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Lord Halcón por Elbaf

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Notas del capitulo:

Uf. Sí, sé que merezco la cárcel o algo peor. Pero, entendedme, han pasado Navidades, se me han juntado con los exámenes y algún que otro problemilla personal y me ha resultado completamente imposible actualizar. Pero, os prometo, que a partir de ahora las actualizaciones serán más o emnos regulares, de verdad.

 

Poco a poco se va esclareciendo lo que sucede en esta extraña villa. Espero que lo dusfrutéis. ^^

Por cierto, la descripción del castillo, su nombre, así como todo lo que de él se cuenta en esta historia son verídicos. Su ubicación, igual que en la historia, sigue siendo Garonne.

 

Sin más, ¡la historia! ^^

Faltaba sólo medio día de camino para llegar a la villa y Zoro estaba cada vez más seguro de que el tal Bartolomeo estaba escondiendo algo. Sin embargo, no parecía que fuera algo grave sólo… algo personal. No creía que fuera un traidor, pero había algo que ocultaba, eso seguro. Por otro lado, haberse encontrado al príncipe Cavendish aquella noche le había desconcertado bastante. Bartolomeo le había dicho que dejara de pensar en ello, que Cavendish siempre ha actuado raro. “¿Sabes que a veces le da por comer rosas?”, comentó en una ocasión, rompiendo a reír. Aunque la risa le duró poco puesto que su querido halcón, que les seguía volando a una distancia prudencial de sus cabezas descendió en picado y comenzó a picotearle la cabeza. Zoro no pudo evitar reír con la escena y se alegró que a Sanji, su caballo, no le dieran esos ataques de locura. Podía soportar unos cuantos picotazos, pero si fueran coces de seguro ya estaría muerto.

 

Aquella última noche en el bosque Zoro tuvo un sueño ligero, tanto que se despertó con el suave ruido de unas ramas crujiendo.

-¿Lord Cavendish? – preguntó, sorprendido.

-Buenas noches, Zoro. ¿Le he despertado? Le pido disculpas, no fue mi intención. – Zoro miró a su alrededor y Cavendish en seguida supo qué era lo que buscaba. O mejor, a quién. – Bartolomeo tardará un poco en llegar. Cuando cae la noche suele ausentarse un rato. Hay presas que sólo salen a estas horas del día, ¿sabe?

-Parece conocer muy bien a Bartolomeo. Deje que le diga que me sorprende… ustedes son francamente diferentes. Usted es educado y refinado y él… Bueno. – Cavendish rompió a reír.

-Sí, Barto a veces puede ser algo grosero, cínico, frívolo… Pero es una buena persona. Nos conocemos prácticamente desde niños. Él no tuvo una vida fácil y, a veces, me gusta pensar que puedo cuidar de él.

 

   A mitad de conversación, el enorme lobo de un par de noches antes volvió a aparecer. Zoro le miró nervioso, Cavendish le acarició entre las orejas y Zoro no pudo evitar darse cuenta de que tenía algunas heridas, donde le faltaba un poco de pelo. El enorme lobo gimió como quejándose y Cavendish le sonrió.

 

-Lo siento por eso, pero lo merecías. – dijo al lobo, que apartó la vista como si estuviera ofendido. Zoro sintió que estaba perturbando un momento muy íntimo y se retiró a dormir, aún dándole vueltas a la cabeza sobre por qué un heredero al trono estaría por los bosques con un enorme lobo.

 

El amanecer llegó pronto y Bartolomeo ya estaba cocinando el desayuno de aquel día. Zoro pensó que, en cuanto llegasen al pueblo compensaría a Bartolomeo de alguna manera.

Antes de la hora de comer ya estaban en la villa y ambos hombres se separaron. Bartolomeo siguió su camino hacia su casa con su inseparable halcón en el hombro, mientras Zoro montó a Sanji, para pedir una audiencia con el rey de Garonne. Cuando llegó al castillo, que llevaba por nombre “Castillo de Bonaguil”, se quedó totalmente impresionado. Era un castillo de principios del siglo XIII, lo que implicaba que hacía más de un siglo que estaba en pie. Era uno de los últimos castillos fortificados que se habían construido en Francia y jamás había sufrido ningún asedio ni intento de ataque militar de ningún tipo. Estaba, como todos los castillos, en la parte alta de la villa, como si la observara y la cuidara desde su posición.  Contaba con dos grandes torreones en la parte posterior, donde se encontraban las alcobas y en la parte baja de las mismas, el salón donde se llevaban a cabo las recepciones reales. En la parte frontal, tras el foso que se encontraba lleno de agua, había dos torres bajas, pero anchas, cada una con dos ajimeces, uno en cada piso, desde donde los guardias reales controlaban las entradas y salidas del castillo y el puente levadizo. Entre las torres, una gran terraza donde la familia real hacía sus apariciones públicas, cuando se daba el caso.

 

Una vez recuperado de la impresión, Zoro llamó a los guardas y se anunció. Éstos le dejaron pasar tras comprobar que, efectivamente, tenía una audiencia con el rey. Espoleó a Sanji que relinchó molesto y avanzó hacia el interior del castillo. Dos mozos de cuadras se llevaron a Sanji a las caballerizas donde recibió todas las atenciones que un caballo pudiera desear. Aunque, al principio casi causa algún que otro problema pues, el rey sólo tenía yeguas y, cuando Sanji las vio, a los mozos les resultó casi imposible poder controlar al animal.

 

-Estúpido caballo… siempre igual – bufó Zoro. Siguió a un guardia que le indicó que esperase frente al salón de audiencias mientras el rey y la reina se preparaban para recibirle. Cuando le anunciaron, Zoro entró al gran salón, decorado con lujosos tapices y pendones con las enseñas y los colores del rey de Garonne. Frente a él, sobre dos imponentes cátedras, se encontraban el rey y la reina de Garonne. Tras ellos, la que supuso que era la hija de la reina, que le miraba con una sonrisa de superioridad. Se acercó, casi temeroso e hincó una rodilla en el suelo cuando se presentó:

-Majestad, mi señora – saludó a los reyes, ignorado por completo a la tal Lady Hancock lo que la hizo soltar un pequeño bufido que logró escuchar haciéndole sonreír – Soy Roronoa Zoro, jefe de la guardia de su majestad Dracule Mihawk. He venido por un asunto de mi señor.

-¿Qué asuntos traen a Lord Mihawk a mandar ante mí a un lacayo suyo? – contestó la reina con desdén. Zoro supuso que algo así sucedería.

-Mis disculpas, mi señora. Pero a quien he venido a ver es a su majestad, el rey Duval, no a vuestra merced – dijo sonriendo haciendo una leve inclinación. Ella se crispó y aquello le hizo sonreír aún más.

-¿Has dicho que soy hermoso? – preguntó el rey con una gran sonrisa. Zoro le miró. Hermoso, hermoso… bueno. Quizá. Pero en cuanto abría la boca o ponía alguna mueca esa “hermosura” se veía totalmente reemplazada por un rostro un tanto… ¿cómo decirlo? Espeluznante. – Dime, dime, joven Zoro, ¿qué le ha ocurrido a Taka no Me?

-Un pequeño ladronzuelo robó las provisiones de varios días de mi señor, lo que ha causado escasez entre la nobleza, que se ha visto obligada a exigir más al campesinado, por lo que ha habido revueltas, mi señor. Seguí al ladronzuelo pero me despistó por el bosque. Me encontré con un cazador de esta villa que seguía una pieza un tanto difícil de conseguir y supuse que, al estar cerca quizá se había guarecido aquí.

-¿Un cazador? ¿Perseguía una pieza extraña?– preguntó la reina con desdén - ¿Cuál es su nombre?

-Ya se lo he dicho, mi señora. Roronoa Zoro.

-¡El suyo no idiota, el del cazador! – bramó la reina. El rey rió de forma idiota y Lady Hancock se adelantó a los reyes y habló en voz alta.

-Caballero, si tiene la mala fortuna de encontrarse con un cazador desagradable, de pelo desgreñado y que siempre va con un estúpido halcón en el hombro, tenga la amabilidad de alejarse de él. Sólo le causará problemas. Es maleducado, cínico, no tiene por costumbre ducharse a menudo, obsceno y francamente odioso.

-En tal caso me parece que no hablamos de la misma persona, mi señora. A pesar de que el hombre que he conocido llevaba, efectivamente, un halcón y no era de muy buenas maneras, no me pareció una mala persona. Me ayudó desde el primer momento. Oh y, además… - en ese momento, Zoro se calló. Por alguna razón, supo que nombrar a Cavendish no era una buena idea. Algo le decía que si lo hacía se convertiría en el blanco de aquella mujer y su odiosa hija.

-¿Si, Roronoa? – preguntó la reina.

-No es nada, mi señora. Sólo quería resaltar las habilidades de caza de mi amigo. Estoy seguro de que sería capaz de cazar prácticamente a cualquier bestia que se le pusiera delante. Yo no estaría nada tranquilo si fuera una – dijo sonriendo. Madre e hija captaron la indirecta pero, como era obvio no pudieron decir nada. Zoro estuvo hablando con el rey Duval hasta que éste le permitió quedarse en una de las alcobas del castillo mientras buscaba al ladrón. Sin embargo, Zoro declinó la oferta, alegando que prefería quedarse en una posada. Elrey se extrañó. Zoro no  tenía ningún motivo para declinar la oferta. Lo hacía porque aquellas dos mujeres no le daban ninguna buena espina, tenía la sensación de que era probable que algún estilete se deslizara por su cuello durante la noche. Alegó que, si esperaba encontrar un ladrón, lo más fácil sería en lugares donde éste pudiera estar… y el castillo del rey no parecía ser uno de esos lugares. Convencido el rey de que los motivos de Zoro eran de peso, le dejó marchar. LE costó un buen rato apartar a Sanji de aquellas cuadras y, el caballo como muestra de su enfado, no dejaba de hacer que Zoro tropezara cada vez que podía. Poco después llegó a una posada con caballerizas en el centro de la villa, donde dejó a Sanji y se dispuso a rentar un cuarto para unas cuantas noches.

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-¿Crees que ese idiota sabe algo? – preguntó Hancock, furiosa.

-¿El guardia real? – preguntó su madre con una risa amarga – No digas tonterías, Boa. Ese idiota cabeza de musgo no tiene ni idea de nada. Puede que se haya cruzado con Bartolomeo, pero dudo mucho que haya descubierto el secreto.

-Pero madre, si ha estado con Barto, necesariamente ha tenido que estar con él.

-Boa, si hubiera estado con él, habría preguntado a Duval dónde se encontraba en ese momento, ¿no crees? No es tan idiota, no se dejaría ver por alguien así. No con Bartolomeo cerca, podría dar al traste con todo su plan.

-Pero, su plan no funcionará, ¿verdad, madre? – preguntó lady Hancock con una mirada ansiosa. Se sentó en su silla y su madre comenzó a desenredarle el pelo.

-Claro que no, cariño. Tienen hasta el final del verano. Cuando acabe si no han conseguido lo que les pedimos tú te casarás con Lord Cavendish… y como él no podrá estar nunca tú serás la reina. Y tú serás quien tenga el poder…

Lady Hancock sonrió de modo perverso. Sólo tendría que esperar unos pocos meses más para que la situación fuera irreversible. Entonces, no tendrían más remedio que hacer lo que ella y su madre ordenasen. Entonces… ella sería la reina… y ese maldito cazador acabaría colgado frente a la ventana de sus aposentos, para poder regodearse de su muerte cada día que pasara…

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Bartolomeo había recorrido casi todo el pueblo hasta llegar a su hogar. No era mucho, pero era suficiente para poder vivir tranquilo y cómodo. En tiempos, vivió con su abuela quien cuidó de él cuando sus padres murieron. Pero hacía unos pocos años que ella también había fallecido y ahora la casa se le tornaba extrañamente solitaria. Si no fuera por…

-Como vuelvas a picotearme así la cabeza te prometo que te arranco ese pico ganchudo que tienes, ¿me oíste pajarraco? Y cuida con lo que dices. Si Zoro no nos ha descubierto ha sido porque realmente no se ha parado a pensar. Pero si alguien más sabe de esto…

Bartolomeo no pudo acabar la frase. Cavendish estaba en el salón de su casa con una sonrisa. ¿Ya había anochecido?

-No seas así, Barto. Zoro no sabe nada de nada. Y no te pasarían ciertas cosas si tú supieras mantener su gran boca cerrada en primer lugar. No entiendo cómo ha pasado lo que ha pasado entre tú y yo siendo yo quien soy. Sofisticado y elegante. Hermoso y grácil. Y tú… bueno, todos sabemos cómo eres, Barto.

El lobo frente a Cavendish le enseñó los dientes y gruñó, molesto. El joven príncipe se limitó a sonreír y a acariciarle la cabeza entre las orejas. Se tumbó en el catre de una de las habitaciones de la casa y el lobo se echó a su lado. Pasó un brazo por el fuerte cuello del animal y se acomodó a su lado. La bestia frotó su cabeza con suavidad contra la del rubio y éste sonrió. A los pocos minutos, ambos estaban dormidos. 

Notas finales:

Gracias por haber leído :D

Y mil gracias especiales a Lukkah y a Kairi. Ellas saben por qué.

 

Raiden, nee-chan. Te quiero. Y te quiero conmigo, ¿de acuerdo?

 

¡Nos leemos en los comentarios! ^^


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