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Mientras duermen por yiya

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Notas del capitulo:

Antes que nada gracias por leer. es el primer fic que me animo a escribir tanto de sekaiichi como de junjou, por eso pido perdón de ante mano por cualquier cambio que haga en sus personajes favoritos, todo es en pos de la historia. Sin más, por favor pasen y lean!

Lo conocí en mi primer año de la universidad. Desde el instante en que nuestras miradas se cruzaron el aire escapó de mis pulmones, sentí las tan afamadas mariposas en la panza, el mundo temblando a mis pies, mientras percibía como en cámara lenta su cabello bailaba con el viento y todo a su alrededor resplandecía.
Y me sonrió, ¿era a mí? Giré la cabeza hacia ambos lados para cerciorarme de que efectivamente, él me estaba sonriendo a mí, con nerviosismo correspondí a su gesto, devolviéndole una sonrisa. Al parecer eso le dio la oportunidad para acercarse, por lo que antes de darme cuenta ya se encontraba a pocos centímetros de mi rostro observándome con un extraño brillo en sus ojos que estremeció todo mi ser.
-¡Hola! Mi nombre es Haitani Shin y estoy en tercer año de la facultad de Literatura y ¿tú eres...?
-S-soy Onodera R-ritsu, primer año de Literatura también, mucho gusto Haitani-Senpai.
-Jaja los formalismos no son necesarios puedes decirme sólo Haitani, o Shin si prefieres, a cambio yo te llamaré Ritsu, ¿puedo?
-C-claro Haitani-sen… no digo Haitani- No podía hablar con claridad, rayos no podía ni siquiera pensar con claridad, su cercanía me inquietaba, mi pecho dolía por lo frenético del ritmo de mis latidos, temía que los escuchase, que lo notara, que se diera cuenta de todo lo que provocaba en mí con sólo mirarme, con sólo hablarme.
-¿Sabes Ritsu? Ahora mismo me dirigía a la cafetería a comprar algo para almorzar, ¿quieres comer conmigo? Seamos amigos, ¿ok?
-¡Sí! ¡Por favor cuida de mí!- exclamé con mucha vergüenza, sentía mi cara arder debía estar pasando por toda la gama de rojizos, pero no podía evitar sentirme feliz por ser capaz de pasar más tiempo con él.
-Claro que lo haré- me dijo con una tierna sonrisa, mientras pasaba sus brazos sobre mis hombros y nos dirigía hacia la cafetería del campus- pero ya te dije deja las formalidades y vamos apresurémonos que ya tengo hambre.
Charlamos un buen rato de muchas cosas, me preguntaba cómo me estaba yendo en mi primer año, si la universidad era lo que yo esperaba, si había alguna materia que se me complicara, hasta se ofreció a ayudarme a estudiar en caso de que no entendiera algo, fue extremadamente ameno, todo el tiempo me habló de manera amable, me regalaba unas hermosas sonrisas, yo no podía más que admirar su apuesto rostro mientras trataba de disipar inútilmente el calor de mis mejillas.
Aproveché la oportunidad para observarlo de cerca. Su cabello escarlata algo corto, con un flequillo que caía despreocupadamente sobre sus ojos. Ojos penetrantes, una mirada roja como el más bello ocaso, rasgos varoniles, labios finos y seguros de cada palabra que salía de ellos. Torso definido y bien formado. Vestía una ajustada polera color negro y encima un saco rojo, pantalones de mezclilla y zapatos negros. Era bastante alto, me llevaba casi dos cabezas de diferencia, de acuerdo tal vez yo sea un poco bajo para mi edad pero aun así.
Desgraciadamente el timbre sonó y ambos teníamos que asistir a nuestras próximas clases. Al parecer un asomo de desilusión se mostró en mi rostro porque Haitani tomando mi mano por sobre la mesa me sonrió diciendo- No te preocupes, nos volveremos a ver, eso tenlo por seguro.
Se levantó y con un simple saludo salió apresurado dirigiéndose hacia un grupo de chicos que al parecer eran sus amigos y quizás también compañeros de curso ya que lo apuraban para ir a la siguiente clase.
Me costó levantarme de la silla, mis piernas temblaban por el reciente contacto de sus grandes y firmes manos tomando la mía, el carmín no abandonaba mi rostro y mis latidos aturdían mis oídos.
Luego de ese día nos encontrábamos regularmente, a veces almorzábamos juntos, otras estudiábamos en la biblioteca. Estuvimos así casi una semana, hasta que él me pidió mi número de celular y a partir de ahí nos mensajeábamos seguido.
De pronto mi vida aburrida de estudiante de primer año cambió radicalmente. El me invitaba a fiestas, salíamos a veces con sus amigos y a veces sólo nosotros, volvíamos entrada la madrugada, intentando que no descubrieran las horas a las que llegábamos a nuestras habitaciones en el campus.
Me sentía en el cielo. Yo pasaba mi tiempo con el chico que amaba, a pesar de no tener el coraje de decírselo, me bastaba sólo con estar a su lado, que me mirara, que me hablara, que me sonriera, que despreocupadamente me abrazara. Poder sentirlo, respirar su esencia, disfrutar su cercanía, ser íntimos. Si bien era cierto que yo quería más que una amistad, y sentía que podría dar la vida por él, también sentía pánico, sentía terror de perderlo. De que se enterara la clase de sentimientos que tenía hacia él y me despreciara, que sintiera asco de mí, que se alejara. Tenía recurrentes pesadillas donde él se enteraba que yo lo amaba y me miraba con repugnancia por ser “esa clase de persona”, me observaba con tristeza por haberlo engañado fingiendo ser su amigo.
Me despertaba con el sudor empapando mi cuerpo, la respiración agitada y mis ojos empañados de lágrimas que intentaban en vano lavar la amargura que mi corazón sentía.
El cielo y el infierno, a ellos se redujo mi vida desde que conocí a Haitani Shin.

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-Suena como una auténtica historia de amor no correspondido- comentaba con calma un alto hombre peli plateado, quien se encontraba sentado con la piernas cruzadas despreocupadamente en un sofá frente a Onodera Ritsu, mientras encendía un cigarrillo y aspiraba la primera bocanada de humo de esa lluviosa mañana.
-Pues sí, todo comenzó como eso, un amor no correspondido- respondió el castaño levantándose del sofá en el cual se hallaba para ir a preparar té- ¿Gusta una taza de té o café Usami sensei?
-Café gracias- respondió el ojilila pensativo- por cierto esta casa es demasiado grande, ¿estás sólo aquí?
Onodera puso a calentar el agua para los cafés y mientras volvió a sentarse - a esta hora siempre estoy solo, hasta el mediodía- respondió con una triste sonrisa.
-Lamento haber caído en tu casa sin aviso pero es que la lluvia me sorprendió y como recordé que me habías comentado que te mudaste por aquí se me ocurrió llamarte, afortunadamente sólo me encontraba a unas pocas cuadras, vaya coincidencia. Aunque en realidad más que nada quería verte, hace mucho tiempo no hablábamos Onodera- miró a su amigo de la infancia con un deje de tristeza.
-Es cierto Usami sensei, a mí me alegró mucho volver a verlo después de tanto tiempo- afirmó el castaño, mas un dejo de nostalgia empañaba su mirada.
-Deberías dejar las formalidades Onodera, nos conocemos hace mucho.
Los siento Usami sensei, el tiempo no pasa sólo, yo no podría tratarlo con la misma libertad que cuando éramos niños, las cosas han cambiado. Yo ya no soy el heredero de las editoriales Onodera, ya no somos vecinos, usted ahora es un escritor aclamado y yo seré su editor, estamos en posiciones muy diferentes.
Pero qué clase de excusas son esas Onodera, todo lo que acabas de decir no tiene sentido, y me da la sensación de que con cada cosa que dices te menosprecias a ti mismo. Es cierto que hemos estado alejados mucho tiempo, que hemos perdido contacto con el paso de los años. Pero yo te conozco Onodera, se quién eres y lo que vales, y no me gusta que hables así- dijo intentando no sonar severo con su amigo.
Sin embargo Onodera sólo agachó la cabeza y levantándose lentamente pasó por su lado susurrando algo como que el agua ya debía estar lista y que iría a preparar los cafés.
Akihiko sólo emitió un suspiro cansado. Pero pronto sus ojos se llenaron de decisión. Estaba resuelto a conocer la verdad. Esa verdad que tanto lastimaba a su pequeño amigo. Solo esperaba no terminar reabriendo heridas que lo lastimaran más.


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