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My other life's Memories. por Matsumoto Yuki

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Notas del fanfic:

Bueno. He decidido que escribiré lo que quiera, y que no me presionaré. Porque se supone que debo divertirme escribiendo, no estresarme.

 

Así que vengo con una nueva historia, que hace tiempo quería escribir.

 

¡Veamos qué tal le va!

Notas del capitulo:

Este capítulo ha sido escrito como Sinbad POV, pero es tan sólo para adentrar, los demás serán escritos normalmente por cosas de comodidad mías. 

Estaba hecho un caos. A mis espaldas el hermoso palacio y reino que me había costado forjar estaba destrozado. A mi lado, yacía en el suelo a duras penas respirando, el albino que me había acompañando desde mis comienzos.

 

No entendía nada y miraba de un lugar a otro, desorientado. No tenía a ninguno de los siete individuos restantes pertenecientes al grupo de los Ocho generales a la vista; pues una enorme llamarada de fuego me obstruía aquella.

 

No fue hasta que habló, que me di cuenta de su presencia.

 

Sinbad… Yo… Realmente… No quería hacer esto… Musitó un chico entre dientes, temblando. Estaba frente a mí, y no me había dado cuenta de él. Pero claro, cómo lo iba a notar si estaba flotando en los aires. Su larga y oscura trenza que se menguaba de un lado a otro a causa de corrientes de viento, era lo único que podía distinguir con claridad, pues su rostro lo tapaba su flequillo ¡De verdad que no quería hacerlo! Gritó ahora, elevando su rostro sin más.

 

Y quedé petrificado.

 

Aquellos ojos carmesí, sentía que los había visto antes, llenos de rencor, burla, y otros sentimientos… Pero ahora… Estaban bañados en lágrimas, desesperados, dolidos.

 

Entonces, el chico soltó un par de lágrimas, e intentando serenar su expresión, suspiró. Iba creando a la vez una daga de hielo alrededor de su brazo, que terminó siendo tan grande que fue capaz de envolverlo entero. La punta de la daga era filuda, se notaba… Y estaba apuntándome.

 

Lo siguiente que vi, fue aquel sombreado morado con detalle; El chico se negaba a mirarme, tenía los ojos cerrados. Tal vez me ensimismé demasiado en sus párpados, y por eso mismo no alcancé a reaccionar cuando ya tenía aquella daga de hielo atravesando mi pecho.

 

Perdón… Le escuché susurrar mientras soltaba más lágrimas. Tan solamente atiné a acariciarle la espalda, consolándolo y ganándome a la vez una sorprendida mirada.

 

Y aquello fue lo último que vi.

 

Todo se hizo negro a la vez que sentía cómo el hielo quemaba mi carne y demás.

 

Había caído.

 

Un grito del albino cerca mío fue lo último que escuché, y con mucho esfuerzo, puedo decir que fue “¡No, Judar!”

 

 

Y desperté.

 

Estaba bastante agitado por aquel reciente sueño que había tenido. Busqué de inmediato mi celular bajo la almohada y vi la hora. 6:30 AM. Bufé. Justo a tiempo, como siempre.

 

Mientras voy a bañarme y arreglarme para el instituto, creo que sería certero dar una pequeña introducción.

 

Hola, soy Sinbad, actualmente tengo 17 años y gozo de mi adolescencia como cualquier otro joven normal de mi edad. Claro, a excepción de diversos sueños que tengo recurrentemente de alguna realidad alterna.

 

La primera vez que me enfrenté a esa realidad alterna fue a los 15, y en ella aparecía también mi actual mejor amigo, Ja’far. Al parecer, ambos tenemos los mismo nombres y apariencias que las personas que veo en mi sueño; Por eso decidí que era una realidad alterna.

 

En aquel mundo tengo entendido que soy Rey, Ja’far es mi visir, y tengo miles de otros súbditos, siendo los Ocho Generales los más destacados. Aquel grupo está compuesto por un Gigante, un Fanalis (Es una raza de aquel mundo; Son extremadamente fuertes y rápidos. Me agrada), una maga, una pequeña domadora de aves, un espadachín, un caballero, una especie de Dragón y obviamente, Ja’far, quien resulta ser un ex sicario.

 

A pesar de saber sus nombres y prácticamente conocerlos desde hace dos años, el único con el cual me he topado realmente en mi vida es con Ja’far, y es porque nos conocemos desde pequeños, nuestras familias son amigas desde la generación de nuestros abuelos.

 

De todas formas, en mis sueños, siempre me encontraba tan solamente en mi supuesto Reino, Sindria (Nombre que me agrada, es bastante original) mientras aquel se encontraba pacífico, y no había gran jaleo. Pero esta vez, todo fue mal… Ese chico… Es primera vez que lo veo, al igual que la primera batalla que presencio en aquella realidad.

 

Me da un poco de curiosidad saber quién es, eh… Judar…

 

 

Terminé de bañarme y vestirme, viendo qué hora era en el reloj que se hallaba en mi cómoda. 7 AM. Me dispuse a secarme mi cabello, y posteriormente cepillarlo.

 

Era la costumbre, la maldita costumbre que ahora se me hacía absurda. Había tenido que cortar mi larga cabellera para entrar al nuevo instituto, claro, porque a mis padres les dio la gana de mudarse y de arrastrarme con ellos. Sinceramente hablando, lo único bueno de la nueva casa, es que queda más cerca de la de Ja’far.

 

Pero bueno, joder, que no puedo hacer nada en contra de eso. De todas formas mis padres intentaron darme la mayor comodidad posible. El barrio de la nueva casa es tranquilo, voy al mismo instituto que Ja’far, y de alguna u otra manera se las arreglaron para convencer a la directora del colegio de que me dejara usar mis aretes, cosa que me sorprendió bastante. Después de todo, siempre he pensado que en esos institutitos privados te mantienen a raya.

 

Exacto, ahora iré a un instituto privado. Resulta que hace aproximadamente un año, Papá tomó el cargo de jefe de la empresa familiar, suplantando a mi abuelo. Aquella empresa, que creo será mía en un futuro, es una de las más reconocidas en cuanto a traslados marítimos se refiere. Y por su confort, papá comenzó a cambiar ciertas cosas y darse nuevos lujos, como supongo lo es esta casa.

 

Mamá de alguna forma logró convencerlo de por lo menos, no cambiar tan drásticamente mi entorno. Pero de igual forma, esta enorme casa de tres plantas, con piscina bajo el nivel del suelo, terraza, enorme y colorido jardín, entre otras cosas, difiere bastante de aquella casa humilde y acogedora en la cual vivía antes.

 

Y es que papá nunca había querido depender del dinero de mi abuelo. Él y mamá pagaban esa casa y la comida con los otros gastos de su propio sudor y trabajo. Aún no me explico cómo aceptó ser la nueva cabeza de la empresa… Aunque, ya no se le puede hacer nada.

 

Me miré en el espejo de cuerpo completo que se hallaba a un lado de mi cómoda, contemplando mi imagen. Mi pantalón gris sin alguna arruga visible junto a mis relucientes zapatos negros eran lo único presentable en mi fachada; Mi camisa se encontraba fuera de mi pantalón algo arrugada y con el primer y segundo botón desabrochados, mi roja corbata estaba suelta y torcida, y mi chaqueta negra tenía arremangadas ambas mangas quedando una ¾ y la otra a la altura de mi codo, dejando al descubierto las mangas de mi camisa, que tampoco tenían abrochados los botones. Mi cabello junto a mis aretes no eran otra cosa, estaban desordenados y a la vista.

 

Tenía la típica imagen de un chico malo o matón de escuela… Imagen que mi madre se encargaría de arreglar.

 

Suspiré. Realmente me ordenaría…

 

No esperé más y me dispuse a salir de mi habitación, tomando de paso mi mochila que había dejado con anterioridad apoyada contra la puerta.

 

Caminé con pesadez hasta las escaleras, y aquellas las bajé haciendo aún más notorio mi desgano; sabía que alguno de los dos lo notaría. Y mamá fue la primera en aparecer, yendo yo en la mitad de la escala. Me miraba con reproche, examinándome con su mirada. Pero ya sabía yo que me reprobaba.

 

—Sin, ¿Por qué estás así? —Me preguntó, con un dejo de preocupación una vez estuvimos frente a frente. Aún estando así, tenía que dirigir mi mirada hacia abajo; Había crecido bastante.

 

—Ha, qué pregunta. —Solté con un dejo de burla, rodando los ojos y soltando un resoplido. —Quizás sea por haberme mudado a un lugar que queda a seis horas de mi antigua casa, o el cambiar tan repentinamente todo, ¡O ya sé! El haber tenido que cortar mi cabello para ir a un jodido instituto al cual no quiero asistir. —Dije todo aquello con un tono bastante animado y con una sonrisa forzada en mi rostro, pero cuando terminé de hablar, cayó mi semblante a uno serio. Mi madre no había perdido un solo segundo de toda mi habladuría, me había arreglado ya el cuello de la camisa junto a la corbata, y ahora estaba arreglándome las mangas.

 

Bufé; nunca iba a poder ganarle a mamá. Ni aunque tuviese treinta años y no nos hubiésemos visto por mucho tiempo.

 

—Caray, Sin. Sabes que tu padre hace esto sólo para ir adaptándonos a la que se supone va a ser nuestra forma de vida; Está haciéndolo lo mejor que puede. ¡Y mira, hasta tienes a Ja’far cerca! —Trataba de animarme con una sonrisa optimista en su rostro. Ya había terminado de arreglar mis mangas.

 

Me extrañé cuando se alejó, sin haber intentado meterme la camisa al pantalón o arreglar mis cabellos. Pero de todas formas alcancé a reaccionar para ir con ella al comedor.

 

—Ah, Sin, no se te olvide arreglarte bien la camisa cuando salgas. —Me dijo poco antes de sentarnos en nuestros respectivos puestos; ahí estaba, no se le había olvidado, solamente quería dejármelo a mí…

 

— ¡Hey, campeón! ¿Qué tal todo? ¿Listo para tu primer día en el nuevo instituto? —Me sobresalté bastante ante esas palabras, pues llegaron repentinamente junto a un leve golpe de aliento en mis hombros. Fue muy inesperado, a veces Papá tiene tan poca presencia que ni me doy cuenta de cuándo está y cuándo no.

 

Mamá rió quedamente al percatarse de mi reacción ante Padre. Posteriormente se dispuso a llenar las tazas que se hallaban en la mesa con agua ya hervida; La mesa estaba completamente arreglada para cuando me senté.

 

— ¿Sabes? Preferiría ir a uno de los peores colegios, si allí me dejaran conservar mi coleta. —Fue mi única respuesta, a la cual acompañaba una dura mirada resentida. Ambos me miraron preocupados, pero no les duró mucho.

 

Papá se arregló su corbata, preparó su café matutino y posteriormente me observó. Carajo, ya sé qué viene…

 

—Sin, sé que dejamos mucho atrás, que preferías la antigua casa con el antiguo colegio y tus amigos de allá. —Había comenzado con un tono relajado y suave, mirándome comprensivo. Resoplé. Creo que ya me sé esta conversación de memoria. —Pero en este mundo se debe avanzar y adaptarse a los cambios, y este no es uno de los más grandes que vivirás en tu vida. Imagínate cuando seas adulto, y tengas trabajo, y aquel requiera un cambio de campo o localización. No vas a poder hacer este tipo de rabietas, ¿No? Deberías tomarlo con madurez, y ver una oportunidad en cada cosa que pasa en tu vida, para aprovecharla y de todas formas, sacar ganancias, enriquecerte con experiencias nuevas.

 

Rodé los ojos, tomando una tostada y comenzando a untarle mantequilla con mi cuchillo.

 

—Esa clase de cosas no pasarían si soy mi propio jefe, ¿No? Después de todo puede que en un futuro lo sea. —Terminé alterándome más, y llevando la tostada a mi boca para morderla. Luego levante ambas cejas, y vi a Papá. Estaba descolocado.

 

Opté por desviar la mirada y ver a Mamá. Fufufu, mala opción. Ella ya me miraba con el entrecejo fruncido, con una expresión dura en su rostro. Pero si es verdad lo que dije…

 

—Sinbad. Si sigues con esa clase de pensamiento prontamente podrías quedarte sin nada. Un jefe no piensa esa clase de cosas. Piensa en avanzar y llevar a sus subordinados consigo a la gloria, no a conformarse con lo que le tocó o tocará. —Me reprendió Papá a la vez que tomaba más de su café. —Un jefe piensa en todos los resultados y opciones que pueden llegar a ocurrir de una situación, y calcula lo suficiente como para poder irse por lo más ventajoso. Hasta que no puedas hacer eso, no tienes un puesto como jefe asegurado.

 

Me sorprendí ahora yo, enarcando una ceja, y ladeando mi cabeza en dirección a Papá. Dejé mi tostada en la mesa con algo de brusquedad.

 

— ¿¡Qué!? ¿No es un negocio familiar? ¿No es el supuesto linaje el que sigue? —Elevé la voz más de lo que hubiese querido, moviéndome también más.

 

—Yo soy el jefe ahora. Si hay un subordinado eficiente, más que los demás, no me lo pensaría dos veces para subirlo de cargo, y en un futuro, dejar la empresa a él.

 

Enrojecí por completo. Lo sé, porque a pesar de que no me veo, sentía arder la cara.

 

Bien, sé que mi reacción está siendo bien infantil. Pero no puedo evitarlo, que llegue de la nada a decirme que puedo no ser el jefe de esa maldita empresa… Uhg, maldito viejo.

 

Estuve a punto de contestarle, pero no, iba a empeorar las cosas. Desvié mi rostro, para llevar mi diestra el puente de mi nariz y masajearlo, en un intento por calmarme.

 

—Bueno, bueno, que de esos temas no se hablan en la mesa, mejor apúrense que se les va a hacer tarde. —Intentó amenizar las cosas mamá. Pero claro, recordarme que debo apurarme para llegar al instituto al que no quiero ir, es una muy buena idea, señora, en especial cuando su hijo está temperamental.

 

Mandé todo a la mierda y bebí de una sola vez mi té. No importó que no tuviera azúcar, o que estuviese caliente; simplemente lo tomé. Luego me metí toda la tostada a la boca, y tomé mi loza, para ir a dejarla al lavaplatos.

 

Tan solamente ahí, terminé de masticar mi tostada. Pasé por al lado de la mesa sin ver ni por un milisegundo la reacción de mis padres, y fui directo a mi mochila, colgándomela de un hombro, y ya encaminándome a la entrada principal de la casa.

 

—Estaba muy rico. Hasta la tarde. —Entre con sorna y secas me salieron esas palabras, pero no me interesó en lo más mínimo, ya había salido de la casa. Ahora tan sólo faltaba cruzar el jardín delantero para salir de la propiedad.

 

Se me enfrió la cabeza al quinto paso dado, entrándome el terror, sentía pasos en la casa, dirigiéndose hacia mí. Era mamá, estoy seguro.

 

Comencé a correr, y para cuando estaba frente al portón, abriéndolo, escuché la puerta abrirse, y me entró la desesperación. Como no creía poder, abrí el portón a tiempo, y me topé de frente con Ja’far, quien me sonrió.

 

— ¡Hola! —Me saludó, pero yo lo tomé de la muñeca, sin disimular mi terror.

 

—Corre.

 

Y comencé a correr como si mi vida dependiera de ello, arrastrando conmigo a Ja’far, y dejando atrás un portón abierto al cual ni loco volvería para cerrar.

 

Ja’far no entendía por qué corría, y apenas podía seguirme el paso, pero para cuando vio para atrás, pareció entenderlo todo.

 

— ¡Ya verás cuando llegues Sin, algún día tienes que hacerlo! —Gritaba mamá desde el portón con su sandalia en su mano, dispuesta a lanzármela. Eran viejas costumbres de las cuales nunca podríamos deshacernos.

 

Ja’far entonces comenzó a seguirme el paso, e incluso a pasarme. Conocía el terror de ver a mi mamá enojada, y aún peor, con una sandalia en la mano.

 

Y no paramos. Corríamos por nuestras jodidas vidas como si no hubiera un mañana, ambos aterrados por la furia de mi Madre. Recién atiné a darme cuenta de que esa sandalia no me llegaría cuando íbamos cruzando la quinta calle, y fui de a poco bajando la velocidad en la que corría, para terminar apoyándome en una pared, con la respiración agitada.

 

—Qué… ¿Qué hiciste ahora? —Me preguntó a duras penas Ja’far, apoyando sus manos en sus rodillas para poder reposar. Acto seguido me mandó una mirada reprochadora, ante la cual me hice el desentendido.

 

— ¿Cómo que qué hice ahora? Mamá, que se pasa rollos. —Carraspeé con la lengua, frunciendo el entrecejo, y enderezándome un tanto. Luego llevé mi diestra a mi camisa, y volví a desabrocharle los primeros botones, aflojándome la corbata.

 

—Ajá. Y yo nací ayer. —Se burló mi supuesto amigo, lanzándose viento con una mano.

 

—Ja, ya cállate ~ —Lo empujé, riendo un tanto, y comenzando de nuevo a caminar. —Mejor apurémonos, quiero terminar ya con esta mierda.

 

—Ah, ya capto. —Me siguió el paso Ja’far, elevando el dedo índice de su diestra. —Fuiste inconsecuente con las cosas que dijiste frente a tu madre porque no querías ir a mi Liceo,  ¿No?

 

—Claro que no.

 

Me miró feo, y no pude aguantar el soltar una risa, mientras me desordenaba los cabellos.

 

—Bueno, sí. —Acepté.

 

Ja’far soltó un suspiro, y entonces me tomó del brazo, ganándose una extraña mirada de parte mía.

 

—Bueno mi querido amigo, lamento decirte que ese mismo Liceo al que no quieres ir, se encuentra doblando la calle que pasamos como hace dos cuadras. —Me sonrió.

 

Y me alteré, abriendo de sobremanera los ojos.

 

— ¿¡QUÉEEEE!?

 

Tiempo de reclamar no tuve, sabía a la perfección que era mi culpa el que nos pasásemos de la calle en la que teníamos que doblar, pero qué sabía yo que no era recto el camino. De todas formas, en lo que nos faltó por caminar, Ja’far se encargó de ponerme al corriente de todas las cosas que recordaba.

 

Cosas que realmente, no me importaban, o me amargaban más el día. Como por ejemplo que no estamos en la misma clase, aunque eso ya lo sabía porque soy un año mayor. Como el hecho de que llegó una nueva rectora que parece ser más estricta pero bella que la anterior. Como que hay un niño avanzado en el colegio, al cual adelantaron dos o tres veces de curso, y bobadas por el estilo.

 

¿El horario? Seguía siendo el mismo, sólo que con una hora más, extra, en la tarde. ¿Mis profesores? Ya tendría que preguntarles a mis compañeros quiénes eran. ¿Las clases? Debía conseguírmelas.

 

Si tan sólo hubiese repetido un año para estar en el mismo curso que Ja’far…

 

Ese pensamiento cruzó mi mente a la vez que sentía cómo sonreía como un estúpido, igual que cada vez que fantaseaba.

 

—Bad… Inbad… —Escuchaba de fondo, mientras caminaba por inercia. — ¡Sinbad! —De repente me detuvo Ja’far, y caí en tierra, nuevamente.

 

Un auto que iba doblando por la calle que íbamos a cruzar estuvo a punto de atropellarme. ¿Auto? Qué digo, una limosina. Sentí un par de risas de algún estúpido por allí, aunque no me molesté en ver de quién era, después de todo, ya estábamos prácticamente en la entrada del Liceo, estaba lleno de estudiantes.

 

—Sinbad, ¿Estás bien? —Me preguntó Ja’far, con una mueca de preocupación plasmada en su rostro.

 

—Tch. Claro que sí. Ese estúpido no sabía manejar. —Me jacté de ello, y esta vez vi a ambos lados de la calle antes de cruzar. Tuvimos que esperar junto a otro grupo de estudiantes susurrantes que pasaran unos tres vehículos más para poder cruzar.

 

Entonces hicimos valer el paso cebra, y fuimos de frente a la entrada de ese Liceo. Se veía grande, a pesar de tener sólo secundaria y preparatoria. Tenía las paredes pintadas color crema y en el frente, una insignia con su nombre. Unified World. Muy gringo.

 

Paré en seco antes de entrar a las instalaciones, y Ja’far paró conmigo.

 

—Sin, ¿Qué pasa? Estamos siendo un estorbo en la entrada para los demás. —Me susurró, viendo cómo ciertos estudiantes reclamaban, y pasaban por su alrededor.

 

Pero yo tan sólo suspiré, llevando mi diestra a mis cabellos.

 

—Y si… ¿Lo dejamos por hoy? Digo, nadie lo sabrá. —Solté, desviando la mirada.

 

— ¿¡EEEEH!? ¿¡CÓMO DICES!? —Ja’far se alteró de más, tapándose la mitad del rostro con su mano. — ¿No te lo dije en el camino? ¡Hay una nueva rectora! Si faltamos llamarán a casa. —Explicaba, contrariado.

 

—Y a mi qué esa tipe… —Me callé apenas escuché un grito proveniente de adentro.

 

Vi a una joven con unas curvas despampanantes, vestida de falda y chaqueta, con unos tacos que la hacían resaltar más, como si su cabello color turquesa ya no lo hiciera lo suficiente. Ella era quien gritaba. No le veía el rostro, pues estaba dando la espalda. Pero no era necesario verla para saber que era La Rectora.

 

— ¡Algún día vas a tener que cortarte ese cabello, jovencito! —Al parecer estaba reprendiendo a un estudiante. Sonreí, al menos me ahorré una discusión como esa.

 

Intenté ver más allá para divisar qué tan largo tenía el cabello el tipo. Más lo que vi… Me dejó atónito.

 

Una larga cabellera oscura, tomada en una trenza, se menguaba de un lado para otro, a la vez que su propietario hacía su mano hacia atrás, restándole importancia al asunto. —Lo que digas, vieja. —Se carcajeó con sorna el niño, entonces dobló a la derecha en el primer pasillo que había.

 

Quedé en shock. —Es él… —Pensé, ignorando todo a mí alrededor. Inclusive a Ja’far. Poco y nada me importaba ahora que estuviese gritándome para hacer que reaccionara, o algo por el estilo.

 

Mis piernas se movieron solas, primero en cortos y pesados pasos. Luego se hicieron más ligeros, y corrí. Crucé la entrada sin darme cuenta, e intentando no chocar con nadie. Escuché por ahí un “¡No corras en los pasillos, jovencito!” Más lo ignoré completamente. Sólo quería llegar a ese pasillo, en el que él dobló.

 

Y ahí estaba. Llegué, me adentré a él… Pero estaba vacío. Me extrañé, y recién me di cuenta de la exaltación que recorría mi cuerpo. De lo rápido que latía mi corazón. ¿Era eso real? Probablemente sí.

 

Quizás este cambio de establecimiento no fue tan malo después de todo… Sea quien sea el chico de la trenza… Te encontraré. 

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Les gustó? Espero que sí.

 

Después de todo, esta es como una historia de mi para mi... Hahaha.

 

Hasta otra jóvenes. Y para los que leen Detrás de aquello, estoy en el nuevo capítulo, estoy en eso. ~

 

Ciao.


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