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Punto y coma, punto y aparte por OneUnforgiven

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Notas del fanfic:

Antes de empezar, considero necesario hacer unas aclaraciones (por si acaso).

 

Antes —y durante— el desarrollo de esta historia, investigué sobre el tema medicinal que aquí se trata, tanto de los estados de coma como la ceguera. Obviamente, al carecer de estudios médicos, sólo puedo basarme en lo abstracto que he ido encontrando dando vueltas por internet, para poder entregarles una historia que fuera lo más realista posible (incluso desde la perspectiva de un ciego).

 

Por favor, tomarla como lo que es: ficción.

 

Gracias y disfruten la lectura.

 

One.

En la profunda calma de la nada misma, sintió una caricia en su cabello, un suave perfume a arándanos y luego, un ligero beso en los labios. Una voz suave pero grave le habló desde algún rincón, le dijo: "Es hora de seguir adelante. Es hora de despertar". Él intentó buscarla, ver al dueño, pero entre la blancura de aquel lugar, sólo distinguió una silueta masculina alta, una piel blanquecina cubierta por una camisa blanca y reluciente, con unos pantalones negros, vio un cabello ligeramente corto y marrón, que destacaba sobre todo lo demás. "¿Para qué?", intentó preguntar, pero su cuerpo no se movió y no pudo formular la pregunta, el hombre siguió de espaldas a él y se fue caminando con pasos largos y lentos hacia el blanco infinito.

Cerró sus ojos y vio el vacío aunque estaba seguro que los había vuelto a abrir. A sus oídos llegó otra voz, una muy diferente, más gruesa, gutural y aparentemente cansada, que estaba hablando. No le entendía, eran murmullos que poco a poco se fueron aclarando hasta que cada palabra tomó su forma: "Entonces fue como si el tiempo se parase y el Alma del Mundo surgiese con toda su fuerza ante él.", dijo la voz. (1)

Él intentó hablarle, pero de su boca nada salió y cuando intentó mover su cuerpo, tampoco pudo. Se agitó rápidamente al verse encerrado en un lugar que no sabía dónde, cómo era ni con quién estaba. "Cuando vio sus ojos negros —siguió relatando la voz—, sus labios indecisos entre una sonrisa y el silencio, entendió la parte más importante y más sabia del Lenguaje que todo el mundo hablaba y que todas las personas de la tierra eran capaces de entender en sus corazones. Y eso se llamaba Amor...". (1)

Quiso gritar en su desespero por saber si aquello era real o una simple ilusión, pero entonces, algo cálido le tocó la mano derecha. Por sus movimientos, pudo sentir que eran dos manos que le abrazaban la suya con cariño, pero luego, se pusieron rígidas y le apretaron con fuerza.

—¿James? —oyó decir—. ¿James?

Pero luego todo se desvaneció de nuevo y regresó a la habitación más blanca.

"Sigue intentándolo. Debes despertar, debes seguir" oyó que la voz suave y calma le dijo, como acobijándole del frío. "Es momento de continuar".

Volvió a abrir sus ojos, o eso creía, no estaba seguro, pues no veía nada. Las manos grandes seguían allí, sosteniéndole.

—James... ¿Puedes oírme? Estoy aquí, James.

Las manos le agarraron con más fuerza y oyó un sonido extraño, como si algo se arrastrara. En ese momento lo notó, notó una superficie blanda bajo él y algo ligero cubrirle de la cintura para abajo; comprendió, entonces, en dónde estaba.

—Enfermera... —escuchó que la voz decía, ansiosa—. ¡Enfermera!

Las manos le sostuvieron con fuerza, tanto que le hacía sentir dolor. La voz, gruesa y nerviosa, siguió repitiendo lo mismo una y otra vez hasta que se apagó.

"Debes seguir adelante. No puedes quedarte aquí" insistió la otra voz, la serena. "¿Por qué no?", le preguntó. "No es tu momento", le respondió con simpleza. Y vio una sonrisa, en alguna parte, en algún lugar, en algún rostro que se dio la vuelta y luego se alejó.

—James, tú puedes. Sé que me oyes, puedes regresar —oyó decir a la segunda voz, esa que tenía manos y que le sostenía con desesperación.

Intentó pedirle que se callara un momento, que le ponía nervioso, pero sólo pudo hacer un movimiento extraño con la lengua que apenas logró conformar un sonido gutural. Movió los dedos su mano derecha, aquella que estaba sosteniéndole como si se fuera a caer.

—Oh, Dios. James... Hazlo de nuevo, hazlo de nuevo para mostrarme que no estoy loco.

Y él movió sus dedos de nuevo, pero era tan difícil, tan agotador...

—¡Enfermera! ¡Enfermera! ¡Movió sus dedos!

Luego, todo volvió a volverse distante. Suspiró con fuerza, como si algo le estuviera aplastando como una roca. Hundiéndole.

El silencio lo invadió unos breves instantes, luego unos cuantos pasos rápidos llegaron hasta él.

—Otra vez... Abrió los ojos de nuevo, enfermera. Quizás mueva sus dedos de nuevo.

Él intentó hablar, pero una vez más no pudo. Unas manos suaves y más pequeñas le tomaron de la mano izquierda, le tomaron el pulso, luego sus yemas le presionaron el párpado ligeramente hacia abajo, primero el izquierdo y luego el derecho.

—Sus pupilas siguen sin dilatarse —oyó decir una voz femenina, más cerca que la otra—. Su pulso está ligeramente acelerado de nuevo.

¿Pupilas? ¿A qué se refería?

—¿Sigue con los pequeños lapsus de conciencia? —preguntó la voz del hombre, ansioso.

¿Qué lapsus? ¿Qué consciencia?

—Sí. Se irán prolongando con el tiempo.

Tiempo...

—Quiere decir, que está cerca de despertar por completo.

¿Despertar? ¿Despertar de qué? ¿Un sueño? ¿Se había quedado dormido?

—Es lo más probable, pero hay que ser pacientes —replicó la mujer—. Despertar de un coma tan largo es un proceso que dura tiempo, su cuerpo aún está intentando equilibrarse y coordinar todas las funciones.

Un coma... ¿Eso quería decir... que había tenido un accidente? Claro, estaba en un hospital, pero no recordaba el accidente, no recordaba cómo había llegado hasta allí, no recordaba...

—Es probable que tarde algunas semanas más.

Perdió la cuenta de la cantidad de veces que despertaba y les oía hablar. Intentaba permanecer allí, con ellos, pero había una fuerza invisible que le obligaba a regresar una y otra vez.

En el fondo comprendía lo que sucedía, tenía algo de tiempo para analizarlo, pero necesitaba avanzar antes de confirmar la catástrofe. Necesitaba comunicarse, para saber que aquello que sucedía a su alrededor, era real.

Apretó fuerte su mano, con todas las energías que tenía en ese momento, sintió que algo bajo sus dedos se arrugaba, lo levantó, o eso intentó y luego volvió a dejar los brazos laxos cuando los sintió débiles. Sentía su pecho subir y bajar, sentía el movimiento, sentía su pulso acelerado, sentía el agotamiento, entonces, quizás, podría sentir algo más que sus manos y su pecho... como su boca. La abrió e intentó mover la lengua, estaba reseca y era difícil intentar hablar, pero aquel intento lo iluminó. Retuvo el aire en sus pulmones, todo lo que pudo, e intentó mover su cuello; cuando no pudo aguantarlo más, tosió y siguió respirando.

—¿James?

Sí, era él, o creía serlo. ¿Y si tenía el rostro desfigurado y le habían creído por alguien más y él no recordaba quién era? Intentó levantar su mano, a ella llegaron aquellas otras enormes y cálidas. Intentó memorizarlas, intentó reconocerlas.

—¿Qui- quién...? —fue todo lo que pudo decir antes de volver a toser.

—¡Enfermera, enfermera! ¡Habló! —gritó la otra voz, arrastrando la silla con un ruido sordo y alzando su mano derecha entre las de él—. Estoy aquí James, estoy contigo. Soy Frederik, ¿me recuerdas? ¡James!

Sintió de nuevo las manos pequeñas de la enfermera revisarle, el mismo rutinario proceso. ¿Quién era Frederik? Intentó recordarlo, pero todo era demasiado confuso, demasiado borroso.

Quiso escaparse de todo aquello que lo rodeaba, estaba nervioso. Aquello era como una pesadilla que nunca terminaba, encerrado en su propio cuerpo, incapaz de comunicarse.

—A... Agua —pidió con mucho esfuerzo.

Las manos grandes le soltaron y alguien mojó sus labios con un paño húmedo, con suavidad, dándole pequeños golpecitos. Poco a poco, muy lentamente, fue calmando esa sensación horrible de sequedad que tenía, aunque no satisfacía todo lo que necesitaba.

—¿Crees que puedes hablar? —preguntó la voz femenina.

—¿Quién.. eres?

—Mi nombre es Ruth, soy enfermera y estoy a cargo de tu cuidado. Estás en el hospital San Diego. ¿Crees que puedes hablar?

Suspiró con pesadez, qué difícil pregunta.

—No lo sé —las grandes manos volvieron a rodear la suya y le acarició los dedos, él los movió por inercia. Tenía una sensación extraña de nostalgia, un recuerdo borroso apareció, unos ojos avellanas, unas cejas rectas, un cabello despeinado y rebelde, una sonrisa con barba incipiente. Tragó saliva.

—¿Recuerdas tu nombre?

—James —respondió, aunque sabía que quizás era incorrecto. Solo repitió lo que llevaba escuchando cada vez que despertaba.

—¿Y tu apellido?

Guardó silencio, una laguna de nada absoluta invadió su mente.

—No lo sé.

—¿Recuerdas tu edad?

Otra vez igual. Nada aparecía por su cabeza.

—¿Me golpee la cabeza? —preguntó con lentitud, se sentía torpe y no recordaba nada, debía de haberse golpeado.

—¿Recuerdas el accidente?

—No.

Escuchó un sonido o un bufido a su lado, pero le restó importancia.

—¿Por qué no puedo veros?

Fue entonces cuando el silencio se instaló por completo en la sala y le pareció que se quedaron sin habla.

Notas:

(1) Fragmento del libro "El Alquimista", de Paulo Coelho.

 


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