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Be You.tiful por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

A pedido de sabakuna_lucy , ¡Que disfrutes tu SuSoo!

 

PD: Este SuSoo nació como "contraposición" a The Painter. 

(entiéndase: si bien la historia no tiene nada que ver, quise jugar a ver cómo sería si los roles se intercambiaban).

¡Pronto volveré con un short/long fic! Mientras tanto, seguiré cumpliendo con los pedidos pendientes C:

Be You.tiful.

 

—¿De verdad tengo que hacer esto? —la pregunta brotó de los labios carnosos con temblor, con la fuerza suficiente como para enredarse y rodar en el aire hasta abrazar los oídos del más grande, que parpadeaba con tranquilidad y no despegaba sus ojos del lienzo, al menos hasta que un atisbo de brillo en sus pupilas estallaba. Ahí era cuando retomaba la observación y el estudio de su modelo, incómodo—. Junmyun —continuó, tragando saliva, sintiendo cómo se le iba durmiendo el brazo izquierdo, sobre el cual descansaba el peso de su tronco—, me estoy entumeciendo.

—Cinco minutos —le tranquilizó el otro, deslizando el pincel más fino y de mango más delgado de su colección sobre la tela tirante, juntando los labios y presionándolos suavemente entre sí, a medida que deslizaba un último brillo, casi acariciando plásticamente ese hombro que se le estaba durmiendo al menor—, sólo me faltan los ojos —mintió, bajando la vista a la mitad inferior del bastidor; resopló— luego tendrás tu descanso, te lo prometo —aquella voz tan serena, tan calma y dulce que le llegaba desde enfrente hacía que el cuerpo de Kyungsoo se estremeciese a más no poder: el tono con el que le decía que soportara, el tono con el que le prometía tantas cosas

Sonrojándose ante los efímeros y amontonados recuerdos que brotaban frente a sus ojos, cegándolo, suspiró: Junmyun siempre cumplía.

Parpadeando con fuerza ante la vergüenza repentina, abrió la boca al darse cuenta que estaba estorbando con su frenético pestañear y titubeó: Junmyun arqueó una ceja mientras buscaba los marrones claros para la sombra de la verdadera parte en la cual trabajaba, y Kyungsoo se disculpó cerrando los ojos con fuerza, antes de abrirlos y mirar fijamente al bastidor que le daba la espalda, atento a los movimientos del artista, expectante del resultado final.

—Puedes hablar y pestañear —sonrió el otro, levantando una comisura y formando la sombra que generaba el paño color manteca sobre el blanco muslo de Kyungsoo…fue entonces que se detuvo y entrecerró los ojos, examinando la postura de su modelo—. Kyungsoo, no recuerdo haberte tapado con el paño —estudió, y el susodicho tembló ante la suerte de reto—, quítatelo, por favor.

—Pero…

—Kyungsoo —empezó el otro, ladeando la cabeza; cuando su lengua ocasionalmente recorrió su labio inferior para humedecerlo, Kyungsoo se mordió los suyos, pensando que se moría—, quiero retratarte entero…total y enteramente entregado a la posición. Si te tapas, es porque no estás cómodo, y esa tensión se refleja después en la pintura —cuidándose de dejar la palma de la mano que cargaba con el pincel sobre la rodilla (lenta, cuidadosamente, como siempre que trabajaba), frenó su trabajo para mirar a su modelo con pena—. Me prometiste que lo intentarías por mí, ¿Cuándo te tapaste?

Kyungsoo quiso replicar, quiso explicarse y no hacía nada más que arder: el Sol del ventanal que casi llegaba hasta el techo le daba de lleno en la espalda, se encontraba acostado de lado sobre un sillón y con almohadones que resultarían mullidos y comodísimos en cualquier otra posición y la pierna izquierda, la que cargaba con la derecha encima y extendida, se encontraba levemente flexionada, ayudando al entumecimiento.

Para rematar la situación, no vestía más que su piel y sus ojos miedosos. Aprovechando el paño que cubría el sillón (pues para Junmyun, ‘el sillón se veía mejor medio tapado’, ‘menos esquelético’) había aprovechado para deslizar con la mano derecha (que caía sobre su cintura, acompañando la curvatura de su cuerpo) un poco de tela sobre él, re direccionando el peso del paño.

Cuando la idea de haber sido el responsable del reacomodamiento de la luz sobre el paño (posiblemente estropeando la pintura de su novio), la espina dorsal se le tensó, estallando en miles de pinchazos y corrientes eléctricas: separando los labios rojizos e hinchados de tanto morderse, habló.

—Es que…es que me da vergüenza —comenzó, desesperado por poder explicarse: ¿Cómo podía ser que se avergonzase tanto de ser lo que era, de verse como se veía? Junmyun se había cansado de decirle que era tanto, tanto más y que él no era capaz de verlo…lo sabía, sabía que se había cansado de decírselo, porque ya no se lo recordaba más. A esas alturas, Kyungsoo ya no sabía si la ausencia de aquellas palabras era efectivamente por cansancio o si cabía la posibilidad de otra cosa…de un nuevo miedo o temor. Como el de haberle aburrido, el de sólo poder servirle como modelo de pintura y de dibujo—. No puedo…

Y no pudo seguir, porque las lágrimas se le acumularon en los ojos, anudándole la boca del estómago, haciéndole temblar cada vez más, pestañear cada vez menos.

Junmyun abrió los ojos, sorprendido, antes de dejar caer el pincel sobre las baldosas y dejar que el rebote marcara y salpicara con marrón claro el banco inmaculado del suelo: con tres largas zancadas, aterrizó sobre el sillón y al lado de un joven y pálido Kyungsoo que no se podía mover por la posición y aquella suerte de miedo: miedo a que le retase, miedo de que Junmyun no pudiese verlo con aquellos viejos ojos, diciéndole esas cosas que le avergonzaban tanto primeramente pero que en el fondo le hacían tan bien…

Abrazándolo con cuidado y hundiendo la cabeza del chico contra su cuello, Junmyun suspiró con los labios juntos una especie de melodía, acallando los leves sollozos de su chico mientras lo mecía con cuidado, acariciándole suavemente las extremidades que (sabía) no sentirían nada hasta que les pellizcase levemente, quizás a modo de juego. Aunque ahora no era momento de hacer bromas.

Junmyun, en el fondo, también sabía: recordaba tardíamente dejar de haberle dicho a Kyungsoo eso que tanto necesitaba. Se había olvidado de reiterárselo tantas exhaustivas veces, había llegado a creer que su chico había entendido, que con sólo mirarlo a los ojos podría entender, escuchar esas palabras a modo de pestañeos, de guiños y sonrisas sinceras a media mañana o bien entrada la noche mientras le besaba la cara interna de los muslos, esos muslos desnudos que ahora no podía pintar, por algo tan simple y complicado a la vez como lo era la vergüenza.

—Kyungsoo —articuló con tristeza, abrazándolo con tanto amor y tanta fuerza que sintió que, si insistía durante unos segundos más, lo quebraría— Kyungsoo, si no quieres modelar porque te da vergüenza, sólo tienes que decirme…

—¡No, no!—interrumpió el otro, alejándose para poder mirarlo a los ojos, para poder revitalizar esas iris oscuras que le pedían disculpas por supuestamente forzarlo a hacer algo que, supuestamente, no quería—, me encanta modelar, me encanta que me lo pidas a mí y que no lo pidas a nadie más —dijo atropelladamente y con la voz ligeramente aguda a causa del quiebre por dentro de su garganta— Junmyun, me encanta que me pidas… —las palabras se le desinflaban a medida que salían, y sólo podía tomarle de la mejilla para pedirle disculpas por su estúpida incomodidad, por esa traba tan insistente y molesta como lo era su autoestima— te prometo que, de ahora en más, no voy a taparme…me pondré como tú quieras y donde quieras, y así podrás pintar bien, no tendrás que preocuparte...

Una apagada sonrisa del más grande brotó a medida que le miraba los ojos, los pómulos y los labios a su pareja, perdiéndose en la blancura, en la manera en que la piel de Kyungsoo absorbía la luz y parecía revitalizarla, emanando luz por su cuenta; entrecerrando los ojos ante la alegría, acercó el rostro lo suficiente como para darle a entender a Kyungsoo que sólo tenía que cerrar los ojos y estirar el cuello un poquito más: en un delicado y meditado toque, los labios de Kyungsoo presionaron un poco contra los de Junmyun, dejando que el volumen de su boca se perdiese en la presión.

Junmyun sonrió en el medio del beso mientras le bordeaba la cintura y lo atraía hacia él, sentándolo correctamente y atrapando el labio inferior entre los suyos, humedeciéndolo un poco y tirando para poder despertarle al más chico el cuerpo a través de aquellos pequeños estímulos.

Pequeños gestos como aquellas miradas, aquellos guiños y aquellos besos depositados en el interior de los muslos, mientras la yema de sus dedos se grababa a fuego cada borde y cada esquina de Kyungsoo, con  todas sus irregularidades, tensiones y solturas, como el paño que poco a poco comenzaba a caer del sillón mientras Junmyun se quitaba el saco azul oscuro y se aflojaba la tensión del cuello tortuga de su polera blanca.

 

 

Mirándose al espejo, y con la Luna en su punto más alto e iluminando el pequeño cubículo del baño con la cortina de la ducha apretujada contra una esquina, Kyungsoo parpadeó, tocándose los pómulos, estirando la piel levemente mientras dejaba las manos bajar, pero no caerse o separarse: aún parpadeando con pereza y algo de sueño, observó su cuello. Impoluto, inmaculado: no había marca alguna, a pesar de que Junmyun se había empeñado en hacerle sentir en todos y cada uno de sus poros cuánto lo amaba.

Recordó las marcas que portaban casi con orgullo sus compañeros: más de una vez Baekhyun había aparecido en la universidad con el cuello o el trapecio hecho un desastre, y cada vez que a Sehun se le salía o levantaba la camisa del pantalón, dejando su ombligo y cintura al descubierto, las huellas de la presión de los dedos llamaban poderosamente la atención, resaltando el borde del hueso, casi delimitando aquel sector tan dulce y poderoso que los hombres parecían amar a la hora de querer a alguien, impulsando el hueso para hacer que el resto del cuerpo se moviese.

…Junmyun hacía todo eso a veces, sí. De hecho, más de una noche se les había ido el alma en impulsar las caderas de Kyungsoo, mientras ambos cerraban los ojos y tocaban el cielo a la vez que entrelazaban los dedos de una mano con el otro. Pero nunca dejaba marca, nunca. Era algo que Junmyun parecía haberse impuesto en cuanto Kyungsoo se había ofrecido a modelar para él: los primeros meses, en cambio, Junmyun parecía una bestia, todo un caníbal. Mordiendo la piel, apretando con tanto fervor que el calor de su cuerpo parecía adentrarse en los tejidos del más chico…

...Y ahora, pensó, volviendo a pisar el frío de las baldosas de su baño, en aquel departamento compartido y perdido en algún rincón del planeta: tocándose los pómulos de vuelta, suspiró mientras miraba su cuello y el resto de su pecho, desnudos y desprovistos de colores cálidos y redondos, como flores que buscaban salir a brote sólo en los días más fríos y lujuriosos.

—Ahora nada —musitó, encontrándose finalmente con sus ojos en el relejo.

En eso, el picaporte del baño bajó, dejando entrar el haz de luz del pasillo a medida que Junmyun frenaba en seco, asustado: el suspiro del mayor le dio a entender que lo había estado buscando. Se disculpó—, ¿Te desperté? Traté de hacer el menor ruido posible.

—No, no —murmuró el mayor, el brote gutural de algún búho o lechuza trotando a lo lejos, enturbiando el aire—, era sólo que…estiré el brazo para buscarte y me di cuenta que no estabas —sonrió, entrando al cubículo para abrazarlo por detrás, mirándose juntos en el espejo— ¿Otra vez teniendo conversaciones contigo mismo?

—Simplemente me estaba acordando —confesó Kyungsoo, inhalando hondamente mientras el aliento de Junmyun le abrigaba la nuca y los dedos bajaban confiadamente por su estómago, surcando el límite entre el vientre y su sexo. Lento, marcado, sutil y sensualmente despacio. No, se recordó, control, se dijo, cerrando los ojos despacio—, acordando de cuando…de cuando recién nos conocimos. De cuando empezamos a salir.

—Ah, otra vez con eso —rió Junmyun en un farfullo tan imperceptible, tan sagazmente invisible que Kyungsoo sólo pudo temblar ante lo que le pareció un beso efusivamente coqueto en su cuello. Ahí sí rió— tranquilo, sabes que todavía te quiero, y probablemente lo haga diez veces más que cuando empezamos, allá, hace tanto tiempo.

—Puede ser —siguió Kyungsoo, siempre indeciso. Fue entonces que la presión de los dedos de Junmyun sobre su cadera y su miembro le sacó todo el aire de un golpe, dejándole la lengua y los labios secos— sí, probablemente —tartamudeaba, tartamudeaba y temblaba y era todo lo que sabía hacer: los brazos de Junmyun era tan fuertes, tan firmes…sus dedos quedaba ásperos después de pintar si no se bañaba o aplicaba crema, e incluso los callos que quedaban después de usar las pinceletas astilladas y viejas le importaban un bledo, porque cuando Junmyun lo tocaba se sentía tan…imperial, tan poderoso y atractivo

—¿Querrías volver a la cama?—preguntó el otro, ojos cerrados mientras las manos se escurrían por entre la piel y la ropa interior, tanteando con sugestivo cuidado, antes de abrazar la carne que comenzaba a despertar, palpitante— necesito compañía, me siento solo.

Cerrando con un pomposo beso detrás de la oreja, Junmyun sintió la forma en que Kyungsoo simplemente se descontracturaba, perdiéndose en su agarre y cerrando también los ojos para poder suspirar de placer.

Sin hacerse esperar más, Kyungsoo ladeó la cabeza, dándole piel para recorrer una vez más, por enésima vez en el día. Besando espacios que ya ambos se sabían de memoria, dejando que aquellos dedos desgastados y dotados de dones artísticos presionaran donde sabían que debían, tensándolo al más chico de pronto y robándole uno de esos gemidos que ponían a Junmyun loco, con los dientes apretados y casi gruñéndole contra el cuello, a medida que el más chico se giraba como podía y se dejaba devorar la boca, el agregado de los brazos ajenas entumeciéndose para levantarlo y cargarlo nuevamente hasta el cuarto.

 

 

Junmyun lo amaba. Lo amaba sobremanera y no había forma de no desfallecer ante tanto perfección y fragilidad y dulzura.

La manera en que Kyungsoo parecía entregársele le volaba los sesos y le hacía dar vueltas de alegría y de locura, pero aquella obra de arte con la cual ahora contaba debía permanecer maravillosamente impoluta, limpia de toda marca profana y pecadora. Porque Kyungsoo era un lienzo perfectamente pintado, una magnificencia finalizada que no podía retocarse, no se debía marcar.

 

 

Notas finales:

¿Ya leyeron Soap Dispenser? Es un ChanSoo que hice para un festival n_n ¡Espero que les guste!


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