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Nuevo Aprendiz por Jess1406

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Notas del capitulo:

Muajajajaja luego de años sin aparecer, aquí me tienen... Sí... Soy un asco en esto, pero así soy feliz.

Espero que mi pequeño aborto les sea de su agrado y que lo disfruten, este es el regalo Mil veces atrasado para mi amigo Aron (del cual perdí rastro, pero no importa aquí se lo dejó, espero que te agrade amore.) 

Bueno... ¿Algo más que recalcar?... No, no creó, SIN MAS ESPERO SUS ABUCHEOS Y SUGERENCIAS XD

 

Disclamer: Los personajes no son de mi propiedad, pertenecen a Oda-Sama, esta obra fue hecha sin fines de luchó, sólo con la humilde finalidad de entretener y ayudar a resurtir el fandom. 

El maestro Sanji es uno de los más grandes sabios de la antigua Grecia, admirado y seguido por más de la mitad de los habitantes cercanos a su templo. Anda en busca de un pupilo nuevo, más específicamente, un aprendiz.

Debido a que hace no más de dos días su antiguo aprendiz se había ido a la capital, Atenas, a ejercer lo que había aprendido bajo su tutela y vaya que le había enseñado bien. El muchacho no había sido fácil de dominar pero siempre estaba dispuesto a escuchar sus enseñanzas.
…ste caminaba por la calles en busca de alguien a quien instruirle dentro de sus saberes en la reconocida materia de la filosofía y en otras que no lo eran tanto, como en el fino arte de amar que la misma diosa Afrodita le había enseñado durante su tiempo de reflexión en el bosque de las ninfas.

En realidad no buscaba nada ostentoso, solo un muchacho que le escuchara y que no fuera un niño inútil, ya que los muchachos prácticamente le llovían para estar en ese puesto pero estos eran simples mocosos que habían vivido bajo las faldas de sus padres hasta ahora. Sanji suspiró ¿realmente solo podía tener un cabeza hueca con mucho dinero? Negó, entre los habitantes debía haber alguno que no fuera un simple inútil que solo le sirviera en la cama o tal vez ni eso.

Siguió su paseo hasta que llegó a una casa que no había visto antes, la vivienda era humilde pero decente. Entró mirando los jardines bien cuidados y divisó unos movimientos a lo lejos, se acercó al sitio y observó algo que le llamó la atención. Un chico de cabellos verdes, blandía la espada frente al hombre de cabellera negra con una destreza y agilidad que solo se adquieren con años de entrenamiento.

Se quedó allí unos minutos hasta que observó que el menor era desarmado y el arma voló por los aires hasta clavarse a unos metros de donde estaba el chico de cabellera verde.

Fue acercándose poco a poco, hasta una distancia prudente, ambos hombres estaban sudorosos y jadeantes, sus ojos se fijaron en el de cabellos verdes, la delgada ropa de entrenamiento se le pegaba al joven, pero trabajado cuerpo, y su pecho subía y bajaba. Se imaginó al chico de la misma manera pero en una situación diferente, jadeante, sudorosa, cansada, pero no por un extenuante entrenamiento, sino algo más placentero. Instintivamente relamió sus labios ante la simple idea, ya lo tenía decidido, ese sería su nuevo aprendiz.

Se dio la vuelta y retomó su andar, ésta vez con dirección a su templo, su lugar de sabiduría donde tendría a ese chico a su merced.

Esa noche soñó como una virgen soñaría con su primer hombre, realmente estaba ansioso por tenerlo y nada se lo impediría.

A la mañana siguiente se despertó de un humor estupendo, fue al comedor donde sus sirvientes ya tenían todo preparado para su desayuno y algunos preparaban su baño matutino. Luego de la rutina de siempre decidió ir a esa casa a la que había llegado la tarde anterior.

Antes de salir se había puesto su túnica que representaba su dominio en alguna asignatura, la cual era de un color blanco con un emblema de oro que se ponía sobre el hombro izquierdo, salió dispuesto a cumplir su objetivo.

Cuando le faltaban unos metros para llegar a la residencia pudo observar como un hombre salía de ella atravesando los jardines directo al camino donde un lacayo que detenía un corcel de crin negro le aguardaba, apresuró el paso ligeramente sin llegar a parecer desesperado.

Cuando llegó y estuvo dentro del campo de visión del hombre que salía de la residencia vio como éste hacía una reverencia, sonrió satisfecho, esto lo haría todo más sencillo.

Se equivocaba rotundamente.

-Maestro ¿Qué le trae por aquí?- le cuestionó el hombre y Sanji fingiendo no saber qué o quienes residían en la casa respondió.
- Estoy en busca de un aprendiz, alguien de inteligencia vivaz y que esté dispuesto a aprender de la filosofía ¿Sabe usted de alguien así?.-

El hombre de cabellera azabache se incorporó y lo pensó unos segundos, a Zoro no le agradaría la idea de estudiar, pero cumplía con las expectativas del maestro y el que tuviera conocimientos más allá de las batallas cuerpo a cuerpo y con armas le darían un buen empujón en el año siguiente que tendría que viajar a la capital.

- De hecho sí maestro.-

Sanji sonrió con suficiencia y siguió con su teatro.

- Sería tan amable de indicarme donde vive tal criatura, mi último aprendiz se fue hace tres días y desde eso se ha estado desperdiciando el tiempo el cual se podría invertir en la enseñanza.- y vaya enseñanza planeaba implementar en el de cabellos verdes.

- Venga, estaba a punto de salir pero puedo dedicarle unos minutos a usted.-

Entraron en la casa la cual no era ni muy grande ni muy pequeña, sino del tamaño justo para una familia que vivía al día.

- Tome asiento, en un momento le presento al muchacho. - y salió del campo visual del rubio.

…ste simplemente no paraba de sonreír ¿realmente había sido tan sencillo? Se hubiera carcajeado, pero no sería lo correcto menos para alguien como él, que tenía conocimientos. Luego de unos minutos comenzó a desesperarse ¿por qué tardaba tanto? De pronto, un estruendo se escuchó, no como que algo se hubiera derrumbado o explotado sino más bien algo similar a una pelea, gritos y reproches se escuchaban más allá del blandir y chocar de las espadas, un sonido simplemente inconfundible, caminó con tranquilidad y sigilo tratando de escuchar lo que decían.

- ¡Que no! ¡No Pienso Ir Con Ningún Erudito A Que Me Enseñe Cosas Innecesarias!- decía una voz joven al tiempo que se escuchaba como las espadas se encontraban.

- ¡Es una buena oportunidad debes tomarla!.- replicaba otra voz que se suponía era la del hombre que le había recibido hace no mucho.

- ¡No me interesa, no voy a ir! .- y nuevamente se escuchó el chocar de las espadas, al parecer el chico era bastante obstinado y tendía a reaccionar de manera agresiva. Eso era perfecto, sonrió para sí mismo, sin más preámbulos entró en la habitación en la que estaban batallando ambos hombres y con toda la calma del mundo y con la confianza que le había dado el conseguir todo a costa de su influencia social, incluido el sexo, se plantó ante ambos, el más joven, el de cabellos verdes, se quedó pasmado ¿y ese quien era? ¿Qué hacía en su casa? El mayor, de cabellos azabaches, al notar que el menor estaba distraído le desarmó y lanzó su arma junto a la del otro.

- …l es el maestro y vino para que te vayas con él.- dijo empujando ligeramente al de cabellos verdes - …l es Zoro, maestro, si es de su agrado puede comenzar con las instrucciones hoy mismo para no perder más de su preciado tiempo.- dijo con toda la cortesía que "se merecía" el rubio. Haciendo como si analizará al muchacho a pesar de que ya lo había visto de sobra, asintió.

- Bien eres lo que busco muchacho, señor ¿podría preparar sus cosas para que se retire a mi templo?- el aludido hizo un gesto de no entender.

- ¿Cómo?.

- Sí, el muchacho se quedará el tiempo que sea necesario en mi templo para no desperdiciar ni un solo ápice del día. - en eso el más joven reaccionó.

- ¿Y qué le hace pensar que quiero ir con usted? - con altanería el rubio respondió.

- No es algo que tú puedas decidir muchacho la decisión está tomada.- iba a hablar nuevamente pero el chico volvió a interrumpirle

- ¡No! .- definitivamente Zoro no quería irse con el rubio, no le agradaba el tener que dejar sus entrenamientos para ir a "aprender" Zeus sepa que con él.

- ¿Cómo? - dijo el rubio jamás se le habían opuesto de tal manera y eso de alguna manera le excitaba.

- ¡Entienda! ¡No! ¡Voy! ¡A ir! - dijo pausando y enfatizando cada palabra, Sanji simplemente sonrió.

- Señor ¿Podría dejarme a solas con el chico?-

- De acuerdo.- dijo y se fue a preparar las cosas del menor para su estadía en otro lugar.
Sanji al verse solo con el chico se volvió algo más amenazante.

- Mira musgo andante, tu vas a venir conmigo quieras o no.- Zoro se cabreó notoriamente ante aquel apodo y se hinchó con altanería.

- Ya quisieras, lo he dicho ya, No voy, tengo que irme dentro de un año y no puedo desperdiciar mi tiempo.- Sanji sonrió satisfecho, ¡Bingo!. Lentamente se fue acercando hasta tomar al chico por el mentón.

- ¿Y... Qué es eso tan importante?.- Zoro le miró extrañado, éste tipo le daba mala espina, pero realmente no consideraba algo perjudicial que supiera que quería ir a la capital, Atenas, a conocer a su ídolo en el arte de la pelea con espadas.

- Tengo planes para ir a la capital.- dijo finalmente, convenciéndose de que no tenía por qué darle explicaciones a alguien que quería que hiciera algo en contra de su voluntad y más siendo alguien completamente ajeno a él.

Sanji suspiro o el chico era muy perspicaz y había notado sus intenciones o simplemente tenía demasiada suerte para no decir lo que le interesaba, suspiro nuevamente.

- Mira Zoro.- había memorizado el nombre del chico casi de inmediato. - Te estás privando de una de las mejores ofertas que alguien podría ofrecer, realmente parecías alguien que valía la pena, pero tal parece que me he equivocado. El saber no te facilitará una, sino muchas oportunidades de las que te podrías imaginar.- dijo tratando de hacer que el chico cediera, después de todo sus aprendices luego de probar una semana lo que les tenía preparado no se marchaban hasta que les fuera lo más pertinente, normalmente hasta dentro de tres años, algunas veces hasta más.

Zoro lo pensó analizando cada palabra ¿realmente su padre tenía razón? ¿El tener conocimientos más allá de las batallas con espada le serían de mucha utilidad? de alguna manera sí, ya que no podrían verle la cara de imbécil.

Finalmente Zoro decidió aceptar a regañadientes, pero impuso una condición.

- Está bien, pero solo un año.- Sanji satisfecho, lo tomó por los hombros pegándole a si y Zoro incómodo no hizo nada por impedirlo, simplemente tomó un poco de distancia del cuerpo del mayor.

Pasados los arreglos y que las cosas del chico serían llevadas por los subordinados del rubio ambos se fueron hacia los aposentos de éste, en el lapso del camino el ambiente era una mezcla de enojo y resignación por parte del de cabellos verdes, el cual se preguntaba qué era lo que quería el rubio que, además pensaba en su ídolo y en cómo daría lo que fuera por captar la atención de éste, Dracule Mihawk, el mejor hombre en toda Grecia que era capaz de ir a una revuelta y salir ileso, y de satisfacción por parte del rubio el cual ya había mirado repetitivas veces al chico en busca de algo que le dijera o diera una ligera pista de que era lo que deseaba en la capital, o siquiera un ápice de que aquello le interesaba.

Llegaron al lugar más rápido de lo que a Zoro le hubiera deseado y a Sanji le daba igual, ya tendría mucho tiempo para someter al chico. Cuándo entraron Zoro ante los diseños y la magnitud del lugar se quedó pasmado, en el lugar podrían vivir cómodamente hasta 30 personas. Sanji se acercó a una de las alcobas y empujó las puertas abriéndolas de par en par.

- …sta será tu habitación la mía es la siguiente a la derecha.- comentó tratando de ubicar al chico en el lugar, que siendo sinceros él desconocía más allá de su biblioteca, el comedor, su habitación y el baño. Zoro simplemente asintió sin entender realmente lo que le estaba indicando el mayor, las direcciones en cuestión de lugares, nunca habían sido lo suyo.

Entró en la habitación y la observó de esquina a esquina sin omitir nada, el lugar no era malo, simplemente era demasiado para él, pero eso no lo diría. Se giró hacia el rubio y tomó las puertas, una vez que solo quedaba una grieta habló. - Me quedaré aquí hasta nuestra próxima interacción.- y cerró por completo las puertas, se recargó contra ésta para que no se le ocurriera abrirla y abrazó sus piernas. La situación no le agradaba ¿Le daría el tiempo necesario para entrenar en lo que faltaba para el año? Sus preocupaciones aumentaron de poco en poco. - Si tan sólo estuvieras aquí, Kuina.- y como era su costumbre se quedó dormido sin haberse percatado de ello.

Sanji ante el descaro del más joven en la habitación se sintió levemente desilusionado, esperaba una reacción más cálida, después de todo le estaba dejando hospedarse en su templo ¿o no? Comenzó a reír ante sus pensamientos, esa era el tipo de actitud que estaba buscando. Oh por Zeus, ahora sí que los dioses le habían brindado una criatura que le caería incluso mejor que las mismas ninfas. Entró en sus aposentos y se dedicó a desahogarse sus ansias, después de todo no podría hacer algo que el chico no deseara.

El rubio tomó su miembro ,que luego de algunos pensamientos con el de cabellos verdes había quedado totalmente erecto, empezó por la base, imaginando como sería el tacto de esas manos o incluso mejor el calor y humedad de su boca, se tomó el tiempo de pensar en cada detalle y antes de lo que lo hubiera imaginado, se había corrido, pensando en los gemidos que esa medianamente varonil voz podrían dedicarle, las súplicas por más, todo, absolutamente todo y de tan sólo recordar lo que había imaginado varios segundos atrás parecía que volvería a endurecerse. Unos golpes en su puerta le sacaron de sus ensoñaciones. - ¿Qué quiere?.- uno de sus sirvientes le comunicaba que las pertenecías del muchacho habían llegado, sonriente se puso de pie y sin siquiera pensar en colocarse nuevamente la bata salió, posiblemente en las cosas del chico habría algo que le delatara.

La frustración le embargó al ver que todo era simplemente impersonal, ni escritos, ni libros, absolutamente nada. ¿Qué acaso el chico se guardaba todo para sí? Con molestia entro nuevamente al lugar.

Golpeó a la puerta del chico, sin delicadeza alguna y al no recibir respuesta de una patada las abrió, seguía sin portar nada de ropa, miró al chico tendido en el piso y por un momento se le vino la estúpida idea de que se habría quitado la vida. Lo tomó por los hombros y un sonoro ronquido le hizo sentirse de una manera en la que nadie le había hecho sentir, idiota, le dio un par de cachetadas para despertar al chico, pero no había funcionando, así que lo tomó en brazos y lo llevó a la cama, extrañamente el chico ni cuenta se había dado de los movimientos que hacía el otro, lo recostó en ella y se posicionó a su lado.

Zoro llevaba puesta aún la ropa de entrenamiento, delgada, flexible, pero le causaba cierta incomodidad cundo estaba fuera del entrenamiento, despertó tratando de quitarse alguna de las prendas que ya habían comenzado a molestarle, para encontrarse, para su sorpresa, entre lis brazos de un rubio sin prenda alguna encima. Su rostro enrojeció, se zafó del abrazo en el que le tenía envuelto el rubio y casi cae al suelo desde la cama, quedando en la orilla.

La plácida expresión del rubio, detonaba cansancio, algo que estando despierto no se le notaba. Viéndolo así el hombre aquel no parecía tan malo, incluso llegaba a tener esa pizca de vulnerabilidad. Negó ¿Pero en qué estaba pensando? Sin embargo se acercó y trató de tomarle el rostro, pero Sanji despertó.

- ¿Qué intentas?. - le miró serio. Zoro nuevamente se puso a la defensiva ¿Acaso había pensado que parecía vulnerable? Ese rubio era un monstruo, aun que él no se quedaba atrás.

-Nada - retiró la mirada de esos orbes azules que no le daban tregua - iba a despertarte, estás en Mi habitación. - dijo resaltando el "Mi". Sanji soltó una risilla.

- Mira mocoso si yo quisiera podría empotrarte ahora mismo, hacer que supliques y absolutamente nadie diría nada. Porque estás en MI santuario. - dijo con altanería y seguridad. Zoro tragó duro, no lo había visto de esa manera, el rubio parecía ser simplemente un hablador pero eso no quitaba que un escalofrío recorriera su columna vertebral más aún con todo eso, esa parte irracional e instintiva de su cerebro dejó salir dos palabras que le cambiarían su perspectiva del rubio.

- Prueba lo.- Sanji sonrió completamente satisfecho, exactamente era eso lo que estaba esperando. Tomó al chico de cabellos verdes por las muñecas y se posicionó sobre él, se acercó a su cuello y le dio una mordida.

-¡¿Qué te sucede?!. - Trató de alejar al rubio, pero éste lo tenía bien sujeto y no detuvo su labor. Cuando se separó de cuello del chico en éste ya había varias marcas.
Miró a Zoro y sonrió satisfecho, la cara del chico estaba totalmente roja, aunque posiblemente el otro no reparara en ello. Nuevamente se acercó, pero esta vez al rostro, específicamente a los labios y los besó de una manera lenta, pero que al mismo tiempo destilaba deseo y añoranza por el otro, en un principio Zoro opuso una muy notoria resistencia, pero no le funcionaba, muy a su pesar todas sus habilidades en combate resultaban nulas con el rubio ¿Qué le estaba pasando? ¿Acaso se había vuelto más débil? negó, simplemente no encontraba la fuerza correcta para alejarle, de alguna manera el contacto era bastante satisfactorio, incluso reconfortante, ¡Esperen!, ¡¿Pero qué estaba pasando?! ¿acaso el gran Roronoa que había vencido a los más habilidosos espadachines, excluyendo al mejor de todos, estaba siendo derrotado y languidecido por un simple erudito? No, ¡eso jamás!.

Resultaba un golpe demasiado grande para su gran orgullo. Nuevamente intentó zafarse pero resultaba inútil, un gemido escapó de los labios del chico cuando la lengua del mayor rozó con la suya. Sanji consciente de lo que había hecho repitió el contacto, robandole otro gemido al contrario que los ahogaba en sus labios.

Zoro, utilizando la poca fuerza de voluntad que aún poseía le lanzó una patada al contrario.

- Maldito libidinoso.- se pasó el interior del brazo por los labios, enojado y tratando de borrar el sabor que el beso le había dejado.

Sanji le veía encantado, eso solo había sido un calentamiento y le había resultado exageradamente apetecible, quería repetirlo.

- No vuelvas a tocarme.- dijo con odio latente en cada palabra. El rubio sonrió. -Pero si se te nota a pulso que te ha encantado.-

Nuevamente el rostro del menor se tornó ligeramente rojo.

-No diga estupideces.- tomó distancia del mayor. - Ya le dije, no quiero que se acerque de nuevo a mí y me iré lo más pronto posible de este lugar.- dijo re-acomodándose sus ropas.

-No puedes.- dijo con simpleza el otro, dejando que en su rostro se asomara una sonrisa socarrona.
-Se hace tarde y el astro mayor se está ocultando dejando solo al brillo de las ninfas, si quieres salir mal parado de ésta, puedes irte, pero si no, tendrás que abstenerte de negarte, además... Diste tu palabra de quedarte. ¿O no eres un hombre de verdad?- dijo reduciendo nuevamente la distancia entre ellos, tomando por la barbilla al otro. Zoro se sentía acorralado, miraba hacia todas partes y pensaba en su mejor opción y viendo lo que el rubio era capaz de hacerle, incluso los demonios del inframundo parecían poca cosa, o tal vez no.
Se removió bruscamente tratando de alejarse nuevamente, pero esta vez lo tenían bien afianzado, no sólo por el rostro, sino que una furtiva mano se había colado en su cintura dejándole sin movimientos disponibles para su escapatoria.
Sanji, comenzó a recorrer el cuerpo del menor por sobre la ropa, quitando la mano de su barbilla para poder realizar la tarea con ésta.
Los ropajes que traía el chico le facilitaban la tarea debido al poco grosor que poseían y el hecho que el rubio estuviera completamente desnudo tampoco representaba un gran alivio para el chico; quien se mordía el labio inferior tratando de ahogar algún sonido indeseado de parte de sus labios. Esta acción ante los ojos de Sanji, se veía de lo más provocadora, invitándome a continuar con sus trabajos manuales. Llegó hasta la cintura del chico y siguió descendiendo, presionando, dónde con la experiencia había aprendido que era el sitio más sensible de la anatomía masculina. Comenzó a dar ligeras fricciones por sobre la ligera tela que lo cubría y eso solo hacía que Zoro deseara dos cosas completamente distintas:
Que no se detuviera jamás y que se alejara de él lo más pronto posible. Sabía de antemano que el erudito desde que había entrado a su casa no venía por ser un buen actor ante los ojos del todopoderoso Zeus, pero de alguna manera había terminado cediendo. Podría ser que en el fondo, muy, pero muy en el fondo, en el centro de su cuerpo dónde se concentraba toda su existencia, deseaba esto, pero igual estaba el hecho que le dignaba a seguir luchando por postergar el evento,Mihawk.

Se removió y eso sólo aumentó la fricción aplicada sobre él, lo que comenzaba a enloquecerlo. A final de cuentas ¿Quería terminar o quería seguir? Debía establecer una diferencia, pero realmente el que le tocaran sólo retrasaba su velocidad de pensamiento.

Un sonoro gemido se le escapó de entre los labios y automáticamente se cubrió la boca ¿Pero qué había sido eso?, Sanji sonrió.

-¿Ves? A fin de cuentas igual lo disfrutas. ¿Para qué peleas tanto? - el rubio tiró finalmente de las prendas, rompiéndolas, dejando prácticamente desnudo al joven, salvo por unos cuantos jirones de tela que se ocupaban de obstruirle a su vista la morena piel del chico. Se relamió y acercó sus labios a uno de los pezones del chico mordisqueándolo.
Zoro se mordió el labio tratando de evitar que algún otro sonido revelador saliera de estos, con tal fuerza que logró herirse y hacer que sangrara, el rubio se acercó lentamente y lamió la sangre que resbalaba de una forma lenta y tentadora para cualquiera, perturbando los deseos del joven por contenerse.
Dirigió una de sus manos a la entrepierna del chico encontrando el ya bastante despierto miembro, el cual tomó y comenzó a masajear a un ritmo lento, comenzando nuevamente con lo que estaba haciendo, paseó sus manos por el torso del chico disfrutando de la aspereza y suavidad de ésta en las mismas magnitudes, sin dejar de estimularle.
Sus gestos y su evidente inexperiencia le resultaban por demás cautivadoras al rubio, quien no se perdía ni ápice del chico. ¿Qué podía esperar a que el chico cediera? Diantres estaba por demás ansioso de probar aquel cuerpo bronceado y definido a pesar de su edad.
Al verse aún sin una respuesta clara por parte del más joven, quien se había cubierto sus carnosos labios nuevamente, para asegurarse de que nada se le escapara a pesar de todos sus estímulos, terminó por utilizar su última estrategia. Cualquiera sucumbiría ante él costara lo que costara.

Descendió de su pecho pasando por todo su cuerpo repartiendo besos y mordidas deseando y añorando la obediencia y disposición de cada centímetro de piel, de cada rasgo de cordura, esperando adueñarse de la mente y estabilidad que hasta ahora el chico demostraba. Descendió hasta que llegó a su miembro sobre de el cual dejó escapar un suspiro, notando el estremecimiento del chico, sonrió victorioso, de esta ya no tendría escapatoria.
Dió una primera lamida y un beso en la punta, para después engullirlo y comenzar a marcar un ritmo lento esperando que el chico cediera ante él.
Succiones, besos, lamidas, jadeos y por fin sus manos cayeron y pasaron a sus cabellos dejando escuchar lo que había esperado desde un inicio. Entrega.
En menos de lo esperado comenzó a intentar subir la intensidad con la que se movía el rubio e incluso había dado unas ligeras embestidas arremetiendo contra la cavidad del mayor, pero éste no había cedido, conservaba el ritmo parsimonioso que había aplicado desde un inició buscando así un ligero castigo lo suficientemente lento para desesperar a ambos.

Zoro suspiró y dejó sin pudor alguno que sus gemidos inundaran la habitación, después de todo ya no tenía nada que ocultar y cuando su cabeza pudiera darle mejores respuestas que arremeter contra el rubio podría vengarse.

Sin preámbulo alguno Sanji dejó el miembro del chico quien dio un gruñido por respuesta desesperado por las acciones del mayor. Su boca estaba ligeramente entreabierta, tratando de estabilizarse, cosa que el rubio aprovechó para arrebatarle un abrasador beso, degustando con su lengua la cavidad contraria dándose cuenta de cuanto había esperado desde que empezó para sentirle. Nuevamente pasó sus manos por el cuerpo del otro quien apretaba los puños esperando la siguiente movida que le dejaría seguramente sin un solo dejo de razón en su psique.
Y así fue, sin haberse percatado del momento exacto en el que había sacado un pequeño frasco con un líquido incoloro sintió como el olor de aquella substancia invadía el lugar, era distinto a lo que hubiera presenciado antes, refrescante, simple, le encantó.

-¿Q-qué es eso?- dijo tratando de sonar alto. El rubio le miró a los ojos.

- Una mezcla de hierbas importadas, entre ellas una aromática, hierbabuena. - dijo con simpleza. - ¿te gusta?- preguntó extrañado ante la reacción del chico, quien se había relajado, como si hubiese olvidado la situación en la que estaba.
…ste asintió, perdido en la aromática sensación que le brindaba la hierbabuena.
No era dulce, después de todo lo detestaba, tan poco agrio, era un aroma neutral, fresco y que desde ahora se había vuelto su favorito sin siquiera haberlo pensado.

El rubio aprovechando el repentino cambio en su acompañante hundió sus dedos en la sustancia, que era un lubricante, para evitar cualquier dolor en el chico, podría no ser la mejor de las personas pero tampoco era una bestia como para apoderarse de él sin preparación alguna. Y tras haberlos embadurnado en la sustancia dirigió el primero, hundiéndolo en la entrada del chico con cierta lentitud.

El chico abrió los ojos de golpe y dio un respingo tratando de apartarse ante la sensación de ser invadido de una manera dolorosa pero caliente en cierta parte de su anatomía. Suspiró y miró el ojo a la vista del contrario pidiendo en silencio dos cosas completamente contrarias, sin poder evitarlo dejó escapar un gemido, ensimismado por el aroma y la mano de el otro en su miembro, ya no podría ofrecer una resistencia total y quizá tampoco una parcial.

El mayor, al notar la poca resistencia que el contrario oponía insertó el segundo dígito, obteniendo en respuesta un nuevo respingo, pero no más, algo que le había hecho dirigir sus labios a los del contrario.
Pero vana fue su sorpresa al encontrar un rostro completamente enrojecido y con los ojos entrecerrados.
A decir verdad no había removido mucho en su interior, sólo lo necesario para que se acostumbrara a la invasión que estaba por venir.
Acomodó el cuerpo del ensimismado muchacho, simplemente notando como se removió incómodo, aún con los dedos en su interior.
De alguna forma había dejado de batallar en contra del otro, lo cual notoriamente le facilitaba la tarea, aunque la hacía de cierto modo menos "entretenida".
Una vez que hubo dejado al chico completamente tendido se dispuso a acomodarse entre su cuerpo, principalmente entre sus piernas, colocó las mismas de manera que éstas se sostuvieran en su cadera, de una forma en la que su miembro rozaba con la dilatada entrada del contrario, le dedicó una fugaz sonrisa tomando sus manos para que no opusiera resistencia, si es que se le ocurría siquiera la idea, y dio la primera estocada.

Un grito llenó la habitación, de dolor con pizcas de orgullo quebrantado de por medio. Una verdadera agonía.

Zoro, apretó sus manos hasta el punto en el que los nudillos le empezaron a quedar blancos, sus labios abiertos en una mueca de disgusto, angustia y alguna otra emoción entremezclada le brindaban una vista deliciosa al mayor. Y después de haber esperado un par de segundos el rubio comenzó a moverse, primero adoptando un vaivén lento, procurando que el contrario disfrutara, sin embargo aumentando el ritmo conforme su cuerpo lo pedía.

Una lágrima resbaló por la mejilla del de cabellera verde, la cual el rubio borró en un camino de besos que siguió el húmedo sendero que había dejado ésta.

Los jadeos y gemidos de placer por parte del mayor, y en menor intensidad por parte del chico, eran la pauta para ir notando como el final se acercaba.
Las caderas del rubio en un ritmo casi frenético se detuvieron tras haber terminado dentro del más joven. Un suspiro y un gemido reprimido acompañado de su cuerpo cayendo suavemente sobre el del menor indicaron que todo ya había terminado.

Zoro temblaba, no sabía de que manera aceptar aquello, había sido un martirio que de una forma u otro le había elevado hasta el olimpo y arrastrado hasta los reinos de hades en un segundo. Sentía la incómoda sensación de su interior repleto de una sustancia, que sí bien sabía que era, no era suya y por tanto su anatomía la rechazaba.

Sin embargo nadie dijo nada, ni el chico por su me te llena de dudas y enredos, ni el rubio por el éxtasis vivido.

La mañana se hizo llegar y por ende el despertar del rubio tras los arreglos de sus sirvientes.
Nuevamente las palabras no asomaron, se ducharon y tomaron el desayuno con una incomodidad latente (o más bien sólo palpable para el espadachín.).
Las primeras clases se hicieron llegar, notando Zoro como habían muchas cosas que en realidad ignoraba y que ciertamente resultaban casi tan necesarias como su ágil manejo de la espada.
Claro, que los encierros no se hacían de esperar aunque durante los primeros intentos del rubio fueron un fiasco, Zoro le rehuía a estar en una misma habitación al menos si el contrario estaba a menos de un metro de cercanía.
Su piel se estremecía al mero contacto, como si necesitara de aquellas pálidas manos recorriendo su morena piel. Aunque se negaba a cualquier tipo de acercamiento.

El segundo día llegó, cargando con las frustraciones de la segunda noche que habían pasado juntos. Zoro nuevamente había cedido y eso era un golpe nuevo para su herido orgullo.

Y así conforme pasaban los días, de alguna forma la relación entre ellos se volvió cada vez más ancha. Simplemente limitándose a los encuentros que el rubio deseaba y a las lecciones que el más joven recibía.

El tiempo pasó, lo suficiente como para que un año se completase.

El rubio descansaba en dónde siempre, aquel lugar (el pecho del más joven) se había vuelto su sitio preferido cada que terminaban alguno de sus encuentros.
De alguna manera el chico había crecido más de lo esperado, quedando a la altura y complexión del rubio.
- Zoro... - le llamó. …ste le respondió con un ligero sonido. - Ya es tu última noche aquí ¿Que haz aprendido?.

Aquel cuestionamiento era algo que el más joven no esperaba, se hundió un poco más en el lugar en el que estaba, viendo no mover mucho al contrario sino quería acabar con un dolor de cadera peor que el de sus primeros encuentros.

- Que eres un insaciable.- comentó mientras seguía pensando y recibía como respuesta una risa por parte de su maestro.

- Aparte de eso, fiasco de estudiante.- el chico siguió pensando.

- Nada es lo que parece, la filosofía es el arte de la vida y el amor por lo que se sabe y que se debe de cuidar el orgullo. Por sobre todo y más ante los dioses.- finalizó.

El rubio meditó un poco lo que había "recitado" el chico. No podía decir si era cierto o no, aunque simplemente estaba buscando una excusa para que el contrario no se fuera. Quizá el decirle que su estudio estaba incompleto y que el tiempo que había estimado había errado... Simplemente no quería que se fuese, había desarrollado de cierta forma y a pesar de la distancia que les separaba, un enorme afecto (¿o era más bien un apego sexual?) hacia el joven. Pero las promesas eran promesas y seguramente la mención del orgullo era precisamente por eso. El de cabellera verdosa no podía concebir una falta a su promesa de hace una año y el rubio lo sabía.

Sanji suspiró - Pues bien, musgo errante, prepara tus cosas y vete al alba, o no llegarás a Atenas a tiempo. Y que los dioses estén por tu parte.-

Luego de eso, se desprendió del pecho del chico y salió hacía alguna parte, suponía que sino veía al contrario marcharse el buscar adjetivos para un nuevo aprendiz sería menos complejo.

Nuevamente y como todo lo que se refería al muchacho, se había equivocado.

¿Cuánto había pasado ya? Cinco años... No, quizá más, y tras la partida de su adorado aprendiz no había aceptado ni un pupilo más, evidentemente su prestigio había decaído tras eso, pero ya no podía seguir con aquello, no cuando en realidad sólo deseaba quedarse tirado en el pasto mirando como el cielo se movía hasta llegar al ocaso, tenía un complejo y de los grandes, pero parecía como si los dioses ya no le escucharan, sin más se quedó en donde estaba disfrutando de la brisa, en lo que Apolo se dignaba a hacer descender al astro mayor.

El anochecer era una de las visiones más bellas, realmente se preguntaba cómo es que había podido pasarla por alto durante tanto tiempo.
Abrazó sus piernas una vez que se había sentado sin moverse de dónde estaba. Los mechones de su cabello rubio se movían al compás del viento que le acariciaba el rostro. Suspiró.

-¿No decían que con cada suspiro la felicidad se escapaba?.

Aquella voz... Alzó su rostro sólo para encontrarse con un rostro conocido, pero plenamente diferente. Era más hosco, más alto, pero era él...

-¿Qué haces aquí? - su respuesta fue dura, firme, sin titubeos, aunque le habría gustado hacerlo. El joven, que ya no lo parecía tanto se puso de cuclillas y le tomó por la barbilla, mientras le mostraba una lasciva sonrisa.

- Los dioses dijeron que era una buena época para una revancha. - y son más unió sus labios en un ardiente beso. Que el rubio, aunque no lo dijera en voz alta, deseaba.

- Veamos si puedes poner en práctica lo que aprendiste.

Y aquello, fue el inicio del fin.
Notas finales:

Espero que el one-shot haya sido de su agrado, espero sus opi iones y... Alguna que otra queja por si era lo suficientemente malo xD... Sin más...

 

YANNE~


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