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El juego del gato (EunHae) por lunafang

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"(...) El ansia de placer –la libido, como nosotros decimos– escoge sus objetos sin inhibición, y por cierto da preferencia a los prohibidos. No sólo la mujer del prójimo, sino sobre todo objetos incestuosos sacralizados por la convención: la madre y la hermana en el hombre, el padre y el hermano en la mujer. (También el sueño de nuestra dama de 50 años es incestuoso: inequívocamente su libido está dirigida al hijo. [Cf. pág. 126 y n. 3] ). Apetitos que creemos lejos de la naturaleza humana demuestran fuerza suficiente para excitar sueños. También el odio se incuba sin frenos. Deseos de venganza y de muerte contra personas allegadas, las más amadas en la vida, los padres, hermanos, el cónyuge, los propios hijos, no son nada inhabitual. Estos deseos censurados parecen subir de un verdadero infierno; tras la interpretación, en la vigilia, ninguna censura nos parece suficientemente dura contra ellos."

El repentino sonido del celular tocando el estruendoso estribillo de Can you feel it? provocó un pequeño sobresalto en el muchacho que leía de forma monótona un libro de psicología. El aparato parecía bailar desde la cima de una montaña de fotocopias sobre la mesa, a pocos centímetros de donde el pelinegro tenía apoyado un codo sobre el que recaía su cabeza. Hyukjae había pasado más de dos horas intentando vanamente concentrarse en la lectura de las conferencias de Sigmund Freud sobre el sueño onírico, pero por algún misterioso motivo la actividad sólo logró adormecerlo. Soltó un largo bostezo y observó con pereza la pantalla iluminada de su celular. No obstante, pronto abrió los ojos asombrado al descubrir que se trataba de una llamada de su hermano mayor, con quien no había hablado desde hacía más de dos meses. Tocó el botón táctil de atender y se llevó el auricular al oído. Apenas podía evitar que su mano le temblara por el entusiasmo.

–          Hola, Sungmin hyungnim –saludó el muchacho con voz alegre y una gran sonrisa que no podía mostrarle al hombre del otro lado del teléfono.

–          Hola, Hyukjae. ¿Cómo te encuentras? –dijo Sungmin con su típica voz seria y neutra.

–          Bien. Algo cansado por los exámenes, pero ya sólo me queda uno y luego podré tomarme mis vacaciones a pleno. Aprobé todos los exámenes a los que me presenté con no menos de ocho puntos –contó entre risitas–. ¿Tú cómo estás?

–          Muy bien de hecho. Ahora mismo estoy revisando las maletas para comprobar que no olvido nada para el viaje.

–          ¡Oh! –exclamó sorprendido– ¿Te irás de viaje, hyungnim?

–          ¿No has hablado con omoni en estos días? –le contestó con otra pregunta, esta vez dejando que su voz se tiñera de una ligera molestia.

–          En realidad, estoy algo desconectado del mundo por la universidad. No recuerdo cuando fue la última vez que hablamos –se disculpó rápidamente, sintiendo que lo regañaba como a un niño pequeño.

–          Es bueno que te enfoques en tu carrera, pero no olvides que debes estar pendiente también de omoni. Después de todo, eres el más cercano a ella. En fin, Saeun y yo iremos a un congreso de arquitectura moderna en Seúl este fin de semana. Fue una decisión de último momento, por lo que no tuvimos tiempo de pedir unos días libres en el trabajo. Viajaremos esta noche y luego regresaremos el mismo domingo a la tarde –le explicó de forma breve.

–          ¿En serio, hyungnim? Em… me alegro por ustedes.

–          No planeábamos que Donghae nos acompañara al viaje, pero omoni insistió en que lo lleváramos a su casa para cuidarlo esos días. Dijo que quería pasar un tiempo con él.

–          ¡Pues claro que quiere estar con él! Debe estar feliz por…

–          El problema –lo interrumpió– es que acabo de hablar con ella y me contó que está con paperas.

–          ¿Qué? ¿Cómo puede ser? No me dijo nada –exclamó pasmado.

–          Quizás no quiso distraerte de tus estudios. Escucha, Hyukjae. Sé que es pedirte mucho, pero ¿podrías cuidar a Donghae estos días? Sólo sería el sábado y parte del domingo.

Hyukjae permaneció callado por unos segundos que resultaron eternos para ambos hermanos. Con profunda antipatía, el muchacho observó la mesa de la cocina de su departamento, donde se encontraba estudiando hasta hacía unos minutos atrás. En los últimos tres meses había dispersado por la superficie de madera del mueble varias capas de hojas de resúmenes, apuntes de clases, fotocopias y libros. Sin embargo, en esos momentos sólo quedaba una cuarta parte del material bibliográfico que estuvo estudiando para los exámenes finales del año académico. Sólo le quedaba rendir una materia optativa y no deseaba que una nota baja le arruinara su preciosa libreta universitaria. Había hecho un gran esfuerzo para conseguir sacar notas sobresalientes que le otorgaron un alto promedio en las calificaciones de su primer año de la carrera de Profesorado de Historia.

-          No lo sé, Sungmin. Es que rindo mi último examen el martes y necesito concentrarme –dijo dubitativo, intentando no soltar un jadeo de impotencia–. ¿No puedes cambiar el boleto de avión?

-          No me interesa perder dinero, lo que sucede es que Donghae está ilusionado con la idea de viajar a Corea. Se puso a llorar cuando le dije que omoni está enferma y no podría estar con ella. Me gustaría que al menos pase un tiempo corto contigo. ¿Podría ser?

Aquello hizo que su corazón se encogiera. Su relación con Sungmin era muy escasa debido a la gran diferencia de quince años de edad entre ellos y el hecho de que el mayor viviera en Taiwán desde hacía más de una década. Apenas podía verlo junto a su esposa Saeun y su hijo Donghae un par de veces al año, por lo que no era de extrañar que el muchacho sintiera la mayor parte del tiempo que su familia se reducía a su madre y su difunto padre.

-          Está bien –suspiró Hyukjae–. Pasaré el fin de semana con Donghae.

-          Muchas gracias, Hyuk.

La charla se extendió el tiempo suficiente para ultimar los detalles de cómo el niño viajaría en taxi hasta el departamento de Hyukjae en las afueras de Seúl y algunas advertencias sobre su comportamiento que debía tener en cuenta. Luego el muchacho procedió a regresar a la lectura del texto, haciendo un esfuerzo por encontrar el pasaje en el que se había detenido antes. Se aclaró la garganta y leyó en voz:

“Pero no hagan ustedes reproche alguno al sueño por este contenido malo. No olviden que él tiene la función inofensiva, y aun útil, de preservar de perturbación al dormir. Esa perversidad no reside en la esencia del sueño. Saben ustedes, además, que ciertos sueños pueden reconocerse como satisfacción de deseos legítimos y de urgentes necesidades corporales. Estos no tienen, es verdad, ninguna desfiguración onírica; tampoco la necesitan, pues pueden desempañar su función sin ofender las tendencias éticas y estéticas del yo. (…)”

-          No, no puedo concentrarme en esto ahora –bufó al levantarse de la silla y dirigirse a su habitación para dormitar un rato.

Notas finales:

Sólo quería hacer unas pequeñas aclaraciones:

Hyungnim es una manera más formal de decir hyung, al igual que omoni es la manera formal de decir omma.

Los pasajes que Hyukjae lee pertenecen a la 9º conferencia de Sigmund Freud, llamada La censura onírica,

 

Espero que haya sido de su agrado y me acompañen en los siguientes capítulos.


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