Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre girasoles por Killary

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Ahí estaba yo otra vez

Forzando risas, fingiendo sonrisas

En el mismo viejo, aburrido y solitario lugar

La falta de sinceridad, los intercambios de miradas vacías

Desaparecieron cuando vi tu rostro

Todo lo que puedo decir es que

Fue encantador haberte conocido

(Enchanted – Taylor Swift)

 

 

 

1. Encontrarnos

 

 

 

Aburrimiento.

Total, completo y exasperante aburrimiento. Eso era lo que sentía en este momento. Eso era lo que sentía en cada momento.

 

Iba viajando en el auto que Pietro, el chofer de turno, conducía. Mi mirada se perdía por callejuelas empedradas, observando a madres que llevaban a sus hijos de la mano a la escuela, personas que apuradas se dirigían al trabajo… Todos parecían de tan buen humor… Quizá era por el buen clima. Un sol brillante se alzaba majestuoso a tan tempranas horas ya. Me gustaría ir a la playa y no tener que ir a ese insulso instituto…

 

Esta vez me tocó una ciudad hermosa. Me gustaban sus paisajes. Me gustaba ir a los viñedos acompañando a mis padres… Pero no estaríamos aquí por siempre.  Mis padres viajaban constantemente por sus negocios, y me arrastraban con ellos para donde fueran. Ni siquiera podían considerar la idea de dejarme establecido en algún lugar fijo a cargo de alguien de confianza… Ni siquiera podían imaginar el dejarme en un internado… No podían pensar en que un niño necesitaba una vida “normal.” Un niño necesitaba estabilidad, seguridad, amigos… Pero no…

 

Un año en una escuela, al siguiente nos mudábamos a otra ciudad y empezaba en escuela nueva… Y al siguiente año igual… Hasta alguna vez había tenido que cambiar de escuela a mitad de año… Y para mantener su conciencia tranquila, mis padres me tenían con maestros particulares para que no caigan mis promedios.

 

Nunca tuve niños de mi edad lo suficientemente cercanos con quienes jugar o conversar. Nunca estuve en un lugar lo suficiente como para forjar una verdadera amistad. Un nómada, eso era. Un nómada solitario. Envuelto en libros, dedicándome al estudio, teniendo la idea clara que así sería toda mi vida. Además solo tenía que abrir la boca para pedir cualquier cosa material que ya me la daban. Teníamos dinero más que suficiente para no tener carencias de ningún tipo, decía mi padre. Siempre rodeado de adultos, maduré demasiado rápido. Crecí dejando al niño atrás, dándole paso a un adolescente de 15 años, serio, maduro, metódico, responsable, ordenado y muy organizado, decidido, independiente, solitario… Alguien acostumbrado a vivir entre las cuatro paredes de su habitación.  

 

Esta era mi vida. Abocada a los estudios. Siempre metido en los libros.  Y ya sabía hablar 5 idiomas perfectamente y me iba por el sexto.

 

Lo sé. Soy un rarito. Un friki. Un nerd.

Un aburrido.

Un solitario aburrido.

 

El auto se detuvo en un semáforo. Unos chicos de pronto se pusieron a hacer piruetas frente a nosotros. Parecían divertirse. Sonreían ampliamente y se alentaban mutuamente. Artistas callejeros.  Aparté mis ojos de ellos y los cerré con cansancio. Comencé a enumerar en mi mente las cosas que haría hoy… Tenía una inamovible rutina bien marcada.

 

Ir al instituto, pasar 8 horas allí

Llegar a casa

Merendar

Hacer los deberes junto a mi maestro de ciencias

Clase de francés

Clase de piano…

Cenar

Bañarme

Dormir…

Despertar y hacer todo eso nuevamente…

 

 

Aburrido…

 

 

Unos golpecitos en la ventana del auto hicieron que abra los ojos. Me topé con unos irises aleonados de un azul cielo que me miraban desde un rostro sonriente enmarcado con desordenados rizos marrones.

 

—Una moneta? —  Me dijo el niño al otro lado…

 

—No abra la ventana joven Rodrigo, estos jovenzuelos solo piensan en robar.

 

—Io non sono un ladro. — Dijo el muchacho mirando con altanería a Pietro.

 

—Creo que te entendió. — Solté en un murmulló divertido.

 

—Naturalmente ho capito. — Respondió mirándome fijamente de nuevo. Sonreí sin quererlo y me sorprendí al hacerlo. Inmediatamente borré la sonrisa de mi rostro y volví a mi actitud seria. Ya iba cambiando la luz del semáforo así que saqué unas monedas de mi bolsillo y abriendo un poco la ventanilla se las alcancé. Sus dedos rozaron mi mano intencionalmente, llegándola a acariciar con el dedo índice. Una corriente extraña recorrió mi cuerpo.

 

—Grazie principe. — Dijo sin apartar su mirada de la mía. Con una reverencia se alejó presuroso, justo en el momento en que el auto se echaba a andar.

 

Mientras nos alejábamos no pude resistir el impulso de girar para verlo. Estaba a un lado de la calle con sus demás compañeros.  Antes de que el auto volteara en la esquina y desapareciera, pude encontrarme con sus ojos. Me sonrió mientras ladeaba la cabeza a un lado. Y dimos vuelta. Nos alejamos.

 

 

El día fue más tedioso que de costumbre. El primer día del instituto era un asco. Conocer a tus nuevos compañeros. A tus nuevos profesores. Las miradas curiosas siempre sobre el nuevo estudiante. Los cuchicheos. Los chismes. Los inventos.

 

Esta vez mis padres tuvieron la brillante idea de inscribirme en un instituto solo de varones. Un montón de mocosos con la testosterona en nivel máximo, haciendo bromas estúpidas. Peleando por ser el más popular, el más admirado, el más temido.

 

 

Aburrido.

 

 

Traté de ser amable en las presentaciones, pero me mantuve al margen. No me interesaba socializar con nadie. ¿Para qué? Si al final solo estaría este año. No valía la pena esforzarme en hacer amistad. Total, ya estaba acostumbrado.

  

Se me hizo eterno. Solo quería que termine para poder irme de aquí. Traté de concentrarme en lo que hablaba el profesor. Pero hoy me era imposible. No podía sacarme de la cabeza al chico de la mañana. No podía sacarme de la cabeza sus ojos. Creo que me estoy volviendo estúpido. Pensando en un muchacho… Yo… Ridículo.

 

Por fin sonó la campana anunciando la salida. El auto ya me esperaba en la puerta. Salí sin despedirme ni mirar a nadie.

 

Llegué a casa y  seguí mi rutina. O bueno casi seguí mi rutina… Hoy me quedé un rato más al piano.  A veces sentía una necesidad de tocar. Y hoy era un día de esos. Así que estuve una hora más encerrado en el salón. Total, aquí no molestaba a nadie. Esta habitación estaba insonorizada.

  

 

La mañana siguiente me encontró ansioso. Con unas ganas de volver a recorrer el mismo camino de ayer rumbo al instituto. Un deseo que trataba de reprimir. No es propio de mí entusiasmarme por boberías. No es propio de mí entusiasmarme por nada.

  

Sin embargo, al llegar de nuevo a esa calle, al detenernos en ese mismo semáforo… No pude evitar buscar con los ojos al muchacho de ayer. Y al encontrarlo sentí algo que bien podía calificar como… ¿Alegría?...  No sé…

 

Lo vi hacer sus piruetas. Lo vi mirarme y sonreírme. Lo vi acercarse. Saludarme con el mismo apelativo “Principe.” Lo vi marcharse…

 

Eso se repitió un día y otro… Y otro más… Hasta que en el quinto día me decidí a hablarle. No tengo ni la menor idea de por qué. Solo sentía esa necesidad de escuchar su voz un poco más…

 

Luego de hacer su rutina, volvió a acercarse a mí como siempre.  Era ahora o nunca.

 

—Buongiorno Principe. — Saludó sonriente volviendo a hacer una graciosa reverencia.

 

—Io no sono un principe… No me digas así… — Terminé murmurando esto último con un dejo de molestia, mientras le alcanzaba unas monedas a través de la ventanilla al igual que todos los días.

 

—Qual è il tuo nome? — Preguntó. Dude un poco en responder… ¿Debía? ¿Sería correcto? La luz del semáforo estaba a punto de cambiar… No tengo tiempo…

 

—Rodrigo…

 

—Principe Rodrigo… — Dijo con una gran sonrisa. Puse los ojos en blanco al escucharlo. Un esbozo de sonrisa afloró. De pronto el auto empezó a moverse. Lo miré queriendo preguntarle su nombre pero obligándome a callar.

 

—Sono Ezio! — Gritó desde la acera, mientras movía la mano despidiéndose. Parecía como si hubiera adivinado mis pensamientos.

 

 

El fin de semana la pasé más aburrido que de costumbre. Eran días en que acompañaba a mis padres a sus reuniones. No sé qué ganas tenían de llevarme allá si me la pasaba hurgando en libros o viendo tele mientras ellos hacían sus cosas. Pero insistían en pasar tiempo “en familia.” ¿Tiempo en familia? Que graciosos. El único tiempo que pasábamos realmente juntos era cuando cenábamos esos días. Aunque ellos se la pasaban conversando de tal o cual empresario o de las reuniones que tendrían la semana que viene.

  

Esta vez no me importó mucho. Tenía mis propios pensamientos muy lejos de aquí. Paseándose sin pudor por unos rizos marrones y deleitándose en unos ojos color cielo. Dejando que una voz me susurre un nombre… ¿Me estaré volviendo loco?... Esto no está bien… No es normal… Pero… ¿Qué es normal en la vida que llevo?  No me di cuenta que había empezado a sonreír como bobo, hasta que escuché a mi madre llamarme.

 

—Rodrigo, hijo… ¿Estás bien? — Levanté la vista de mi plato y la miré confundido. Escondí la sonrisa bajo mi gesto adusto de siempre.

 

—Si… ¿Por qué lo preguntas?

 

—Es que estabas como ido… — Dijo mi padre.

 

—Estabas sonriendo como si… Como si recordaras algo… — Terminó de decir mi madre.

 

—Estoy bien, no pasa nada.

 

—Deberías sonreír más a menudo…  — Mi padre rió y mi madre pasó su mano por mi cabello, desordenándolo. Por un segundo parecimos una familia normal…

 

—Ah sí… Eso… — Volví a concentrarme en el plato que tenía frente a mí y no volví a abrir la boca.  Demasiada atención me estaba incomodando. No estaba acostumbrado.

 

 

De noche cuando ya estaba acostado en mi cama, me puse a hacer mi lista mental de las cosas que ocuparían mi tiempo el día siguiente. A repasar mí organizada rutina. Y me di cuenta que había un pequeño cambio… Un cambio que me había negado a aceptar hasta hoy…

 

Levantarme

Asearme

Ir al instituto…

Ver a Ezio en el camino

Llegar al instituto, pasar 8  monótonas horas allí

Llegar a casa

Merendar

Hacer los deberes junto a mi maestro de ciencias

Clase de francés

Clase de piano…

Cenar

Bañarme

Dormir… Soñar…

Despertar y hacer todo eso nuevamente…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Merda, que hambre tengo… Lo que conseguí ayer no me alcanzó para cenar… Apenas me alcanzó para almorzar escuetamente… Cazzo di vita… Y encima tuve que despertarme de madrugada al escuchar llegar a mi padre borracho… Como siempre.  Con las justas logre escapar por la ventana. Así que me libré de los golpes que me tocaban.

  

Era el último hijo de 9. Es decir, tenía 8 hermanos. Hermanos que apenas cumplieron la mayoría de edad, salieron huyendo de aquí. Me dejaron con mi padre, que hizo de golpearme un deporte. Siempre gritándome que por mi culpa mi madre había muerto. Y era verdad. Ella murió al traerme al mundo, hace 13 años ya.

  

Tuve que aprender a valerme por mi mismo a la edad de 8 años. Buscar dinero para comer, vestirme y mis libros. Aunque  algunos amigos de años superiores me ayudaron regalándome sus libros usados. Y ropa también. No tenía problema en recibir todo lo que pudieran darme, aunque pudiera considerarse  limosna. Mi orgullo hace mucho lo dejé a un lado. Necesitaba sobrevivir. Tenía que salir de aquí.

  

Nunca se me cruzó la idea de abandonar el instituto.  Necesitaba educación si quería lograr algo, eso lo tenía bien claro.

  

Llegué frente a la puerta de un pequeño departamento. Toqué suavemente. Al rato la cara adormilada de mi amigo Giovanni apareció.

 

— ¿Otra vez tu padre?— Preguntó mientras se hacía a un lado dejándome pasar.

 

—Si… Siento molestarte… No tengo otro lugar a donde ir…

 

—No te preocupes. — Dijo mientras se dirigía a la pequeña cocina y salía con un vaso de jugo el cual me alcanzó. Me lo bebí de un tiro. — ¿Comiste ayer? — Bajé la cabeza, avergonzado. Él con un suspiro entró de nuevo a la cocina y al rato vino con un par de emparedados, los cuales prácticamente devoré. — No puedes seguir así Ezio…

 

—Solo unos años más y podré largarme…

 

—Para eso necesitarás dinero… ¿Ya juntaste algo? — Me miró enarcando una ceja. — ¿Crees que las monedas que mendigas a los autos es suficiente?

 

— ¡No mendigo!... Prefiero verlo como un trabajo…

 

—Lo que sea. — Hizo un ademán con la mano como restándole importancia. — Sabes que yo te puedo ayudar… — Se acercó a mí y suavemente acarició mis cabellos. — Podrías conseguir lo que quisieras…

 

—No puedo hacer eso, Giovanni… — Me aparté de él. Ya habíamos tenido esta conversación muchas veces.

 

—No es tan malo, ya te lo he dicho. Eres un niño lindo, podrías sacar mucho la primera vez… ¿Por qué no pruebas?... Inténtalo… Solo una vez…

 

—Yo…

 

—Vamos, solo una… Y si no te convence entonces no volveré a insistirte. — Conocía a Giovanni de hace mucho. Él también había sido un chico de la calle, pidiendo dinero con nosotros y pasando las necesidades que nosotros… Hasta que un día conoció a alguien que le ofreció mucho dinero por acostarse con él. Y aceptó. Eso fue hace casi 5 años. Ahora él tenía 19, un departamento con una confortable cama y comía 3 veces al día. Acababa de terminar el instituto y estaba dispuesto a entrar a la universidad. Siempre decía que abrirse de piernas era solo temporal. — No lo pienses tanto…

 

—Gio, yo…

 

—Ven, dúchate y descansa algo… Por la mañana hablaremos con más calma.

 

Le hice caso sin decir una palabra más. Me duché y usé una de sus viejas pijamas que guardaba siempre para mí. Me acosté en su confortable sofá.  Me quedé con los ojos pegados en el techo dándole vueltas a la idea… La propuesta… Si de veras me pagasen lo que él dice… Con dinero podría salir de aquí… Con dinero podría vivir en algún otro lugar. Podría comer decentemente. Así como Gio… ¿Cómo será? ¿Qué se sentirá?... ¿Dolerá?... No, merda… ¿En qué estoy pensando?... No voy a hacer eso. ¡Ni siquiera había dado mi primer beso! No. No puedo… No…

  

¿Cómo podría hacer algo asi? No, imposible. Jamás. No… ¡No!... Hallaría otra forma de salir de todo esto… Una manera que no implicara… Hacer eso

  

Me acomodo de lado tapándome con la manta hasta las orejas. No sé por qué no puedo dormir si me siento tan cansado… Cierro los ojos tratando de no pensar en nada pero es imposible. De pronto me asalta la imagen de aquel chico de grandes ojos verdes… Il mio principe…  Una sonrisita boba me pinta la cara. ¿Por qué se me aparece la cara de  ese bambino?... Siempre tan serio…  Ese uniforme que usa es de un instituto pijo. Ese tipo que maneja el auto no es su padre, es su chofer. Un niño rico no se fijaría en un muerto de hambre como yo… ¿Fijarse? ¿Y por qué tendría que fijarse?  ¿Qué estupideces estoy pensando?... Rodrigo… ¿Ese es su nombre, no? Rodrigo…

 

 

Rodrigo…

 

 

 

 

Notas finales:

Holas, por aquí me tienen nuevamente :) con una historia corta.

 

Este es un regalo por navidad para alguien muy especial

 

Se supone q una parte pasa en una Italia q existe unicamente en mi mente (donde todo se forma según mis deseos) y muchos de los diálogos deberían estar en italiano, pero en mi mundo imaginario todos tenemos un traductor mágico q automáticamente hace q lo vean en español jajajaja. La verdad es q puse solo unas cosillas, pero colocar tooodo en ese idioma... no sean malos, no podría.

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).