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Way por Scheidl

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Notas del fanfic:

Dedicatoría especial a: Moru Evans.

Quién me ayudo a escoger los ways de cada uno de los personajes.

Notas del capitulo:

Aclaraciones de la historia.

  • Es una historia fantasiosa, cualidades cómo el alma gemela las he tomado sobre mi tutela, pero las he torcido de una forma diferente. Aunque no sé si este proyecto llegue a gustar
  • Tendrá contenido homosexual en el proceso de la historia, al inicio, durante y al concluir de ésta. Homofóbicos y seguidores de la iglesia, no lean esto.
  • Aunque la pareja principal es KuroTsuki quiero desarrollar otras con la misma paciencia.  Por favor, disfruta de la lectura.
  • A pesar de que lo evito con todas mis fuerzas …Pido una enorme disculpa si ustedes llegan a percibir rastro de O.C u otro tipo de errores. Lo que agradecería de todo corazón que me lo hicieran llegar mediante un comentario.

Way: Es el nombre denominado a la otra parte de tu alma. Usualmente llegan a adquirir forma de animales durante toda la vida.

  • Los way tienden a ser llamados con el primer nombre del usuario, mostrándose el vínculo que se entraña entre ellos.
  • Bazofías, sólo me daba pereza pensar en el nombre del way de cada integrante del equipo.
  • A pesar de ser un universo altero está íntimamente relacionado con el universo del anime y se desarrolla en un ambiente casi igual.

Disfruta de la lectura, extraño inquilino.

Capitulo uno

Perdido

 

El hombre está incompleto, su alma se ha dividido

¿Cómo puede completarla ahora que está partido?

 

El hombre había sido creado a semejanza de los dioses, una criatura inmaculada poseedora de una fuerza prodigiosa que vivió en armonía a su lado, creado con el único objetivo de venerarlo. Durante millones de siglos,el hombre convivió con los suyos, mientras los dioses eran adorados caprichosamente por su suntuosa creación.

Ambas partes congeniaron en paz sobre los campos divinos.

Sin embargo, las rosas se torcieron en envidia y el miedo corrompió la alegría. Fue en una tarde de primavera que los dioses en su apogeo se preguntaron si su creación pudiera tomar su lugar, usurpar avariciosamente el trono sobre los demás y dejarlos botados, fue una premisa absurda, demasiado pequeña para perturbarlos, pero pudo perdurar unos años más. Y entonces; los dioses insuflados de un terror inexplicable, concluyeron que para evitar aquel fatal destino lo mejor sería volver incompleto al hombre.

Por ende, con una orden injusta y un castigo eternizado el hombre resultó con el alma partida en dos.

 

La primera sensación que obtuvo al nacer en ese mundo fue la de incompleto. Una extraña sensación vacía y gélida se había acurrucado en su regazo e imponiéndose amarga sobre sus primeros pensamientos. Era tan mórbida esta sensación, tan extraña en su pequeño pecho que el instinto primitivo fue primero y se rompió en llanto sobre una procelosa sala de maternidad.

«¡Es un varón!, ¡está llorando!»

«¿Y su way?, ¿dónde está su way?»

«¡Ya está naciendo a su lado!»

Y después de aquellos gritos, Tsukishima fue gobernado por una cálida moción acogedora que lo invitaba a dormir a lado de una criatura zoomorfa y emplumada.

Extrañamente, ahora se sentía completado. 

 


 

 

Adaptarse a la premisa de que tu alma estaba dentro de una criatura con características animales le parecía tan irrealista, que podía jurar que escuchaba las ponzoñosas voces de los demás diciéndole a su cara que era una broma, sin embargo, para su desgracia y la de los demás, este modo de vivir no era una broma y era una realidad tan retorcida cómo los cuentos de ficción que su hermano Akiteru acostumbraba a leerle antes de dormir. 

No sabía que llegaba a parecerle más extraño: si la surrealista idea de él estaba dividido en dos, el primero, era él y su cuerpo, y la segunda parte de su mitad consistía en ese pequeño cuervo de igual nombre que el suyo.

O también entraba a la farándula la premisa de que todo lo que sintiera ese pajarraco mal nacido, él también lo sentiría, cómo fue el hecho de hace unos días que Kei sintió un hambre voraz durante las clases y posterior a eso, Tsukishima tuvo que salir en medio de las lecciones para poder alimentarlo y disiparse esa sensación amarga de su estómago.

Inclusive todo el dolor que Kei sintiera él también iba a padecerlo, una verbigracia de estas circunstancias fue cuándo ese inútil polluelo intentó volar al lanzarse de las escaleras, después de eso, no se tenía que aclarar que Tsukishima faltó toda una semana a la escuela por lesiones culposas.

Otra anécdota que añadía fue cuándo Kei fue perseguido de antaño por el gato del vecino por toda la cera de la calle. Esa fue la primera vez que Tsukishima experimentó un miedo abominable hacia los gatos.

Más anécdotas eran las que conformaban su vida, más heridas que podía agregar a su repertorio de vestigios con situaciones ridículas que rayaban a lo más increíble y absurdo, el asunto de los way  traspasaba barreras del orden que Tsukishima no podía controlar.

Por eso, siempre le molestaba el ingenuo cuervo y su estúpida manía de querer descubrir el mundo.

A Kei le había tomado un largo tiempo, «en verdad largo» para familiarizarse a todos esos disparates del universo. Un largo recorrido «uno de laceraciones y frustraciones» pero, a los quince años de sus vísperas de mocedad el bloqueador de Karasuno al fin encontró la manera de poder congeniar con su way.

Hasta ahora.

En el campamento infernal de verano Tsukishima maldijo a toda clase de dioses existentes que pudiese pulular sobre este basto planeta, para su desdicha, durante las prácticas y los horripilantes castigos que realizaba su equipo, se dio cuenta que entre las comunidades de los way que jugueteaban entre ellos, mordisqueándose y aplastándose, faltaba un pequeño individuo, uno emplumado y que con insistencia agitaba sus alas para tratar de volar.

Su alma había desaparecido, se sintió incómodo con la situación y vacío, pero tampoco podía darse el tiempo de buscarlo crapulosamente durante los partidos. Así que, decidió darle ligeros escrutinios ante la mini organización de almas que convivían ajenas ante todos los entrenamientos.

Un cambio de posición y volvió mirar hacia ellos, su cuervo no estaba entre el lobo siberiano de Kageyama, tampoco entre el dóberman de Tanaka y mucho menos entre los cuidados de la mamá nutria de Suga, cada vez que miraba por la esquina de sus anteojos Kei sabía que su alma no estaba entre los cúmulos de ways de esa tarde.

Se pellizcó un trocito de su labio con los dientes superiores.

Kei había desaparecido.

Aprovechaba los descuidos y los descansos para ir a hurgar entre los espacios abiertos del campo, se daba el suficiente tiempo para llegar hasta las orillas de los campamentos y regresaba de peor humor al ver que no daba éxitos en sus búsquedas.

¿Qué tan difícil era encontrar la presencia de un cuervo?

A pesar de lo frustrado que se sintiera en estos momentos, se rehusaba a pedir auxilio a sus compañeros de equipo, no permitiría que lo vieran en una situación tan ridícula y menos que se dieran por enterado la irónica escena de:

«Tsukishima perdió su alma»

Así que la alternativa más viable para ese día fue buscarlo durante todo el lugar y lo mejor sería hacerlo en la noche para no levantar sospechas. Los resultados fueron erróneos para entonces: Tsukishima no dio con la presencia entorpecida de su otra parte.

 

 


 

 

Algunos días transcurrieron y sus camaradas comenzaban a notarlo. El humor del rubio daba a empeorar en cantidades catastróficas: sus comentarios se volvían más sátiros e inclusive sus chasquidos de lengua llegaban a perturbar hasta Tanaka.

—¿Alguien sabe que le está pasando a Tsukishima?

Esa fue el inicio de la conversación de ese día mientras Hinata yacía en ese círculo conferencista dónde todos lo acompañaban. Ese día debatirían a fuego del cambio del rubio,  aprovechando que éste salía a sus misteriosas escapadas de la noche.

—Tiene una personalidad de mierda —masculló Tanaka —, digo, siempre la ha tenido, pero últimamente ha empeorado.

—Llega tarde a dormir.

—Siempre está de mal humor.

—Quizá tiene novia —opinó un no muy convencido Yamaguchi, quién se arrepintió de haber hablado cuando de pronto las expresiones de Nishinoya y Tanaka cambiaron a una de fiereza en un par de segundos.

—¡¿Qué has dicho?!

—No es que …—trató de arreglar la situación, pero fue en vano.

—¡Ese idiota! —bramó Nishinoya —, ¿cómo se atreve a tener novia antes que nosotros?

—¡Debe ser alguna de la manager de Fukurodani! —Tanaka se agarró la cabellera calva y se revolvía ésta con impaciencia—, ¡son tan lindas!

Entre los gritos desesperados y refunfuños de los chicos de segundos. Los de tercero dieron un suspiro sin convencerse a intentar apaciguarlos.

—Ya detente Tanaka —exclamó Suga con fastidio—, estás llamando la atención.

—Oye Yamaguchi —el chico de hebras anaranjadas había girado al pecoso que estaba a su costado, éste volteó a verlo con una mirada incomprensiva y sintiéndose intimidado ante los enormes ojos de Hinata —, tú eres el mejor amigo de Tsukishima —acusó cómo si aquello fuera un mérito y con una sonrisa agregó:  —, ¿no te ha dicho nada?

El de tez morena lo pensó por segundos, cruzó sus brazos frente a su pecho y divagó por unos eternizados minutos, recordando algún patrón extraño o inclusive alguna señal que su mejor amigo pudiera otorgarle.

—La verdad no me ha dicho nada —concluyó, y el suspiro derrotado fue participe en toda la habitación —, pero he notado que …

Todos se aglomeraron a su alrededor con diferentes expresiones, ya sea de ansiedad o fastidio, Yamaguchi, se tensó ante la absurda escena y cuándo iba a esclarecer la duda, el ruido de unos zapatos entrando y un aburrido:

—Buenas noches.

Terminaron por hacer que todos regresarán a sus camas para descansar y dieran por culminado el debate de inicio.

A la mañana siguiente, nadie se atrevía a indagar que era lo que a Tsukishima lo mantenía tan ocupado de llegar a altas horas de las madrugadas y que durante los entrenamientos lo distrajera lo suficiente para no bloquear como hacía de costumbre.

Suga se preocupaba por la actitud que mostraba el estudiante de primer año, pero, cuando adquirió el valor para preguntarle y otorgarle una sonrisa amable sólo recibió cómo un obsequio un leonino: «No es su asunto»

A partir de ese día, el chico de tercer año tampoco trató de penetrarse más en el tema de la reciente actitud de Tsukishima.

El segundo para intentarlo fue el tímido compinche del chico, puesto que Yamaguchi se acercó en uno de los descansos mientras el bloqueador, sediento, bebía agua, primero quedó estático sin saber que responder y pensó que ambos se hundirían en una escena de monotonía y silencio, sin embargo, era gracias a la tácita mirada de Tsukishima que se atrevió a proferir algo.

Yamaguchi era listo cuándo se trataba de su mejor amigo. Él había notado que los últimos días faltaba algo, más bien alguien.

—Tsuki, no he visto a Kei por aquí, ¿dónde está?

—Cállate Yamaguchi.

 Y el moreno de pecas tuvo que conformarse con aquella seca respuesta e igual que sus otros compañeros prefirió ya no meterse dentro de la situación.

 


 

 

Los días posteriores a su búsqueda resultaban tan perdidos, tan cansados, que Tsukishima se planteaba la idea de ser socorrido. Realmente, realmente consideraba la idea de pedir ayuda a Yamaguchi, quizá con el increíble olfato de su pointer al menos podrían ubicar dónde ha estado Kei en los últimos días, pudo esclarecer la tenue luz de luna que barría algunos senderos oscuros de los pasillos, pero entre ellos no salía la diminuta figura de plumas oscuras.

Chasqueó de nuevo, recargándose en una de las paredes antes de frotarse la nariz con sus pálidas manos.

«¡No puedo creer que hayas perdido a tu alma, Bro!»

Escuchó a lo lejos, seguramente eran los de tercero, esos estrepitoso dúo que lo obligaba a bloquear de vez en cuando. Su ceja arqueó elegante al identificar la pequeña conversación; prefirió mejor guardar silencio y esconderse entre la enorme máquina dispensadora de gaseosas.

«¡Lo sé, Bro! Pero te lo juro, lo había dejado junto al de Kenma y en un descuido ya no estaba. Es como si siempre quisiera desaparecer de mí todas las tardes y las noches»

Acaso... ¿No era el único que lo había perdido?

«¡No te preocupes!, ¡lo encontraremos entre ambos!»

«¡Oh bro!, ¿qué haría sin ti?»

Eso sólo lo hizo sentirse peor, al menos el way de ellos regresaría en la mañana; el suyo resultaba ser tan inútil que seguro y ya estaba navegando en algún bote de la basura.

 Miró con interés sus manos, estaban limpias y pálidas como en la mañana cuándo había despertado, muy adentro lo desconcertó. Conociendo lo torpe que era su alma. Él se esperaba que al anochecer éstas estuvieran magulladas, espinadas o mínimo hinchadas; no sentía ninguna sensación de miedo o inclusive su piel estaba pulcra de algún moretón, tampoco el hambre le atacaba y menos el frío de Tokio, al contrario, Tsukishima lograba sentir cálido en todo su cuerpo, como si estuviese siendo cubierto por algún enorme abrigo.

 


 

—Hombre — Tanaka habló, cruzando ambos brazos encima de su peto con esa expresión de desconcierto y escuchándose fuerte a pesar de los golpes de los balones que daban en contra del suelo de la cancha —, he querido preguntarte…—premeditó con vagancia y a su lado el dóberman negro se mantenía con la lengua de fuera, jadeando proceloso y molestando a Tsukishima —, ¿qué clase de usuario llega a perder a su alma? no he visto a tu pequeño cuervo en los últimos días.

Incluso Tanaka había percibido ese detalle.

¿Qué tan desdichada tenía ser su situación para que Kei al fin apareciera?

Y, por Ahora se encontraba ahí con la inquisitiva mirada de Tanaka que estaba intentando ver más allá de su expresión estoica.

Sus suposiciones no eran incorrectas.

—Tsukishima, ¿perdiste a tú alma?

Pero Kei no le daría la gracia de la victoria. Sólo lo miró, escuchando el ladrido del can de abajo, una sonrisa se formó en sus labios al tener una maliciosa idea para salir intacto de esta situación.

—Bueno, el mío al menos es un cuervo bebé, no es cómo el tuyo que al simple hedor de la carne asada llega cómo vagabundo a ésta.

—¿Qué has dicho?

El gruñido del perro hizo a Tsukishima sonreír con un rastro de bribonería y un lustre en sus anteojos.

—Oye maldito, estamos intentado ayudarte...

El chico de anteojos apreció una de las situaciones más comunes en el mundo: la influencia que tiene un alma sobre la otra, especialmente porqué ya esclarecía los gruñidos de Tanaka al igual que su way.

Victoria.

—¡Tsukishima!

O eso pensaba.

La sonrisa de Shoyou había regresado hacia él, el rubio se sintió asqueado por segundos al verlo a él y al lánguido roedor que ahora comía semillas en sus hombros robustos.

— ¡No puedo creer que hayas perdido a tu way! quiero decir: es un cuervo bebé todavía. No debe ser tan difícil cuidarlo.

—No quiero escuchar eso de alguien que tiene cómo alma a un hámster —y con la punta de su índice presionó contra el pecho peludo del roedor, empujándolo fuera del área del omoplato de Hinata.

Kei giró en sus zapatos y lo último que pudo escuchar fue el grito preocupado de Shouyou junto a los ladridos desesperados del way de Tanaka.

 


 

 

Las horas iban descendiendo prestigiosamente junto a su tarde de entrenamiento, no obstante, todavía los resultados favorables a su búsqueda estaban fuera de su alcance.  Se empezaba a sentir frustrado, había buscado en todos los lugares visibles dentro de los recintos del lugar y no había rastro de su way.

Por un segundo la duda le embargó, ¿y si llegaban a atacarlo?

No, imposible.

Los ways de todos los chicos del campamento eran tranquilos. No había posibilidad de que se pusieran huraños, aunque, el suyo no era exactamente la criatura más sosegada que conocía.

Chasqueó con la lengua fastidiado, ¿cuántos días le llevaría encontrarlo?

Odiaba esa sensación. Se sentía extraño, diferente y desesperante.

Se sentía…

Se sentía…

Incompleto.

—¡Tsuki!

Salió de sus pensamientos al escuchar a un chillante chico llamándolo, frunció el ceño con molestia, no estaba del mejor humor para esto.

—Lo siento, ya me iba.

El rubio intentó precipitar de su paso a la melodía que esos tenis se acercaban depredadores hacia él, sus pasos se aceleraban sobre la cera magullada y añeja, intentando escapar de la enardecida mirada del búho.

Quizá si fingía no haberlos vistos.

—¡Tsuki!, ¡puedo verte con Koutaro!

«Demonios.»

—Bokuto, no creo que Tsukishima quiera vernos. Desde este punto parece que está huyendo.

Los pasos perecieron de su rumbo y sólo se escuchó la respiración acompasada del chico antes mencionado. Un momento…

—Bokuto —giró para enfrentarse con los abiertos pardos que lo miraban con emoción —, ¿su way no es búho? —inquirió en ese tono suave, aun tratando de prescindir de la atenta mirada de Akaashi sobre él.

—Exacto —respondió el capitán de Fukurodani.

—Podría …—Tsukishima miró al suelo, a sus agujetas sucias y al césped húmedo, estaba cansado, ya no quería esta sensación leonina, con sus manos ahora entrelazándose una a la otras, las palabras padecían y se negaban a desbordarse con facilidad —, ¿podría ayudarme …a buscar…a Kei? —su voz se aminoraba de fuerza a cada que a ésta le resultaba muy difícil pedir ayuda, pero era de noche, y posiblemente con la excéntrica vista del way de Koutaro sería mejor para encontrar a su queridísima e inteligente alma perdida.

—¿Perdiste a tu way? , eso es la cosa más absurda que he escuchado.

Tsukishima miró mal a Keiji; prefirió omitir de algún comentario. A estas alturas ya no le importaba si el mismo capitán de Fukurodani ahora se burlaba de él.

Bokuto reaccionó diferente.

—¡Hey, hey, hey! —exclamó al estirar los larguiruchos brazos a un costado, los segundos pasaron efímeros y fue entonces que llegó, con un azoteo algo violento y unas afiladas garras que se encajaron sobre la piel plácida del brazo. El Búho ululó con paciencia, Bokuto hizo una mueca de dolor antes de gritar y Tsukishima simplemente se limitó a mirarlo con la misma expresión aburrida.

 

 


 

 

Las ventajas de las criaturas nocturnas «y que haya pedido ayuda» era que gracias a las habilidades de ambos búhos resultó sólo cuestión de minutos para que al fin encontrarán a Kei. Escondido entre los densos arbustos de la orilla del campamento. Al bloqueador le pareció casi una broma de mal gusto que, lo que a él le había llevado días, a Keiji y Koutaro sólo le tomaron un par de minutos de vuelo.

Miró de mala gana al polluelo que estaba acurrucado entre el abundante pelaje negro de aquel enorme gato que le triplicaba el tamaño. Ambas criaturas ajenas al mundo, totalmente abstraídas en ellas y sus cuerpos al acogerse con cariño.

Toda preocupación y alivio fueron reemplazadas por unas ganas mortíferas querer patear a su propio way; No lo haría por la sencilla razón de que también le dolería su acto delictivo.

—Ya vámonos, Kei  – Su voz resonaba con molestia, interrumpiendo a aquellos dos amantes que parecían acurrucarse más entre ellos. Tuvo un ligero escozor en la boca mientras miraba la escena.

Qué asco.

Tsukishima palideció al ver que su pequeño cuervo era necio a alejarse del acogedor regazo del minino. Los labios se tensaron de forma inmediata, la respiración se hacía más pesada a los pulmones y su mente comenzaba a engranar todo.

Imposible.

Eso… ¿Era posible?

—¡Oh Tsuki! —La estrepitosa voz de Bokuto resonó detrás de su oído; el rubio yacía estático y lívido ante la situación. Su rostro adquirió una expresión de sorpresa cada vez más fuerte.

Tsuki se insufló del valor escaso para poder mirarle de reojo, obteniendo la aguda de mirada de Bokuto que estaba inmune a la situación. El capitán primero parpadeó, luego después de varias veces inclinó la cabeza junto a su way y ambos se dedicaron a mirar el acontecimiento con una tenebrosa atención.

Sintió la mirada depredadora de ambos sobre él. Maldijo la pereza de su way para poder caminar, maldijo a los dioses y sus absurdos castigos, maldijo todo lo posible.

—¡Ah Tetsurou!

Y maldijo más al capitán de Nekoma por aparecer fortuitamente en este momento.

Otra vez su respiración quedó atorada en su propia garganta; lo ocultaba tras la expresión aburrida, pudo apreciar gracias a la esquina de sus lentes a la figura del morocho que lentamente se acercaba a la improvisada pareja.

No pudo predecirlo; un miedo aterrador se gobernó hacia a él, a lado de unas ominosas ganas de tomar a su way y zanjar toda posible situación.

Lo primero que pudo apreciar libremente fue al bípedo a su lado que se posaba con incredulidad a un costado de su cuerpo, Kuroo estaba desorientado, un poco ingenuo de lo que estaba pasando. Ergo, esto cambiaría cuando al descender su rostro mirará a su way completamente enroscado con el suyo, al principio el moreno puso una expresión socarrona pensando que todo era una broma retorcida de su parte, pero, después de llamar al felino y éste se enterró más en el piso, su sonrisa se fue desfigurando a una expresión serena, misma que empeoró cuándo la criatura ahora pasaba su rasposa lengua sobre las diminutas plumas oscuras del cuervo.

Tsuki hizo una mueca al sentir la saliva inexistente casi escurriendo de su mejilla.

La opción de desinfectarse su cachete luego de llegar a casa fue muy tentadora. Tanto que incluso le sacó una sonrisa diminuta, lavaría a su way con jabón antibacterial si era necesario.

—¿Tetsurou? —inquirió el moreno con una expresión de disgusto, obteniendo en respuesta un maullido agresivo por parte de su alma. Kuroo suspiró, llevando su robusta mano a la parte trasera de sus cabellos y rascando perezosamente éstos —. Vámonos, el entrenador Nekomata me regañará por ésto.

Ergo, el animal ni siquiera movió una pata, él seguía ahí acostado y cubriendo al polluelo negro del frío de la noche. Tsuki sólo sintió unas enormes ganas de patearlo para alejarlo de él, a pesar de que en el interior se sentía calientito y a gusto.

—Cielos, ahora veo porqué Tetsurou siempre robaba comida en el desayuno.

Kei bufó ante la respuesta del capitán de Nekoma, estaba a punto de responder con algún corrosivo comentario, cuándo el graznido agudo causó un movimiento inesperado, miró al diminuto pico negro de su alma rascar el pelaje oscuro.

Genial, ahora tendría que lavarle la boca también.

Kuroo quedó afónico.

Lento, ambas mentes llegaron a conectarse para proferir una sencilla oración coherente.

«Mierda.»

—¡Oh ya veo! – Bokuto, quién extrañamente resultó tácito en toda esa víspera por fin había ululado algo.

Una sentencia exclusiva para ambos usuarios del way.

—¡Creo que tu way se ha enamorado del de Kuroo!

Fue su simple expresión; ésta llevaría en sus entrañas una serie de acontecimientos a las que ni Tsukishima, ni Kuro estuvieran preparados.

En este momento, ambos maldijeron al estúpido destino que ahora parecía urdir telarañas morbosas en su sendero.

Notas finales:

Quiero agradecerte por leer hasta aquí.

Te mereces un abrazo del tamaño de una galaxia.

Peace and love


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