Otro día de trabajo agotador para el diplomático Asami Ryuichi, aunque en las sombras es el dueño de muchos clubes nocturnos, sin contar sus tratos internacionales, todo lo que sea ganancia para él.
Llegaba por fin a su departamento, aquel que compartía con su Takaba Akihito, aquel loco reportero que lo había encantado con su salvajismo, su determinación y su inocencia, porque era demasiado inocente o muy estúpido por meterse en su mundo.
Al entrar, lo primero que llego a sus sentidos fue el olor a comida recién preparada, hace muchos años que no experimentaba la sensación de llegar a un hogar, alguien esperándote, se saco los zapatos y escucho los pasos acelerados de su conviviente.
- Bienvenido a casa, llegaste justo a tiempo para cenar.
Se quedó mirándolo, traía una polera sin mangas, un short y sus típicos ojos salvajes. Una delicia para la vista.
- Si, ¿qué preparaste? – le dijo avanzando hacia él.
- Arroz con curry y vegetales, ¿tienes hambre?
- Si, voy a abrir una botella de vino, ¿tomas?
- Uhm… si, un poco.
Asami se dirigió a su bar y saco uno de los vinos finos que tenía guardados, un regalo de alguien, no recordaba quien, pero era fino. Comieron tranquilamente, Takaba era quien más hablaba, Asami sólo se limitaba a mirarlo, y mirarlo, no podía dejar de observar esos labios moverse, sus reacciones, todo en él era hipnotizante. De la nada empezó a darle mucho sueño, y notó que Takaba no había tocado su copa de vino mientras él llevaba tres encima, hasta que ya no lo pudo evitar, lo último que vio fue la cara asombrada de su periodista.
De la nada, mientras él hablaba notaba que algo extraño le sucedía a Asami, hasta que simplemente cayó, a lo que se levantó asustado a verlo, él nunca había hecho algo así, por muy cansado que estuviese, cayó sobre la mesa, así que lo tocó para saber si respiraba, lo encontró inconsciente, dormido profundamente, ya más calmado intentó levantarlo para acostarlo, pero falló miserablemente, así que lo arrastró, no era lo más masculino, pero completó su misión con mucho esfuerzo.
- No me habría imaginado que estabas tan cansado, aunque ahora que lo veo, se te nota en la cara… uhm… pero hace mucho que no nos vemos… - una sensación de calor invadió el cuerpo de Takaba. – Tengo que dejar de pensar en eso… mejor le saco la ropa, sino se va a arrugue más.
Comenzó a desabrocharle lentamente los botones, disfrutando cada pedazo de piel siendo descubierta, notando que su boca producía más saliva de la normal. Quitó el pedazo de tela que cubría el bien formado torso de aquel hombre profundamente dormido, así que aprovecho de hacer algo que normalmente no hacia cuando estaba con Asami, disfrutar su cuerpo, tocarlo lentamente, así que se daría el placer de sentir a Asami como nunca antes.
Desabrochó su cinturón, bajó su zipper, le sacó los pantalones como pudo y teniéndolo en ropa interior y quedó así, para deleite de Takaba.
Dormido profundamente, comenzó a moverse un poco, quitándole la diversión a Takaba, así que tomando un poco de valor, ató a Asami de las manos, y tapó sus ojos, esperando que no despertara, sino esto le traería consecuencias.
Pasó sus manos por el torso de Asami disfrutando cada toque viendo como en algunos momentos la piel de su víctima se erizaba al contacto con sus dedos.
De su mesa de noche tomó un tubo que tenía lubricante, vertió un poco en sus manos y lo esparció por el perfecto cuerpo del hombre inconsciente que tenía bajo él, no se había dado cuenta en qué momento se subió a su abdomen, pero lo estaba disfrutando, mientras más tocaba, más sentía algo duro contra la parte baja de su espalda, cada vez se sentía más y más sediento, repentinamente unas ganas de pasar su lengua por todo ese cuerpo que le había hecho sentir tanto placer antes, se mordió nerviosamente los labios entre la contradicción de hacerle caso a sus deseos o dejar a ese hombre descansar, pero por su cabeza pasaban todas aquellas ocasiones en que había sido él que llegaba cansado después de una larga vigilia buscando o esperando la noticia y al llegar a casa todavía tenía que responderle a Asami hasta cuando este quedaba satisfecho, así que por una vez decidió seguir con sus instintos y seguir disfrutando, para estas alturas estaba casi seguro que el hombre que se encontraba atado a la cama estaba bastante despierto.