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Elastic Heart. por ParnerLevi

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Notas del fanfic:

RiRen.

Levi x Eren.

AU/ Drama/ Psicología/ Romance/ Lemmon/ Vida cotidiana/ Artes/ Soledad/ Medicina.

Primera sesión.

"Atado al mundo real"

 A mi lado Hanji chasquea los dedos, rompiendo la sintonía de mis ideas.

—Niño, despierta.  

—Te escucho. —Digo con flojera.

—No, no lo haces, te perdí y lo peor es que no sé en qué momento fue.

Luego suspira con pesadez, como si fuera el trabajo más pesado que jamás hubiera hecho.

—Solo dame el manuscrito. —Pide después de un corto periodo de tiempo en silencio.

—Ya te dije que me faltan tres capítulos para terminar.

— ¿Y qué esperas para terminarlos?—Suelta ella en un grito exasperado.

—¿Inspiración?—Digo con un leve toque de burla.

Ella vuelve a suspirar y deja caer su cara sobre la mesa, sonrió, es gracioso verla sucumbir ante la desesperación.

—¿Qué se supone que va después?—Me mira suplicante.

—Matarla.

—¿Qué?—Golpea la mesa y me mira horrorizada.--¿Mataras a la protagonista? Estás loco, tus fans la aman, ¿Por qué?

Me encojo de hombros.

—Es necesario.

—Eren, primor, tienes un grave problema, la mayoría de tus historias terminan en tragedia, la protagonista muerte, sufre una increíble cantidad de problemas, muerte, traumas, torturas, etcétera, tus finales son demasiado crueles.

Vuelvo a encogerme de hombros, como si eso le restara importancia.

—Es necesario.—Repito.—Estoy al tanto de las redes sociales y todo el mundo espera que ella se case con él y no pienso permitir eso, otros dicen que se ira con su mejor amigo pero él muere en el catorceavo capitulo torturado por la antagonista.

Hanji se deja caer en el escritorio de nuevo.

—No sé si lo haces por no darle satisfacción a tus fans o porque sabes que matando al personaje principal las ventas subirán hasta el cielo, siempre los terminas sorprendiendo.—Luego suspira.—Me caía bien, era una muy buena heroína ¿Cómo la vas a matar?

—Ese es el problema, no sé cómo, quiero algo realmente trágico, tengo que llorar con lo escrito.

Ahora parece que va a darle un ataque al corazón.

—Ok, no voy a decir nada, haz lo que quieras, solo termina el manuscrito y ya.

—Sí, si lo que digas.

Desbloqueo la laptop y abro el documento, luego tamboleo los dedos sobre el teclado, sin llegar a escribir exactamente, abro Youtube y busco algo de música que pueda ayudarme, al final estoy vacío, sin inspiración y algo cansado.

No pude dormir… no, de hecho si pude, no dormí porque tenía que terminar este libro, no llevaba escrito más de tres páginas y tenía fragmentos en varias libretas de ayuda y apoyo, así que como la fecha de tolerancia es mañana a más tardar, tuve que exprimir cada neurona en mi cerebro para poder terminar o casi terminar ya que aún me falta el gran final con el que quizá me ahogue en correos electrónicos, cartas, mensajes en Facebook… todos de amenazas, deseos de una continuación o algo por el estilo, claro, sin contar todas las quejas entre fans en las páginas dedicadas a mis obras y ese tipo de cosas.

Me levanto del sillón y dejo la laptop en la mesita de centro que tengo en frente, las piernas me rechistan, vaya, tengo los músculos agarrotados, me duele caminar y de repente pierdo fuerza.

—¿Qué haces?—Pregunta Hanji.

—Quiero helado.

Ella me da alcance y me toma del brazo, lo presiona y me mira con el ceño fruncido.

—¿Cuánto tiempo llevas encerrado en este lugar?

Me suelto de su agarre y tomo una de las cucharas de plata fina que hay sobre uno de los soportes de mi cocina.

—No lo sé, fíjate en el calendario, sabes que allí marco todo lo que hago.

—¿Cuántos botes de helado has devorado?—Insiste.

—No sé, eran sesenta cuando llene el refrigerador, sí quieres cuenta cuantos quedan.

—Eren.—Azota uno de sus tacones sobre las baldosas de mi cocina.

—Hanji.—Digo del mismo modo.

—Niño, por Dios, llevas más de un mes sin que la luz del sol te ilumine, no comes nada, más que chocolate, helado y lo que te llega a traer Isabel, y dudo que lo último lo hagas. Eres preocupante, solo lees y escribes, lees y escribes. No sé si duermes o haces algo más aparte que esas dos únicas actividades. Estas mucho más pálido que la primera vez que te vi y mucho más delgado y no me has decirte de los demás aspectos. ¿Al menos te bañas?

—Uso toallitas de bebé, el baño consume mi tiempo.—Digo con seriedad.

—Hablo en serio.

—Yo también, sin que te ofendas, Hanji, pero tú solo eres mi editora, no te interesa nada más que el hecho de que cumpla con mis tiempos y ya, el resto es mi problema.

Ella bufa.

—¿Qué pasa si te llegas a enfermar?

—Mi cuerpo está sano, no suelo enfermar.

—Pero…

—Hanji.—La interrumpo.—Es mi vida, déjame arruinarla como quiera.

Me dedica una de esas miradas que mi madre solía dedicarme, de lastima, pena, dolor y mil reclamos listos para salir. Pero ella se los ahorra, simplemente suspira y deja caer los hombros rendida, cansada de tratar de hacer que entre en razón.

—¿Dónde están tus lentes? —Pregunta más tarde, cuando he terminado medio bote de helado.

—No lo sé.

—Volviste a perderlos.

Como siempre, le respondo encogiéndome de hombros, básicamente le doy poca importancia a mi vida y a mi entorno.

Recuerdo que usualmente de eso trataban las discusiones que tenía con mi madre, lo distraído y olvidadizo que soy. Ella suele decir, incluso ahora que vivo solo, que no es normal la forma en que me organizo la vida, dejando todo en lugares que no corresponden, perdiendo papeles o documentos, olvidando cosas, etcétera, etcétera, ella jamás se imaginó que yo pudiera valerme por mi mismo, bueno, no es como si ahora viviera de las mil maravillas, hay un centenar de botes de helado, envolturas de chocolate y paquetes de comida instantánea en la barra del desayunador y encima de la estufa, también un montón de trastes sucios en el lavabo, son de la última vez que Izzy vino a visitarme, ¿Una semana? No lo recuerdo, hay botellas de jugo en el piso y latas de refresco, si así está mi cocina, la sala, mi habitación y el resto de la casa no es mejor, hay ropa sucia en todos lados, botes de helado, hojas de doble uso, cartuchos de tinta, cajas vacías, cobijas, vasos, juguetes, pantuflas y mucha basura más, hace mucho que tanto Hanji como Izzy no me ayudan a limpiar mi casa, ellas piensan que soy un caso perdido por mí mismo.

Ambas me incitan a que venda esta casa y me mude a un departamento ya que solo soy yo y mi gato pero es más cómodo así puedo extenderme a mi anchas, es uno de los pocos propósitos que he cumplido, comprar una casa grande con muchas habitaciones y espacio para una inmensa biblioteca, quizá, el único lugar libre de suciedad y desorden, era mi deseo y ahora está cumplido, también tango un auto pero usualmente Isabel  es quien hace uso de él, se manejar pero no salgo  de casa a menos que sea altamente necesario. Tengo un gato amarillento llamado Armin, es tranquilo y no da lata, tengo una habitación para jugar video juegos, un mini cinema e incluso un refrigerador en mi habitación. No voy a limitar estos lujos privados a un departamento.

Soy un escritor famoso, tuve demasiada suerte de que mi primer libro fuera todo un éxito, aunque vivo bajo el anonimato de un pseudónimo, decidí eso poco después de ver las altas expectativas que mis primeros lectores tenían de mí, preferí dejarles vivir en ese sueño y no decepcionarlos con mi mediocre imagen, un adulto desaliñado, desordenado, despreocupado, olvidadizo y un asco en términos generales. Prefiero eso. Aparte de que me ahorro las tediosas firmas de autógrafos o presentaciones ser alguien invisible me da más ventaja de vivir lleno de lujos a mi gusto, sin molestias o críticas.

Antes de la mitad de la tarde termino el manuscrito, lo imprimo y se lo entrego a mi editora en un mono sobre decorado. Le sonrió con sarcasmo amable.

—Sé que siempre evitas este tipo de temas, te hartan pero, creo que es necesario que visites a un psicólogo. —Sus palabras son suaves, amables, igual a cuando un depredador espera paciente entre la maleza para atacar a su presa débil e indefensa.—No es normal que vivas de eta manera, apartado del mundo, solo, ido, te desconectas de todo, no hablas con nadie que no sea Isabel o yo misma.

Pongo los ojos en blanco y antes de que diga algo más suspiro exageradamente.

“Normal” ¿Exactamente qué significa vivir de forma “normal”?

Nunca he entendido esa palabra y eso que la he escuchado miles y miles de veces, de toda la entre que conozco y me ha conocido, mi familia y allegados. También, yo no le he dado tanta importancia a esa palabra. Ni me interesa en demasía.

—Creo que ya he escuchado eso y…

—Lo sé, lo sé. —Interrumpe ella.—Pero en serio, me gustaría ayudarte, tengo un amigo que regreso de vacaciones hace unos días, esta es su ficha debes visitarle.

Ella me da un rectángulo blanco de papel opalina con letra cursiva recitando lo que supongo es el número telefónico y la dirección.

—No, lo siento pero no, ya tengo una colección de tarjetas en mi habitación, no necesito otra.

—Es diferente.—Insiste.

—No, Hanji, entiende, no voy a ir visitar a alguien que fingirá escucharme una hora diaria para que al final me diga que el problema está en mi subconsciente, que tengo el poder de cambiar yo solo.—Imito el tono de esos especialistas en la televisión.

Hace una mueca de fastidio.

—Escucha…

—Ya tienes el manuscrito, listo, tu trabajo aquí ha terminado.—Finjo sonar muy alegre, la tomo de los hombros dirigiéndola a la salida.—Adiós.

Si esperar a que se vaya del todo doy media vuelta y regreso a mi estudio, pocos segundos después oigo  la puerta cerrarse.

No, esta no es la primera vez que me da una tarjeta para visitar a un psicólogo, incluso me ha hecho citas a las que nunca he asistido, no me interesa en lo más mínimo, ya he visitado a muchos, demasiados, durante mi infancia y pubertad, no arreglaron nada en ese entonces y no creo que lo hagan ahora que tengo más de veinte años, casi treinta.

¿Por qué intentan arreglar algo que ya está roto?

¿Por qué tratan de hacer que cambie?

¿Por qué quieren que sea “normal”?

No lo entiendo.

¿En qué les afecta mi forma de vivir?

Tampoco es la primera vez que me hago ese tipo de preguntas.

Mi madre se encargó muchas veces de darles respuesta pero para mí no era lógico o coherente. Así que deje de insistir.

Tomo un libro del pequeño librero que hay en mi estudio, es gracioso porque es un libro sobre “psicoanalismo” y acabo de discutir con mi editora, aunque el libro es más de acción, misterio y peleas, hace mucho que lo leí. Poseo más de un millón de libros, bello ¿No?, no estoy exagerando, tengo una biblioteca y pequeños libreros en cada lugar disponible dentro de mi casa, cada uno abarrotado de libros, es decir, todo mi sueldo lo gasto en ellos, desde antigüedades, best sellers, comics, revistas y también películas. No escatimo en ese aspecto.

Después de llevar la mitad del libro prendo la televisión, no sé qué tipo de programación nueva puede haber ahora, no veo mucho la TV, me aburre pero de vez en cuando sirve para perder el tiempo. Debería limpiar mi casa, tirar la basura, acomodar, lavar, sacudir, debería… sin en cambio… prefiero no hacerlo, no hay nadie que me lo ordene o me regañe por eso, ¿Qué más da?

En algún lugar de la casa suena el celular, no siquiera sé dónde está el aparato, no sé porque lo compre en primer lugar solo sirve para que Izzy y Hanji me fastidien. Cuando termina de sonar le sigue el timbre de la casa y ese no va a detenerse hasta que abra.

—¿Qué quieres? Isabel.—Digo una vez que el sonido me ha desesperado.

—Vengo a ver que sigas vivo, tu madre llamo.

Sin esperar una invitación entra.

—¿Para qué?

—Quiere que vayas a visitarla, no te ha visto desde hace siete años.

Pongo los ojos en blanco.

—Le mando dinero cada mes, regalos en navidad, año nuevo, epifanía, el día de las madres, su cumpleaños…

—Eren.—Se frena y yo hago lo mismo.—Los regalos no sustituyen tu presencia como hijo.

—No está enferma, ni moribunda, de ser así, papá ya habría llamado.

—¿Tendría que estarlo?

—No lo sé, deje muy en claro que no volverían a verme, así se decidió y estoy manteniendo mi palabra.

Su mirada enfurecida es sustituida por una de tristeza.

—No es correcto como piensas, estas mal, son tus padres, lo que paso…

—Sí, he allí el problema, “Lo que paso”, paso, tiempo pasado, fin, chao, chao, olvidado, es algo entre ella y yo. No vera nada de mí más que el dinero que gano con la carrera que no pagó y odió, nada más que regalos costosos, de marca y diseñador comprados con mi vagancia.—Genial, ahora estoy agitado.

—Eren, piensa.

—Isabel, deja de meterte en mi vida.—A sonado rudo, lo sé en el momento en el que suelto las palabras.

Suspira, se aprieta el puente de la nariz y trata de mantener la compostura.

—Entiendo, es tu problema. Solo… espero que no te arrepientas cuando estés completamente solo y aislado de todos.

—Ya lo estaría de no ser por ti y Zöe.

Agacha su mirada, esta vez he cruzado la línea, tal vez no era necesario decir nada, solo llevarle la corriente como siempre.

—Lo siento, solo trato de ayudar.

—Te agradecería que no te molestaras ya haces bastante cuidando del gato y alimentándome.

—Por ciento, ¿Dónde está?

Me encojo de hombros.

—Vuelve cada vez que cree que ya he muerto y puede devorarme.

•◘•◘•◘•◘•◘•◘•

Como la mayoría  de las veces, Isabel se desespera y dice que no soporta el chiquero donde vivo, lleno de botes de helado y hojas, así que entre los dos nos ponemos a limpiar, me da órdenes y trato de hacer  mi mayor esfuerzo no sé cuándo fue la última vez que vi debajo de la basura. Me sorprendo cuando veo el piso de madera despejado y un poco brillante.

Terminando ya entrada la noche, consigo dos enormes bolsas de basura y un sermón de lo importante que es la higiene y que si sigo viviendo de esta manera terminare por contraer a alguna infección por la suciedad.

—Encontré esto junto al teléfono.

Izzy me tiende una tarjeta, la tomo y al instante reconozco la tarjeta de Hanji, no puedo evitar poner mala cara.

—Al final Zöe la dejo.—Susurro.

—¿Otro psicólogo?—Pregunta curiosa.

Arrugo la tarjeta y la meto en el bolsillo de mi sudadera, suspiro con resignación.

—Otro.—Confirmo.

—Deberías darle gusto, para que te deje en paz.

Bufo divertido.

—Buen intento. ¿Te quedaras?

Le revuelvo el cabello, bostezo, sé que ella también piensa que debo visitar uno.

—No, mañana tengo trabajo.

 No me ofrezco a llevarla a casa, ella tiene mi auto y se vale por sí misma.

Tampoco es que le tenga miedo al exterior, simplemente, pensar en salir es un poco chocante, no tengo a alguien a quien visitar, víveres que comprar o algo de ese tipo de cosas que la gente suele hacer.

En la escuela me llamaban “inadaptado social”, no como ofensa, más bien, como etiqueta, como decirle a una chica, “guapa”, “Inteligente”, o a un maestro “estricto” “maleable”. Al menos así lo veía yo.

Después de que Izzy se despida opto por ir a ver la televisión pero al final me quedo dormido, pero pasados unos minutos una pesadilla me altera y hace que mi parte paranoica salga pidiendo auxilio a las sombras y después me pongo a llorar. No sé qué es lo que me ha atormentado esta vez pero ya no duermo después de eso. Esta es una de esas veces en las que me arrepiento de vivir  completamente solo.

Me hago un poco de chocolate y me acurruco en un sillón inflable con una cobija rodeándome el cuerpo, miro las paredes y trato de hacer que la pesadilla venga a mí.

Cuando meto mis manos a los bolsillos doy con una bolita de papel, lo desdoblo, leo su contenido.

“Doctor Levi Ackerman”

XXX-XXX-XXX

Av. XXX

Núm: X

“¿Levi… Ackerman?” pienso.

Es un nombre extraño si me lo preguntan, el apellido sin duda es Ingles o americano, aunque el nombre… no tengo ni idea de donde podría ser.

Leo de nuevo los datos de la ficha, es simple, letras negras y elegantes cursivas, está el escudo de medicina psicológica en una esquina y a parte de las arrugas nada más lo adorna.

—Ackerman.

Una chispa brinca en mi cerebro, dos neuronas luchan por conectarse, un recuerdo desea salir pero no parece ser muy importante porque no sumerge a la superficie con rapidez.

Me encojo de hombros.

A fin de cuentas solo es otro psicólogo del cual no deseo saber nada.

“Psicología”

“Psicólogos”

“Psicopatología”

“Mente”

“Pensamientos”

“Memoria”

“Perfiles psicocriminales”

“Asesinos”

“Criminalística”

“Psicología Criminodelictiva”

Lanzo la ficha a un lado y rápidamente busco una hoja y algo con lo que escribir.

“¿Qué provoca que alguien se convierta en un asesino?”

Escribo con letra rápida y poco entendible.

“¿Es diferente el cerebro de un asesino? ¿Por qué?”

“Hide and Seek”

“Mascaras”

“Engaños”

“La luz de la calle alumbra las manchas de sangre, viscosas y rojas, la sombra sale del departamento, se funde en la eterna  obscuridad de la noche, nadie fue consciente de que un asesino acababa de nacer” —PL.

“Juegos mentales, astucia e inteligencia”

Sonrió satisfecho, releo lo que acabo de anotar, corrijo mis notables faltas de ortografía y entonces ya tengo una nueva novela a publicar, prendo el computador y en primera plana aparece el icono de acceso directo a mi blog personal como escritor, subo el pequeño fragmento y anuncio la nueva historia, diez minutos después más de mil comentarios llegan preguntando por el pequeño prologo.

Entonces, de repente, necesito la ayuda de un psicólogo, me rio de la pequeña ironía, matare dos pájaros de un tiro, darle gusto a Hanji e Isabel y juntar datos psicopatológicos criminales para este nuevo escrito.

Después de todo… ¿Qué puedo perder?

Cuando el reloj marca las nueve de la mañana, marco el número impreso en la tarjeta, dos timbrazos más tarde una voz perezosa me contesta.

Consultorio del Doctor Ackerman.

—Buenos días, quiero una cita.

“Eso ha sonado mal” pienso.

Soy muy malo con las palabras, soy mejor con las letras.

¿Disculpe?

—Lo que quise decir es que… necesito una cita con el Doctor.

“Sigue sonando mal”

Ah, ya veo.—La mujer del otro lado de la línea se ríe de mi incapacidad para comunicarme.—Voy a tomarle unos datos, ¿Está bien?

—Claro.—Susurro acalorado por mi propia vergüenza.

Su nombre.

Dudo un poco.

—E… Eren Jaeger.—Ella lo repite para corroborar.

Edad.

—Veintiséis años.

Me pide una dirección, número telefónico, datos de alguna referencia y después me pregunta sobre qué tipo de problema es lo que quiero que el “Doctor” trate, mis horarios disponibles y después me pregunta sobre otras cosas más para hacer un post expediente.

—¿Le parece ser el último paciente? El Doctor Ackerman tiene llena toda la tarde, así que… ¿De 6:00 a 7:00 pm?

—Me parece bien. No tengo problema con ello.

¿Cuál va a ser su forma de pago?

—¿Efectivo?

Del otro lado la chica se ríe.

 —Hace mucho que no tenía pacientes que pagaran en efectivo.

—Lo siento, no suelo usar tarjetas de crédito y no tengo una cuenta en el banco.—Digo avergonzado.

Bien, le llamare en un rato para ver si el Doctor Ackerman lo puede atender hoy mismo.

—¿Tan pronto?

No sería su primera sesión, es parte de un protocolo, el Doctor tiene que hacerle un test para evaluarlo y hacerle un horario de acuerdo a usted.

—Ya veo.

Termino la llamada y después le comunico a Hanji que ya he hecho la cita con ese amigo suyo, ella casi grita de la emoción, Isabel por su parte me felicita y ruega que eso me haga recapacitar. No va a hacerlo, solo necesito al psicólogo para hundirme más a mi mundo.

Una hora después la chica me llama y dice que esta misma tarde el Doctor va a recibirme a las seis de la tarde pero que preferiblemente llegue media hora antes, no tengo nada mejor que hacer así que me quedo viendo una buena serie criminalística en la televisión, respondo algunas preguntas del blog y de facebook. Cuando el reloj da las cinco de la tarde, me doy un baño, busco algo que no sean sudaderas y pijamas con estampados infantiles.

Al verme en el espejo me consuelo diciendo que quizá alguien allá afuera este peor que yo.

Titubeo un poco al tocar el pomo de la puerta, espero no perderme entre las calles de la ciudad que no conozco pero en la que he vivido por más de siete años.

Y no lo hago…

Lo extraño de todo es que el consultorio está en un apartado departamental de lujo a casi veinte minutos de mi casa, es elegante y me da escalofríos, el consultorio se encuentra en la tercera planta del edificio “Freiheit”

La puerta está abierta, hay un olor a café demasiado suave y hace que me de hambre, es cierto, he desayunado galletas y leche y comí helado de menta, moriré de inanición.

—Buenas tardes.—Saluda una chiquilla castaña detrás de un bello escritorio de madera.

—Hola, buenas tardes, soy… Eren Jaeger.

La chica me mira sorprendida.

—Señor Jaeger… vaya… creí haber anotado que tenía veintiséis años, lo siento.—Ella busca mi expediente y borra mi edad y pone dieciséis.

—En realidad tengo veintiséis.—Digo avergonzado.

Ya recuerdo porque no me gusta salir de casa.

 —Oh, lo siento, lo siento mucho.—Ella repite lo de borrar y anotar.

—No importa.

—El doctor Ackerman lo atenderá en un momento, esta con una paciente, así que espere un poco.

—Claro.

Antes de darme vuelta veo un libro sobre el escritorio.

—Ese libro… ¿Es “Ashes”?—Pregunto.

Ella mira el libro y después a mí.

—¿Lo conoce?

—Soy un bibliófilo, tengo la mayoría de los libros de esa escritora.

La chica sonríe emocionada.

—¿En serio? Yo la amo, es increíble, todas sus historias son asombrosas, aunque… siempre termina matando a los personajes más importantes.—Lo último me hace sonreír.  

—¿Te parece malo?—Pregunto.

—No exactamente pero… hace que llore por varias horas.—Se sonroja y desvía la mirada.—Me encantan sus personajes.

Sonrío.

—Supongo que son buenos.

—Me encantaría conocerla, aunque jamás se ha dejado ver, ni accede ir a las firmas de autógrafos o a los eventos dedicados a sus libros, es una pena, me encantaría decirle lo asombrosa y fantástica que es.

—Sí, es una pena.

No es la primera vez que veo uno de mis libros en manos de una adolescente y que me diga lo mismo que ella, me alegra escuchar de primera mano esas palabras, si se lo preguntan, si… mi pseudónimo es el de una mujer, de repente las mujeres son más populares en el mundo de la literatura por lo que se me hizo más fácil entrar en él.

La puerta del consultorio se abre y sale una mujer rubia temblorosa y con la mirada turbia pero de alguna forma parece demasiado pensativa y relajada, saluda a la chica quien al parecer se llama Petra.

Petra se apresura a ir al consultorio, cierra la puerta detrás de ella y segundos después sale con la misma prisa, remueve algunos documentos de los cajones de su escritorio y vuelve al consultorio, después de varios minutos sale con una enorme carpeta pegada al pecho y con cara de fastidio.

—El Doctor Ackerman lo atenderá ahora. ¿Desea café? ¿Té? ¿Agua?

—Agua estará bien.

Continuara…

Gracias por leer.

“Parlev”

 


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