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Fracasos en el Desierto por Polaris

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Notas del fanfic:

Espero que este nuevo trabajito les guste, es una historia a la que le tengo mucho amor.

Notas del capitulo:

Por favor, difruten y haganmelo saber... así como su desagrado.

Era  el  sumo  sacerdote, primo  del  faraón  y  Ada  de  los  dos  hijos  que  heredarían  el majestuoso  imperio  de  Egipto. Esos  dos primores y  flores  del  Nilo, eran  dioses  humanos  que  paseaban  en  la  tierra  vigilada  por  Atemu: Noha y Jouno, los príncipes de Egipto que gobernarían cuando llegara su turno.

           

            Seth se  sabía  alguien  especial  desde  que  comprendió  a  sus  cinco  años  lo  que  significaba  nacer en  la  cuna  de  oro que  le  proporcionaba  su  padre.

           

            Se  le  educo  para  ser  un  excelente  gobernante  por  parte  de  su  padre, por  lo  que nada  escapaba a  su  aguda  mente, que capacitada  como estaba,  le  hacía  frente  a  las  trampas  y  problemas  que  surgían siempre. 

 

            Era, por  decirlo  de  alguna manera, mejor  gobernante  que  el  mismo  faraón y Seth  lo  sabía. Algunas  cosas  se  le  escapaban  a  Atemu, como  otras  tantas  se  le  iban  de entre  las manos  a  él  mismo  y  Atemu  era  el  encargado  de  hacérselo  descubrir. Cómo descubrieron en su infancia... Cómo los adultos lo señalaron demasiado asombrados...:

 

-Seth, se te está pasando la corrección de este papiro. No puedes entregarlo de esa manera, Kirara te regañará. - Le dijo Atemu, poniendo la tarea de su primo en sus manos.- Alcancé a robarla del escritorio. ¿No dormiste anoche? Te miras muy mal.... Cansado. ¿Tío, estuvo de nuevo insistiéndote con la geografía?.

 

-Si... - Seth bostezo. Su padre quería que se aprendiera las tierras que servían para el cultivo, las que probablemente podrían ser utilizadas y las que necesitaban reposar, antes de volver a explotarlas. - Padre no me dejo dormir hasta que le di una razón válida de las tierras de cultivo. Me dijo que la tarea de la profesora Kisara, era menos importante.

 

-Puede ser -  Admitió Atemu, tumbándose de inmediato en las piernas de Seth. Seth jamás le había prohibido hacerlo, y definitivamente, las piernas de su primo, eran el lugar favorito de Atemu para descansar - Pero Kisara no te dejara tranquilo, te atosigara con el triple de tarea y además, tendrás que hacer la que Tío te deje. ¡Ya sé! - Grito emocionado. Parándose de inmediato, aun ambos eran del mismo tamaño y aunque ya se podía ver perfectamente el sexo de ambos, un hermoso Doncel y un valeroso Hombre, los adultos jamás los separaron... - Yo haré tu tarea de Kisara. Copiare tu letra. No importa cuánto me tarde, Seth. Lo prometo. Kisara no tendrá queja alguna.

 

-¿Pero y tu tarea, Atemu? - Le cuestiono Seth, enternecido por la ayuda prestada. - No soy el único que tiene cosas que hacer. Tu padre va a querer que estés toda la tarde con él. De seguro que te enseñara como hacer con los comandantes o cosas así.

 

-Eso seguro - Sonrió. Seth amaba ver la sonrisa de su primo. Atemu parecía tener a Ra en la boca. - Quiere que vaya a la prisión... Que le acompañe. Los sacerdotes me dijeron que padre tenía a un ladrón muy importante en las celdas. Padre quiere que vaya. Pero a mí, me gustaría más estar contigo, Seth. Me divierto mucho contigo.

 

-Hay que hacer una cosa, Atemu.- Atemu le prestó demasiada atención, al punto que Seth se sonrojo por la mirada fija.- Le pediré permiso a papá para que vengas a dormir conmigo... O me dejen ir a tus aposentos. Dormiremos juntos. Cómo cuando éramos chiquitos.

 

-¿Me lo prometes?

 

-¿Cuándo te he mentido, mi faraón? - Le dijo, adorando de nueva cuenta la suave risa de su primo.

 

-Jamás.... Eres el único que no me dice mentiras, Seth. Por eso, sé que serás mi sacerdote predilecto. El único que estará a mi lado cuando la nostalgia quiera llevarse mi alma y las pesadillas me embarguen. De seguro, serás el único que me de batalla cuando me equivoque. Algunas veces veo a mi padre suspirar en contra de sus consejeros, porque siempre le dan por su lado: padre se queja de eso. Dice que quiere a alguien que sea capaz de sostenerle la mirada.

 

-Atemu, está prohibido observar a Faraón a los ojos. - Le recordó Seth con espanto, imaginando lo que su tío estaba pidiendo. - Nadie te mirará de nueva cuenta a los ojos cuando subas al trono. Ni siquiera yo.

 

            Había parecido que Seth dijo una barbaridad, pues, Atemu, afectado y enojado, se le fue encima... Tirándolo contra el mármol.

            Seth apenas comprendía que su primo estaba llorándole con los dientes apretados y sujetándole de la túnica, impidiéndole moverse un ápice.

            Los trinares de los pájaros enjaulados, acompañaron a los gemidos de Atemu.

 

-¡No quiero eso! - Chillo - Escúchame, Seth... por favor, quiero seguir siendo un dios que todos amen, que tú quieras. No quiero estar solo, Seth.

 

-Atemu... por favor, estas haciéndome daño.

 

-¡No! ¡No voy a soltarte, hasta que me digas que no vas a comportarte diferente conmigo!- Seth se le quedo mirando, conmoviéndose por las rojas orbes que se aguadaban y que de seguro, sería una de las últimas veces que les viera así. Su padre le solía decir que Faraón no lloraba, que Faraón era perfecto... Entonces, este Atemu aún era humano... Aun seguía siendo su primo... Y estaba bien prometerle cosas a su primo, a la familia... A su Faraón: después de todo, su vida estaba dedicada a Atemu.

 

-Bien, primo. Lo juro. - Dijo sin miedo. Seth se vio reflejado entonces en los iries rojos, notó sus azules vidrios brillando de emoción. Seth le abrazo, aun tirados en el suelo. Dejando que sus blancas túnicas se llenaran de un poco de arena y polvo. - Estaré contigo, me convertiré en alguien que sea digno de estar con Faraón, para que pueda verle a los ojos y le diga lo que necesita saber.

 

-Gracias, Seth, gracias. Sólo tú, sólo tú puedes darme lo que quiero. Siempre a sido y será así.

 

-Pues si queremos cumplirlo, tienes que correr con tu padre - Atemu le miro por otro largo momento - Vas tarde.

 

-¡¡Por Ra!!

 

            Seth sólo alcanzo a ver el hondear de la túnica, antes de perderse en la esquina del pasillo que conducía directamente al pasaje principal que desembocaba a la sala de trono. De seguro su Tío ya estaba desesperado por no ver a Atemu listo.

            Seth se miro el hombro, estaba un poco rojo debido al golpe de la caída y le dolía. Lo mejor era ir con su madre para que le pusiera una pomada.

            Seth hacia mucho que no reconocía lo apasionado que Atemu podía llegar a ser. Usualmente Atemu escondía ese carácter para que no le trajera problemas.

            Su primo sería un buen Faraón.

 

            Faraón miraba a su hijo, detallándole las mejillas sonrojadas debido a la carrera que media servidumbre y otros tantos sacerdotes le miraran dar... Atemu no tenia vergüenza alguna, pensó Faraón con humor.

            Faraón le estiro los brazos, pidiéndole que se refugiara en él, que se sentara sobre sus piernas y observara al animal que había mandado a traer de las celdas.

 

-Sabia que llegarías tarde, Atemu - Atemu le dibujo una graciosa cara, oscilando entre la culpa y la felicidad, pues no se arrepentía de haber ido con Kisara a robarle la tarea de su primo y llegar tarde. Su primo valía el esfuerzo... Su risa... Su sueño... Seth valía cada gramo de esfuerzo que tuviera que dar para lograr jugar un momento más con él, sin tener que preocuparse de las tareas o de los ritos, ni rezos a los dioses.- Te vieron hablar con Seth... Sinónimo de que me dejarás plantado, hijo: una manía que tendrás que quitarte con el tiempo.

 

-No vuelve a pasar.

 

-Por esta semana, la siguiente será lo mismo. Te conozco, hijo.- Faraón carraspeo, dejándole en claro que la charla se terminaba allí.- Le han traído... Te presentaré al animal que golpeaba Egipto. El animal que infectaba los trigos y mataba las vacas, el que robaba a los egipcios por las noches e incluso, en pleno día: burlándose de los dioses.

 

-No hay animal así, Faraón. - Dijo Atemu, seguro de la no existencia de tal siniestro. Los guardias enfilaron a los flancos de la entrada, poniendo en posición sus lanzas, previniendo de esa manera, franquear cualquier intento de escape.

 

-Te presento al animal, Atemu: Míralo y aprende.

 

            Atemu miro entonces, a lo lejos, siendo arrastrado, un hombre de cabellos blancos y sucios ( De barro, de líquidos desconocidos, de vino y polvo) por dos guardias responsables de las celdas. Atemu los conocía muy bien, ambos eran hijos de un consejero de su padre... Les tenía miedo, ambos hermanos Salí sonreían desquiciadamente, jugaban bromas que te enchinaban la piel y en más de una ocasión, le hicieron creer que su vida corría peligro al estar a su lado.

            Atemu no entendía lo que debía aprender.

            Observaba a un hombre hecho trizas, con los talones rotos y encostrados.

 

-Ali´far, el criminal que fuera la amenaza de Egipto.- Atemu volvió a prestarle atención. El sonido que la cabeza de Ali´far hiciera al caer, más bien, el estruendo que sus huesos hicieron al ser arrojado contra el mármol de forma violenta, le enchino la piel. El hombre apenas alcanzo a sofocar un lastimero gemido. - Mira a esta rata blanca, Atemu. Este sucio animal blanco, trae la muerte. Sus colmillos blancos, destajan la carne a mordidas...

 

            ... Mordidas.... Si, Atemu podía ver huellas de mordidas en los hombros de esa rata blanca.

 

-Presta atención a sus piernas, Atemu, son sucias y enfermas, manchan la pureza egipcia.

 

            ... Sucio.... Si, el hombre era sucio...la rata estaba manchando el palacio con esa mezcla rosada que le escurría de entre las piernas que su padre decía, describiéndolas sucias y de seguro así era, pues, raspadas, sangrantes y supurentas desprendían un aroma que le revolvía el estomago.

 

-No lo olvides, Atemu: él es un Kulúano. Es el único que he podido capturar de ese asqueroso pueblo de ratas blancas. Ellos manchan el Nilo. Envenenan el agua y nos enferman. ¿Entiendes, Atemu? Ellos son malos. Son una peste. ¿Ó no estás de acuerdo?.

 

-Son asquerosos.- Admitió Atemu.- ¿Por qué no se lo llevan, Faraón? No quiero verlo. Me da asco. - Los afilados ojos de Atemu se volvieron a posar en Ali´far, despreciándolo por lo débil que se veía.

 

-Atemu... No hemos podido dar con la aldea de las ratas... De las pestes y por eso, le tengo vivo. Él me lo dirá.

 

            Apenas Faraón lo dijera, Ali´far se puso de rodillas, sintiendo las circunferencias de las lanzas cerrándose peligrosamente contra su cuello, estropeándole innecesariamente la respiración, no se encontraba en condiciones de hacer algo para liberarse.

 

-Ve perdiendo esperanzas, Faraón. No diré nada. Y lo sabes de sobra. Tu carroña no a podido aflojar mi lengua. Y por más perros lances a montarme, o a cuervos - Los hermanos Salí alargaron otra mueca tentativa... Preguntándole mudamente si es que realmente creía en sus palabras.- si, aún si sigue mandándolos para que me expongan los huesos... No voy a decir en donde están.

 

            Atemu entonces se pregunto si algún día llegaría a verse cómo esa rata... Si es que algún día se vería acorralado y asustado, impotente de hacer algo para salvarse el pellejo... Para en realidad, salvar a sus seres amados...

            Tal vez... Cuando fuera Faraón se vería a menudo en esa posición.

 

-¿Eres el Rey de Kúlua, verdad? - Le pregunto directamente Atemu. Ali´far le sostuvo la mirada, asombrado por que el pequeño príncipe de siete años, adivinará aquello.

 

            Faraón nada contento, mando a uno de los hermanos Salí a golpear a Ali´far.

            La patada calló deprisa sobre las costillas y otra remato en la cabeza, abriéndole una brecha profusa que le nublo la mirada aun clavada en Atemu.

            Atemu tendría demasiadas pesadillas después. Soñaría con esos cafés orbes, adiamantados y que le miraban con lástima... Desprendiendo orgullo aún cuando su piel se le pegaba a los pómulos y se le hundían los labios.

 

-De Rey a Rey - Dijo Ali´far, ignorando completamente a Faraón - Vinimos del otro lado del mar, escapando de verdaderas pestes... Somos demasiados, asentarnos es complicado y no podemos fiarnos en aquellos que nos desprecian y miran en nosotros esclavos exóticos. Robamos, cultivamos, saqueamos... Sí, porque sólo tenemos esa forma de vida. No podemos comerciar con la tierra de Egipto. Para vivir, tenemos que sustraer.

 

-¡¡No tienes ningún derecho de hablar con el príncipe!! - Dijo Faraón y otro golpe, rompió los huesos de la mano de Ali´far. - No eres nadie para verle.

 

-Y tú no eres nadie para interrumpir una plática entre reyes, Faraón.

 

            Atemu espero a la noche.

            Recibió los besos de su Ada y de la madre de su primo. Se acostó rápidamente en la cama de Seth y le espero.

 

-¿Atemu? - preguntó Seth, confundido por ver a su primo con las velas de sus aposentos pagadas.

 

-Espera, Seth... No quiero que me veas.

 

-¿Pero qué dices? Atemu, prometimos decirnos todo.... Nos prometimos estar el uno para el otro. Dime que es lo que te sucede.

 

-Si me ves, te espantaré.

 

-Jamás. Jamás me llenarás de miedo, Atemu, sabes que te quiero.

 

            Atemu le dio gusto, pero fue a abrazarlo inmediatamente, para que no viera fijamente sus ojos, mismo que estaban hundidos en una fiereza, en una muerte... En su primera muerte.

 

-Júrame que estarás conmigo... Que no me dejarás solo. - Y es que él no podía estar en el lugar de ese albino... No, la sola idea le robaba el alma.

 

-Siempre a tu lado, Atemu.

 

-Aunque estés a punto de morir, me darás el ultimo de tus alientos.- Seth se asusto un poco de aquello, pero acababa de dar su palabra y no se retractaba nunca, era alguien de palabra: le enseñaron a serlo. - Morirás conmigo, Seth.

 

-Si tengo que hacerlo para no dejarte solo, así sea mi Faraón.

            

Notas finales:

Espero que sea de su agrado. Felices fiestas siempre festejadas con los suyos.

Y para aquellos que no celebran, pues siempre es una buena excusa para hacer lo que mas nos gusta.

besos


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