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Guilty Pleasure por Shisunari

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Eiichiro Oda-sama :v 

Otro día, otra mentira, otro secreto, otro remordimiento; alguno de esos días la culpa lo iba a alcanzar. No puedes simplemente seguir con tu vida como si nada hubiera pasado cuando toda ella es una farsa.
No quería llegar a casa, no quería sentir la mirada amorosa de quien ahí lo esperaba y tener que sonreírle, aunque tuviera ganas de vomitar por el asco que él mismo se provocaba.

Y ese sentimiento era muy contradictorio, causando estragos dolorosos en su interior. Porque momentos antes había sido el hombre más feliz del mundo, porque nada más le importaba cuando estaba al lado de esa persona que lo hacía sentir fuerte y seguro, pero luego tenía que odiarse de nuevo; y se preguntaba por qué la vida y el destino habían decidido jugar de una forma tan cruel con él, haciendo que años atrás hubiera encontrado el que fue y es el amor de su vida para después hacer imposible su unión por tantos miedos e inseguridades…
Ahora que se volvían a encontrar era más imposible aún, por las consecuencias y el dolor provocados a otras personas que también amaban.

~*~

Sintió los fuertes brazos de su acompañante rodear su cintura desde atrás y la respiración calmada en su cuello; estaba terminando de abotonar su camisa.

—Oye, cejas de sushi… — escuchó que lo llamaba con esa profunda voz que tan bien conocía.

—¿Qué quieres arbusto andante? — Después de tantos años la forma de tratarse que tenían en el instituto seguía siendo la misma. Giró sobre sí mismo para poder verlo a la cara y se arrepintió.
El peliverde ya estaba completamente vestido y Sanji sabía lo que iba a decir, no quería escucharlo, era igual de dolorosa cada vez.

Enredó sus brazos alrededor del cuello del otro, eliminando la distancia entre ambos con un beso cargado de emociones: Ternura, tristeza, amor, dolor, miedo… todo en un momento.
Zoro se separó tomando aire, juntó su frente con la del otro y susurró con voz débil:

—Tengo que irme…

Ahí estaba la frase que el rubio más odiaba en el mundo, porque le regresaba a la realidad. Era el aviso de que el sueño se había acabado y se tenían que separar. “Te habías tardado…” Pensó con el pecho adolorido.

—Lárgate… — su tono fue más seco y frío de lo que el mismo deseaba, pero sus manos se aferraron a la camisa de Zoro; no quería dejarlo ir, era como dejar de respirar.

—Sanji… — Zoro sentía el latir del corazón de Sanji, acelerado igual que él suyo —. Te quiero… — Le dio un casto beso en los labios, apenas fue un roce y se separó de él. Eso era tan doloroso para él como para el rubio.

Escuchó la puerta de la habitación cerrarse, Zoro se había ido y no sabía cuándo lo volvería a ver, cuándo se volvería a dar la oportunidad en que ambos pudieran escapar, podrían pasar semanas, meses… o quizás un año como la última vez.

Ambos tenían vidas ocupadas. Se preguntaba cómo alguien que solía ser tan idiota como Zoro había logrado convertirse en un empresario tan reconocido. Seguro esa chica tenía mucho que ver.
Este pensamiento le atravesó el pecho como una espada. Tashigi, esa chica que en su momento había admirado por ser tan hermosa e inteligente; ahora solo podía sentir enojo y envidia hacía ella, por ser la esposa del hombre al que amaba.

En la habitación sólo se escuchaba el tic tac del reloj: 11:35 p.m. Eso le recordaba que él también tenía que regresar. El aire afuera era muy frío, el invierno estaba cerca.

~*~

Dejó el coche en el estacionamiento del edificio. Su departamento estaba en el cuarto piso. Abrió la puerta de su hogar, las piernas le temblaban y su pulso era irregular; era lo mismo cada vez ¿ese efecto tenía la culpa en él?

Dejó su abrigo en la percha cerca de la puerta, todo estaba a oscuras, ya era muy tarde como para que aún hubiera alguien despierto. No encendió ninguna luz porque no quería despertar a nadie. Se dejó caer en el sofá y encendió un cigarrillo, cerró los ojos mientras sentía el humo recorrer sus vías respiratorias. Su mente invocó las imágenes de los momentos que acababa de pasar en esa habitación. Todavía podía sentir las diferentes sensaciones que provocaban las ásperas manos de Zoro al recorrer toda su piel y lo adictivos que le parecían sus labios.

Esas preguntas que solía evitar cada vez que podía también lo atacaron: ¿Qué hubiera sido de él y Zoro si hubieran tenido el valor de luchar por lo que sentían? ¿Serían felices? ¿Su vida no sería tan falsa? ¿Tendrían en valor de hacerlos ahora?... El mundo es cruel y siempre encuentra la forma de arrebatarte lo que quieres…

—¿Papi…?

Esa vocecita que conocía tan bien lo sacó de sus pensamientos. Apagó el cigarro en el cenicero de la mesa de centro frente a él. Se volteó para ver a su hija. Una niña de seis años, con piel clara y cabello negro, frotándose insistentemente uno de sus resplandecientes ojitos azules, idénticos a los de su padre.

—Reiko… ¿Qué haces despierta a esta hora? — Debía de ser más de media noche. Fue hacía la niña, cargándola y apretándola contra su pecho.

—Tuve una pesadilla — Sus ojos estaban llenos de lágrimas y se aferró con fuerza a la camisa de su padre, mientras caminaban a la habitación de la pequeña.

—¿Qué clase de pesadilla?

—Todo estaba oscuro y ni mami ni tú estaban conmigo… tenía miedo y estaba sola — le relató la pequeña todavía con voz temblorosa mientras el rubio la recostaba en su cama —. Papi, no me dejes sola…

Le sorprendía que una niña de su edad pudiera tener miedos tan maduros, como el miedo a la soledad, sin importa si era porque aparecieran los monstruos o no hubiera nadie con quién hablar… ¿o era un miedo demasiado infantil para un adulto?

—No tengas miedo, mami y yo estamos contigo siempre — Tapó a la niña con las sábanas color rojo —. Papá siempre te protegerá ¿de acuerdo? Ahora vuelve a dormir.

La niña asintió y Sanji le dio un beso en la frente, se quedó ahí hasta que la pequeña se dejó ir de nuevo al mundo de los sueños, lo cual no llevó mucho tiempo.

“Papi, no quiero estar sola…” Las palabras de su hija retumbaban en su cabeza y hacían que su interior se partiera en dos, cuando recordaba todas esas veces que había pensado en escapar con Zoro y dejar todo atrás. Reiko era lo mejor que le había pasado en la vida y haber pensado en abandonarla lo hacía sentir con una basura de persona, totalmente despreciable.

La puerta de su habitación siempre estaba abierta, lo hacían en caso de que Reiko los buscara en la noche como solía pasar de vez en cuando. Se sentó a la orilla de la cama, la silueta inmóvil y la respiración acompasada de Violet le indicaban que estaba dormida. ¿Otra vez lo habría esperado hasta que no pudo más? Ella era otra de las víctimas de la situación, no se merecía ser engañada, al ser tan buena con él, no se merecía que su esposo no la amara.

~*~

—Creí que esos congresos de chef tan repentinos habían terminado, Sanji — Esa mirada fría en los ojos de Violet había regresado y no la culpaba. Su esposa era inteligente, claro que sabía que le mentía, lo notaba en sus ojos y en el tono de sus palabras; no sabía desde cuándo ni con quién, pero lo sabía. Y el peso de la culpa aplastaba el pecho de Sanji cada vez la veía a la cara. En su momento la quiso, la amó mucho, tal vez en su interior todavía quedaba algo de ese amor, no, estaba seguro, pero era imposible para él evitar correr a los brazos de Zoro cada vez que este lo llamaba.

—Yo también lo creí… — La mujer bajó la mirada al libro que sostenía entre las manos. El rubio nunca había negado ni explicado nada, porque Violet nunca había mencionado nada, hasta ese día.

—Sanji… — Lo miró de frente, sabiendo que no tenía que hacer más para que su esposo notara cuanto le dolía — detente. Los meses pasados creí que te había recuperado… no te vayas de nuevo…

No era una orden, ni siquiera una exigencia, era una súplica. Sanji sabía que era un ruego hecho por la mujer que lo amaba y ver esos ojos húmedos frente a él le perforaban el alma, lo que menos quería era hacerle daño, pero ¿cómo ignorar esa voz que gritaba su necesidad de ver a Zoro? Todos esos sentimientos le hacían daño, era como partirse en dos.

—Violet — Llevó una mano hasta la mejilla de la mujer, una caricia suave que para ella quemaba como si fuera de hielo, porque sabía lo que venía después — lo siento, pero no puedo…

—Tengo la esperanza de que algún día si puedas — Apartó la mano del rubio, la suya propia temblaba. Vailot no era tonta, pero era de esas mujeres llenas de fe y esperanza, así es como la habían criado, y se negaba a darse por vencida porque en el fondo sabía que su esposo no era malo, que todavía sentía algo por ella que no se había perdido del todo.

 

Hubo un tiempo en el que creyó que todo había acabado. Zoro no lo llamaba, ya no respondía sus llamadas y sin saber nada más el uno del otro pasó un año, uno en el que Sanji mantenía alimentada con culpa la esperanza de que volviera a llamar, en equilibrio junto a la sensación de alivio de no tener que volver a mentir. En ese año su amor por Violet floreció de nuevo y era más que feliz junto a ella y su pequeña niña, lejos de culpas y remordimientos.
Pero cuando Zoro llamó, se olvidó del orgullo, de la culpa, del sufrimiento y se dejó arrastrar por el amor y la excitación a esa habitación que llevaban un año sin usar.

Ahora, una semana después de eso, volvía a llamar y él volvía a correr dejando todo atrás y siempre que esto pasaba su imaginación comenzaba a volar: ¿y si dejaban de mentir y estaban juntos de una buena vez? ¿Y si le decían a los demás que se amaban desde hace tanto tiempo? ¿Zoro estaría de acuerdo?... Y otras veces su lado cobarde le hacía entender que no era más que eso: imaginación.

—¿Papi, vas a tardar mucho? — Cuando estaba punto de salir la vocecita de Reiko lo trajo de nuevo a su realidad. ¿Era capaz de hacerle eso a su hija?

—No lo sé — Se agachó hasta quedar a la altura de la niña —, pero hazle caso a mami y duerme temprano.

—Mmm… Esta bien— Reiko rodeó el cuello de su padre y le dio un beso en la mejilla. Sanji no pudo evitar sonreír, en tiempos difíciles ella había sido la luz de su vida.

~*~

Un pequeño apartamento en un edificio fuera de la ciudad era el lugar de sus encuentros. Entre esas paredes se habían vivido tantas emociones que el lugar parecía gritarlo todo cada vez que Sanji ponía un pie ahí y como por arte de magia le hacían olvidar cualquier cosa que haya vivido fuera de ellas. Ahí se guardaban sus noches de lujuria, sus sentimientos y lágrimas, incluso esos momentos donde, ambos invadidos por la culpa y la cobardía, prometían no volver.

No había terminado de cerrar la puerta cuando sintió esos fuertes brazos a su alrededor y la tranquila respiración de Zoro en su cuello. Se dio la vuelta para saludarlo, pero inmediatamente sus labios fueron atacados por los del peliverde. Era un beso necesitado, casi desesperado.

—Te tardaste mucho, ¿acaso te perdiste? — reclamó Zoro con la frente pegada a la de Sanji y los brazos rodeando su cintura.

—¿Quién crees que soy? ¿Tú? — Pasó los brazos por el cuello del más alto, hundiendo sus dedos en ese inusual cabello. Estaba más largo, ahora no se escapaba de sus dedos cuando intentaba agarrarlo, le gustaba.

—¿Qué estas insinuando, cocinero? — Acercó más su rostro al del rubio, sus respiraciones chocaban y los labios se rozaban al hablar.

—Que sigues siendo el mismo idiota que… — Las palabras de Sanji murieron en otro apasionado beso que hizo despertar por completo esa llama que los consumía cada vez que estaban juntos.

Podían pasar horas envueltos en esa necesidad de amarse como no lo habían hecho antes. Tiempo en que los suspiros de placer llenaban el aire, las caricias y besos erizaban sus cuerpos, sus voces se perdían entre las sábanas y los sentimientos eran transmitidos al otro. Tiempo en que ambos se olvidaban de su vida fuera de esas paredes, en el que podían soñar con que siempre estuvieron juntos y que eran felices... Momentos que ambos atesorarían para siempre.

 

Zoro subió dando pequeños besos por el abdomen y pecho del rubio, apreciando esa piel que parecía de porcelana y lo volvía loco. Se tumbó a su lado, tapándolos a ambos con las sábanas y enroscándose a su cuerpo como un pulpo. Esto hizo reír al rubio, que lo envolvió en sus brazos también. Su relación nunca había sido muy romántica o cursi, pero tenía sus momentos.

—Cocinero… — Ambos disfrutaban el momento en silencio, hasta que Zoro decidió romperlo, tal vez provocado por lo bien que se sentían en ese momento — Vámonos… Vámonos juntos… a donde sea.

Las palabras flotaron un momento en el aire. Ambos lo habían considerado desde que se encontraban, pero ninguno había tenido el valor de proponerlo. Algo en el interior de Sanji se removió inquieto y tuvo ganas llorar. Ya no podía llamar a eso culpa, era algo que dolía más.

—¿Tú quieres eso? — Sintió como los brazos que lo rodeaban se tensaron y se dio cuenta hasta muy tarde que esa pregunta estaba lejos de sonar bien.

—¿Tú no? — El peliverde se incorporó un poco para ver la cara del rubio — ¿Te irías conmigo, Sanji?

Lo notó en el brillo de sus ojos, en el tono de su voz, en la forma que se formaba esa pequeña arruga en su entrecejo, era lo que Zoro quería. Un año antes hubiera saltado de felicidad, ahora no sabía qué pensar.

—¿Y Tashigi?

—Ella sabe que no la amo, las cosas en este punto no pueden arreglarse y tú lo sabes mejor que nadie — Se recostó en el pecho del rubio haciendo más estrecho el abrazo, no era un tema fácil, el amor se había acabado, pero eso no significaba que no la hubiera querido —. Por eso ven conmigo Sanji.

—Ir contigo… — susurró para sí mismo, en su mente meditaba la oleada de emociones que le inundaban. No se sentía feliz del todo — ¿A dónde?

—¿Qué te parece Europa? Siempre decías que te gustaba mucho. Me… nos vamos mañana — “Sé lo cruel que es hacerte esto, déjame ser egoísta sólo una vez y desear que me escojas a mi”

—¿Mañana? — El rubio se incorporó, Zoro también lo hizo viéndolo a los ojos.

—Lo tengo todo listo para viajar mañana a Londres, por eso quería verte hoy, siempre quise recorrerlo contigo, luego podemos ir a donde quieras —. Subió su mano hasta la mejilla de Sanji. Podía verlo claramente, el dolor que le estaba causando, sus siempre expresivos ojos lo decían todo. Hacerle escoger entre irse con él y quedarse con Reiko era lo más vil que le podía hacer, pero él también estaba harto, él también quería huir. Susurró haciendo que sus labios se rozaran — Ven conmigo… “Espero que alguna vez me perdones por hacerte esto”

 

Sanji corría entre los pasillos del hospital, desesperado abrió la puerta de la habitación dónde le habían dicho que se encontraba. “Su esposa y su hija han tenido un accidente” Es lo que le habían dicho en esa llamada antes de responderle a Zoro y salir corriendo sin que le importara nada. Antes de cerrar la puerta tras él había escuchado “Mañana a las diez”. Palabras que ahora le rompían el corazón, porque al ver a su hija inconsciente en esa cama; por más que doliera, por más que lo destrozara por dentro, por más que después se arrepintiera, sabía qué era lo que tenía que hacer.

~*~

Once de la mañana. Dolía, cada latido de su corazón le perforaba el pecho. Sanji no vendría y él ya lo sabía. No dudaba que el rubio lo amaba, pero sabía el amor tan fuerte que sentía por su hija y aun así se había sentido con el valor para hacerlo elegir.

Dos veces lo habían intentado, en la adolescencia y ahora; y las dos veces se habían separado, quién sabe, tal vez el destino decida volver a jugar con ellos y los reencuentre una tercera vez. Tomó el aza de su maleta en un puño y salió de ese lugar que guardaría sus secretos para siempre. 

Notas finales:

Si llegaron hasta aquí ¡Muchas gracias! :D

Se aceptan quejas, reclamos, flores, elogios, tomates, rocas (?) xD 
¡Dejen sus comentarios! uwu)/

Shisunari.


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