo. En cuanto lo viera, lo estrangularía hasta la muerte.

—¿Qué tanto tendrá que hablar con Takanori?

Dos días atrás, apenas terminó una reunión, de donde, por cierto, había salido insatisfecho y muy malhumorado, Kai se había ido con Ruki. Al principio había pensado que estaba preparándole una sorpresa por su cumpleaños, pero por lo poco que había alcanzado a escuchar, no se trataba de eso.

Suspiró, apagó el motor del auto y salió tambaleándose del estacionamiento subterráneo de su departamento. Justo después de abrir la puerta, corrió a tirarse en un sofá. Presionó sus dedos sobre sus párpados y masajeó el puente de la nariz. Ese había sido un día especialmente agotador; lo había empezado con dolor de cabeza, así que habría agradecido mucho que si Kai iba a irse con Ruki, le hubiese avisado a tiempo.

Uruha saltó al sonido del teléfono, se estiró para descolgar la bocina y la acercó a su oído.

—Ven.

—Yutaka, por dios, acabo de llegar.

—Pero necesito que vengas a casa, es urgente.

Se levantó con mucho esfuerzo. Más le valía a Kai que verdaderamente se tratara de una urgencia o iba a ahogarle en la tina de baño.

 

—A ese hombre, no tengo idea de cómo lo aguantas, creo que soy fan tuyo —Ruki le abrió la puerta y se despidió de él con esas palabras.

Uruha cerró y se acercó al batero.

—¿Cuál es la urgencia? Dime que compraste un alien o que sabes la fórmula para clonar y podré tener un Uruha 2 o te arrojo por la ventana.

—¿Sabes qué es instagram? —preguntó, sin dejar de cliquear en el teléfono móvil, ignorando por completo la amenaza—. Dos Uruha, eh.

—Es esa aplicación donde subes fotos de comida o tus gatos, ¿no? —obvió el tono desagradable de Kai al imaginar su, probable, harem de Uruha´s.

Kai rió asintiendo y palmeó a su lado para que tomara asiento. Uruha lo obligó a sentarse en la esquina del sofá para tener más espacio donde recostarse.

—Como no tengo gato, ¿está bien si subo fotos tuyas? —Uruha acomodó su cabeza en el regazo del batero y tomó el teléfono que este le tendía—. Hice una cuenta, Ruki me ayudó a entenderle a esto.

—¿Y en tu primera publicación tenías que subir una foto de tus zapatos? ¿No se te ocurrió algo mejor? Espera, déjame adivinar, fue idea de Takanori.

—Sí, no se me ocurría nada —aceptó avergonzado—, pero son un regalo tuyo, así que está bien.

Uruha alzó la mano y pegó en la barbilla de Kai, este atrapó su mano y besó sus nudillos. No lo iba a decir nunca, pero era muy probable que su dolor de cabeza y su mal humor no se debieran al exceso de trabajo; sino a que no había podido estar con Kai en los últimos días. Ahora que estaban juntos, su malestar fue disminuyendo hasta desaparecer. Sonrió al reconocer para sí mismo que Kai era una efectiva cura; si estaba con él, sentía que no necesitaba nada más, estaba completo; estaba en paz.

—¿Y por qué decidiste hacerte una cuenta?

—Porque no creo ser compatible con el tuiter —peinó distraído los cabellos de Uruha pensando en cómo explicar su verdadero motivo para entrar en la euforia de las redes sociales—. Me pareció que estabas muy interesado en esto, pero no tenías la confianza para hacerlo. Te dije que iba a apoyarte en todo, lo estoy haciendo.

—Gracias…

Había un montón de cosas que quería decir, pero todo lo resumió en una sola y honesta palabra. Uruha sabía que a Kai no le gustaba hablar de sí mismo pero iba a hacerlo a su manera en consideración a él y por ello y por la felicidad que le daba, solo podía estar profundamente agradecido. Quizá en el próximo álbum su composición sería una balada. Algo suave y dulce, como un algodón de azúcar, quería que todo el mundo cuando escuchara a the GazettE quedara tan empalagado y feliz como lo era él.

—¿Te harás una cuenta? —Uruha se alzó de hombros. Sabía que en Japón después de Ruki, era el más popular e igualmente con los fan extranjeros. Se preguntaba si no iba a perder fans al mostrarse tal como era.  No quería dar una mala imagen, porque temía confirmar lo que Aoi había dicho «los fans no perdonan».

—Aún lo pensaré.

—Significa que por el momento eres solo mío.

—¿Y tú mío?

—Siempre…

Levantó sus brazos al batero exigiendo un abrazo y, riendo, Kai obedeció, adicionando una exquisita caricia a sus labios. Uruha buscó la mano del batero, entrelazando sus falanges. Él más que nadie tenía miedo a morir y no quería hacerlo sin dejar testimonio de sus sentimientos. Su cerebro implosionó dando a sus neuronas la orden de poner en palabras lo que sentía:

—Te quiero… Te quiero tanto, Yutaka.

El batero se enderezó bruscamente al escucharlo, boqueó varias veces y al verse incapaz de pronunciar algo, cubrió su rostro con su mano libre. Uruha rió, más producto de los nervios que de la actitud infantil de Kai. Ya podía ir a presumir a los demás miembros de la banda que había logrado la impresionante hazaña de avergonzar al líder y además, dejarlo sin palabras.

—¡Vuelve a decirlo! —exclamó de pronto, cliqueando en el teléfono. No había que ser un genio para saber que Kai lo pensaba grabar—. Estoy listo, dilo otra vez.

—Como si fuera a hacerlo —se burló, arrebatándole el teléfono y cerrando la aplicación. Kai nuevamente volvió a cubrir su rostro, esta vez con ambas manos.

—Dios, Kouyou, si tú supieras… Esta casa es… —calló al darse cuenta del significado de sincerarse.

—¿Qué casa?

—Esta —sonriendo ampliamente, confesó—: Si es tan amplia fue porque la compré pensando en ti, en nosotros.

—Oh —Uruha se enderezó para ver con atención todo lo que había alrededor. Siempre le llamó la atención que Kai comprara una casa tan amplia para él solo, pensaba que era para el momento en que formara una familia y, al parecer, para eso había sido, pero no se trataba de ninguna mujer. Sonrió al darse cuenta que todo ese tiempo, Kai había estado pensando en él, inseguro, temeroso, enamorado—. ¿Realmente…?

Realmente tontos los dos.

—Sí, al principio pensaba comprar un departamento, pero opté por una casa. Resultó un poco más grande de lo que consideré, pero como odias que te interrumpan mientras compones, es perfecto. Pensé que en las habitaciones vacías podías instalar tu estudio, está lejos del mío y las paredes son gruesas, el sonido de la batería no te molestará.

—¿De verdad pensaste en todo eso? ¿Por qué?

—¿No es obvio? —Kai tomó aire y lo fue expulsando lentamente—. Me gustan tus ojos, esa manera tan fría en la que pareces mirar, pero la calidez que escondes detrás; me encantan tus manos y esa habilidad para componer que incluso Ruki envidia;  amo tu cuerpo y la confianza que tienes para entregarte a mí; amo todo de ti; quiero compartir todo contigo —con un suspiro, resumió—. No soy del tipo que derrocha dinero en banalidades, lo pensé mucho antes de hacerlo. ¿Qué piensas?

—Creo que sería extraño vivir en un lugar que no me ha costado nada —Kai bajó la mirada, apenado. Había pensado que ese iba a ser un inconveniente para Uruha, pero también había esperado que el orgullo no significara mucho en tal situación—, así que… —continuó, sus ojos brillaban con la esperanza de un futuro feliz, incluso más que su presente—, cuando llegue el día que tengamos que dejar la banda y queramos pasar nuestros últimos años en paz, lejos del escenario y la bulliciosa ciudad, será mi turno de adquirir un lugar para los dos.

—Acepto —Kai sonrió. Si lo hubiese planeado no habría resultado tan bien, sin duda, la paciencia era su mejor aliada.

—¿Sabes? La primera vez que Aoi se casó estaba celoso de él. Había encontrado a alguien con quien compartiría su vida, tristezas y alegrías, pero su matrimonio apenas duró unos meses, lo mismo que el segundo. Estaba avergonzado de mí, pensaba que mi envidia había provocado todo eso. ¿Crees que sea oportuno disculparme?

—No lo sé —la decisión caía por completo en Uruha, sin embargo, si estaba dentro de sus posibilidades, iba a hacer lo necesario para confortarlo—. Quizá era necesario que Aoi pasara por todo eso, tal vez es que está destinado a compartir su vida con otra persona.

—Oh, ¿él? —Uruha rió alegre al hacer un recuento de lo ocurrido en las últimas semanas—. Ha estado todo muy animado, ¿no?

Tal vez se debía a su descubierto optimismo, pero a Uruha le pareció que a su alrededor, todo llevaba el rumbo y ritmo adecuado, como un puzzle, al final, reuniendo las piezas de toda una vida, verían el resultado del esfuerzo y la paciencia.

>>Entonces —tentó, con una sonrisa de fiesta—, ¿te gusta mi cuerpo?

Abrió los brazos, indulgente, ansioso, Kai no rechazó la dulce oferta. Sobre él, dentro de él, Kai se deshizo. Si alguna duda le quedaba a Uruha, se esfumó al instante.

 

 

—¿Con mis padres? —Uruha soltó la caja y giró a ver a Kai, blanco como un fantasma.

—Se le metió la idea en la cabeza después de aquella clase de inglés a la que fuiste. En realidad es idea de mi abuela —explicó, riendo al recordar a la entusiasta mujer. Su avanzada edad no era ningún impedimento para su espíritu joven. Kai pensaba que si un día amanecía con la idea de escalar el Everest, sin duda ella iba a hacerlo—. Ah, está bien… le diré que no.

Pese a su promesa, tanto Uruha como Kai sabían que para ese momento, la señora ya debía contar con la dirección, teléfono y hasta el árbol genealógico de la familia Takashima, por lo que darle una negativa era solo retrasar lo inminente, era casi seguro que dentro de poco serían convocados para una reunión de ambas familias.

—Francamente —Uruha suspiró al ver todas las cajas que le faltaba por acomodar. El único punto malo que veía en llevar sus cosas a casa de Kai era la mudanza—, envidio su energía.

—Todos lo hacemos —aseguró—. ¿Quieres que te prepare el baño?

—Por favor —rogó. Estaba muerto de cansancio y eso sin haber mudado su estudio, sino apenas los instrumentos básicos para trabajar.

Rato después, Uruha se sumergió en el agua tibia con olor a sándalo y cerró los ojos, disfrutando la buena vida.

—¿Trajiste tu ropa?

—No —detuvo a Kai antes de que saliera a buscar prendas para vestirse—, esperaba que tú me cubrieras… con tu cuerpo.

—Excelente idea —Uruha rió por lo fácil que resultó convencer a Kai—. ¿Cómo está la temperatura del agua?

—Perfecta —«casi como tú, casi». Uruha abrió los ojos—. Yutaka, dime, ¿puedo asumir que me he casado con éxito?

Kai se sentó en el borde de la bañera, la fascinación y el cariño que le profesaba no podía ocultarse en su mirada. Sonriendo, finalmente, asintió.

Podemos decirlo —esta vez no tuvo que pensar la respuesta correcta—. ¿Por qué?

Uruha dulcificó su expresión lo más que pudo y preguntó:

—¿Puedo entonces poner mi escuela de música?

Y empezamos otra vez.

Notas finales:

Se ha creado en facebook un grupo por el harem de Kai, tenemos galletitas, porno y bigotes de ranejo, si usté está interesado, unirse aquí

Gracias, totales (_ _)/


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