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El embaucador de dioses. por Seiken

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del género yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano.

 

Siempre me han gustado mucho los personajes de Kanon y Radamanthys, y los dos juntos, pero nunca he podido leer una historia en la cual no hagan excesivamente sumiso a Kanon, o que pongan al Wyvern como uke, así que aquí esta, prácticamente me la escribí de regalo de cumpleaños y también se la dedico a Yuriko Hime.

 

Sé que les gustara esta historia tanto como a mí, por cierto, consta de tres capítulos y ya está terminada.

 

Mil gracias por su atención.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del género yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano.

 

Siempre me han gustado mucho los personajes de Kanon y Radamanthys, y los dos juntos, pero nunca he podido leer una historia en la cual no hagan excesivamente sumiso a Kanon, o que pongan al Wyvern como uke, así que aquí esta, prácticamente me la escribí de regalo de cumpleaños y también se la dedico a Yuriko Hime.

 

Sé que les gustara esta historia tanto como a mí, por cierto, consta de tres capítulos y ya está terminada.

 

Mil gracias por su atención.

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

Avisos:

Esta historia como todo lo que escribo es del género yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano.

Siempre me han gustado mucho los personajes de Kanon y Radamanthys, y los dos juntos, pero nunca he podido leer una historia en la cual no hagan excesivamente sumiso a Kanon, o que pongan al Wyvern como uke, así que aquí esta, prácticamente me la escribí de regalo de cumpleaños y también se la dedico a Yuriko Hime.

Sé que les gustara esta historia tanto como a mí, por cierto, consta de tres capítulos y ya está terminada.

Mil gracias por su atención.

KRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKR

El embaucador de dioses.

Resumen: Kanon es un hombre reformado, pero a pesar de eso, aun mantiene un deseo oscuro en su corazón, un dragón de escamas doradas que lo cautivo desde su juventud, por el cual está dispuesto a lo que sea, con tal de tenerlo para sí.

Capitulo 1

El Avistamiento del dragón.

Su relación con su hermano no había mejorado en lo absoluto, seguían siendo distantes, pero al mismo tiempo habían llegado a ser corteses el uno con el otro, sin embargo, no se hacían preguntas, ni hablaban más de lo necesario y para Canon, eso estaba bien, porque nunca, ni ahora, ni en el pasado, le gustaba la actitud de santurrón de su hermano Saga, quien al ser el primero de ellos, recibió la armadura.

El seguía protegiendo el templo de géminis junto a su hermano, su presencia era más que recibida, pero el único problema era que no le interesaba interactuar con los demás santos, ni los de bronce, ni los de plata, mucho menos los de oro.

Saga aun trataba de encarnar la perfección en el santuario, a quien veía de reojo pensando en su pasado, torturándose con este, para él, su pasado era una serie de eventos desafortunados que cometió por culpa de su poca fe, de su ambición, errores que nunca volvería a cometer, puesto que se había consagrado a su diosa, pero al mismo tiempo, le habían enseñado más en esos años, demasiados para molestarse en contarlos, que lo que Saga había aprendido de sus propios errores, los que no quiso enfrentar.

El primero que no necesitaba ser el patriarca para lograr que algunos de sus planes pudieran cumplirse, ni portar la armadura para ostentar el poder, el segundo, que su fortaleza no era solo física, como en el caso de Saga, sino mental, puesto que él tuvo la fuerza para enfrentar sus demonios, suplicar por el perdón de su diosa y que su lado oscuro simplemente no existía, porque su personalidad no estaba dividida de ninguna forma, el tercero, que era fácil manipular a los demás para lograr sus objetivos.

Nadie sabía cómo es que habían despertado en el santuario, cada uno de los que se enfrentaron en la guerra contra el dios hades, mucho menos, porque los dioses regentes del Olimpo decidieron finalizar por puro capricho las guerras, hacer que la humanidad olvidara los sucesos catastróficos de las guerras y restaurar el orden a lo que debería ser.

Ni siquiera porque perdonaron a los espectros, encerrando al dios hades en el inframundo, donde siempre debió permanecer, con su verdadero cuerpo protegido por los dioses gemelos y sus tres jueces de las almas.

— Necesitamos hablar.

El antiguo General de Poseidón y Santo de Géminis ignoro a su hermano, regresando a los campos de entrenamiento, en donde la suave briza del santuario acaricio su cabello con delicadeza y el sol calentaba su piel, recordándole aquel primer glorioso día en que por fin pudo salir a la superficie.

Aun recordaba ese momento con claridad y regocijo, puesto que ese día al salir del templo submarino realizo contra todos sus principios, a pesar de su disgusto con el mundo exterior, con todos aquellos que le rodeaban, lo que podría llamarse una buena acción de la cual, aun Saga podría sentirse orgulloso, de no haberse cobrado su favor ese día y los que le vinieron a su rescate.

Siendo esa la única acción de la que no se arrepentía en lo absoluto, aun después de pedirle perdón a su diosa y limpiar un poco de sus errores, puesto que no creía que hubiera nada de malo en lo que hizo, salvar una vida era un acto loable.

El segundo nacido en la casa de géminis se detuvo cerrando los ojos para concentrarse en el pasado, en ese día en particular, escuchando las olas chocando contra las piedras, sintiendo el ardiente sol bañar su piel, ese día no portaba sus escamas, por lo cual se veía como un simple pescador, su cabello recogido en una trenza, sus ojos fijos en el cielo azul, en las aves que lo sobrevolaban, por fin estaba fuera de aquella prisión y un dios había confiado en él, dándole poder como nunca lo tendría en el santuario.

Kanon flotaba en el mar, a punto de salir de ella, cuando de pronto escucho un pesado golpe, el mismo sonido que se escuchaba cuando un cuerpo entraba en el agua, tal vez producido por alguno de los turistas que gustaban de sufrir riesgos innecesarios, por lo cual, pensó que lo mejor era dejarlo a su suerte, alejándose de allí nadando.

Como suponía los gritos de su compañía no se tardaron en llegar, gritando un nombre algo extraño que casi inmediatamente se le hizo familiar, uno como el suyo, nacido de la mitología, pero eso no le importaba en lo absoluto, ni siquiera cuando una lanchita con un pescador y un adolecente con ropa costosa, de cabellera de un color peculiar, rosa, seguía gritando por el idiota que se lanzó al agua.

Kanon por un momento quiso alejarse, pero de pronto lo vio, un cuerpo a lo lejos con una cabellera rubia, corta, el cual trataba de aferrarse a las rocas, demasiado alejado de su compañía para que pudieran escucharlo, o estos pudieran verlo, las aguas de esa zona eran engañosas y muchas veces jalaban al interior del mar a los pobres insensatos que no tenían suficiente precaución al nadar en la que pronto se convertiría en su tumba de agua salada.

El general de Poseidón comprendía ese sentimiento, el de luchar contra el agua para no ahogarse, sin tener esperanzas de salir de ella, por lo que de pronto, empezó a nadar en dirección del muchacho, que de un momento a otro perdió la pelea con el avaricioso mar, dejándose arrastrar por el agua, desapareciendo en ella.

Kanon llego a donde se perdió el muchacho, sumergiéndose detrás de él para buscarlo en el agua salada, sosteniéndolo del cuello de la camisa para sacarlo a la superficie, no el mismo sitio en donde se sumergió, sino en una pequeña playa escondida por unos pasadizos que iniciaban en una cueva, uno de los lugares que solo él conocía, parecido a su prisión, pero sin los barrotes, en donde la marea nunca llegaba.

Uno de los sitios en donde le gustaba esconderse de su fastidioso hermano, en donde podía sentirse él mismo, sin ser vigilado por nadie, ni el patriarca, ni sagitario, ni géminis, en donde no se darían cuenta que había salvado al muchacho que no respiraba.

Kanon lo acomodo en la arena mojada para tratar de forzarlo a respirar, enojándose por la mera idea de que perdiera la vida en ese sitio, besando sus labios para aplicar oxígeno en sus pulmones, apretando su pecho con ambas manos, esperando que aquello hiciera el truco, y lo hizo, el muchacho era muy fuerte, lo suficiente para luchar contra la marea, así como respirar cuando se le fue ordenado.

A juzgar por su ropa supuso que se trataba de un pescador, algo pálido, pero era fuerte y alto, con la clase de cuerpo que le gustaba, así como un rostro apuesto, de cabello rubio, demasiado corto, el cual se le pegaba al rostro, justo como su ropa, que no dejaba nada a la imaginación por culpa del agua.

Kanon se relamió los labios al recorrer el pecho del muchacho rubio, quien era al menos cinco años menor, deteniéndose en su estómago, uno bien marcado para su edad, preguntándose porque no se marchaba sin más, pero al mismo tiempo, se decía que este joven hermoso le debía su vida y en las historias que mencionaban proezas como la suya, los héroes, siempre eran recompensados con un poco de calor corporal, el mismo que necesitaba esa criatura de voluptuosas proporciones.

Por lo cual, pensando que su cuerpo estaba demasiado frío, comenzó por quitarle la camisa, una blanca con los primeros botones desabrochados y las mangas hasta los antebrazos, notando en ese entonces un dije con la forma de un Wyvern colgando de su cuello, una joya extraña para el que pensó era solo el hijo de un marinero.

La que tomo sin siquiera pensarlo, un recuerdo se dijo, para cuando tuviera que dejarlo ir, colgando ese dije en su cuello.

Kanon sonrió entonces recorriendo poco después con sus manos el pecho desnudo del muchacho de cabellera rubia, buscando el cinturón de sus pantalones, el cual abrió sin remordimiento alguno, jalándolos poco después para descubrir sus piernas, dejándolo únicamente en ropa interior, la cual no duro demasiado tiempo cubriendo ese hermoso cuerpo.

Estaba descalzo y no tenía otra clase de joyas consigo, por lo cual, Kanon el dragón marino supuso que en efecto, este muchacho era un pescador o el hijo de uno de ellos, los que a veces salían a buscar algo de sustento durante aquellos días del año, tal vez, hasta venía del mismo Rodorio para probar suerte en el mar, y la tuvo, estaba a punto de dormir con el próximo amo de todo el mundo.

Kanon se quitó la camisa sin mucha ceremonia, dejándola caer de lado, relamiéndose los labios al ver que aquel joven seguía inconsciente, pero que respiraba con sutileza, como si solo estuviera dormido, ajeno a su presencia o sus intenciones.

El dragón marino acomodo ambas piernas del joven a sus costados, abriéndolo para él, besando su pecho con delicadeza primero y después, con más ímpetu, recorriendo su piel desnuda con ambas manos, deteniéndose de momento en sus caderas, creyendo que con eso despertaría, pero seguía inconsciente, provocando que se riera entre dientes al imaginarse su reacción cuando pudiera verlo a su lado.

Besando entonces su ombligo, recorriendo sus piernas desnudas, primero deteniéndose en sus rodillas, para poco después hacerlo en las caderas del joven inconsciente, recorriendo el vello púbico que protegía un miembro bastante bonito, el cual recorrió con su lengua, desde la punta hasta la base, escuchando un ligero sonido de aquellos labios entreabiertos.

Kanon se imaginó entonces a sí mismo como un dragón con una doncella, recordando algunos viejos libros que su hermano le gustaba leer cuando eran niños, cuyos cuentos nunca considero podrían ser posibles hasta ese momento, pero en esas páginas empolvadas, la doncella siempre era rescatada, no devorada por la voraz criatura que hacia al mismo tiempo del caballero en la dorada armadura, a quien le regalaba su virtud.

No sabía si este era el caso, en realidad no le importaba en lo absoluto, lo único que sabía era que lo deseaba como a ningún otro, a pesar de apenas haberlo visto unos minutos antes, pero suponía, que este era otro de los regalos de los dioses, primero una armadura que podría competir con la de su hermano, la confianza ciega de un dios y ahora un joven amante que se le ofrecía como un banquete.

El que poco a poco al mismo tiempo que sus caricias se volvían más agresivas iba despertando de su sueño infundido por el mar, sintiendo como unas manos extrañas lo acariciaban en partes que hasta ese momento nadie había tocado nunca, escuchando sus gemidos, al mismo tiempo que trataba de abrir los ojos con algo de esfuerzo, arqueando su espalda cuando algo húmedo, rodeo su sexo, al mismo tiempo que los dedos de ese alguien apretaban con mucha más fuerza sus caderas, evitando que pudiera moverse.

— ¿Qué…?

Kanon se relamió los labios al ver que ya se había despertado el muchacho que salvo de las entrañas del mar y usando su cosmos, le impidió ver su rostro con claridad, imprimiendo una idea en su mente, la cual era que su joven amante también lo deseaba, que estaban en otro sitio, no en esas grutas.

Con suerte, cuando lo dejara solo creería que era una alucinación provocada por el mar, que nada de eso había pasado, y que su perla, simplemente se la quitaron las aguas, no sabría que existía, por lo cual, ya que estaba despierto, podría poseerlo completamente.

— ¿Qué haces?

Kanon al escuchar esa pregunta sonrió, esa era la primera vez que su cosmos o sus técnicas no funcionaban como deberían, pero no se detuvo, en vez de eso arqueo mucho más la espalda del muchacho, colocando sus rodillas sobre sus hombros, besando sus nalgas primero, abriéndolos para poder admirarlo con detenimiento, riéndose cuando inútilmente trato de liberarse.

— No…

El muchacho trato de empujar su cabeza con sus manos, pero le fue inútil, sintiendo como un dedo ingresaba en su cuerpo, el cual apenas fue humedecido por saliva, gimiendo al sentirlo moverse en su interior sin escuchar sus palabras o atender a sus quejidos.

Kanon supuso que nunca había dormido con nadie más, por lo cual se aseguraría de prepararlo bien para que pudiera recibirlo sin dolor, regocijándose en los gemidos del muchacho, que ya no trataba de empujarlo, sino se aferraba a su cabello, como si quisiera que llegara más profundo.

— Creo que te gusta que te duela…

El muchacho se recostó en el suelo, jadeando al sentir sus manos y su lengua complacerlo, de vez en cuando dejando una pequeña marca que desaparecería en unos días, cubriendo su rostro con una de sus manos, llevando la otra a su propio cabello, tirando de este, cuando ingreso un cuarto dedo, sorprendiendo a Kanon con aquella actitud sumisa, recibiéndolo sin quejarse, disfrutando inmensamente del poco dolor que le causaba.

— No es así…

Kanon se detuvo repentinamente, recibiendo un quejido del muchacho debajo de su cuerpo, quien le miro de reojo, cubierto de sudor y ruborizado, con una expresión de vergüenza que le invito a besarle, con fuerza, recibiendo un gemido apagado de los labios del joven de cabellera rubia como recompensa, quien le hizo un espacio entre sus piernas, logrando que volviera a reírse por ello.

Suponiendo que esa era la mejor invitación que tendría para poseerlo, acomodando su sexo en la pequeña entrada entre sus piernas, clavándose de un solo movimiento, sujetando las caderas del menor con fuerza, quien solo arqueo su espalda, encajando sus dedos en sus hombros con suficiente fuerza como para que lo sintiera, casi gritando en su oído cuando por fin lo sintió moverse dentro de su cuerpo, cerrando los ojos, recibiendo otro beso violento de sus labios, el que sin duda le dejaría huellas que vería al despertar.

Kanon había tenido muchos amantes en el pasado, tal vez demasiados, sabía a diferencia de su hermano como usar su belleza física para sus propios propósitos, pero nunca, ni una sola vez pudo sentir semejante éctasis al poseer a alguien más como con ese muchacho de nombre mitológico, quien gemía en su oído, el que no tenía pudor, pero al mismo tiempo parecía que sería fuerte, poderoso, tal vez más alto que él, con un rostro masculino y una voz hermosa, hecha para comandar.

Quien lo recibía entre sus piernas como si ya fueran viejos conocidos del pasado, el que soporto sus embistes, hasta que por fin, cuando hubo saciado su cuerpo, se derramo en su interior, llenándolo con su semilla, sintiendo como la de su joven amante los manchaba a los dos, jadeando una última vez, perdiendo el sentido por la fuerza de su orgasmo.

Kanon se separó del muchacho con mucha molestia, deseando llevarlo consigo a su templo, después de todo, nadie le haría preguntas innecesarias, pero llegando a la conclusión que sería una carga, un acto realizado por el calor del momento, del cual se arrepentiría tarde o temprano.

— Duerme bien, mañana ya no te acordaras de mí.

No entendía la razón, pero ser olvidado le molestaba, deseando ser el amo de este efebo, este humilde pescador, a quien cubrió de nuevo con su ropa, sintiéndose cada vez más desesperado al saber que tendría que alejarse de aquella criatura, a quien le dio la espalda, regresando a su templo, a su pilar, con una idea formándose en su mente, después de todo, quien podría detenerlo si acaso decidiera llevárselo consigo, raptarlo como en las leyendas de su mitología.

— Kanon, te encuentras bien.

El nacido en géminis asintió, maldiciéndose por su falta de atención y por sus acciones, de lo que se arrepentía era de no habérselo llevado consigo, de haberlo tomado esa noche todo el tiempo que actuó como el general de Poseidón habría tenido su dulce compañía en su lecho, tal vez, aun en ese momento aquel rubio de cuerpo escultural, sería suyo.

— Sólo recordaba el pasado.

Milo se cruzó de brazos, molesto al escuchar esa respuesta, siendo que Kanon seguía insistiendo en guardar silencio, pero encogiéndose de hombros, le señalo el área de entrenamiento, ya que pensaba que recordar el pasado era una pérdida de tiempo.

Logrando que el dragón se olvidara momentáneamente de los fantasmas de su pasado y de sus sueños húmedos encarnados en varón, regresando a su templo cuando ya era de noche, logrando esquivar a Saga, quien como era su costumbre, estaba encerrado en sus habitaciones meditando, tal vez deseando poder ignorar que ahora compartían el templo de géminis.

— Tenemos que hablar.

Kanon sonrió sin importarle la molestia de Saga, quien estaba recargado en la entrada de su cuarto, con los brazos cruzados, mirándolo fijamente, como si creyera que con eso podría leer sus pensamientos, ni siquiera los dioses los comprendían, mucho menos su hermano.

El no quería hablar con el mayor, que ahora vestía orgulloso las túnicas del patriarca, lo único que deseaba era dormir, tal vez soñar con él, porque sabía que su hermano jamás le permitiría cumplir el único anhelo oscuro que guardaba en secreto.

— No hay nada de qué hablar, Saga, porque tú no te arrepientes de haberme condenado.

Saga pareció por un momento dolido al escuchar esa respuesta, pero no pudo responder nada, porque inmediatamente Kanon boto la puerta detrás de sí, esperando hacer enojar al mayor.

— Saga, Saga, Saga… no hay nada que puedas hacer, porque yo no estoy planeando hacer nada malo.

Casi grito para que su hermano lo escuchara, desabrochando sus sandalias, así como varias partes de su armadura, una común, como la que usaban los soldados del santuario, aquellos que no poseían más que su ropa, encontrando irónico que esa fuera su situación actual, residía en la casa de su hermano, ya no portaba ninguna armadura, no poseía dinero más allá del que Saori les hacía llegar, creyendo que era justo que sus santos pudieran sobrevivir fuera del santuario, pero todo eso no era nada comparado con lo que deseo alguna vez obtener para sí, y de todo, lo único que se mantenía en su mente era ese muchacho.

Aun recordaba sus enloquecidos planes, una vez que tuviera el control del mundo buscaría por él, mandaría a sus guerreros a darle caza y una vez lo hubieran encontrado, lo haría llevar ante su presencia para tenerlo consigo, de la misma forma en que aun colgaba de su cuello el dije que le robo la primera vez que pudo poseerlo.

Esos eran sin duda los planes de un hombre enloquecido, pero a pesar de su arrepentimiento, encontraba que aun deseaba tenerlo a su lado y que pensaba, a pesar de su cambio de actitud, que después de todos sus sacrificios por el bien de la humanidad, se merecía un poco de compañía.

Pronto Kanon quedo desnudo, se daba cuenta que necesitaba de un baño urgentemente, su cabello estaba sucio, su cuerpo igual, cubierto por el sudor del duro entrenamiento y sin importarle las amenazas de su hermano, el que seguramente esperaba el momento adecuado para reprenderlo como si solo se tratase de un chiquillo y no un hombre de treinta años, pero gracias a su diosa, este no estaba en el pasillo.

Salió de su habitación con una toalla colgando sobre su hombro, agradeciendo esa manía de Saga por el agua, sumergiéndose en su tina, la que siempre estaba lista para usarse, en donde podría borrar el rastro de la mugre y el sudor de su cuerpo, en donde pronto se quedó dormido.

No había pasado ni un solo día, muy poco tiempo en realidad para decir que ya debía olvidarlo, sin embargo el recuerdo de ese pequeño rubio seguía en su mente durante las horas que siguieron a su rescate, demasiado fresco para un hombre que no había hecho más que utilizar a sus amantes hasta esa fecha, aun el hermoso Sorrento había caído bajo su embrujo, pero no encontró nada de especial en ese flautista.

Pero ese dragón, porque no podía imaginarlo con cualquier otra apariencia, le excitaba de tal forma que se vio caminando en la playa de aquellas costas, el día siguiente a su primera noche de pasión, esperando verlo tirando de alguna de las redes, trabajando duro y ganándose el sustento, como todo un pescador haría, pero no fue así que lo encontró.

A su lado estaba el mismo joven de cabello rosa, quien estaba perfectamente vestido con elegante ropa formal, aun para ser una playa, lo único fuera de lugar eran sus pantalones que estaban arremangados a la altura de las pantorrillas para que no se mojaran.

El que buscaba estaba medio sumergido en el agua, a su lado había dos perros de caza, grandes y poderosos, los que jugaban con él, pidiéndole trozos de la carne que traía en sus manos, mojando su ropa que consistía en unas bermudas de mezclilla de color azul, un reloj que seguramente ya se había estropeado y unas sandalias tipo japonesas.

— Mi señor, ya es tarde y los perros deben descansar, tal vez deberíamos regresar a la casa de sus padres.

Kanon observo el sitio hacia donde señalaba el menor de ellos, el que tenía largo cabello rosa, así como una figura mucho menos atractiva, notando una mansión blanca, una de las construcciones más antiguas de la zona, la que seguramente era la casa de los padres del joven, sólo que no creía que un pescador pudiera vivir allí, a menos que no lo fuera y de allí su título nobiliario.

Por un momento temió que tendría que seguirlo hasta esa enorme casa, pero no fue así, en vez de acatar las órdenes disfrazadas de consejo de su sirviente, le paso las correas de los enormes perros, parecía que no deseaba regresar aun a su mansión, dejándose caer en la arena, para disfrutar de la puesta de sol en el horizonte.

Todo ese tiempo Kanon se conformó con admirarle, notando que en efecto, ese cuerpo crecería para ser aún más apetecible, sería más alto, más fuerte, mucho más poderoso, notando entonces el color de sus ojos, eran del mismo tono que su cabello, tan fríos como los de Camus, pero con un dejo de fiereza que le hacía pensar en un dragón, en la misma forma que tenía sus escamas.

El muchacho cuando por fin anocheció, se tendió en el agua, cerrando los ojos como si planeara dormir en la arena o se le ofreciera como un banquete, sorprendiéndose cuando de pronto escucho algo moverse en el agua, levantándose de un salto, buscándolo con esos fieros ojos amarillos que casi podía jurar brillaban en la oscuridad de aquella playa.

— ¿Quién está ahí?

Parecía que estaba dispuesto a defenderse de cualquiera, pero no era necesario, no corría peligro en sus brazos, aunque su postura era interesante, demasiado estudiada para ser un simple niño rico.

— Yo…

El muchacho brinco al sentir sus brazos rodear su cintura y sus labios besar su cuello con lentitud, lamiéndolo poco después, recibiendo un gemido así como un estremecimiento de su amante, quien recuperando el sentido, intento liberarse con fuerza, siéndole imposible en ese momento que estaban en los mares de su dios, él siendo su mano derecha, recibiendo su protección.

— ¿Me extrañaste dragoncito?

Kanon esperaba que con esa pregunta el muchacho se turbara, recordando los acontecimientos del día anterior y lo hizo, petrificándose al instante, tragando un poco de saliva, al mismo tiempo que se sonrojaba furiosamente, tanto que sus orejas también tomaban ese hermoso color derivado de su encuentro de pasión en esa gruta.

— Pensé que eras un mal sueño…

Su risa pudo escucharse en la playa, no lo llamaría un mal sueño, para él, aquellos instantes eran más que perfectos, como un sueño húmedo hecho realidad, pero dejo que su muchacho se soltara, retrocediendo varios pasos, llevando una mano a su pecho como si buscara su perla, la que traía colgando al cuello, una muestra de orgullo, al menos, eso pensaba que era.

— Un mal sueño dices… yo te salve y me cobré con tu hermoso cuerpo, eso era lo justo, sólo que no recuerdo que tú te hayas negado a mis caricias.

No traía puesta su armadura, sólo su ropa de entrenamiento, la que era idéntica a la que usaba en el santuario, demasiado sencilla, demasiado vieja para que pudiera ser alguien importante, el joven de cabello rubio busco algo a sus espaldas, tal vez creyendo que había llegado en una barca, que se trataba de un humilde pescador, el que lo había desflorado y era por mucho, más fuerte que él en esas aguas.

— ¿Qué quieres?

Sí no había dado la alarma, alertado a los demás habitantes de aquella playa, a su sirviente o a sus perros, eso significaba que no quería llamar la atención, eso sin duda era una buena señal, una que Kanon utilizo para acorralarlo contra uno de los postes de una palapa construida con ramas, en donde habían dos hamacas, sonriendo al pensar que esos nobles sí que sabían cómo divertirse.

— Repetir.

De pronto sostuvo sus manos por encima de su cabeza con una sola mano, apoderándose de sus labios para silenciar cualquier queja que quisiera realizar, llevando la otra a su entrepierna, acariciándola con delicadeza primero y después con más fuerza, recibiendo un quejido, sintiendo como mordían sus labios, encendiendo su pasión aún más con esa fuerza que mostraba.

— Yo sé que tú también lo deseas, que has pensado en esto desde ayer, sin saber si fue real o no.

No respondió, dejando de pelear contra él por liberarse en ese preciso momento, observando en la dirección opuesta, escuchando como se reía entre dientes, permitiendo que lo elevara cargándolo por las piernas, instándolo con ese simple movimiento a que se sostuviera con ellas de su cintura, recorriendo su mejilla con las puntas de sus dedos antes de besarlo de nuevo al verlo tan obediente.

— Eres tan dócil…

Por un momento supuso que se molestaría al escuchar aquellas palabras, pero no lo hizo, en vez de eso, lo beso con aun más ímpetu, Kanon desconocía la razón, si era la actitud de un joven relevándose o porque lo deseaba tanto como él, quería creer que era lo segundo, que lo deseaba demasiado como para poder controlarse.

Kanon despertó con una sensación incomoda entre sus piernas y en vez de atender su hombría, se forzó a calmarse, seguro que sería mucho más dulce cuando por fin pudiera dar con él, riéndose de su absurdo, porque sabía exactamente dónde encontrarlo.

Después de haber controlado su molestia, se levantó con lentitud para secarse, dispuesto a regresar a su cama, en donde seguramente tendría dulces sueños, notando la hora que era, casi media noche.

Protegía la casa de Géminis pero no portaba la armadura dorada, parecía que su hermano, el gran patriarca aun no estaba dispuesto a dársela, sin embargo, eso no le molestaba en lo absoluto.

— Kanon… por favor, debemos hablar.

Kanon había terminado de vestirse, en ese momento amarraba las vendas a sus muñecas, preguntándose que se suponía que había hecho mal en ese instante, Saga seguía delante de la puerta, parecía algo triste a decir verdad se dijo.

— ¿Sobre qué quieres hablar?

Saga estaba desesperado, creía que su hermano lo perdonaría por lo que le hizo, el trato de asesinar a su diosa Athena cuando era tan solo un bebe, no podía culparlo de eso, así que trato de pronunciarlo en voz alta.

— ¿Por qué no puedes perdonarme?

Kanon arqueo una ceja, para después tratar de ignorar al mayor, que lo sostuvo del brazo, tal vez le diría que sus actos no eran justificables, que su traición era demasiado grande, sin embargo, el castigo no le molestaba tanto como el hecho de que Saga no le dio una sola oportunidad, era su hermano, pero simplemente lo tacho como la mitad siniestra, aquello era mucho más fácil que aceptar que el también tenía un poco de maldad en su corazón.

— No me diste una sola oportunidad, simplemente me lanzaste a Cabo Sunion y ahora aquí estas, dándome la oportunidad de cuidar Géminis pero no portar la armadura, así que Saga, no pierdas el tiempo tratando de convencerme de tu arrepentimiento, porque sé que solamente te preocupa tu reputación, no la mía.

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