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Bad Reviews (are OVER!) por LunaScarlatta

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Las malas críticas sobre el último libro de Kyousuke Matsumoto no se hicieron esperar, y por supuesto, uno de los primeros en enterarse fue Aoi Yokoyama, un joven dibujante y gran admirador del escritor. Según él, aquel hombre escribía con el alma expuesta. Cada palabra impresa en cada página de cada libro había sido escogida con cuidado y colocada con el mismo cuidado en su lugar en la oración. Una maravilla a la vista, al oído, a la mente y al corazón. Una maravilla como esa no debería estar al alcance y el disfrute de todos, y lo estaba. Por ello, los críticos veteranos y más renombrados tachaban sus obras de insufribles, con el pretexto de que tan sólo era un escritor de moda sin talento. No obstante, estas cosas sólo eran excusas. Las verdaderas razones se hallaban en el hecho de que Kyousuke Matsumoto era un hombre sumamente directo, sincero y antipático. Tanto como para que en algunas de sus entrevistas censuraran las respuestas (todo esto lo sabía Aoi por lo que comentaban en la editorial). Además, tenía ciertas extravagancias, como el hecho de no querer mostrarse en público. Aoi no lo había visto ni una sola vez, pese a que trabajan para la misma compañía y no había mayor admirador del escritor que él. Ni siquiera se habían cruzado una sola vez. Aun así, el joven lo tenía en un pedestal, y le gustaban tanto sus obras que se conseguía todas las versiones de cada una de ellas (pasta blanda, tapa dura, ilustrada, de bolsillo...). Un gran fan, sin lugar a dudas.
Aoi miró la hoja de periódico con cara de pocos amigos. Críticos como esos eran los que tiraban por tierra todo su empeño puesto en las ilustraciones y mangas que había realizado (siempre con guionista), tratando como basura su arte. Sentía como si aquella crítica que iba dirigida al escritor, fuera para él. Y eso lo molestaba.
Dejó a un lado el periódico, soltándolo no de muy buena manera sobre la mesa, y resopló. No, no le gustaba la situación.
—¿Y ahora que pasa? —preguntó su amigo Kei.
Aoi se enderezó en la silla del bar donde estaba sentado y señaló la página del periódico a la vez que apoyaba la cabeza en la otra mano. El otro muchacho agarró el papel y lo miró sin muchas ganas.
—¿Lo que te molesta es una mala crítica a tu escritor favorito?
—No es sólo la mala crítica, es el lenguaje tan vulgar que usa. Matsumoto-sensei no escribe best-sellers ni libros de moda. No sé por qué tanto ataque.
—¿Y qué piensas hacer? —preguntó su amigo cruzando los brazos frente al pecho.
Aoi se recostó en la silla y frunció el ceño mientras pensaba. Era evidente que la pregunta de Kei no esperaba respuesta, pero al parecer el joven sí que quería hacer algo. De repente los ojos se le iluminaron, y su amigo no pudo evitar sentir desagrado ante aquella idea.
—No, Aoi, no. No hagas delas tuyas —espetó sacudiendo la cabeza de un lugar a otro.
Pero el dibujante no hacía otra cosa que asentir con una sonrisa dibujada en el rostro.
—Sí, Kei-chan, sí —afirmó—. Yo también sufro de malas críticas por ser yo. Esta es mi oportunidad. Para conocer a la persona que admiro y hacernos valorar. No quiero que sólo por no ser amables o lameculos se atrevan a decirnos tales cosas.
—Aoi, escúchate...
—Ahora no puedo, tengo que ir a la editorial —dijo levantándose de la silla y dándole unas monedas a su amigo—. Toma, cóbrate. Me voy ya.
Y salió por la puerta sin dejar que Kei dijera algo más.

 

Aoi se hallaba sentado frente a Izumi, el editor del escritor para el que estaba ilustrando en ese entonces. No siempre le preguntaban si quería trabajar en tal proyecto y tampoco le dejaban que se negara, lo cual le causaba graves problemas a la hora de ilustrar las novelas.
—Yokoyama-sensei esto... —dijo incómodo el editor.
—El autor se quejó otra vez por no dibujar moé, ¿no? Pues eso es lo más moé que voy a dibujar —aseveró Aoi con las manos cruzadas frente al pecho—. Si no le gusta, que solicite a otro ilustrador.
—Te solicitó a ti porque eres el que mejor dibuja de la compañía.
Aoi puso los ojos en blanco y giró la cabeza de manera que evitaba mirar al editor. Sí, se sentía molesto. Estaba malgastando su talento en autores que sólo querían que dibujara niñas monas. Cuando un autor o un guionista le llegaba con una historia en la que pudiera mostrar su estilo realista... Oh, ahí sí que era feliz.
—Está bien... —repuso el editor suspirando—. Avisaré al autor de que ya están terminadas las ilustraciones.
Aoi también suspiró y miró de reojo al editor, que no pudo evitar sentirse incómodo. Aquella mirada tenía un brillo un tanto extraño.
—¿Q-qué?
En el rostro de Aoi se dibujo una sonrisa burlona.
—Izumi-san —llamó.
—¿Sí?
La incomodidad del editor se acrecentaba por momentos, y llegó a su punto máximo cuando cuando Aoi apoyó cada mano en las rodillas de éste. Le iba a pedir algo extraño, estaba seguro.
—Tú eres el editor de Matsumoto-sensei, ¿verdad?
—Por favor, no me toques —dijo mostrando su enfado. Aoi apartó rápidamente las manos—. Y sí, yo soy su editor. Lo sabes de sobra.
—Entonces... —Aoi acercó más su silla a él—.¿Podrías ponerme en contacto con él?
—Ni de coña.
Aoi hizo gesto de súplica.
—¡Por favor, Izumi-san! ¡Quiero proponerle un proyecto!
—No.
—¡Por favor!
—No. El sensei está muy ocupado trabajando en su nueva novela, y...
—Eso es mentira —afirmó con seguridad—. En la última entrevista dijo que no escribiría durante un tiempo. No tiene ningún trabajo entre manos.
Izumi se quedaba sin ideas. Estaba claro que en cuanto a Kyousuke Aoi lo sabía absolutamente todo.
—¿Y planeas que escriba cuando quiere darse vacaciones?
—¡De verdad, Izumi-san! ¡Si quieres me pongo hasta de rodillas! ¡Pero por favor, ponme en contacto con él!
—No hace falta que hagas eso —contestó incluso más incómodo que antes. Suspiró otra vez—. Me pondré en contacto con él, pero no te hagas ilusiones.
La cara de Aoi se iluminó y se abalanzó sobre el editor, abrazándolo.
—¡Muchas gracias, Izumi-san!
—¡No me toques!

 

La sorpresa de Izumi al ver que Kyousuke aceptaba de inmediato la idea de hacer un proyecto con Aoi fue incluso mayor que cuando conoció al escritor y la persona tan extraña que era.
No tardó en avisar a Aoi, quien recibió la noticia con mucha ilusión. Sabía que la reunión que iba a tener con el escritor era para ponerse de acuerdo y decidir si el proyecto se llevaba a cabo o no. Aún no había nada asegurado, pero Aoi se sentía entusiasmado ante la posibilidad de poder trabajar con su ídolo.
Aun así, el muchacho no puso mucho empeño a la hora de arreglase para causar buena impresión, pues él tampoco era una persona que se preocupara de esa clase de cosas.
Aoi era un hombre alto que superaba el metro ochenta, de espalda ancha, pelo castaño y ojos avellana. Llevaba su larga melena completamente lacia mal recogida en una coleta baja, causa principal de que tuviera el aspecto informal y frívolo que solía aparentar. Sin embargo, pensaba ir vestido como siempre a la reunión. Sólo se peinó un poco mejor...
Miró la tarjeta donde había apuntado el nombre y la dirección de la cafetería donde se reuniría con Kyousuke e Izumi (pues éste supervisaría el proyecto si se llevara a cabo) y se puso en camino. No tardó en llegar.
Al entrar en el edificio, Izumi estaba sentado en una mesa cercana a una ventana.
—Izumi-san —saludó.
—Ah, sensei, por fin llega. Matsumoto-sensei está en el baño. ¿Le importa cuidar usted solo la mesa mientras yo también voy?
—Claro, no me importa —respondió sonriente.
—Gracias.
El editor se levantó y se encaminó hacia el baño, donde nada más entrar, se encontró a Kyousuke lavándose las manos.
—Matsumoto-sensei, Yokoyama-sensei acaba de llegar. Está sentado en la mesa —informó Izumi.
—Gracias.
El hombre sacudió las manos y se dirigió de mala gana hacia la mesa donde había estado momentos antes, y al ver la figura que estaba sentada allí, no pudo evitar sorprenderse.
—¿Aoi Yokoyama-sensei? —preguntó con el ceño fruncido.
—¿Quién lo pregunta? —él también frunció el ceño.
Kyousuke se inclinó hacia delante.
—Soy Kyousuke Matsumoto. Mucho gusto.
Aoi estuvo a punto de escupir el zumo que le acababan de servir. Se levantó veloz como un rayo y se inclinó también diciendo con voz nerviosa:
—El gusto es mío. Soy Aoi Yokoyama. Gracias por venir a escuchar mi propuesta para proyecto.
¿De verdad ése era su ídolo? ¿Ese hombre canijo de estatura más bien baja y rostro infantil era el escritor que tanto admiraba? No podía ser.
Kyousuke se sentó sin decir nada más, y al ver que Aoi estaba metido en sus pensamientos, le dijo:
—¿No te vas asentar?
—Ah, sí. Sí, sí.
—¿Y bien? —Se acomodó en la silla—. Aún no ha llegado Izumi-chan, pero creo que podemos ir hablando de ese proyecto.
—Ah, sí. —Aoi empezó a rebuscar en su mochila recortes de periódicos e ilustraciones hechas por él y se las pasó al escritor para que les echara un vistazo—. Verá, yo sufro de muy malas críticas, al igual que usted. A pesar de que, como puede ver, soy muy bueno en mi trabajo. Bueno pues... Llegué a la conclusión de que se debe a que es por nuestros nombres. —Kyousuke alzó una ceja—. No somos personas simpáticas ni nos gusta ceñirnos a lo que nos ordenan. Creo que es porque son obras nuestras que son valoradas de tal manera.
—¿Y qué propones hacer?
—Quisiera hacer un trabajo con usted —admitió—. Y además, quiero vengarme de los críticos. Por ello, le propongo una obra que requiera el talento de ambos y que se publicara bajo un pseudónimo. De esta manera, no podrían saber que es nuestra. Una vez valorada positivamente, revelaríamos la verdad.
—¿Y cómo estás tan seguro de que será valorada positivamente?
—Porque tenemos talento.
Ante esa respuesta Kyousuke se quedó callado por un momento, sin saber qué decir. Fue entonces cuando regresó Izumi y Aoi se vio obligado a repetir lo mismo. El editor encontraba poco sentido al plan de Aoi, pero se vio obligado a aceptar.
—Si el sensei está de acuerdo...
—Estoy de acuerdo —cortó Kyousuke inmediatamente.
Izumi suspiró.
—¿Cuánto tiempo os llevará aproximadamente?
—Entre diez y dieciocho meses —calculó Aoi.
—Tendréis que estar en continuo contacto, y al ser secreto, sería un problema si algún periodista os viera juntos. Puede que no haya muchos que conozcan la cara del sensei, pero aun así es arriesgado.
—¿Y qué propones? —preguntó Aoi.
Izumi cruzó los brazos y se quedó pensativo un rato hasta que pareció encendérsele una bombilla.
—¿Y si os quedarais juntos en el mismo hotel mientras termináis el trabajo? —propuso.
—¿Eh?—soltaron Kyousuke y Aoi al mismo tiempo.

 

Su relación sólo acababa de comenzar.

Notas finales:

Sé que este capítulo no ha sido especialmente bueno, pero intenté hacerlo lo mejor posible. Espero que los siguientes sean mucho mejores.


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