Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

That kind of love. por Mimi_nuna

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Una película absurda en mi cabeza mientras escuchaba estas canciones me obligó a escribir esto. Espero que alguien lo disfrute, y sino solo disfruten las canciones que lo inspiraron.

https://www.youtube.com/watch?v=2KBBbSTQf6U

https://www.youtube.com/watch?v=wc5bozdeX0c

 

-No nos falles esta noche Jonghyun- asentí enfrascado en mis asuntos sin pensar demasiado.

Pero todo el mundo se alegraba de que fuese viernes, llevaban toda la semana recordándome que era hora de salir a relajarnos y festejar por cualquier cosa, al fin y al cabo solo nos quedaban unas horas de la semana para tener cierto viso de normalidad.

No era afecto a salidas pero estaba agotado de la rutina, podría haber tomado el autobús y el subterráneo hasta casa, quitarme el traje y echarme a descansar para despertar al otro día semi vestido, con hambre, sucio e incluso más cansado que a la llegada, pero como tenía un gris similar al del resto de mis congéneres seguí la manada como estaba acostumbrado.

Autómata, respondiendo cuando hablaban, bebiendo cuando llenaban mi vaso, comiendo porque la comida estaba enfrente, actuando sin conciencia, siguiendo los modos usuales siendo uno más. Uno más solo en la ciudad, uno más de esos que no tienen a nadie a quién llamar y no reciben sorpresas de ningún tipo. Horarios estipulados, agendas trazadas, vida cronometrada, siquiera las preocupaciones hacían la diferencia y tampoco existían grandes sobresaltos, una persona más rodeada de personas diferentes pero iguales.

Nunca bebía demasiado ni hablaba la gran cosa, mirando los alrededores para ver alguna cara diferente que con las que me topaba doce horas diarias, sesenta horas semanales, doscientos cuarenta horas mensuales, más de mil anuales y una o dos extra este viernes frío y agotador.

Me pregunté en un momento como podía sentir frío si me rodeaba tanta gente, si estábamos encerrados y el movimiento de personas rotando de acá para allá viciaba el aire.

Me pregunté porque aquella persona se sentó a mi lado cuando apenas conocía su rostro y porque hablaba con tal familiaridad, porque sonreía así y ponía su mano en mi antebrazo de vez en cuando con interés.

Tal vez estaba deseando dejar de ser una más y significar algo para alguien, tal vez era hora de que también yo fuese alguien para otro. Lo pensé.

Tuve una fugaz visión, epifanía tal vez, y muchos años menos cuando unos acordes conocidos sacudieron todo pensamiento.

Tenía una estúpida afición cuando adolescente, tomaba decisiones y buscaba respuestas en la música preguntando mentalmente antes de cerrar los ojos y apretar play. Cada canción significaba algo, mi favorita solía ser la canción que siempre significaba ‘no’ y que me sacó de tantos problemas como en los que me metió. Mi canción ‘No’ había comenzado a sonar y tal vez por el comportamiento repetitivo de tantos años dejé de hacer lo que intentaba hacer para abstraerme en la pantalla que pronto tendría letras y paisajes, pero había una persona frente a la superficie que se dejó llevar por los acordes moviéndose en el lugar y captó toda mi atención.

Con perfecto inglés arrancó mi canción en una queja que repetí silenciosamente permitiendo a mis labios la mímica dejándolo hablar por mí. 

Una sonrisa de satisfacción al oír por fin su voz volverse melodía, una voz cansada y casi arenosa que fue elevando en tono mientras de ojos cerrados se dejaba llevar micrófono en mano, tal vez solo procuraba imitar al cantante, no estaba seguro, pero me tenía cautivado.

No podía ni quería quitarle los ojos de encima para grabarlo en mi mente mientras entonaba encendido, como si no tuviese más motivación que la de este momento, como si viviese solo para dejar salir su voz rasgándola de a ratos, y aunque conocía de memoria tal canción esperé cada estrofa con anticipación solo para que él reinventase el sonido creando un nuevo clásico.

Jugando con sus brazos, jugando con sus dedos, procurando sacudir una melena apenas despeinada porque todos nosotros éramos perfectos y nos parecíamos, la camisa blanca, la corbata apenas ligera, él parecía ser gris pero para era una especie diferente, su color debía ser diferente pues su aura lo era cargada de electricidad y emociones.

Agudizaba y rasgaba la voz chillando enérgico de a ratos satisfaciéndome por completo, trasladándome a otro sitio, uno muy alejado, uno en el que solo éramos la canción y nosotros porque mientras lo acompañaba en silencio pude imaginarlo siendo protagonista de cada recuerdo inventado o no,

De una tarde de verano perdiendo el tiempo con música a todo volumen.

De su amor y un primer beso tan indeciso como delicioso.

De una noche de mierda, con frío, enojo y cigarrillos.

De mi corazón roto, maldiciones y canciones desgarradoras.

De una primera revolcada inexperta y caliente, digna de recuerdos.

Sin dejar de mirarlo deseé tener su soltura pues se veía libre, nadie le prestaba tanta atención como yo, probablemente siquiera él mismo se daba suficiente importancia solo estaba cantando a los gritos como para rematar el día.

Tal vez había tenido un día tan monótono como el mío o como el de cualquiera.

Tal vez tenía sueños como los que tuve y dejé ir para conformarme y conformar.

Tal vez estaba exorcizando las mil y una frustraciones cantando para no apagarse, ignorando totalmente de que acababa de ganarse un admirador, alguien lo suficientemente cauteloso para conformarse con mirarlo de lejos imaginando tiempo a su lado.

Cuando la canción terminó lo seguí con la mirada deseando trasladarme para decir algo o solo mirarlo de cerca, preguntarle porque aquella canción, saber si tenía aquel álbum como yo, si alguna vez había intentado tocar la guitarra como yo lo intenté, hablarle de algo, de cualquier cosa, y conocer su voz porque las personas mágicas tienen una voz que despierta cosas dormidas tal como acababa de despertar algo en mi interior.

Pero no hice nada, algunos aplaudieron, otros lo silbaron, ya no estaba aquella persona a mi lado y aunque no hablaba en demasía pregunté si alguien sabía su nombre pues no lo había visto jamás en la oficina.

-Es de contabilidad- aclaró una voz conocida, compartieron una pequeña discusión hasta asegurarme que era un tal Lee Jin Ki, y sí, estaba en otro piso.

Otro piso, otro mundo, no nos toparíamos nunca, y de hacerlo el ascensor estaría tan atiborrado que no reconocería su rostro. Además, ¿cómo iba a reconocerlo en un ambiente tan corriente cuando las luces lo rodearon cubriéndolo con todos los colores del mundo convirtiéndolo en un evento imposible de repetir?

Nada sabría de él más de lo que supe esta noche, y él jamás sabría que hubo alguien, un tal Kim Jonghyun atento a su voz cada segundo, alguien indolente dejándose conquistar, viviendo, reviviendo e imaginando una historia de amor que nunca tuvo con alguien que jamás conoció pero se convirtió en su ídolo durante unos minutos mientras eran ajenos al mundo de diferentes modos.

Esa clase de amor de viernes, mínimo y agridulce que recordaría cada vez que la canción volviese a sonar trasladándome a unos brazos desconocidos una y otra vez.

No hubo otra canción atrayéndome a pesar de que nadie dejó de cantar, ya no bebía pues mi mente estaba lo suficientemente atontada por otros motivos. Todos estaban ebrios, nadie recordaría una estupidez ni la osadía, solo era consciente de que debía apagar el fuego que no me permitiría dormir.

A nadie le importó que tomase el micrófono ni que tardase bastante hallando la canción exacta, esa que debía cantar justo ahora.

Y la cante a los gritos, apenas abriendo los ojos, tal vez por la vergüenza, empeñado a llegar hasta el final teniéndolo en mente, procurando lucir tan genial como él, dejándome llevar, soltando la corbata y jugando a ser quien deseé ser tantas veces y guardé en el armario como a la ropa escandalosa, como a los aretes en una gaveta, ese que tocaba la guitarra de a ratos con auriculares puestos para no molestar a nadie y para que nadie supiese que también había algunas brasas dentro mío. Muy dentro tenía tantos colores como los que giraban mareando y borroneando caras de cansancio.

Esta noche sacudido por el deseo de toda una vida puesto en la voz de alguien más deseé volver a ser yo mismo, por eso cantaba con tantas ganas que sentía mis ojos llenarse de lágrimas de orgullo por mi propio logro, por estar sosteniendo una vida tan monótona cuando existía un volcán dormido en mi interior.

Algunos aplaudieron, otros silbaron, alguien me hizo un gesto con los dedos y sonreí tan avergonzado como satisfecho de haberme salido del molde esta noche. El gris jamás me había gustado aunque lo usase a diario.

-esa es la mejor canción- no necesité buscarlo ni perderlo de vista, tal vez porque era de otro mundo llegó por su cuenta, eso que hacen las personas geniales.

Aquel era un buen disco, estuvimos de acuerdo, hablamos de canciones mientras quien sabe de qué hablaba el resto. Él cantó mi canción favorita, yo la suya. Que noche tan increíble.

Él no tocaba guitarra pero era un gran cantante de ducha, y de karaoke claro, pero yo era bastante más tímido y debía estar muy ebrio o emocionado para hacerlo. Hoy estaba emocionado. Rió y reí. Y no estaba seguro del tiempo ni lo que ocurría alrededor porque el mundo se comprimió en dos, él y yo. Poca gente quedaba ya, muchas veces intentaron sacarme de mi lugar y a él del suyo pero la charla era gloriosa, encantadora como descubrir que le interesas a alguien que quiere saber todo de ti cuando la gente no suele prestarse atención más que por compromiso.

El corazón latiendo a toda prisa porque en algún momento comencé a desearlo en mi vida.

Mi mano se posó en su antebrazo un par de veces, su mano se detuvo en la mía también, descansando en mi rodilla mientras reíamos por algo, nada me alertaba por eso me dejé llevar por la emoción sin perder un instante de aquella mirada en la mía.

Estaba creyendo en cosas como el destino hoy porque no podría ser obra de la casualidad la progresión de situaciones y palabras correctas.

Como personas que se entienden y sin dar explicaciones llevamos la noche a otro lado para hacer reales mis recuerdos inventados; tal vez solo fueron visiones de un futuro tan cercano que pude verlo de ojos abiertos.

Nuestro primer beso fue todo menos indeciso, un poco ansioso, un poco insolente, un poco cargado de tensión.

Explotando en caricias deshechadoras de las ropas agobiantes de cada día, de corbatas asfixiantes y pantalones oscuros y bien planchados, de zapatos de cuero para gente común.

Despojados de todo aún podía oír cierta música en la respiración, aún podía oírlo cantando en mi cabeza encendiéndome el alma y la piel sin dudas. Química. No estábamos ebrios pero todo seguía dando vueltas. Sí, debía ser un guiño del destino, estuve convencido de ello mientras el calor y la humedad del verano aparecían en pleno invierno, en una habitación a oscuras justo entre nosotros.

Amándonos sin conocernos demasiado, sabiendo solo lo que debíamos saber, tal vez las personas correctas llegan tan de improviso que no dan tiempo a preguntar mucho.

No necesitamos formalidades ni esperas para estar reclamándonos imperiosos, solo hablar mirándonos cuando el resto observaba sus teléfonos, anoticiándonos allí mismo de la forma y color de ojos y labios, de la temperatura de sus dedos ardiendo entre los míos, solo oírnos un poco el uno al otro, un par de canciones y una charla de esas que le gustan a todo el mundo.  

La compulsión de besos y la falta de palabras fueron una constante, la sensación de estar hallando el camino correcto del modo equivocado como todo un rebelde, dejarme llevar por primera vez en mucho tiempo me depositó en una noche increíble con la estrella más brillante de la noche.

Riendo y tocándonos todo el tiempo como si la conexión pudiese desaparecer una vez que el sol saliese.

Besándonos y mirándonos con convencimiento como si hubiésemos estado preparados para amarnos desde el primer momento.

Ese tipo de amor que dicen que es sucio, encendiéndose, expandiéndose denso, explotando de repente, creando todo un universo que se me antojó podía tener en la palma de la mano dada mi repentina confianza.

La calle estaba desierta, suelen decir que el amanecer es el momento más frío de cada día pero no me percaté de ello hablando con quien caminaba a mi lado vestido casi como yo, uniformados para ser parte de un mundo al que no pertenecíamos realmente, él y su eléctrico espíritu crearon la corriente necesaria para encender chispas aletargadas hasta encenderlas del todo dándome la sensación de que ya nada sería como antes porque misteriosamente nos reconocimos en el lugar más improbable un día cualquiera desempolvando canciones y emociones para dejar atrás la monotonía impuesta y recordar como era estar lleno de energía y absurdos sentimientos que fácilmente se apagan en el grisáceo ir y venir.

Ese tipo de amor que estaba anoticiándome estaba al alcance de mi mano.

Notas finales:

Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).