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In the end por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Los peronajes de Kyo Kara Maoh pertenecen a Temari Matsumoto y a Tomo Takabayashi.

Los personajes de Katekyo Hitman Reborn pertenecen a Akira Amano.

 

 

7o fic de la serie Si l'amour existe.

 


 


In the end


 


 


 


Era una celda pequeña y obscura, llevar el paso del tiempo ya no fue posible, el espacio a penas suficiente para dos personas se hacía cada vez más reducido. El frío incrementaba, los sonidos estaban ensordeciendo, ¿Cuánto tenía que esperar para morir? Lo peor de todo, no era morir, no, lo peor era morir con la persona que tenía a su lado. Literalmente a su lado, unas estúpidas esposas les impedían moverse con libertad.


Por un lado, estaba un hermoso rubio cuyo cabello ondulado y corto destellaba a pesar de la casi inexistente luz en la celda que lo mantenía sentado, su piel se veía blanquecina y tersa, y sus ojos, semejantes ojos deberían estar siendo venerados, tupidas pestañas enmarcaban un par de esmeraldas. El chico, estaba vestido con solamente un camisón rosado con un par de moños como adorno, sin duda fue atrapado en un mal momento.


Por el otro lado, un hombre evidentemente mayor, protegido con un traje negro a la medida, una camisa amarilla y corbata negra permitían, a duras penas, ver un rostro fino, piel ligeramente tostada y con ojos negros, parecidos a los de un halcón mirando a su presa. En su mano libre sostenía una fedora con una franja igual de amarilla que su camisa. Un aura de misterio y de peligro emanaba de él como si fuera lo más natural del mundo… sin dejar de lado esa sonrisa que invita a pecar.


Obligados a estar juntos por las esposas, ambos ignoraban la presencia del otro, simplemente eran como el agua y el aceite, tan diferentes, cada uno atrapado por distintas razones… cada uno esperando a la muerte.


--No entiendo cómo es que el tan Orgulloso Príncipe Bielefeld terminó prisionero. –comentó el hombre de traje negro.


--De la misma manera que el Mejor Hitman del Mundo. –contestó como si nada el rubio.


--Touché. –fue lo único que exclamó el ‘Hitman’.


Pasó otro momento de silencio, uno más abrumador.


--¿Alguna vez te has enamorado, Hitman? –preguntó en voz baja el ‘principe’.


El de traje analizó por un momento la pregunta, habían pasado mucho tiempo encerrados, el silencio dejó de ser cómodo y, si iba a morir qué mejor manera de hacerlo que hablando con una belleza como lo era su ‘enemigo-compañero-de-celda’, claro que la primera y mejor manera de morir para un buen hitman sería en un tiroteo… bueno, ya qué más da.


--Fue hace tiempo. Entre los siete mejores ‘hombres’ para entrenar a un heredero del bajo mundo, me eligieron a mí. El elegido era todo un desastre, no era el mejor hijo, no era bueno en deportes, no era bueno en ninguna materia, ni siquiera tenía un mísero amigo… era todo un perdedor. Era todo un Dame. –empezó a convertir en palabras sus recuerdos.


>>Con mucho esfuerzo, con los estímulos correctos, con un millón de torturas, –sonrió en este detalle –el Dame logró al menos ser un buen hijo, un amigo, un buen alumno… logró adquirir todas las habilidades necesarias para ser el sucesor de la familia principal de la mafia. –decía con cierto orgullo en su masculina voz.


--Te enamoraste. Creí que los Hitman no podían hacerlo. –se aventuró a decir el Príncipe al notar el silencio en que el Hitman se sumergió.


--No podemos. –afirmó –Es una de las reglas principales que nos rigen. Si lo hacemos, todo se termina, somos débiles y un blanco fácil. –contó más serio.


>>Pero al Dame no le importó, me hizo sentir humano de nuevo, confié en mi nombre, mi estatus y mi fuerza superior como para permitir que el Dame entrara en mi vida. Así por unos años… hasta que otros se enteraron.


--Las personas equivocadas, no creo que tu relación con tu Dame haya sido un secreto absoluto. –volvió a intervenir el Príncipe.


--Me tendieron una trampa. –contestó a las especulaciones del Príncipe –Cuestionaron mi compromiso como Hitman, cuestionaron mi autoridad, mi estatus y me llamaron débil. Para probarles lo contrario, colocaron a alguien con la cabeza cubierta a treinta metros de mí, debía matarlo tal y como solía hacerlo en la antigüedad. A sangre fría. Sin remordimientos ni dudas. Mi firma: una bala en corazón y una bala en la sien derecha. Lo hice como debía hacerlo, sin dudar, lo hice pensando en proteger al Dame que no dejaba de repetir lo mucho que me amaba.


>>Se fueron, satisfechos de lo que acababan de presenciar, no sin antes decirme que me encargara del ‘cuerpo’. Cuando fui acercándome al pobre desgraciado que se convirtió en mi pase para seguir con mi título y estatus… descubrí que era él, mi Dame. –terminó de decir el Hitman con una voz fría, tan profunda que el Príncipe trataba de reprimir un escalofrío.


--Te convertiste en el enemigo número uno del mundo bajo, tu firma, tu arma… –decía el Príncipe.


--Yo lo llevé a su mansión. Conté lo sucedido, algunos lo entendieron, otros siguen cazándome. –decía el Hitman.


--Y tú no te rendirás hasta que caces a quienes te tendieron la trampa. –dedujo el Príncipe –No deberías culparte, si tu Dame “cayó” en una trampa, sólo significa una cosa.


Dijo el Príncipe con un suspiro. El Hitman le dedicó una mirada de advertencia que pese a la obscuridad el Príncipe fue capaz de sentirla.


--Tu Dame sabía lo que pasaría. –dijo el rubio captando toda la atención del Hitman –Si tu Dame fue quien sospecho que fue… esa habilidad que sólo él poseía le avisó del peligro, le gritó  tantas veces que algo andaba mal pero, por el bien de lo que más ama ignoró esa alerta.


>>Considerando los eventos, el futuro y la seguridad de lo que más ama… tomó la única opción disponible. Su familia estaría a salvo, el hombre que amó estaría vivo y el peligro saldría del radar de sus seres queridos. –dijo con un tono suave –Si hubiera querido ser rescatado ¿No crees que al estar treinta metros frente a ti te habría mandado una señal que revelara su identidad? –terminó de decir el Príncipe.


El Hitman no dijo nada. Estaba perdido en sus pensamientos, recapitulaba lo sucedido en ‘esa’ época, no solo su problema con su título, trataba de rememorar las alertas que llegaban cada semana, el rostro preocupado de su Dame, y… la noche en que estuvieron juntos por última vez, los dulces ‘te amo’ que su Dame repetía a cada instante, recordó la sensación de despedida de esa ocasión, despedida que su Dame disfrazó con una usual despedida de trabajo.


Pese al rostro inmutable del Hitman apenas visible, el Príncipe podía decir que lo que acababa de decir estaba causando estragos en el de traje puesto que era la verdad. Estuvieron en silencio por más tiempo, el hambre, la sed, la falta de sueño estaban cobrando factura… en el Príncipe al menos.


--El que estés prisionero… significa que ésta es tu “única opción”. –dijo el Hitman.


La voz del de traje hizo que el Príncipe enfocara sus pensamientos, el cansancio estaba empezando a ser insoportable. Debía distraerse, estaba por morir, el Hitman le contó algo personal… ¿Por qué no hacer lo mismo? La única salida es la muerte al fin y al cabo.


--Se filtró la identidad del próximo rey, un grupo en especial ya tienen localizadas y vigiladas cada miembro de la familia de ese Henachoko, sus amigos, sus compañeros de clase y sus maestros. Entre más conocidos mejor, más culpa y remordimiento en el Henachoko. Este grupo sabe que yo seré el prometido del próximo rey, por mi condición doncel, ser el único heredero de la familia Bielefeld y al ser una figura pública creyeron que, si yo desaparecía, el dolor del futuro rey sería inmenso. –dijo el Príncipe con tono monótono.


--No te escuchas muy convencido. –recalcó el Hitman.


--El Henachoko no me ve de ‘esa’ manera, –trataba de disimular su decepción –para él tan solo soy un amigo. Según sus creencias, don hombre no deben estar juntos… aunque uno de ellos sea un doncel, es antinatural según sus palabras. Desde que se enteró que él sería rey y que yo sería su esposo… ha hecho lo posible por anular esa cláusula, y casi lo consigue. –luchó por recuperar la compostura, esa que tanto le caracteriza.


>>Es probable que sienta un poco mi ausencia, –recordaba algo, suspiro con resignación y prosiguió –pero será como la ‘pérdida’ de un amigo, quizá sienta un poco remordimiento porque alguien murió por su bien, pero con el tiempo saldrá adelante, me olvidará y seguirá su vida como el buen rey que será. –concluyó el Príncipe.


--¿Tú le quieres? Lo que me cuentas tan solo me hace pensar que tu Henachoko es un idiota. –preguntó con incredulidad el Hitman. Amar a un idiota… eso se le hacía familiar.


--Al principio lo odié, ¿Quién en su sano juicio le agradaría tener una vida en la que no puede decidir con quien compartir su futuro?, el ser un príncipe ya es demasiado como para prometer mi mano en matrimonio al siguiente rey; como príncipe no se debe cometer errores, la excelencia debe ser una segunda naturaleza, tus acciones tienen diez veces más consecuencias, en tus hombros está el peso del orgullo de toda una historia familiar y, lo peor de todo, siempre se debe obedecer. –decía el Príncipe con algo de rencor en su melodiosa voz.


>>Claro que lo odié… él sería mi cárcel personal. –su voz volvió a cambiar, invadida por el recuerdo –Pero, él es tan diferente, es amable, humilde y siempre busca la manera en que todos ganen algo… le cuesta aprender las tradiciones, odia las clases de etiqueta, se molesta con las hipocresías de los que forman la corte, detesta a quienes ambicionan el poder… siempre sonríe, ante los problemas piensa siempre en los demás primero. –susurró lo último con algo de reproche.


--Menos en ti. –completó el Hitman, la última frase del Príncipe y el tono usado lo daban a entender.


--Solo soy un ‘príncipe caprichoso que piensa tener el mundo a sus pies’… fue lo que me dijo en nuestro primer encuentro. –suspiró anhelando el pasado –Mi orgullo fue herido por primera vez, le seguí en su preparación como monarca para recalcar sus errores, para restregarle en la cara su falta de conocimiento… terminé siendo yo el sorprendido. –admitió derrotado –Aprende rápido, es tenaz cuando se lo propone, no se fija en las jerarquías para ayudar a quien se lo pide, es terriblemente amable con todas las personas y cuando se enoja por la injusticia… es como si se transformara en alguien más. Alguien con el aire de todo un rey, alguien a quien se le debe respetar.


>>Con el paso del tiempo, sin querer reconocerlo, me vi enamorado de ese Henachoko y, cuando así se lo expresé, me rechazó. Cada vez que le mencionaba nuestro compromiso, cada vez que le decía cuánto le amaba, sólo había cambios de tema, rechazos y hasta llegaba a fingir que no me escuchaba. –el dolor en la voz se hizo palpable.


--Y aun así estás como prisionero en una celda… usando tan solo un camisón. –intentó distraer el Hitman, una belleza como el Príncipe no debía tener ese matiz en su voz, ni lágrimas amenazando con salir.


--Encontré una nota en mi habitación, después de prepararme para dormir.  –explicaba lo del camisón –La nota decía claramente que requerían mi presencia rápido, sin compañía, sin que nadie me viera abandonar el castillo. Habían descubierto la identidad del próximo rey y sólo yo podía salvarlo de sufrir a gran escala, mi sacrificio a cambio de todos los que rodean al Henachoko. –dijo con gravedad, su naturaleza de soldado salió a flote.


--O lo amas demasiado para verlo sufrir, o tienes fe en que el rey que este lugar necesita, o tienes confianza en que te encontrará. –inquiría el Hitman con genuina curiosidad.


--Estoy aquí. –declaróelPríncipe –Eso es lo que importa.


--¿Cómo estás tan seguro tus captores cumplirán su palabra? No creí que fueras tan ingenuo, Príncipe. –volvía a decir el Hitman mientras una idea se cruzaba por su cabeza.


--No lo soy. Sé perfectamente quienes son, sé muy bien cuales son... eran sus objetivos, con mi muerte los consiguen. Son cobardes que no se atreverán a ir más lejos que esto. Por su bien. –recitaba con confianza, sin duda sabía de lo que hablaba el Príncipe.


--Eres interesante, Príncipe. –admitía el Hitman.


--Y tú, eres algo inusual, Hitman. –decía el Príncipe al recordar la historia antes contada por el hombre a su lado.


--Si llegaras a salir vivo de esta situación ¿Qué harás después? –preguntó el Hitman ya elaborando un plan.


--En el caso que se me negase la muerte, tengo que desaparecer de todas maneras. –decretaba el Príncipe.


--¿Mhm? ¿Sin dudas? ¿Sin arrepentimientos? ¿Dejarías todo a lo que estás acostumbrado? –cuestionaba el Hitman poniendo manos a la obra.


--Hai. –decía ausente, el cansancio ya era demasiado, pronto perdería la conciencia.


--¿Desaparecerías con un Hitman si este te lo propusiera? –preguntaba con seriedad el Hitman a un lado del Príncipe, las esposas ya en el suelo, la única salida a medio abrir. El Hitman decidió que aún no era hora de morir.


--Desaparecer… es… inevitable. –dijo el Príncipe para luego no ver más que obscuridad.


El Hitman sonrió, una nueva aventura daba inicio.


Una semana luego de la desaparición del amado Príncipe Bielefeld, todo el país estaba angustiado, la familia real destrozada y, el próximo rey a punto de volverse loco. El próximo rey se negaba a las noticias que un escuadrón de guardias traía, encontraron rastros de camisón del Príncipe en un lugar a las afueras del reino, al lado de una pila de cenizas y partes de huesos humanos… todo indicaba que el Príncipe fue asesinado y que habían quemado su cuerpo.


El próximo rey lloraba con remordimiento, la pérdida de su buen amigo no podía ser cierto, pidió que no dejaran de buscar, su príncipe debe estar en algún lugar a la espera de ser encontrado… no se daría por vencido tan pronto.


Mientras tanto, en el muelle del reino  en que un Henachoko se hundía en lamentaciones, dos figuras misteriosas subían a un barco que les llevaría de nuevo a la tierra de un moreno, tenía que arreglar asuntos pendientes y esta vez no estaba solo, ahora tenía un compañero.


 


 


 


 


Fin.

Notas finales:

Gracias por leer.


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