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La Piedra de Excálibur por Aithusa

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Notas del fanfic:

Holaaaaaaa :D Qué bien que hayais decidido echarle un vistazo a mi fanfic sobre Merthur. Solo quiero advertirles una cosa: Sufro de una grave enfermedad desde hace unos meses. Estoy completamente obsesionada con la serie de Merlín de BBC. En un intento por superar un poco la obsesión (todos sabeis que eso no pasará) he decidido escribir este fanfic. 

Básicamente el fanfic es la versión yaoi de la serie. Los capítulos siguen la misma línea de la historia que la serie (Exceptuando el preludio, que es como una introducción añadida por mí), así que encontrarán que cada capítulo tiene la misma temática que la serie. No sé qué tan largo sea el límite de palabras que impone la página, por tanto, puede que los capítulos tengan dos partes (son muuuyyy largos, algunos tienen hasta doce mil palabras, lo sé, no tengo oficio). Actualizaré todos los lunes, miércoles y viernes a menos de que pase algo realmente grave que me impida hacerlo.

En las notas a pie de página encontrarán una sarta de estupideces que diré y que no se ven en la obligación de leer. Aunque pueda que en ellas diga algo importante, como, no sé, que me he metido a bruja y que no pienso seguir la historia (embuste). Intentaré colgar imágenes que vayan con el capítulo, sino pueden verlas, están cordialmente invitados a darse una vuelta por mi cuenta en Wattpad: @Aithusa_LuzDelSol donde también publicaré la historia.

Gracias por leer. 

Notas del capitulo:

Este "capítulo" es más una introducción a la historia, que un capítulo. Está narrado por Merlín y se remota a cuando él y Arturo eran tan solo un par de niños.

Espero que les guste :D

Preludio: Merlín.

 

Hoy el día está brillante y despejado. Respiro, el bosque limpia mi interior y mi alma. A lo lejos, solo se escucha el rumor de los animales. No sé cuánto tiempo llevo caminando, ni qué tan lejos estoy de la aldea pero no me importa. No me asusta. Me gusta la paz que se respira en el silencio, la naturaleza, el sol, el calor... Veo a lo lejos un árbol torcido, con un tronco enroscado y ramas que le hacen cosquillas a la luna en la noche. Debajo de una de sus raíces rebeldes logro ver un hongo marrón, un bello espécimen que es capaz de curar las infecciones. Me acerqué a recogerlo. Agachado al lado de la raíz tomo el hongo en mis manos, me levanto, lo admiro; estoy tan feliz de poder encontrarlo. Estoy dispuesto a seguir mi camino hacia la aldea, feliz, contento, radiante, cuando un niño volador salé disparado por los aires justo por encima de la raíz y me cae encima haciendo que mis rodillas empiecen a sangrar y mi cabeza de vueltas.

 

Siento su cuerpo aplastar el mío. Para ser un niño volador está bastante pesadito. La calidez me invade. Todo da vueltas y lo único que medio puedo divisar viendo nublado y doble son sus dorados cabellos como el sol. Mi cuerpo se impregna con la vibración de su acelerado corazón, me duele todo el cuerpo, tanto como si mi alma se volviera loca dentro de su jaula. Trato  de pararme pero el gordo este no se me quita de encima. Se apoya sobre sus manos y me ve fijamente. Si el cielo tuviera ojos, serían iguales a los de él. Muy azules, claros, despejados, tan inocentes y brillantes como el cielo ese día.

 

-Qué atravesado eres.-Logra decirme con su voz de pito chillón y su tono de “ganador del premio al niño más pedante del mundo”.  ¿Cuántos años tenía? Yo tengo cinco y no sueno tan chillón como él, no debe de ser mucho mayor a mí, hasta incluso creo que es más pequeño que yo.

 

-Discúlpame por no ser una buena pista de aterrizaje...-Logro decir mientras él se me quita de encima y yo me levanto con bastante dificultad. Él me mira, tan fijo y sin pestañear que me siento incómodo por estar sacudiendo la grama de mi ropa llena de sangre cálida que no deja de salir. Nos quedamos en silencio y por un momento vi en sus ojos algo más allá de su pedantería: inocencia. De la más pura.-Estás sangrando.-Digo cuando noto su ropa toda llena de sangre. Él abre sus pequeños labios rosados en un ademán para decirme algo pero unos gritos lo detienen. Lo próximo que puedo ver es sus cabellos moviéndose a toda velocidad al frente de mi, los guardias del rey siguiéndonos como si fuéramos ciervos asustados y su pequeña y muy cálida mano sobre la mía. ¿En qué momento..?

 

-¡Corre!-Me grita mientras intenta correr, arrastrarme, huir y no morir desangrado en el intento.Así que me limito a seguirlo sin dar mayor queja, aunque a todas estas, no sé por qué yo debo correr, digo, el que tiene pinta de prófugo de la justicia real es él no yo. Lo sigo mientras saltamos raíces, alejamos ramas, nos agachamos bajo troncos huecos y tardo en notar que este pequeño niño pájaro nos está guiando exactamente hacia el río, donde a menos que podamos nadar contra corriente nos atraparán. Tomo su mano mucho más fuerte que la presión escasa que él ejerce con su falta de fuerza por el agite y la herida y lo jalo conmigo.

 

-Moriremos si seguimos tus indicaciones.-Le digo mientras lo redirijo con bastante facilidad hacia el sur, donde hay una cueva a la que me gusta ir a practicar un poco de transposición de objetos. Él no pone demasiada resistencia y al cabo de unos minutos ya estamos ocultos en la cueva. Los gritos de los guardias suenan alejados, distantes, furiosos. Me aseguro que no nos encuentren mientras él me suelta y se deja caer contra la rocosa pared de la roca.-Creo que ya no nos siguen...-Aclaro en susurros con el corazón aún en la garganta y el frío helado en mi interior, por el agite, por el miedo, por la adrenalina, por la ausencia de su mano en la mía.

 

-Tenemos que escondernos.-Dice con su voz agitada, pegado a la pared como si la vida se le fuere con cada subir súbito de su pecho.-Una cueva es el primer lugar en el que me buscarán.-Yo estaba tratando de ser amable pero realmente mi ceja se arqueó de inmediato,¿qué acaso le era muy común ser encontrado en cuevas oscuras? ¿era mitad oso o algo así? A pesar de eso, yo solo me limité a ascender con la cabeza y extender mi mano para que se apoyara en ella como un bastón para poder internarnos, pero él solo se limitó a mirarla con superioridad, (aunque era cinco centímetros más pequeño que yo) y con el poco impulso que pudo se separó de la pared. El eco de la cueva hacía que su corazón resonara por todas las paredes y que su respiración silbante dejara en claro que, para ser un oso bastante pesado y volador, era bastante fácil de derribar.

 

-Gracias, pero todavía puedo moverme solo.-Le dediqué mi mejor mirada de “pareces fuente con las muchas heridas que tienes” y me alcé de hombros. Comencé a caminar hacia el interior de la cueva y nada más di dos pasos y ya él estaba detrás de mí temblando, con su pequeña y pálida mano en mi hombro y una carita de miedo que provocaba abrazarlo hasta que se durmiera mientras le susurras “ya, todo estará bien”.-Está oscuro allá ¿cierto?-Preguntó en susurros. Yo le sonreí plenamente.

 

-De hecho, esta no es una cueva común.-Y aunque dediqué toda mi ternura y simpatía en decirle eso, creo que solo lo asusté más. No sé qué estaba pasando por su mente pero a estas alturas creo que se imaginó que por no ser una cueva normal, estábamos entrando en las profundidades del averno o en el cráter de un volcán o en quién sabe dónde.-Puedes estar tranquilo.-Dije tomando su mano de mi hombro y tomándola entre la mía, fue increíble como para estar tan fría, la calidez me invadió por completo con ese gesto.-Yo no dejaría que nada malo te pasara.-Y sé que apenas lo conozco y que no sé qué se le da de comer a un niño volador, pero las palabras brotaron de mis labios tanto como la sangre de sus heridas y la sonrisa se instaló en mis labios de forma permanente. Él solo ascendió con miedo y con lo que yo creía que eran lágrimas en sus ojos. Empecé a caminar hasta el interior de la cueva, y a pesar de estar herido, sangrando y asustado, él me siguió confiándome a mí, un completo extraño tan pequeño como él, toda su vida como si eso fuera lo más normal y común que alguien puede hacer.

 

Comenzamos a caminar lentamente, en especial porque él se estaba desangrando detrás de mí, aun así no me detuve y continué mi camino lenatamente. Cuando tuvimos que empezar a descender saltando algunas rocas, él solo se limitó a agacharse y, con una de sus pequeñas manitas en el pecho, apoyarse con las otras en las rocas para no caerse. Yo intenté ayudarlo a bajar pero su pequeño orgullo se lo impedía, así que bajó solo, perdiendo en el intento unos diez años de vida, pero lo hizo solo. Yo me alcé de hombros y continué caminando, las rocas nos rodeaban como una gran aspiral y por su respiración agitada supe que estaba bastante atemorizado por esa gran vista imperiosa de rocas tan pesadas sobre nuestras cabezas. Era eso, o la gran oscuridad de nuestro alrededor estaban causándole esa gran hiperventilación.

 

-No podemos seguir.-Dijo asustado, yo me detuve y volteé a verlo, era extraño que todavía la cueva no se iluminara, normalmente bastaba con que yo pisara el piso luego de la empinosa bajada de rocas y comenzaba a brillar.-Está muy oscuro, podemos morir si seguimos caminando.

 

-¿Crees en la mgia?-Le pregunté, sus ojitos se abrieron impactados y asustados.

 

-La magia es mala y está prohibida.

 

-¿Quién te dijo eso?

 

-Mi papá.-Su papá es realmente un cavernícola. Dioses santísimos…

 

-Ya veo.-Dije pensativo mientras me le acercaba trepando una que otra roca para quedar a su altura.-A veces la magia no es tan mala como dicen…

 

-¿Entonces por qué creen que es dañina, por qué la prohíben?-Preguntó agitado, yo le sonreí con consuelo.

 

-Porque la gente le tiene miedo a lo que no entiende. Como tú, que le tienes miedo a esta cueva.-Su mirada se contrajo en una mueca.

 

-Yo no tengo miedo.-dijo, aunque sus ojitos brotaban lágrimas de angustia y su pecho se llenaba de más sangre.

 

-Entonces no tendrás problema en seguirme ¿verdad?-Él se lo pensó mucho tiempo pero finalmente abrió sus labios en un ademán de decirme algo.

 

-¿Y cómo sabes que no nos pasará nada malo?

 

-Porque sé que la magia no es mala.

 

-¿Magia?

 

-Ven conmigo.-Dije extendiendo mi mano, y él la tomó, creo que era eso o quedarse solo en una cueva llena de rocas que se alzaban a una altura interminable y que prefería seguirme a morir desangrado, pero tomó mi mano. Y aunque estaba llena de sangre, no pude evitar sonreír y guiarlo por lo largo de la cueva.

 

-Esto no me gusta, no veo nada.-Yo me reí por lo bajo.

 

-¿Tienes miedo?

 

-No, soy valiente.-Aunque sonó asustado, yo me detuve y volteé a verlo.

 

-Tienes que creer para que haya luz.

 

-¿Luz? ¿Creer en qué? ¿En que el fuego ocurre por generación espontánea?-Yo me reí por lo bajo, para ser tan pequeño y con voz chillona, es bastante pedante y sarcástico, aunque creo que son solo secuelas del miedo y de la presión que siente ante quererse mostrar valiente y no saber cómo disimular su pánico.

 

-No, creer en la magia, sin temerle.-Estaba oscuro, pero eso no me impedía ver como su frente se fruncía por completo. Tomé su otra manita y traté de ser paciente con él, para tener casi mi misma edad me está sacando de quicio, o yo soy un viejo prematuro o él simplemente está actuando como un bebé y yo no le tengo paciencia.-¿Crees en mí?

 

-Está oscuro.-Eso es lo único que le importa.

 

-Es porque no crees posible que haya luz aquí.

 

-¿Puede haber luz aquí? ¿Tienes una antorcha escondida?

 

-Ya me hubiera quemado si así fuera. Solo tienes que creer.-Dije confiado, seguro. Él me miró dudoso, sus manos temblaban.-La magia no es mala, debes creer en ella y verás cómo habrá luz en esta cueva.-él seguía sin ceder ante su miedo y su preocupación y yo solo decidí darle algo de tiempo a que se diera cuenta de que esa terquedad, ese miedo y ese orgullo no lo llevaría a ninguna parte en especial, a menos de que el desastre sea ahora un vervadero paraíso turístico. Al cabo de unos segundos, su manitas apretaron las mías aun más fuerte y justo cuando creí que me empujaría y correría por su vida como un oso asustado, sentí sus labios contra los míos en un rápido, fugaz y muy cálido roce. Apenas si duró unos segundos junto a mí dándome una verdadera razón para encontrarle sentido a toda mi vida, pero eso bastó para que los cristales del techo menzaran a brillar y para que yo me quedara pasmado.

 

-Creo en ti.-Dijo finalmente, y aunque no creía directamente en la magia, creía en mí, alguien que la controlaba. Toda la caverna de inmediato comenzó a iluminarse por pequeños cristales azules que brillaban por todas partes demostrando cómo de la más pétrea, tenebrosa y ruidosa oscuridad pueden nacer las más hermosas luces brillantes. Él me soltó de inmediato pasmado, los cristales nunca habían brillado de forma tan hermosa como ahora con él ahí, declarando que creía en mí. Brillaban tano como si hubiera dicho que creía en la magia pura.-Es increíble.-Bien ya llegamos a la fase de la sorpresa.-Esto no puede ser cierto.-Y ahí está la fase de la negación.

 

-Dijiste que creía en mí y la cueva se iluminó, la magia no es tan mala después de todo ¿eh?-Empecé a caminar siguiendo el brillo de los cristales y escuché sus paso apresurados cuando rápidamente lo dejé atrás con su asombro. Más asombrado estaba yo en ese momento, no controlaba mi pulso, mi respiración tenía agujeros, mi piel está literalmente quemándose y ah, sí… Ese ser es tan pequeño y ¡ya es tan pervertido! Cuando lo dejé atrás y seguí caminando, tardé en notar que sus pasos ya no resonaban detrás de los míos, cuando volteé me costó bastante trabajo encontrarlo con la vista.

 

¿Cuántas vidas tienen los niños pájaros? Cuando volteo y lo veo a punto de desmayarse, con la ropa elegante de tonos rojizos toda llena de una mancha negra de sangre me empiezo a cuestionar si me acusarán a mi de su muerte o si algún oso será el afortunado ganador de una cita con la guillotina a la luz del amanecer. Estaba pegado a una de las paredes apunto de morirse cuando hace tan solo unos segundos estaba robando besos. Me agacho para ayudarlo pero no sé cómo parar la sangre. Él logra sonreírme, como si le divirtiera verme tan pálido y asustado por su causa. Me provoca golpearlo, pero por alguna razón, el impulso me lleva a quitarme la capa y dársela. Se la coloco por encima de los hombros y trato de hacer que se sienta cómodo.

 

-¿Cómo te hirieron?-Pregunto mientras trato de parar el chorro de sangre que sale de su pecho presionando mi capa sobre la herida. Él se retuerce, su frente se llena de un sudor frío y helado, está hirviendo en fiebre, lo siento bajo mis manos conjunto a su corazón desesperado por latir... Sea quien sea este niño, se está muriendo en mis brazos, primero me besa y ahora se muere, quién entiende.

 

-No se supone que debía estar ahí...-Dice jadeante, en cualquier momento caerá inconsciente y se morirá. Soy apenas un niño no puedo curarlo, tampoco puedo llevarlo a la aldea, debo hacer algo pronto y menos mal que el señor “soy valiente pero me estoy muriendo” dijo que creía en mí, porque si no,estaríamos en la más patente oscuridad todavía. Al parecer estos cristales se encienden solo con aquellos que creen en la magia.-Mi padre se pondrá más furioso de lo que ya está cuando vea mi ropa.-Habla entrecortado y con mucha dificultad, su piel cada vez se pone más y más pálida. Yo me aterro.

 

-No creo que la ropa le importe si te mueres.-Digo. Y por alguna razón, quizás por los nervios o el susto ambos sonreímos. Él intenta sentarse mejor pero sus ojos se salen de sus órbitas por unos segundos y corro a ayudarlo.

 

-Ayúdame a quitarme la armadura.-Sí no estuviera moribundo, le diría que no. Es apenas un niño, ¿quién se cree que es para ordenarme?-Rápido.-Obedezco, pero no porque me importe sino porque quiero tener el gusto de matarlo luego de salvarle la vida. Se quita la capa y la camisa, yo lo ayudo. Su blanca piel, pálida casi azul, está teñida por completo de rojo. Ahora sí, tengo miedo. Agarro la capa y le limpió la sangre lo más que puedo. Él me mira tan lleno de miedo que cualquier rasgo de autoridad y pedantería se ha borrado de su rostro.-¿Voy a morir?-Me pregunta y por primera vez en toda esa loca aventura veo sus ojos llenos de lágrimas, finalmente, veo al niño asustado e inocente que aterrizó sobre mí, el niño que le tenía miedo a la oscuridad y la magia hace tan solo unos segundos. Una fuerza dominante y mayor a mí me rodea, me impulsa, me llena de miedo y adrenalina. Me empuja.

 

-No morirás, no si puedo evitarlo.-Sonaría tan bonito si fuera verdad... Sin pensarlo, sin tener ni la más remota idea de qué o cómo o por qué miré fijamente la herida circular de su pecho, cerré mis ojos y dejando brotar toda la fuerza de mi interior pronuncié unas palabras que hasta ahora no sabía que conocía.

 

Sanus animus est et sanus corpus est.

 

Toda la cueva brilló con mucha más intensidad que antes, los cristales arrojaron rayos de luz en todas direcciones iluminando por completo sus azules ojos llenos de miedo y muerte. Por unos segundos, impactado por el escenario de luces en el que nos encontrábamos, repetí la frase tres veces con convicción de que algo realmente mágico más allá de las transposición de la sangre pasaría, de que la luz que nos inundaba realmente lo curarían y que mis palabras no eran más que simples mensajeras. Y unos minutos después, su pecho estaba por completo curado. La herida en forma circular de una flecha se cerraba por completo bajo mis manos que brillaban tanto como la magia misma de ese sitio, y en su lugar, solo quedaba la forma de un sol naciente, de esperanza, de futuro. Entonces, aunque solo era un niño en ese entonces, lo entendí: él era el amanecer del futuro que vendría después de tanta oscuridad.

 

Los gritos nos sacaron del aislamiento a ambos, que veíamos su pecho sin realmente creernos que, en primer lugar, yo le acababa de salvar la vida y en segundo lugar que a esas profundidades de la tierra se escucharan tan bien los gritos de los guardias del palacio. El niño me miró con pánico, pero más que pánico era una urgencia innata por huir de ese sitio. El miedo lo invadió y huyó lejos, apagando con su paso todos los cristales. Salí corriendo detrás de él antes de que su padre, quien quiera que fuera, se enterara de mi pequeño y muy extraño conjuro y nos matara a ambos acusándonos con el rey. Corrí detrás de él siguiendo la estela de sus rubios cabellos, lo pálida de su piel desnuda en el bosque siendo iluminada por los rayos del sol como si fuera un ser de otro mundo, superior, de una belleza y calidez inigualable.

 

Iba a desistir de seguir corriendo detrás de un pequeño tan macabramente rápido, cuando el muy distraído, cayó en una de las trampas de los guardias del castillo y quedó guindando de cabeza de una de las ramas del árbol. No pude evitar reírme, ahora sí que parecía todo un oso lampiño, lo que solo aumentó su ira y sus órdenes de bajarlo de ahí rápido.

 

-Si no lo hago, ¿qué harás? Te salvé de un desangramiento seguro y lo único que has hecho para pagarme es hacerme correr detrás de ti, pensé que dijiste que creías en mí, aparte de tonto, cobarde eres un mentiroso.-Dije aprovechándome de la situación mientras me sentaba en una roca cercana y me alimentaba de su desesperación algo que, a pesar de tener cinco años, me pareció sumamente divertido.

 

-¡Bájame!-Gritó.-¡Ahora!

 

-Oblígame.-Dije con calma y su paciencia quedó tan fuera de control como su cara roja por la sangre en su cerebro. Se removió y agitó por unos minutos más gritando órdenes y maldiciones.-Para ser tan pequeño eres extremadamente escandaloso.

 

-Y tú muy malo para tener cuatro años.

 

-Tengo cinco.-Le aclaré con toda la supremacía de la que era capaz.

 

-Yo también.-Dijo como sorprendido.-Ahora por favor ¿puedes bajarme? Anda, de niño a niño te lo pido.-Lo dijo como si tener cinco años fuera un requisito especial para una secta satánica o de alguna logia masónica. Me reí pero sin embargo me puse de pie y desarmé la trampa. Los cazadores siempre colocan el pestillo que la desarma detrás del tronco, es lo más simple que hay. El Niño cayó al suelo y se quejó malhumorado, sin embargo...

 

-Gracias.-Dijo muy enojado de que lo hubiera ayudado,le acababa de salvar la vida, le acababa de mostrar el lugar más mágico que existía en todo el reino y él a modo de agradecimiento se dejaba llenar de pánico y me huía. Es que hay que ver que la gente no tiene moral al educar a los niños voladores hoy en día. Me le acerqué y me senté a su lado mientras él se sobaba el tobillo con un ademán de molestia y dolor.

 

-Lamento eso...-Dije refiriéndome a que cayera en la trampa, aunque la verdad eso me había alegrado el día y si pasó, no fue más que por peso de su propia idiotez. Él me miró, tan enojado que casi no logro notar cómo detrás de todas esas órdenes se ocultaba un gran miedo. Pero ¿a qué? Entonces lo supe, justo cuando intenté tocar el moretón de su tobillo y él se apartó de golpe, lo supe. Me tenía miedo. Le tenía miedo a la magia, a su poder usado para hacer el mal, a su potencial de salvar o matar a quien fuera. Solté un suspiro, yo también estaba bastante asustado con el potencial de la magia que lo había salvado, porque, aunque estoy acostumbrado a poder mover objetos con los ojos incluso antes de nacer, nunca había salvado a una persona de morirse.-Yo también tengo miedo...-Le dije. Intenta despertarte un día y descubrir que puedes sanar a las personas de la muerte teniendo solo cinco años de edad. Eso no es nada fácil.

 

-No tengo miedo.-Me dijo, pero apretó tanto los ojos y la cara que era obvio que reprimía las lágrimas.

 

-¿Ah no? ¿Y por qué no tienes miedo?-Giró la cara como si no quisiera tenerme tan cerca y encima de él, no sé cuándo o cómo pero en algún momento terminé casi por completo encima de él.

 

-Porque Arturo no nació para tener miedo y ser un cobarde.-Su respuesta me sorprendió. Cuando la dijo, algo en mi interior cobró sentido, algo en mi empezó a funcionar rápidamente, algo se activó y empezó a arrasar conmigo a su paso.

 

-¿Arturo?-Pregunté atónito.

 

-Arturo, así me llamo.-

 

-Ya veo...-Dije más asustado conmigo mismo de lo que él lo estaba. Arturo se mantuvo en silencio y yo observé su pecho. Su herida estaba por completo curada, por completo. En su lugar solo había un círculo muy semejante al sol que los druidas dibujaban en sus varas mágicas. Le sonreí algo orgulloso de haberlo salvado.-¿Cómo te hirieron?-Pregunté intentando tocar su piel, pero él se apartó de golpe.

 

-Ya te lo dije, no se supone que debía estar ahí. Estaba siguiendo a los cazadores, uno de ellos me escuchó y me lanzó una flecha. Después te atravesaste y...¿quién eres?-Le sonreí y extendí mi mano.

 

-Soy Merlín.-Nunca supe si fue por mi sonrisa o si fue porque él realmente vio en mí algo demasiado inofensivo para hacerle daño pero tomó mi mano y la apretó solemnemente.

 

-ArturoPendragón.-Después de eso, todo es borroso. Las imágenes que veía como una película vieja sobre mí se empezaron a mezclar, a moverse, a confundirse con imágenes, palabras y criaturas místicas, con otros recuerdos y con otras personas que conocí después de ese día tan lejano cuando tenía cinco años y conocí a Arturo Pendragón. El sueño se empezó a desvanecer y con él la calidez de mi existencia. Con el paso de los años me he preguntado si todo ha sido solo un sueño inventado por mi mente sugestionada por las repetitivas palabras sobre mi destino o si de verdad, eso pasó. Todo se volvió aún más borroso, los colores se disiparon y en cuestión de segundos todo era oscuridad. El sueño había acabado.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado este primer avance de la historia. El viernes publicaré el primer capítulo :D Como dije en las notas de la historia, también estoy por Wattpad como @Aithusa_LuzDelSol para los que se les facilite más leer por allá.

Gracias por leer! 


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