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Our Secret por RoseQuin

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Varias cabezas se giraron cuando los tres hombres entraron en el bar principal del club. Tanto hombres como mujeres los miraron con una mezcla de envidia y de admiración.
No solamente porque los tres eran ricos, ya que la mayoría de los miembros del Club de Golf de Seúl lo eran, sino porque despertaban una atracción básica que afectaba especialmente a las personas solteras.
En la Edad de Piedra, las féminas se sentían irremediablemente atraídas por los hombres que mejor pudieran protegerlas y que tuvieran más dotes para la caza, es decir, por los machos alfa cuya genética sobresaliera por encima de la de los demás machos y fueran los mejores especímenes para asegurar la especie.
Las mujeres de hoy en día creen que eligen a sus parejas según otros criterios
como la bondad o el sentido del humor, pero investigaciones recientes demuestran que eso no es cierto. Por lo visto, lo que hace a un hombre más atractivo es la altura.
Los tres hombres que estaban cruzando el bar eran todos altos. Por sí eso no fuera suficiente para darles ventaja sobre otros miembros de su sexo, además, eran guapos y, sí, para qué negarlo, muy ricos.
El que iba a la cabeza directamente hacia la barra y dispuesto a invitar a la primera ronda era Kim JongWoon, hijo único y heredero del imperio WHY STYLE. Veintiséis años y uno de los solteros de oro de la ciudad, bien conocido por la larguísima lista de parejas que había tenido. Sorprendentemente, ninguna de ellas hablaba mal de él. Era un hombre encantador dedicado en cuerpo y alma al placer, a la soltería y a no trabajar más de lo estrictamente necesario.
Los otros dos no se parecían a él, ya que eran adictos al trabajo, estaban casados y sus vidas habían sido más complicadas, lo que les había hecho más duros.
Cho KyuHyun era el propietario de Inmobiliaria Cho, el grupo del sector más importante de Seúl mientras que Lee HyukJae era el dueño de SM, la mejor agencia de publicidad de la ciudad.
Los tres eran amigos desde la universidad y se conocían muy bien, sabían cuáles
eran sus puntos débiles y sus puntos fuertes y se querían como hermanos.
Sin embargo, la partida de golf que echaban todos los jueves por la mañana iba muy en serio, apostaban dinero y todos querían ganar.
—¿Qué le pasa hoy a Yesung? —le preguntó HyukJae a KyuHyun mientras se sentaban en una mesa de la terraza que daba al hoyo dieciocho—. No lo había visto nunca jugar tan mal.
—Pues yo sí. Cuando estuviste de viaje hace unas semanas, justo antes de tu boda. Le gané sin esfuerzo.
—Qué raro.
—Vaya, gracias.
—Ya sabes a qué me refiero. Juegas bien, pero el mejor de nosotros es él. —No me extraña. Prácticamente vive en el campo de golf.
—Es cierto —contestó HyukJae, que jugaba bastante también aunque no todo lo que le hubiera gustado desde que se había casado el año anterior—. Ahora que lo pienso, la semana pasada tampoco estuvo muy bien. Nos ganó por los pelos. ¿A qué crees que se debe su pérdida de forma?
—No estoy seguro, pero en noviembre tenía problemas con alguna persona— contestó KyuHyun.
HyukJae se quedó realmente sorprendido porque Yesung nunca tenía problemas con las relaciones. De hecho, se solían tirar a sus pies y él elegía al que quería.
—¿Qué tipo de problema? —quiso saber.
—Me dio la sensación de que le gustaba un chico que no le hacía caso. —Vaya, sería la primera vez en su vida. ¿De quién se trata?

—No me lo dijo y yo tampoco le quise preguntar.
—Ya —suspiró HyukJae, frunciendo el ceño y mirando a Yesung, que iba hacia ellos con tres jarras de cerveza en la mano.
¿Por qué se le estarían resistiendo a Yesung, que siempre se acostaba con quien él quería? ¿Tal vez porque su reputación de donjuán le precedía?
No, eso nunca había sido problema para él. De hecho, ser un donjuán le hacía todavía más apetecible y atractivo.
—A lo mejor no ha jugado bien hoy porque anoche se acostó tarde y acompañado —comentó KyuHyun—. Los dos sabemos que no hay persona que se resista a esos ojos misteriosos. Excepto mi SungMin y tu DongHae, por supuesto.
—Venga ya, no es tan irresistible —contestó HyukJae aunque sabía que su amigo era un imán para los hombres y también para las mujeres.
—Espero que te hayas acordado de pedirme una sin alcohol —le comentó KyuHyun a Yesung cuando éste dejó las tres copas sobre la mesa—. Tengo que trabajar esta tarde.
—Yo, también —comentó HyukJae.
—Pues ya somos tres —contestó Yesung, tomando asiento junto a sus amigos.
—¿Estás de broma? ¿Tienes que ir a trabajar? ¿Tú? ¿Qué pasa? ¿Se ha muerto alguien?
—No, pero casi —contestó Yesung, dando un buen trago a la cerveza—.Mi padre se ha ido de segunda luna de miel con su esposa número cinco y yo me he quedado al mando de todo.
—¿Eso nos lo dices para que vayamos vendiendo las acciones que tenemos en WHY STYLE? —bromeó HyukJae.
Yesung se encogió de hombros.
—No creo que sea para tanto. Las peores decisiones de negocios que he visto
tomar en la vida se las he visto tomar a mi padre cuando está poseído por la lujuria. ¿Quién sabe? Para cuando baje de la nube, a lo mejor he conseguido recuperar algunos de los millones de los que ha ido tirando por ahí en nombre del amor. A lo
mejor se te ha olvidado, querido mono, pero yo era uno de los mejores en la universidad. Te recuerdo que terminé Económicas y Derecho empresarial con sobresalientes. No soy solamente un chico guapo.
—Ahora ya sabemos por qué has jugado tan mal hoy —comentó KyuHyun—. ¿Cuándo ha sido todo esto?
—El fin de semana pasado.
—Ahora que lo dices, pareces bastante cansado. Seguramente, hace mucho tiempo que no trabajabas una jornada completa.
—Así es —admitió Yesung sin querer confesar que durante unas cuantas semanas antes de Navidad había ido a la oficina casi todos los días y había trabajado de sol a sol.
La razón de aquel episodio tan raro en él había sido su secretario, al que había contratado unos meses atrás.
Kim RyeoWook no le había aparecido excesivamente sexy. No era guapo y no poseía una belleza clásica, ya que sus rasgos faciales eran demasiado delicados. Tenía los pómulos demasiado altos y los labios demasiado fuertes. En aquel momento, no se había dado cuenta de que tenía un buen físico. En verdad, en el
momento de la entrevista Yesung se había concentrado única y exclusivamente en su magnífico currículum.
Aquello se explicaba porque su padre le había dicho de repente que le dejaba a cargo del departamento editorial de Why Style y él tenía un poco de prisa por encontrar a un buen secretario. No había contado ni por asomo con hacerse cargo de nada de la empresa hasta que su padre muriera, pues, aunque era cierto que Kim InHae, Dickie para los amigos, siempre decía que su hijo y único heredero tenía mucha experiencia en todos los departamentos de su compañía, no era un hombre que delegara fácilmente.
Y a Yesung no le había hecho absolutamente ninguna gracia que lo hiciera de repente.
Lo cierto era que, en un principio, no se había dado cuenta de que el señorito eficiencia le iba a obligar a hacer el trabajo que su padre le había confiado o que iba a consumirse por el deseo que sentía por él.
Y lo más perverso de toda aquella situación era que no podía hacer nada porque, para cuando se había dado cuenta de lo mucho que le gustaba aquel chico, él estaba a punto de casarse con otro.
Aunque todo el mundo lo consideraba un playboy sin escrúpulos, lo cierto era que jamás le habría quitado la pareja a otra persona. Para él, el sexo era una de las necesidades mayores de la vida, pero solamente cuando era fácil y no tenía complicaciones ni consecuencias.
Si RyeoWook no hubiera tenido pareja, lo habría seducido e ir a la oficina no se
habría convertido en una tortura, sino en un placer. Sin embargo, ahora se tenía que aguantar el deseo, algo a lo que no estaba acostumbrado. Aquello lo había llevado incluso a perder interés en otros pretendientes a los que de repente encontraba extremadamente aburrido.
En aquellos momentos de su vida, sólo quería estar con uno. Por primera vez en su vida no podía ser.
—¿Te has mudado al ático de tu padre? —le preguntó HyukJae.
—No, me dijo que lo hiciera mientras él estuviera fuera, pero prefiero quedarme en mi casa de Gangnam.
Se trataba de una casa que se había comprado hacía unos años con el dinero que había ganado en la Bolsa, o sea, que se la había comprado sin ayuda financiera de su padre. Había invertido el dinero que había ganado durante varios veranos recogiendo fruta cuando sus amigos de la universidad se creían que estaba esquiando en Europa, veranos que había aprovechado para recorrer Corea
y demostrarse a sí mismo que no necesitaba el dinero de su padre para sobrevivir y que era capaz de trabajar como todo el mundo.
Lo había hecho por orgullo.
Aquel piso que había reformado hacía poco daba a la playa de Gangnam y a la piscina natural a la que iba a nadar todas las mañanas, lloviera o hiciera sol. Era un lugar perfecto para un soltero, ni demasiado grande ni demasiado pequeño y tenía todo lo que un hombre podía desear.
La idea de vivir en el enorme ático de su padre, que para su gusto era una casa demasiado lujosa y sin alma, no le apetecía en absoluto aunque estaba en el mismo rascacielos que la empresa familiar.
—De haberte quedado en casa de tu padre, te habrías ahorrado un atasco todos los días —comentó HyukJae—. Nunca llegarías tarde. Así, ese secretario tuyo estaría contento me refiero a ese que no para de llamarte. ¿Cómo se llama?
—RyeoWook —contestó Yesung estremeciéndose ante la idea de no volver a llegar tarde porque llegar tarde era el único poder que tenía sobre aquel hechicero.
Wook no podía soportar la impuntualidad y Yesung era consciente de que se ponía muy nervioso cuando llegaba tarde, lo que le hizo mirar el reloj y acordarse de que tenía una reunión en un par de horas en el despacho a la que no debía llegar tarde porque los otros directivos pensarían que era un maleducado y no causaría buena imagen que el presidente ejecutivo hiciera algo así.
Aunque fuera el presidente ejecutivo de la empresa sólo de manera temporal, Yesung tenía muy claro que quería causar buena impresión a su equipo.
Afortunadamente, había tenido la buena idea de dejar ropa suya en casa de su padre. Así, podría ducharse y cambiarse allí. También era importante la
indumentaria. No creía que fuera a causar buena impresión con unos pantalones informales y una camisa de manga corta.
—Lo siento, chicos, pero no me puedo quedar más. Tengo una reunión muy importante esta tarde —se despidió de sus amigos terminándose la cerveza de un trago.
La cara que pusieron HyukJae y KyuHyun le hizo sonreír, pero la sonrisa se le borró en cuanto se puso al volante de su coche. En un cuarto de hora estaría en el distrito empresarial de la ciudad y, en menos de veinte minutos, se encontraría de vuelta en la guarida del león.
Yesung metió la primera marcha de su precioso Ferrari y aceleró. Por una parte, quería ver a RyeoWook. Evidentemente, ésa era su parte masoquista. Su parte más racional, sin embargo, sabía que no podía seguir así. Algún día se le iba a notar e iba a quedar en ridículo o, lo que sería mucho peor, no podría más, se abalanzaría sobre él y se encontraría con una denuncia por acoso.
La única solución lógica era deshacerse de aquel hombre pero, ¿cómo hacerlo?
Yesung se había devanando los sesos buscando cualquier excusa para deshacerse de RyeoWook, pero aquel tan eficiente que jamás cometía ni un solo error, nunca llegaba tarde ni se iba pronto. Era el secretario de dirección perfecto.
RyeoWook se había convertido en su secretario cuando a la de su padre le habían dado unas más que merecidas vacaciones y había aceptado el puesto sin pestañear.
Una de las grandes esperanzas de Yesung era que se iba a casar en cinco semanas. Lo único malo era que RyeoWook no iba a tener una luna de miel muy larga. ¡Él señorito eficiencia se iba a casar un viernes por la tarde en una ceremonia íntima y familiar, iba a pasar una luna de miel de dos días en un hotel del centro de la ciudad y tenía intención de estar trabajando el lunes por la mañana a primera hora!
La otra gran esperanza de Yesung era que RyeoWook tuviera hijos. Sabía que iba a cumplir veinticuatro, esa edad donde los jóvenes como él soñaban con tener una familia, así que seguro que iría a por un niño en cuanto se casara. De hecho, no hacía mucho, mientras se tomaban un café, había comentado que quería tener dos hijos. Primero un niño y, luego, una niña.
¡Sólo Dios sabía cómo se conseguían esas cosas! Pero seguro que, si alguien podía hacerlo, ése era RyeoWook, que parecía tener toda la vida perfectamente planificada con horarios concisos y objetivos concretos.
Yesung rezaba para que el día en que entrara en la oficina diciendo que estaba embarazado o algo por el estilo no estuviera muy lejano. Claro que estaba seguro de que RyeoWook sería de los que trabajarían hasta prácticamente el parto. Y seguro que se ponía más bello con el embarazo. Seguro que entonces sus facciones se hicieran más delicadas todavía más atractivo, sus caderas se hicieran un poco más anchas, se le harían entonces irresistibles.
Yesung se lo imaginó más sano y radiante que nunca, se imaginó deseándolo
todavía más y se asustó.
Aquello le hizo apretar los dientes con fuerza y preguntarse si iba a ser capaz de aguantar otro año así. No le iba a quedar más remedio. ¿Qué otra cosa podía hacer? De repente, se le ocurrió una idea.
Cuando se quedara embarazado, podía ofrecerle una baja muy generosa. Por ejemplo, seis meses con el sueldo completo. Incluso doce meses si fuera necesario.
No, imposible justificar un año entero. Se iba a tener que conformar con seis meses. Con un poco de suerte, cuando se cumpliera el plazo, se habría obsesionado por completo con su hijo porque, por supuesto, sería un niño y no querría volver al trabajo.
¡Qué felicidad! ¡Qué felicidad!
Hasta entonces, iba a tener que encontrar otras maneras de manejar la situación y de minimizar el efecto que RyeoWook tenía en él. La solución más fácil era echarse un novio o novia nuevo, buscar a una persona guapa y apasionada. Desde luego, tenía dónde elegir. Sí, podía decantarse por un pelirrojo delgado. Así, se quitaría la espinita de RyeoWook.
El distrito empresarial apareció ante él y Yesung sintió que el estómago le daba un vuelco. Rezó para que RyeoWook no llevara aquel maldito traje negro de nuevo,
ése que tenía una chaqueta que le marcaba la cintura y ese pantalón que abrazaba su trasero, ése que le quería quitar y hacer jirones desde que se lo había visto por primera vez.
Nada más entrar en la guarida del león, se dio cuenta de que no había habido suerte. Había bautizado así a las oficinas de su padre muchos años atrás, pero en aquel entonces el león había sido su progenitor. Ahora se trataba de otro león. Un león que no gruñía, pero que podía resultar igual de intimidante.
Yesung intentó no estremecerse cuando RyeoWook miró el reloj y luego lo miró de arriba abajo, fijándose en su ropa.
—Espero que no vayas a ir así a la reunión —le espetó.
Yesung ocultó tras una sonrisa el fastidio que le había producido el comentario.
—RyeoWook, ni siquiera a mí se me ocurriría algo así. Voy a subir a casa de mi padre a cambiarme. El domingo me traje ropa para este tipo de ocasiones —le explicó—. La cabeza está para algo más que para peinarse—añadió viendo con satisfacción que RyeoWook lo miraba sorprendido—. Por favor, pídeme un sándwich de jamón y queso. Ya sabes cómo me gusta. Y un café también. Diles que me lo traigan en... veinte minutos —concluyó consultando su Rolex.
A continuación, se encerró en su despacho, aquel lugar en el que se encontraba a salvo y que tenía un ascensor que iba directamente al ático de su padre.
Yesung bendijo aquel ascensor que le iba a permitir no tener que volver a pasar por delante de su secretario de nuevo.

Notas finales:

Yo se que querían EunHae pero como dicen "lo mejor para el fina" no?

bueno yo creo que es lo mejor por que adoro el EunHae :B

pero cada quien! En fin, espero que disfruten esta historia también!


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