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Cuando te encuentre por NEY OTAKU

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Notas del fanfic:

Pues nuevo fanfic 2min, la continuación de "No te olvides de mí", espero que lo disfruten y me acompañen en cada capítulo :) 

Notas del capitulo:

Quiero agradecerles a cada uno de ustedes, las palabras de aliento que le dan a esta fanficker, que todavía cree que le falta mucho por trabajar sus historias y que seguirá mejorando. 

Pero ya basta, es mejor que lean y mientras lo hacen, escuchen: 

https://www.youtube.com/watch?v=sKrdIT8HhKs

Cuando te encuentre.

Así como es.

 

El sonido del despertador lo hizo abrir los ojos con desgana, pestañeando con pesadez por lo adormilado que se encontró, soltó un quejido fuerte mientras rodaba en la cama,  abrazó la almohada, resistiéndose a levantarse.

De repente escuchó pasos acercándose a toda velocidad, provocando que una linda sonrisa se formara de sus labios, y fingiendo que seguía dormido, cerró los ojos lentamente. Sintió la cama hundirse y como algo se le trepaba encima.

Cuando sintió ese par de labios sobre su mejilla y el peculiar olor a talco, no pudo reprimir la enorme sonrisa ensanchada en sus labios.

— ¡No estabas durmiendo! —la vocecita de SooJin sonaba totalmente enternecedora, logrando que se derritiera de amor.

— ¡Ven acá! —extendió los brazos y la atrapó para tenerla sobre su pecho, llenándola de besos, haciéndola reír tan fuerte que su aguda voz resonaba por toda  la habitación.

— ¡Papá vamos apurateeee! —Le propinó un fuerte apretón en su cuello, sus manitas jugaban con los cabellos castaños detrás de su nuca—, ¡El tío KiBum dijo que vayamos temprano!

TaeMin enarcó una ceja —. ¿Qué te prometió ese tonto de KiBum para que me apresurarás? ¿Eh?

SooJin sonrió traviesa, bajó la mirada a sus manitas rehuyendo a los ojos de su padre, ya estaba acostumbrado a las tretas sucias de su amigo para manipularlo, siempre que el chico decía que NO para algo o alguna cosa, usaba a su hija para cambiar los planes a su favor.

Tonto Kibum

—Sabes que no debes esconderme nada —le habló firme pero con la ternura y condescendencia que merecía una niña de cinco años de edad.

—Dijo que me regalaría la muñeca que vimos en la juguetería el viernes pasado—TaeMin rodó los ojos y riendo a la vez, se sentó en la cama, acomodando a SooJin en uno de sus brazos al mismo tiempo que bajaba los pies descalzos al piso frio,  se levantó y salió por el pasillo hacia la cocina.

— ¿Estas molesto? —preguntó quedito anticipándose al posible regaño que recibiría, pero no fue así. TaeMin negó suavemente con la cabeza

Al llegar a la cocina la dejó sobre su silla, yendo de aquí para allá mientras le servía un vaso de leche y se lo dejaba sobre la mesa de madera. Mirándola beber, mirando su piel tan blanca y esos ojos grandes color miel que decían a kilómetros de distancia que no era del todo de sangre ‘coreana’, dándose cuenta de cuanto había crecido su bebé y dándose cuenta de que han pasado cuatro años desde que ha criado solo a su hija, no pudo más que sonreír aunque la tristeza en ocasiones le desgarrara a mordidas el corazón. 

—No cariño, no lo estoy —reposó el mentón sobre la mano, con el codo apoyado sobre la mesa, su corto cabello castaño se meció, dejándole unas cuantas hebras desalineadas sobre la frente—, es solo que el tío KiBum debe aprender a no chantajear a mi bebé para satisfacer sus caprichos.

Pero, no lo mal interpreten, TaeMin estaba orgulloso de estar viviendo así, soltero, con una hija tan hermosa e inteligente. Si alguien le preguntara, el diría que es completamente feliz, aunque en su corazón sabe que no es totalmente cierto, porque le falta algo…alguien.

—Papi —los labios de SooJin se apretaron en un puchero que no supo a que se debía—, ¿cuándo…? —Estaba un poco indecisa sobre la pregunta, pero como todo niño, esa indecisión se fue tan rápido como apareció —. ¿Cuándo voy a tener otro papá?

TaeMin se puso pálido al instante, recompuso la postura, no sabiendo que sería bueno decir. No era la primera vez que le hacia esa pregunta y en muchas ocasiones había sabido darle vueltas al asunto logrando que su hija lo olvidara, pero mientras más pasaba el tiempo y ella seguía creciendo, se hacía más curiosa, más astuta, ya no aceptaban las verdades a medias de siempre; SooJin como cualquier niño, necesitaba saber la verdad sobre su nacimiento, un hecho que TaeMin todavía no quería revelar, porque le dolía mucho, no el haber sido abandonado con un bebé, sino lo que sucedió después con quien creyó, sería un buen padre para ella.

MinHo…

—Amor…

—Yo quiero tener otro papi —había tanta tristeza e ilusión mezclada en sus ojos, en esa voz que rogaba y emanaba esperanza. La sola idea de tener otro padre llenaba de alegría a SooJin, más porque en medio de su inocencia se había dado cuenta de que en aquella casa faltaba algo muy importante para que todo sea como la felicidad que tanto añoraba en su cabecita.

Una niña de cinco años puede anhelar tantas cosas, sin tapujos ni miedos podía mirar a los ojos de su padre y exigir lo que ella creía que no sería difícil de conseguir, así como cuando pide un caramelo y después de muchos intentos logra tener.

No se daba cuenta de que clase de cosa estaba pidiendo.

—Los niños de la escuela siempre van acompañados de su papi y su mami —frunció el ceño, pensando detenidamente en ello.

El rostro de TaeMin se volvía más blanco en cada palabra que decía su pequeña. ¡Dios! ¿Cómo explicarle?

—Es que —Se inclinó levemente hacia ella, el repentino balbuceo que sufrió no estaba ayudando en absoluto, tomando una respiración profunda impulsó a las palabras para que salgan de su boca—.  No es fácil encontrar a un papi que sea bueno y que ame a mi bebé tanto como yo…

—Pero tú también mereces que te amen —La rápida respuesta de SooJin está vez si lo noqueó, al castaño se le formó un nudo en la garganta—, yo sé que quieres a alguien que te ame.

El chico permaneció callado varios minutos antes de volver a sonreír, acto que le valió de mucha fuerza, pues no creyó jamás que su propia hija se diera cuenta de algo que creyó ocultar muy bien. Al sentir que las lágrimas amenazaban con salir sacudió la cabeza, llevándose las delgadas manos a los labios para no soltar un doloroso gemido.

—Bebé —Susurró. Extendió los brazos hacia ella, tomándole las diminutas manos entre las suyas. El escozor en sus ojos no cesaba pero se resistía a llorar frente a ella, no cuando no estaba preparado para hablar de asuntos del pasado, una historia que todavía no podía comprender—, contigo soy feliz, por ahora no creo que necesite a otro papi para ti —al ver la expresión de profunda tristeza en los claros y hermosos ojos de SooJin se sintió pésimo.

—Siempre me pides que te diga la verdad —TaeMin se sintió sorprendido de que la expresión en su tierna cara se transformara tan seria—, pero papi, sé que estás mintiéndome.

—SooJin —la llamó al verla bajar de la silla de un salto. Corrió tan rápido fuera de la cocina que no le dio tiempo a TaeMin de decir otra cosa, y de todas maneras ¿Qué iba a decirle? ¿Qué demonios iba a responder? ¿Qué lo echó todo a perder? ¿Qué por un acto estúpido SooJin no puede disfrutar de tener dos padres que la amen como ella lo merece?

Estaba en lo correcto, él quería ser amado, lo que no sabía es que ya existía alguien, en algún lugar, lejos de ellos.

Al fin una lágrima cayó de sus aguados ojos y limpiándosela con rudeza se levantó rápido, siguió en dirección a la habitación de su hija, al entrar la encontró donde ya sabía que estaría, en su rincón “secreto” que no era tan secreto: bajo la cama, con el rostro sobre sus bracitos, llorando y haciéndole sentir el peor padre de todos.

Soltando un enorme suspiro se sentó sobre la alfombra, apoyando la cabeza sobre el borde de la cama, mirando hacia el mueble donde había una foto de recién nacida de SooJin, con él, sosteniéndola en brazos.

—Bebé no llores…yo…lo lamento, es solo que en este momento no puedo darte al papi que quieres.

Se repetía que de nada servía lamentar lo que ya no tenía solución y que si dejaba que sus errores alcanzaran de esa manera a su hija, en verdad no se perdonaría jamás en la vida. Se había prometido, ser todo para ella, aunque eso implicara un sacrificio doble, trabajo doble, soledad y amor al doble.

—No es algo que pueda…simplemente encontrar en la tienda de la esquina —sonrió—, no puedo ir al centro comercial y pedir un “papi” para llevar…

—Pero es que te ves tan triste —la pequeña cabeza de SooJin se asomó por debajo de las sábanas que colgaban de la cama, haciéndola parecer más pequeña de lo que era, la hacía lucir tan inocente y tierna—, y no quiero que llores.

Salió por completo de la cama, trepándose sobre TaeMin, enredando sus bracitos alrededor de su cuello, dejando que su largo cabello castaño resaltara su blanca piel; era la sensación más agradable que jamás creyó sentir. La calidez de ese abrazo sin embargo lo hacía extrañar el de otra persona, quizás la otra más importante en su vida.

 

Cuando miro tus ojos no recuerdo al que por naturaleza es tu padre, si no al que se había ganado ese puesto con esfuerzo. Y era completamente su derecho a tenerte consigo.

 

Los ojos ámbar de SooJin se cruzaron con los suyos, tan grandes y brillantes, tan parecidos a los de MinHo.

Sintiéndose derrotado por la confusión, de dejó estar con el abrazo de su pequeña, enterrando el rostro en ese cuello suave, blanco y con olor a talco perfumado. Sus brazos se relajaron, enredándose en ese menudo cuerpo, como si quisiera fundirla con él, así como cuando todavía estaba en su vientre y no conocía aquel mundo tan frio, malo y real.

Extrañaba los abrazos de él, las palabras de aliento, los “te veré está noche”, “no te preocupes todo estará bien”, habían heridas que no terminaban de sanar y que estaba seguro que nunca lo harían, no cuando él mismo se empeñaba en que eso no ocurriera.

SooJin era su vida, su mundo, a lo único que se aferró cuando se quedaron solos los dos, cuando decidió ya no depender de sus padres e ir en busca de un “hogar”; ¿y qué era ese vacío? Su hija era su templo, la prueba de que estaba vivo, debería sentirse completo pero no lo estaba y detestaba cuando al mirarla y ver sus rasgos faciales, se encontraba contra dos realidades diferentes.

—Creo que…si queremos ir con el tío KiBum tenemos que darnos prisa —la alejó solo un poco, para pasar los mechones castaños detrás de sus pequeñas orejas. La niña lo miró y sonrió, asintiendo con emoción.

—Sí, vamos, quiero ir dónde el tío KiBum.

TaeMin sabía que su propia hija aceptaba terminar la conversación sobre su “papi”, y no podría estar más orgulloso de ella, como no podía evitar sentir vergüenza de sí mismo, su bebé a tan corta edad, era en ocasiones más madura que él como su padre.

~

— ¡Tío KiBumnieeeee! —apenas TaeMin la soltó, SooJin corrió con los brazos extendidos hacia el chico pelinegro que esperaba en una banca del amplio parque donde se encontraban.

— ¡Mi amor! —chilló KiBum, mostrando la hilera de dientes blancos en su boca, atrapándola en un fuerte abrazo, llenándola de besos en ambas mejillas regordetas, haciéndola reír tanto—, cada día más hermosa —, cuando vislumbró la figura de TaeMin sonrió—, ya que cumpliste tu parte del trato…—KiBum se inclinó un poco para buscar algo en su bolsa negra que reposaba sobre la banca, sacó el objeto y rápidamente lo puso frente a SooJin logrando otra ronda de sonrisas y besos.

—Deja de mal educar a mi bebé —No había ni una pizca de enojo en su voz, ni siquiera la pose de “malote” que hizo intimidó ni un poco al otro chico.

—Jamás en la vida —dijo sonriente, se sentó en la banca con ella en brazos, TaeMin le siguió, dejando a su lado la mochila que cargaba para el trabajo, observando cada cosa que su pequeña hacía con la muñeca.

Sin embargo, aunque deseara seguirla admirando, necesitaba hablar con su mejor amigo a solas.

—Amor, puedes jugar en el césped, pero no te alejes.

— ¡Siii! —fue su grito triunfal, se bajó del regazo de KiBum para ir hacia el árbol detrás de ellos, TaeMin estaba seguro que nada malo le pasaría mientras la tuviera en su rango de visión.

Hubo un lapso de tiempo silencioso, mientras el castaño era absorbido por la belleza de su hija y los recuerdos del pasado que  lo atormentaban a la vez. Nada a su alrededor existía cuando permanecía absorto en sus memorias, sintiendo el peso de sus acciones y las consecuencias que ha estado cargando en su alma.

— ¿Pasa algo? —la voz de su amigo fue como el estridente sonido de una puerta cerrarse con el viento o de una ventana rota por una piedra, lentamente giró el rostro hacia él.

El repentino cambió de humor en ambos fue palpable. KiBum no necesitaba hacer todo un drama de ello, ya no, pues desde hace días había notado que su amigo estaba decaído y que las sonrisas que regalaba a todo el mundo no eran más que una mentira.

—No sé —su voz no era más que un susurro, triste, cansada; miró detrás de él, dónde su pequeña estaba entretenida arreglando el vestido de su muñeca nueva—, tal vez pasa todo.

—Ha pasado todo desde que…—se forzó a no soltar todas las palabras que tenía en mente para referirse a la situación actual del castaño—,…empezaste a criar solo a SooJin —Se acercó un poco más, buscando la mirada de su amigo—, ¿por qué no regresas con tus padres? Tal vez necesitas que ellos te consientan —bromeó para intentar relajarlo.

TaeMin negó fervientemente con la cabeza—. No, luché mucho para independizarme, no voy a regresar con la cola entre las patas.

Pero obviamente no  funcionó, lograr que el castaño emergiera completamente de ese océano gris y tempestuoso en el que siempre estaba sumergido era muy difícil.

—Creo que estás exagerando —le regañó—. Todavía lo extrañas, ¿eh?

Los ojos castaños de TaeMin se oscurecieron levemente.

—Sí.

No había nada que esconder, menos con KiBum, la persona que lo conoce mejor que nadie, era agradable saber que no tenía que irse con rodeos. Bastaba  decir una sola palabra para que lo comprendiera, aunque no podía dejar de sentirse culpable, porque como todo el mundo, TaeMin tenía secretos que no pensaba revelarle a nadie, y que solo su Dios, en cada noche de oración, conocía muy bien.

—Necesitas relajarte —la palmada que le dio en el hombro sacudió los cabellos dorados de Tae—, te parece… ¿planear algo para que puedas relajarte?

TaeMin frunció el ceño—. Mis exámenes comenzaran pronto y el trabajo…

—Sabes muy bien que son pretextos —interrumpió con desagrado—, no te permites un momento de diversión —le recriminó—, ni un café, ni un paseo, una noche de baile, a los únicos lugares que te he visto ir en estos cuatro años es a las fiestas infantiles, cafeterías y parques de diversiones.

— ¿Qué tienen de malo esos lugares? —chilló.

—TaeMin, son lugares que siempre escoges  para tu hija… —el castaño se encogió de hombros, restándole importancia y logrando que KiBum chasquera la lengua.

— ¿Cuándo vas a hacer algo para ti?

—Tengo responsabilidades, KiBum —dijo con duras y firmes palabras, regresó la mirada hacia SooJin—, no puedo andar de bar en bar buscando traseros bonitos, ya no, tengo que cuidar de mi hija.

—Tan terco —gimió con rabia—, no entiendo esa necedad tuya de parecer una monja —alzó la mano cuando TaeMin pretendía interrumpir—, no estoy diciendo que salgas a buscar con quien follar.  Digo, que tienes que salir, con otros adultos jóvenes, relajarte, charlar con otra gente…a veces me parece que estás castigándote por ‘algo’ y me parto la cabeza intentando adivinar de que se trata —habló preocupado, bajó la mano hasta posarla sobre el muslo de su amigo—. Siento que no eres totalmente honesto conmigo y eso me duele.

TaeMin bajó la mirada, y KiBum entendió que de nueva cuenta no obtendría nada, ni una pizca de verdad de sus labios. Suspiró tan fuerte que hizo que el castaño alzara sus espesas pestañas hacia él.

—No voy a obligarte a decirme nada, solo quiero que sepas, que de cualquier manera, para cuando quieras hablar voy a estar dispuesto a escucharte. Ahora vete, que se te hace tarde.

KiBum le propinó una ronda de palmadas en la pierna, como un padre consolando a su hijo, era curioso hacer semejante comparación tan acertada con alguien tan enigmático como él. Se levantó despacio colgándose la cinta de su bolso negro sobre el hombro, TaeMin le imitó, mirándolo con pena, mordiéndose el labio, sintiéndose impotente, pero sorprendiendo a su amigo con un fuerte abrazo.

—No tan fuerte —gimió—, me vas a romper los huesos.

—Gracias, en serio muchas gracias —KiBum pudo escuchar el cansancio en su voz, y sin embargo el chico no se rompió.

TaeMin estaba tan agradecido de contar con su ayuda hoy como tantas veces, había sufrido una serie de transformaciones en esos años que lo hicieron hasta cierto punto un poco frio y duro, un aspecto que era difícil de percibir para cualquiera que tenga poco contacto con él o que apenas y lo conociera.

Pero en su interior había una persona tan triste.

Sonriendo, bajó las manos hasta las caderas de TaeMin apretándolo más hacia él, quedándose así por un largo rato, hasta que se sintió mejor y más estable.

—Tengo que ir a trabajar —sonrió—, cuida mucho a mi bebé.

—Sabes que lo haré, no te preocupes. ¿Regresarás tarde está noche?

—Sí, hoy tengo doble turno.

—TaeMin, en serio, necesitas tomarte un respiro, ya sé, ya sé, no puedes, bla, bla, bla —rodó los ojos anticipando al respuesta del castaño, haciéndolo sonreír—, pero no me importa, recuerda que no serás siempre un chico de 24 años, tienes que tomarte un respiro, por tu bien y el de tu hija. Y lo voy a planear, y tú aceptarás ir gustoso.       

No le dio tiempo de negar aquella descabellada idea, KiBum se alejó tan rápido como pudo, fue en busca de SooJin para avisarle que su padre ya se iba, así que segundos  después vio correr a su hija con los brazos extendidos hacia él.

— ¡Que te vaya bien papi! —fue alzada por los aires, le dio un beso en los labios al castaño, uno muy rápido, puro y casto.

— ¿Te portarás bien?

— ¡Sí! —las sonrisas de SooJin aplacaron su malestar, de verdad que nunca se había acostumbrado a estás frecuentes separaciones a pesar de que llevara ya casi tres años en el kínder Garden, era una especie de pánico paterno muy molesto.  KiBum siempre le decía que era un exagerado y qué demonios pretendía hacer cuando estuviera más grande y saliera con sus amigos si seguía teniendo esa actitud sobreprotectora.

Cuando tengas un hijo lo vas a entender, era siempre su respuesta para persuadirlo del regaño, pero no podía tener más razón. TaeMin era un contenedor de miedos andante sobre la máscara de adulto responsable, pero aplacaba esos temores por el bien de su familia.

Debido a que estudiaba y trabajaba era ya algo cotidiano entre ellos, pero nada agradable para él a diferencia de SooJin que encantada se iba con su amigo para pasar las tardes-noches en su departamento mientras trabajaba.

—Eso espero cariño —la besó fuerte y tardado sobre la frente, cerrando los ojos al inhalar su dulce aroma a bebé, impregnándose de ella para que esa esencia lo acompañara el resto del día.

Caminó hacia KiBum, entregándosela en los brazos.

—Nos veremos luego —se despidió el pelinegro.

— ¡Te quiero papi! —las manitas de SooJin se sacudían con fuerza en el aire mientras los veía alejarse, cuando creyó que ya estaban lo suficientemente lejos para que no lo escucharan, gimió alzando la mirada al cielo.

Ta ridículo TaeMin, ¿Cuándo aprenderás a no sentirse triste cuando te  despides de tu hija?

Ese pensamiento estaba siempre con él, recriminándole su debilidad y lo hipócrita que era diciendo y aparentando estar bien. Torció los labios con desagrado.

Estúpida me propia lástima.

La verdad es que cada día era un verdadero reto para él, construir una barrera para que nada dañara su vida ni la de su hija era muy agotador y excesivo, pero lo sentía como una prioridad tan grande como respirar. Era gracioso darse cuenta de cuanto temía que SooJin se lastimara, con ella siempre estaba al límite, entre la felicidad y el eterno miedo a que se fuera de su lado; ya que solo eran ellos dos, tenía que hacer un esfuerzo descomunal para estar firme, como un pilar.

Ignorando sentimientos para el único beneficio de su hija, o al menos eso era lo que decía.

~

El día en el restaurante había estado de locos, al ser fin de semana muchas familias iban y venían para pasar un buen rato con una deliciosa comida. El lugar donde trabajaba TaeMin era relativamente tranquilo, nada glamuroso ni de los bajos barrios, un espacio adecuado para convivir, conocido por el espacioso lugar y atención a los clientes.

—Kai no cargues tantos platos en tus debiluchos brazos —bromeó al ver al chico atravesar la cocina con un cerro de vajillas que le llagaban hasta la mitad del pecho, caminaba como si las piernas se le fueran romper en cualquier momento.

— ¡Déjame en paz hyung! —gritó el joven, haciendo caras graciosas cuando un plato se tambaleó, amenazando con caer al piso de loza blanca.

TaeMin se echó a reír, dejó el plato de sopa que preparaba sobre la meseta de aluminio gris esmaltado y se limpió las manos con un trapo mojado. Corrió en auxilio de Kai y tomó la mitad de su carga, juntos llevaron la vajilla hasta la parte trasera en el almacén, guardándolo en sus compartimientos.

—Gracias hyung —dijo un aliviado Kai.

—De nada —la cálida sonrisa que TaeMin le regaló hizo enrojecer al joven hasta las orejas, haciendo que desviará la mirada al piso, de esto no se dio cuenta el castaño y Kai lo agradeció al cielo.

—Hyung…—lo llamó antes de que la delgada figura de TaeMin desapareciera por el umbral de la puerta.

Cuando Kai lo miró tuvo que calmar los ritmos frenéticos de su corazón, y esforzarse para no balbucear como idiota. Hacía muy poco que había entrado a trabajar en el restaurant a diferencia de TaeMin que cumplía ya tres años en ese lugar; todavía recuerda lo amable  que fue para enseñarle como trabajar cuando los otros cocineros ni le dirigían la palabra, Kai cree que desde la primera sonrisa se había enamorado de él, a pesar de ser solo un par de años menor, podía afirmar que de verdad quería a su hyung, en un sentido amoroso.

—Yo…quería preguntarte algo.

—Dime —TaeMin no era tonto y sabía muy bien lo que quería pedirle y también, había planeado la manera más amable de rechazar al chico. Si es que eso existía.

No, no había otra manera, no podía consentir un amor entre ellos. Nunca.

—Yo…quisiera…yo…—guardó silencio un momento para poner en orden sus caóticos pensamientos, pero al final la indecisión fue más fuerte —,…si quieres que saqué la basura esta noche.

Kai adoptó una posé de globo desinflado, TaeMin lo miró con una mezcla de tristeza y ternura, podía entender cuanto le costaba reunir el valor suficiente para decir abiertamente un “te quiero” o “me gustas”, ¿cómo no habría de entenderlo? Ya ha estado en sus zapatos…tantas veces.

—Sí, muchas gracias Kai, debo regresar a la cocina —ladeó la cabeza en esa dirección—, que no te vean holgazaneando aquí, créeme que no quieres meterte en problemas con el gerente.

—Si…sí, solo guardaré unas cuantas cajas más —dijo con desgana.

—Apresúrate.

Al salir por completo escuchó como algo era azotado contra los enceres del almacén y sonrió, juró que era la cabeza de Kai la que se golpeaba con tanta vehemencia. Creyó que el sentimiento de su compañero sería pasajero, Kai era muy agradable pero todavía carecía de madurez.

Se detuvo a medio pasillo, recordando cuando él mismo era así y también a la persona que constantemente se lo recordaba.

—Ya, ya…olvídalo —se dijo retomando los pasos.

Cuando entró en la cocina se encontró con un montoncito de notas sobre la meseta, los pedidos se le habían acumulado por andar pensando cosas en el pasillo. Suspirando fuerte para llenarse de fuerza fue a lavarse las manos para sacar los pedidos de una jornada que todavía no terminaba.

Así pasó la noche hasta las una treinta de la mañana. Totalmente agotado, oloroso y con ganas de caer en su suave cama salió por la parte trasera del restaurant, colgándose la mochila sobre el hombro, mirando el celular mientras caminaba por la acera, algunas personas al igual que él parecían querer llegar con prisa a su destino, él  a su casa y ellos…hacia un antro que se encontraba a un par de cuadras cerca.

Abotonó su abrigo mientras observaba a chicos de su edad ir de aquí para allá, ansiosos por entrar y divertirse un rato. Miró con melancolía aquella libertar que en ocasiones ansiaba y lo tentaba a tomar las palabras de su amigo para salir a despejar la mente un rato.

Sin embargo no extrañaba tanto sus días de locura como para dejar todo y lanzarse a un lugar como ese. Regresando su mirada hacia la acera, se percató de que un taxi se aproximaba y le hizo una señal para detenerlo, el conductor pareció verlo y giró para acercarse.

Cuando al fin se detuvo alargó el brazo para abrir la puerta pero de la nada esta se abrió haciéndolo retroceder para que no lo golpeara. Nunca se dio cuenta de que había pasajeros dentro, molesto por esa falta de respeto esperó a que la persona saliera para fulminarlo con su mirada, solo que lo que vio no le gustó para nada.

Del taxi salió un hombre alto, de ojos bonitos. Esté se le quedó mirando un largo rato, TaeMin también, pero ninguno dijo nada, cuando se hizo aún lado dejando la puerta abierta se dio cuenta de que solo esperaba a que se subiera.

—G…gracias —habló con pena.

Le sonrió y TaeMin pudo jurar que es sonrisa ya la había visto antes.

Lo vio cruzar la calle y  entrar sin problemas a ese bar. Sacudiendo la cabeza entró al auto, asegurándose así mismo que estaba muy cansado y que a eso se debía tanta confusión.

~

—No te vas arrepentir, te lo prometo.

—No sé cómo rayos me convenciste de hacer esto.

—Cuando juré con mi vida que SooJin estaría bien con sus abuelos, esas personas que la aman con locura  y que ellos no están molestos contigo porque quieres salir y divertirte un poco.

—Aun así yo…

—Solo un minuto —chilló exasperado el pelinegro, cruzándose de brazos y piernas, sentado sobre la cama del castaño—, deja de llenar tu cabeza de tantas estupideces, no te sientas culpable, no es como si fueras a hacer esto todos los días.

Observó como la espalda de TaeMin se contraía en un doloroso suspiro. Rodó los ojos.

—Vamos, deja que te vea. Sino nunca saldremos de aquí.

Cuando TaeMin se dio la vuelta KiBum soltó un silbido de aprobación, consiguiendo que el castaño riera de oreja a oreja.

—Hace mucho tiempo que no…me pongo algo como esto —Palmeó sus muslos sobre la tela de su ajustado pantalón negro—, se siente extraño.

—Ni siquiera parece que hayas tenido una hija.

—Pero la tengo y eso me hizo aumentar unos cuantos kilos…

—Que se fueron al lugar correcto —agregó con voz cantarina; se acercó, sorprendiéndolo con una fuerte palmada en su resaltado trasero.

— ¡Oyeee!, eso me dolió —gruñó mientras se sobaba sus lastimados glúteos.

—Deja de lloriquear, te ves excelente —bufó, tomó el borde la camisa blanca de cuello holgado sobre los hombros—, te ves increíble, quien sabe, a lo mejor y está noche consigues algo bueno.

—La última vez que hice eso terminé embarazado —KiBum bajó la mirada, TaeMin suspiró de nuevo, se le había hecho una maña suspirar por todo.

—Lo lamento, no me refería a eso.

—Lo sé, pero no hay nada de que disculparse, me gustaba esa vida, la disfrutaba mucho —ambos chicos se miraron a los ojos— hay cosas de las que me arrepiento…tanto, pero en definitiva haberme quedado con mi hija no es una de ellas.

TaeMin caminó hacia su enorme espejo, mirándose, como cuando solía arreglarse para salir de fiesta. Suspiró pesadamente, ahora su mentalidad era otra, él tan solo iba a relajarse, destruir su estrés un momento, no iría en busca de buenos traseros disponibles.

Ante la idea misma soltó una serie de carcajadas que hicieron enarcar una ceja a KiBum.

—Tanto trabajo está dejándote loco —se burló.

—Sí, lo sé —se giró con una enorme sonrisa en los labios—, vamos antes de que me arrepienta.

~

Las luces de antro pasaban sobre su piel como un arcoíris en medio del cielo. La música era lenta, un poco de reggae  parecía estarle cayendo bien a todos los que estaban ahí. En cuanto TaeMin había entrado por la puerta había sentido el peso de la nostalgia, recordando cuando le gustaba ser sacado a bailar por sus acompañantes y dejarlos en vergüenza en más de una ocasión.

No es que se creyera el súper mejor bailarín del mundo, pero…vamos, no lo hacía tan mal y más de una vez se lo habían reconocido.

Encontraron un buen lugar en la barra, dónde varias parejas charlaban. El pelinegro saludó al bartender animosamente, TaeMin no dudaba que se conocieran, KiBum era demasiado atractivo para no querer acercarse a él, esté pidió  una bebida de un llamativo color azul turquesa que le hizo enarcar una ceja.

—Te prometo que no te hará daño.

Le había dicho mientras probaba su bebida. Pasaron solo diez minutos antes de sentir algo extraño en el ambiente. Muchas personas se le habían quedado mirando cuando entraron, eso fue incómodo, pero lo soportó, supuso que no se veía también como su amigo le había dicho, aun así, no importaba. Sin embargo la sensación de ser vigilado aumentaba, y eso le causaba constantes escalofríos.

— ¡Parece que tienes un admirador amigo mío! —gritó para que pudiera escucharlo a través de la música, la socarrona expresión de KiBum lo hizo fruncir el ceño.

— ¿¡De qué demonios hablas?! —Lo vio acercarse hasta que los labios de su amigo tocaron su oreja.

— ¡El tipo que esta al final de la barra, no te ha quitado la vista de encima desde que entraste!

TaeMin se giró y dijo con ironía: — ¡Y parece que tú no se la has quitado a él!

— ¡No, y por lo que veo está dispuesto a todo, eh! —ladeó la cabeza para que volteara.

Apenas pudo notar una silueta moverse entre tanta gente bailando y bebiendo, tenía que reconocer que se sentía un poco emocionado porque alguien se fijara en él después de tanto tiempo, aunque KiBum siempre decía que era porque no iba a los lugares adecuados para que cualquier chico lo notara.

No era una prioridad para TaeMin salir a “ligar”, eso  había quedado en el pasado, pero mentiría si dijera que a veces no extraña esa porción de libertad que le fue arrebatada cuando se convirtió en padre.

Sintió un cosquilleó en el estómago cuando aquel hombre estuvo frente a él, arrugó un poco el entrecejo, esforzándose por recordar dónde lo había visto antes.

— ¡El taxi! —dijeron al mismo tiempo y rieron por la casualidad.

Era joven, alto y muy atractivo, le recordó a alguien. Pero antes de ponerse melancólico se forzó a sonreír.

—Oye, quieres…—el tipo señaló con su dedo índice por sobre su hombro, señalando la pista de baile.

TaeMin volteó hacia su amigo buscando un poco de apoyo porque realmente no sabía que decirle aquel hombre, pero  lo encontró observándolo  con excesiva diversión, con una sonrisa de “es todo tuyo”,  su típica sonrisa maliciosa.

Maldita sea.

—Yo…

—No te preocupes, estaremos a la vista de tu chaperón, no voy a hacerte nada malo —la sonrisa del chico no hizo más que ponerlo un poco nervioso, porque estaba seguro que esté solo quería intentar ligarlo o algo así, el tipo no tenía ni idea de que estaba hablando con un hombre que ya era padre y que solo estaba ahí para deshacerse de un poco de frustración que vida ajetreada que tenía le dejaba.

—Él no es mi chaperón —dijo frunciendo sus delgadas cejas.

—Aun así, prometo no hacerte nada malo —le extendió la mano, esperando que aceptara.

TaeMin volteó de nuevo, no sabiendo exactamente qué hacer, y entendiendo esto, KiBum se acercó a ellos, se colgó de su hombro y le susurró al oído.

—Sé muy bien lo que buscas TaeMin —“no, no lo sabes” pensó—, el tipo solo quiere bailar, no te hará nada que no quieras —se encogió de hombros dejándolo decidir.

TaeMin miró la palma de esa mano abierta y suspiró, por una vez, en todos esos años, pensó que sería bueno simplemente dejarse llevar, olvidar un poco sus responsabilidades, consciente claro, que tenía una hija y que una relación con cualquiera de estas personas conglomeradas en el recinto,  no podría pasar a más de una pieza de baile.

Su mano tomó con suavidad la otra extendida, cuando esos dedos se cerraron en torno a los suyos sintió como si estuviera a punto de brincar por un enorme y peligroso risco. El chico lo alejó de KiBum llevándolo como prometió, en medio, a la vista de él. Eso le provocó otro ataqué de risa que no pasó desapercibido por su acompañante.

— ¡¿De qué te ríes?! —le gritó cerca del oído.

— ¡De nada! —contestó, una vez uno frente al otro, el tipo comenzó a moverse lento pero rítmicamente, como la canción lo demandaba.

-— ¡Por cierto me llamo MinSeok! —le extendió la mano sin dejar de moverse, el castaño se tapó la boca al reírse, le resultaba muy gracioso esa manera tan típica de romper el hielo.

—Soy TaeMin —extendió la mano y las estrecharon, una vez que se presentaron todo parecía un poco menos tenso e incómodo.

El castaño sintió sus piernas un poco tiesas cuando comenzó a moverse, después de todo habían pasado cinco largos años desde que pisó una pista de baile; le costó adaptarse al ritmo unos cuantos minutos, ya luego todo fue un  juego de niños y el asombro en el rostro del MinSeok no se hizo esperar.

— ¡Bailas muy bien! —le extendió ambos pulgares, aprobando por completo la forma de moverse de TaeMin.

— ¡Gracias! ¡Tú tampoco lo haces mal!

Conforme la música seguía parecía que al fin estaba logrando lo que quería: sentirse un poco menos apresado y un poco más libre.

Constantemente TaeMin se preguntaba qué hubiera pasado si hubiera tomado “x” decisión, si estaría ahí mismo bailando con un hombre del que básicamente no conoce más que su nombre; si estuviera viviendo solo o todavía con sus padres; si a estas alturas estuviera acomodado en un buen lugar de trabajo; si estuviera solo como ahora; si hubiera regalado a su bebé tal y como había pensado desde que supo que estaba embarazado.

Pero todas eran preguntas sin respuesta, porque no podía regresar al pasado y volver a decidir. Sea como sea, la inquietudes estaban ahí, pero como le había dicho a KiBum, no se arrepentía de haber elegido a SooJin, no se imaginaba una vida sin ella, aunque añorara la compañía de otra persona todas las noches cuando iba a dormir, de ser acariciado y de que le hicieran el amor;  al despertar, al dejar a su hija en el jardín de niños, verla crecer…

No se dio cuenta de cuando la música había terminado, en un parpadeo regresó a la realidad, dónde MinSeok lo miraba con total curiosidad, y no solo él, sino también la mayoría de la gente alrededor.

Avergonzado dejó de moverse, una que otra persona le aplaudió e hizo una pequeña reverencia. La siguiente canción comenzó y miró con pena a su pareja de baile, esté se le acercó aplaudiendo con una enorme sonrisa.

TaeMin dio un paso atrás solo para esconder su rostro enrojecido, pero al hacerlo empujó a la persona que tenía detrás de él, el sonido del cristal rompiéndose apenas se escuchó junto con el reclamo de una mujer.

—Lo siento mucho —se giró de inmediato—, yo pagaré…

 

Lo último que esperó fue encontrárselo a él en ese instante de alegría.

Y cuando sus miradas se encontraron, fue como si el tiempo se hubiera detenido, en un letargo, infinito y doloroso.

 

El rostro de TaeMin se volvió melancólico como siempre lo fue, a pesar de que sus ojos se abrieron dejando a la vista sus pupilas dilatadas.

—Pudiste lastimar a alguien —una chica rubia y de ojos rasgados lo miraba con desaprobación, procurando no pisar los cristales rotos en el piso.

—Lo…lamento mucho—sintiéndose como un animal herido fue retrocediendo hasta tropezar con el pecho de MinSeok, el castaño giró—, lo lamento mucho.

Y se retiró de ese lugar tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Buscó entre la gente a KiBum, haciendo hasta lo imposible por no mirar hacia atrás, aun así sentía su intensa mirada en su espalda, y eso solo lo hizo desesperarse aún más.

¡Eras tú!

— ¿Quién era, es extraño? —preguntó la chica de antes con un deje de preocupación—, parece un poco…

—Acabo de conocerlo —explicó con rapidez—, estábamos bailando y bueno, en realidad no sé qué pasó.

—Hyung —la seria voz del chico al que se le calló el vaso de cristal hizo a MinSeok  mirarlo un tanto extraño.

—Dime MinHo.

—Tú siempre vienes acá, ¿ese chico, te lo has encontrado por aquí otras veces?

— ¿No escuchaste que acabo de conocerlo? —dijo con fastidio, pero guardó silencio cuando recordó algo—. Bueno hace unos días me lo topé en el mismo taxi, fue muy gracioso y una enorme coincidencia, ¿por qué, lo conoces?

MinHo miró como aquella cabellera castaña se movía rápidamente junto al otro chico de cabello negro, apretando sus puños con fuerza, conteniendo una cólera que amenazaba con hacer erupción.

—Sí, si lo conozco.

 

Pero no creo en las coincidencias…ni en el maldito destino.

 

Con las lágrimas a punto de desbordarse se abrió paso a empujones, cuando divisó la mata de pelo negro de su amigo mientras charlaba alegre con otro chico, corrió hacia él como si su vida dependiera de ello.

— ¡Qué sucedió! —le dijo totalmente asustado en cuanto vio el estado de pánico de su amigo.

—Necesito irme —la voz…la voz apenas salía de sus cuerdas vocales.

Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

—Está bien —quería preguntarle si el tipo que lo sacó a bailar le había hecho algo pero no quería arriesgarse a que se desmayara ahí mismo.

Así que dedicándole solo una triste sonrisa al chico con el que platicaba, tomó del brazo a TaeMin y lo condujo hacia la salida. En cuanto estuvieron lo suficientemente lejos del antro y de la gente, el castaño se dejó caer de rodillas en el pasto verde de los jardines contiguos.

— ¡Tae! —Intentó levantarlo pero TaeMin negó vehementemente.

—Solo un minuto, por favor —apenas le escuchó decir.

—Estás asustándome —le tomó por el hombro—, debería llevarte a un hospital…

—No —habló firme, dejando que las lágrimas corrieran ya con libertad.

—TaeMin…—le suplicó—, no sé qué debo hacer entonces, ¿qué sucedió, que necesitas?

El castaño miró por encima de su hombro, comprobando que no estaba detrás de él. Que sus enormes ojos no estuvieran acuchillándolo y quemándolo como el fuego.

Cuando se devolvió hacia KiBum sonrió con tristeza y sin mirarlo contestó:

—Devolverle su corazón. 

 

Notas finales:

Yo creo que Hypnosis relata mucho sobre la historia de este fanfic, además de que la considero una de las mejores del álbum de TaeMin. 

Sin duda llena de sentimientos. 

Gracias a todos por leer y ya saben, dejen sus inquietudes, quejas y otras cosas. 

:) Gracias a todos. 

Y si alguien quiere leer un Jongkey, pues me aventuré a escribir uno: 

Inalcanzable

 

¡Nos leemos luego!

 

Pd. mi página en facebook:  Carol-Taeminnie.  


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