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Líos y más líos por Ghost princess Perona

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Notas del fanfic:

Por fin la taan esperada continuación de mi fic El Casamentero del Santuario. Espero que responda algunas de las preguntas que quedaron pendientes y satiafaga a mis lectores... ¡Disfrútenlo! 

Notas del capitulo:

Espero que les guste tanto como el primero.

Todos se estaban divirtiendo en la fiesta con la que celebraban la tregua entre el Inframundo y la Tierra. Aunque no era una fiesta muy convencional, era… tal vez adelantada para su época o quizás sería más sencillo llamarla bacanal. El alcohol prácticamente manaba de las decoraciones y la mayoría de asistentes, con excepción  de los dioses, estaban ya un poco ebrios. Los espectros miraban divertidos a los santos, que no solían tener celebraciones como esas y les afectaba más la bebida.

“Quiero más de eso” pidió Lugonis, que a pesar de ser muy resistente había tomado tanto que ya se trastabillaba.

“Sí… creo que otro día, hermano” le respondió Luko, agarrándolo del brazo y arrastrándolo en dirección a su templo. Luego haría lo mismo con su sobrino, que no estaba manejando la intoxicación mejor que su padre. Quien iba a decir que dos personas tan resistentes lograrían tomar las suficientes botellas como para emborracharse. Volteó y vio a Albafica besándose con Minos de una manera muy sugestiva. “Me pregunto cuanto tiempo logrará conservar su virginidad a partir de ahora”

“¿Qué?”

“Nada, Lugonis, sólo camina”

Para sorpresa de nadie Albafica no era el único que estaba algo ebrio. Deuteros, quien era primerizo en esas cosas, estaba tumbado sobre el regazo de su novio, que negaba con la cabeza y acariciaba los mechones rebeldes del demonio. Asmita no había bebido mucho debido a que alguien tenía que mantener la cabeza fría en esa reunión y dudaba que los gemelos peliblancos fueran a ser muy piadosos con los jovencitos si se quedaban tirados por ahí delante de los espectros. Mientras eso pasaba Aspros se tambaleaba por ahí, buscando más bebida a pesar de que su cara no podía estar más roja. Se chocó con una figura alta y musculosa.

“Eh… holaaaaaa” dijo arrastrando las palabras y tratando de reconocer con su borrosa visión.

“Holaaa…” respondió Aldebarán, un poco más sobrio debido a su afición por el alcohol. El taurino inspeccionó de cerca al otro. “¿Eres el gemelo que me frienzoneo?”

“Siiiiii…” respondió el peliazul. “El otro está tomando una siesta en las rodillas de la rubia. ¿Te puedes creer que a las tres copas de vino ya estaba ebriooooo?”

“Patético” respondió el toro. Siguieron tomando juntos por un rato, charlando sobre cosas irrelevantes y riéndose como idiotas ante bromas para nada graciosas. Cuando el gemelo mayor apenas pudo mantenerse en pie el otro se ofreció a llevarlo a su casa.

“¿Qué crees que haga con él?” preguntó Dégel a Kardia, que se encontraba enfurruñado con él por alguna razón. Desde el incidente en el cual lo obligó a tener relaciones por horas seguidas el escorpión no lo había dejado tocarlo, así que tenía la esperanza de que si lo emborrachaba tendría algo de afecto esa noche.

“No creo que le haga nada, Aldé es alguien muy respetuoso” contestó el peliazul, pasando sus manos por sus cabellos. Sabía muy bien lo que tramaba su novio, así que, a pesar de disfrutar de la bebida tanto como el taurino, decidió contenerse. Ya tendría más oportunidades los sábados en el bar de Calvera.

“También me preocupa Albafica, se ha marchado con el espectro ese”

“Quien debería de preocuparte es Lugonis, le va a dar un ataque cuando sepa que su niñito ya no es virgen desde hace un buen”

“¿Y tú como sabes eso?” se interesó el aguador, empujando sus lentes por el puente de su nariz. Sabía que el caballero de Piscis no se contendría por mucho tiempo, pero que se estuviera acostando con el juez desde hace tanto. “¿Y cómo es que no se ha embarazado si ya lo han hecho tantas veces?”

“¿Cómo crees que yo no me he quedado en bola? Pensé que alguien tan inteligente y amante de los libros como tú conocería el significado de la palabra anticonceptivo” contestó Kardia con una sonrisa de suficiencia. “Yo los tomo todo el tiempo, adivina quién me los vende.”

“¿Albafica? ¿él sabe cómo preparar anticonceptivos?” se maravilló Dégel. ¿Por qué demonios alguien condenado a la soledad se preocuparía por hacer cosas de esas? Al menos había ayudado en algo.

“Pues claro, puso su negocio hace un tiempo. No sé cómo se las arregló para armar algo como eso y seguir siendo un recluso… pero eso es tener mente corporativa, todos los usan” comentó el escorpión, sonriendo animadamente.

“Y ¿se habrá acordado de tomar las pastillas antes de acostarse con alguien?”

-En la casa de Tauro-

“Me friendzoneaste…” murmuró Aldebarán mientras desnudaba al gemelo en la cama. Sus labios se juntaron y el otro no se quejó, demasiado embriagado para saber con quién se estaba acostando.

“Ah, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii? Pueeeeeeeeeeeeeees… nosssss ssssssé” respondió incoherentemente Aspros mientras el otro lo tocaba. Le gustaba, aunque nunca antes había experimentado el rol de pasivo en la cama. Tal vez fuera más emocionante.

“Te haré arrepentirte”

“¿Y cooooooooomoooooo planeas hacerloooooooooooooooo?”

“Espera y verás” con esto el toro empezó a atacar el cuerpo del otro, que se retorció de placer al ser tan deliciosamente sometido. Los gemidos inundaron la segunda casa a los minutos, aumentando de volumen sin que ninguno de los dos se detuviera a pensar en qué estaba pasando.

-A la mañana siguiente-

Aspros despertó con un enorme dolor de cabeza. ¿Qué demonios había bebido anoche? Se preguntó mientras se incorporaba. De repente un dolor punzante en su trasero lo tiró de nuevo a la cama… ¿cama? ¿Cómo había llegado de la fiesta a su cama? Pero esa… no era su cama… ni su templo. ¿Dónde diablos estaba? Paseó la vista aterrorizado y se fijó en la persona que yacía a su costado, aún plácidamente dormida.

“No… no” se dijo, llevándose las manos a la cara. Ese no podía ser Aldebarán de Tauro. Siguió negándose por un tiempo, para luego pasar a lamentarse. ¿Quién demonios dormía con alguien a quien friendzoneo hace unas semanas? Este tenía que ser un castigo por lo que había hecho.

“Aspros…” murmuró el otro, volteándose y colocó una de sus manos en sus piernas desnudas. Esto hizo que un flashback lo golpeara, uno que lo aterrorizó. Se levantó de la cama de un salto y buscó su ropa por toda la habitación.

“Esto no me puede estar pasando” se quejó prácticamente con lágrimas en los ojos. Tan pronto tuvo los pantalones puestos el gemelo mayor escapó rápidamente a su casa, cojeando y rogando por que su hermanito no estuviera despierto… ni presente. Llegó a su cuarto sin que nada malo pasara y fue directo a la ducha. Tenía que quitarse todos los rastros de aquella noche…

-A unos templos de distancia-

“¿Qué pasó?” preguntó Lugonis con un dolor de cabeza tan grande que ni se comparaba con la primera vez que experimentó el veneno de sus rosas. Luko fue a recibirlo con una resaca más moderada y un batido vegetariano. Por suerte para todos Albafica había vuelto hace poco de puntillas, todavía con la ropa del día anterior. Al menos no tendría que aguantar los endemoniados gritos de su hermano mayor a esa hora.

“Te traje aquí después de que probaras los límites de tu tolerancia a las sustancias tóxicas… que es mucha, por cierto. Jamás había visto a alguien que pudiera tomar tantas botellas sin caer en un coma etílico” comentó el menor, añadiéndole a la mezcla secretamente una de sus plantas curativas. “Ten, te ayudará a recuperarte”

“Gracias…” gruñó el mayor, sintiéndose como un muerto recién resucitado. “¿Y Albafica?”

“No tomó tanto como tú y está en su habitación durmiendo la resaca. Llegó ayer con mejor aspecto que cierta personita que me conozco”

“Cállate… huh, al menos no se fue con esa rata plateada” dijo el padre, sin reparar en la expresion culpable del rostro de su hermano. Inmediatamente después se llevó la mano a la boca, sintiéndose enfermo. “Creo que voy a vomitar”

“No en las sábanas, ven” y el menor lo llevó de la mano al baño, ayudándolo a arrodillarse antes de expulsar todo lo había comido. “Que asco”

“Cierra la boca” le espetó Lugonis tras dejar de dar arcadas. Se levantó con un dolor de cabeza increíble y, después de tomar lo que le quedaba del batido vegetariano de su hermano, se echó a la cama a dormir. “Llévale uno de esos a mi hijo también, Athena sabe lo que estará sufriendo con su primera resaca…”

“Si, su primera resaca…” repitió Luko con algo de sarcasmo. En seguida se dirigió a la habitación de su sobrino, encontrándolo tirado en la cama con una sonrisa. Suspiró, debía alejar a Pefko de esa mala influencia (aunque él también lo fuera). “Eh, tómate esto antes de volver a dormir”

“Huh… su hubiera sabido que me despertarías tan temprano me hubiera quedado con Minos” se quejó el peliceleste, revolviéndose en el lecho. “Vaya noche que he tenido, una de las mejores…”

“No dejes que te escuche tu padre” le avisó el espectro. “Se pondrá como una fiera”

“Ya lo sé… pero después de tantos años en la soledad uno bien puede pasar un momento o dos en compañía de un sexy juez del infierno.”

“Oh, Lugonis va a tener un paro cardiaco pronto”

-En otra parte-

Regulus estaba paseando por el Santuario tranquilamente, por una vez libre de su padre. Ilias se encontraba durmiendo a resaca. Usualmente el león mayor no se emborrachaba, pero había sido retado por un ya borracho El Cid a beber y terminó siendo derrotado por el español, desmayándose sobre una mesa. El pobre cachorrillo, al que no habían dejado probar ni una gota de alcohol, tuvo que encargarse de llevarlo de regreso a su templo.

“Papá fue un tonto, ¿es que no sabe que El Cid tiene una resistencia casi tan grande como los Piscis al alcohol?” se quejó en voz baja. Amaba a su padre con todo el corazón, más el mayor lo sacaba de quicio a veces.

“¡Hola, Regulus!” lo saludó una voz conocida. Se volteó sonriendo y se encontró con Yato… y alguien más que no se esperaba.

“Hola, Yato, y… ¿Tenma, qué haces aquí?” le preguntó en tono no muy amable.

“Bueno, Yato y yo quedamos en vernos hace un tiempo y entrenar juntos. ¿Quieres unírtenos?” le explicó Pegaso con una sonrisa en los labios. El gatito chirrió los dientes, ¿Qué diablos hacía ese tipo con el unicornio? ¡Yato era su amigo! ¡Sólo suyo!

“Sí, ¿por qué no?” aceptó, dispuesto a encajarle un buen golpe en la cara al burro con alas. El italiano se volvió sin notar su mirada asesina, pero el otro sí lo hizo y se comenzó a preocupar. ¿Regulus estaba… celoso? ¿Cuándo había pasado esto? En toda su vida nunca había visto a su amigo celoso de nadie. A lo mejor sólo eran imaginaciones suyas… pero por si las moscas no dejaría que esos dos combatieran.

-En el décimo templo-

El Cid recién se levantaba después de una noche de bebida. Demonios, ¿qué había hecho anoche? Estaba intentando recordarlo cuando el calor de otro cuerpo al lado del suyo le trajo todo de golpe. Sísifo dormía tranquilamente a su lado, sin pensar que acababan de incumplir una de las reglas más sagradas... Si Ilias llegaba a enterarse… se convertiría en el asado de cabra de la cena. Y no quería eso.

“Hummm… ¿Cid?” preguntó el arquero despegando un ojo. Se levantó en la cama, frunciendo el ceño un poco con el obligado dolor entre las piernas. Vio la cara de preocupación de su novio y sonrió calmadamente. “No te preocupes, no me has hecho daño”

“Pero ha sido nuestra primera vez y… ha sido por una borrachera” se disculpó el otro.

“Fue magnífico” trató de tranquilizarlo el griego, colocando sus brazos alrededor de su cuello. “Y creo que quiero repetirlo…” juntó sus labios.

“¿Y tu hermano?” le recordó la cabra, rompiendo el ambiente. Sísifo gruñó, más entendía. Si Ilias se enteraba de que había pasado la noche en el templo de Capricornio de seguro que iba a preparar cabra a la española de almuerzo.

“Tienes razón… en ese caso tendré que irme” anunció el castaño. Le sonrió y besó al peliverde una vez más antes de irse, cojeando un poco y soportando el dolor valientemente. No era tan malo, las heridas de guerra eran peor… mentira, en verdad dolía como el diablo. ¿Cómo demonios se las había arreglado Kardia para ir a entrenar al día siguiente de perder la virginidad?

“Demonios” gruñó cuando llegó a su casa después de haber bajado las benditas escaleras. ¿Es que no podían usar una polea o algo? Antes de entrar miró adentro por si habían moros en la costa… o hermanos fastidiosos y sobrinos chismosos. Una vez se cercioró de que sus familiares no habían invadido su casa para fastidiarlo fue directo a su cuarto y se recostó. Tenía tanto sueño… de repente alguien entró de improviso.

“Ah, Sísifo, estabas aquí” dijo Kardia distraído. Desde que ocurrió el incidente con las parejitas había tomado por costumbre dormir en su propio templo y no en el de Dégel, pero ya era tiempo de perdonar y olvidar. Además, necesitaba algo de ese aguador…. “Perdón por no pedir permiso para pasar”

“No importa, adelante” le sonrió amablemente el arquero. “Espera, ¿cómo…?”

“¿Cómo qué?” preguntó confundido el escorpión.

“¿Cómo te deshaces del dolor después de tu primera vez?” terminó algo rojo el castaño, ganándose una maniática sonrisa.

“OHHHHHH, así que tú y la cabrita por fin lo hicieron, hu hu hu” se sentó en la cama de su compatriota y, todavía con esa expresión ladina, se acercó. “Espero que hayan recordado usar un anticonceptivo o las cosas pueden ponerse realmente feas” comenzó a reírse de buena gana de la expresión en la cara del otro.

“¿Anticonceptivo? ¿Qué es eso?” de repente la diversión paró en seco. Los ojos del escorpión se abrieron como platos y miró al castaño con asombro.

“¿Estás bromeando, verdad?” ante la sincera negativa de Sagitario Kardia empezó a sentir algo de pánico. “Oh, Dios, no lo usaron. ¿Y ahora qué vas a hacer? ¡Podrías estar en bola!”

“¿En bola?”

“En Bolivia”

“No te entiendo”

“¡EMBARAZADO, MENSO!” gritó el otro con desespero. Si Ilias se enteraba las cabezas comenzarían a rodar y si Sage se enteraba… bueno, no iba a ser bonito. De seguro los forzaría a todos a llevar un cinturón de castidad. El patriarca permitía que todos se divirtieran (excepto Manigoldo que ya tenía uno con siete candados), siempre y cuando todos fueran responsables. “Y ahora… ¿qué va a pasar?”

“Tranquilo, por una vez que haya tenido relaciones sin protección no a va a pasar nada” trató de calmarlo Sísifo. “Además era mi primera vez, hay menos posibilidades de quedar…”

“Eso es un mito” terció Kardia, serio por una vez en su vida. No iba a dejar que sus jueguecitos con Dégel acabaran por una metedura de pata por parte de la cabra y su inocentón noviecito. “Sabes qué, levántate. Vamos inmediatamente a la casa de Piscis a pedirle una pastilla a Albafica. A lo mejor todavía estás a tiempo de prevenir”

“Pero pasó hace horas…”

“¡Sin peros! ¡Vamos!” y lo arrastró hasta la doceava casa donde un confundido Albafica le entregó una píldora blanca. Sísifo estaba un poco reacio a tomarla, más ante tanta insistencia lo hizo. Al menos así no tendría problemas con Ilias… 

Notas finales:

Hola, ¿Qué tal? Aquí Perona-chan. Espero que les haya gustado. Envíenme reviews!!!!


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