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Ni una sola palabra. por Matsumoto Yuki

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Notas del fanfic:

Como dice el Resúmen, es un Two-shot, es decir, historia de dos capítulos, espero les guste.

Notas del capitulo:

Lamento no poner nunca la pareja, pero es que me gusta sorprender xD

Llevamos siete años de relación, y dos de casados. Siempre fuimos muy felices pero… Pero ahora… Realmente no sé qué hacer. Sinbad ha comenzado a llegar más tarde de lo normal a casa. Apenas lo despido en la mañana, y le veo en la noche. Sus besos ya carecen de sentimiento… Son… Son demasiado fríos.

No sé si realmente yo estoy siendo muy paranoico, o si de verdad están ocurriendo estos cambios tan radicales… Pero no lo soporto. Ya ni siquiera siento su apetito sexual, ese que le sobraba de más hace tan sólo un año… No sé qué hacer… ¿Soy mal esposo? ¿Es mi culpa?

 

— ¿Qué hago, Masrur?

 

El joven pelirrojo había estado escuchando toda la tarde el monólogo, para entonces ya resumido. Había soltado lo habido y por haber, y seguía sin terminar.

 

—Quizás el hombre indicado está más cerca de lo que crees.

 

Aquello llamó la atención del albino, quien enarcó ambas cejas, sin comprender del todo.

 

— ¿Estás diciendo que Sinbad no es el indicado?

 

—Sólo tú puedes saber eso. —Acto seguido hubo un horrible silencio, en el que Ja’far pensó con detenimiento la duda que Masrur le había planteado.

 

Incluso luego de irse del departamento del menor había quedado reflexionando esa incógnita.

 

¿Y si era así? ¿Había desperdiciado 7 años con un hombre que no era el indicado? No, para nada, no había desperdiciado ni un solo instante. Pero sí se pudo haber equivocado…

 

Cada vez tomaba más parte de sus pensamientos lo dicho por Masrur en esa charla que había comenzado como una casual en casa ajena. Así que se decidió a dejar pasar una semana más. Ni más, ni menos, justa.

 

Observó con detenimiento el comportamiento de su esposo, sus llegadas, los detalles, sus palabras, sus besos, sus abrazos, y sus toques.

 

Siempre llegaba a la misma conclusión. Lo sabía.

 

La llama estaba perdida.

 

Y no sólo eso. Sospechaba de muchas cosas. Tal vez, después de tanto, Sinbad había…

 

Decidió ponerle fin a sus sospechas un viernes. Necesitaba hablar con su esposo, y no esperaría a que llegara, porque seguro llegaba pasadas las diez de la noche, y se lo sacaría de encima con la excusa de siempre; Estoy cansado.

 

Así que se dirigió a la empresa que manejaba en el centro a la hora que sabía, estaría libre. La hora de Almuerzo.

 

Fue casual, con su normal ropa que utilizaba en casa. Unos jeans marrón, con zapatillas de lona verdes y una polera holgada de un verde pálido con rombos en ella como diseño.

 

Una sonrisa espectacular adornaba su rostro mientras recorría la calle. Después de todo, era el esposo perfecto yendo a ver a su esposo exitoso. La pareja perfecta, por así decirse.

 

Más, cuando ya estaba en la manzana correspondiente a la empresa, y aún peor, a unos metros de su entrada, divisó cómo se asomaba esa hermosa cabellera púrpura que le había engatusado por tanto tiempo.

 

Soltó un suspiro de enamorada, dispuesto a correr a su lado.

 

Más su mundo se detuvo cuando vio a su esposo salir por completo, con un apuesto joven pelinegro del brazo.

 

Ambos se sonreían, e iban lo suficientemente pegados como para pensar que fuesen sólo compañeros de trabajo.

 

— ¿Sinbad…? —El mundo de Ja’far pareció caer en picada. Casi no le salió la voz. Siguió caminando, por inercia, mientras intentaba grabarse a sí mismo esa escena en su mente. ¿Qué era eso?

 

Antes de que pudiese darse cuenta, tenía el celular en su mano. Pero en vez de marcar el número de Sinbad, para preguntarle dónde estaba y con quién, su dedo se dirigió a la cámara.

 

Pareció ser predestinado que tomaría una foto, evidencia de ese suceso tachado como infidelidad, puesto que justamente cuando presionó el botón para fotografiar, la feliz pareja se dio un beso.

 

Sólo ante el sonido de la cámara Ja’far pareció reaccionar. Pestañeó, dándose cuenta que no lo había hecho en todo ese rato, pues sus ojos se habían humedecido.

 

Vio a su alrededor, la multitud andante le miraba raro.

 

Tocó su mejilla con la yema de sus dedos, y advirtió que no, no podía llorar en público.

 

Vio por última vez esa maldita escena que desearía nunca haber visto, y luego retrocedió un par de pasos, para salir corriendo.

 

¿A dónde? Sólo su subconsciente sabía.

 

Sólo cuando supo que ya no estaba rodeado en el centro, se detuvo. Su respiración estaba acompasada, su nariz picaba de manera feroz y a sus ojos parecían haberle inyectado el rojo vivo. Había estado llorando en todo el camino.

 

Pero se dio cuenta.

 

Su corrida sin dirección le llevó directamente al barrio donde se hallaba el departamento de Masrur, su pañuelo personal.

 

Ni tonto ni flojo, corrió nuevamente hasta dar con el complejo, y subió las escaleras. Se daba cuenta ahora de lo deteriorado que estaba, se había dejado estar mucho tiempo.

 

Aunque en ese momento no importó mucho, tan sólo importaba llegar hasta él. Desahogarse.

 

Fue glorioso el momento en que divisó la puerta del departamento de Masrur. Se abalanzó a él y lo golpeó una, dos incluso tres veces con fuerza. No se controlaba, no podía medirse en ese mismo momento. Después de todo, siete años de su vida iban en picada.

 

La puerta se abrió de golpe, mostrando a un extrañado Masrur.

 

— ¿Quién…? —No alcanzó a terminar la frase cuando Ja’far ya se le había pegado.

 

El albino simplemente había seguido a su instinto. Había abrazado a Masrur y allí sí se permitió llorar a gusto, todo lo que quiso.

 

—Ja’far… —Susurró sorprendido Masrur. Pronto correspondió el abrazo entrando a su departamento mientras cerraba la puerta, y posteriormente se recargaba contra ella. —Dios, Ja’far, qué pasó. —Preguntó, tratando de enterarse de la situación.

 

— ¡Sinbad! —Gritó el albino, sujetándose con fuerza de la camisa ajena. —El maldito de Sinbad me es infiel… —Susurró luego, con un dolor que desgarró el alma de Masrur.

 

El abrazo se tornó protector, y el pelirrojo hizo lo posible por hacerle entender a Ja’far que no estaba solo. Acarició su cabello, su espalda, intentó calmarlo.

 

—Es tan… Injusto… —Seguía hablando Ja’far. Golpeó en un impulso el pecho de Masrur con su mano, y luego elevó su mirada, dejando ver al menor sus lágrimas corriendo. —Toda nuestra relación…

 

El joven no podía resistir ver esa escena. Pasó saliva, y pensó bastante bien qué iba a decir. En ningún momento pensó si estaría errado o no. — ¿Era entonces el hombre correcto?

 

La expresión de Ja’far empeoró, y arrugando un  tanto la nariz el llanto aumentó. Se negaba a aceptarlo, y Masrur se dio cuenta.

 

Viendo una oportunidad abierta, lo hizo. Se lanzó a todo.

 

Masrur acercó más a sí a Ja’far, si era posible, y le acarició una mejilla. Dicha acción causó cierta impresión en Ja’far y que su llanto cesara. Entonces los labios del albino se vieron invadidos por los del menor.

 

Un tacto suave en medio de ese torbellino, delicado. El cariño con el que Masrur le estaba besando, hace mucho tiempo que no lo sentía. La presión decidida de alguien contra sí tampoco.

 

Poco a poco el llanto de Ja’far se fue extinguiendo, a medida que el beso se alargaba. Por un instante, al separarse, se hizo húmedo.

 

Antes de que el albino pudiese hablar o pedir explicación, Masrur se adelantó. Aunque por su expresión, boquiabierto con los ojos abiertos de sobremanera, notaba que tampoco podría Ja’far reclamar de manera inmediata.

 

—Ja’far, por favor, elígeme. —Masrur tornó entonces el abrazo posesivo, y ocultó su rostro en el hombro ajeno. —Él… él no te merece, y lo sabes. Yo… sé que soy menor que tú pero… Podría… —Las palabras del pelirrojo se perdieron en su intento por mantener a Ja’far a su lado.

 

—Pero… No… —Ja’far estaba bastante desconcertado, pero no como para dejarse llevar. —No puedo tirar todo por la borda…

 

— ¡Te engañó! —Soltó, tomando al mayor por los hombros y encarándolo. —Yo nunca te haría daño. —Paró un momento, frunciendo el entrecejo. Estaba siendo más expresivo que de costumbre. —Por favor, elígeme.

 

Eso fue suficiente drama para Ja’far en un día. Su esposo le engañaba, y su amigo de la infancia se le declaraba, de alguna u otra forma.

 

Negó levemente, no creyendo ese día de perros.

 

Fue entonces cuando deshizo todo agarre, y con adrenalina, empujó a Masrur, escapando de allí. 

Notas finales:

A puesto que no se esperaban esa pareja de mi parte xDD

 

Estoy en territorio desconocido ~ Ni Sin ni Juju son el personaje principal, pero qué bonito.

 

Hasta la próxima ~


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