Cambios
Dohko de Libra había recuperado su juventud después de más de 2 siglos podía ver el Santuario lleno de vida sin preocuparse por una próxima guerra.
Después de la lucha contra el falso Dios Loki los caballeros dorados habían recuperado su mortalidad. Como recompensa a todo su sacrificio Atena quien volvió del inframundo con todos los caballeros que la apoyaron les había dado libertad para quedarse a servicios o tener vidas normales, las guerras contra los dioses habían terminado, por lo menos hasta su próxima encarnación.
Muchos caballeros se preguntaron ¿Cómo seguir? ¿Qué sería de sus vidas a partir de ahora? Pero eso no era un problema para el guardián de la séptima casa quien una vez recuperada su juventud no tardo en volver al Santuario, su hogar anhelado por siglos y llevar una vida despreocupada entre peleas amistosas con sus compañeros caballeros y salidas nocturnas al pueblo. Disfrutaba de la juventud que nunca pudo tener. Por primera vez casi todo era perfecto…
Pensar que lo único que no era perfecto dormía a una habitación de distancia era frustrante.
Desde el regreso de Atena a las 12 casas esta había traído consigo algunos de sus santos de bronce más leales, por lo que Seiya de Pegaso, Hyoga de Cisne y Shiryu de Dragón se encontraban en ese momento en los respectivos templos de sus signos.
Al principio el caballero de oro estaba feliz del reencuentro con su antiguo alumno pero últimamente se daba cuenta de lo distante que se había vuelto su relación, el más joven no lo trataba de la misma manera era distante y hablaba con él lo estrictamente necesario, compartían el mismo templo y solo parecían verse durante las comidas.
Y para colmo cada que preguntaba por su nueva actitud este desaparecía con cualquier pretexto.
Estaba cansado esto no podía continuar de una forma u otra hablaría con su ex alumno.
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Shiryu no podía conciliar el sueño, desde su vuelta del inframundo nada era como antes.
Muchos de sus compañeros habían optado por tener vidas comunes. Y los que se habían quedado ya no eran los mismos. Cuando Atena decidió volver al Santuario el dragón estuvo feliz, podría ver a su Maestro, encontrar algo familiar entre todos estos cambios que parecían no tener fin.
Rápidamente supo lo equivocado que estaba, no podía ver a su Maestro en este joven despreocupado y liberal. Ya ni siquiera sabía cómo dirigirse a él.
Cansado de pensar en cosas sin sentido, finalmente pudo dormirse.
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El caballero de bronce siempre tomaba los desayunos solo, dado que el guardián del templo prefería dormir en las mañanas. Por eso cuando vio que el otro estaba en la cocina pensó que seguía soñando.
_ Buenos días Shiryu.
_Buenos días.
_Me pareció buena idea preparar el desayuno, así podríamos ponernos al corriente. Nos vemos tan poco y eso que vivimos en el mismo lugar…
_Sí, bueno, tenemos diferentes actividades y… ningún amigo en común. Además
_ Si ya lo se _ Interrumpió el custodio. No tenía ganas de escuchar excusas _ Pero ¿sabes? No estaría mal darnos un tiempo para hablar.
_ Lo siento pero no puedo, quede en encontrarme con Seiya y Hyoga y ya llego tarde, me voy.
No supo cómo paso, lo único que sabía era que de un segundo al otro tuvo al caballero de libra a escasos milímetros de él mirándolo fijamente y sin ninguna intención de moverse.
_ ¿Me vas a decir que está pasando? ¿Por qué me evitas?
_Yo no estoy evitando nada.
Inconscientemente el dragón comenzó a retroceder de la misma forma que el otro comenzó a avanzar.
_No vas a ninguna parte hasta que me respondas. Puedo hacer esto el tiempo que haga falta.
_Es increíble_ Dijo con sorpresa el de bronce.
_ ¿De que estas hablando?
_No puedo creer que esto esté pasando, mi maestro no trataría de acorralarme.
_Ya no soy tu maestro.
Un incómodo silencio siguió a esa frase. Era un golpe doloroso para el joven, quien no pudo disimularlo en su rostro. El otro quedo estático al ver la reacción.
Sin mediar más palabras el dragón dejo la habitación, mientras el de oro lo observaba sin siquiera tratar de detenerlo.