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Una vida más por FrezaTS

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Notas del fanfic:

En esté longfic coloco todo mi amor por el male pregnant. Así que si a alguien no le gusta la idea de un chico embarazado, lo siento. 

Notas del capitulo:

Uni el prologo y el primer capítulo por lo corto que son. Por favor, disfruten.

Una vida más

 

La escasa luz que entraba por la ventana iluminaba tenuemente el rostro de un muy agitado Haruka que se removía bajo un cuerpo más grande y musculoso que el suyo propio. Los chapoteos del lubricante entre sus piernas llegaban hasta sus oídos provocándole vergüenza, dos dígitos se abrían paso entre su círculo de nervios, entrando y saliendo. Uno tercero fue agregado al sentir su esfínter ablandarse. Pequeñas gotas de sudor rodaron por su frente hacia un lado de su rostro.

Haruka ya estaba al borde de la excitación.

—Makoto —un jadeo escapó de entre sus labios y esté se cubrió la boca con ambas manos—, ya… estoy listo.

Makoto sacó los dedos que tenía dentro del pelinegro con cuidado. Repartió besos por la cara interna del muslo provocando más jadeos y protestas por no darle atención que Haruka pedía.

—Está bien, está bien —se alejó por un momento buscando dentro del cajón bajo la cama de Haru una caja de preservativos—. Haru, se acabaron —dijo agitando la cajita para luego dejarla caer al piso.

—No importa. No son necesarios —alzó los brazos indicándole a Makoto que se acercara.

El dolor punzante de la intromisión fue apaciguado con caricias, mordidas y besos. El rechinido de los muelles de la cama siendo demasiado sonoro  cada que las embestidas aumentaban.

—Más… —Haruka rogó abrazándose a la ancha espalda de Makoto, rasguñado sin poca gracia los omoplatos.

El vaivén de las caderas eran más rápida al sentir el clímax tan cerca. Makoto apretó la mandíbula resistiendo un poco más, gozando el ver al pelinegro removerse envuelto en placer, gimiendo su nombre y pidiendo que lo embista más fuerte, más rápido. Deslizó una mano hacia la entrepierna de Haruka para dar suaves caricias de arriba abajo mientras daba estocadas profundas.

—Haru…  —una, dos embestidas y su orgasmo recorrió todo su cuerpo en espasmos.

Recostándose a un lado de la cama, Makoto tomó la camiseta que había estado usando como pijama para limpiar su mano embarrada en semen y luego entre las piernas de Haru. El sexo antes de dormir era reconfortante, muy satisfactorio si querían eliminar el estrés de las clases y el trabajo de medio tiempo que tenía.

—¿Estás bien, Haru? ¿No te duele el estomago? —se acomodó entre las mantas, estirando un brazo para que el moreno se recostará.

—Estoy bien, Makoto —bostezó cerrando los ojos, cayendo en el adormecimiento—, no te preocupes. No tiene nada de malo dejar de usar preservativos.

Makoto bostezó viendo a Haruka dormir con los labios entreabiertos, se acurrucó a su lado y se dejó envolver por el calorcillo de sus cuerpos.

Quizá sí estaba bien dejar de usar condones, más aún si tienes planeado pasar toda una vida con la persona a la que amas. Aunque a veces la vida te trae demasiados giros y sorpresas.

 

 

CAPÍTULO 1: Primer mes

 

Makoto estaba demasiado cansado después de un día lleno de trabajo en el pequeño bar del amigo de su papá. Muchos borrachos a los que atender con buena cara y mujeres alcoholizadas que coqueteaban desvergonzadamente. Lo único que quería en ese momento era darse un baño, cenar con Haru y meterse a la cama hasta el día siguiente, no era mucho lo que quería, solo descanso.

La vida universitaria que tenía no era como en un principio se imaginó, era un poco más caótica entre proyectos, trabajos escritos y un empleo de medio tiempo para sobrevivir. Si bien ahora vivía en la casa de Haruka, debía hacerse responsable de pagar los servicios que consumía, así como ropa y alimento. Pero todo ese sacrificio era algo pequeño si podía estar al lado de su novio. Los padres de ambos no se opusieron a que una vez empezada la universidad compartieran vivienda para que se apoyasen en lo que pudieran, porque para Makoto era casi desquiciante avanzar tareas con sus pequeños hermanos pidiéndole salir a jugar.

—Estoy en casa —anunció dejando caer su mochila sobre la mesa de la sala adentrándose a la cocina donde creía encontrar a un moreno cocinando en su delantal azul—. ¿Haru-chan?

Se encaminó al baño.

Tal vez si aun no estaba preparando la cena, quizás seguiría en su baño diario de tres horas. Antes de abrir la puerta escuchó el sonido de arcadas, como si a alguien se le estuviera saliendo el estomago por la boca.

Se apresuró a entrar, encontrándose a Haru arrodillado delante de la taza del váter  limpiándose la comisura de los labios el resto de vomito. Ya no era la primera vez que lo encontraba en la misma situación salvo porque ahora sí había llegado al baño y no había cogido lo primero que encontraba para depositar lo que habría sido su última comida.

—¿Haru, te encuentras bien? —ayudándolo a ponerse de pie, jaló  la cadena del agua—. Deberías ir al médico, ya llevas demasiado así.

—No es nada, debe ser algo que comí —se dirigió a la cocina para prender la estufa planeando prepararle la cena a Makoto.

Saco dos filetes de caballa, queriendo asarlas sobre una plancha cuando las nauseas lo golpearon y sintió como algo trepaba por su garganta. Hundió la cabeza en el lavabo vomitando en tres arcadas lo poco que quedaba en su estomago. El castaño nervioso le sobaba la espalda con pequeñas caricias realmente preocupado.

—Espero que no sea nada grave.

Haruka se limitó a asentir dispuesto a seguir cocinando. Miró la caballa freírse y sintió asco, definitivamente algo no andaba bien. Lo apartó lejos, pensando en preparar tortillas de arroz acompañadas por un poco de salsa de tomate.

 

 

 

Gruño por cuarta vez esa noche, la garganta escociéndole por los jugos gástricos que hacia instantes habían trepado urgiendo salir. Iban a ser un poco más de dos semanas sin tolerar la comida, incluso su tan preciada caballa hacia que le dieran nauseas al tan solo verla y su rostro se tornara verde. Rogó porque Makoto no se despertara y lo viera así, casi abrazando al retrete.

No quería que se asustara, mas porque solo creía que fuera una infección estomacal que en algún momento cesaría y después estaba el hecho de que tenía un temor dentro de él, al que trataba de ignorar.

—¿Haru? —unos suaves golpes a la puerta lo alertaron.

—Un momento —bajo la llave del agua, y sacó el ambientador para alejar el tufo a vomito que inundaba el baño. Abrió el grifo haciendo más creíble su visita al sanitario.

A penas al abrir se encontró con un Makoto soñoliento sobándose un ojo.

—Vamos a la cama —dijo jalándolo de la mano y arrastrándolo a la habitación que compartían. El castaño los envolvió con las mantas mullidas.

Haru lo abrazó lo más fuerte que pudo, asustado de que algo malo le estuviera sucediendo.

 

 

 

Cuando Makoto fue llamado durante su clase de filosofía entendió que algo malo realmente se estaba incubando dentro de Haruka. Tantos vómitos y la repentina repulsión a la caballa no eran buenas señales. Uno de los compañeros de entrenamiento de Haru lo había ido a buscar porque esté se había desmayado durante una práctica, golpeándose la cabeza, y asustando a todo el equipo de natación.

La enfermera de la universidad sugirió que el alumno Nanase fuese llevado a un hospital porque su entrenador había advertido vómitos crónicos y pérdida de peso.

El miedo de volverlo a ver sobre la camilla de un hospital fue demasiado para él.

—Estoy bien —aseguró Haruka al ver a Makoto llegar temblando hasta el hospital principal de Iwatobi—, solo ha sido un ligero envenenamiento.

El médico que acompañaba al pelinegro leía su historial, prescribiendo la receta médica indicada para estos casos. Un hombre entrado en sus cincuenta, con la cabellera chispeada por algunas canas colocó la mano sobre el hombro del castaño tomando su atención, logrando que volviera a respirar más tranquilo.

—¿Es usted familiar de Nanase-kun? —un asentimiento fue la única respuesta que el médico obtuvo—. Bien, pues según todos los síntomas que el joven Nanase ha presentado indicarían una severa infección estomacal, pero viendo que se ha extendido por más tiempo de lo normal nos veremos a recurrir a algunos exámenes más minuciosos.

—¿Es algo demasiado grave? —preguntó Makoto estrujando la mano de Haru, imaginándose lo peor.

—Ha presentado una leve inflamación en la zona abdominal, del cual se ha quejado de dolor—la calma con la que el médico hablaba hacía desesperar un poco más al castaño que, muy a su pesar, trataba de aparentar una tranquilidad inexistente—. No quiero alarmarlo pero en casos vistos esto representaría un tumor en el colon, que por ende; cáncer. Claro que mientras más rápido descartemos está posibilidad podremos saber realmente que es lo que enferma al joven Nanase.

—¿Me van a operar? —fue el turno de Haru de apretar la mano de Makoto pidiendo silenciosamente apoyo.

—Oh, no, no. No por ahora —arrancó la hoja de la receta y se la entregó a su paciente—. Programaré un ultrasonido para dentro de dos días, así que por el momento procura tomar los medicamentos para aminorar las nauseas.

—Gracias doctor —se puso en pie Haruka, tomando de la mano de Makoto y salir de ahí dando tumbos.

 

 

 

El regreso a casa había sido silencioso e incomodo. Makoto mirando de reojo a Haru, cuidando de sus pasos y expresiones, sabía que algo también lo preocupaba pero la costumbre del moreno de siempre esconder lo que realmente sentía le impedía comenzar hablar. A pesar de casi siempre leer sus gestos, el cambio de miradas y las sonrisas, está vez Haru solo perdía su miraba en la nada.

No fue hasta que llegaron al puerto del pueblo cuando Haru tomó a Makoto de la mano, entrelazando sus dedos, pidiendo un abrazo. Haruka también estaba asustado, aunque él no lo dijera.

—Quiero ramen —susurró con la cabeza hundida entre el cuello del castaño—, con muchos fideos y salsa extra.

—Vayamos a cenar, entonces —sonrió acariciando la mejilla tersa de su novio.

—También quiero takoyaki y pizza con piña.

—¿Seguro? —preguntó Makoto recordando las veces en que Haru llevaba una cubeta consigo a todos lados cuando estaba en casa, por si necesitaba potar— ¿No es demasiado?

—No lo sé, solo tengo mucha hambre.

Una carcajada escapó librando toda la tensión que en algún momento había aparecido. El castaño tomó a Haru del brazo emprendiendo camino hacia algún restaurant que sirviera los tres platos, algo imposible. Tendrían que pasar por tres tiendas diferentes antes de ir a casa y cenar a gusto.

Notas finales:

Antes que todo, gracias por leer y mis más sinceras disculpas si por ahí se me escapo un dedazo. 

Iré actualizando lo más pronto posible, según como me dé mi tiempo libre. 


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