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Secretos del Mar por Levangelist

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Notas del capitulo:

Es la primera vez que publico algo aquí. No es mi primer fic, pero sí el más largo hasta ahora. 

Está dedicado a mi mejor amiga, Karo. Quién se enojó con el mundo entero cuando no pudo encontrar ni un solo fanfic de esta pareja(?) Espero que por fin puedas ser feliz XD Te quiero, y una vez más, feliz cumpleaños.

 

Los personajes aquí mostrados pertenecen al gran mangaka Eiichiro Oda.

 

Habían pasado siete días. Siete días desde que se había encontrado por primera vez con el joven de cabello negro. Siete días desde que Rayleigh y ese joven habían partido al mar usando el barco en el Rayleigh antes vivía. Y durante siete días, Rayleigh se había preguntado cómo demonios es que se dejó convencer por una propuesta tan repentina, rara y peligrosa como esa.

   

 Un joven de cabello negro que iba jugando con un sombrero de paja en su mano, caminaba frente al barco donde Rayleigh descansaba mientras tomaba un poco del licor que había robado hace algunas horas. El joven se detuvo frente al barco repentinamente y paró de jugar con su sombrero, alzando su brazo y gritando sorprendido. Rayleigh alzó una ceja curioso ante el comportamiento del otro.  

 

—¡Es un barco muy hermoso el que tienes ahí! —Exclamó el de cabello negro mientras detallaba el barco con la mirada.  

 

—Lo robé. Mi casa se quemó así que ahora estoy viviendo aquí —Respondió Rayleigh, restándole importancia al asunto.  

 

—Ya veo ¿Cuál es tu nombre? —Preguntó aquél joven sonriente con curiosidad.  

 

—Rayleigh.  

 

—¡Yo soy Roger! —Gritó emocionado mientras ponía el sombrero de paja en su cabeza— ¡Creo que estamos destinados a encontrarnos, Rayleigh!  

 

—¿Destinados? —Rayleigh nunca había sentido curiosidad por lo que el destino deparaba para él, su filosofía se basaba en vivir el momento.  

 

—¿Quieres poner el mundo de cabeza conmigo? —El joven soltó la pregunta eufórico, pero lo hacía con una naturalidad que dejó sorprendido al rubio.  

 

—¿Eh? ¿El mundo? —Rayleigh se carcajeó ante la propuesta, ¿en qué estaba pensando el pelinegro?— ¿Quién eres y de dónde eres? ¡Vete de aquí!  

 

—Tu barco se ve pequeño, pero parece que puede soportar tormentas si sabes cómo manejarlo... —Dijo Roger pensativamente; eso sorprendió a Rayleigh un poco más, incluso parecía que el otro sabía lo que hacía— ¡Es perfecto para que nosotros partamos al mar!  

 

—¿Nosotros? ¿Partir al mar?  No decidas eso por mí —Le reclamó, sintiendo cómo disminuía su paciencia— ¿Por qué debería unirme a ti?  

 

—¡Como ya dije, para poner el mundo de cabeza! ¡Así que vamos, partamos al mar, Rayleigh!  

 

Rayleigh debía admitir que Roger tenía mucha confianza en lo que decía, no había dejado de sonreír ni había dudado un solo segundo de lo que decía y pedía.  

 

—¿Qué ganaría yo uniéndome a ti? —Cuestionó el rubio, harto de lidiar con el entusiasmo de su interlocutor.  

 

—Eso sólo lo sabe el destino —Un rastro de misterio pasó rápidamente por su mirada, pero no fue ignorado por Rayleigh— ¡No lo pienses tanto y ven conmigo!  

 

La discusión continuó por un rato más y para sorpresa del mismísimo Rayleigh, ya que Roger no dudó por mucho que el otro cuestionó, acabó aceptando y partiendo al mar con el joven del sombrero de paja.   

 

Rayleigh recordaba la escena con una sonrisa irónica en su rostro. Sintió la brisa del mar sacudir su cabello, era una sensación de la que disfrutaba. Tras haberlo pensado durante varios días, concluyó que su decisión de aceptar la propuesta de Roger había sido culpa del alcohol que circulaba en ese momento en su organismo.  

 

Tampoco es como si se arrepintiera de haber partido al mar junto a Roger, él no era un mal tipo. Rayleigh había descubierto que podía ser tan inocente e idiota como un niño pequeño, pero de alguna manera le inspiraba confianza y seguridad en lo que hacía.   

 

Roger le había contado que desde siempre había querido convertirse en pirata, hacía cerca de un mes desde que dejó su ciudad natal, Loguetown:  

 

—Tomé una balsa pequeña que estaba en el puerto de mi ciudad y partí —Contaba el azabache sonriendo mientras recordaba cómo había empezado su aventura.  

 

Querrás decir que la robaste —Interrumpió Rayleigh, corrigiéndole.  

 

—Sí, bueno, algo así —Le restó importancia al hecho y continuó narrando—: Llevaba un mapa conmigo, así que tenía planeado llegar a la Isla Koshi, pero cuando llevaba cinco días de viaje una tormenta volcó mi balsa, por lo que estuve cerca de ahogarme —Rayleigh abrió los ojos sorprendidos, e iba a preguntarle cómo le había hecho, cuando Roger siguió—: Tuve la suerte de encontrarme con unos amables pescadores de una isla cercana, que me rescataron y llevaron a su isla. Bastante divertido ¿no? —Roger terminó su relato riendo y dando palmadas contra el piso.   

 

—¿Cómo te puedes reír de algo así? ¡Casi mueres ahogado! —Le reclamó Rayleigh— ¿Te imaginas qué habría pasado si no te hubieran encontrado esos pescadores?  

 

—Ummm, pues sí —Roger pareció pensárselo un momento, encogiéndose de hombros segundos después— Pero me encontraron y sobreviví ¿no? No hay porqué hacer tanto drama si ya pasó.  

 

Rayleigh concluyó ese día que Roger se tomaba las cosas muy a la ligera.   

 

En su mente se estaba librando la disputa entre dormir un rato o beber algo del licor, cuando una voz lo llamó a su espalda; Rayleigh no necesitaba voltear para saber quién era, sólo habían dos personas en ese pequeño barco. Antes de que pudiera responder sintió como el dueño de la voz de hace un momento se paraba a su lado; apoyando sus codos en la baranda del estribor, ladeó la cabeza y miró a Roger, que se veía como un niño de cuatro años, cuando de repente se le ocurre preguntar hasta por qué tiene los gatos tienen pelo.  

 

—Rayleigh —Empezó, el tono en su voz era tranquilo y suave—, ¿Tienes algún sueño? Ya sabes, algo que desees cumplir.  

 

—¿Un sueño? —Meditó la pregunta momentáneamente, hurgó y busco entre sus pensamientos, pero en realidad no había nada que realmente hubiera deseado— No lo creo, no soy del tipo de persona que anhela algo...  —Dejó la frase en el aire, algo había llegado a su mente, algo que sí deseaba, pero lo dejó ignoró bajo la excusa de que eso no era un sueño— ¿Y tú, Roger, tienes un sueño?  

 

Roger sonrió misterioso y movió sus labios dejando salir una frase; Rayleigh abrió los ojos, sobresaltado, recuperó la compostura rápidamente y sacudió su cabeza, dando por sentado que Roger nunca dejaría de sorprenderle. Cuando miró a su compañero otra vez, éste estaba sonriendo tranquilamente, mirando el horizonte. Un sentimiento cálido brotó en el pecho de Rayleigh, quién se había ensimismado detallando las facciones de Roger; los labios rosados se curvaban levemente en una sonrisa pequeña, que en su rostro lucía hermosa. Sus ojos oscuros reflejaban el mar que los rodeaban. El cabello azabache descuidado lucía sedoso. La piel morena lucía suave. Rayleigh despertó súbitamente de su ensueño cuando vio que Roger lo miraba y que acaba de preguntarle algo. El rubio se sonrojó y volteó la cabeza hacia el frente, tratando de ocultarlo. Roger comprendió que Rayleigh no le había escuchado la pregunta, así que la repitió:  

 

—¿A qué isla dijiste que nos dirigíamos?  

 

—La isla Orchidea —Rayleigh respondió rápidamente y pestañeó mientras se decía a si mismo que se estaba volviendo loco.  

 

Desechó los pensamientos raros que pasaron por su cabeza, mientras sacaba una botella de licor de las cajas. Le dio un trago rápido. Sintió como el líquido quemaba por su garganta. Eso ayudaría a despejar su mente. Se sentó en el piso del pequeño barco, mirando hacia el cielo. Eso le recordó a la interesante y extraña conversación que habían tenido hace dos días, cuando Roger lo dejó boquiabierto al mencionar que quería visitar una isla en el cielo. Al oír eso, Rayleigh pasó de su estado de conmoción a reírse como nunca, lo que ocasionó que Roger se molestara con él por reírse de sus creencias. «¡La isla del cielo es real! ¡Estoy seguro! ¡Algún día iremos juntos, Rayleigh!», había dicho Roger mientras fruncía el ceño y se iba al otro lado del barco, enfurruñado. Su reacción había sorprendido al rubio; era igual que ver a un niño de cinco años que se molesta con su madre porque no le quiso comprar una paleta de dulce.   

 

—Infantil —Masculló para sí mismo mientras recordaba esa escena, con una pequeña sonrisa en sus labios. La cual se borró cuando recordó lo mal que se había sentido cuando notó que había echo enojar de verdad a Roger. Tras una larga discusión mental, Rayleigh le dio la razón a Roger, pues había sido el rubio el que se había burlado del pelinegro. Aunque tampoco es como si Rayleigh le hubiera mencionado a Roger que se sentía culpable y mucho menos que quería pedirle perdón. Recordaba que pasó medio día pensando preocupadamente, para sorpresa del mismo Rayleigh, si Roger le perdonaría el haberse burlado tan descaradamente. Cuando ya entre las principales opciones del rubio se hallaba el pedir perdón, Roger se acercó a él como si nada hubiera pasado, comentando sobre sus típicas preguntas y curiosidades. Rayleigh no quería admitirlo, pero una oleada de calma junto a una tierna calidez en el pecho aparecieron cuando comprobó que Roger no le guardaba el más mínimo rencor. Rayleigh se impresionada al pensar en la personalidad de Roger, era alguien que llevaba los sentimientos al máximo; mirándolo desde ese lado, al rubio, Roger le parecía puro. No encontraba más forma de describirlo. Roger era puro de corazón, aún siendo un bandido y ahora un pirata, él se había convertido en la mejor persona que Rayleigh había conocido en su vida.  

 

Cuando su botella de licor de acabó, la tiró hacia un lado y se acodó doblando sus brazos por debajo de su cabeza, por su mente continuaban pasando recuerdos de los últimos días y antes de que diera cuenta, se había dormido.   

 

Ya no estaba en el barco, tampoco estaba acompañado únicamente por un joven de cabello azabache. Miró a sus alrededores, para notar que estaba en una cocina que se hacía familiar. Una mujer rubia y menuda discutía a gritos con un hombre alto de cabello oscuro. En el rostro de la mujer aún se podía ver una belleza maravillosa, sólo que resaltaban más las ojeras marcadas y las líneas de expresión que no eran propias de su edad. Habían sido producidas por el cansancio y la angustia. Rayleigh estaba muy consiente de eso. Podía reconocer a ambos adultos sin ningún esfuerzo.  

 

—Madre... Padre... —Susurro con los ojos ardientes al estar aguantando el llanto producido por el dolor de ver a su familia resquebrajarse. Salió de su escondite tras la puerta de la cocina sigilosamente y subió por las escaleras en dirección a su habitación. Oyó como los gritos paraban por un momento, supuso que lo habían descubierto, por lo que aceleró el paso y cerró la puerta a su espalda apenas hubo llegado a su destino. No se movió; se quedó contra la puerta esperando oír unos pasos apresurados por las escaleras y una voz pidiendo disculpas, prometiéndole que las cosas mejorarían, pero nunca llegaron.   

 

El pequeño Rayleigh apretó la mandíbula y caminó como pudo hasta su cama, donde se enterró entre sus sábanas y soltó todo el llanto que había contenido. No sabía siquiera por qué lloraba, no es como si alguna vez sus padres le hubieran dado la más mínima muestra de preocupación y cariño hacia él. Cuando intentaba pensar en los años anteriores, todo lo que llegaba a su mente eran palabras duras y regaños. Sin embargo nunca habían habido tantos gritos como últimamente, pues hace hace cerca de ocho meses, sus padres siempre habían fingido que eran una familia normal, como si no hubiera problemas entre ellos.  

 

No sabía cuanto tiempo había pasado hecho un ovillo entre las mantas, pero cuando se levantó la luna estaba casi en lo más alto del cielo. La desesperación dentro del pequeño niño le había echo tomar una decisión. En un bolso metió unas cuantas mudas de ropa y el poco dinero que tenía ahorrado para el momento en el que se decidiera por hacer esto. No es como si hubiera sido la primera vez que esta idea se pasaba por su cabeza, la había considerado cientos de veces pero no había tenido el suficiente valor para hacerlo. Hasta ahora.  

 

Abrió la puerta de su habitación con cuidado, atento a cualquier ruido que le indicara que podía ser atrapado. Bajó con sigilo las escaleras y echó una mirada en la cocina, una de las sillas estaba ocupada por su madre, que estaba profundamente dormida con rastros de lágrimas por sus mejillas. El resto de las sillas estaban tiradas por el piso. Donde también habían vidrios rotos y líquido. El pequeño tragó con fuerza mientras se armaba de valor y corría hacia la puerta de salida. Posó una mano en el pomo y le dio una ligera vuelta para abrirlo, cuando el sentimiento de duda llegó a él. No sabía qué haría para poder conseguir más dinero, tampoco sabía dónde viviría ni como sobreviviría. Sacudió su cabeza para despejar sus pensamientos, borrándolos completamente en el momento en que un deseo llegaba a su mente.  

 

—Sólo quiero encontrar alguien en quién confiar, alguien a quién yo le importe, algo que puede llamar hogar... —susurró para sí mismo mientras daba un paso fuera de su casa y cerraba la puerta con decisión. Rió ligeramente al pensar en qué tan egoísta había sonado. Poco le importaba, eso era lo que él deseaba. Estaba a punto de tomar camino hacia el puerto cuando un temblor le hizo caer al piso. Miró a ambos lados atemorizado, buscando la causa, pero no la encontró. El temblor continuó, cerró los ojos tratando de pensar en algo, pero un estruendo llegó a sus oídos haciéndele abrir los ojos alterado.

 

Era de día, pero la lluvia caía a cántaros y las nubes tapaban por completo el sol, veía rayos por todos lados. Sacudió la cabeza y se despejó. Se había quedado dormido. Torpemente intentó pararse y buscar a Roger. Caminó hacia el otro lado del pequeño barco pesquero, donde lo vio sacando agua del barco con una cubeta, en un burdo intento de evitar que el barco se hundiera.   

 

—¡¡Roger!! —Gritó para hacerse escuchar por encima de los truenos. El aludido levantó la cabeza y señaló con su mentón el timón. Rayleigh estaba por darse la vuelta, para obedecer la orden que acaba de recibir, cuando vio una ola, que parecía ser dos veces el pequeño barco, acercarse. La desesperación lo invadió cuando vio la ola impactar contra el costado del barco, llevándose todo el esfuerzo de su ahora capitán, incluyéndolo a él. Rayleigh se tambaleó y gritó con terror. Aún podía ver a Roger intentando pelear contra la furia del mar, luchando por sobrevivir. El rubio intentaba correr hacia él, quería tirarse al mar e intentar rescatarlo, pero no podía moverse. Los estruendos y las sacudidas se lo impedían. Continuó gritando el nombre de joven de cabello negro, como si gritarlo le daría la fuerza para llegar hasta él y rescatarlo. Sin embargo, todo lo que vio llegar a él fue una ola aún más grande que la que se había llevado a Roger.   

 

El rubio cerró los ojos esperando el impacto, pero en su lugar sintió una cálida y suave presión sobre sus labios. No quiso abrir los ojos, no hasta que estuvo seguro de lo que pasaba. Más ya no sentía la lluvia, el barco no se sacudía, tampoco habían estruendos. Sintió como la calidez se separaba de sus labios lentamente. Y abrió los ojos.   

 

Encontró a Roger mirándolo angustiado, con las mejillas sonrojadas. Sus manos agarraban con fuerza la camisa de Rayleigh, la cual disminuyó al comprobar que el rubio había despertado. Alejó las manos de su camisa y se puso a juguetear con sus dedos mientras balbuceaba, intentando explicarse.  

 

—Rayleigh, al fin despiertas —Soltó una risa nerviosa y su sonrojo aumentó un poco más—. Te quedaste dormido y no encontraba cómo despertarte. Estabas gritando así que me asusté... —Hablaba con rapidez, ya apoderado por los nervios.  

 

—¿Estaba gritando? —Lo interrumpió Rayleigh.  

 

—Sí, eh —vaciló un momento antes de continuar, como si no supiera si debía contarlo todo o no—, gritabas mi nombre. Parecías aterrado, te intenté zarandear y gritarte, pero nada funcionaba y... —Roger se cortó mientras hablaba, por lo que Rayleigh supuso que había llegado a la parte en la debía explicar el beso— eh, bueno, fue lo único que se me ocurrió, ya sabes, una vez leí que...  

 

Roger paró de hablar definitivamente cuando Rayleigh se movió hacia él. Cerró los ojos como si esperara un golpe, lo que hizo a Rayleigh reír. Tomó entre sus manos el rostro de Roger, plantando un beso. Sintió como la respiración de Roger paró un momento, sorprendido, para luego notar como correspondía al beso. El rubio lo abrazó apegándolo aún más a él, pudiendo sentir el acelerado corazón que latía en el pecho ajeno, tan acelerado como el propio.  

 

Se separaron para tomar aire y mirarse. Los ojos de Roger tenían un brillo que Rayleigh se cuestionó si había estado antes ahí.  

 

—¿Y esto, también es obra del destino? —Preguntó, acariciando con sus dedos las mejillas del pelinegro.  

 

—Quién sabe —Sonrió, mientras pasaba sus manos por la espalda del rubio, apoyando su cabeza contra el pecho de él, como si quisiera escuchar su corazón.    

 

La respiración suave de Roger contra la piel del pecho de Rayleigh se sentía maravillosa. Se preguntó si Roger, al igual que él, sentía esa calidez que se iba extendiendo por su pecho. Recordó la pregunta que Roger le había formulado ese mismo día. Había encontrado una respuesta, sí tenía un sueño. Pero ya lo había cumplido. Rayleigh confiaba en Roger. A Roger le importaba Rayleigh. Y ahora, su hogar estaría en cualquier lugar del mar, siempre y cuando Roger estuviera con él. Sonrió ante esos pensamientos. Decidió que no valía la pena contarlo. Rayleigh dejó que esos sueños que acababa de tener, los cuales le habían llevado a encontrar las respuestas que siempre buscó, se convirtieran en otro de los muchos secretos que ocultaba el mar.

 

Notas finales:

Me pareció muy corto (aunque dije que era lo más largo que tenía hasta ahora, sí soy un desastre), pero siempre tengo el miedo de arruinarlo si le sigo agregando cosas y así. Espero que hayan disfrutado de mi visión romántica de esta maravillosa pareja, de la que poco material se ve.

Cualquier error o incoherencia, corre por cuenta mía.


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