-- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- --
Piko se removió de nuevo entre sus sábanas. Estaba muy intranquilo.
Desde hace un mes que vivía con, ya esposo, Len en una nueva casa que habían comprado, cerca de las afueras de la ciudad.
Desde que se mudaron había sentido algunas veces era observado, en especial cuando se encontraba completamente solo. Sin embargo había estado ignorando aquel sentimiento.
Hasta lo que había pasado esa misma tarde.
Frente a sus ojos, un vaso de cristal, que estaba a 15 centímetros dela orilla de la mesa, se había movido hasta estrellarse contra el suelo.
Eso lo tenía muy asustado.
—Deja de moverte— le dijo una voz cansada a su costado.
—Perdona, Len.— respondió mirando la figura de su esposo entre la oscuridad, estaba en el otro extremo de la gran cama dándole la espalda. El rubio se giró con los ojos cerrados y se volvió a acomodar. El albino le dio la espalda.
Pasaron 5 minutos y el Utatane no conseguía dormir, movía de vez en cuando sus pues con nerviosismo y de vez en cuando agarraba la funda de la almohada con el mismo sentimiento, sus ojos veían la oscuridad de la habitación.
De pronto sintió que un brazo rodeaba su cintura y sintió una respiración en su nuca. Se sonrojó levemente de la sorpresa más sonrío. A veces el rubio sabía que hacer en el momento.
—Gracias.— susurró acomodándose y cerrando los ojos. Por fin pudo ingresar al mundo de los sueños.
El albino abrió sus ojos cuando la alarma de su teléfono sonó. Dirigió su brazo hasta el objeto y lo silenció. Se estiró y se talló los ojos.
—Len...— llamó a su esposo quién se encontraba al otro extremo de la gran cama, lo cuál le pareció extraño ya que no era moverse mucho. —Len...— gateó un poco hasta llegar mencionado —Len~— lo movió un poco —Que pesado tienes el sueño, cariño— dijo moviendo aún más al rubio. Este se removió un poco. —despierta ya, Len.— el mencionado abrió sus ojos y lo miró, lo abrazó del cuello y lo tumbó junto con él.
—Piko~— canturreó acurrucándose, el de ojos disparejos hizo lo mismo contra el pecho de otro —¿Qué tal dormiste?— el albino sonrió.
—Cuando me abrazaste, muy bien.— contestó alzando su cabeza para mirarlo. La expresión del Kagamine cambió a una confundida con un toque de miedo.
—¿Qué?
—Si, te desperté por qué me movía mucho por estar nervioso pero luego me abrazaste y se me pasó.— explicó tranquilamente.
—Piko...— Len suspiró para tranquilizarse y lo separó un poco —Yo jamás me desperté y mucho menos te abracé...
-- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- --