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Resaca por Makechuta

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Notas del fanfic:

Los derechos no me pertenecen sino a Sinobu Otaka.

Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!! Comencé un nuevo fanfic! Espero que a todos les guste mucho, la verdad es que tengo muchas ganas de que lo lean y comenten. Espero que tenga un buen recibimiento por vuestra parte. Un gran besote para todos.

Cada parpadeo que ejercía era como una punzada en la cabeza. Consiguió abrir los ojos con plenitud y contempló que el lugar donde se hallaba no era el propio de confort donde estaba acostumbrado. Volteó la cabeza con sumo cuidado. A su lado, el cuerpo desnudo de un hombre se apoltronaba en aquella extraña cama. Estaba bocabajo y con la cabeza apuntando a lado contrario, por lo que Jafar no podía adivinar de quien se trataba. Con la punta del dedo tocó aquel cabello sedoso y morado. Su olor era agradable. Miro su propio cuerpo y también estaba en cueros. Se sentía avergonzado y confundido. ¿Qué había sucedido la noche anterior? ¿Quién era ese hombre? ¿Y por qué le dolía el culo? ¡AHHH!


Se levantó y tocó su cabeza. Debía ser frío para analizar su situación. Tomó su ropa del suelo y pasó al baño. Se miró en el espejo y comprobó que su cuerpo estaba lleno de moretones. Por lo visto había sido una noche loca...


No le había dado mucho tiempo a escudriñar en que clase de habitación estaba... Podía recordar que había ido a una fiesta con sus compañeros del trabajo en una casa que desconocía. Bebió demasiado, quizá, por eso ha acabado de ese modo. ¿Dónde estaban sus compañeros?


Súbitamente empezaron a llamar a la puerta.


 


-Ey-continuaba tocando-. Jafar, abre. También quiero entrar en mi baño.


<<Se ve que después de la borrachera este individuo se acordaba de su propio nombre. Pero yo no me acuerdo de nada>>.


 


-Un momento, me estoy vistiendo-comenzó a colocarse la camisa.


 


-¿Qué más te da? Si he visto tu cuerpo desnudo al completo-dijo totalmente seguro de sí mismo mientras miraba una de sus uñas totalmente despreocupado.


Esas palabras avergonzaron mucho al albino que se sentía coaccionado para responder.


 


-Por cierto, tienes un cuerpazo. Eso es el nirvana-confesó melodioso el extraño individuo.


 


Terminó de vestirse y abrió la puerta. El mayor no titubeó e inesperadamente le robó un beso.


 


-¿Se puede saber qué estás haciendo?-lo miró indignado y sorprendido al mismo tiempo.


 


-Bueno-apoyo su mano en el hombro ajeno-, solo ha sido un beso. Esta noche hemos hecho cosas mucho más divertidas-le sonrió de manera picarona.


 


-Le pido que se controle. Yo soy un hombre casado-mostró el anillo en su dedo-. Y por lo que puedo observar usted también-señaló el anillo contrario.


 


-Jafar, Jafar, ¿me puedes explicar el por qué de tanto formalismo? Ayer gritabas mi nombre y me decías que no parara. No parecía importante que ambos estuviéramos casados.


 


-Oh...-se sentía muy mal consigo mismo. Nunca le había sido infiel a su mujer Yamuraiha y nunca había sido su intención. ¿Cómo se lo iba a explicar ahora?-. Yo no me acuerdo de nada... creo que todo lo que pasó a noche fue a causa del alcohol. No lo tome usted muy enserio. Deberíamos a casa antes de que lleguen los anfitriones.


 


-¿Qué? Yo soy el anfitrión-curvó sus labios con aún más picaresca, si cabía.


Una mala sensación invadió a Jafar por completo. Él era Sinbad, El Marino. Su novio del instituto. Todo terminó cuando el mayor se graduó. Jafar lo pasó muy mal y no quiso saber nada del otro nunca más. <<¿Por qué no había recordado quién era Sinbad cuando me invitaron a la fiesta?


 


-Disculpe, no sé que pasó ayer-intentaba mantener la calma-, pero yo estoy felizmente casado. Espero que olvide todo lo que tuvo lugar anoche y que ambos podamos seguir con nuestras vidas-el joven se colocó la chaqueta y pasó por el cuarto con el fin de atravesar el umbral de la puerta para marcharse de aquel lugar y no regresar nunca más. Lo primero que debía hacer era pedirle perdón a Yamuraiha y aclarar todo. ¿Pero cómo? Si ni el mismo sabía con exactitud de todo lo que había pasado.


Cuando por fin dejó la habitación, sacó su teléfono móvil y marcó el número de su esposa. Ni tan siquiera le había avisado que pasaría la noche fuera, o que se quedaría hasta tarde en una fiesta. Únicamente le mandó un mensaje advirtiéndola de que iría a tomar algo con los compañeros del curro. Y por cierto, ¿dónde estaban Masrur, Sharrkan y Spartos?


Sin que se lo esperara Sinbad había comenzado a seguirlo. Tomó su móvil por la espalda y colgó la conversación.


 


-Jafar-le miró con ojos tiernos-, no te vayas. Hay mucho de lo que hablar.


 


-Ya le he dicho que no recuerdo nada de lo de ayer-tomó su móvil a disgusto-.


 


-Pero sí soy yo. Sin, tu primer amor.


¡Oh, Dios! Se acordaba. Eso era algo imprevisto. Pero había algo claro. Sinbad seguía siendo el mismo promiscuo de siempre. Que pese a estar casado practicaba la promiscuidad con suma normalidad, algo que desagradaba por completo a Jafar, además de asquearlo totalmente.


 


-Lo que pasó ayer fue culpa de la bebida. Yo no quiero regresar a aquello tiempos obscuros de mi vida nunca más-se dio media vuelta y bajó las escaleras. Lo peor era es que el otro lo seguía como si nada.


 


-Jafar-suspiró-, hace años que no nos vemos. Puede que el destino hiciera que nos volviéramos a ver mediante la bebida. Pero hablemos un poco. Como, ¿qué ha pasado con tu vida? -lo adelantó y bloqueó la puesta con su propio cuerpo-. O, ¿cómo es tu mujer? Ah, y puedes tutearme-apoyó la mano derecha en su propia cadera.


 


-Es Yamuraiha... Somos muy felices y no la dejaría por nadie. Y el destino no quiere que nos reunamos. Ha sido un error. Ahora déjame salir, si no quieres que te agreda-lo miró desafiante.


 


-Oh, has dejado de llamarme de usted. Aunque ha sido para amenazarme, ha sido un paso-asintió para sí-. Esa es tu postura, y la respeto-siguió asintiendo-. Pese a todo, ahora debes tú respetar la mía. Hasta que no me des tu número móvil no te dejaré marchar-guiñó el ojo-. Como comprenderás, la puerta está cerrada con llave, por mucho que me quites de aquí no podrás salir.


 


-Maldito-masculló.


 


-¿Qué has dicho?


 


-Nada. Está bien-bufó-. Tú ganas. Dame tu móvil que te lo apunte.


Sinbad sacó su móvil y apuntó el número tal cual Jafar le iba dictando. Después le pegó un toque para comprobar si le había sido sincero, y así era.


 


-Ya te llamaré. Buen viaje a casa-le sonrió y comenzó a abrir la puerta-. Ya quedamos un día y hablamos.


 


-Claro-curvó sus labios de oreja a oreja exageradamente. Lo que menos quería era ver ese individuo que destruyó su adolescencia de manera desconsiderada y cruel.


-.-


Unas horas antes, en la misma fiesta:


 


Muu Alexius, un agente de los más importantes del distrito que correspondía a su ciudad. Recientemente enviudado, y con un hijo a su cargo. A pesar de que aparentaba ser una persona fuerte y feliz no había día que no se acordara de su mujer. Cada vez le costaba más fingir delante de su hijo Titus. Su dolor había creado un vacío insustituible, o eso pensaba él. Pero se decía a sí mismo que debía ser fuerte, al menos por sus seres queridos.


Sin embargo, en aquel momento se encontraba en una fiesta(a la que no tenía ganas de seguir) bebiendo con desmesura. Algunos vacíos solo se podían llenar con alcohol. Aunque claro, ese no era su caso. Pero se relajaba cuando se excedía con la bebida y perdía su conciencia sobre sí mismo. Cuando al próximo amanecer no se acordaba nada... Al menos lo alejaba de la tristeza y lágrimas. No obstante, no tenía ni idea del daño que le estaba causando a su hijo con sus despreocupadas acciones.


 


-Ehh, grandullón-alguien apoyó su mano sobre el hombro del fanalis-, no deberías beber tanto.


 


-Tarde-respondió con un gran eructo. Después giró un poco su cabeza y comprobó que era Yunnan el que le hablaba.


 


-Vamos, Muu-lo miró con ojos cual cachorro-. No seas uno más de esos que cae a un pozo sin fondo-comenzó a acariciar el rojizo cabello del contrario con pena en el rostro(en realidad se preocupaba mucho por él)-. ¿Te debo recordar que aún tienes un hijo al que debes educar y dar un buen ejemplo?-le musitó al oído.


 


-Él ya es bastante mayor y su padre es un gran hombre-dijo totalmente coaccionado por su ebriedad.


 


-Oh, para él ya es bastante doloroso haber perdido a Seherezade, su madre, para que ahora su padre se convierta en un borracho sin medida-le tomó la mano-. Te llevo a casa-dijo mirándole los ojos con suma ternura.


 


-No-respondió de manera tosca, rompiendo con brusquedad el roce con el cuerpo del otro-. Quiero quedarme más rato...-miró a otro lado nostálgico-. Seherezade y yo nos conocimos en una fiesta. Lo recuerdo como si fuera ayer.


 


-A Sheherezade no le gustaría que deambularas borracho por ahí-le reprimió mirándole a los ojos.


 


-Ella ya no está-le agredió con un puñetazo, el cual lo tiró al suelo, y pegó un gran sorbo.


 


Yunnan, muy dolido física e interiormente se levantó y le tiró de la oreja.


 


-¡Muu Alexius, nos vamos de aquí!-lo guió hasta su propio auto y lo sentó en el lugar del copiloto. Le colocó el cinturón de seguridad, a la vez que encendió la radio. Marcó la emisora de música clásica, por el dicho de que “la música calma a las fieras”. En este caso iba como anillo al dedo, ya que el pelirrojo cayó dormido en cuestión de segundos. Se sentó en el lugar del conductor. Puso coche en marcha y partió con rumbo a la casa de lo Alexius.


Una vez allí, estampó su mano contra la cara del fanalis. Tomó las llaves del bolsillo contrario y abrió la puerta de la casa. Regresó al coche y volvió a agredir al pelirrojo en el mismo lugar.


 


-¡Eh!-se quejó a disgusto-. ¿Se puede saber por qué me hieres?


 


-Ya estamos en tu casa. Es mejor que pases en silencio para no despertar al niño y que comiences a dormir. Mañana has quedado con Titus en que lo llevarías al circo. ¿No querrás fallarle?


 


-Tienes razón-lo miró con ojos inversos en la tristeza-. He quedado con mi hijo y lo único que hago es fallarle-apretó su puño decepcionado con sigo mismo. Después abrió su palma mientras la miraba y tragó saliva sintiéndose culpable.


 


-Vamos-pasó el brazo contrario por su propio cuello y lo puso en pie-. Aún tienes tiempo de descansar-le sonrió mientras lo guiaba caminando. Una vez llegaron al cuarto, Yunnan sentó a Muu en su butaca. Preparó la cama y comenzó a desabrochar los botones de la camisa del pelirrojo. Quería colocarle el pijama para que descansara en perfecto estado.


 


-No hace falta-dijo el pelirrojo mientras acariciaba el cabello dorado-. A parir de aquí me las apaño solo.


Yunan pasó sus dedos por el torso de Muu. Siempre se imaginó que era fuerte y con buena musculatura, pero nunca hubiera llegado a imaginar que al verlo desnudo le suscitaría tanto deseo.


A su misma vez, Muu comenzaba a deshacer la trenza del rubio. Enredaba sus dedos en aquel sedoso cabello. Llevado por una extraño anhelo lo sentó sobre sí, el mayor se dejaba llevar. Yunnan comenzó a besar el cuello contrario. Sus labios se posaban de manera delicada y con su característica sensualidad. Muu metió sus manos dentro de la camiseta de su pareja. Fue subiendo a poco a poco hasta llegar a su espalda. Tenía unas manos sumamente frías, pero esto no le importó al rubio, ya que la excitación que sentía podía quemar cualquier cosa, como su cordura.


Durante años había estado intentando no dejarse llevar. Reprimir sus sentimientos por aquel muchacho. Pero en aquella fría noche el momento que tanto había anhelado se estaba haciendo realidad.


Ambos se dieron un beso en los labios. El mayor de los dos, Yunnan(que también era el más experimentado), introdujo su lengua con lentitud y lujuria.


 


-Deberíamos parar-intentó reprimirse una vez más. Se levantó de las rodillas del mayor y abrió un armario buscando un pijama.


Antes de que tomara nada Muu lo tomo del brazo y chocó sus labios contra los de él.


 


-No te reprimas, yo no lo haré-lo miró a los ojos mientras comenzaba a mostrar su dura virilidad, desabrochándose la correa del pantalón.


 


-¡Oh, por dios!-Lo deseaba y era lo que más quería. Pero alguien debía que ser sensato y saber lo que era lo correcto Y aquello no lo era-. Muu, lo siento-posó su mano sobre la suya para que parara-. Tú hijo está en la habitación de al lado, estás muy borracho y necesitas descansar. Sé que en realidad no quieres hacer esto, sé que no lo deseas. Tú nunca me has deseado-tocó su propio corazón, el cual bombeaba como nunca antes.


 


-Yo siempre te he deseado-una vez más pasó su mano por la cabeza del mayor y lo besó. Yunnan lo rodeó con los brazos. Los besos continuaban prolongándose, de tal forma que cayeron sobre la cama.


 


-Espera-posó su mano en la boca del menor-. ¿Mañana cuando todo haya acabado tu deseo por mi seguirá siendo el mismo? ¿Seguirás deseándome de la misma manera sin estar borracho? ¿Podrás decírmelo a la cara?


 


-Por su puesto que sí-confirmó totalmente seguro de sí mismo.


 


-Pues hazlo mañana-comenzó a abotonar su camisa-. Quiero comprobar la certeza de tus palabras.


 


-Pero siento que si espero a mañana todo desaparecerá. Te quiero, eres el sueño que siempre quise-le rogó apretando la muñeca contraria.


 


-Dios, Muu...-lo miró mientras sobaba su cuello con sus dedos-yo me siento de la misma manera. Ha sido un anhelo durante muchos años para mí también. Pero es mejor que descanses-lo metió en la cama y lo arropó. Besó su frente y dio media vuelta para marcharse.


 


-Sheherezade, te quiero-gritó Muu.


 


Yunnan dejó la habitación totalmente desolado. La lágrimas se escapaban de él sin control y su corazón roto no podía soportar su propia existencia. Todos aquellos momentos habían sido causa de una confusión por culpa del alcohol. Nunca se iba a perdonar haber sido tan estúpido.


-.-


 


Un día antes a la fiesta:


 


Un muchacho de largo cabellos practicaba baloncesto lanzando a canasta el balón en un parque próximo a su escuela. Entrenaba duramente por su meta: entrar en el equipo de baloncesto de su instituto.


Últimamente practicaba todos los días durante largas horas sin descanso. En aquel soleado día, particularmente, se encontraba fatigado y agotado. Ya era la quinta hora que le dedicaba en la tarde (además, cuando llegara a su casa debía estudiar un examen de economía), pero sentía que no era suficiente. Sus tiros y remates no eran lo suficientemente adecuados. Por lo que decidió continuar una hora más.


 


-Eh, se nota en tu rostro el cansancio que llevas encima-dijo un muchacho acercándose a él-. Si sigues podrás enfermar.


Aquel muchacho era Judar. Un repetidor que había entrado ese mismo año en su clase. Era dos años mayor que él, sin decir que tenía fama de bravucón. Sus tejanos y su sudadera eran del color negro. Llevaba el gorro, correspondiente a la sudadera, sobre su cabeza, lo que le dio muy mala espina a Alibaba. Siempre lo había observado desde la distancia. Siempre le había tenido cierto reparo y mucho miedo para acercarse a él. Sabía que aquel joven no era trigo limpio, una amistad que no le convenía. También sabía que no debía faltarle nunca el respeto sino quería llevarse una buena tunda de mamporros.


 


-Estoy practicando para entrar al equipo-dijo trémulo, desviando la mirada y a su vez lanzando el balón. Fue canasta.


 


-¡Oh!-sonrió animándole-. ¡Muy buen lanzamiento!-tomó el balón con sus manos y comenzó a botarlo-. Creo que deberías descansar. No me cabe duda que entrarás en el equipo.


 


-¿Enserio?-le miró Alibaba completamente ilusionado.


 


-Por su puesto que no-su sonrisa se transformó a una expresión con desdén-. Tienes una pinta de agotamiento asquerosa. Ojeras y encima eres el empollón número uno de la clase. Aunque bueno-suspiró-. Me he dado cuenta de que eres muy atlético y de que posees mucha fuerza.


 


-...-prefirió no contestar. No sabía si aquel penumbroso muchacho lo estaba halagando o burlándose de él.


 


-No me mires así-le lanzó el balón con un pase de pecho y lo observó con detenimiento-. Hagamos una cosa, te vas a tu casa. Descansas un rato y estudias para el examen de economía. Y a partir de mañana yo practicaré contigo una hora todos los días hasta la prueba de la semana que viene. ¿Estamos?


 


-No creo que me sea posible.


 


-No te estaba dando a escoger, es una orden. Un figura de baloncesto como yo te llevará a lo más alto.


 


-¿Y qué ganas tú?-algo asustado por la repentina propuesta.


 


-Si entras en el equipo serás mi criado personal-sonrió.


 


-Paso-se colocó su sudadera, colocó su balón el la bolsa deportiva y caminó rumbo a su casa.


 


-Está bien-tomó el otro su mano-. Me regalarás una cesta de melocotones y una tarta de melocotón. ¿Está bien? Supongo que no habrá ningún problema, ya que en tu familia tenéis mucho dinero.


 


-Vale.


Ambos estrecharon su mano confirmando aquel pacto.


-.-


 


Se emperifollo en demasía. Quería estar perfecto para que su padre pudiera sentirse orgullo de él.


 


-Alibaba, nos vamos, gritó desde abajo.


 


-Vale-respondió de la misma manera mientras terminaba de anudarse la corbata. Bajo sin presa pero sin pausa. Su caminar era ligero y con estilo.


 


-Estas guapísimo-sonrió su madre orgullosa.


 


-Gracias-terminó de bajar las escaleras y dejó que su madre le besara la frente.


 


-Hijo-posó su padre la mano en su hombro-, si te estoy llevando a esta fiesta de adultos es porque ya te veo como tal-lo miraba con rigidez-. Espero que hagas que me sienta muy orgulloso de ti.


 


-Por supuesto-tragó saliva.


La verdad es que le muchacho estaba totalmente agotado, presionado y estresado. Todo lo que hacía lo hacía por que sus padres se sintiera orgullosos de él. Sin embargo, la participación en la fiesta pensaba que era superior a él. Aún no había cumplido los dieciocho e iría a una fiesta única para adultos para celebrar el cumpleaños de su tío Sinbad.


 


Una vez en la fiesta, se sintió terriblemente acomplejado. Todo estaba plagada de hombres viriles y con un gran estilo que dejaban en muy mal lugar a Alibaba. Había comida y alcohol por todas partes. Todos iban perfectamente de etiqueta y hablando de temas complejos de economía y política. Aunque intentará participar en los debates no lo escucharían.


Se apoltronó en una silla y comenzó a jalar los trozos de jamón, uno por uno, que había en el plato de su derecha. Su padre le hizo levantarle unas cuantas veces para presentarle “importantes” colaboradores en el trabajo.


El tiempo pasaba pasaba e inexorablemente, los invitados, cada vez estaban más borrachos. Era el único que parecía normal dentro de aquella cueva de locos. Incluso pudo observar como Sinbad se estaba liando con otro hombre(que aparentaba estar en la secundaría) y Muu era acompañado por un sujeto extraño a su casa debido a su exacerbado consumo de vino.


Suspiraba completamente anodino. Pero, a pesar de todo, le seguía sorprendiendo que el servicio siguiera sirviendo bebidas y comida.


Iban perfectamente uniformados. Camisa blanca, chaqueta y pantalones de pinza negros, a juego con la corbata y con un delantal del mismo color.


Continuaba suspirando mirando el suelo.


 


-¿Señorito quiere un trozo de pastel?-le preguntaron mientras le acercaban la bandeja.


 


-Claro-alzó su mirada-. ¿Por qué no?-y sus ojos se pusieron en blanco cuando observó que aquel que le servía la tarta era el mismísimo Judar perfectamente uniformado.


 

Notas finales:

Espero que hayan disfrutado! La verdad es que estoy deseando de porder subir la continuación y que así sepan como sigue. Espero sus reviews, gracias por todo!


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