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Lo que esconde el poder. por fxctheworld

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Notas del capitulo:

Espero les agrade este fanfic, advierto que tiene lenguaje callejero o de barrio, como quieran llamarle (Mexicano) pondré cada cosa de lo que signifique al final del capítulo (por si no entienden)

Yugi.

Me desperté de golpe por el canto del gallo que estaba al frente de mi ventana, bueno sí se le puede llamar ventana. Tenía tantas ganas de dormir otro poquito más, pero mi trabajo es primero. Quizá no sea el mejor empleo que pude haber tenido, pero al menos gano un poco de plata y comprar para la comida de la mesa.

Mi nombre es Yugi, ¿mi apellido? no tengo ni la más remota idea, sólo sé que me llamo Yugi por la persona que me crío. Una señora de mayor edad, llamada Kaede. Y por mi madrina, Ishizu. Quien desafortunadamente quedó paralitica, o eso fue lo que me dijo Kaede mi madrina no puede moverse ni un sólo centímetro... bueno a excepción de los ojos ella parpadea, así sé cuando me confirma o niega sobre alguna cosa.

En fin, me cambié con unos simples pantalones y una camisa blanca (ni tan blanca) tomé mi mochila y salí de mi casa, que consistía solamente en paredes de aluminio, unas partes de madera y cartón.

Al salir me encontré con mi mejor amigo, Jounochi Katsuya. Un chico rubio, ojos color miel, más alto que yo y un carisma simpático. Me saludó agitando su mano y acercándose a mi.

─ ¿Listo para otro largo día de trabajo Yugi? ─ Se río mientras me revolvía el cabello, me uní a su risa.

─ Nací preparado, Jounochi. ─ Traté de sonar convencido, pero siendo sincero no me gustaba el trabajo que hacíamos.

Jounochi notó mi tono de voz desanimado y me abrazo por los hombros acercándome a él sin perder sus ánimos.

─ Oh vamos Yugi, vender periódicos por la calle no es malo ¿o sí?

─ Descartando la idea de que la gente te ignora o te tratan de la mierda, oh sí ¡Es fantástico!

Contesté con sarcasmo.

─ Ese es el ánimo Yugi. ─  Río nuevamente mientras salíamos del barrio directo al trabajo. Mientras nos saludaban amigos del mismo barrio, todos aquí nos llevábamos bien. ─ Al menos llevamos el pan a la mesa, eso debemos agradecer.

─ Lo sé, es lo único por lo cual me levanto todos los días.

A veces me pongo a pensar ¿Qué sería de mi vida si no tuviera que vivir en esta maldita pobreza? seguro nadie nos trataría así, pero claro. La sociedad de hoy en día es muy convenciera. Que más da, lo único que agradezco cada día es que estoy con vida, y con mis seres queridos.

Hacia mucho frío, era normal. Estábamos en tiempos de Otoño casi, si no mal recuerdo estamos en Noviembre, menos de un mes para que acabe este año. No me entusiasmaba por eso, de todas formas sería la misma rutina de siempre.

Trabajar.

Trabajar.

Trabajar.

Tratar de sobrevivir.

Trabajar.

¿Ya mencioné trabajar?

Bueno, todo eso prácticamente hacíamos. Contando que también me divertía mucho con Jounochi, él y yo somos inseparables. Se podría decir que nacimos casi a la par, o es lo que me dijo su madre.

Llegué al barrio junto con mi madrina, según me contó la mamá de Jounochi es que ella tuvo una especie de colapso y así se quedó, paralitica. Y como nadie tenía dinero suficiente para pagarle alguna terapia... así se quedó. A veces me gustaría que ella pudiera moverse y contarme del como fue que llegué aquí.

Sí tuve padres, hermanos, un hogar, un techo. No lo sé, mi apellido quizás. Aunque tengo la ligera certeza que mis padres me abandonaron a la suerte.

─ ¿Y como sigue Ishizu? ─ Preguntó después de un largo rato, no sé si estaba hablándome en todo el trayecto. No había puesto mucha atención.

─ Bien... igual que siempre. ─ Respondí cansado. ─  Pero no pierdo las esperanzas de que vuelva a moverse o hablar aunque sea.

─ Seguro lo hará, como dice el abuelo Sugoroku hay que tener fé.

El abuelo Sugoroku era un señor dueño de una tienda de juegos, el siempre fue bueno con nosotros dos. Ya que siempre nos regalaba uno que otro juguete para entretenernos cuando éramos niños. Definitivamente lo consideraba como mi verdadero abuelo, al igual que Jounochi... aunque siempre lo retase por ser un chico inquieto en esos años.

─ Tienes razón, ahora vamos por esos periódicos y a trabajar. ─ Exclamé con todos los ánimos que pude sacar, y nos dirigimos hacía la señora que amablemente nos regalaba el periódico para vender.

La señora nos miró con esa sonrisa cálida de siempre y nos entregó periódicos a cada uno sin antes darnos un pequeño vaso de jugo para las energías.

─ Muchas gracias señora. ─ Agradeció Jounochi tomando el jugo de un sólo sorbo. Mi boca, literalmente cayó al suelo.

─ Toma despacio, o si no te dará hipo. ─ Notifiqué, bebiendo de mi jugo con paciencia.

─ Oh vamos Yugi, siempre tomo las bebidas así... ¡Hip! ─ Tapó su boca, un ligero rubor saltó de sus mejillas.

─ Te lo dije.

─ Tú me echaste la sal.

─ Sí... claro. ─ Reí terminando mi jugo, tomé los periódicos que vendería.─ Muchas gracias, vámonos Jounochi.

Atem.

─ Me voy a trabajar mamá. ─ Anuncié poniéndome de pie yendo directo a la puerta de madera reluciente, pero me detuvo la mujer que me dio la vida.

─ Espera hijo, olvidaste algo. ─ Dijo acercándose a mi haciendo sonar sus tacones, vestía muy elegante. Aunque solo estuviésemos en casa.

La verdad lo veía algo exagerado, podía estar simplemente con un pantalón y una blusa. No tenía porque usar ese vestido entubado y las joyas. Pero bueno, así era ella de elegante y no podía quejarme.

─ ¿Qué mamá? ─ Respondí desesperado, sí no llegaba rápido a la empresa mi padre me retaría.

─ Calma jovencito.─ Se río.─ olvidaste besar la mejilla de tu mamá.

─ Pero...

─ Nada de peros, anda. ─ Acercó su mejilla a mi rostro, sonriendo mostrando así el brillo labial que usaba; fresa.

Hasta tres metros lejos de ella podía oler su brillo. No tuve otra opción más que besar su mejilla, diciéndole que la quería despidiéndome de mis hermanos agitando la mano y saliendo de la casa para ir al garaje y montarme en mi automóvil rumbo a la empresa.

Hoy tendría un negocio bastante importante, no dejaría escapar esta oportunidad. Sobre todo delante de las narices de mi padre, así podría ascender a ser el presidente de la compañía Halakti, que no es por presumir pero es la mejor de todo Domino y Japón.

Me puse mis lentes de sol, aunque hacia frío también había demasiado sol para un clima así, pero bueno. Arranqué rumbo a la empresa.

En ese instante mi celular vibró, para mejor precaución lo conecté a manos libres. Contesté.

─ ¿Hola?.... No es posible, entretenlos, estoy por llegar...¡No me importa como, sólo hazlo! ─ Colgué molesto, era imposible que los empresarios hayan llegado, y más nadie me confirmó que sería a esta hora ¡Genial! ─ ¡Mueve esa carcacha tuya amigo!

Le grité a un tipo que no movía su automóvil.

Yugi.

─ Jounochi, hoy soñé... algo extraño. ─ Me senté en la banqueta, esperando el siguiente alto del semáforo. Hasta ahora sólo llevábamos un sólo periódico vendido, y sólo por unos miserables 3 pesos.

Suspiré rascando mi mejilla, me daba comezón la mugre que tenía. Al menos 3 pesos era algo, pero no suficiente.

─ ¿Qué cosa? ¿Qué éramos millonarios? ─ Me contestó bromeando, imitando mi acción de sentarse conmigo.

─ No Jounochi, eso no es extraño... sería un milagro.─  Me reí por mi propio comentario.─ Fue como una visión.

Jounochi alzó la ceja, parece que le intrigo.─ ¿Y eso es?

─ No lo sé, vi a un chico de ojos color carmín, vestía muy bien... como de esos ricachones que pasan en sus automóviles y se creen la gran chulada.

─ ¿Y ese chico no se creía la gran... chulada? ─ Volvió a reírse tapando su cara, repitiendo la palabra que dije con diversión.

La verdad es que se veía muy apuesto, y no parecía de esos tipos ricachones engreídos y presumidos. Me encogí de hombros restándole importancia, mientras me estiraba.

─ Olvidémoslo, sólo es un estúpido sueño.

─  Olvidado, ¿Una apuesta? ─ Propuso cruzando las piernas.

─ ¿Qué apuesta? ─ Contesté interesado.

─ El que venda más periódicos, no invita el almuerzo.

─ Déjame ver... ¿tacos con Don Chuy? ─ Seguro ganaría esta apuesta, nadie se resiste a mi ternura. Y eso que tengo 20 años, parezco un niño de 11.

─ ¡Oye sí, esos tacos son ricos!

─ Pues prepárate para perder Jounochi, es más probable que gane yo.

─ Lo sé.─ Suspiró pesadamente, mientras me colocaba encima una gorra.─ nadie se resiste a tu ternura de niño de 11 años.

─ ¡Jounochi, ya soy un adulto! ─ Repliqué agitando mis manos.

─ Sí claro, y yo no soy un peleonero.

─ Cállate, ahora vamos que ganaré esa apuesta.

Respondí malicioso, poniéndome de pie. Empezando a vender los periódicos restantes, además me urgía por comer algo, además del jugo de naranja que nos bebimos en la mañana no llenaba a nadie con eso.

Pasé por la fila de autos poniendo mi mejor cara de ternura, intentando que me comprasen los periódicos. Mientras que Jounochi, en vez de venderlos estaba haciendo un acto ridículo para hacerlos reír cosa que resultó. Pues las personas de los automóviles reían a carcajadas.

Seguí vendiendo por las filas, ya casi se terminaba mi pliego de periódicos, hoy comeríamos como dioses griegos.

El show terminó dando así el éxito de Jounochi ganando muchas monedas, sí que era nuestro día de suerte. No todos los días conseguimos un éxito como este.

Volvimos a la banqueta contando el dinero que habíamos ganado, treinta pesos. Nada mal en un día nublado como este, digo nublado porque el sol comenzó a ocultarse. Seguro llovería, y vaya que no me equivoque pues empezó a lloviznar.

Bufamos exasperados recargándonos en el árbol viendo como la gente corría a toda prisa buscando regufio, nos soltamos a reír cuando unos dos tipos resbalaron en el charco de agua sucia cayendo al suelo empapandose.

Paramos en seco cuando nos dirigieron una mirada siniestra, esto sólo significaba una cosa: adiós dinero, adiós almuerzo de gloria.

Atem.

─ ¿Y bien, lo conseguiste?... ─ Hablé nuevamente al auricular que tenía entre mi oreja derecha, mientras daba la vuelta en una esquina deteniéndome en un alto.─ ¡Demonios! ¡Para eso te pago!... No, no me importa tus justificaciones, inventales otra excusa pero entretenlos lo más que puedas voy para allá.─ Colgué.─ No dejaré que este negocio se vaya por la borda.

He trabajado mucho en este proyecto, sí conseguía que aquellos empresarios de China se fucionasen con los de la empresa Halakti seguro haríamos un excelente negocio, un excelente logro y mi padre estaría orgulloso de mi, me heredaría la empresa. Soy el único capaz de llevar esta empresa a la cima, ni siquiera mi hermano Seto podría arrebatármelo.

Sí, el era excelente negociador... pero a lo bruto.

Golpée fuerte el volante al ver que no avanzaban adelante, toqué la bocina. ─ ¡Mueve tu carcacha idiota! ─ Pero algo captó en absouluto mi atención al fijar mi vista un poco más adelante de aquellos automoviles.

Una cabellera tricolor, muy similar a la mía.

Yugi.

Otro golpe más fue a dar en ese sujeto que intentaba quitarnos el dinero por burlarnos de ellos, Jounochi me había puesto detrás suyo para protegerme. Odiaba este tipo de problemas que involucraban la violencia, de por sí ya teníamos (bueno Jounochi tiene un problema, pero estoy involucrado para mala suerte mía) un problema con la banda del otro barrio de donde vivíamos.

Además yo era demasiado pequeño para este tipo de cosas, aunque me haya criado en un barrio donde lo que más se vive son los conflictos yo detestaba eso. Sabía defenderme sí, todo gracias a Jounochi que me enseñó algunos trucos de defensa por sí el no estaba para aguardarme las espaldas.

─ Sostén bien el dinero Yugi, estos imbéciles no se rendirán fácilmente.─ Dijo mascullando, poniéndose en posición de defensa nuevamente.

Sólo asentí tomando el dinero en mano, intentando escabullirme. Pero choqué con el tipo que acompaña al que estaba peleando con Jounochi.

─ Sí no quieres sufrir una paliza en tu cara de niña bonita, dame el dinero. ─ <¿Niña bonita?> pensé incrédula, este cabeza hueca me confundía con una niña. Yo sólo retrocedí un poco negando con la cabeza.

─ No te lo daré, mi amigo y yo trabajamos mucho para conseguirlo ¡Búscate tu propio dinero limpio, tonto!

Se río a carcajadas.─ Vaya, la niña si tiene agallas. ─ Quise retroceder, pero me había tomado del cuello de la camisa.─ ¡Dame el dinero!

─ ¡Yugi!

Gritó Jounochi, sólo pude oír un golpe, sentí como era elevado en el aire y luego caer sobre la piedrosa y húmeda carretera.

Atem.

Me quité del carril que había en la fila para dar paso en un ágil movimiento por los demás autos con gran apuro, miré mi reloj desesperado. ¡No había tiempo, maldita sea! necesitaba llegar allá, pero YA.

Por alguna razón giré mi vista logrando ver a unos chicos de mi misma edad siendo atacados por una pandilla. No le tomé importancia y seguí manejando apurado.

Yugi.

─ ¡Vámonos Yugi, antes que despierten! ─ Me gritó Jounochi tomándome de la mano como si fuera un costal de papas y colocándome mi gorra para cubrirme de la lluvia. Aún tenía el dinero en manos, lo sujetaba con fuerza para que no se cayera.

Sentí un enorme alivio cuando llegamos a la carretera y ver a los tipos mal heridos en la cera de la banqueta. Vaya que Jounochi les dio su bien recibido merecido. Todo ya estaba yendo bien, hasta que sentimos como éramos mojados por un auto que paso encima de un charcho.

Jadeamos por el agua fría que estaba siendo mojada en nuestras ropas, empapándolas. Tratamos de girar nuestros cuerpos, pero fue tarde. El agua sucia nos había empapado por completo. ¡Genial, ahora estaba más mugroso que nunca!

─ ¡Ahora sí, ahora sí me harté! ─ Exasasperé enfadado mientras me sacudía.

─ Oigan, lo siento mucho ¿estan bien? ─ Preguntó una voz ronca acercándose. Estaba de espaldas, pero lo supuse por sus zapatos sonar.

Definitivamente algo en mi interior hizo caboom, ya estaba harto de la gente con dinero se creyera la gran cosa y hacer con nosotros lo que quisiese. ¡Era el colmo! podía aguantar muchas cosas, pero esto de pasar por un charco, mojarnos apropósito ha llegado a mi límite de tolerancia.

Me vale una mierda quien carajos sea, pondría en practica lo que mi mejor amigo me enseñó.

─ ¡A ti que te pasa, ¿crees que puedes venir con tu carcacha de último modelo y mojarnos?! ¡Pues no, ahora te las verás conmigo! ─ Me voltée quitándome en gorro de encima, dejando a la vista mis cabellos tricolores empadados.

Aquel tipo con el mismo tipo de cabello que el mío, retiró de su rostro aquellos lentes de sol que traía puesto. Dejándome ver esos ojos carmesí, tan hermosos. Por un segundo, sentí mis piernas de gelatina.

─ ¿Eres un chico? ─ Preguntó en una especie de shock, casi su boca caía al suelo y sus ojos saldrían de el, en cualquier momento de sus parpados.

Lo miré con cara de <¿En serio parezco una niña?> no lo culparía, tengo una cara un tanto infantil para mi edad. A veces pienso que no he llegado a la pubertad. ─ ¿Y qué esperabas? ¿Una chica? ─ Contesté con ironía, su única respuesta fue que me sonrió de una forma... cálida, una sonrisa sincera, amplia y hermosa sonrisa.

Coloqué un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja, mientras le sonreía de la misma forma, sólo que un poco nervioso por dicho afecto de parte de un hombre como el. Me recordaba... aquel chico de mis sueños, ¿se habrá vuelto realidad? ¿Será este el chico con el cuál soñé? sólo recuerdo esos ojos carmesí mirándome con mucho...

Atem.

Amor.

Flash back.

Las campanas de la iglesia resonaban por toda la ciudad de Domino, los carros se estacionaban al frente de la iglesia mientras salían bien vestidos, hoy era un día especial para aquella familia.

Ese día habíamos sido invitados por parte del socio de mi padre al bautizo de su primer hijo. Recuerdo que poseía un cabello un tanto extraño, casi podría jurar que el niño se parecería a mi. Pero mis dudas fueron aclaradas cuando un mechón amarillo colgaba en su frente. Descarté aquella posibilidad.

El bebé reía en los brazos de su madre y su padre, seguro pensarán que será algo enfermo. Desde el momento en vi esos ojos amatistas, sentí un cariño enorme por ese bebé, solamente lo había visto una vez. Y me cautivó con su risa, su mirada llena de inocencia y pureza. Sí sí, sé que todos los bebés la tienen, pero la de aquel bebé era especial.

Fin flash back.

Solamente me le quedé viendo a ese chico peculiar, detrás de aquellas fachas que tenía puesta mis ojos se enfocaron en su rostro, aunque estuviese lleno de mugre sus ojos amatistas brillaban con intensidad. Mi corazón empezó a latir de una forma rítimica, sin poder evitarlo me había flechado con una sola mirada llena de pureza e inocencia.

¿Y sí esto sería el destino?

 

Notas finales:

Me echaste la sal: Es como decir que... me diste la mala suerte, no sé si me explico XD

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