- ¡Conozcan a mi hijo, Cedric!
El hombre tomó con orgullo el hombro del chico a la vez que él saludaba de manera tímida con la cabeza, a veces las maneras de su padre lograban que algo de color llegara a su rostro. Pasó su vista fugazmente por encima de todos los hijos del Sr. Weasley y sus amigos y de repente ahí estaba, Harry Potter. Todo el mundo mágico había hablado del niño que vivió y lo que sucedió esa noche por años pero nadie había mencionado el interesante contraste entre su clara tez y su cabello negro como cuervo, Cedric detuvo su mirada en él y con una sonrisa asintió a la vez que también lo hacia Harry.
****
- Sólo veo una bota vieja y sucia.
Escuchó a uno de los Weasley decir con reproche.
- Es un traslador, hay que sujetarse.
No logró distinguir de quién era la voz que le aclaraba al distraído pelirrojo.
Desde que vió en el bosque al menudo Griffyndor (a comparación con la altura de Cedric, el chico era un poco bajo) no había podido ser capaz de despegar su curiosa y disimulada mirada, era pronto para decirlo pero en él había una fuerza que atraía al castaño, no sabía el por qué pero le parecía interesante.
Un chico de 4to año había llamado la atención del popular Hufflepuff Cedric Diggory, genial.
***
Lo único que sabía es que en ese momento estaban girando en los aires sobre unos cuantos metros de altura, logrando ver los nervios asomándose por el rostro del chico de lentes (¿Cómo aun se mantenían en su lugar?)
- ¡Chicos, suéltense!
Gritó el Sr. Weasley y acto seguido los 3 mayores soltaron su agarre del traslador y se perdieron de vista.
Cedric ya dominaba los viajes a través de trasladores, así que le era mas fácil el aterrizaje, a diferencia de sus nuevos conocidos, entre ellos Harry, quienes ahora apoyaban la espalda en el maltratado césped del campo al cual habían llegado y se quejaban del dolor de la caída, por instinto o algo parecido el castaño fue directo hacia donde yacía el pelinegro con los ojos cerrados, deseando que el dolor se esfumara, silenciosamente tendió su mano y de inmediato Harry abrió los ojos, logrando diferenciar la figura que le ofrecía ayuda, aceptándola tímidamente.
- Gracias.
Fue como un suave quejido, como respuesta sólo tuvo un movimiento de cabeza, una mirada que, si bien no fue muy larga, si lo hubiese sido, habría visto todo en él.
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¡Conozcan a mi hijo, Cedric!
El hombre tomó con orgullo el hombro del chico a la vez que él saludaba de manera tímida con la cabeza, a veces las maneras de su padre lograban que algo de color llegara a su rostro. Pasó su vista fugazmente por encima de todos los hijos del Sr. Weasley y sus amigos y de repente ahí estaba, Harry Potter. Todo el mundo mágico había hablado del niño que vivió y lo que sucedió esa noche por años pero nadie había mencionado el interesante contraste entre su clara tez y su cabello negro como cuervo, Cedric detuvo su mirada en él y con una sonrisa asintió a la vez que también lo hacia Harry.
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- Sólo veo una bota vieja y sucia.
Escuchó a uno de los Weasley decir con reproche.
- Es un traslador, hay que sujetarse.
No logró distinguir de quién era la voz que le aclaraba al distraído pelirrojo.
Desde que vió en el bosque al menudo Griffyndor (a comparación con la altura de Cedric, el chico era un poco bajo) no había podido ser capaz de despegar su curiosa y disimulada mirada de él, era un poco pronto para decirlo pero en él había una fuerza que atraía al castaño, no sabía el por qué pero le parecía interesante.
Un chico de 4to año había llamado la atención del popular Huffelpuff Cedric Diggory, genial.
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Lo único que sabía es que en ese momento estaban girando en los aires sobre unos cuantos metros de altura, logrando ver los nervios asomándose por el rostro del chico de lentes (¿Cómo aun se mantenían en su lugar?)
- ¡Chicos, suéltense!
Gritó el Sr. Weasley y acto seguido los 3 mayores soltaron su agarre del traslador y se perdieron de vista.
Cedric ya dominaba los viajes a través de trasladores, así que le era mas fácil el aterrizaje, a diferencia de sus nuevos conocidos, entre ellos Harry, quienes ahora apoyaban la espalda en el maltratado césped del campo al cual habían llegado y se quejaban del dolor de la caída, por instinto o algo parecido el castaño fue directo hacia donde yacía el pelinegro con los ojos cerrados, deseando que el dolor se esfumara, silenciosamente tendió su mano y de inmediato Harry abrió los ojos, logrando diferenciar la figura que le ofrecía ayuda, aceptándola tímidamente.
- Gracias.
Fue como un suave quejido, como respuesta sólo tuvo un movimiento de cabeza, una mirada que, si bien no fue muy larga, si lo hubiese sido, habría visto todo en él.