TRAICION
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No quería hacerte llorar
Si esta vez no volveré mañana
Sigue adelante, sigue adelante como si nada importase
Demasiado tarde, mi hora ha llegado
Escalofríos recorren mi espina dorsal
El cuerpo me duele todo el tiempo
Adiós a todo el mundo tengo que partir
Os eh de dejar atrás y enfrentarme a la verdad
—Bohemian Rhapsody— Queen—
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—Terminare con él mañana temprano, solo espérame un poco más…
Luffy
Por un momento lo único que logro oír, fue su respiración y el palpitar de su corazón. Su alrededor parecía ser absorbido por una espiral infinita de confusión.
Traición
Era la única palabra que podía definir aquella conversación telefónica. Una sola palabra, un maldito nombre y todas sus esperanzas, sus sueños, su vida. ¡Todo! Todo se fue a la mierda.
Sus manos temblorosas se movieron por su cuenta para bloquear el grito que amenazaba en salir a la superficie desde lo más profundo de su garganta, el ardor en sus ojos lo obligó a cerrarlos con fuerza y un extraño calor comenzó a acumularse en sus pómulos y mejillas. El pecho le dolía, una fuerza invisible pero poderosa lo comprimía, la cabeza no dejaba de dar vueltas, el deseo de correr y llorar era persistente, imaginando que de esa manera podría descargar la presión que le bullía por dentro. Se había quedado solo en la deriva, naufrago sin esperanzas de vida.
Solo, abandonado, ¡Traicionado!
¿Realmente existió alguna esperanza de salvar lo nuestro? ¿Terapia? ¿Consejero? ¿Arreglo? ¡No me jodan!, se preguntaba en que momento fue en que se convirtió en alguien tan ingenuo como un lerdo infante, ¿qué le llevo a creer que podía solucionar en tan solo un fin de semana el caos en el que se transformó su relación? ¡Ridículo! Estuvo luchando por mucho tiempo en contra de la corriente, basto oír de los labios de su novio “ese” nombre para desmoronar por completo su determinación, no importa cuánto intente hacer en un futuro, todo le obligaba a renunciar a él. Él me fuerza a renunciar a todo.
Cálmate y respira, respira hondo, se repetía mentalmente para no caer en la desesperación —aunque fuera algo casi imposible— ya que con eso revelaría su ubicación; los pasos fuertes de aquel hombre a cada pisada se oían con menor intensidad, indicándole que se alejaba para retirarse de aquella pequeña habitación, el ruido estridente de la puerta al cerrase se lo corroboró.
Abrió los ojos e inhalo aire con profundidad, tratando de relejar cada uno de sus músculos tensos y agarrotados, tal vez así, podría hacer reaccionar a su corazón que hasta el momento parecía haber dejado de palpitar.
—Marimo — susurro al aire en voz baja, dejando caer sus brazos sin fuerzas a sus extremos. Se quedó inmóvil un momento y reflexionaba para serenarse ¿Tal vez oyó mal? ¿Talvez fue una confusión?
Pero no había error, todo era muy claro, debía dejar de engañarse y afrontar la verdad. Su realidad.
Aquel día Kuroashi no Sanji, descubrió… no, en realidad confirmo que su novio Roronoa Zoro
—Él ya no me ama
Recuerdos fugaces de como su novio fruncía el ceño y resoplaba con hastió el día que le propuso ese viaje. No notar sus ojos distantes mientras veía por la ventana como la lluvia envolvía la cuidad y los truenos estremecían el aire. Como pudo ignorar su desacuerdo indirecto y su oposición con su silencio abrumador a que intente solucionar su relación con métodos extravagantes. Sanji lo sabía, lo supo desde siempre, y entonces ¿por qué continúo con todo este melodrama ridículo? Una sola palabra tenía la respuesta a todo: ¨Miedo¨
Miedo a no ser querido, a ser olvidado, miedo de perder a ese ser por el cual renuncio a todo y a todos a los que había apreciado, y por el cual tenía la disposición de luchar incluso contra el mundo entero.
Pero…
No quiero dejarlo ir, pero si él ya no me ama ya nada tiene sentido para mí, de que sirve luchar por y para alguien que ya se ha rendido antes de pelear.
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Zoro no regreso al hotel todo lo que restaba del día hasta que llego la noche, Sanji podría culpar a su total falta de orientación por tal hecho, pero él sabía con dolor que Zoro de seguro ya no quería verlo ni oírlo, puesto que ya no siente nada por él, se sentía como algo que solo le causa molestias. Me convertí en un estorbo para él.
Sanji se recostó sobre la extensa cama de edredón acolchonado, quedándose hipnotizado observando su reflejo en el gran espejo que está en lo más alto del techo; se encuentra con sus propios ojos añorando esos días en que Zoro solía decirle que le gustaba el azul que poseían, aquellos tiempos donde solía hacer bromas acerca de la espiral de su ceja y acariciaba aquel cabello dorado con delicadeza repitiéndole al oído una y otra vez cuanto lo amaba y lo quería, ¿Cuándo fue que ese idiota dejo de hacerlo? Se preguntaba con algo de enojo y rabia para sí mismo.
Pero a decir verdad ¿Cuándo fue la última vez que pronuncio su nombre con una intensidad innata? ¿Cuándo fue que dejo de verlo con un profundo amor en sus pupilas? ¿Cuándo fue que dejo de intentar tocar su piel y dejar su marca en ella? ¿Cuándo fue que…
¿Cuándo fue que permití que me olvidara de esta triste forma?
Cambia de posición varias veces para encontrar algo de comodidad, siendo su espíritu el inquieto y no así su cuerpo terrenal; sus parpados cansados comienzan a cerrarse y su cuerpo a adormecerse.
— Qué más da, lo único que puedo hacer es esperar —murmuro con tristeza a la nada.
De pronto la puerta se abre lentamente, Sanji se reincorpora de inmediato y se sienta en el borde de la cama; de la puerta ingresa su novio —quien de seguro mañana dejara de serlo— por su aspecto desarreglado y el olor a cerveza que inunda el aire, Sanji estaba seguro que Zoro está en un estado en el que no puede pensar con completa lucidez. Aun así...
— ¿A dónde fuiste? —pregunta Sanji con molestia en el rostro, aunque fuera algo más que obvio en donde se hayo su marimo.
—A ningún lugar importante —responde Zoro con la voz algo distorsionada y con una sonrisa socarrona de costado, pero pese a esa sonrisa Sanji descubre que esos ojos también muestran inquietud. El brazo de Sanji rodea su propio abdomen por el revoltijo que le produce la ansiedad y el miedo de solo imaginar una vida sin ese hombre idiota, bastardo y creído, pero que en un tiempo fue el ser más amable que nunca creyó conocer.
Zoro se acerca a la cama dando un paso luego otro, sus brazos oscilan al mismo tiempo, ni siquiera puede mantener la cabeza en alto ni firme.
—Marimo
—Sanji, escúchame —dice Zoro interrumpiéndolo, deteniéndose y atreviéndose a ver aquellos ojos penetrantes, que en algún momento del pasado supieron leer su mente— yo… yo… —Zoro hablaba con tanta dificultad como si tuviera la lengua pegada al paladar— Tú y yo, ya no podemos…ya no —todo el cuerpo de Sanji se puso tembloroso ante la voz fría de ese hombre, tan irreconocible al ser que él conocía; más sin embargo no le mostraría impotencia, su rostro se mantuvo firme y su corazón estaba decidido a escuchar como su novio dictaba su sentencia a la soledad.
Para Zoro no pasó desapercibido ese temple, sintiendo un puñado de culpa entre sus pulmones, por haberse rendido a revivir un amor que podía salvarse si asi lo deseaban los dos y no solo aquel rubio frente a él.
Decidiendo que aún no era el momento de hablar de aquello que su corazón guardaba con recelo, continuo su camino hacia la gran cama acolchonada— Te-Tengo sueño, mañana hablaremos con calma—murmuro cansado, dejando caer su peso muerto a un extremo de la cama en donde se acomodó dándole la espalda, quedándose dormido casi al instante; sus ronquidos sonoros inundaron la habitación, retumbando en los oídos de Sanji a la vez que martillaban su corazón.
Aprovechando aquel estado Sanji se recuesta a su lado, duda un segundo antes de envolverlo con sus largos brazos desde atrás.
— ¿Mañana terminaras conmigo, estúpido marimo? —Sanji inhala su aroma con profundidad y esta le produce una gran nostalgia a pesar de que Zoro se halla ahí, entre sus brazos —Mierda, siempre supe que eras un imbécil sin cerebro, tan tonto como para dejar de amar a alguien tan lindo como yo —entierra su cabeza en la espalda del chico de cabello verde, aferrándose más a él— Maldito, por culpa tuya debo verme ridículo, mira que aférrame a un hombre que ni siquiera puede verme, alguien que solo me hará sufrir, al que solo lo hare sufrir, pero… a quien mierda le importa.
Desde mañana nada importara.
Y aunque Zoro posiblemente no lo oía y mucho menos lo veía, Sanji se atrevió a cercarse a su oído para susurrarle todo lo que sentía, la única verdad que existía en él. Su tesoro más preciado, su pecado más terrible.
—Zoro yo… yo…
Sin embargo algo más grande que el orgullo se lo impedía, su voz se atoraba en su garganta; tanto tiempo fue en que no decía aquella palabra que a estas alturas, decirlo sería como una patética mentira, una súplica no convincente, una daga filosa en ambos corazones.
—yo
Sin poder expresarse, se resignó y lo libero de sus brazos. Comprendiendo que no fue solo Zoro el responsable de que su relación termine por marchitarse. Si tan solo Sanji hubiera mostrado un poco más de afecto hacia su novio posiblemente el epilogo de su historia podía ser otro, no obstante ya era tarde para arrepentirse, ya era tarde para todo. Sanji se separó y se acomodó sobre la cama dándole también la espalda, cada uno con la mirada a extremos diferentes. Caminos diferentes de ahora en adelante.
Te amo Zoro, con una lágrima Sanji dijo lo impronunciable para sus adentros, sintiendo de inmediato el cansancio corporal y la fatiga emocional en sus parpados hinchados, y sin poner resistencia alguna, se dejó arrastrar al mundo de los sueños en donde él y Zoro podían ser una pareja extraña y discorde, pero feliz.
El mundo enmudeció, la oscuridad lo envolvió y su conciencia se desvaneció.
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—Sanji
El rubio escucho musitar su nombre en las sombras de su mente con un tono extraño, algo sensual, casi libidinoso.
—Sanji
Volvió a oír esa voz llamándolo, buscándolo y halándolo de entre las neblinas de sus sueños. El detonante para que abriera los ojos, fue sentir el contacto de otra piel en contra de sus labios, una piel suave y cálida, una piel que él conocía muy bien.
— ¿Zoro? —Farfullo con asombro en el mismo instante en que sus ojos se abrieron y captaron a su novio sobre él, su Zoro con un rostro sereno, con sus manos apoyadas cada extremo de su cabeza y con las piernas a los extremos de sus caderas— ¿Qué estás haciendo? —pregunto Sanji nervioso y algo dudoso.
—Sanji, yo no, no puedo dejar que esto acabe así, no así —respondió Zoro acercando su rostro con lentitud para poder besarlo.
Sanji se hallaba confundido, incrédulo de esa realidad, siendo posiblemente un sueño o una alucinación advirtiéndolo de un próximo estado demencial. Pero declino esa idea, apegándose a una idea más real, acaso; ¿Sera que Zoro quiere utilizarlo una vez más antes de mandarlo a la mierda? Pues siendo así, entonces no le daría esa oportunidad; debatiendo un segundo si debía usar la rodilla o ambas piernas para alejarlo de él, pero, su mente quedo en blanco cuando las miradas de ambos hicieron contacto ya que Sanji logro encontrar en aquellas pupilas cafés, un atisbo perdido, una pequeña chispa de la llama que creyó extinguida. Logro ver al marimo cabeza de musgo que él tanto quería.
—Sanji yo… yo te deseo tanto—murmuro Zoro en contra de su rostro, su voz se oyó con tanto cariño que sus palabras le estrujaron el corazón, dejándolo vulnerable, sediento de cariño, de amor. Zoro lo beso en los labios, en la frente, en ambas mejillas; acaricio su rostro con sutileza y delicadeza, como no lo había hecho hace varios meses.
De inmediato la necesidad de estar con ese hombre se apodero completamente de Sanji, al diablo el orgullo y a la mierda las hostilidades y reclamos, en ese momento solo quería sentir a Zoro cerca de él, no separarse nunca de él.
Sanji se aferró al cuello y espalda robusta del hombre de cabeza de musgo, sin decir nada, sin expresar palabras, solo con una tremenda angustia a que ese momento se desvaneciera si lo soltaba.
Zoro movió los labios para besarlo nuevamente hasta el extremo de robarle todo el aire; acariciando su cuerpo sobre la ropa, se apegó a él en lo más posible hasta lograr rozar sus virilidades e iniciar lo indescriptible.
Los sentidos de Sanji se intensificaron con cada toque impúdico que Zoro le realizaba en sus zonas erógenas, y el que Zoro dejara varias marcas equimoticas en su piel tersa, lo llenaban de felicidad, ya que no eran marcas de propiedad sino una muestra de que aquel hombre ya tenía a quien amar. Zoro regreso a atacar la boca de Sanji, ambos se sujetaron de los cabellos en la lucha de los besos salvajes y brutales, en donde sus lenguas actuaban como sus sables de ataque.
El calor inundo sus cuerpos y se mezcló con el aire, un hormigueo exquisito nacía en sus vientres, extendiéndose en todos los rincones de sus cuerpos, nublando por completo sus mentes. Las prendas superiores se pegaban a sus pieles por el sudor excedente y las inferiores apretaban dolorosamente.
Zoro se separó de aquel frenético beso, abriendo con violencia la camisa azul de Sanji, con desesperación continua con su cinturón y las demás prendas faltantes aprovechando que el chico rubio oxigenaba jadeante todo su sistema a través de sus pulmones.
—Ha… Ha… Ha…
La respiración de Zoro se volvió más cargada y profunda, y sin titubear sujeto de las caderas a su rubio, separando sus piernas acomodándose para acoplarse a su pareja. Sanji hubiera objetado como cuando iniciaron su relación, pero actuar sumiso era la única opción que tenía para sentir nuevamente a Zoro dentro de él, para experimentar de nuevo su calor y su ser..
Zoro descendió entre besos y lametazos desde ese pecho blanco hasta su abdomen fornido y sus manos exploraron cada centímetro de piel blanquecina. Las manos del rubio saltaron a la espalda de su amante, masajeándola, acariciándola y finalmente marcándola.
— ¡Sanji… eres tan ha… ha… tan único!
— ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Zoro!
Para Sanji no existían palabras que expresen todo su amor por ese hombre, quería gritar lo que fuera necesario a los cuatro vientos para que Zoro no lo deje, no lo olvide, pero volvió a guardar sus palabras, solo porque esta vez creía que podría romperse en un llanto desolador nada menos decirle lo que siente.
Zoro sujeto y elevo esas largas piernas y a la vez sus caderas, besando la parte interna de sus muslos níveos, su miembro estaba tan tieso y palpitante que no podía esperar ningún segundo más para ser uno con ese rubio excitante; con su miembro en esa entrada rosada, fue ingresándola lentamente, produciendo algo de dolor en ambos seres.
Los movimientos de cadera empezaron con lentitud, hasta que aumentaron la velocidad alcanzando un ritmo acompasado como los de un baile afrodisiaco y sensual. A medida que la fuerza era más brusca y el ritmo más acelerado Zoro dejo que su voz ronca escape de él sin recato, mientras Sanji llevo sus manos hacia su cabeza, halando sus cabellos, gemía resonante al sentir que cruzaba esa pequeña línea entre el dolor y el máximo placer.
Cada estocada, cada penetración lo llevaban al séptimo cielo, trasladándole a un mundo de estrellas esponjosas de un color verde intenso. La euforia rebalsaba tanto en Zoro como en Sanji y sus gemidos mutaron a gritos que se asemejaban a un llanto sin sigilo.
— ¡Zoro…. Ahhhh! ¡Ahhhhhhh!
— ¡Sanji! ¡Sanji! ¡arghhhhh!
Sintiendo como sus cuerpos se cernían entre ellos, ambos echaron sus cabezas hacia atrás en un grito similar al rugido de una fiera letal, dejándose consumir por el clímax de su acto corporal, desconectándose de sus sentidos y migrando ambas mentes a una utopía perfecta de amor y de felicidad.
Después de tanto tiempo, volvieron a ser uno entre ellos y el mundo.
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Sanji estaba sentado en su lecho, con las manos en su rostro cubriendo sus ojos tratando de contener algunas lágrimas de la infinidad que perdía, la garganta reseca le dolía, y el solo respirar lo hería.
— ¿Por qué? ¿Por qué? No puede ser verdad… ¡no puede ser que todo haya sido un puto sueño! –grito tan alto, intentando liberar toda la rabia de su ser, la angustia de su alma y la frustración por una ridícula calentura nocturna.
Sus prendas manchadas, las sabanas sucias, su novio inmóvil, con un sueño profundo casi comatoso, y sus ronquidos tan grotescos, solo le producían más rabia y vergüenza de la que sentía
—Joder… joder…
No había pasado nada entre ellos, Zoro y él no habían arreglado nada, su novio continuaba vestido y durmiente en la misma posición en la que se desplomo la noche anterior, ni siquiera su grito logro inmutarlo, y él se hallaba avergonzado y sobretodo lastimado, una herida del alma, de las que muchos no se recuperan.
—Un sueño…
Ciertamente, un sueño fue el último recurso que creo su mente para sentir de nuevo a su amado con él, un delirio por el dolor de su corazón al saber que perdería lo más valioso que poseía.
—Mmmm… Luffy… —Zoro balbucea tranquila e inconscientemente ese nombre, logrando que Sanji se estremezca —Luffy…—volvió a repetir su novio, asegurándose de que su voz lo apuñale con certeza en el corazón.
Algo dentro de Sanji se destruye y desmorona, acabando con el dolor y la angustia, pero también llevándose toda esperanza a una futura dicha. Sanji baja la cabeza y con suavidad se limpia su rostro lloroso con el dorso de sus manos e inmediatamente inhala todo el aire posible para exhalarlo con suavidad. Resignándose a olvidar a ese hombre y a todos los recuerdos de una relación que no logro prosperar.
—Comprendo marimo, solo espero que ese tal Luffy si pueda hacerte feliz ya que al parecer yo no pude hacerlo. Respetare tu tonta decisión y espero que tu algún día comprendas la mía —Sanji se pone de pie y no vuelve ni intenta ver el rostro del que amo durante bastante tiempo— Prefiero que la última imagen que tengo de ti sea la de ese extraño sueño y no la imagen que me mostraras al confesarme tu traición y el final de nuestro amor
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Adiós Zoro
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Zoro estaba de pie, tieso, en medio de esa pequeña habitación. Se pasó toda la mañana buscando a ese rubio por los alrededores para poder hablar con él, para acabar su relación con él, pero Sanji no se hallaba por ningún lugar, no estaban sus ropas ni sus maletas, en el aire ni siquiera existía el suave olor a tabaco, la tierra parecía habérselo tragado.
— ¿Ni siquiera dejaste un mensaje o por lo menos una tonta carta, cejillas?— Zoro retrocedió y suavemente se sentó en la parte inferior de la cama — Te dije que hoy debíamos hablar, hoy teníamos que terminar, ¡se supone que hoy discutiríamos, nos pelearíamos, haríamos el ridículo me iría y tú te quedarías atrás!
Zoro estaba frustrado por percatarse de que Sanji seguramente lo descubrió, descubrió su traición y por eso lo abandono sin decir adiós, por tal razón no había escena que soportar, no había palabras que objetar, no había nada ni nadie a quien mirar, solo se encontraba él, libre como quería, ahorrándose toda una palabrería y con el camino despejado para iniciar una nueva vida
Sanji se fue…
El corazón de Sanji ya no soporto tanta indiferencia, tanto rechazo y decidido se fue, dejo libre a Zoro de las frías cadenas de su amor, sin pedir ni dar explicaciones, se desvaneció, dejando que sea el tiempo quien se encargue de llevarse su esencia y sus recuerdos.
—Siempre fuiste un tonto ¿acaso no dijiste que con este viaje nuestras vidas cambiarían? Dijiste que todo tu esfuerzo valdría la pena ¿insististe venir aquí solo para largarte después, estúpido cocinero?—Zoro tenía paso libre para iniciar una nueva vida, una relación con Luffy el muchacho que sería su nueva compañía. —jajaja me ahorraste trabajo cejillas, ahora podre ser feliz con Luffy, y tú… tú…— a pesar de que Zoro sonreía por su nueva libertad, las lágrimas no dejaban de brotar, él no quería llorar sin embargo al sentir como algo dentro de él se rompía y disipaba, no pudo evitarlo, se le estaba drenando el alma con sufrimiento, comprendiendo que desde siempre Sanji fue una parte de su ser y ahora se sentía incompleto, y lo estaría por siempre y para siempre. Ese fue el camino que el escogió.
Aunque el inflexible tiempo continúo corriendo, llegando a pasar varios años, Zoro volvió a sonreír pero sin el brillo que lo caracterizaba, Luffy lo apoyaba dándole todo el amor que podía, aunque su amor no era menos que el de Sanji, tampoco era similar y Zoro lo noto.
Desde aquel día la vida para Zoro nunca fue igual, las mañanas opacas y las noches tristes, no existía día en que Zoro no se cuestionara del como hubiera sido su existencia si Sanji no hubiera desaparecido de ella, posiblemente día a día llenos de gritos, golpes, discusiones, adrenalina, entusiasmo, ¡Vida!
Zoro se enamoró de Luffy y no se arrepentía de haberlo hecho, de lo que se arrepentía era de creer que su corazón dejo de amar a Sanji y eso era algo que nunca se podría perdonar.
Nunca lo haría.