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Donde la Muerte no me Alcance por Aurora Execution

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Notas del fanfic:

Saint Seiya y sus personajes no me pertenecen. Es propiedad de Masami Kurumada y Lost Canvas de Shiori Teshirogi.

Notas del capitulo:

¡Hola! Sean bienvenidos a un nuevo fic (no tan nuevo)

En mi cuenta de FF.Net, comencé a subir esta historia, pero como le soy más fiel a esta página, pues bueno, la subiré aquí también.

La historia ira lenta, pero espero que sea entretenida, como he advertido antes, son personajes que no suelo utilizar a menudo, por lo que me cuesta darles forma. 

La historia fue un pedido de Cassiopeia Solo-Weasley (leo no cassiopeia) Y realmente quiero compartirla aquí.

Sin más que decir, espero que la lectura sea de su agrado.

Procuró conservar la simplicidad, herencia irrefutable, y marchó en busca de su identidad. Su madre lo despidió con un abrazo y bendiciones, puestas en las estrellas que lo guiarían.

Mu a sus dieciocho años, se aventuró a descubrir el mundo… a descubrirse a sí mismo.

 

 

Llegó alrededor de las cinco de la mañana, todavía el sol no terminaba de despertarse, y el andén se encontraba vacío. Precavido, había sacado su boleto el día anterior, ansioso, había llegado dos horas antes.

Tendría que esperar.

Se acomodó en un banco al resguardo del frío, por esas horas, el rocío y la neblina perduraban en el ambiente y el viento helado soplaba con más intensidad, colándose por donde las telas no cubrían, para calar los huesos y hacer tiritar su cuerpo. Frotó sus manos y las introdujo dentro de los bolsillos de su jersey. Cerró sus ojos cuando la brisa le golpeó el rostro y meció sus largos y lilas cabellos, para cuando los abrió, ya no estaba solo.

A su lado se había acomodado un hombre joven, llevaba consigo un pequeño bolso y sus ropas eran túnicas características de la India, lo observó de soslayo, no era muy distinto de él, si le asombraba su color de piel y cabello…

 

—El tren partirá a las siete en punto, pero me gusta llegar temprano—lo escuchó hablar, en mandarín, su idioma.

 

—Lo mío se debe a la ansiedad—se sintió observado, puesto que el joven había volteado a su derecha, donde él estaba sentado. Pero permanecía con sus ojos cerrados.

 

—¿Huyes o regresas?

 

—En realidad… ninguna de las dos, sólo quiero recorrer el mundo y…

 

—Entonces estás huyendo—interrumpió—¿Tu primer destino? Es simple curiosidad, puedes responder o no—Mu lo observó un tanto circunspecto—.Yo me dirijo a mi tierra, India.

 

—Grecia—respondió—.Tomaré el tres a la ciudad, allí iré hasta el aeropuerto.

 

—¡Oh! Bella tierra, para empezar su viaje es ideal—sentenció. Al peli lila le pareció notar cierta añoranza en sus facciones.

 

Giró nuevamente su rostro hacia el frente y guardó silencio. Una hora después, y antes de que el tren llegase, el extraño se incorporó, y Mu al fin pudo notar el bastón blanco.

 

—Mi nombre es Asmita, debo retirarme, pero creo que nos volveremos a ver—soltó una risa—, o al menos, tú lo harás.

 

El cabello le caía más allá de la cintura, pero no llegaba a ser tan largo como el suyo. Al momento de dirigirse a él, abrió sus ojos de un celeste acuoso y sin brillo, producto indeleble de la ceguera.

 

—Mu, así me llamo… y algo me dice que así será.

 

Asmita se perdió entre el tumulto de gente que ya se había aglomerado en el andén, Mu lo siguió con la mirada mientras sonreía. Su viaje había comenzado a ser interesante.

 

•••

 

Sonreír no estaba permitido en esos lugares, se suponía una falta de respeto incalculable. Pero al niño no parecía importarle. Saltaba gritaba y reía a viva voz cazando la pequeña mariposa, ajeno a la que suponía, era su madre, quien calmadamente sin prestarle atención al pequeño, depositaba unas flores sobre una tumba, permaneció junto a la lápida unos momentos, tocó sus labios con su mano derecha y luego posó esa misma mano sobre el frío granito… El niño sonrió de felicidad, había atrapado la traviesa lepidóptera.

 

Mu permaneció cautivado por ese espectáculo por momentos que no llegó a contabilizar. Luego volcó toda su atención a ese pedazo de terreno que ya estaba poblado en su mayoría por el césped, verde y brillante, rebajado prolijamente, una plancha de mármol, y sobre ésta, una placa de oro resplandeciente… La tumba de su padre; Shion.

 

Suspiró, recordaba ese día con sobrada exactitud. Algo hiriente y un tanto masoquista también, lo sabía y no se molestaba en disimularlo. Cada minuto andante y cada segundo fugaz. Lo recordaba todo. Estaba seguro que tampoco lo olvidaría jamás. ¿Cómo podría?

En particular, las sensaciones… la incredulidad.

 

Aldebarán, su mejor amigo, caminaba a su lado hablándole de no sé qué, con no sé quién. Él estaba distraído, inmiscuido sintiéndose feliz por haber recibido semejante noticia. La carta que le otorgaba la beca universitaria se hallaba cuidadosamente guardada en su mochila. Ansiaba llegar a su casa y darles las nuevas buenas a sus padres. Mu recordaba el sonido estridente de la sirena de ambulancia que pasó por la calle mientras él regresaba a su hogar, no le había prestado mayor atención.

 

Suspiró nuevamente, abandonar a su madre no era un plan que hubiera sopesado, nunca, pero la situación en su vida había dado un giro inesperado, trágico. Y aunque dejar sola a su madre le pesaba en el alma, descubrir que la muerte puede sorprenderte en cualquier instante, supuso en el joven un abanico de posibilidades que sortear, encerrarse y sufrir o salir y descubrir… descubrirse uno mismo.

 

No quería pensar que un día se viera saliendo de su casa, como su padre, para ya nunca más regresar…vivo. No quería tener esa sensación de que algo faltó, que su muerte no era ni más ni menos que eso, una simple y vana muerte, sin nada, ni legados ni experiencias que enterrar.

 

Luego de depositar un ornamento de flores, se despidió de su progenitor, debía comenzar a empacar sus cosas.

Notas finales:

Espero sinceramente que hayan disfrutado de la lectura.

Será hasta el próximo capítulo. Mucas gracias por leer.


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