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Humanos y Demonios por Kathrina

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Notas del fanfic:

Los personajes de Naruto no me pertenecen, pero la idea de usarlos para esta loca idea, dominaron sobre mi y ahora aqui el resultado.

Hace mucho, mucho tiempo... (Realmente mucho) en un lugar muy, muy lejano (muy lejos)... lleno de gente... (Que ironía), dos grandes reinos llenos de prosperidad y mucho amor entre ellos... donde la avaricia, dolor, celos, deseos y codicias se quedaba encerrada en ese cajón escondido de la vista de todos, dentro de cada persona. Aun así hay casos en el este cajón se llena, explotando en un choque que causa solo la destrucción del dueño de dicho contenido. Sin embargo que pasaría si el dueño de este, no es nadie más ni nadie menos que el rey de uno de estos reinos... Quien celoso y envidioso del otro...

A la mierda esto, todo está pasando aquí y ahora. Me canse, presten atención a lo que les voy a relatar... Porque no volveré a repetir esta porquería. (Dese a entender el primer párrafo)

Ejem.

En fin, hoy en día el mundo está liderado, o mejor dicho se encuentra en guerra, por dos reinos.

Los humanos, gente que desde hace tiempo ha vivido de manera limitada sin embargo, gobernados por un rey y reina de gran corazón, o así es como era. Ahora los humanos han sido quienes han decidido que aquellos seres repugnantes, asquerosos, viles y sin sentimientos encuentren su fin de la peor manera, escorias que han matado a los suyos sin remordimiento alguno, torturándolos y haciendo de su vida un infierno. O bien lo que les queda de vida.

Con la vida limitada por el tiempo, los humanos han determinado que deben acabar con el reino contrario, para su propio bienestar.

Aunque anteriormente la tregua y la alianza entre ellos era común, hoy con el nuevo rey de la humanidad, quien egoísta y tirano, por no decir envidioso, con lo seres de procedencia desconocida, a sus ojos, ha decidido ser el único con poder y fuerza, odiándolos y no tolerando ser considerado inferior por nada ni nadie.

Siguiendo su ideología y decisiones, ataco sin piedad alguna a los pueblos menos cercanos al castillo del otro rey, y por ende los menos protegidos, saqueando, matando y condenando a esos seres de enorme poder por nacimiento... Si, seres de poder, fuerza y gran fortuna.

Los demonios.

Liderados por un rey de gran corazón, desde el inicio del tiempo, odiador de la guerra y la violencia injustificada... pero eso no ayudo en nada al momento de escuchar y sentir el dolor sentido por los suyos, la muerte de la, de su gente inocente... El dolor y la ira cegaron su buen juicio, cerrando su corazón hasta el extremo de cambiar tanto y finalmente desear lo mismo que el rey humano.

El derramamiento de sangre por la raza contraria.

En pocas palabras... La guerra.

Y ambos no descansarían hasta que...

El rey humano se considere superior y mejor en todos los aspectos al demonio, creyéndose así mejor que Dios. Y todo por orgullo.

Y el rey demonio logre apaciguar su furia incontrolable, la cual lo consume, al igual que el dolor por la pérdida de su gente, viéndola morir por las manos de un simple humano, al cual una vez considero amigo.

Ahora solo algo es seguro, ambos reinos no descansaran hasta cumplir con su objetivo... O bien morir en el intento.

**********************

Reino humano – Konoha.

Grandes jardines son los que rodean el majestuoso castillo de piedra caliza tan firme y dura como bella, poseedor de altas y grandes torres, permitiendo observar a la lejanía, un deleite para la vista. Siempre rodeado de fuertes y enormes murallas y custodiado por los mejores guardias al servicio del rey y cuidado de la princesa.

En la sala del trono, de paredes blancas mármol, grandes ventanales con cortinas rojas, enormes puerta de pardillo, gruesas y resistentes, la cuales se encontraban bajo la vigilancia de guardias experimentados. Los dos tronos, el del rey, de color dorado tan impresionantes decorado con las mejores joyas nunca vistas; y el de la reina de color plateado con las joyas más delicadas y puras vistas pero inalcanzables para la gente común, justo detrás del mismo una gran ventana dejando entrar los rayos de la hermosa mañana que empieza, y frente a ellos una gran alfombra de color sangre que guían hasta la salida más cercana de la sala.

En este lugar se desarrollaba una acalorada discusión entre el rey y sus más fieles y confiables generales, siendo testigo de ello la princesa.

- Los quiero muertos, a todos. – declaro su majestad, el rey Uchiha Sasuke; quien subió al trono después de la muerte de su hermano mayor Itachi, antiguo rey. De piel blanca, cabellos negros con reflejos azules y ojos como la noche sin luna, facciones firmes, delicadas pero varoniles, y cuerpo de ensueño, portando una capa negra, la cual cubre su torso, con pantalones oscuros, siendo este su color favorito.

- Onisama. – le hablo su hermana menor, la princesa Hinata, de largo cabellos azul oscuro casi negro, poseedora de unos enigmáticos pero preciosos ojos color perla, con su cuerpo voluptuoso, similar al de una diosa. De gran corazón, tratando a todos por igual, por quien son y no lo que poseen. Vistiendo un elegante Kimono rosa pálido con un obi azul cielo, realzando su tono de piel tan blanca como la nieve. – Ellos no son nuestros enemigos. – opino una vez más, tratando de hacer ver a su hermanos la verdad de lo que sus actos causan.

- Retírate Hinata. Es mi deseo darles muerte a esas bestias. – siseo con rencor, viendo a su adorada hermana sentada en el trono, que una vez perteneció a su madre.

- La venganza no es la solución. – intento otra vez, levantándose de su asiento, demandando así tanto autoridad como serenidad, sin embargo con voz suave. – Ellos no mataron a Itachi-Onisama, sabes... - bajo la mirada, a pesar del paso del tiempo, aunque corto, aun dolía su perdida. – Que fue un accidente. …l no hubiera-

- Cállate. – grito el azabache furioso ante la mención de su hermano.

La peli azul se encogió en su sitio, no espero que su hermano, el único familiar que le quedaba, reaccionara así. Pero no dejándose intimidar, levanto la vista con más fuerza, decidida y determinada a dar su punto de vista.

- …l no hubiera deseado esto. – grito a todo pulmón, llamando así la atención del rey. – Sabes que odiaba la violencia, nunca quiso esto. – siguió, pero su hablar se vio interrumpido por un fuerte dolor en sus pulmones, problema que poseía y posee desde su nacimiento. Tan fuerte fue el dolor, sintiendo como el aire le empezaba a faltar, empezó a toser y a respirar a bocanadas en un intento de tranquilizarse, viéndose frustrado su intento en el momento en que empezó a toser de manera escandalosa, escuchándose, el vacío que había en su pecho, por la sala.

Sasuke quien observaba todo sin expresión aparente, neutral como siempre ubicado en el centro de la sala, dejo en el olvido su enojo para acudir en la ayuda de su hermana.

No alcanzo a dar un paso, cuando frente a sus ojos, pasó solo un borrón amarillo, que llego más rápido de lo que hubiera querido.

Y ahora frente a sus ojos se encontraba un bello doncel de estatura baja, piel suave y tersa color canela, larga cabellera rubia como el sol, siendo la envidia de este, hasta la cintura, recogido en una coleta baja. Portando un viejo yukata negro con un delantal blanco, el cual demostraba que era parte de la servidumbre del castillo, y que a leguas se notaba le quedaba grande. No pudo observar su rostro puesto que se encontraba de espaldas a él ayudando a su hermana, la cual había caído de rodillas frente a sus ojos.

- Hinata-sama. – se escuchó por la estancia la gentil voz del recién llegado, agitado. – ¿Se encuentra usted bien? – se podía notar la preocupación y la angustia en su voz.

- Es-estoy bi-bien... - su voz solo salió como un susurro siendo escuchado nadie más que por su más fiel confidente.

- Sabía que era mala idea, usted no debería estar aquí... - regaño suavemente. – Más aun cuando no ha tomado su medicina.

- Naruto, tranquilo no va a pasarme nada. – dijo mientras con la ayuda del mencionado se levanta con cuidado más calmada ahora.

Una vez derecha, dirigió su vista hacia el azabache junto con su amigo. Fue en ese momento que Sasuke se vio atraído por el doncel frente a sus ojos. Quien con unos impresionantes ojos azul cielo, tan despejado y hermoso con siempre pero a la vez más profundo que el océano mismo lo miraban atravesando su alma, y de las peculiares marcas en sus mejillas, tres en cada una, dándole el aspecto de un pequeño animal.

Entonces decidió...

- Tú. – le llamo autoritariamente. – Nombre. – exigió.

El rubio se sobresaltó levemente, nunca había visto a su majestad de frente, y esos ojos negros tan vacíos le causaban escalofríos, no importaba lo que le dijeran las demás sirvientas del castillo, el nunca podrá entender porque es tan irresistible ese hombre para ellas, cuando para el solo es un hombre más, solo que con poder y un enorme vacío dentro.

Se levantó firme y realizo una leve reverencia. – Mi nombre es Naruto, es un placer estar en su presencia, Majestad. – en tono suave se presentó, sintiendo la mirada oscura en su persona causándole una escalofrió mayor, tenía un mal presentimiento.

- Nunca te había visto. – declaro. Y ahora se dirigió a la oji perla. – ¿De dónde lo obtuviste?

Su hermana quien se había mantenido al margen viendo como su oji azul amigo se presentaba a su hermano, frunció el ceño, no le gustaba como el rey hablaba de todos como si fueran objetos.

- Mientras paseaba por el pueblo lo encontré y decidí tráelo, él está encantado con la idea y es mi compañía. – aclaro tranquila, pero para todos en la sala se denotaba en su vos un tono autoritario.

"Eso significa que no ha sido estrenado" pensó Sasuke con una sonrisa ladeada.

- Puede levantarse. – le hablo a su nueva presa. – Esta noche te espero en mis aposentos. – ordeno.

- No. – salto su hermana. – Es mi acompañante... Onisama no voy a permitir que lo toques. – dijo mientras se ponía delante de Naruto el cual coloco una expresión de terror a la orden, que sabía, debía cumplir.

- Yo decido el destino de mis sirvientes, y si digo que será mi acompañante esta noche lo será. – dijo serio y neutral, no importándole lo dicho anteriormente.

- Es no lo voy a permi-

- No tienes ni voz ni voto en este asunto, así que cállate. Y tú... - fijo la vista en el doncel quien se encogió en su sitio presionando sus manos en su pecho con aparente miedo emanando por cada poro de su cuerpo. Miedo que por el contrario, excito al azabache, esa noche seria divertida. – Edad.

El menor tembló imperceptiblemente, o al menos eso creyó, todos en la sala se habían dado cuenta y sentían pena por el doncel, pues era bien sabido que el rey gozaba mucho con sus acompañantes nocturnos, tanto al punto de dejarlos prácticamente irreconocibles en sus zonas íntimas, esa era la causa del cambio de los sirvientes cada mes.

- Te-tengo 15 años. – dijo bajito sin alzar la mirada, sabía lo que significaba, los donceles alcanzaban su madurez total a los 16 años de vida, a partir de esas edad podían embarazarse, antes no.

Sin embargo Naruto no quería perder su virginidad, peleo mucho en el pueblo evitando que se la robaran los bandidos, solo para entregársela al rey, sin bien para cualquiera sería un gran honor, él prefería enamorarse y entregarse por amor, tendría que idear la manera de escapar, aunque tuviera que dejar a su dueña, aunque más que dueña era como una madre para él, aunque solo tenían de conocerse 3 meses. Sabía que la princesa, siempre tan bondadosa, no pondría peros a la hora de dejarlo ir aun si eso le rompía el corazón, a ambos, en el proceso.

- Bien, no debes faltar. – ordeno.

- No voy a permitirlo. – hablo una vez más la peli azul.

- No me provoques Hinata. – la miro amenazante. – Fácilmente cierta persona importante para ti podría desaparecer si tu "sirviente"... - hablo con burla, puesto que todos los pueblerinos, como los llamaba, eran sus esclavos, condenados a su voluntad, si les ordenaban matarse entre ellos, lo debían de hacer. – No aparece, te lo advierto.

- ......... - la chica se quedó callada mientras bajaba la mirada, sus ojos perla se aguaron, su hermano era cruel y no le importaban los demás con tal de obtener lo que deseaba. – Vámonos. – pidió en un susurro que fue perfectamente escuchado por el rubio que asintió suavemente, mientras tomaba con delicadeza la mano de su señora y salían a paso lento de la sala.

Una vez se fueron, el rey fijo su vista en sus generales, gente bajo su ordenes, poderosos usuarios de chakra, elegidos para poseerlos y dominarlos... quienes desde el principio permanecieron callados, sin interrumpir, sabían del genio que posea su majestad y no estaban dispuestos a sufrirla, eso sin embargo no quitaba el pequeño dolor que sentían en el pecho, por el inevitable destino que tendría el pequeño sirviente doncel, parecía tan inocente y juguetón; y ahora... quien sabe cómo sería después de esa noche.

La mirada sin luna se fijó primero en el más viejo de sus generales. Jiraiya, un sabio así como también un pervertido en todo el sentido de la palabra, de cabello blanco natural, ojos negros y marcas rojas desde sus ojos hasta perderse en su mentón y piel semi-bronceada, siempre despreocupado pero serio a la hora de actuar, vestía una yukata verte, abierta ligeramente dejando ver su pecho, escondiendo su mano en la abertura rebelde.

Siguió su recorrido con el segundo mayor, el peli plateado de Kakashi, un gran lector de los libros creados por Jiraiya, conocido por su forma de copiar las técnicas de chakra y mejorarlas, siempre dejando a la vista solo un ojo, el otro cubierto por un parche y su rostro camuflado por una bufanda negra, nunca se la quitaba, ni por orden de su rey, se notaba solo el color de su piel por la manos, las cuales dejaba al descubierto. Vistiendo un yukata azul oscuro, leyendo otra vez el último libro sacado por el sabio.

Chasqueo la lengua, nunca cambia ese Kakashi a pesar de ser el maestro que le enseño lo esencial en la espada siempre se encontraba leyendo. Mejor dejo de perder el tiempo y miro a Shikamaru, ese peli marrón oscuro de ojos negros, con su cabello recogido en una coleta alta, haciendo de piña, el cual miraba todo aburrido, sin interés alguno. Solo vistiendo una yukata marrón, le dio flojera buscar otro color.

Y por último miro a su ultimo general, Neji un joven de la misma edad que su hermana, de cabello color marrón y ojos blancos o perlas, iguales a los de su hermana, solo que en estos ojos solo se apreciaban seriedad, hombre siempre conocido por el cumplimiento de las normas, vistiendo un yukata gris.

En este último se detuvo, pues si bien sabía que era muy cumplido en su papel de general, también era la persona por la que su hermana compartía fuertes sentimientos siendo correspondidos, eso le enfurecía quien se creía un ser inferior para intentar cortejar a su hermana, no lo permitiría, aun así su, siempre perceptible, hermana se dio cuenta de sus intenciones y le hizo jurar no lastimarlo, y el siempre cumplía sus promesas, aunque eso no quitaba el riesgo que este general pudiera sufrir en el capo de batalla.

- Ideas. – fue lo único que dijo.

- Deberías tener más paciencia. – hablo aburrido Jiraiya, mientras seguía buscando con la mirada a alguna jovencita que le ayudara con la inspiración para su próximo libro.

- Jiraiya-sama tiene razón, Sasuke. – ahora fue Kakashi, quien le hablaba de manera informal por ser su maestro, y al azabache no le molestaba. Sin embargo le hablaba con respecto al viejo sabio por ser el creador de su amada novela.

- Sasuke-sama. – ahora fue Neji quien dejo atrás la opresión en su pecho al enterarse de que su amada princesa tenia a alguien, bien sabía que debía dejar esos sentimientos por ella, pero no podía evitarlos tampoco. – Opino que debemos atacar de frente, demostrarles nuestra fuerza y someterlos. – hablo claro y sin tapujos.

- Siguiente. – no descarto la idea sin embargo, le agradaba, el azabache no era para darse rodeos y un ataque directo sonaba tentador.

- Tsk. ¿Supongo que es mi turno no? – más que una pregunta fue una confirmación por parte de Shikamaru, quien es el estratega del reino a tan corta edad, la misma que la princesa y por consiguiente de Neji.

El rey solo paso mirarlo serio, pero se podía ver en su mirada que se estaba cansando ya, la pelea con su hermana le quito el poco, si es que no era nada, de su ánimo.

- Que problemático... Simplemente podemos... - comenzó el estratega.

Y así comenzaron los planes, para el próximo ataque en contra de los demonios.

*********************************************************

Después de salir de la sala del trono, Hinata le pidió a Naruto que por favor la guiara al jardín interno, y el gustoso de cumplir accedió rápidamente y entusiasta, con una gran sonrisa deslumbrante como los rayos del sol, la cual pudo disipar gran parte del temor que tenía la chica.

Dejando a su señora sentada en la pequeña capilla en el centro del jardín, salió en carrera por un pequeño aperitivo junto a la medicina recetada por el mejor doctor del reino.

Cuando el rubio se fue, la mirada perla se dirigió al bello jardín, donde se encontraban cuidadas de manera especial cada flor, para que luzcan siempre hermosas. Este jardín reflejaba paz y ella allí siempre lograba pensar mejor en que hacer...

Si bien desobedecía a su hermano permitiéndole escapar a Naruto, su amado Neji lo pagaría, eso lo sabía, lo conocía muy bien, como también sabía que su amado no era del agrado del azabache.

Y obedecerle, obligar a Naruto a entregarse a su hermano, siendo la primera vez de este, sería muy cruel... Cuando lo vio en el pueblo en un callejón peleando para evitar que abusaran de él, ordeno rápidamente a sus guardianes que lo ayudaran y como seguidamente de esto el rubio se le acerco con una gran sonrisa dándole las gracias de una manera tan alegre y entusiasta, haciéndola sonrojar, en ese momento entendió porque siempre lo perseguían. Se hicieron amigos rápidamente y después de un mes de insistirle este acepto ser su acompañante permanente en el palacio, no tenía familia o no la recordaba y siempre había vivido en la calle sin la ayuda de nadie, eso no ayudo a que su corazón se oscureciera, todo lo contrario se hizo más grande y bondadoso al saber los horrores y el dolor que podría sufrir la gente, habiéndolo vivido en carne propia.

Pensó en mejor ayudar a su amigo a escapar, sabía que Neji era fuerte y podría salir victorioso a cualquier cosa que le ordenara hacer el rey, podría mandar al doncel a un recado fuera del castillo y decirle que nunca regrese, después ponerle la excusa a su majestad de que fue secuestrado o algo así o mejor...

Se mordió el labio inferior, claramente indecisa, confundida y enojada consigo misma. Por nada del mundo quería decidir, sabía que debía hacerlo... se encontraba entre la espada y la pared.

- No debería pensar tanto en eso, Hinata-sama. – hablo el rubio recién llegado, trayendo en su manos una bandeja con dos tazas, una jarra con té de manzanilla, una canastica de galletas y un pequeño sobre con la cantidad de medicina determinada.

La princesa levanto la vista mirando con dolor reflejado en sus ojos a su gran amigo, no sería capaz de hacerle eso. Así como tampoco podía escapar de su destino, su salud, de por si delicada, no le permitiría llegar lejos.

- No es justo. – susurro al borde del llanto, sus ojos eran una cárcel para las lágrimas que intentaba contener, se le rompía el corazón al saber que su pequeño sol, el cual decidió traer al castillo para darle más vida, seria despojado de todo su brillo.

- Es inevitable. – aclaro mientras colocaba tranquilamente la bandeja en la mesa de la capilla y tomando asiento a su lado, viendo como la misma apretaba sus manos contra sus pierna apretando así el costoso y hermoso kimono, en un intento de retener sus lágrimas.

Naruto enternecido de la gran preocupación de Hinata, tomo entre sus manos las de ellas, tan suaves y delicadas, para guiarlas hasta su pecho justo en el corazón, oprimiéndolas ligeramente. La princesa desconcertada por la acción alzo la vista encontrándose... con algo que jamás podrá olvidar.

De los pocos rayos que llegaban a la capilla, se podía apreciar un largo cabello rubio como el sol naciente meciéndose suavemente por la brisa de otoño, junto a unas joyas azules resplandeciendo en infinita comprensión, sin una pisca de reproche o enojo. Todo junto a una sonrisa sincera y hermosa, quizás la más hermosa que haya visto la peli azul, conteniendo la respiración... sabía que Naruto era hermoso y brillaba por sí solo, y ahora se lo demostraba, se lamentaba ahora más que nunca, si ella fuera más fuerte podría protegerlo...

- No es necesario. – dijo con su sonrisa, adivinando sus pensamientos. – No voy a caer por algo así... - dijo desviando la mirada, observando en los arboles del bosque a las pequeñas aves que daban de comer a sus polluelos, tan felices. Suspiro cerrando los ojos, y respirando nuevamente abriéndolos una vez, dejando al mundo contemplar, en sus ojos, los deseos de su corazón, los más profundos y enterrados, que ni Hinata aun lograba descifrar. – Si es por ti, y tu felicidad no me importa entregarme al rey. – no la miro en ese momento. Si era por Hinata, se entregaría aun en contra de su voluntad. ¿Se arrepentiría? No, por supuesto que no, en ningún momento dudaría de sus acciones, ese era su orgullo, seguir firme en lo que decidiera, ya sea bueno o mal, dejaría que la suerte decidiera su destino.

- ¡No tienes por qué hacerlo! – se apresuró a decir. – Sé que te gustaría entregarte por amor, ese es tu deseo, y lo respeto y opino igual por eso no voy a quitártelo-

- Pero... - la interrumpió. – Si con ello tu persona especial está a salvo, no me importaría. – consoló, tratando de evitar que su madre no se sintiera mal al no poder hacer nada por ayudarlo.

- No lo conoces, porque lo ayudarías. – respondió en un intento de hacerlo cambiar de opinión, se estaba desesperando.

- Tal vez no, pero tu si... - contesto con una sonrisa mientras la mirada a los ojos. – Ya está decidido, y bien sabes que no cambio de opinión. – en ningún momento alzo la voz, todo lo dijo tranquilo y sonriente, por dentro le dolía un poco, las calles o más bien las prostitutas que lo cuidaron de niño, siempre amables, buenas amigas, le enseñaron a no entregarse fácilmente que cuando encontrara al hombre de su vida, que este luchara por ser el primero y único en su corazón, alma y por sobre todo su cuerpo.

Con su decisión dicha, la chica entrecerró los ojos mientras de los mismos caía una ligera y cristalina lagrima, acompañándola otra y otra, hasta que no pudo detenerse. Se lanzó hacia el rubio que la recibió con los brazos abiertos y la estrecho contra su cuerpo, ella refugiándose en su pecho y el mirando el cielo despejado que ahora presentaba ligeras nubes de lluvia.

Así duraron un tiempo, Hinata lloraba con todo lo que podía, por ella y por el doncel, sentía que este se hacia el fuerte aunque no lo demostrara. El rubio solo acaricio con gentiliza la larga cabellera, en un movimiento suave y relajante.

Y el doncel solo se quedó allí esperando y esperando, dejando a la joven desahogarse hasta que se acabaran sus lágrimas o pensara que es suficiente y el dolor que siente fuera menor; así sucedió después de unos minutos los sollozos y los espasmos que recorrían el pequeño cuerpo de la doncella, se hicieron menores hasta que se relajó y despacio se separó, levando sus manos a su rostro, y con su dorso limpio sus mejillas borrando la evidencia de su antiguo llanto.

- ¿Mejor? – pregunto el doncel.

- Sí. – respondió bajito.

- Ya no hablemos de eso, ¿quieres? – más que una pregunta fue una sugerencia, no quería seguir hablando de ese tema, y Hinata entendiendo también, porque ella tampoco quería, asintió. – Bueno... - con una gran sonrisa alzo con su dedo índice el mentón de la chica, dejándole así observar su rostro. – Debes tomar tu medicina, además de que las galletas y él te no se comerán solos. – comento con una tierna sonrisa.

La princesa asintió y sonrió de manera leve, nunca desanimarían a ese chico sin importa lo que hicieran, ahora tenía una pequeña esperanza, hablaría con su hermano tal vez así...

- Ni lo intentes. – advirtió el de ojos zafiros. – No me harás cambiar de opinión, y no dejare que intercedas por mi... - frunció el ceño con claro enojo. Fue difícil suprimir su personalidad explosiva y aprender modales, pero aun así lo hizo solo para no tener problemas en el castillo, pero ahora no pudo evitar que saliera un poco de la misma. Y dándose cuenta, se cubrió la boca, arrepentido por su actuar. – Lo s-siento. – le costó decirlo, por lo general nunca se disculpaba; pero la oji perla solo le miro y reía por la acción del doncel, en todo el tiempo que lo conocía sabía que no era de los que pedían disculpas. – No te rías. – exploro levantándose indignado por la risa de Hinata.

- Jajaja, disculpa, está bien no intercederé... - dijo con una sutil sonrisa, pero después se puso seria. – No cambies... - le pidió en un susurro.

- Nunca. – le respondió mientras tomaba asiento de nuevo. – Toma. – le dijo dándole una taza de té con el sobre de medicina. – Debes tomártela.

La chica simplemente asintió mientras tomada de la mano de su acompañante el sobre con su medicina recetada vertiéndola en su tasa de te donde se disolvió completamente. Seguidamente tomo por completo de su tasa hasta terminarla, y la medicina cumplió su objetivo, deshacer la opresión en el pecho de la joven princesa.

- Y bueno... - comenzó divertida la oji perla. – ¿Al señorito Naruto no le gustaría acompañarme toda la tarde en este hermoso jardín? – pregunto con una gran sonrisa pero siempre elegante, a ambos les gustaba divertirse, a la de ojos claros aún más, el aura del rubio, siempre tan explosivo, espontaneo pero de tan buen corazón la incitaba a comportarse, una vez más, como una niña; y siendo sinceros a ella le gustaba hacerlo.

El doncel rubio la miro, escondiendo su mano derecha dentro de la manga de su yukata, y dirigiéndola hacia su rostro, escondiendo su cara... Ahora solo se dejaba a la vista sus llamativos ojos azules, los cuales relucían traviesos, el resto de su rostro era ocultado por la manga, envolviéndolo en un pequeño misterio. Sin embargo la peli azul sabía que detrás de esa manga se encontraba una gran sonrisa que junto a esas peculiares marcas, parecía un zorrito juguetón.

- Oh, me siento alagado. – le contesto el otro. Imitando el acento de todos los magnates que solían visitar el palacio y pedir la mano de la princesa del reino, también como ella los rechazaba siendo cruelmente inocente. – Pero me temo que debo declinar su oferta ¡Oh, mi dulce y adorada princesa! – de manera elegante tomo un mechón de su rubio cabello, el cual salió infraganti de su coleta baja, y le guio hasta detrás de su oreja, despejando su rostro y por ende sus ojos.

- Y... se puede saber ¿porque? – interrogo pareciendo indignada y cuenta de ellos se daba esto que había colocado sus manos en sus caderas semejando ahora la forma de una jarra además de su ceño ligeramente fruncido pero a la vez divertido, aunque por dentro reía fuertemente por la imitación del menor de aquellos hombres, aunque lo hacía mil veces mejor que ellos, Naruto desprendía elegancia y fragilidad innata.

- Pues... se debe a que usted, mi lady... - dijo mientras se levantaba y descubría su rostro, con movimientos tan suaves y siendo hipnóticos. – No debe dejar esperando a su apuesto caballero de brillante armadura ¿cierto? – comento divertido, haciendo una leve reverencia a cierta persona que se encontraba de espaldas a la princesa y que por lo mismo no puede ver.

- Eh? – fue lo único que emitió, viendo como su mejor amigo la veía divertido y con la mirada le señalaba a la alguien, quien recién llegado escucho toda la conversación.

La peli azul cayó en la cuenta de algo, su sirviente como lo llamaba su hermano, solo hacia una reverencia cuando veía a los generales pasando por los pasillos por donde se encontrara, aun si los mismos no lo notaban, fue una costumbre que le inculco cuando le enseño modales. Volteo discretamente por sobre su hombro, dispuesta a ver de quien se trataba encontrándose con un joven de cabello largo atado al final de ojos perla y yukata gris, en el momento en que enfoco su mirada en él, la volteo inmediatamente, con los ojos abiertos todo lo posible, su rostro enrojeció hasta parecer un tomate maduro.

Y Naruto quien observo todo, rio divertido para luego hacer una pequeña seña de manos y despedir al joven general de manera sutil, ya que este solo iba de paso y se detuvo en el momento de oír la voz de su amada y encontrarla divirtiéndose con su acompañante, verlos así, jugando le arranco una pequeña sonrisa, la princesa tenía su brillo propio, y también entendió de que el doncel rubio sabía lo que sentía pues termino el juego al momento de levantarse y saludarlo, dándole a entender que lo cacho teniendo tanto tiempo la vista fija en la doncella peli azul, se despidió igualmente pero teniendo en cuenta que la chica de ojos perla lo noto y volteo a mirarlo solo para desviar la vista rápidamente, eso le dolió, así que era cierto que la princesa amaba a alguien; siguió su camino un poco desanimado, pero él se aseguraría de que la dueña de su corazón fuera feliz aun si no era a su lado.

Después de la partida del general, en el jardín y en sus alrededores solo quedaron Naruto y Hinata, el primero volvió a sentarse y la segunda solo miraba el piso como si fuera lo más interesante del mundo, además de que su rostro competía con un tomate, ganándole por mucho.

- ¿Ne, Hinata-sama se encuentra bien? – pregunto con una gran inocencia Naruto, poniendo su dedo índice en su labio inferior y mirándola fijamente con gran ternura.

La chica solo alzo la vista cuando su sonrojo disminuyo abarcando solo sus mejillas. – Tu sabias que estaba allí y ¿aun así no me lo dijiste? – acuso con una mirada matadora.

El rubio solo pudo estallar en risas haciendo que el enojo de la peli azul aumentara tanto, que hizo lo que nunca creyó que haría a alguien...

Empujarlo... (Admitámoslo Hinata no es de la que atacan a gente porque sí)

Haciendo que su amigo, quien tenía la guardia baja por intentar respirar aun con su ataque de risa, cayó al suelo en pocas palabras al campo de flores, su espalda choco con las flores blancas, amarillas y violetas, las más comunes del prado que rodeaba la capilla de mármol. Su choque causo que varios de los pétalos de las mismas se dispersaran haciendo que su dulce aroma, agradable y amargo a la vez se fueran con los alegres colores de la flores, siendo arrastrados por la ligera brisa del viento.

- Oye. – se quejó el acusado, cuando se recuperó del ligero aturdimiento que le causo el golpe, que fue muy leve.

La princesa lo ignoro mientras se levantaba y se acercaba a su víctima, tendiéndole la mano en son de paz. – Te lo buscaste. – respondió divertida la chica.

El rubio solo rio tomando la mano de la princesa, sin embargo contrario a lo que esperaba la misma, la mano acanelada la atrajo al cuerpo tendido en el campo de flores, haciéndola perder el equilibrio y caer sobre el jardín. Ahora eran ambos quienes tenían el cabello revuelto y enredado siendo adornado por las hojas verdes del césped bien cuidado y las flores caídas con el tiempo.

Ambos se miraron y seguidamente estallaron en risas, no lo pudieron evitar estaban peor que niños chiquitos y eso era algo que no iban a cambiar nunca. Pero todo tiene su final, y este fue cuando una tímida sirvienta de cabellos castaños y ojos marrones oscuros y la piel blanca ligeramente bronceada con el usual uniforme, un kimono negro con un delantal blanco, se acercó a ellos. Hinata que la vio junto a Naruto, detuvieron su risa y miraron a otras de sus amigas. Quien a pesar de haber sido "estrenada" hace 2 semanas por el mismo rey, fue ayudada por ellos antes de cometer la locura de su vida, tratando de suicidarse.

Cuando solo estuvo a solo unos pasos de ellos, saco las manos que estaban detrás de su espalda sacando un cofre de madera oscura, el cual capto la atención de Hinata quien inmediatamente se puso de pie bajo la atenta mirada del rubio, el cual estaba desconcertado, la peli azul se acercó al sirviente.

- TenTen. – la llamo por su nombre al momento de acercarse a ella lo suficiente, deteniendo su caminar, la chica solo extendió el cofre y con una tímida sonrisa se disponía a irse cuando escucho el leve susurro que a pesar de la distancia, oyó claramente. – Gracias. – dijo.

El castaño sonrió tímidamente, se había enterado del acompañante de esa noche del rey, el cual era su amigo. Aun lo recordaba.

Flash Back.

Había sido estrenada por el rey, sin consideración alguna tomo su cuerpo como si de un juguete se tratara, cortándolo leve y gravemente, clavando en sus dedos agujas, sujetándola fuertemente en su lecho mientras buscaba sus "instrumentos de placer", penetrándola sin compasión con el palo de una escoba, la cual ella usaba para limpiar, solo diciéndole que comprobaba si era cierto que era virgen o solo una vil puta que se acercó contoneándose, provocándole y así causando su destino.

Aun con la escoba dentro de su ser, el rey se enterró en ella sin consideración alguna, abriéndola a mas no poder, arremetiendo contra ella, mientras la sábanas blancas eran manchadas por la sangre que bajaban ahora por sus muslos, recorriendo sus blancas piernas hasta caer al lecho blanco, creando así un campo carmesí que solo se ampliaba cada vez más. Al final el rey termino dentro suyo una y otra vez mientras con un látigo le ordenaba callarse y no gritar, mantener absoluto silencio.

Sin embargo la castaña no podía, el dolor era mucho, el ardor de la semilla del rey dentro suyo era demasiado, quería morirse... Ahora su pareja no la querría, cuando por fin después de tanto insistirle este accedió a intentarlo y enterarse ahora de que ya no era pura, sería una desgracia para él.

Los leves gemidos de dolor, que eran más bien gritos, trataba de acallarlos mordiendo su labio inferior... Sin resultado alguna, a pesar de causarse dolor, rompiendo su labio y que la sangre bajara por su barbilla y se combinara con las miles de lágrimas que bajaban por sus ojos, mordió su brazo con mucha fuerza, rasgando su piel sangrando de igual manera, pero logrando acallar sus gritos.

Cuando finalmente el rey estuvo satisfecho, salió de su interior con brusquedad haciendo que se arqueara y callera en la cama manchada de su propia sangre, seguidamente saco el palo de madera, no sin antes empujarlo una vez más con más fuerza dentro de ella, haciéndola sangrar todavía más.

- Te quiero fuera de aquí, no quiero verte en cuanto vuelva. – fue lo que escucho de su majestad, el cual salió a asearse dejándola sufrir sola.

Ella solamente se levantó como pudo, sus piernas no las sentía, dolía a horrores todo su cuerpo, tomo la sabana impregnada de sangre y cubrió su maltratado cuerpo, tanto fue el jaleo que hizo el rey con su cuerpo que su largo cabello recogido en moños firmes, sus favoritos, se desprendieron, cayendo su ondulado cabello, el cual fue jalado y cortado una tercera parte de su largo original.

Camino por los desolados pasillo apoyándose de la pared, en su camino solo quedaban gotas de sangre, trazando su trayectoria, y poco no podía importarle ya después de esa noche ya no limpiaría nada nunca más.

Finalmente llego, arrastrándose aún por las escaleras llego al balcón del ala oeste, con el brillo de la luna menguante se acercó al borde de la misma, mirando el vacío que se extendía frente a sus ojos. Solo faltaba un paso, ya no le importaba nada, el dolor físico no se compara con el mental, el de su alma que grito de auxilio, que no escucho nadie, y solo camino lento, con la punta de los pies fuera del borde, camino una vez más, solo que esta vez cayó al vacío.

Y no supo de más.

.

.

Sentía un gran dolor, no quería abrir los ojos, pero unos llantos cerca suyo la obligaron a abrirlos, de manera que solo pudo apreciar un techo de piedra caliza la misma del castillo. Se cenó con cuidado, dándose cuenta de que los llantos se originaban fuera de la puerta de madera de aquella habitación.

Cuando iba a levantarse esta se abrió dejando entrar a la princesa Hinata junto a un rubio, que la miraban, la primera con los ojos acuosos y rojos de llorar y el segundo con los ojos azules levemente hinchados.

La princesa al verla se acercó corriendo y la abrazo, sollozando se su regazo, que ella simplemente no pudo hacer otra cosa que consolarla sin saber porque, el rubio solo la miro analizándola y se sintió intimidada por esa mirada azulina que parecía le escrutaba hasta el alama y mucho más.

El llanto fue disminuyendo hasta que se dio cuenta de que la princesa del reino de Konoha finalmente se quedó dormida, y el rubio se acercó a ella sentándose en la silla al lado de su cama, en ningún momento le quito la vista de encima, poseía un yukata negro que obviamente le quedaba grande y no le dejaba ver su cuerpo, sin embargo sus facciones delicadas la hacían dudar de si era doncel o varón.

- Estuvo esperando a que despertara, después de que te encontramos en el jardín cerca del ala oeste del castillo. – le aclaro mientras tomaba entre sus manos una manzana y un cuchillo, pelándola con cuidado. – Hinata-sama llamo al doctor del castillo el cual te reviso y curo tus heridas.

- ¿Por qué? – pregunto en un susurro, su garganta ardía seca.

Y el rubio desconocido a sus ojos se dio cuenta de ello, dejo la manzana pelada y picada en un plato, para luego acercarle un vaso con agua, que tomo con cuidado, dándose ahora cuenta de sus brazos cubiertos por vendas.

- Eso es lo que debería preguntar yo. – respondió receloso, cuando recibió de vuelta el vaso. –No sé qué habrá pasado para que intentara acabar con su vida, sin embargo esa no debe ser razón suficiente para que termines con ella. – dijo cerrando los ojos y frunciendo el ceño con esas perfectas cejas rubias, que a parecer de ella, era de burla.

- ¿Y usted que puede saber? – le espeto. – Usted no fue el juguete barato del rey, aunque no lo pediste... ¡Usted no fue violado de la peor manera posible! ¡No tienes ni la más mínima idea de lo que me paso no hables como si me entendiera o supiera de mi dolor! ¿Qué puedes saber usted? Solo debieron dejar que muriera. – expreso con ira mientras caían suaves lagrimas por su rostro hasta caer finalmente en las sabanas que cubrían su cuerpo. – Mi vida ya tiene sentido. Solo déjame sola, quiero morir-

No pudo terminar de hablar cuando sintió que su rostro se volteaba en la dirección contraria a donde estaba el rubio, sintiendo arder su mejilla, llevo una mano a ella, y volteo a ver el desconocido que la miraba indignado con furia reluciendo en esos ojos azules.

- No hables de la vida, como si fuera algo barato. – dijo con aparente calma, por dentro estaba hecho una furia aun así no alzo la voz. – Entonces, te pregunto... ¿Si dices que no vale la pena, tus padres debieron evitar que nacieras? ¿Si ibas a perder la vida de esta manera porque naciste? ¿Por qué creciste? ¿trabajaste? ¿te enamoraste? Si solo quieres morirte... no hubieras nacido, así le ahorrarías el dolor a tus padres de ver a su hija morir. – su voz se quebraba, pero aun así no la alzo, y su mirada no cambio era seria. – Tu madre quien se alegró al saber que te esperaba, que te mantuvo dentro de ella por 9 meses, alegrándose cuando te movías y ni imaginar cuando naciste o diste tus primeros pasos... O tu padre que fue el hombre más feliz del mundo al saber que dentro de tu madre, el amor de su vida, se desarrollaba el fruto del amor que se profesaban, y quien seguro lloro de felicidad cuando naciste, cuando por fin pudo sostenerte en sus brazos y verte, después de mucha espera. – la voz del rubio era ahora un susurro, pero lo suficientemente audible como para escucharla, y sentir que su corazón se rompía, qué pensarían sus padres ahora de ella, ellos quienes trabajaron duro para cuidarla, quienes aunque cansados jugaban con ella sacando fuerzas de donde no las tenían. – Ibas a dejarlos. – acuso mirándola a los ojos, en ese momento la chica sintió que ese desconocido veía más allá de ella, desnudándola en el alma, dejándola desarmada completamente. – Los harías pasar por el dolor de verte pálida e inmóvil, después de que ellos pasaron su vida a tu lado, ¿porque? Que importa, si el rey te violo, tu eres tú, tú decides si tomar eso como una violación u olvidarla y seguir adelante con tu vida, no dejarte caer y demostrarle al mundo que eres fuerte y que no te dejaras caer por nada ni nadie. Y si tu pareja no te acepta tal cual eres, no te merece para nada, así sabrás que eres mucho para él. – se levantó con cuidado y camino hacia la puerta tomando el pomo de la misma, abriéndola y cuando se disponía a salir... - Solo los débiles de corazón se dejan caer en el abismo, pero solo los fuertes de alma con razones de vivir se levantan y toman el más mínimo rayo de luz y esperanza para hacerse más fuertes y seguir con su vida, no cayendo en los mismos errores. – con eso el rubio salió cerrando la puerta tras de sí.

Ahora TenTen se quedó sin palabras no sabía que decir solo vio como el rubio salió de la habitación dejándola sola, llorando por haber pensado en terminar con su vida.

- TenTen, él tiene razón. – escucho la vos de la princesa, la cual se sentaba y la miraba comprensiva. – Estuvo muy preocupado por ti cuando te encontró en el jardín, te cargo como pudo hasta mi alcoba y allí entre los dos te curamos a la mañana siguiente el medico te curo y dijo que estarías bien. – le dijo, pero la chica que aunque le escuchaba no podía borrar las palabras del otro de su mente. – Sé que sus palabras pueden sonar crueles, pero créeme él ha sufrido lo mismo o quizás más que tu... Quizá no fue violado, aun así él sabe mucho, o más bien conoció de la peor manera lo que es el dolor.

Con un dolor en su pecho, de esos que no te dejan respirar, te ahogan en tu miseria y te hacen llorar hasta que se te acaban las lágrimas, una daga que te traspasa el corazón más de una vez y te despedaza, solo para que te des cuenta de que el peor dolor que puedes sentir es hacer sufrir a las personas que te quieren y se preocupan por ti.

Miro a la princesa y lloro, como nunca lo había hecho antes. – Lo siento, lo siento... hic... hic... lo siento tanto... hic... no lo volveré a hacer... hic... nunca más... Gracias... - grito lo último a todo pulmón, esperando así que el rubio desconocido la oyera y la perdonara.

Hinata solo la veía con una pequeña sonrisa, viendo como TenTen se desahogaba de todo, enojada con su hermano no podía estar, no tenía derecho era su vida, pero si furiosa consigo por no evitar que realizara tremendos actos.

- Estoy segura que Naruto no te odia, y está feliz de que recapacites. – dijo la princesa mientras sobaba con paciencia la espalda de la castaña que lloraba ahora feliz de estar viva.

Fuera de la puerta, apoyado en la misma un rubio escuchaba todo, se separó lentamente de la misma y emprendió una caminata hacia la cocina, la chica tendría hambre. Sin embargo de su rostro no se borraba la sonrisa que significaba que estaba contento de que la chica entendiera, y que desde ahora se haría más fuerte. Pero eso no evito que una pequeña y cristalina e imperceptible lagrima bajara por su acanelada mejilla, recorriendo con cuidado y gentileza sus marcas, estando junto a la castaña sintió su dolor como propio y no lo aguanto más, saliendo de la recamara.

Fin flash back.

Desde ese entonces, se unió mucho con la princesa y Naruto, aun recordaba cuando se enteró de que era doncel, tenía la sospecha pero el confirmarlas, pues... fue impactante, algo que sin embargo acepto. Ahora sabía que su amigo podría pasar por lo mismo con ella, el corazón se le partía al enterarse, no podía hacer nada, esperar y ayudarlo, igual que el a ella.

Hinata se acercó a Naruto con el cofre en sus manos y se sentó en el suelo, entregándole el paquete traído a Naruto quien solo lo dejo en su regazo mirándola, pidiéndole una muda explicación.

- Dentro de unos días habrá un baile, y yo quería que me acompañaras, Onisama... - nombro a su hermano con dolor. – Me lo permitió siempre y cuando no vieran tu rostro, por eso lo que tienes allí... – dijo señalando el cofre. – es un regalo de mi parte para ti.

El doncel la miro para sonreír y abrir el regalo, bajo la atenta mirada de la joven. Descubriendo en él una máscara de zorro blanca con bigotes rojos, en los ojos bordes dorados, y la boca de un tono rosa cereza tenue. Alzo la vista enseguida a su madre, quien sonreía maternalmente, al ver como su pequeño estaba entusiasmado con el regalo.

- Gracias. – agradeció suavemente con la vista en la máscara, sacándola del cofre y delineándola con sus dedos, como asegurándose de que era real, puesto que era muy parecía a la máscara que tenia de niño, no recordaba desde cuándo pero la tenía, el destino fue cruel con él, y en una lucha por evitar que lo abusaran terminaron rompiéndola frente a sus ojos. Lloro por días, era el único objeto que tenía, con la inscripción de su madre, la cual no conocía pero la letra aseguraba que la tuvo. "Siempre camina hacia el sol, siempre estaré contigo cariño. Nunca dudes de que mama te ama con todo su ser". No olvidaría esas palabras, y ahora su segunda madre le daba una igual, sin saberlo siquiera, solo que esta decía... "El destino puede ser cruel, pero siempre será tu camino a elegir". Una sonrisa se le escapo.

- No. – dijo Hinata. – Gracias a ti por estar conmigo. – abrazo al rubio con fuerza sin intenciones de dejarlo ir, cuando lo soltó su rostro reflejo dolor. – Me gustaría que la usaras cuando pase... bueno ya sabes... sé cómo es Sasuke-Onisama y no quiero que le des el gusto de verte caer.

Naruto solo la mito y asintió entendiendo y dando las gracias de todo corazón, la usaría no dejaría que nadie se diera cuenta de que sufrió, nadie debe saberlo, el dolor es solo suyo y de nadie más.

- Pruébatela. – insto la chica.

Y el asintió, colocándosela y mirándola, pero no a ella sino al horizonte, perdiéndose en la bruma de sus pensamientos. Y Hinata se dio cuenta de ello, haciendo lo mismo pensando en el futuro que le gustaría.

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Se preguntaran ahora que paso con la brisa de viento... ¿No? ¿No lo hacen? Pues deberían, porque...

El destino es caprichoso.

Cupido un celoso.

Padre tiempo un aburrido.

Y la Madre Naturaleza una misteriosa enamorada.

Así que esa ligera brisa tomo cierto camino, viajando con la fuerza proporcionada por su madre se encamino a su destino uno el cual Cupido, aun celoso del mismo, acepto y espera con ansias, a la vez que Padre tiempo espera que el tiempo pase, es hora ya...

La suave brisa llega a un hermoso jardín rodeado de miles de árboles de hojas rojas, naranjas y amarillas, demostrando el hermoso otoño que se desarrolla ese año. Dicho jardín pertenece al Reino Demonio, mejor conocido como Makai... en la gran pero antigua mansión del rey, siempre pacífica y deseosa del siguiente día.

Ahora en el centro del jardín se encontraba cierto joven de largos cabellos rojizos sueltos azotados por el viento, removiéndolos y dándole un aspecto salvaje parecido también al rojo de la sangre, junto a una piel bronceada tenuemente, de complexión alta y musculosa sin exagerar, facciones firmes, ojos de un intenso dorado con la pupila rasgada, nariz perfilada y labios carnosos, solo vistiendo un yukata rojo decolorándose en el final a un naranja atardecer.

Este hombre, un adonis o mejor un dios, aunque siendo todo lo contrario no es nadie más que el rey de los demonios, quien ha gobernado desde el inicio del tiempo con justicia y valor, siempre pensando en los deseos de la gente antes que en sí mismo, pero ahora se encontraba en el dilema de que hacer, la guerra había sido declarada y en sus planes no estaba el abandonarla, no dejaría que su gente viviera con el dolor de perder a sus seres queridos pero sobre todo con el rencor de que no los ayudo a buscar al culpable del mismo.

- Shukaku. – dijo el nombre del hombre que se le acerco, siendo este el menor de sus hermanos, un joven de complexión fuerte y carácter bromista, de cabello color arena y ojos dorados con la pupila en forma de una estrella de cuatro puntas, y un tatuaje bajo su ojo derecho azul metalizado. – ¿Que noticias me tienes?

- ¿A ti no se te escapa nada no? – pregunto burlón, pero aun en ese tono se notaba la seriedad que lo envolvía. – Sht. Ya no me puedo divertir... – dijo mientras negaba divertido viendo el atardecer ceñirse sobre ellos. – Partirán hacia nuestras tierras mañana por la noche, llegaran en dos días. – fue lo que dijo.

El pelirrojo suspiro mientras volteaba a ver a su hermano. – Atacare esta noche. – el otro abrió los ojos con gran sorpresa y miro a su rey y hermano mayor. – Lo hare solo, nadie puede acompañarme, díselo a los demás. – a pesar de sonar con una petición esa aura de autoridad que ahora lo envolvía decía que no había lugar a quejas. El peli arena suspiro y asintió mientras se retiraba a cumplir su recado.

El rey de los demonios, conocido como Kyubi por su enorme poder, dividido en sus nueve colas, para la gente de su pueblo era un secreto que clase de demonio era, pero en sus rasgos felinos y su actuar notaba su audacia, parecido a un zorro astuto.

Se disponía a entrar cuando una ligera, pero a la vez fuerte brisa azoto su cuerpo trayendo consigo un ligero aroma a flores silvestre, a alfalfa, amapola y veza, las distinguió con su desarrollado sentido del olfato, sin embargo entre ese aroma tan combinado se denotaba la más fuerte de todas... Lirios, sutil pero ensordecedor de los sentidos.

Tan concentrado estaba que cuando vio un largo cabello rubio deslizarse frente a su rostro no dudo ni un segundo en tomarlo y verlo detenidamente, deleitándose con la suavidad y textura del mismo.

- Hm. Me pregunto qué tramaran ahora esos viejos. – se preguntó al aire sonriendo levemente mientras soltaba la rubia hebra que era nuevamente llevada por el viento.

Salto dentro de la gran casa, su hogar y se dispuso a prepararse esa noche le daría su advertencia al rey humano de lo que era capaz, de seguro la guerra terminaría antes de empezar, ese era su ruego silencioso.

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Volviendo al reino humano.

La tarde paso rápidamente sobre todo para cierto doncel rubio el cual estaba a punto de sufrir un colapso nervioso, no podía controlarse y ahora se encontraba en su habitación vistiendo igualmente su yukata negro, sabía que le quedaba grande pero aun así insistió en quedárselo no le gustaba para nada exponer su cuerpo y así sentir la mirada de lujuria de todos los hombres que lo mirasen, odia esas miradas, siempre era igual en cualquier, mientras esos hombres, malnacidos en su opinión, no se fijaran en el por su enorme ropa, mejor.

En su cama reposaba la máscara de zorro, estaba nervioso, escapar nunca fue una opción enfrentaría lo que viniera, eso no quitaba el hecho de que tuviera miedo...

Tan perdido estaba en sus pensamientos cuando en una rayo de luz noto que estaba a oscuras, el pánico lo invadió, cuando se hizo de noche tan deprisa que no se había dado cuenta. Tomo entre sus manos apresurado la máscara y salió de su alcoba. Vería primero a Hinata después más tranquilo iría donde el rey.

Caminando por los pasillos, su miedo se intensifico, porque estos estaban tan desolados, no había nadie, apresuro al paso y cuando llego a la gran puerta de roble enmarcada delicadamente con raíces de árbol en su diseño, no necesito tocar cuando esta se abrió dejando paso a una nívea mano que lo agarro y atrajo dentro al calor de una habitación solamente iluminada por las velas.

Cuando abrió los ojos, los cuales cerro debido a la sorpresa, vio a su madre mirarle con miedo. Solo eso basto para que su miedo se fuera, aunque más bien lo encerró en lo profundo de su ser para seguidamente sonreírle.

- ¿Podrías colocármela? – le pregunto mientras le hacía entrega de la máscara. – Es que no me la se poner muy bien y se me cae. – aclaro con pena, viendo como la princesa sonreía un poco aun con miedo en la mirada, y tomaba la misma en sus manos volteándose y quedando a la espalda del rubio.

Estando de espaldas permitió que las lágrimas salieran de sus ojos, pero aun así no dejo que los sollozos escaparan de su garganta, los encerró y se obligó a acallarlos mordiendo su labio inferior con fuerza. Una vez colocada la máscara en el rostro del doncel, deslizo son cuidado los lazos, que no permiten a la máscara caerse de su lugar, y los enlazo amarrándola fuertemente.

Rápidamente se separó del doncel y se acercó a la vela de su tocador apagándola rápidamente, evitando que su amigo la viera así, se acercó al mismo de nueva cuenta y lo abrazo por detrás con fuerza, no queriéndolo dejar ir. Y Naruto correspondió el abrazo con todas sus fuerza sintiendo lo mismo, apretando con fuerza sus manos entre las suyas.

Se separó con cuidado dejando a Hinata sola en la estancia solo escuchando como la puerta que lo separaba ahora se cerraba suavemente. La joven llevo las manos a su rostro y lo cubrió con las mismas mientras sollozaba ahora de manera audible, dejándose caer de rodillas al suelo. Rompiendo en llanto, dejando que el dolor tomara control de su cuerpo, los espasmos, sollozos y lágrimas no se hicieron esperar y salieron en todo su esplendor.

De lo que no se dio cuenta es la puerta se abrió una vez más dejando pasar una extraña sombra, que cerro nuevamente al entrar y se acercó a ella rodeándola con unos fuertes brazos que la sobresaltaron de no ser porque escucho su voz hubiera gritado.

- No se preocupa princesa, el estará bien. – dijo el desconocido suavemente aprisionando a la oji perla, que se aferró a las prendas de este con más fuerza, al reconocer a su captor el único que ahora impedía que cayera al vacío de su desesperación.

- Neji. – su voz salió como un jadeo lastimero y el peli marrón la apretó contra su pecho en un apoyo mudo a su amada secreta.

Hinata se sintió segura y por una milésima de segundo se permitió soñar, dejándose caer en la inconsciencia. Acercándose cada vez más a ese ligero perfume a jazmín, tan delicado pero a la vez varonil, y el general de la armada se dejó hacer, alzando a su doncella y depositándola en su lecho, observando sus facciones aun en la oscuridad, deleitándose con ellas y quitando con cuidado y paciencia pequeños mechones que cubrían su gloriosa vista.

Un suspiro se escapó de sus labios, no le gustaba para nada verla así, pero no podía hacer nada, por lo que se despidió de la misma con un casto, pero no quitándole lo amoroso, beso en la frente de la peli azul, quien ahora suspiro por el contacto.

Neji salió de la habitación y se perdió por los pasillos del palacio hacia el enorme jardín, no estaría dentro cuando empezara los gritos de dolor del doncel acompañante de la princesa, aunque eso no quitaba el hecho de que se oían a la distancias gritos femeninos.

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.

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Volviendo con Naruto.

Salió de la habitación de su madre decidido y camino a paso tranquilo a los aposentos del rey, los cuales se encontraban en el fondo del castillo... para más privacidad.

Sentía que caminaba hacia la orca y aunque aún no llegaba sentía que estaba traicionando a alguien importante para él, el corazón se le estaba partiendo y sus ojos ardían en un intento de llorar, pero se lo negó mientras mordía internamente su mejilla, y si caminar que se había vuelto torpe recobro su firmeza y elegancia natural.

No hubo marcha atrás cuando solo estuvo a unos pocos pasos de su "inevitable destino", en ese momento fue que se dio cuenta de los rechinidos, golpes, gemidos ahogados y palabras vulgares que salían de la habitación del rey, aun así no se detuvo y opto por obviar los sonidos que escuchaba.

Toco sutilmente la puerta, mas esta solo se abrió lentamente estando abierta, dejándolo observar el interior, pero cerro los ojos antes de ver algo, contuvo la respiración y entro rápidamente volteando a cerrar la puerta, quedándose así, escuchando los sonidos más nítidos ahora.

- Voltéate. – escucho una gruesa voz que lo llamaba y ordenaba.

Obedeció... arrepintiéndose en el acto, frente a él, en la cama del rey se encontraba el mismo embistiendo de manera brutal a una joven mujer de largos y ondulados cabellos rosas ahora ensangrentado y no tan largos, partes largas y otras cortas con los mechones cortados adornando la cama y parte de la alfombra del suelo, la ropa rasgada por todas partes, esa mujer, la cual se encontraba en cuatro con las manos atadas en la cabeza de la gran cama de madera, las cuales estaban sangrando por la brutalidad con la que intento soltarse escurriendo por sus brazos, sus ojos inundados de miles de lágrimas que caían sin parar no podía ver su color, lo cual agradecía internamente, pero del algo estaba seguro, y es que no quería verlos, sin embargo ni un solo sonido más salía de su boca, porque la misma mujer los acallaba ahora mordiendo fuertemente las almohadas, en su espalda podía verse la piel desgarrada cayendo por sus costados, sus piernas con mordeduras moretones y un espeso liquido blanco junto a sangre caía por ellas, haciéndolas lucir más blancas.

- Así que ya llegaste, eh. – se volvió a escuchar a voz del varón que volteo a verlo. - ¿No es una preciosura? – pregunto burlón, mientras soltaba una de sus manos, que se encontraban en la piel blanca con toques rosas de la cadera ajena, y agarraba los largos cabellos, sobrevivientes del corte, de la chica y lo jalaba haciendo que la misma soltase la almohada y dejara al descubierto sus labios, saliendo de los mismo sangre, además de los grito de dolor que resonaban y rebotaban por las paredes. Mostrándole así a Naruto el color verde opaco en los ojos de la desconocida, que seguían soltando lágrimas, haciendo así que se apretara el pecho por sobre el yukata, el miedo volvía más fuerte aun, y fue peor cuando...

- ¡AHG! –la mujer grito cuando Sasuke dio una fuerte embestida corriéndose dentro de ella, el ardor fue insoportable para la misma.

El Uchiha molesto por la desobediencia de sus órdenes, tomo una navaja mientras salía del interior de la fémina sin delicadeza alguna, y lo envolvía en un pequeño pañuelo. – No lo tomes personal... - comenzó "dolido". – Pero detesto cuando no cumplen mis órdenes. – con eso dicho enterró sin ninguna consideración la navaja en el interior de la mujer que se retorció al sentir el filo de la misma en lo más profundo de su ser. El azabache la empujo una vez más, haciendo que el grito de dolor llenara la estancia.

Repetidamente el oji noche saco el arma y la enterró una y otra vez, y algo era seguro ahora se escuchaba el grito de la peli rosa por todo el castillo, que rogaba a los dioses porque todo acabara, siendo ignorado su llamado, pues Sasuke se acercó a la cabecera y la soltó dejándola caer en la cama, tomo su cabello y la arrastro hasta la puerta, justo al lado de Naruto el cual la mirada horrorizado, las heridas de su cuerpo no se comparaban con las de su rostro...

Sus ojos morados, hinchados, rojos y opacos de tanto llorar, su nariz rota y volteado en una dirección anormal, sus mejillas cortadas en una X cada una, su frente tenia escrita la palabra "Perra" en una letra cursiva y elegante escritos con un filo que el rubio no quería averiguar de qué, sus labios estaban abiertos cubiertos con una labial rojo sangre.

- Debo decir que es una buena compañera. – aclaro el azabache con una cínica sonrisa, desfundando la navaja del antiguo pañuelo blanco, y lamia con cuidado el filo de esta donde se macho de sangre, disfrutando su hazaña. – Sakura. – llamo a la chica.

La cual obediente se apoyó en sus brazos y se acercó arrastrando a su señor hasta llegar a sus pies, donde Sasuke estaba desnudo, sin importarle quien lo viera, la peli rosa beso los pies de su majestad el cual se molestó cuando al momento de retirarse, su pie quedo marcado el "labial" de la chica.

Enfurecido piso con el mismo pie la cabeza de la fémina.

- Deténgase. – pidió en un susurro Naruto, no soportaba más aquella escena, la chica apenas y estaba consciente.

- No, es una bestia. – dijo alzando la vista hacia el doncel, frunciendo el ceño al ver la máscara y no poder ver su rostro. – Te la presento, Sakura una elfa, se dice que ellas encantan a la gente con su hermosa voz, fue mi premio al saquear la aldea cerca del reino demonio. – le dijo al sirviente, quien negaba cada vez más al ver como presionaba su pie en el demonio.

El rubio se acercó con cuidado y se agacho hasta quedar al nivel de Sakura donde con cuidado retiro el pie de Sasuke y le alzo el rostro viendo en su mirada un ligero brillo de agradecimiento por ello, se mordió los labios mientras las lágrimas surcaban su rostro, nadie podía ser tan brutal como el, estaba seguro.

Una sola lagrima cayo en la mejilla de Sakura que enfoco como pudo a su salvador, solo encontrándose con una máscara de zorro blanco, no necesitaba verle el rostro para saberlo, aun así le daba las gracias de corazón.

Pero ese cuadro se rompió en el momento en que el rey lo tomo del yukata y lo arrastro en contra de su voluntad hasta la cama manchada, Sakura se quedó allí pasmada viendo cómo se llevaban a su rayo de luz, se acomodó lo mejor que pudo y logro verlos mejor, le hubiera gustado levantarse ayudarlo, pero la vida se le escapaba de las manos.

- Quítate la ropa. – ordeno el rey.

Naruto se quedó estático ante la orden en ese momento, reacciono al momento en que vio el ceño de Sasuke profundizarse, así que solo comenzó de a poco a quitarse con cuidado el obi que sujetaba su yukata, el delantal blanco lo dejo atrás, una vez fuera procedió a deslizar por sus hombros su atuendo dejando a la vista su cremosa piel, el azabache sonreía esa piel se veía apetitosa y sin una marca, él se encargaría de marcarlo completamente, deleitándose por las curvas bien desarrolladas de su nuevo amante, como no se fijó en el antes, se reprochó.

Arrodillado en la cama soltó el yukata que solo cayo hasta su regazo tapando su intimidad, sin moverse o tener la intención de terminar de quitar su vestimenta, Naruto solo observo al frente donde esta Sasuke, pero sin verlo directamente su vista estaba en una bruma inexistente que le impedía sentir el dolor.

- La máscara. – exigió una vez más, molesto por el mutismo contrario, sacándolo de su mundo devolviéndolo a la realidad sin saberlo.

El doncel negó, sacando voz de donde no la tenía. – Hinata-sama me ordeno llevarla desde hoy hasta mañana por la noche. – mintió pero sabía que su madre no le negaría nada si el azabache le llegase a preguntar, increíblemente su voz salió sin temblar ni titubear, se mantuvo sereno, al menos exteriormente.

- Aquí mando yo no Hinata, quítate la máscara. – hablo con furia, mientras se acercaba al doncel amenazante.

- No. – repitió firme en su decisión reflejada en sus ojos, los cuales estaban ocultos.

Sasuke entrecerró los ojos antes de empujar al doncel con rudeza y más fuerza de la necesaria, causándole dolor al pobre, hasta que finalmente el oji azul quedo recostado sobre la cama y el azabache se dedicó a terminar de arrancarle la ropa que le quedaba.

En ese momento Naruto sintió que era momento y no habría nada que pudiera hacer, su temor solo se terminó de enfocar cuando sintió unas manos frías como el hielo tocaban sus muslos, acariciándolos y apretándolos con fuerza para después sus piernas ser abiertas fuertemente, y un cuerpo ajeno se ubicaba entre ellas... solo cerro los ojos y apretó entre sus manos, los más fuerte que pudo, las sabanas desechas, sintiendo las manos rudas pasear por su cuerpo sin consideración, una respiración en su cuello, lo hizo estremecerse, sintiendo como lo mordían con fuerza, sacándole una quejido inaudible, el dolor era palpable en la unión de su hombro con su cuello y lo fue aún más cuando la boca ajena se apretó aún más a su herida.

El azabache se alejó sonriendo ladinamente al darse cuenta que hizo la primera de todas las marcas que planeaba dejar en ese cuerpo, su miembro palpito ansioso por ello, sus manos bajaron con premura por ese cuerpo deteniéndose en su pecho donde mordió con fuerza el pezón derecho jalando el otro con la mano intentando arrancarlo, retorciéndolo y el otro ser apresado entre esos dientes más fuerte cada vez.

Aun con todo eso... No dejo que un solo sonido saliera de sus labios y apretó aún más los ojos, aguantando todo eso y lo que estaba por venir, una sensación de asco e inmensas ganas de vomitar se instalaron en su estómago, las contuvo como pudo y ni un solo sonido salió de él, nada se escuchaba en la estancia solo los gruñidos frustrados de Sasuke, por no obtener la reacción esperada, soltó el pequeño pezón, ahora rojo e irritado, y palmo sobre la colcha en busca de algo, cuando lo encontró agarro de nuevo la navaja olvidada paseándola desde el ombligo del doncel recorriendo su torso desnudo, haciendo una pequeña presión causando una leve herida, que solo sangraba un poco.

Al sentir el filo y el ligero ardor de una herida Naruto abrió los ojos, claramente asustado, pero no demostrándolo, la navaja bajaba otra vez cada vez más rozando sus pezones adoloridos, contuvo otro gemido de asco cuando el azabache paseo su lengua por ellos, causándole repulsión y ardor por sus heridas.

- ¿Así que no gemirás para mí? – pregunto furioso. – Y yo que trataba de ser gentil contigo. – afirmo con tristeza. – Es una lástima.

Alzo las piernas canelas poniéndolas en sus hombros, tomando su miembro el cual se endureció aún más al solo imaginar al doncel gimiendo de dolor bajo suyo, provocado por el mismo, adolorido su miembro lo situó en su entrada y estaba haciendo presión, viendo como la misma se cerraba con más fuerza negándose a dejarlo pasar, pero no le importaba.

Tomo impulso y se empujó hacia delante... dispuesto a ingresar en ese cuerpo virgen completamente, partirlo desde dentro, desgarrarlo, marcarlo como suyo y seguir embistiéndolo hasta dejar una marca imborrable tanto en el cuerpo como en el corazón del doncel. Una marca que no se borraría nunca.

Pero el destino tenía otros planes...

El acto se vio frustrado cuando en ese momento la puerta de la alcoba se vio abierta ruidosamente por un guardia agitado.

- Señor. – trago saliva al ver la situación en la que había entrado, seguramente lo matarían, su sospecha fue confirmada cuando los ojos negros de su majestad voltearon a verlos con ira. – Atacan el castillo. – expreso de prisa con pánico a la posible respuesta del pelinegro, rogo a todos los dioses salir vivo.

Y como si de eso se tratara... Solo eso falto para que Sasuke se alejara de Naruto, su reino antes de todo, y se acercara hacia su ropero sacando un yukata negro con un abanico en la espalda blanco con rojo, se acercó a la cama donde Naruto le veía ahora sentado sin temblor, tomo su espada al lado de su lecho y se acercó al doncel, tomando su mentón y mirándolo fijamente, acaricio la mejilla por sobre la máscara con obsesión, en sus ojos solo se reflejaba el deseo de verlo sufrir y hacerlo caer en lo más profundo del abismo.

- No te vayas lindura, vuelvo enseguida. – le dijo mientras volteaba hacia el guardia, ignorándolo salía rápidamente por la puerta junto al guardia que lo seguía a una distancia prudente no dispuesto a enfrentar su furia.

Naruto que al sentir la puerta ser abierta bruscamente abrió los ojos y volteo mirando la misma, encontrándose con el guardia, se quedó aturdido y cuando se dio cuenta Sasuke ya había abandonado la estancia, atontado como estaba igualmente rápido se levantó y tomo su yukata, el cual ahora se encontraba rasgado en las mangas largas y roto por el obi, aun así se lo coloco lo mejor que pudo, cubriendo su cuerpo y con ellos las leves heridas causadas, se alegraba internamente de que solo eso logro causarle el pelinegro y no fue peor, a su mente vino la imagen de la peli rosa, y la angustia lo invadió nuevamente, despejándose de manera veloz sin razón aparente.

Su corazón latía a mil por hora, sin poder evitarlo la esperanza volvió una vez más a su cuerpo, se sentía feliz, pleno con confianza y no tenía la más mínima idea de porque, solo sabía que debía salir cuanto antes. Una vez listo se acercó a la peli rosa que lo observaba feliz por él, se agacho y tomo su cabeza entre sus manos.

- Ahora podemos irnos, vamos déjame ayudarte. – dijo Naruto mientras trataba de levantar a la chica, que solo negó y con las fuerzas que le quedaban, tomo entre sus manos el rostro del doncel.

- Ve-ve-te... t-tu, a-aun... pu-pue-des... sa-lir... v-vi-ve t-tam-b-bien por m-mi... - dijo en un susurro, mientras sus ojos se apagaban cada vez más, la luz vino a ella con ese rubio y ahora la dejaba descansar en paz al saber que estará a salvo, con la poca vida que le quedaba, solo canto... - "El sol brillara sobre ti, lucha y vivirás" – aunque débil su voz se escuchó claramente, de manera hermosa como el canto de las aves, superándolo en demasía.

El doncel solo pudo ver como la vida dejaba el cuerpo de Sakura en tan solo unos momentos, después de hablarle, las manos níveas soltaron sus mejillas y cayeron al suelo inerte, el dolor se situó en su pecho aún más grande, un sollozo salió desde lo más profundo de su pecho, otra vez lo mismo, pensó con tristeza pero se levantó con fuerza cumpliría el deseo de la persona que le hubiera gustado conocer y que estaba seguro seria como una hermana para él.

Salió corriendo mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, mas no se detuvo y corrió hacia el único lugar que sabía, podía dejar salir su dolor, el jardín del ala norte, el más cercano a los rosales reales, cuidados exclusivamente por la reina, de tan buen corazón se siente el amor con el que se cuidó, donde la luna llegaba claramente e iluminaba todo de un color plateado. Con la respiración entrecortada paso por los pasillos hasta que finalmente llego, su alma le dictaba debía estar allí.

Detuvo su correr hasta solo caminar por la grama podada la cual hacia cosquillas en sus pies descalzos, se acercó hasta la capilla situada en ese jardín y justo antes de llegar se dejó caer de rodillas, su mente en un caos constante, su instinto tomo posesión de su cuerpo en cuanto la peli rosa lo dejo abandonado en esa fría habitación que solo olía a tortura, violación, semen y sangre, mucha sangre... inocente...

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El rey demonio emprendió su camino hacia el castillo humano, apenas llego creo un gran disturbio en el ala norte cerca de los jardines, quitando la vida de un guardia, dejando al otro vivo el cual fue a llamar corriendo a su rey, genial, todo sería sencillo, una advertencia de su poder y sería suficiente. Eran sus pensamientos, si bien no lo conocía no planeaba subestimarlo, si le declaro guerra era por algo aun así no se detuvo a investigar, solo con lo superficial era suficiente.

Se recostó en un pilar del castillo esperando pacientemente, viendo como el líquido carmesí que se expandía por el suelo, seguía saliendo de ese cuerpo, escucho pasos cercanos unos imponentes y presumidos, y otros rápidos y en nerviosos, se notaba que eran el rey y su guardia. Lo más seguro en un intento de asustarlo. Que poco le conocía.

Cuando lo tuvo a la vista viendo al pelinegro rey de ojos oscuros, mirándolo retadoramente y con un aura asesina. ¡Ha! Si ese mocoso sí que se creía mucho, lo pondría en su lugar.

- Vaya, vaya. ¿sabes? Me hiciste esperar mucho. – comenzó el pelirrojo, separándose del pilar y caminando hasta ponerse en medio del camino del humano.

- Solo un imbécil se colaría en mis dominios. – se hartó Sasuke.

- Una lengua afilada. Ya veo. – Ok, el mocoso se lo busco, ya no se detendría, ahora sería un escarmiento. Pensó el demonio. – Déjame presentarme. – comenzó con falsa cortesía. – Soy conocido como Kyubi no Yoko, mi nombre es Kurama, rey de Makai.

Solo eso fue necesario para que Sasuke abriera los ojos con sorpresa y desenfundara su espada, lazando la funda a sus soldados que la recibieron alarmados. A una velocidad sorprendente se lanzó al ataque, pero antes de tocar a su enemigo este lo esquivo sin esfuerzo aparente pasando de él, ahora se encontraba espalda con espalda.

- Eres el rey de esas repugnantes bestias. – se dijo a sí mismo.

- Solo eres un mocoso, que no debería ser rey, sigues siendo inmaduro y solo vez por ti. – dijo volteando y desenfundando su espada, en un acto de caridad al humano, cuando este volvió a atacarlo solo contraataco chocando espadas y deteniéndose allí sin separarse, ejerciendo fuerza intentando dominar, sobrepasar y herir al contario. – Te divertiste con mi gente, déjame devolverte el favor. – con voz seria, Kurama hizo presión en su espada haciendo retroceder al azabache, que a pesar de sus esfuerzos no pudo evitar moverse retrocediendo levemente, salto hacia atrás separándose del contrario.

- Lo espero con ansias. – reto con una escalofriante sonrisa.

Kurama igual sonrió mientras corría al encuentro con Sasuke una vez más chocando espada con espada, de varias maneras, probando su fuerza, viendo los movimientos del rey humano, averiguando su forma de pelear, sin embargo el humano cansado ya de solo atacar y no ver resultado, concentro su chakra en su espada haciendo que de ella saltaran pequeños rayos de corriente, se lanzó al ataque tomando por sorpresa al pelirrojo que lo vio mas no se movió al ver su chakra aumentar, termino rozando el hombro del demonio, viendo con satisfacción como este se electrocutaba levemente por el tacto. Aprovecho ese intermedio para sacar una pequeña daga de su yukata y lo enterraba en el costado del zorro.

Ante la acción, el demonio solo rio mientras se alejaba de un salto, y así Sasuke y compañía pudieron observar como el demonio reía, con su mano saco la daga incrustada en su piel, al sacarla la examino y termino dirigiéndola a sus labios limpiándola con la lengua su sangre hasta dejarla impecable, su costado sangro un poco manchando el inmaculado atuendo.

- ¿Eso es todo lo que tienes? – pregunto con sorna Kurama.

La sonrisa de Sasuke se borró, en medio de un segundo una ráfaga de viento paso por su lado, el rey demonio desapareció de su vista y varios quejidos de dolor se escucharon a sus espaldas, después una vez más, no se movió el sonido y la desaparición del otro no lo dejo reaccionar, fue demasiado rápido, sintió el aire pasar a su lado, y esta vez vio que estaba el demonio a su vista, solo que ahora su yukata blanca estaba manchado de sangre junto a gotas salpicadas en su rostro. Kurama al darse cuenta de la mirada de sorpresa del azabache solo ensancho su sonrisa y sacudió su espalda limpiándola de todo rastro de sangre haciendo que con esto la sangre se impregnara en el piso.

- Para mí solo eres un juego. – le dijo ahora enfrente del azabache, quien no se dio cuenta en que momento llego a estar tan cerca de el sin darse cuenta, lo pateo en el estómago enviándole hacia la pared más cercana.

El cuerpo choco contra la pared, la cual se hizo un cráter por la fuerza, y por los pasillos solitarios se oyó el sonidos de varios huesos rompiéndose y la pared crujir, el Kyubi se acercó a Sasuke y lo tomo por el cuello con su mano bronceada, viéndolo directamente a los ojos. – Espero y aprendas mocoso. Conmigo no se juega. – le dijo mientras con su espada cortaba el pecho níveo del azabache diagonalmente, todo lenta y profundamente, sacando un quejido adolorido de Sasuke que solo lo miraba con odio, una vez termino alejo de la pared el cuerpo sangrante solo para volverlo a golpearlo con la misma, dejando al instante inconsciente a Sasuke.

Lo dejo caer justo en el momento en que escucho los pases de cuatro personas, cayendo como mejor quedo en el suelo, desangrándose lentamente, luego el demonio se alejó solo unos pasos observando su masacre y salió al jardín, aun cerca de donde estaba el humano.

- ¡Sasuke! – fue el grito de los cuatro hombres que llegaron a socorrer al rey humano. Llegando rápidamente los dos mayores, el peli blanco y el peli plata, se agacharon rápidamente mientras volteaban al varón y tomaban su pulso, y el peli marrón ejercía presión en la herida abierta. El oji perla solo lo miraba fijamente, pendiente de cualquier movimiento y dispuesto a atacar de ser el caso, además de mirar de reojo el cuerpo inconsciente a la espera también de cualquier noticia.

- Espero y piensen dos veces al momento de intentar matar a mi gente, de nuevo. – escucharon los generales, los tres que revisaban a Sasuke dirigieron su mirada viendo al pelirrojo que estaba de espaldas a ellos mirándolos por encima del hombro amenazante, con esos ojos oro líquido de pupila rasgada, que prometían dolor. – No habrá segundas oportunidades.

Termino por decir y salto por encima de la valla que separaba el resto del castillo con el jardín de los rosales. Desapareciendo de la vista de los recién llegados y corriendo hasta estar seguro de que no le sentirían, tuvo su andar, oculto aún más su energía y camino despacio mirando el cielo, perdido en sus pensamientos, se detuvo cuando justo en ese momento sintió la séquela del choque eléctrico del humano, turbando todos sus sentidos, dislocando sus extremidades haciendo que no tuviera control sobre ellas, cayendo de rodillas.

El ruido provoco que el joven frente a él, que no había visto, se sobresaltara y dejara caer la máscara que se había quitado anteriormente para poder respirar con tranquilidad, la cual fue interrumpida por el golpe seco.

Naruto volteo rápidamente la vista hacia el origen del sonido encontrándose con un hombre, su corazón latió fuerte en su pecho y una sensación de vértigo lo invadió, se sintió pequeñito, nunca se había sentido así ante la presencia de un hombre, pero ahora solo sentir esa aura que imponía respeto y total obediencia pero que a la vez irradiaba calidez y fragilidad hicieron que sonriera levemente. Así que todo el tiempo te estuve esperando a ti. Pensó viéndolo nostálgicamente, no lo conocía, de hecho nunca lo había visto pero algo le decía que esos cabellos rojo fuego, esos ojos oro derretido, esa piel canela más clara que la suya, esos labios que nunca mentirían, ese cuerpo fuerte cubierto por un yukata blanco con rojo que resaltaban su majestuosa figura...

Ese hombre era el correcto. Fue el único pensamiento que proceso cuando se levantó ante la atenta mirada del pelirrojo.

El cual al verlo directamente pudo asegurar que estaba en la presencia de un ángel, y siendo enemigos naturales, no debería mirarlo tanto pero le importaba ahora un comino eso, el dolor de su cuerpo paso a segundo plano en cuanto el ángel frente a sus ojos le sonreía levemente...

Su mundo se paralizo...

Abrió lo más que pudo los ojos, un sentimiento cálido invadió su pecho, deleitándose con la frágil figura ante sus ojos, de largos cabellos rubios platinos, a causa de la luna que brillaba tenuemente, unos ojos zafiros, más hermosos que el inmenso mar y el extenso cielo despejado, mirándolo fijamente confusos pero a la vez expectante con un brillo de esperanza en su mirar, una pequeña nariz respingada, bonita a su parecer, unos labios finos y suaves a la vista que le estaban incitando a pecar, debe ser un pecado solo mirar a ese ángel. Se veía hermoso sonriéndole, sin embargo ese yukata no le favorecía en nada, el negro no era su color y dándose cuenta de algo, en el aire detecto el sutil aroma de la sangre proveniente de ese rubio, además de los casi inexistentes caminos de lágrimas que salieron de sus ojos. Enloqueciéndole el aroma que desprendía la piel del rubio de manera rápida, era conocido por su autocontrol, sin embargo ahora mismo este se iba por el caño, la buena compañía de una mujer o un doncel nunca le falto, pero ahora sentía que si no estaba cerca de ese ser que irradia solo luz propia, moriría.

Cuando este se levantó hizo lo mismo, ignorando el hecho de que aún no podía controlar su cuerpo, se acercó al ángel frente a sus ojos, que correspondió el gesto abriendo los brazos de manera inconsciente a la espera de su llegada y no se movió, solo lo miraba caminar lentamente a su dirección mientras lo veía profundamente, y por un momento el demonio temió perderse en lo profundos de esos zafiros para nunca volver, pero también importándole poco si lo hacía, ahora sus sentidos solo se fijaban en la persona en frente suyo, el resto del mundo que se fuera a la mierda, si la guerra explota ahora que sea sin él.

Para esos momentos las mentes de ambos se perdieron en el limbo y lo que les impulsaba a moverse era su corazón que latía ya impaciente a la espera del contacto ajeno, anhelante. Pero no todo es como se cuenta, el cuerpo del pelirrojo al fin dijo basta y termino colapsando frente al rubio que reacciono y solo avanzo unos pasos, atrapándolo a tiempo cayendo sentado, debido al peso pero poco importándole, en el jardín con el cuerpo de un desconocido encima suyo, sorprendentemente el tacto no le desagradaba, como sucedía con muchas personas, pocas eran las que se podía sentir hasta cierto grado de confianza, este tacto era todo lo contrario le producía una corriente por todo el cuerpo, una sensación que jamás sintió antes y que ya no quiere dejar de sentir.

- Te encontré... - fue el susurro del pelirrojo antes de dejarse caer con suavidad sobre ese cuerpo que lo recibía gustoso, cerro lo ojos cuando la sensación de serenidad lo invadió, se rindió ante el sueño.

- Tardaste mucho. – fue el reproche que salió sin pensarlo de los labios finos de color cereza de Naruto, que acaricio con mayor delicadeza, más aun que Hinata, los suaves cabellos salvajes.

Ahora todo estaba dicho, ese fue su primer encuentro, no se conocen, no saben nada del otro, la guerra no existió para ellos desde el momento en que se unieron sus miradas y se perdieron en el mar se sensaciones que les invadió.
Notas finales: Este fue el primer capitulo, espero les halla gustado.

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