Ambos asistían a la misma universidad, la mejor de la ciudad: Universidad de Tokio. Uno de ellos estudiaba administración de empresas, el otro solo quería ser un buen botánico. Tal como su composición física, la emocional también era completamente distintos.
Akashi Seijuuro era el mejor de su clase, mantenía contacto con diversas personas de importancia y personas que le gustaban mucho, por ejemplo, sus amigos de la secundaria. Su vida era tranquila y bastante cómoda. No podía quejarse si lograba conseguir lo que quisiera con solo proponérselo. A pesar de su complexión delgada y estatura, su mirada retadora imponía a sus oponentes.
Furihata Kouki era todo lo contrario: se distinguía por ser un chico bastante amable, casi incapaz de negarse a algún favor. Se esforzaba en cada una de sus metas. Siempre que podía salía con sus amigos y uno de ellos era de quien gustaba. Se desvivía admirando la naturaleza, salía al campo y podría pasar horas viendo las hojas de las plantas, los tallos, guardando algún ejemplar de aquella que llamó su atención.
Sin embargo y muy a pesar de que se encontraban en ramas de estudio desiguales, compartían un amigo en común. Kuroko Tetsuya, quien era una persona difícil de descifrar, era positivo y siempre apoyaba a los demás mientras no les perjudicasen.
Una mañana, Seijuuro no tuvo clase de Escenario Regional de África, Kuroko le dijo que tampoco tenía clase, sugiriéndole entrar a la facultad de biología, a donde constantemente entraba para mirar a los animales que tenían ahí.
−¿Conoces a alguien de ahí? –preguntó Akashi.
−Si. Tiene problemas para acercarse a la persona que le gusta, así que creo que tú podrías ayudarle en algo, Akashi-kun.
−Que peculiar petición, Tetsuya. –sonrió divertido por las palabras de su amigo. Si bien no tenía pareja actual, sus dotes de seducción le abrieron grandes oportunidades dentro del actual empleo que desarrollaba con su padre y también en lo educativo había podido irse de intercambio a tres continentes.
−¡Kuroko! –vociferó alguien a sus espaldas. Ambos se giraron en busca de alguien familiar. Akashi distinguió a un chico de cabello extremadamente corto y sonriente. Llevaba shorts, una camisa de manga corta desabotonada por la que traía abajo con el estampado a Iron Maiden, y tenis.
−Kawahara-kun. –saludó Kuroko sonriéndole muy levemente.
−¿Vas a ver a Furihata? –preguntó mientras recuperaba el aliento. −Kagami te estaba buscando por los bebederos. –agregó como si acabase de recordarlo.
−Sí, ¿sabes dónde está? No le pregunte en que salón se encontraba.
−Hmm… creo que hoy está en biología evolutiva. En uno de los salones grandes.
−Akashi-kun, ¿podrías adelantarte? Te alcanzare en unos minutos.
−De acuerdo. –asintió sin ningún argumento para negarse.
−Kawahara-kun, ¿está bien para ti conducir a Akashi-kun a ese salón? Veré de inmediato a Kagami-kun. –Kuroko tomó del brazo a Akashi para que Kawahara lo identificara.
−Sí, no hay problema. –le sonrió antes de saludar cortésmente a Akashi. Sabía quién era, todos lo sabían. Muchas veces era vocero de su facultad. Ahora que cursaba el último semestre, se había hecho mucha fama en toda la universidad. Kawahara sabía quién era el pelirrojo porque constantemente visitaba la rectoría en busca de oportunidades de ayudar a los de menor grado.
−¿También estudias biología? –preguntó mientras caminaban al interior de un edificio con ventanales oscuros muy bien pulidos. Las nubes y árboles que rodeaban la facultad podían reflejarse perfectamente cual si estuvieran frente a un espejo.
−No, yo estoy en ingeniería civil. –respondió sencillo.
El trayecto al aula fue corto, pues a pesar de que se encontraba en el segundo piso, era uno de los primeros.
−Yo me tengo que ir, pero aquí esta Furihata.
−Está bien. Gracias.
Kawahara dio media vuelta y se fue caminando alegremente. A los ojos de Akashi, era curioso ser feliz por ayudar a una persona. Al colocar su mano sobre la puerta, se dio cuenta de que no sabía quién era Furihata. Resignado y confiando en que su intuición se lo revelaría, abrió la puerta.
El salón estaba a oscuras y el profesor mostraba cambios evolutivos en una de las diapositivas presentadas a los alumnos que le parecían prestar atención. Aprovechó la oscuridad y se deslizó mirando a las personas que estaban ahí, llamándole la atención un chico que parecía fascinado escribiendo lo que el profesor predicaba. Decidió sentarse junto aquel chico y averiguar más del castaño. Después buscaría a Furihata.
−Hola. –saludó llamando la atención del chico castaño. Este lo miró dedicándole su atención. Los ojos claros del chico se clavaron sin vacilación en los de Akashi provocándole una rara y agradable sensación en el pecho.− ¿Puedo sentarme aquí?
−Ah, sí. Perdón. –sonrió quitando la mochila de la banca dejándola en su regazo antes de volver a poner los ojos sobre la pizarra.
−¿Tan interesante es la clase? –pregunto Akashi al tomar asiento. Se dio cuenta de que la mayoría parecía anotar al azar, una que otra palabra que decía el profesor, o bien, solo estaban garabateando en su libreta.
−Mucho. –respondió con una sonrisa sin mirarlo, ahora dibujaba el esquema representándolo a su manera con un par de dibujos que además de parecer divertidos, hacían entender al instante de que se trataba.
Irónicamente, Akashi se sintió un tanto atraído al no capturar la atención del castaño. Esta vez se notaba que sus encantos físicos no funcionarían del todo con el chico, así que esta vez iría por lo verbal.
−La biología abarca demasiadas áreas… −sus palabras se detuvieron al ver que el muchacho dejaba su lápiz encima de la libreta y le dedicaba una mirada extraña para Seijuuro.
−Escucha, no sé porque entraste a este salón, jamás te había visto aquí, pero a mi realmente me gusta la clase. –confesó mirándolo directamente a los ojos. Seijuuro estaba impresionado por la decisión en sus palabras, hablándole de una manera en que nadie nunca se había atrevido a hacer. −Si quieres, podemos hablar cuando termine.
−No tengo ninguna objeción. –Akashi se sentó correctamente mirando al frente. Podría ser que esta clase le sirviese de algo en el futuro y más si quería minimizar el espacio entre ellos dos.