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Caballero de Luz por Rx-

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Había solo tres clases de criaturas que iban a los supermercados durante la madrugada, los criminales, los locos, y los no humanos, y Byun BaekHyun era algo así como los tres en un económico pack de metro con setenta centímetros.  


Caminó por los bien ordenados y desiertos pasillos en la sección de comestibles, solo había entrado de pasada por una bebida. Llevaba toda la noche y parte de la madrugada recorriendo los callejones más peligrosos de Seúl, y solo La Fuerza sabía lo tedioso que era eso sí los Seres Oscuros, mejor conocidos como Sombras, no se dignaban a hacer acto de presencia. 


Así BaekHyun no tenía con quien pelear, y un BaekHyun sin peleas por la noche, era un BaekHyun aburrido. Rodó la paleta en su boca con la lengua, absorbiendo el sabor a fresa con ganas mientras que su mano derecha giraba con gracia el lightsaber y hacía tintinear el llavero que le colgaba, era su arma favorita para destruir Sombras, en realidad era su única arma, pero eso no le quitaba el mérito.


Con ojos brillantes de niño miró los estantes de golosinas, pensando en el poco trabajo que le costaría llevarse un buen surtido sin tener que pagar algo a cambio, bastaría solo una pizca de fuerza mental por su parte ¡y listo! Pero sí lo hacía, seguro como el infierno que los jefes se enterarían y lo castigarían. BaekHyun se estremeció al pensar en el último castigo que había tenido que soportar, todavía le daban arcadas de pensar en la baba de plasma de gusanos que tuvo que limpiar.


Resignado, dejó su paleta a medio comer sobre unas cajas de ramen, se dirigió a los frigoríficos del fondo y tomó una simple botella de agua que no esperó a pagar para quitarle el sello y darle un largo trago, sin más que hacer se sentó en el piso con la espalda recargada en la fría puerta de cristal y apuró el agua. Estaba terminando las últimas gotas cuando su móvil sonó con el tono predeterminado que le había puesto al número de la Guarida.


Tiró la botella a un lado antes de sacar el aparato del interior de chaqueta y miró la pantalla con el ceño fruncido por un instante antes de aceptar la llamada. Esa noche no recordaba haberse metido en problemas como para que le llamasen antes del amanecer, la hora en la que se suponía debía volver a la Guarida.


—Cualquier cosa que les hayan dicho que hice, no fui yo—dijo a bocajarro antes de que la persona al otro lado pudiese decir algo. 


—¡Cállate idiota y escúchame bien!—Ordenó una voz de tono bajo y amenazante—Tenemos un problema cerca de Myeongil, hay un contingente de Sombras, y se mueven todas hacia la misma dirección...


El aire alrededor de BaekHyun se volvió más frío y pesado, las luces de todo el lugar comenzaron a parpadear, adquiriendo el tono rojizo de la sangre. El muchacho sabía que debía que calmarse, pero tenía un mal presentimiento que le había erizado todos y cada uno de los delgados vellos de su cuerpo. Tenía fresco en la memoria el recuerdo de un sueño que lo había acechado por meses, en el, había un montón de Sombras caminando hacia una figura alta, desgarbada por el miedo, el terror que emana aquella persona le congelaba la sangre en las venas a BaekHyun y siempre despertaba con taquicardia y sudoroso.


—Quiero la ubicación exacta—gruñó poniéndose de pie de un salto, cortó la llamada y corrió a la salida mientras se concentraba en desvanecer su presencia del lugar con un truco mental, sencillo pero efectivo. Cuando saliera de ahí las cámaras de seguridad y cualquier persona que lo hubiesen visto no tendrían registro de él.


Afuera, la noche era gélida pero sin nubes que anunciaran lluvia, las únicas luces que iluminaban las calles eran los faroles y los anuncios fluorescentes de algunos locales nocturnos que se desdibujaron a su vista al pasar como un bólido hacia su moto. De un tirón se colocó el casco y se ajustó la correa del lightsaber a su muñeca, su móvil sonó una vez más, en la pantalla se veía un mapa en escala y un cortó mensaje:


“Te enviaré a SeHun”


BaekHyun guardó el móvil en su chaqueta antes de arrancar la moto. Bueno, no tenía tiempo de esperar a SeHun, así que confiaba que fuese listo y se dirigiera directamente a Myeongil.


El sonido del motor quebró el aire como un cristal cayendo al suelo. BaekHyun sentía al rápido latir de su corazón contra su pecho, la sensación creciendo con cada segundo en que su poderosa máquina se tragaba el pavimento. Su lightsaber vibró haciéndole cosquillear todo el brazo, era como si pudiese predecir que aquella noche una maldita mierda enorme los esperaba.


Atacar en conjunto y a un solo punto no era algo propio de las Sombras, que se dedicaban más bien a robar la energía de cualquier criatura habida y por haber en las calles, en los rincones oscuros, donde ellos más fuertes eran. No sabían actuar en grupo sin llegar a la discordia a atacarse los unos a los otros, y aún así no eran fáciles de liquidar, en ellos radicaba su amenaza no solo para los humanos, también y terriblemente para los Seres de Luz, como lo era BaekHyun.


Un Caballero de Luz, para ser más específicos.


~*~


Llevaba meses soñando la misma mierda, sabía que era un sueño porque en cada instante plenamente consciente, era como fantasear en una aburrida clase de Historia en la Universidad. El escenario era siempre el mismo, él de pie en la acera delante de su casa, la noche cerrada, sin luna y con las luces de toda la puta cuadra apagadas.


El tiempo parecía pasar lentamente y sin embargo él no podía moverse, se quedaba ahí, delante de la reja que conocía hasta la perfección, sabía que era de color azul aunque no pudiese verlo en ese momento en la oscuridad, y de una u otra forma terminaba concentrándose en eso hasta que la temperatura comenzaba a bajar y la negrura de la noche se ceñía a su alrededor más profunda. Poco después, se presentaban esos hombres que a la distancia eran más bien como sombras andantes, recorriendo la calle desde cada esquina, acercándose a él en cautelosa procesión. Para ese entonces ya estaba asustado  hasta la puta madre, sentía el veloz latido de su corazón hasta su garganta y quería gritar, pero convenientemente no podía abrir la boca y mucho menos moverse. Y cuando el primero de aquellos cabrones estaba por tocarlo, el fuego comenzaba y una luz amarilla y enceguecedora estallaba a pocos metros de distancia.


Entonces el sueño terminaba y él despertaba bañado en sudor, con temblores y el corazón hecho una furia.


Park ChanYeol, no recordaba la noche exacta en que los sueños empezaron. Solo tenía la vaga noción de haber visto una cabellera de rojo brillante entrando en un pub de mala muerte en viernes por la noche.


Volviendo a esa noche en particular, al despertar después de que el fuego comenzara y apareciera la luz amarilla, ChanYeol sintió una opresión en el cuello, unas manos rodeándolo como tentáculos, abrió los ojos de golpe, tenía la respiración más agitada que nunca y sus costillas dolían con el martilleo de su corazón. La sensación de esas manos tardó en desaparecer un largo rato, mientras tanto con el temor aún palpitándole en el pulso se quedó recostado en su cama, con la mirada perdida en el techo de su habitación, deseando que las sombras de sus muebles no comenzaran a moverse o seguro le daría un maldito paro cardiaco. Una vez estuvo más calmado, giró la cabeza para ver la hora en su reloj despertador, eran las tres con cinco de la madrugada y toda la casa estaba en silencio.


—Que jodida mierda—susurró tallándose los ojos con la palma de sus manos antes de encender la lámpara de su mesa de noche.


Respiró hondo un par de veces y optó por ponerse de pie y darse una ducha, justo como lo venía haciendo todas esas veces. Nunca antes sus ojeras habían durado tanto, y lo peor de todo es que sus malditos problemas de sueño estaban afectando seriamente su rendimiento escolar, sus profesores estaban sumamente susceptibles con él y no pasaban tan fácilmente que se quedara dormido durante sus clases.


 Un cuarto de hora después, ya fresco por la ducha y con una muda limpia de ropa puesta, ChanYeol se sentó en su cama, sabiendo que una vez más no podría dormir, por lo que prefirió aprovechar el tiempo estudiando las clases en las que se había dormido. Apenas tuvo tiempo de abrir su libro de texto cuando la luz de su lámpara se extinguió con lentitud mortecina y terminó de apagarse dando un triste chasquido.


—¿Qué diablos…?—La oscuridad de su habitación le recordó demasiado a sus sueños, de modo que solo tardó un segundo en levantarse y caminar a tientas en búsqueda del interruptor, pero al accionarlo nada pasó, aunque lo intentó varias veces—Voy a matar a alguien.


No quería despertar a sus padres, sobre todo porque no tenía ni pizca de ganas de parecer un mocoso miedoso, más de lo que ya se sentía. Así que salió de su habitación con el único alumbrado de su móvil y haciendo un esfuerzo por olvidarse de los hombres de sus sueños y la oscuridad que lo envolvía, repitiéndose una y otra vez que aquella era su casa, que no había nada en ella que él no conociera. Intentó con el interruptor del pasillo, pero fue inútil, revisó también el resto de las luces en la planta baja, sin tratar realmente ser muy silencioso, deseaba en el fondo de su mente que alguno de sus padres o su hermana mayor lo escucharan y se levantaran de la cama, no estaba teniendo maldita suerte con ello, muchas gracias. Al parecer todos en esa casa dormían como rocas, excepto él.


—Maldito apagón de mierda—murmuró para sí mismo, al asomarse por la ventana del salón. Toda la calle estaba en las mismas condiciones de oscuridad, e incluso, ver un poco más allá de su jardín era difícil.


ChanYeol sintió un calosfrío recorriéndole la columna y una voz en su cabeza le gritaba que no estaba seguro dentro de su casa, de pronto el ambiente se sintió más frío, su aliento golpeó contra el vidrio creando un furioso vaho que se expandió como pintura. El silencio era casi sólido, la luz de su móvil se apagó y ChanYeol lo apretó contra su palma, sabiendo que no podía permanecer mucho tiempo dentro, arriesgando a su familia a aquella mierda desconocida y tétrica.


Él no creía en porquerías sobrenaturales, pero los instintos no engañaban y los suyos estaban tirando de su piel para que saliera de ahí. Contuvo el aliento, caminó de prisa y a tientas hasta la entrada, en donde se puso sus converse viejas. Cuando su mano rodeó la perilla la voz que susurraba en su cabeza se detuvo, jamás en su vida su propio cuerpo se había revolucionado de esa manera, rugiendo prácticamente porque cruzara el umbral y se perdiera en la noche.


Entreabrió sus temblorosos labios y miró por encima de su hombro hacia las escaleras del segundo piso, rogando porque alguien bajara y le dijera que aquella maldita mierda era solo un estúpido sueño más.


Eso no pasó, y pronto uno de sus pies se adelantó seguido del otro.


Ni siquiera se interesó por cerrar la puerta detrás de él, estaba demasiado perdido en la neblina de un sueño que se apoderaba de su realidad sin él poder hacer algo al respecto.


Tampoco importaba no poder ver nada a su paso, sus pies lo guiaban perfectamente por el camino de loseta hasta la reja, el frío le puso la piel de gallina, pero incluso así no podía reaccionar, no podía devolverse sobre sus pasos y meterse en su cama cubriéndose hasta la cabeza con las mantas.  El escenario que vivía mientras dormía, poco a poco estaba devorándolo, y fue momento de admitir que durante todos esos meses estaba esperando que todo eso pasara. El terror lo tenía sometido como a un cachorro.


Sus manos temblaron como gelatina cuando finalmente abrió la cerradura de la reja y pisó la acera. Ni siquiera pudo cerrar los ojos pensando en las figuras torvas de esos hombres que pronto comenzarían a acecharlo.


—¡Oh jodida… mierda!—Fue capaz de exclamar cuando el primer hombre apareció apenas unos segundos después, del otro lado de la calle.


Una segunda y una tercera figura aparecieron desde el mismo punto, ChanYeol abrió la boca dispuesto a gritar, sin embargo, por el rabillo del ojo pudo ver una serie de movimientos a pocos metros de donde él se encontraba.


Sintió las palmas de las manos calientes y el roce de algo helado en su cuello. Giró la cabeza y se encontró con un par de ojos del color de rubíes, el roce en su piel se convirtió en un agarre inclemente, ChanYeol aspiró en busca de un poco de aire, jadeó e intentó quitarse a manotazos aquello que lo sujetaba, desesperado hasta la locura porque todo terminara. Sus manos hicieron contacto con algo que parecía un brazo y al instante el aire a su alrededor se calentó, sus manos quemaban, no podía respirar y la vista se no le ayudaba en lo absoluto, apenas era capaz de distinguir los cuerpos negros desplazándose como olas hacia él.


Algo rezumbo a lo lejos, con la suavidad de un animal salvaje listo para saltar sobre su presa, el sonido se hizo más potente hasta que ChanYeol logró vislumbrar una luz amarilla, misma que le provocó un estremecimiento en todo el cuerpo, el calor en sus manos era ya insoportable.


Llamas emanaron de sus dedos, violentas y furiosas, ChanYeol soltó un gemido aterrorizado, estaba temblando y el sudor frío brotaba de cada uno de sus poros. La figura de los ojos de rubíes gritó y alejó sus asquerosas manos de su cuello. ChanYeol cayó de al suelo, el fuego extinguiéndose de sus manos al ritmo de sus temblores.


La luz amarilla se volvió tan fuerte que lo encegueció y tuvo que cubrirse sus ojos con las manos.


—¡Aléjense de él, hijos de puta!—Vociferó una voz clara y llena de rabia.


Aún con su brazo de por medio, ChanYeol pudo ver la luz amarilla en una danza veloz, intrépida, dolorosamente mortal. Los negros cuerpos de esos hombres gritaban con voces cavernosas. ChanYeol parpadeó repetidas veces, sus ojos ardiéndole pero aún así, se arriesgo a bajar su brazo y mirar.


No podía creerlo.


Había un chico de cabellos rojo brillante blandiendo un sable con la hoja hecha de luz, de luz amarilla que rezumbaba poder y muerte, era pequeño y aún así se movía entre las negras figuras con la soltura de quien nace para ello. En toda su vida, él jamás vio un espectáculo tan impresionante, el chico rojo hacía girar el sable antes de rebanarle la cabeza a sus enemigos, no hubo sangre, solo esos gritos tétricos que ponían la piel de gallina, y después se volvían una voluta de humo que se evaporaba en el aire.


El chico rojo lanzó patadas y su sable dibujó bellas figuras, sus ojos se posaron en ChanYeol robándole el aliento. Dio una pirueta poniéndose delante de él, protegiéndolo de cabrones de negro que parecían aumentar en número cada segundo.


—¿Estás bien?—Le preguntó sin aliento, mirándolo por encima del hombro.


ChanYeol ya no temblaba, pero estaba tenso por el terror y la incredulidad, ni siquiera pudo asentir cuando un nuevo ataque los distrajo a ambos.


—¡Mierda, debí esperar a SeHun!—Rumió el chico rojo sin detenerse para defenderlo.


 ChanYeol intentó levantarse, pero sus músculos se sentían demasiado torpes y blandos como para que funcionaran, del miedo pasó a la convicción de que necesitaba ayudar al chico, su propia exigencia se estaba convirtiendo en un ardiente fuego en su interior, aunque no supiese que maldita cosa podía hacer. Los jadeos del chico rojo se volvieron más fuertes y agitados, el sudor caía de su frente y ChanYeol dudaba que pudiese enfrentarse a todos ellos solo, así que, apretando los dientes obligó a sus piernas y brazos a levantar al resto de su cuerpo.


—¡Queda atrás! ¡No te acerques!—Ordenó con un ademán de la mano.


 —¡No!—la sola palabra le rasgó la garganta a ChanYeol—¡Van a matarte!—Gritó con más seguridad intentando acercarse a él.


El chico rojo cercenó otra cabeza en ese momento, puso el sable delante de su cuerpo y la luz en sí misma evitó que se acercaran demasiado a ellos. Se miraron durante un largo instante, los ojos de aquel extraño refulgían y ChanYeol por primera vez apreció sus fracciones finas, más cercanas a las de un niño que un adulto.


—Sabes que tengo razón—murmuró ChanYeol sin querer mirar a otro lado que no fuera esos ojos, el resto del espectáculo era demasiado tenebroso para si quiera querer contemplarlo.


El chico rojo apretó los labios pero asintió caminado de espaldas a él con pasos cortos y suaves.


—Cuando cuente tres vas a correr detrás de mi… Uno…—casi estaba pegado al pecho de ChanYeol, los hombres negros acercándose a ellos—Dos… ¡TRES!


El chico rojo se abalanzó como un loco contra la masa de figuras, impactando su sable ahí donde pudiera, llevándose  asícon él las cabezas que fuese posible, ChanYeol lo siguió tan cerca como podía sin ser tocado por la hoja de luz amarilla, hasta que ésta se apagó por completo.


—¡Sube a la puta moto, sube a la puta moto, sube a la puta moto!—Gritó trepándose de un salto a la motocicleta que ChanYeol no había notado, pero que seguro como el infierno le pertenecía. Había un casco tirado en la carretera, ni siquiera consideró detenerse a recogerlo, una mano negra le rozó el brazo y él se precipitó a montarse detrás del su salvador.


El motor rompió en un bramido y él apenas tuvo tiempo para sujetarse de la cintura del otro chico cuando arrancaron. La luz del sable volvió ayudándolos a hacerse pasó. ChanYeol estaba impresionado de cómo podía conducir y cortar cuerpos al mismo tiempo.


Las figuras negras los siguieron, desplazándose en la noche como si fueran parte de la oscuridad, deslizándose a su alrededor con velocidad inhumana. ChanYeol sabía que tendría pesadillas con esa noche por el resto de su vida…, eso solo si llegaban a sobrevivir.


Una luz blanca se proyecto sobre la carretera justo frente a ellos, las figuras negras abriéndose ante su paso.


—¡Mueve tu puta moto, mueve tu puta moto, mueve tu puta moto!—Bramó el chico rojo como si fuera un mantra.


La otra motocicleta se desvió de la colisión por unos metros, cruzándose con ellos, ChanYeol solo escuchó el derrape, el sonido del otro motor gimiendo justo detrás de ellos al inicio y unos segundos después justo a su lado.


Apenas pudo echarle una mirada a su acompañante. Era un tipo alto con una chaqueta blanca, usaba con casco plateado y al parecer era amigo del chico rojo, puesto que blandía un sable de la misma contextura, su hoja de luz de color verde.


La oscuridad fue perdiendo su fuerza mientras los metros se tornaron kilómetros. Las luces de la ciudad comenzaron a aparecer y las figuras negras disminuyeron en número hasta casi desaparecer.


ChanYeol giró la cabeza sabiendo que había dejado algo más que solo su familia en esa vieja casa en la que vivió cada uno de sus días.


—¡Detente!—Exigió apretando con más fuerza de la debida el torso del chico rojo—¡Detente ahora!—Repitió.


Creyó que el otro chico iba a ignorarlo, pero poco a poco orilló la moto hasta detenerse frente a un bar ya cerrado, el tipo de la chaqueta blanca se detuvo detrás de ellos y ChanYeol saltó de la moto en cuanto tuvo oportunidad.


Corrió tropezando hacia una pared sosteniéndose de ella por tener las piernas débiles, inclinó la cabeza y vomitó. Sus costillas dolían con cada nueva arcada, cada imagen vivida golpeó su cabeza provocando que las náuseas fueran más fuertes y duras. Una mano pequeña se posó en su espalda, no necesitó girarse para saber quién era. El chico rojo olía a fresa y algo de colonia. 


ChanYeol recargó la frente en una de las manos y preguntó lo primero que se le vino a la cabeza:—¿Qué eran esas cosas?


Tomó un largo silencio hasta que el chico jaló una de las mangas de su camiseta y le ofreció un pañuelo de papel. Se miraron a los ojos mientras ChanYeol limpiaba sus labios, había algo en esos ojos castaños que lo atraía de forma vertiginosa, podía quedarse una mierda de tiempo incontable mirándolo sin sentirse cansado.


El chico negó suavemente.


—Más bien, ¿cómo es que pudiste verlos? Los humanos…,—tragó con fuerza—los humanos no pueden, a menos que tú…


—¿Qué? ¿A menos qué yo qué?—Inquirió arrugando el pañuelo y tirándolo al suelo sin miramientos. Su ceño se frunció, quería apretar los hombros delgados del muchacho y sacudirlo hasta que le dijera cada maldita cosa.


—A menos que no seas humano—sentenció en voz queda, lo miró a través de sus pestañas con una expresión confusa—. Tú…, ¡el fuego provenía de ti, puedes usar La Fuerza!


ChanYeol vio esos bonitos ojos abiertos como platos.


—¿De qué demonios hablas?


El chico rojo pegó un bote y lo tomó de los brazos


—¡Usas La Fuerza, lo haces, lo vi! ¡Eres el chico de mis sueños!—Casi gritó como un niño en la mañana de Navidad, de pronto sus ojos se habían impregnado de un brillo cálido y emocionado, parecía dispuesto a ponerse a dar brincos en cualquier momento.


—Yo…, no entiendo ni mierda—dijo ChanYeol sosteniendo las manos en sus brazos sin poder evitarlo—. Mi familia, ¿qué va a pasar con ellos?


El chico rojo detuvo un instante su momento de brío y negó nuevamente, esta vez lucía más resignado que otra cosa.


Las Sombras no querían a tu familia, te querían a ti.


 


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