Si alguna vez le hubieran dicho que el amor era tan complejo como lo eran las emociones a su corta edad, hubiera desistido en el instante de si quiera ser un humano, las posibilidades de enamorarse eran de un noventa y nueve punto nueve por ciento, simplemente él usaba de ese punto uno por ciento que quedaba. Cuando se hizo mayor y cambió su residencia lejos de sus padres al independizarse, olvidó ese punto uno por ciento que según lo mantenía en la realidad y lo gastó con un chico más joven que él, era de su misma clase y muy atractivo, su homosexualidad empezó a tomar forma desde entonces, pero jamás imaginó que del por ciento restante del que se estaba salvando, terminaría dando la gran mayoría cuando se enamoró del chico de labios bonitos. Kim JongIn pasó su cumpleaños número veinticinco solo en su habitación, mirando una serie vieja que se retransmitía a las nueve de la noche, no había mucho que hacer si tenía el corazón destrozado y desde esa noche juró solemnemente a un pedazo de pan con chocolate que no se enamoraría nunca jamás.
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Era ya tarde cuando JongIn salió de su departamento hacía la avenida cercana, su control remoto estaba fallando y se debía a que las pilas no tenían ya nada de batería, era frustrante tener que levantarse del cómodo sofá si quería ver otro canal en la TV, así que sin hacer nada esa noche de viernes terminó por ceder a su aparato caminando piso abajo y esperando que las pilas doble “a” estuvieran disponibles.
Cuando llegó a casa, terminó con dos bolsas de mercado con un contenido exagerado de chocolate y frituras, perfectos complementos para ver una película después de su serie favorita y aprovechando que estaba ahí algún tipo de refresco color naranja, por suerte las pilas que había ido a buscar estaban en el primer estante por donde cruzó y eso le resolvió la vida en segundos. Al estar frente a la puerta de su departamento, se encontró con algunas cajas obstruyendo el paso y aun con las manos llenas miró la forma de moverlas de su entrada.
— ¡Ey JongIn! Perdona el desorden –habló un chico bajo de piel clara que salía del departamento de enfrente, tomó la pila de cajas y las hizo a un lado- la mudanza ya viene y debo estar listo
— ¿Te vas RyeoWook? –preguntó JongIn a su vecino, viendo que otro chico se acercaba detrás de él-
— Sí, me mudaré al sur con JoonWoon
— ¿Qué tal JongIn? –saludó el mencionado, un muchacho más alto que el primero-
— Hola hyung, estoy algo nostálgico ahora, no sabía que Wookkie hyung se iba ya
— Lo estoy secuestrando –dijo el chico sereno mientras RyeoWook le daba un golpe en el pecho-
— Como sea, disculpa por no comentarte JongIn, pero nos seguiremos viendo camino al trabajo ¿de acuerdo?
— Estoy bien hyung, deseo que te vaya muy bien –el chico tuvo que bajar sus bolsas de mercado para compartir un cariñoso abrazo con su vecino. Cuando acabó la muestra de afecto, todos se despidieron y cada quien entró a su departamento.-
RyeoWook había sido vecino de JongIn durante tres años, así como compañeros de trabajo aunque ciertamente ahí llevasen más tiempo aun de conocerse. No eran tan cercanos, pero a JongIn le agradaba tener a alguien cerca que le ayudara si se olvidaba apagar la estufa cuando salía de casa.
El hombrecillo se tiró sobre el sofá con todos esos dulces a su alrededor, también con un par de mantas que cubrían sus pies desnudos y parte de sus rodillas, el control remoto funcionaba de maravilla y la serie recién comenzaba, oh que hermosa la vida de un soltero.
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Un mes había pasado desde que el control remoto dejara de funcionar a falta de batería y para esa entonces dejaron de funcionar, esas pilas eran un asco total porque JongIn había incluido en la lista de su cena un par de esos chochos para ver la TV como un humano decente, venía del trabajo cuando se encontró a su cuñado, ese tal ChanYeol que no lo dejaba ni a sol y sombra con tal de caerle bien al hermano de su novio, JongIn creía que de verdad quería a su hermano como para seguir insistiéndole que fueran buenos amigos y como fuese el caso, al moreno no le importaba si de vez en cuando tenía un poco de compañía.
ChanYeol era muy hablador y risueño, eso no le molestaba a JongIn porque era verdad que se mantenía entretenido con el hombre de casi dos metros, le hacía saber un montón de cosas, pero no meramente inteligentes, él sólo le hacía reír hasta tener que agarrarse el estómago y privarse del aire.
— Vale no tengo que hablar más contigo –comentó JongIn calmando su risa y ChanYeol a un lado limpiándose la lágrima que caía-
— Fue gracioso acéptalo
— Sí, sí lo acepto
— Ahora que me lo recuerdas… ¿Viste que agregaron una clase más en el instituto? Parece que es para piano
— ¿Piano? Nunca he tocado uno... debería inscribirme para aprender –JongIn sacó sus llaves dispuesto a abrir la puerta de su departamento, esa tarde comería con ChanYeol mientras esperaban al hermano del primero-
— Es fácil cuando entiendes las notas… oye ¿este departamento está en renta? –el cambio de tema fue tan rápido para el moreno que tardó en reaccionar, al mirar atrás se recordó que era cierto que aun nadie se mudaba al frente-
— Sí, mi vecino se fue hace cerca de un mes y desde entonces yo tengo este piso para mí solo
— Pues si sigue sin habitar alguien la semana que viene ¿me dices? Quería justo un lugar para mi –JongIn asiente y los dos entran por la puerta.-
La mañana siguiente todo va como de costumbre cuando JongIn va a trabajar en una editorial de renombre, no ha estudiado estrictamente para ello, él era diseñador gráfico, pero al entrar en esa empresa se le dio la oportunidad de tener una columna donde habla sobre finanzas en la revista quincenal. Claro que no era el trabajo de sus sueños, pero recordaba siempre que escuchaba a su jefe que de algo tenía que vivir, necesitaba comida tres veces por día y no podría darse el lujo de desperdiciar algún puesto; el mes pasado había escuchado los rumores de que lo dejarían colarse a la edición de la revista, eso era lo que principalmente buscaba, pero al paso de los días el sueño se esfumó hasta convertirse en nada y desistió de la idea.
Simplemente su vida era algo aburrida, pero tampoco hacía nada para cambiarla. Alguna ocasión había escuchado a TaeYeon decir “El amor llega para las personas que saben esperar”, claro que su amiga y compañera de trabajo llevaba dos años con el mismo hombre, que vaya a saber quién era porque nunca lo había visto realmente y a veces creyó que era una mentira. Pero ¿quién era el para juzgar a una chica enamorada? nadie.
Cansado el día, JongIn pasó por el centro comercial por una película de Julia Roberts y una bolsa enorme de frituras que le llamó la atención, felizmente había comido en la cafetería del edificio antes de salir y no tenía que preparar nada para la hora de la comida. Llegando a su calle miró un camión que ocupaba la mitad de esta y de ahí se descargaban algunas cosas, restándole importancia subió por su edificio hasta llegar al pasillo que daba a su departamento; parecía que la misma escena de hace un mes se repetía, había tres cajas grandes ocupando su entrada, miró con detalle que así estaba el resto del pasillo y cuando se dio cuenta que la puerta frente a la suya estaba abierta, supuso que al fin alguien había rentado el departamento de RyeoWook. Caminó hasta su puerta y con cuidado intentó mover las cajas, esperando que no fueran pesadas y que no llegase a tirar alguna, pero mientras dejaba sus bolsas de mercado en el suelo, se aproximó a él un hombre bajo de cabellera castaña, JongIn siguió sus movimientos hasta que el otro chico se dio cuenta que había alguien más. Sus miradas se conectaron tal vez tres segundos, suficientes para que el moreno encontrara su propio reflejo en los ojos del chico, éste retiró la mirada y parecía ver el hombro de JongIn.
— Perdón. –fue lo único que dijo antes de retirar las cajas y regresar por la puerta donde salió-
JongIn se quedó mudo, no le pudo decir que no era nada a su vecino nuevo, pero cuando se dio cuenta de que su entrada estaba libre de cajas, ingresó a su departamento. Ya dentro se quedó pensando por unos instantes, bien lo procesó, tenía un nuevo vecino, un vecino guapo. Muy guapo.
Rápidamente –como si fuera una suegra chismosa- se asomó un poco por la puerta que dejó entre abierta, desde ahí se podía ver el interior del departamento contrario y espió tratando de no ser descubierto, había algunos muebles dentro y cajas abiertas con cosas mundanas y totalmente normales, bien, su vecino no era un asesino o algo, también pudo encontrar algunas pizarras parecidas a las de las escuelas y algo similar a un telescopio, aunque no lo podía llamar así ya que tenía una forma algo extraña, genial, una persona normal sin cosas ruidosas, parecía que podría soportar al nuevo del edificio. Sus ojos se perdieron fugazmente en el chico con el que había hablado antes, o algo así porque ni siquiera entablaron ninguna conversación, este hombre estaba sentado sombre un sofá mirando hacia el techo, escuchó un par de gritos hasta que divisó a otro hombre que llegó a su lado, movió sus manos al frente como si fuera un mono enloquecido y hasta entonces el chico castaño le puso atención; JongIn estuvo riendo.
Ciertamente todas las películas que protagonizara Julia Roberts a JongIn le enojaban a la mitad, la pobre mujer siempre era la que más sufría dentro de sus cintas y al diseñador gráfico le entraba un debate en la cabeza, sí, con el mismo porque no había alguien más, pero no le molestaba casi gritarle a su TV como si la actriz fuera a escucharlo, aunque pareciera un loco desquiciado porque sólo así se divertía viendo una película. Mientras se levantó para preparase una bebida, un par de golpes en la puerta le hicieron caminar hasta ella para abrir, no esperaba visitas.
Su mirada bajó un poco, la persona frente a él era ligeramente más pequeña, cuando se dio cuenta de sus cabellos castaños supuso de inmediato que era su nuevo vecino quien le hacía una visita, no la esperaba, así como tampoco esperaba que el chico sonriera, pero aún no lo mirara a los ojos.
— Tus bolsas se quedaron aquí –dijo con un tartamudeo y entregó los objetos, se dio media vuelta y regresó a la puerta del departamento. Nuevamente JongIn se quedó idiota y no pudo hablar, pero cuando se armó de valor el adverso apenas y cerraba la puerta-
— ¡Mi nombre es Kim JongIn! –el castaño se escondió tras su puerta a punto de cerrar y asintiendo variadas veces habló mirando el suelo-
— Yo soy Zhang YiXing.
El diseñador gráfico se mantuvo quieto hasta que escuchó el seguro ponerse, había conocido de palabra a su nuevo vecino, eso era un avance, quería llevarse con él como lo hizo en su momento con RyeoWook, sólo que esperó para volverlo a ver.