Capítulo uno.
Relata MinHo.
Eran las 3:00 A.M y KiBum aún no se dignaba a aparecer. Él le había prometido estar en casa a más tardar a las 1:00 A.M, pero como siempre, KiBum lo había ignorado y nuevamente hacía lo que le entraba en gana. No comprendía nada, el y su pequeño hijastro solían llevarse realmente bien cuando este era tan solo un pequeño, se adoraban mutuamente y siempre se encargaba de encubrir las travesuras que hacía el hijo de su esposo, pero una vez que este entró en la adolescencia había cambiado por completo. Desobedecía, gritaba, golpeaba paredes, les faltaba el respeto e incluso se había atrevido a llegar drogado y ebrio a casa.
Ese día, su esposo había abofeteado a KiBum, generando que en casa reinara un ambiente de pelea. KiBum sólo se limitó a llorar e ir corriendo a su cuarto, mientras el comenzó una gran discusión con su esposo por haberse atrevido a golpear a su niño, y es que realmente el adoraba a su KiBummie y no creía en los castigos físicos. Ese día, pasó la noche consolando a su hijastro y cuidando de la hinchazón de sus mejillas que su esposo había causado.
Esa noche, KiBum se le insinuó sexualmente.
El pensó que era por el alcohol, y realmente le convenía pensar así. ¿Cómo le iba a explicar a su esposo que esa misma noche había tenido un sueño húmedo, donde el poseía a su pequeño hijo? TaeMin realmente estaría horrorizado, se divorciaría y apartaría a KiBum de su lado, y eso jamás lo permitiría. No porque el estuviese enamorado de su niño ni mucho menos, para el KiBum siempre sería el pequeño niño al que solía llevar a las plazas a tomar helado y jugar, si no porque el ya quería a KiBum como su hijo, y no soportaría perder a las únicas personas que tenía en su vida.
Lo que el no sabía, era que KiBum lo veía con otros ojos.
Ya entradas las 5:00 AM, KiBum se dignó a llegar a casa. Estaba drogado y ebrio, como usualmente llegaba los fines de semana.
—¿Por qué vienes llegando a esta hora, Choi KiBum?. — Preguntó completamente enojado frunciendo el ceño visiblemente, ya estaba harto de que el niño al que le había entregado el apellido se comportara de esa forma.
—¿Y a ti qué te importa?. — Respondió con algo de dificultad debido al alcohol consumido, pero con la voz cargada de desafío y desprecio.
Y esa, definitivamente fue la gota que revalsó el vaso
Tomó a KiBum del brazo y lo arrastró con fuerza hacia el baño, donde lo arrojó a la bañera y roció su cuerpo con agua fría, tratando de que saliera del trance. La rabia lo carcomía vivo y pese a los gritos de protesta del menor no se detuvo. Una vez que este estaba ya lúcido, le quitó la ropa empapada y volvió a arrastrarlo, pero esta vez al cuarto del menor.
—¡YA ESTOY HARTO DE TU MALDITA ACTITUD, KIBUM!. — Gritó severamente al menor, el cual no se atrevió a responder y sólo temblaba de frío y colera, ¿Cómo se atrevía a tratarlo así? Esto definitivamente no lo soportaría.
—¿QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA TRATARME ASÍ? ¡TU NO ERES MÁS QUE EL ESPOSO DE MI PADRE! ¡DEJA DE METERTE DONDE NO TE LLAMAN!. — Y una fuerte bofetada golpeó la mejilla de KiBum, haciéndolo caer de estómago hacia su cama.
—Aprenderás a respetarnos KiBum, ya sea por las buenas o por las malas. — Sentenció MinHo con voz severa, definitivamente luego de esto se odiaría.
Llevó sus palmas una y otra vez hacia las nalgas de KiBum, sin importarle los gritos de dolor del menor ni las múltiples lágrimas que salían de sus ojos. Una vez que le dejó las nalgas lo suficientemente rojas, salió de la pieza sintiéndose la peor escoria que pudo haber pisado tierra.
Lo que MinHo no sabía, es que a KiBum lejos de molestarle, le había excitado y deseaba más, mucho más.