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Familia por Khira

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Notas del fanfic:

Un fanfiction de Naruto por Khira

Disclaimer: los personajes de Naruto no me pertenecen.

Advertencias: este fanfiction es un mpreg, y a la vez no lo es… si queréis saber qué significa, tendréis que leerlo…. La historia se ubica después del capítulo 699 del manga, así que si alguien no lo ha leído aún, contiene spoilers.

N/A: sé que debería centrarme en terminar mi otro fic de Naruto, pero este es una historia corta (un two-shot) y no me la podía quitar de la cabeza. Espero no herir sensibilidades; recordar que no es más que un fic.

Un beso y espero que os guste. Los comentarios/reviews serán muy apreciados.

Khira

1/2

Iruka no se encontraba bien.

Llevaba varias semanas con dolor de estómago y sufriendo unas fuertes náuseas, que le hacían incapaz de retener nada en el estómago por suficiente tiempo, por lo cual había perdido peso, y se sentía débil y mareado continuamente. Al principio, a pesar de la insistencia de Kakashi, se había negado a ir a ver a un médico, pensando que tarde o temprano se le pasaría, pero los días pasaban y él seguía igual o peor, por lo que finalmente había hecho caso a Kakashi y había acudido al hospital de Konoha. Allí le habían diagnosticado una vulgar gastroenteritis, y como único tratamiento le había recomendado beber mucho líquido para no deshidratarse.

El joven maestro así lo había hecho, pero no mejoraba.

Aquella mañana, después de vomitar una vez más después de haber intentado desayunar un té, Iruka volvió a meterse en el futón. Por suerte era verano y la academia ninja estaba cerrada, pero por la tarde tenía turno en la Oficina de Misiones y más le valía descansar hasta entonces o no tendría fuerzas para ir.

Kakashi, preocupado, se acuclilló a su lado y le acarició el cabello.

—Puedo cancelar la reunión —insistió—. O simplemente posponerla, hasta que te encuentres mejor.

—Ni hablar. Además, sería demasiado tarde —replicó Iruka, bostezando. Tampoco dormía bien.

—Entonces que hagan la reunión sin mí. No voy a dejarte así. No estás bien.

—Ya oíste al médico, no es más que un virus estomacal.

—Pero…

—Kakashi, no puede haber una reunión de los Cinco Kages sin el Hokage. Debes ir.

Kakashi suspiró. En el fondo sabía que Iruka tenía razón.

—Será solo una semana. Prométeme que si te sientes peor, irás de nuevo al hospital.

—Está bien, te lo prometo.

Los labios de Kakashi se posaron suavemente sobre su sien. Iruka cerró los ojos.

—Nos vemos a la vuelta.

—Que tengas buen viaje…

Sin abrir los ojos, Iruka escuchó cómo Kakashi terminaba de arreglarse, y luego le oyó salir de la casa y saludar a los cuatro ANBU que le esperaban en la entrada.

Luego, todo quedó en silencio.

Pasaron varias horas. Iruka no consiguió dormirse, pero al menos mientras permanecía quieto y tumbado los síntomas remitían un poco. A la hora de comer se levantó, pero no se vio capaz ni con ganas de ingerir nada, así que se vistió y con el estómago vacío salió de la casa en dirección a la Oficina de Misiones, rogando por que la tarde pasara rápido y poder regresar a su futón.

En la oficina, la mayoría de sus compañeros ya habían notado que no andaba muy fino últimamente, por lo que lo primero que hizo Kotetsu tras saludarle fue preguntarle qué tal se encontraba.

—Mejor —mintió Iruka. No quería preocupar a su amigo.

—No lo parece —replicó Kotetsu, directo—. No deberías haber venido. ¿Por qué sigues sin pedir la baja?

—La academia ninja está cerrada. Si no vengo aquí, me aburro. —El chuunin se sentó tras su mostrador y ahogó un gemido al notar otro pinchazo de dolor en su estómago.

Por supuesto, no era ese el motivo por el cual Iruka se negaba a pedir la baja. En realidad, ahora que Kakashi se había convertido oficialmente en el Sexto Hokage, y por lo tanto, en su jefe directo en la Oficina de Misiones, Iruka no quería dar pie a ningún tipo de comentarios sobre un supuesto trato de favor hacia su persona.

Así que, como todas las tardes, Iruka se puso diligentemente a repartir pergaminos con misiones a los diferentes shinobis que se presentaban ante su mostrador. Pero su dolor de estómago había regresado, y mucho más fuerte que los días anteriores. A media tarde, Iruka necesitaba urgentemente un descanso. Le pidió a Kotetsu que le cubriera un rato, a lo que su amigo por supuesto dijo que sí, y se levantó.

No debería haberlo hecho, o al menos no tan rápido. De repente la oficina estaba dando vueltas ante sus ojos, y un pinchazo en el estómago, el más doloroso hasta entonces, le hizo doblarse en dos.

—¡Ugh!

—¡Iruka!

Al instante Kotetsu estaba con él, sosteniéndole para que el joven maestro no cayera de bruces al suelo. Genma, que estaba en ese momento ante el mostrador de Kotetsu, también fue a auxiliarle.

—Iruka, ¿qué ocurre? ¿Te encuentras bien? —le preguntó el tokubetsu jounin.

—No… —gimió Iruka, sincero. Apenas podía mantenerse en pie, no tenía sentido decir lo contrario.

—Lleva semanas así —explicó Kotetsu.

—Pues no debería estar aquí. Debería estar en el hospital.

—Ya fui, y no sirvió de nada —gruñó Iruka, con el rostro contraído por el dolor.

—Pues habrá que volver, no te queda otra —dijo Genma. Se dirigió a Kotesu—: Yo le llevaré.

—De acuerdo.

Sin fuerzas para mostrar su desacuerdo, Iruka permitió que Genma le llevara de nuevo al hospital.

***

Ahora que ya no era Hokage, Tsunade podía dedicarse al cien por cien a su verdadera vocación, que era ser médico. El hospital de Konoha estaba ahora bajo su completa dirección y supervisión, por lo que no tardó en enterarse de que Umino Iruka había ingresado, y como sentía un especial cariño por el joven maestro de escuela y esa tarde no estaba demasiado ocupada, decidió personarse para tratarle ella misma.

El chuunin la miró con sorpresa cuando la vio entrar en la habitación.

—Tsunade-sama —la saludó, inclinando un poco la cabeza.

—Buenas tardes, Iruka. ¿Cómo te encuentras?

Era una pregunta retórica. A juzgar por la palidez y las ojeras, era evidente que el joven no se encontraba bien. Estaba sentado en la cama, todavía vestido con su ropa, pero sin el chaleco ni el hitai ate, y temblaba ligeramente.

—Regular… —admitió Iruka.

—Eso he oído. —Tsunade cogió el historial de Iruka de los pies de la cama y lo leyó rápidamente—. Así que ya viniste hace dos semanas, y te diagnosticaron un virus estomacal. Beber mucho líquido. Bien. Supongo que lo has hecho. Y no has mejorado.

—No…

—Entonces no es un virus estomacal. Vamos a averiguar qué es. Empezaremos con un análisis de sangre.

—De acuerdo…

Tsunade cogió una jeringuilla del cajón de un mueble de la habitación, y ella misma le sacó a Iruka una muestra de sangre. Luego llamó a un enfermero y le dio la muestra y las instrucciones para analizarla, con prioridad máxima.

El enfermero se marchó. Tsunade se giró de nuevo hacia Iruka, quien tenía el ceño fruncido.

—¿Por qué prioridad máxima? ¿Tan grave cree que es? —preguntó el chuunin.

—No, pero eres el marido del Hokage. —Tsunade sonrió, e Iruka se ruborizó un poco—. Y debo darte prioridad.

—Pero no quiero prioridad, ni ningún trato de favor —murmuró él.

La sannin se sentó en una silla junto a la cama.

—Te entiendo, y eso te honra, pero a veces no se puede evitar. Ahora mismo, por ejemplo, que Kakashi está de camino al País de la Arena, para atender a una importante reunión para salvaguardar esta paz de la que estamos disfrutando ahora, no puedo permitir que le lleguen malas noticias sobre ti y dé la vuelta. Así que mi trabajo es cuidarte y darte la máxima prioridad para que te pongas bien, y así el Hokage pueda centrarse en sus asuntos.

Iruka no lucía muy convencido, pero no la rebatió.

Mientras esperaban los resultados, Tsunade y él hablaron sobre todo de Naruto, y de cómo se las estaba apañando con su nueva prótesis, fabricada por la propia Tsunade, que sustituía el brazo perdido durante la guerra, y de la falta de noticias sobre Sasuke; aunque en el caso de Sasuke, la falta de noticias en sí ya podía considerarse como buenas noticias.

El enfermero regresó un momento con los resultados del análisis y se los entregó a Tsunade. Ella los leyó con atención, y se quedó asombrada.

—No puede ser —murmuró, leyendo los datos por segunda vez—. Esto tiene que ser un error. —Alzó la vista hacia Iruka, quien la miraba confundido—. Iruka, me temo que habrá que volver a repetir los análisis. Tiene que haber habido una confusión en el laboratorio.

—¿Por qué lo dices? —preguntó el chuunin.

—Bueno, pues porque según estos análisis —Tsunade intentó contener la risa— estás embarazado de cinco semanas.

Iruka la miró estupefacto.

—¿Qué…?

Tsunade intentaba aguantarse la risa por respeto, pero ante aquella situación y la mirada de estupor del chuunin tuvo que hacer su mejor esfuerzo.

—Tranquilo, como ya he dicho, debe ser un error del laboratorio. —Releyó por tercera vez el informe y los datos inverosímiles que contenía—. Sacaremos otra muestra y…

—¿Has dicho cinco semanas?

Tsunade alzó la vista de nuevo hacia Iruka, y se le fueron las ganas de reír por completo. Iruka había palidecido de golpe. La mujer se acercó más a él, preocupada.

—¿Qué ocurre, Iruka?

—¿Has dicho cinco semanas? —repitió el joven en un susurro.

—Sí, ¿por qué?

Iruka se llevó las manos a la cabeza, cada vez más pálido. Incluso sus labios se habían puesto blancos.

—No puede ser. No puede ser.

—Iruka, me estás asustando. ¿Qué ocurre? ¿Qué ocurrió hace cinco semanas? —Pero Iruka la miró implorante, como suplicándole que no le obligara a contárselo. Tsunade suspiró y miró con dureza al joven—. Iruka, tienes que contármelo, o no podré ayudarte.

Tras unos momentos de silencio, Iruka tomó aire y consiguió hablar por fin.

—Hace cinco semanas, fue mi cumpleaños… —empezó a contar con voz temblorosa—. Lo celebré en Kaito’s, y como Naruto y la mayoría de sus amigos ya son mayores de edad, también los invité a ellos… Y… bebieron mucho sake. Bueno, todos bebimos mucho sake, ya me entiende…

Tsunade asintió, pero no dijo nada para no interrumpirle. Iruka tragó saliva y siguió hablando.

—Naruto fue de los que más bebió, y en un momento dado, se empeñó en enseñarnos a todos los hombres presentes a realizar su… su “Sexy no jutsu”. —Iruka ya no estaba tan pálido sino más bien sonrojado por el bochorno—. Y yo… yo también aprendí a hacerlo.

Aquello no pintaba bien, se dijo Tsunade, ya temiendo por donde iban los tiros. Pero permaneció callada. Iruka continuó con la parte más difícil.

—Y, bueno, la cuestión es que, por la noche… esa noche, Kakashi, que también había bebido, me pidió que me, eh, transformara otra vez, y… y yo lo hice… y… y…

Tsunade no aguantó más.

—Y tuvisteis relaciones estando tú transformada en una mujer —terminó por él.

Iruka asintió, rojo como la grana.

—¡Dioses, Iruka! —exclamó la sannin enfadada en voz muy alta, sobresaltando al chuunin—. ¡Cómo pudisteis ser tan inconscientes!

El joven maestro bajó la cabeza.

—Cree entonces que, eh, es posible que…

—Voy a por un ecógrafo y lo averiguaremos ahora mismo.

Antes de que Iruka pudiera decir nada más, Tsunade salió como un rayo de la habitación, buscó ella misma un ecógrafo, y regresó a la habitación llevándolo en un carrito.

—Túmbate y levántate la camiseta —le ordenó a Iruka.

Él obedeció. Tras preparar el ecógrafo, Tsunade le esparció gel en el vientre. Ni siquiera se molestó en advertirle que estaría frío, e Iruka se estremeció. La sannin cogió el lector del ecógrafo y, tras vacilar un momento, lo colocó en el mismo sitio donde se lo colocaría a una mujer.

Al instante, en la pantalla del ecógrafo apareció una imagen en blanco y negro de las entrañas de Iruka. Y en la parte inferior central, una forma redonda que no daba lugar a dudas.

Un saco gestacional.

Tsunade tragó saliva.

Un saco gestacional en un lugar donde no debería estar. Ni podría estar por mucho tiempo.

Ya no sentía enfado ante la inconsciencia de esos dos mocosos, solo… tristeza.

Miró a Iruka, que a su vez miraba la pantalla con un gesto difícil de interpretar, entre el horror y la fascinación.

—¿Eso es… un bebé? —preguntó finalmente. Parecía que la fascinación había ganado la partida, y eso no era bueno.

—No —negó categóricamente Tsunade, haciendo que Iruka girara la cabeza hacia ella, mirándola confundido—. Es un… feto. No, ni siquiera eso, es un embrión. Y hay que extraerlo cuanto antes.

—¿Qué? ¿Por qué?

Tsunade respiró hondo y soltó el lector del ecógrafo. La pantalla se volvió negra.

—Iruka, escúchame atentamente. Tu cuerpo concibió mientras permanecía transformado en una mujer, pero eres un hombre, y como tal, tu organismo no está preparado para un embarazo. No a largo término. ¿Sabes lo que es un embarazo ectópico? —Iruka asintió, mordiéndose el labio—. Pues esto es peor que un embarazo ectópico, Iruka, porque no he visto ningún caso antes, y no sé cuánto tiempo vas a aguantar hasta que ese embrión te desgarre por dentro.

Se produjo un largo silencio. Iruka parecía estar en una especia de shock, lo cual era perfectamente comprensible, pero Tsunade necesitaba hacerle comprender cuanto antes la gravedad de su estado, antes de que se le ocurriera hacer alguna tontería.

—Iruka…

—¿Cuánto tiempo puede durar como máximo la gestación de un embarazo ectópico? —preguntó el chuunin de repente.

Tsunade alzó una ceja, sorprendida por la pregunta.

—Unos tres meses, a lo sumo.

—¿Y a partir de qué semana puede sobrevivir un bebé prematuro?

—Es difícil de decir. Quizás a partir de la veintitrés. ¿Por qué? Iruka, ¿qué estás pensando? —inquirió.

Iruka permaneció callado un instante antes de atreverse a responder.

—Estaba pensando que tres meses son unas catorce semanas, así que si pudiera aguantar solo nueve semanas más…

Tsunade se levantó de golpe, sobresaltando al chuunin.

—¡No! Iruka, ¿es que no lo entiendes? ¡Tu vida corre serio peligro! Cada minuto que pasa, el saco embrionario crece, y hay más posibilidades de que se produzca un desgarro, o una hemorragia interna, o…

—¿Ha tratado alguna vez algún caso así? —la interrumpió Iruka.

La mujer frunció el ceño.

—No. Pero no hay que ser ni siquiera médico para saber que esto no va a acabar bien.

Iruka bajó la mirada hacia su vientre expuesto y manchado de gel frío, que aún permanecía tonificado y con los abdominales marcados. Un vientre de hombre.

—Así que tengo que… abortar —musitó.

—Eso es, Iruka.

—Pero es… —Iruka contrajo el rostro y de repente se le quebró la voz—. Es el bebé de Kakashi…

La reacción de Iruka, si bien inesperada, era en parte comprensible. Tsunade se acercó un poco más a él y posó suavemente su mano en el hombro del joven.

—Entiendo que esto es difícil, pero…

—No, no lo entiende —exclamó Iruka con voz más aguda de lo normal, señal de que intentaba contener el llanto—. Es el bebé de Kakashi. Y es la única oportunidad que va a tener de ser padre. La única oportunidad que va a tener si sigue conmigo…

—¡Esto no es una oportunidad, Iruka! —Tsunade no pudo evitar subir el tono de voz—. Esto es un error, una anomalía médica… y hay que ponerle remedio cuanto antes.

Para estupor de Tsunade, Iruka empezó a negar con la cabeza.

—No, no lo haré.

—¿Qué? —exclamó la médico—. Oh, por supuesto que lo harás. No voy a permitir que pongas tu vida en peligro por…

—¡He dicho que no lo haré! —Iruka la miró de nuevo a los ojos y también subió el tono de voz.

La mujer estaba estupefacta.

—Iruka, no puedes estar hablando en serio. Esto te va a matar. ¿Me oyes? ¡Te va a matar!

Pero Iruka no parecía escucharla. De nuevo estaba absorto contemplando su vientre y acariciando con ternura y muy suavemente la parte por debajo del ombligo.

Tsunade, mareada, buscó la silla junto a la cama.

Necesitaba sentarse.

***

La reunión de los Cinco Kages había sido un éxito. La paz entre las cinco grandes naciones ninja seguiría al menos por un tiempo más.

Por protocolo, al regresar a Konoha Kakashi tuvo que pararse en su oficina para dar fe de su vuelta y explicar a su consejo los pormenores de la reunión, antes de poder irse a casa. Al terminar, estaba saliendo por la puerta de su despacho cuando Tsunade le interceptó.

—Hola, Kakashi —le saludó la mujer, seria. Era de las pocas que podía permitirse ahora hablarle sin el honorífico. Por algo era la Hokage emérita.

—Buenos días, Tsunade-sama. —Kakashi, por el contrario, aunque sabía que como actual Hokage no estaba obligado a llamarla con el honorífico, seguía haciéndolo, tanto por costumbre, como porque la mujer así se lo merecía.

—Tenemos que hablar.

La sannin estaba realmente muy seria. Debía tratarse de un asunto grave. Pero Kakashi tenía otras prioridades en ese momento.

—¿Te importa si hablamos esta tarde? Ahora tengo prisa.

—Sí, me importa —replicó Tsunade, barrándole el paso. 

Kakashi suspiró.

—Entonces dame al menos una hora.

—¿Por qué?

—Necesito ir a casa a ver cómo está Iruka. La semana pasada, cuando me fui, estaba enfermo —explicó—. Tengo que comprobar que está bien.

—Iruka no está en casa. Está en el hospital.

Kakashi abrió mucho los ojos.

—¿Qué? —exclamó—. ¿Por qué?

La mujer inspiró hondo antes de responder.

—Kakashi, creo que será mejor que te sientes…

Continuará…  


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