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Nickolas Ikk por KanVarg

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Era un día cualquiera en ese orfanato cuando Nikko, un pequeño niño de 5 años fue adoptado. Todos allí hicieron preparativos para despedirlo, el niño no quería irse, cuando llegaron sus nuevos padres adoptivos él se negaba a irse, estos preguntaron por qué su nuevo hijo no quería ir con ellos, preocupados porque el hecho de que no los aceptara como padres. Este entre gritos y sollozos se negó a ir con una simple frase "yo quiero a mi hermano conmigo". Los padres se miraron entre ellos sin entender, el cura que cuidaba a los niños se acercó a ellos, diciendo: "No lo tomen en cuenta, él piensa que tiene un hermano gemelo desde que murieron sus padres, incluso piensa que convive con él, cuando aquí, siempre ha estado solo." Al escuchar eso, los padres quisieron comprender al niño, lo llevaron a los mejores psicólogos, finalmente Nikko terminó creyendo en ello, que no tenía ningún hermano. Cuando en su nuevo cuarto miraba al rededor, él se sentía solo... Tan sólo que empezó a dibujar cosas, aunque en la escuela tuviera amigos, pero él dibujaba a su hermano, incluso pintándole rasgos distintos a los suyos. Cuando sus padres lo descubrieron, de nuevo fue al psicólogo, cansado, deprimido y reprimido, terminó asumiéndolo completamente hasta que al cumplir 16 años, en su mente volvió a aflorar la aniñada cara de ese chico, siempre lo recordaba cuando estaba mal, en los momentos felices, su cuaderno quedaba olvidado por días. Su estado de ánimo no era el mejor actualmente, su apariencia completa cambió, con tristeza, acariciaba el dibujo que hacía unos segundos terminó de dibujar. Se miró al espejo, ¿por qué lo dibujaba tan distinto a él? Si según pensaba eran gemelos... Sin embargo, cuando miraba fotos de cuando era niño, no se reconocía, su pelo en fotos era rubio, él actualmente era moreno, su complexión, de pequeño era muy escuálido, ahora... seguía siendo delgado, pero, con más carnes. Sus ojos era lo único que no cambiaba, seguían igual de vacíos, pero, no había forma de devolverles la luz. Él creía tener un hermano, así lo sentía, pero, desde que llegó a ese orfanato, a esa casa... Todo el mundo lo trataba como un loco, pero, él seguía teniendo ese sentimiento, ni los mejores psicólogos lo ayudaban en algo. Su vida era un completo caos, no solo por su sentimiento de que alguien le había arrebatado a su hermano, si no, en la escuela, al enterarse de su problema gracias al que creía su mejor amigo, le empezaron a acosar, ya sufría de acoso, y hacía que durante semanas no apareciera a clases, pero, ahora ya no podía más... Encima de ser acosado, golpeado, pasaron a travestirlo, a hacerle bromas pesadas sobre un hermano muerto, y pasaron a amenazas verbales. Se encerró en su cuarto, por la noche, mirando todos sus bocetos; ¿y si él realmente estaba muerto? Eso explicaría porque querían que lo olvidará... Lloró en silencio, abrazándose a sí mismo. ¿Y por qué lo recordaba? Lo extrañaba incluso, ¿tal vez nunca había superado la muerte de su hermano al que ni si quiera recordaba su voz? Se sentía como un loco. Su mente fue oscureciendo a medida que los chicos del instituto se metían más con él. Una noche, Nikko estaba inconsciente, con bastantes pastillas a su alrededor, sus padres adoptivos asustados llamaron a una ambulancia, ahí fue cuando se dieron cuenta de la importancia del asunto... Nikko sufría, demasiado. Fue por eso que decidieron volver a adoptar, tal vez el problema era que se sentía solo. Sin embargo, los mensajes a altas horas delataban que alguien estaba tras Nikko, el padre de este enfadado, le quitó el móvil al ver como lloraba desconsolado cuando los mensajes a las 4 de la mañana llegaban sin parar. Tras descubrir que no solo era un chico el acosador, si no que era la mayoría de su clase, decidieron sacar a Nikko de allí. Nikko ahora estaba sentado en sofá, tenía un hermanastro de unos 10 años atormentándolo, él siempre quería jugar y Nikko siempre estaba cansado.


Un día, mientras su hermano jugaba, él lo miraba, tirado en sofá como siempre desde que había dejado el instituto, no sabía qué hacer, solamente se sumía en sus pensamientos. No tenía móvil, ni amigos, ni a nadie más que a su familia adoptiva... Su madre llamó su atención con una ligera caricia en su frente.


- Nikko, nos vamos a mudar lejos de aquí, ¿estarás bien con eso? - Su hijo la miró para agachar la mirada.


- No entiendo porque estaría mal eso... - Susurró, la realidad es que cada vez se reservaba más para él. - No tengo nada aquí, deberías hablar con Joa antes que conmigo... - Dijo hablando de su hermano, suspiro con cansancio. Su madre lo miró comprensiva.


- Nikko, ¿sabes que puedes contarme cualquier cosa, cierto? - quitó algunos mechones de pelo de la cara de su hijo. Él la miró directamente.


- Sigo creyendo que tengo un hermano gemelo que me arrebataron los curas del orfanato. - habló con algo de fuerza, sabiendo que su madre lo llevaría de nuevo al psicólogo. - y me atormenta mucho... - suspiro. - durante meses ese fue el único tema en mi instituto. Nikko tiene un hermano imaginario, Nikko tiene un hermano muerto... Nikko está loco. - cerró los ojos con fuerza. - sabes que nunca he sido de los que inventan cosas, no tengo imaginación y mis dibujos son de personas que conozco. ¿Cómo podía imaginar un hermano? - Joa lo miraba, sintiéndose mal, creyendo que a Nikko él no le importaba.


- Nikko... - se sentó en el sofá, mirando al joven muchacho. Le cogió la mano. - en el caso de que él existiera, ¿por qué te aferras tanto a él? Nos tienes a nosotros, a Joa... ¿Tanto lo necesitas?


- Mamá... - cerró los ojos y asintió. - llevo toda mi vida deseando volverlo a ver... Un sentimiento que desconozco se apodera de mí si pienso que lo volveré a ver, la nostalgia se apodera de mí cuando pienso en el pasado, recordándolo. Tengo imágenes muy fluidas con él. Algunas son horribles, como... - la miró un momento. - el asesinato de mis padres... Donde él estuvo conmigo encerrado en el armario, ambos llorábamos. - tuvo una idea. - el registro de la policía. Allí dirán si estaba solo o realmente tengo un hermano... Por favor, mamá, antes de mudarnos, pídele a papá que traiga todos archivos... - la mujer suspiro con calma.


- Nikko, te vas a hacer daño. - le acaricio las mejillas. - le pediré a tu padre que cuando llegue los traiga, pero, en el caso de que no tengas ningún hermano, tú olvidarás todo esto y serás un Robinson. - Nikko asintió lentamente. Ser un Robinson conllevaba a olvidar todo su pasado, lo cual lo entristecía.


- Pero, si él existe... Quiero estar siempre a su lado. - Dijo con algo de orgullo. - Y mi apellido volverá a ser Ikk. - La mujer alzó una ceja, y suspiró.


- Nikko, ya te he dicho que ese no era tu apellido, ¿por qué tienes tanta creencia de que esas tres letras eran tu apellido? Sabes muy bien que no te diré tu verdadero apellido hasta que superes todo esto, y por eso te pido que te esfuerces, y te olvides de todo lo que te hizo daño. - Nikko separó a la mujer de él.


- No me digas que me olvide de todo lo que me hizo daño cuando sabes bien que no he parado de sufrir desde que entre en esta casa. - Miró a Joa, y giró la mirada, no era su intención hacerles daño, pero, esa era su realidad. - Vosotros sois buenos conmigo, excepto por querer siempre meterme en esas mierdas mentales, pero, la gente... Todos, todos aquí me repudian. Incluso si no me conocen en persona, saben quién soy, porque de boca en boca mi nombre ha ido pasando. Soy tomado como el loco del pueblo, y eso, nunca me ha gustado, y es lo que más me ha hecho daño y por lo único que la gente se ha acercado a mí.


- Nikko... - La madre intentó llamarlo, pero, este huyó sin mirar atrás rumbo a su cuarto. Joa miró a su madre adoptiva, esta suspiró con fuerza mientras se giraba hacía el niño. Acarició el pelo de este mientras este rompió algunos de sus juguetes, la madre extrañada lo miró. - ¿Por qué haces eso, Joa? - El niño la miró, aún alicaído.


- No sé...- Susurró mirando sus juguetes y lloró tras verlos rotos. La mujer lo abrazó con fuerza mientras este seguía con el llanto, Nikko lo escuchaba, sintiéndose mal por el pequeño. Tragó un poco de saliva, él nunca debería haber llegado a esa casa tan amable... Se escurrió por la puerta, escuchando el llanto de Joa y lloró en silencio. Tal vez sí debía desaparecer como sus compañeros decían. Empezó a llorar en silencio y cogió una mochila con ropa básica, no podía continuar allí, no quería hacerlos sufrir más ni quería sufrir, sabía que si él se cambiaba de ciudad con ellos, la misma historia se repetiría.


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