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Cómo evitar que se roben a tu Seme por MikaShier

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Éste fanfic está basado en los personajes de Free! Iwatobi Swim Club; Free! Eternal Summer; High Speed!; Por lo tanto, dichos personajes no son de mi autoría. Pertenecen por completo a Kyoto Animation y a (creo) Ohji Kouji.

Advertencia: El siguiente Fic es de temática Yaoi/Homosexual. Si no te gusta éste género, será mejor no leer.

Personajes principales: Nanase Haruka; Matsuoka Rin;

Título: Cómo evitar que se roben a tu Seme

Autor: MikaShier

¿Qué tan difícil podía ser mantener una relación a distancia?

 

La respuesta no era del todo conocida por él.

 

Fácilmente podía decir que tenía sus pros y sus contras. Era fácil porque, al ser limitado el tiempo compartido, las peleas disminuían casi por completo. Pero era difícil porque no podías dar afecto físico, además de que la desconfianza tomaba en parte el protagonismo.

 

Rin Matsuoka, con diecinueve años de edad y un potencial futuro por delante, mantenía una especie de relación a distancia -o al menos eso quería- con Haruka Nanase, quien había cumplido los veinte años el verano pasado.

 

Habían decidido -él decidió por los dos- que, a pesar de que su sueño para el futuro era el mismo, tomarían distintos caminos. Rin se había marchado a Australia. Y Haru había sido reclutado por un entrenador en Tokio.

 

Su relación había acabado en el momento en que Rin dejó una carta en el escritorio de Haruka, tomó sus maletas y se marchó.

 

Aún así, a pesar de lo mal que el pelirrojo había actuado, la reconciliación fue rápida. Aunque el tema no fue tocado en ningún momento. Y solo llevaban un mes hablándose.

 

Claro, la confianza no era la misma.

 

Haru odiaba esa parte de Rin. Se le estaba haciendo costumbre el empacar y marcharse. De Sano a Iwatobi, de Iwatobi a Australia, de Australia a Iwatobi. Y ahora, nuevamente de Iwatobi a Australia.

 

Por supuesto, los que más sufrían eran Gou y Sousuke, que habían presenciado cada una de sus partidas con impotencia. Pero eso daba igual, porque Sousuke se marchó a otra parte -Haru solo se aseguró de que no fuera con Rin- para buscar una cura para su hombro roto. Y Gou... Bueno, ella era feliz mientras los músculos existieran.

 

Así que, en teoría, solo a Haru le dolía la partida de Rin.

 

Eso de escribir la despedida en una carta había sido grosero y quizá el perdonarlo tan rápido estaba mal... Pero no importaba, porque entendía la preocupación de Rin, quien no luchaba solo por él, sino por su padre también.

 

Su computadora estaba encendida sobre su cama mientras Haru doblaba algunas prendas para meterlas en la cómoda. Era patéticamente obvio que esperaba la video llamada de Rin.

 

Del otro lado del mar, en un cuarto bastante infantil y con un perro corriendo a su alrededor, Rin esperaba impaciente la llamada de Haru. Sabía que ya debía estar en casa... La mayor parte del tiempo, el pelirrojo perdía los estribos y dejaba el orgullo de lado. Ese día no era la excepción, ¿No lo decía el dicho?

 

Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.

 

El sonidito típico de una llamada vía internet inundó la habitación de Haruka, quien respiró un par de veces, controlando las ganas que tenía de contestar de inmediato. No quería parecer tan necesitado. La llamada estaba por el quinto tono cuando la cogió. El rostro de Rin apareció en la pantalla, el pelirrojo tenía una diminuta sonrisa.

 

─Hola ─saludó. El ojicarmín amplió la sonrisa─ ¿Pasó algo? Das un poco de miedo...

 

─Eh, lo siento.... Es solo que... Ya sabes  un buen día, supongo.

 

─Supones...

 

─Sí ─Rin se acomodó sobre la cama y Haru quiso estar ahí, con él, y no precisamente hablando─ ¿Qué tal la universidad?

 

─Bien. Te contaría más, pero sé que mi carrera no te interesa del todo ─musitó sosteniendo el portátil mientras caminaba a su escritorio, colocándola ahí.

 

─Eso es grosero. Quizá no me interesa, pero nunca te lo digo ─se quejó el contrario─ Además, aunque tu carrera no sea de mi gusto, me agrada que hables de tu día... Oye, ¿Quieres ver a winnie?

 

─ ¿El perro? ─Rin asintió. Haru se encogió de hombros─ Si llamaste para mostrarme a tu perro, entonces hazlo.

 

─Te llamé ─porque lo amaba, pero no podía jugar sucio cuando su relación pendía de un hilo─ para que me contaras tu día. Porque me interesas tú y no tu profesión... Al menos no la que estudias.

 

─Solo enséñame al pobre perro que debe soportar tu humor pesado ─terminó por decir el pelinegro. Rin asintió mientras palmeaba la cama y miraba hacia otro lugar, llamando al perro.

 

─ ¿Sabes? Me recuerda mucho a ti ─comentó el pelirrojo mientras abrazaba a su mascota. Su sonrisa era maliciosa, así que Haru pudo rodar los ojos con anticipación─. Tú y él tienen el mismo estilo de cabello, ¿cierto, winnie? ─el perro ignoró la pregunta y se dedicó lamerle la mejilla a Rin. Haru suspiró, ojalá él también pudiese lamerlo un poco. Espantó sus enfermizos pensamientos y sonrió levemente.

 

─Es lindo que me extrañes tanto que me veas hasta en tu perro ─Rin bufó, dejando que winnie se marchara.

 

─No saques tus propias conclusiones ─Haru se encogió de hombros.

 

─No estoy haciendo eso ─Rin sonrió, mas aquella sonrisa no le llegaba a los ojos. Se sentía mal consigo mismo, no era justo.

 

Le alegraba que Haru lo hubiera perdonado, pero de alguna manera también lo odiaba. Una parte de él hubiese querido que el pelinegro le gritase, que se enojase y le hiciese rogar por su perdón, porque era esa parte de él que se conocía a sí mismo. Si Haru se lo permitía ahora, ¿qué tal si sus pensamientos mutaban y Rin llegaba a pensar que podía hacer cualquier cosa y el pelinegro lo perdonaría? Nada le aseguraba como iba a ser en el futuro… Podía perder a Haru si seguía así. Sí, bueno, quería un jodido regaño.

 

─Sobre lo de la otra vez… ─comenzó. Haru se acomodó en el asiento, prestándole atención mientras sacaba una libreta de su escritorio, tenía algunos deberes.

 

─Hay demasiadas otras veces.

 

─Haru, yo ni siquiera te pedí perdón… No en persona… Enserio, soy un asco y lo lamento ─el ojiazul suspiró, la voz del menor estaba levemente distorsionada por el micrófono, pero aún así podía distinguir su tristeza.

 

─Rin, no te pedí explicaciones. Déjalo así.

 

─ ¿No te importó? ¿De verdad?

 

Sí, debía estar jodiéndolo. Pues, irrefutablemente, le había importado. Y mucho.

 

Ese día, había maldecido a los cuatro vientos. Había corrido desde su casa a la estación, intentando encontrarlo. Después, había llamado a Sousuke, quien había llamado a casa de Rin para después informarle que el pelirrojo había llegado a Sano solo por el pasaje de avión.

 

Rin lo había planeado todo.

 

Se marchó el primer día de julio, a las cinco de la mañana, en dirección a Australia desde Tokio. Y Haru, aunque lo intentó, no logró alcanzarlo. Perseguirlo no había sido una opción, no podía permitirse el gasto innecesario. No era que Rin no lo valiera, pero… Si el chico se había ido sin despedirse… Haru se forzó a leer entre líneas.

 

No iba a regresar, por más que él fuese a rogarle. Además, a Rin lo habían reclutado en Australia y él que se lo había contado. Incluso celebraron. Pero el pelinegro había querido hacerse a un lado, jugando a lastimarse con su propia y falsa ignorancia.

 

Una semana después, Haru se había mudado a Tokio. Un apartamento barato y accesible se había desocupado y tuvo que aprovechar la oportunidad, por lo que había empacado todo lo importante y se había marchado. El dolor por la pérdida le hizo esconder las cartas de Rin, junto a sus regalos y todas sus mentiras románticas. Y vivió en su miseria por algunos días, hasta que, el quinto día de Agosto, Rin lo llamó.

 

Inició una plática normal, como si nunca hubiese pasado nada entre ellos. Como si su amistad hubiese sido todo lo que alguna vez tuvieron. Justo como había hecho con Sousuke. Y Haru se obligó a aceptar, a sabiendas de que no debía hacerlo. El pelirrojo no estaba en lo correcto, y él se lo permitió.

 

Así que no quería escucharlo. Era suficiente. Le dolería demasiado si Rin decía algo que Haru no había contemplado. Que le dijera que se había marchado por el simple hecho de que no lo quería.

 

─No en realidad ─contestó. El pelirrojo soltó una risa seca antes de pasarse la mano por el cabello.

 

─No puedes decirlo enserio.

 

─ ¿Qué mierda quieres que te diga? Lo que sentí o lo que pensé no va a cambiar el hecho de que huiste.

 

─No huí.

 

─Rin, ¿qué importa ahora? ─El pelirrojo bajó la mirada.

 

─El cartel que te dio Nagisa… Cómo robar un uke… Eran reglas, ¿no?

 

─Ajá.

 

─Imagino que el uke era yo ─Haru clavó los ojos en la pantalla, ¿a dónde estaba iba con eso?

 

─Realmente lo fuiste ─el pelirrojo suspiró y, apretando los labios, enfrentó a Haruka.

 

─ ¿Reglas por qué?

 

─Sabías sobre las reglas, sé que Gou te lo contó.

 

─No sabía que iban enserio.

 

─ ¿Vas a decir que por eso te fuiste? Sé que puedes buscar una mejor excusa ─declaró. Rin gruñó en voz baja antes de levantarse y cerrar la puerta de la habitación. Entonces Haru supo que lo que diría solo podrían saberlo ellos. Nadie debía escuchar por error.

 

─Te dije que vendría a Australia.

 

─No me diste una fecha.

 

─Y no estoy tratando de excusarme. La estupidez que creaste con tus amigos es una cosa distinta a yo en Australia.

 

─También son tus amigos. Y repito, tú sabías sobre ello.

 

─Pero no pensé que iban enserio. Yo pensé que simplemente eran… Consejos, o algo así. No creí que todo iba a ser un juego.

 

─Vienes quejándote seis meses después. Y lamento informarte que, al menos para mí, nunca fue un juego. Incluso si los llamamos reglas, eso no determina que…

 

─Claro, como digas.

 

─Rin, ¿qué demonios quieres? ─se quejó Haruka. El pelirrojo suspiró audiblemente mientras el pelinegro perdía los estribos─ ¿Quieres monopolizarme o algo así?

 

─No.

 

─ ¿Entonces?

 

─Pensé que… Bueno, ya sabes. Realmente no me molesta… Pero pensé que si tú habías hecho aquello y yo había hecho esto… Pues eso.

 

─Habla claro, ¿quieres?

 

─Pensé que podría compensarse. Que quedaría como un… empate o algo así. No sé cómo explicarlo, solo pensé que quizá…

 

─Que podrías pasarme la culpa.

 

─No, Haru… Pensé que podrías perdonar mis actos…

 

─Eres un idiota, yo ya te había perdonado ─Rin rió, aunque la tristeza abundaba en su tono.

 

─Sí… Perdón por hacerte pasar un mal rato. Solo complico las cosas.

 

─Lo haces.

 

─No tienes que ser tan directo conmigo ─Haru sonrió levemente.

 

─Tú no eres sincero contigo mismo, así que lo seré yo.

 

─Eso no es… ─La mirada de Haru lo calló. Sonrió levemente y asintió─ Vale, quizá tienes una pizca de razón… En fin, tengo que ir a las prácticas… Te llamo mañana, o más tarde.

 

─Te esperaré.

 

─ ¡Adiós! ─la voz le salió rota, por lo que simplemente cerró el computador, sin preocuparse por antes cerrar la ventana de chat. Haru alcanzó a escuchar el sollozo del menor justo antes de que la conexión se perdiera, indicando que el portátil del pelirrojo se había apagado.

 

Rin estrujó la tela de la camisa sobre su pecho mientras dejaba que las lágrimas escaparan de sus ojos.

 

─Soy tan idiota, winnie ─el perro ladró, lamiéndole la mejilla.

 

Era un imbécil. Simple, concreto. La había cagado, por más mal que se escuchase. Siempre era así, siempre cometía errores, siempre hería a alguien con sus acciones. Amaba a Haru con toda su alma. Haru era su todo.

 

Pero no debía hacerlo.

 

Golpeó la cama con fuerza, asustando a su mascota. Eso era todo. Su miedo por quedarse trabado, por creer que quizá, si permanecía con Haru, no habría un después. Deseaba que Haru no dejase de amarlo nunca, a pesar de que no estuvieran juntos, y se odiaba por eso.

 

Era egoísta. Idiota sin remedio.

 

Pudo maldecirse la tarde entera, tenía miles de cosas para decirle a su reflejo en el espejo, pero en verdad tenía prácticas. Así que, con los ojos hinchados por el llanto y el ánimo por el suelo, salió de la casa de Russel y Lori para dirigirse al gimnasio, sometiéndose a una rigurosa práctica que le apartaría los pensamientos de la mente por un rato.

 

Haru suspiró pesadamente, cerrando la computadora y comenzando a escribir en su libreta con rapidez. Tenía algo pendiente a las cinco, no pudo evitar sonreír levemente. Sí, Rin no estaba. Pero tenía a sus amigos. Y ellos lo sacaban adelante.

 

Cuando terminó, tomó su teléfono y se levantó. Se colocó una chaqueta ligera antes de salir de su apartamento y se adentró en las calles de Tokio, dispuesto a olvidarse por un rato del malestar que la ausencia del pelirrojo le causaba, pues él era su todo y no tenerlo era… Pues era no tener nada. Entró en una cafetería y se sentó frente a aquella persona que agitó la mano lentamente con una sonrisa en el rostro, saludó cordialmente y pidió un café al mesero.

 

Sí, podía olvidarse de su todo por un rato.

Notas finales:

Como siga sacando historias, moriré por obsesión xd


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