Prefacio
Ni en sus más locos sueños se imaginó que iba a estar allí, mirando de un lado hacia el otro a las dos personas que más lo habían apoyado en su estadía en Japón, aunque bueno, uno más amable que el otro.
Pero ahí estaba él, viendo como se golpeaban con fuerza y sobre todo, rabia, mucha rabia. No sabía qué hacer, su cuerpo estaba paralizado por el asombro. Vio como los dos jóvenes chocaban con una pared de cristal, el vidrio cedió y se hizo trisas e instantes después rodaban por el piso quedando el de cabellos negros arriba, con su mano izquierda fuertemente apretada en la garganta del otro, levantó su mano derecha echa puño y la dirigió con una velocidad pasmosa al rostro contrarío. Haciéndolo una y otra vez.
— ¡Dejen de golpearse de una puta vez! —gritó con enojo.
Al ver que no hacían el menor caso, se dirigió a ellos, tomó al de arriba por la chaqueta y lo empujó hacia el lado con todas sus fuerzas, lográndolo con éxito.
Sentía el rostro repleto de sudor y enrojecido. Mover a Sasuke había sido como mover a una enorme roca, pesada y dura. Miró el cuerpo inerte del agredido, quieto en el mismo lugar, miles de sentimientos lo golpearon pero el alivio lo invadió al ver su pecho subir y bajar.
«Está vivo, vivo...» Se repitió. Observo con los ojos entrecerrados a Sasuke, que tenía sus facciones distorsionadas por la furia y sus oscuros ojos puestos en el otro joven, dispuesto a continuar.
Un extraño escalofrío recorrió su estómago, lo sintió arder y lleno de arena e instintivamente se llevó una mano al lugar y se acarició.
— ¿Qué mierda tienes? —se acercó con pasos vacilantes, de repente sus extremidades pesaban—. ¿No sabes cuándo detenert...
Su cuerpo convulsionó y retrocedió a tropiezos. Cayó con un sordo sonido al suelo, directamente a los pedazos de vidrio regados por allí.
El agudo dolor que lo atravesó lo hizo gritar, tan fuerte que no reconoció su voz.
— ¡¡Ahg!!
Sasuke reaccionó, miró a su alrededor y lo vio tirado en el piso. Se levantó a una velocidad casi inhumana y se acerco. Sus vellos se erizaron al presenciar la imagen.
—Mierda, mierda, mierda. Naruto, obsérvame a mí. —pero Naruto no le hacía caso. Se retorcía del dolor y su respiración era irregular, presionando la herida. En instantes el suelo se lleno de sangre, mucha sangre.
Vio como el otro cuerpo se levantaba desorientado pero rápidamente dirigió su mirada hacia él y a Naruto. Su expresión cambio tantas veces en un intervalo de segundos que lo mareó, pero finalmente su rostro se transformó en una mueca afligida y de enojo.
— ¡Todo es tu maldita culpa! —lo acusó sin más al posarse a su lado, mirando el charco de sangre.
Sasuke frunció el ceño, con la venenosa respuesta en la punta de la lengua pero se contuvo. Primero tenía que ver cuán grave era la herida.
Y miró. Miró entre toda esa sangre el enorme trozo de vidrio incrustado en el muslo de Naruto.
Y los dos sintieron literalmente su propia sangre congelarse del miedo y culpa. Si no hubiera conocido a Sasuke, si no hubiera ido a esa Universidad, si no hubiera investigado su pasado y ellos ayudado, si no hubiera venido a Japón, si no se hubiera enamorado. Naruto hubiera estado bien y no a punto de morir.